Sociedad

Vida y milagros

Hace justo un año que unos ojos curiosos y sensibles muy cercanos a mí observan el zócalo de México cada día. Unos ojos que lo conocían poco y que han aprendido a descubrir en él a México entero, con lo bueno y lo malo. Han visto de todo en estos doce meses, de septiembre a septiembre. Lo primero que vieron fue la organización de la ceremonia del grito y luego el grito mismo con un zócalo repleto tres noches después, abarrotado, sin que importara mucho quién saldría por el balcón; lo importante sucedía abajo, con miles de personas divertidas con las peloteras y el borlote, el ruido y las fritangas, con los niños desvelados mirando al cielo sobre los hombros de sus padres, esperando el resplandor de los fuegos artificiales.



El Zócalo casi nunca descansa. Lleva siglos siendo el centro político y religioso del país. Marchas, plantones, eventos culturales, protestas, desfiles, campamentos, mítines, conciertos, cortejos fúnebres, todo convive y compite por un pedazo del corazón de México. Ahí sucede lo más inusitado, lo más impredecible. Rodeando la plaza al este, el Palacio Nacional, el emblema del poder oficial y laico. Al norte, la Catedral Metropolitana es el emblema de los poderes fácticos del clero y las creencias. Al sur, el antiguo Palacio del Ayuntamiento y el Edificio de Gobierno. Al oeste la plaza está rodeada por edificios comerciales, administrativos y hoteles. En la esquina noroeste está el Museo del Templo Mayor. Por eso el eco de lo que ahí sucede se oye en todo el país.



El espacio del pueblo.



La enorme plaza central, la segunda más grande del mundo, es la tierra de todos y de nadie, el espacio del pueblo. Hace ya unos años se colocó justo en medio un asta enorme, en la que cada día izan y arrían una gigantesca bandera. Se ve preciosa. Nadie pelea con ella. Solo al atardecer la bandera se rinde ante la noche.

La bandera se rinde ante la noche...

Hay días en que las marchas de peticiones, solicitudes o protestas son tranquilas. Otros días, los granaderos llegan como prevención y otros como contención para que las cosas no pasen a mayores. Puede ser que durante horas, de un lado los policías con sus escudos, sus cascos y macanas se enfrenten cara a cara con los grupos más aguerridos que hay en México, armados como solo ellos saben hacerlo. La línea divisoria entre policías y manifestantes puede ser tan delgada como un hilo de seda que contiene milagrosamente a ambos lados. Y aun así, este año, de septiembre a septiembre, el zócalo ha sobrevivido esos acontecimientos con saldo blanco. Se dice fácil, pero no lo es. Hay mucho encono en nuestro país, sobran los motivos para protestar, pero también sobran las razones para preferir que se logren acuerdos antes que buenos pleitos.

Zapatistas y villistas desfilan en el zócalo en el otoño del 2014.

El ejército, los estudiantes, verano de 1968.

Verano del 2006, la masa de López Obrador.

La masa desnuda en el nuevo milenio.

Hay tanta energía rara en ese zócalo. Pensar que la piedra ceremonial más importante y emblemática de la cultura prehispánica, el calendario Azteca, estuvo primero enterrada en el zócalo, frente a la catedral casi 200 años, y luego adosado a la pared izquierda de la catedral por otros casi cien, es para mí un indicador de que ahí todo puede suceder y casi todo puede convivir.

El Calendario Azteca adosado a un costado de Catedral.

Esta semana mi curiosa y querida testigo del acontecer en el zócalo me mandó el siguiente chat:

"Te mando esta foto que tomé hoy en la tarde en el zócalo, una tarde particularmente despejada por las lluvias y el viento que le sobraron al último huracán. Fue una tarde airosa y especial, con cielo azul y nubes. Te la mando porque hoy entendí lo que es el amor por México. Me tocó estar ahí cuando llegó la hora de bajar la bandera y hacía un aire terrible. La bandera aún estaba húmeda y pesaba muchísimo. Los soldados designados para bajarla no la podían controlar. Cuando inició la ceremonia no calcularon que eso sucedería. No sabía y ahora lo sé, que la bandera no debe nunca tocar el suelo en esta ceremonia, pero peligrosamente empezó a rozarlo mientras los soldados trataban con todas sus fuerzas de impedirlo; los hombres designados no eran suficientes porque cuando inició el protocolo no hacía tanto aire. Se ve que desde el Palacio Nacional, desde donde todo lo supervisan, se dieron cuenta de lo que estaba sucediendo. El problema era ese, que ya estaba sucediendo. Entonces pasó lo que pasó. Los civiles que estaban viendo los intentos fallidos de los soldados para que la bandera no tocara el suelo, sin más entraron a apoyarlos, a ayudarlos, y entre todos cargaron la bandera mientras se iba doblando de acuerdo al protocolo. Ningún soldado se opuso a la ayuda de los civiles, lo importante era que no se arrastrara la bandera; y ahí estuvieron ciudadanos anónimos, ayudando con todo, aunque ya habían llegado los refuerzos. Al final, de manera espontánea, uno de ellos saludó a la bandera y todos los demás siguieron el ejemplo. Miré la hora. Solo habían pasado diez minutos. Los que ahí estuvimos creo que sentimos lo mismo: no sólo un profundo amor por México, sino lo que eso significa. Meter el hombro cuando hace falta, sin escatimar, sin condiciones."

Enrique Krauze en su artículo de ayer en REFORMA escribió un artículo titulado "Tres días de mayo". En él hace mención de la necesidad de liderazgos éticos en nuestro país, necesarios para sacar lo mejor de nosotros mismos, como lo hizo Churchill con el pueblo inglés ante la desgracia de la guerra inevitable para detener al nazismo. El momento exigía del pueblo inglés toda clase de sacrificios, mismos que Churchill no les ocultó, entre otras cosas porque los creyó capaces de hacerlos y de estar a la altura del momento. "Churchill idealizó al ciudadano común con tal intensidad, que al final el ciudadano se acercó a ese ideal y comenzó a verse a sí mismo como Churchill los veía: dueños de un temperamento optimista e imperturbable". Con eso les alcanzó para sostenerse mientras llegaba ayuda.

No dudo de la necesidad de los liderazgos éticos que Krauze menciona para salir adelante en los momentos difíciles y complicados que estamos viviendo hoy en nuestro país, con todos los problemas que Krauze menciona puntualmente: impunidad, violencia, corrupción, desigualdad, pérdida de rumbo, intolerancia y la amenaza violenta y grosera de Trump, pero también creo que la fuerza individual y la buena actitud existen en un enorme porcentaje de los que habitamos México. La imagen de los civiles ayudando a los soldados para cargar el peso de una bandera que no debía arrastrarse, que les pesaba tanto como a tantos nos pesa el país, es para mí muy elocuente, ilustrativa y esperanzadora. No hubo ahí un líder en particular sino una meta inmediata que resolver: que la bandera nunca tocara el suelo, como lo es que nuestro país no toque fondo y caiga en la violencia y el desgobierno.

1) Punto de partida: por chocantes que nos parezcan, el Frente por la Familia y las asociaciones religiosas que lo respaldan están en todo su derecho de manifestarse públicamente. Una verdadera cultura democrática requiere de un debate amplio, plural y vigoroso, donde todas las expresiones puedan ser escuchadas y también discutidas. No hay que confundir el Estado laico con la exclusión de las voces religiosas.



iglesia

Ilustración:Víctor Solís

2) Dicho esto, creo que detrás de este debate se esconde un viejo problema de nuestra cultura jurídica: la tendencia a imaginar que los conceptos legales —como el matrimonio— son “esencias” que condensan la realidad plena y verdadera de una institución social, algo así como lo que decía Borges en “El golem”: “Si (como afirma el griego en el Cratilo) / el nombre es arquetipo de la cosa / en las letras de ‘rosa’ está la rosa / y todo el Nilo en la palabra ‘Nilo’”. Me parece que esta vieja creencia es la que explica nuestra pasión por el debate ideológico y abstracto, y también el temor de muchas personas a que una reforma como ésta tenga consecuencias apocalípticas en la vida social (ojo: lo mismo sucede también cuando se asume que la mera inclusión de derechos en la Constitución creará el mundo feliz). Frente a esta creencia, me parece necesario insistir que la finalidad principal del derecho no es codificar ideales abstractos, por valiosos que estos parezcan, sino, más bien, proveer de reglas amplias y flexibles que permitan resolver —de la manera más justa y práctica posible— la infinidad de problemas que se presentan en la convivencia cotidiana de las personas. A mi juicio, la discusión tendría que fluir de abajo hacia arriba, desde la casuística hasta llegar al lenguaje constitucional, y no al revés.

3) Si dejamos de creer que la suerte de todas las familias depende de la definición legal de matrimonio, y reconocemos (con toda lógica) que el río Nilo es más que la palabra Nilo, no veo por qué esta reforma deba ser considerada como una amenaza para nadie, y menos para quienes practican una fe religiosa, pues lo único que hace es ampliar el espectro de relaciones íntimas que gozan del reconocimiento y protección de la legislación civil. Considerando que el matrimonio religioso y el civil son cosas distintas, y que el primero no se vulnera en lo absoluto por esta reforma, no veo en dónde radica la amenaza para los creyentes o para la sociedad en su conjunto. Al contrario, me parece razonable que frente al surgimiento irreversible de “nuevas realidades” en la vida social (¿les suena el título Rerum Novarum?), los conceptos jurídicos se adapten de manera tal que las personas de carne y hueso encuentren en la legislación —y no al margen de ella— una solución efectiva para sus problemas.



4) Como católico, me cuesta mucho identificarme con esta clase de protestas y me duele ver cómo degeneran, con mucha frecuencia, en manifestaciones abiertamente homófobas. Ya sé que el papa Francisco no es santo de la devoción de muchos católicos integristas (su antecesor tampoco lo fue, por más que lo invoquen con nostalgia), pero creo que la insistencia de este papa en la misericordia no es un tema menor: es cristianismo elemental. La identificación de la fe con un orden social y político del pasado (más imaginado que real), con reglas inflexibles y autoritarias, es más propia de una religiosidad farisaica que de un espíritu realmente evangélico. Por eso hago mías las valientes palabras del rector de la Universidad Iberoamericana, el padre jesuita David Fernández: “Algo que tiene que entender la Iglesia a la que pertenezco es que, mientras queramos seguir siendo cristianos seguidores de Jesús, debemos respetar a las personas gays y lesbianas… El Dios de Jesucristo es antes que nada misericordia, amor, perdón, cercanía, comprensión, ternura. Y no hace acepción de personas, no tiene preferencia entre sus hijos e hijas”. 1

5) Por último, me preocupa ver que las manifestaciones públicas de muchas organizaciones católicas se den casi siempre en el marco de estas “guerras culturales”, y casi nunca frente a muchos de los problemas que todos los días destruyen a las familias de carne y hueso, como la violencia, la crisis económica y la corrupción. Que lo católico se haya convertido en sinónimo de perpetuo escándalo frente a los cambios en la moral sexual es un síntoma grave de la pobreza cultural y política del catolicismo mexicano. Si la Iglesia no quiere terminar arrinconada en las sacristías, como de hecho sucede cuando la fe viva se sustituye por incesantes lamentos moralistas, es necesario que los católicos aprendamos a discutir de manera más tolerante e informada, extendiendo a los demás el mismo respeto que tanto costó conseguir tras una larga historia de violencia anticlerical en México.



Pablo Mijangos y González
División de Historia – CIDE

37 años tiene la Red de Solidaridad Sacerdotal

Son curas viejos, hombres que saben que su vida religiosa hace mucho tiempo que escribió sus primeras páginas. Y que son minoría, que la represión impulsada desde Roma por el papa polaco Karol Wojtyla le dio todo el poder en México a la iglesia de los Rivera Carrera y los Macieles, probablemente en América Latina la jerarquía católica más conservadora y contraria a la iglesia de las comunidades cristianas de base y el compromiso social.



Representan a una iglesia católica que contrasta con la de los obispos aliados de los políticos, que nada tiene que ver con la que representan organizaciones como la de los Legionarios o la del Opus Dei.

Son los curas que se preguntan por qué no salen a la calle los obispos a demandar justicia con la misma enjundia con la que este sábado encabezarán la manifestación contra los derechos de los ciudadanos homosexuales.

Son los curas convertidos. Los curas comprometidos. Así se ven a sí mismos.

Y algunos de ellos están en Puebla, reunidos en un grupo que desde hace 37 años organiza un encuentro anual de lo que llaman Red de Solidaridad Sacerdotal.

Son los sacerdotes que produjo en México el movimiento por una teología de la liberación, allá por los años sesenta, cuando pegaba fuerte la transformación provocada por el Concilio Vaticano II, cuando el propio Paulo VI, sin la aureola progresista que cargaba Juan XXIII, se atrevió a exhortar a los jerarcas católicos latinoamericanos a sensibilizarse y asumir una visión crítica frente a los problemas que agitaban a América Latina como un requerimiento indispensable para la acción pastoral de la Iglesia en esas regiones. Son los curas que se conmovieron con Sergio Méndez Arceo en Cuernavaca, y que seguían las experiencias de Samuel Ruiz en San Cristóbal de las Casas con sus catequistas, muy lejos de los años zapatistas, pero muy cerca de los movimientos de obreros, colonos y campesinos que proliferaron por los años setenta. Son los curas que se formaron al calor de la conferencia episcopal latinoamericana en Medellín, Colombia, en el hoy lejano 1968, que permeó en la formación de sacerdotes en institutos regionales como el Seminario Regional del Sureste (SERESURE), cerrado en 1989 por Norberto Rivera Carrera, entonces obispo de Tehuacán y hoy cardenal primado de México.



Lo saben ellos. Lo recuerdan, a Norberto, como enemigo jurado de lo que llaman Iglesia-Pueblo.

Pero todavía están en la brega, aquí en Puebla, en la Sierra Negra, en las cañadas totonacas, o en Oaxaca, en los albergues de migrantes, o entre los pueblos purépechas en Michoacán…

Y yo los escucho hablar de sus preocupaciones sociales: la realidad en sus parroquias, los conflictos reales de la gente, como ellos dicen, la perspectiva que vislumbran para México. Y de la Iglesia en la que creen, la que todavía por ellos vive.



Gustavo Rodríguez/Parroquia de la Asunción en la ciudad de Puebla

Soy párroco de la parroquia de la Asunción en Puebla. Digo que soy párroco virtual pues cada vez más los laicos me suplen. He sido desde la llegada del obispo Víctor Sánchez asesor de la pastoral de la diócesis, particularmente en temas de migrantes, víctimas de la violencia y de turismo desde la perspectiva cultural de la Iglesia. Creo que hoy contamos con un obispo comprometido con la realidad social de Puebla.

Puebla es un embudo por el que pasa el narco: de Oaxaca, de Guerrero, de Morelos, de Veracruz, por aquí pasa todo y ya es territorio de los cárteles. El resultado es la violencia, las ejecuciones, los feminicidios, las extorsiones y los secuestros, Y por tanto, la ruptura del tejido social y la represión a los movimientos populares que han surgido en defensa del agua, de la tierra y la cultura. Sin embargo, es muy grave la desarticulación de las organizaciones populares y la creación de grupos paramilitares de choque para reprimir los movimientos. Y por supuesto la criminalización de las voces alternativas, como en Cholula y en las juntas auxiliares.

Mi vida sacerdotal ha girado en torno a tres realidades: los pueblos indígenas, los migrantes y las comunidades eclesiales de base. Participo desde hace 37 años en esta Red de Solidaridad Sacerdotal. Hoy estamos desarticulados, hemos perdido la fortaleza de los primeros tiempos. Hoy nuestro tema es que se haya caído el trabajo de la red social de sacerdotes con trabajo en pueblos indígenas. Los sacerdotes con este compromiso tenemos varias culpas: no hemos sabido involucrar a otros curas, no hemos enfrentado el machismo y el clericalismo dentro de la Iglesia, hemos olvidado a los jóvenes, hemos dejado nuestro trabajo con las comunidades eclesiales de base, los centros de cooperativismo y los centros de formación de laicos a conciencia. Y no hemos sabido defender al Papa Francisco de sus opositores, debemos ser solidarios con él. Porque la Iglesia tiene muchos desafíos, como la crisis de formación de cuadros y de dirigentes laicos que respondan a la realidad; tenemos que crear centros de reflexión y análisis y difundir estos estudios. Porque el papel de la Iglesia está en la formación de conciencias, en la capacitación de agentes sociales que integren con ella los esfuerzos comunitarios por el sentido de la vida y el respeto a los derechos humanos y a la dignidad humana. Debemos pasar de la Iglesia del asistencialismo a la Iglesia de la concientización y la organización, con nuevos criterios de formación del clero para que sepa acompañar el caminar de los laicos. Y pensar, al final de todo, que sólo podemos cambiarnos a nosotros mismos.

Luis Eduardo Villareal Ríos/Parroquia de San Francisco Xavier en Monterrey Nuevo Léon

Yo me muevo en cuatro frentes: la parroquia, la docencia, el albergue y la comisión de medio ambiente. Y estoy en una coyuntura eclesial inmejorable, por el Papa, el Obispo y el Vicario General. Ahora mismo el conflicto más preocupante que enfrento es con los vecinos inconformes con el albergue. Y veo en lo inmediato dos desafíos para mi trabajo: consolidar las comunidades eclesiales de base y pasar de la asistencia a la protección a los migrantes y sus derechos. Son muy pocas las parroquias que trabajamos con comunidades eclesiales de base, cinco o seis contra trescientas en la zona metropolitana de Monterrey. El trabajo con las comunidades supone un sacerdocio de compromiso, de mucho trabajo, de estar en la calle y con la gente, obliga al acompañamiento y exige el estudio. Eso no lo quieren hacer la mayor parte de los curas, esos mejor dicen “me encierro”. La situación que vivimos en la Iglesia católica mexicana tiene que ver con los dos papados anteriores a Francisco: Juan Pablo y Ratzinger, con ellos tomó vuelo la persecución a la pastoral comprometida con la gente. En Monterrey tenemos unos presbíteros mundanos, pegados al celular y el radio, obeso en el físico y en la mente, tienen a la feligresía feliz con actos masivos, con lo que llaman “oraciones a cielo abierto”, de aleluyas y manejo de emociones, en la práctica un catolicismo neopentecostal. Es una Iglesia que se moviliza para proteger la “integridad” del matrimonio o la familia, pero no sale a defenderá las familias de los desaparecidos, a los maestros en lucha o a los ambientalistas que se oponen al proyecto Monterrey VI, ese acueducto que se quiere llevar el agua del Pánuco a Monterrey y al que se oponen los pueblos indígenas de la cuenca.

Fray Fernando Romero, OP/Templo de Santo Domingo, Ciudad de México

Soy miembro de la Orden de los Predicadores, los dominicos, con ochocientos años de historia. Actualmente estudio un máster de Políticas Públicas y Gobierno, pues creo que parte de nuestro trabajo pasa por concientizar a los políticos en la necesidad de contar con mejores gobiernos fundados en la transparencia. La situación en el centro histórico de la ciudad de México es muy conflictiva: hoy es un centro muy comercial, lo que era antes un lugar habitacional se ha convertido en edificios que son bodegas, tiendas, etc. Esto genera hacinamiento y violencia extrema. En mi entorno está Tepito, el barrio bravo, y ahí la violencia es cotidiana. Es mucha la influencia de la Iglesia a nivel cultural, la gente va al centro histórico y visita sus templos: la Catedral, La Profesa, Santo Domingo, San francisco y muchos más templos. La Iglesia es foco de atención por la cultura religiosa popular, la gente va a la Catedral, al Sagrario por bautizos, confirmaciones, y además están las visitas guiadas, todos son actos religiosos. Hay una nueva manera de ver el centro histórico como centro cultural, pero para mucha gente el centro es el gran mercado nacional al que llega gente de toda la república a mercadear desde chácharas hasta la joyería más fina. Y ahí la Iglesia ha perdido presencia evangelizadora porque no se ha preparado para este nuevo modo de ver la gran ciudad, el crecimiento de la ciudad moderna. Así, las iglesias del centro están semivacías, pues ya no hay gente que viva en este centro, y quienes ahí viven lo hacen hacinados y en viviendas muy precarias. Entonces los presbíteros no estamos en condiciones de asumir de un modo más cercano a una población que no vive allí, a la gente que trabaja en las tiendas o en el gran ambulantaje o los miles de personas que allá van a comprar o a turistear.

Rómulo Ortega/Parroquia de Xoxocotla, Morelos.

Tengo 37 años en el ministerio sacerdotal. Hoy estoy en la comunidad indígena de Xoxocotla, en el municipio de Puente de Ixtla, una región de muchísima violencia. Son 50 mil habitantes, y a la iglesia, cuando bien va, llegan 600 a la misa dominical. Lo que ahí aflora es la descomposición institucional. El gobernador, de origen tabasqueño, con un comportamiento camaleónico, la gente ve cómo se ha hecho de propiedades, restaurantes, hasta el estadio dicen que es de él. Pues esa manera de ser se repite en los municipios, en Puente de Ixtla se queda todo el dinero que debe bajar a las comunidades. Dicen los políticos de Puente de Ixtla, “a los de Xoxocotla ya les compramos su voto, así que para ellos nada…” Pero la gente no tiene tierras, toda la tierra la han acaparado gente de dinero, ahí está Jardines México, el Estadio, la Arena Teques para eventos, etc. Pero la gente no tiene trabajo, mejor se van de chalanes de albañil a Cuernavaca, a Taxco, los jóvenes abandonan el estudio por la urgencia de dinero, y pronto caen en el alcohol, las drogas y las pandillas. Por ahí ha entrado el narco, y nadie los enfrenta. Hay una gran desintegración familiar. Además, la comunidad está muy dividida, existen dieciocho grupos indígenas, así que hubo dieciocho candidatos a delegado, y hay doce candidatos para la organización de las fiestas. Y luego está el caciquismo de los tatas disfrazado de grupos tradicionales, pero todos pelean por sus intereses personales. Ante todo ello la Iglesia vive en el desconcierto, sin aliados, distanciada de la gente que vive en la orfandad.

Nicolás T. Ramírez García/Párroco en Oaxaca

54 años de sacerdote. Ya estoy jubilado, pero el obispo no me acepta la renuncia. Hoy soy el rector de la Basílica de Oaxaca, pero antes que nada son sacerdote rural. Y le digo que no es fácil ser cura en la ciudad, es muy distinta al campo, mucha diversidad. Oaxaca es un pueblo con profundas raíces culturales indígenas; un pueblo pluri y multiétnico –dieciocho pueblos originarios con su idioma--, sus tradiciones, su vestimenta, su música, pero muy necesitado del evangelio, con mucha discriminación y marginación a la mujer, mucho analfabetismo y con un índice grave del fenómeno de la movilidad humana por muchas razones: la poca productividad del campo por falta de maquinaria moderna o de mejores técnicas de cultivo o porque la madre tierra ya se secó por tanto abono químico, y por el fenómeno social de que llegan como enjambres a la ciudad pensando que su situación económica va a mejorar. Pero las familias, hombres, mujeres y niños, viven una nueva realidad del anonimato y de la explotación en todos los niveles o categorías; y también con muchos pueblos fantasmas por el sueño americano o al trabajo eventual de maquiladoras o cosecha del campo de los estados norteños.

Oaxaca un pueblo que ha sido gobernado por una élite de familias que se han amafiado con todos los grupos de poder y del partidismo político, explotando a la gente y a sus recursos naturales: bosques, minas, arqueología, litorales, etc.

Oaxaca es un pueblo que está arrastrando un ancestral problema de analfabetismo y que se ha agravado con motivo de la reforma educativa y el movimiento de la CENTE, que ha sido reprimido con violencia. Oaxaca es un pueblo con una profunda religiosidad popular, que no se da por vencido y que sigue mostrando al mundo sus valores humanos y cristianos.

Veo una iglesia jerárquica poco comprometida con las causas del pueblo, una iglesia poco profética, organizada en su proyecto de pastoral; dividida, y por poca presencia liberadora; no hemos podido acompañar al pueblo con una evangelización integral; vamos perdiendo nuestra credibilidad. Pero aun así el pueblo nos escucha y espera mucho de nosotros los sacerdotes, aunque somos un grupo sacerdotes de la tercera edad o jubilados.

La pastoral social que hoy se llama el nuevo plan de pastoral: proyección social de la fe, es el patito feo de los programas pastorales.

Fernando Cruz Montes/Párroco en la ciudad de Oaxaca.

Desde hace 37 años soy sacerdote. Fui formado en el SERESURE, el seminario que cerró el Cardenal Rivera cuando era el obispo de Tehuacán. Hoy estoy en una parroquia del centro de la ciudad de Oaxaca, muy cerca del lugar en el que los maestros de la CNTE llevan a cabo sus protestas. Tenemos ahí el albergue El Buen Samaritano para ayudar a los migrantes centroamericanos que van al norte y que huyen de la violencia en sus países. Oaxaca es un estado con una gran riqueza cultural y religiosa, pero muy dividido socialmente. El problema más grave es el de la corrupción, y ahí es donde hay que entender el conflicto magisterial. Los maestros luchan contra la reforma educativa, pero son manipulados por grupos que no buscan mejorar la educación y que ven por sus intereses. Eso viene ocurriendo desde los tiempos del gobernador Murat. “A ver, ¿cuánto quieres para que aplaques a tu gente?”, y de esa manera el gobierno se aferra a sus propios intereses y los grupos sociales se cuelgan del movimiento para su propio beneficio, y ahí está el resultado. No hay un verdadero diálogo sincero y responsable entre el gobierno y el magisterio que busque el beneficio del pueblo. Y ante todo ello, la Iglesia vive un gran retroceso, una gran debilidad frente a esta realidad. Su papel debe estar en tener la voz profética de anunciar la verdad y denunciar la mentira, pero en la Iglesia hay miedo de comprometerse, el clero es indiferente y está dividido, los jóvenes salen del seminario sin compromiso. Y a nuestro obispo le preocupa la liturgia y no el compromiso social.

Jesús García/Sacerdote emérito

Tengo 58 años en el sacerdocio, y me he dedicado a la pastoral social, desde la base y hasta la cúpula. Formé parte de la primera Comisión Pontificia de Justicia y Paz, la que pronto fue silenciada, a la que la volvieron Consejo para que no sirviera de nada. He buscado siempre una iglesia participativa, comprometida, y que también respete los derechos humanos en su propio seno. He trabajado mucho a nivel nacional, en el CEPS-SSM-SICSAL, pero ahí se tiene una perspectiva global y racional sobre los problemas pero no se tiene la experiencia de vida que da la convivencia con las bases.

Helder Cámara lo dijo: el origen de todo esto está en la violencia institucional, el pueblo vive entre esa violencia y la represión. Hoy tenemos una tercera violencia, la del crimen organizado. Y como sucede hoy en Morelos, los gobernantes no aceptan que el clero entre a la resistencia. Existen conflictos intra eclesiásticos: vivimos el retorno de una iglesia preconciliar, replegada en sí misma, que enfatiza el espiritualismo y repudia el compromiso social y los movimientos populares. Una Iglesia que condena el secularismo, el laicismo, la horizontalidad y la politización de izquierda de los sacerdotes con compromiso social, pero que soslaya la politización de derechas que le son afines, una Iglesia aliada de los poderosos. Vivimos el retroceso de una Iglesia que enfatiza más los aspectos morales que los sociales. Pero también están los conflictos extra eclesiásticos, los conflictos reales: un modelo económico neoliberal que agrava la pobreza, la exclusión social, la corrupción, la impunidad, el autoritarismo y la represión. Todos son factores de violencia. Así que tenemos una derechización de las instituciones oficiales, incluida la Iglesia. Y si hay un despertar de minorías, son entonces descalificadas, calumniadas, reprimidas. Pero son minorías lúcidas, resistentes, y en ellas está la esperanza de un sacudimiento colectivo. Contra esa realidad está la Iglesia mayoritaria, la que es ajena a este despertar de minorías de cristianos que con o sin acompañamiento clerical avanzan en sus utopías altermundistas y altereclesiales.

Anastasio Hidalgo Miramón/Parroquia del Sagrado Corazón en Tehuacán, Puebla

Fui formado en el SERESURE, y tuve de compañero al padre Fernando Montes. Hace 36 años me hice sacerdote. He pasado 33 años de mi vida sacerdotal en los pueblos indígenas de la Sierra Negra y en la Sierra de Zongolica, pero hace tres años me mandaron a la parroquia del Sagrado Corazón en Tehuacán. Trabajo en el Colectivo Monseñor Romero, y hemos intentado abrir un albergue para migrantes, pero no lo hemos logrado. La realidad es que en la región de Tehuacán ha aumentado la violencia del crimen organizado. Nada más la semana pasada fueron asesinadas tres personas con el tiro de gracia y el cuerpo de una mujer fue encontrado en estado de descomposición. Apenas, en la comunidad de San José El Mirador, en Coxcatlán, fueron asesinadas doce personas de una familia. Los que sobrevivieron han huído pues tienen miedo de que los maten. La Mixteca y la Sierra Negra son regiones de muy alta marginación. A la región sólo llegan inversiones como las de las hidroeléctricas que se pretende instalar en las comunidades de Coyolapa y Atzalan. Pero aunque no hay buenas perspectivas la gente se está organizando para inmpedir la construcción de las presas y ha habido marchas organizadas por los maestros democráticos de Puebla. Desafortunadamente, la presencia de la Iglesia católica es casi nula. Hay pocos sacerdotes que estén comprometidos con los movimientos sociales. Casi no haypastoral social. Los grupos y movimientos apostólicos están dedicados a una pastoral espiritual sin compromiso con la transformación de la realidad.

Fidelina Ramírez/Laica, trabaja en el Secretariado Social

¿Qué pasa en las comunidades mexicanas? Los problemas económicos: en la producción y en el respeto a la tierra. La falta de vivienda. La falta de trabajo. La violación de los derechos económicos, sociales y culturales. De ahí los conflictos que vivimos: la violencia por el narcotráfico, la explotación de los trabajadores y las remuneraciones injustas. ¿Solución? Crear fuentes de trabajo y respetar los derechos de los trabajadores. Y ante todo esto, el papel de la Iglesia ha sido el de la indiferencia ante la realidad que vivimos los ciudadanos.

Apolinar Sosa G./Párroco en la región de Pátzcuaro, Michoacán

Tengo 39 años de sacerdocio cerca de mexicanos indígenas y campesinos. Todo este tiempo he tratado de hacer conciencia de la realidad. Como en Pátzcuaro, donde existe una gran marginación. Hay mucha indiferencia entre los sacerdotes, no hay hermandad con la gente. Ellos me toleran, yo busco por dónde, pero no hay respaldo. En Michoacán destaca ahora el conflicto magisterial y las luchas indígenas. Y la ausencia de los jóvenes, Y la corrupción. Los maestros luchan por el aumento salarial, y por ahí la democratización de su sindicato, y eso desde los años 90. Por ello las dos facciones, el SNTE y la CNTE, la concientización, las tomas de carreteras…En el conflicto la Iglesia está ausente. La Iglesia pueblo está a favor de los maestros en su mayor parte. Pero la jerarquía está en contra, no desde el púlpito, aunque algunos sí lo han hecho. Últimamente el cardenal se ha pronunciado a favor. Pero en general la Iglesia está ausente de los conflictos sociales. Muy poco apoyo a los migrantes, siendo que Michoacán es el principal estado expulsor de mano de obra al norte. Demandó elecciones limpias, pero no dijo nada de la corrupción electoral, silencio. Tampoco en las luchas indígenas, como en Santa Fe de la Laguna, el párroco está a favor del terrateniente. Pero en Nahuatzen el párroco tomó partido por el PRD. Y contra la violencia del crimen organizado sólo nos queda el llamado a la paz y las campañas de oración. La verdad es que la Iglesia vive un espiritualismo desencarnado, moralista, que condena la politización de izquierda pero apoya la politización de la derecha. Veo venir una derechización creciente.

Jerónimo Cabrera Muñoz Ledo/Sacerdote de la Diócesis de Celaya, Guanajuato

Me parece que hay una perspectiva de ricos contra pobres y de pobres contra ricos. Explotados vs. Explotadores…

Como que no se descubre la posibilidad de una riqueza moderada que ayude a encontrar una pobreza –no explotación-- capaz de encontrar caminos de fraternidad y solidaridad para iniciar caminos de justicia – paz – comunitariedad

Aunque en el Seminario había pobreza, nos enseñaron a “aguantar la pobreza”. No hicimos el camino de amar la pobreza, y quizá por eso al salir al sacerdocio buscamos el enriquecimiento a veces discretamente y otras veces no tan discretamente, aunque tratemos de hacerlo un poco disimuladamente.

Hace falta una conversión en este aspecto, no con palabras y discursos, sino caminar con los pobres buscando una sociedad justa-fraterna-solidaria.

Tonni Paola Delgado Burtrón/ Laica, Terciaria de a Orden de Predicadores

Son psicóloga, laica de la Orden de Predicadores, los padres dominicos, y vivo en Guadalajara. Actualmente no solamente enfrentamos el problema de la pobreza y comunidades marginales, vandalismo, violencia y más, Guadalajara se encuentra como plaza en disputa por cárteles del narcotráfico. Aparte ha ido en aumento no solo el tránsito de migrantes, ahora muchos de ellos se han establecido en la ciudad, en algunos casos se han agrupado para formar bandos dedicados al robo y asalto.

La perspectiva es que la poca ayuda que se lograba obtener para poder ayudar a las personas en pobreza ha ido disminuyendo significativamente, esto sumado a apoyos gubernamentales y de iniciativa privada que se desvían y no llegan a manos de quienes lo necesitan.

La continua violencia en la ciudad ha provocado una increíble indiferencia hacia el dolor ajeno y una falta total de empatía e insensibilidad, lo preocupante también es que las nuevas generaciones están creciendo con estos ambientes de extrema violencia como un ambiente cotidiano.

El papel de la Iglesia desde el laicado pastoral al que pertenezco desde hace14 años es humanizar, desarrollar la empatía y solidaridad entre los seres humanos, tratar de devolver a las víctimas de situaciones extremas de vida su dignidad y valor como personas, promover valores y sentimientos constructivos y positivos.

Todo esto con el fin de erradicar una posible cadena de odio, resentimiento y venganza que podría suscitarse en las víctimas ya que no es posible generar más dolor en una herida abierta.

Trato de mostrarles a las nuevas generaciones que la buena voluntad y la generosidad son más fuertes que la violencia.

Ángel Sánchez/Cuernavaca, Morelos

Nací en Morelos, y tengo 54 años de sacerdote. Vivo en una casa para curas ancianos, ahí murió apenas el padre Fernando, fundador del periódico El Correo del Sur. Trabajo en la Fundación Sergio Méndez Arceo, buscamos resguardar su herencia, y por ello estamos cerca de los movimientos de resistencia, como el que se da en contra del gasoducto Morelos, participa activamente un joven sacerdote, Abel Guadarrama, y hay mucha represión a quiénes se oponen. Por eso trabajamos en torno a los derechos humanos. Y en lo legal, para lograr el rescate del archivo de Don Sergio. El actual obispo es muy abierto y receptivo, todos los obispos anteriores, y son cuatro desde la muerte de Don Sergio, sólo nos veían como comunistas.

La situación de Morelos ahora es la de la violencia. Y el conflicto entre el obispo y el gobernador. Se percibe a los gobiernos estatal y municipal coludidos, sin importar el partido. De otra manera no se explica la violencia, también enfocada en los líderes sociales, no sólo en los sujetos de extorsión. Muy fuerte el problema de la minería en pueblos indígenas, porque afecta su tradicional forma de vida comunitaria, pues han tenido que huir para no ser asesinados los opositores. Pero los secuestros, las extorsiones, los asesinatos son el pan nuestro de cada día en todas las partes del estado de Morelos.

Qué perspectiva veo: al ir tomando conciencia los diferentes grupos civiles y de iglesia, se están creando frentes comunes como los integrados por la universidad estatal, el movimiento de Javier Sicilia y las comunidades cristianas tanto por las caminatas por la paz promovidas por el obispo como también por los centros de atención a víctimas de algunas parroquias o decanatos.

El papel de la Iglesia, entonces, ha sido el de ofrecer talleres de toma de conciencia y formación social cristiana; promueve los centros de atención a víctimas aglutinando a laicas y laicos con esta visión de servicio en el acompañamiento. Su voz es una voz que denuncia y, si no se escucha, sí molesta y ayuda a que se sienta su presencia en estos momentos en que las autoridades civiles parecen ausentes e incapaces.

Puerto Libre en Revista Nexos

Un niño en cada mano y cruzábamos la plaza redonda que hace treinta años empezó a llamarse de la Cibeles.



A un célebre profesor y político se le ocurrió que era bonito intercambiar cortesías con la madre patria y poner una fuente, igual a la madrileña, en ese redondel que en la infancia de mi madre y hasta mi primera juventud fue la Glorieta de Miravalle. Ahí la dejaron, siempre una copia, en el centro de lo que perteneció a la hacienda de la condesa con tal nombre.


Adivinar de dónde salió una condesa en un país sin reyes, lo cierto es que tan noble señora le heredó su título a esa tierra, efervescente como una quimera, que es la célebre colonia Condesa.

Un hijo en cada mano. ¿De qué tamaño eran sus manos perdidas en las mías? Las extraño palpitando al mismo tiempo, abandonadas a mi certeza de que no había peligro. Eran pequeñas. No hubo peligro. No sé ya si pensar que no lo habrá. Cruzábamos hasta el mercadito apretado de puestos que lo mismo vendían trabajos manuales, listones y pasadores para el pelo; que discos, medias, calcetines, aspirinas “americanas”, tenis, pantalones de mezclilla, caramelos, juegos de Nintendo. Entrábamos ahí como a nuestra personal y pequeña Tierra de Nunca Jamás. Algo encontrábamos. Casi siempre nos arrastraba Mateo, para preguntar si de casualidad habría llegado ya el último juego que un señor de mediana edad y mirada inquieta mandaba traer, no sabíamos cómo ni con quién, a Estados Unidos. Ahí había un misterio que nunca intenté descifrar. Ya bastante rompecabezas era dar con los rompecabezas electrónicos de mi hijo.

Sabía yo, con la misma fe que les perdí a los dioses, que su infancia duraría un segundo. Quizás dos.



Seguir en Puerto Libre, de Ángeles Mastretta en la revista Nexos.



Ilustración: Gonzalo Tassier

01-procrastinar

Vida y milagros

En la carretera por donde circulo a diario hay una gasolinera en donde celebran con inusitado entusiasmo las fiestas patrias. La llenan de adornos, de música, de fiesta. El jueves de esta semana solo vi una bandera a media asta.



--¿Por qué está así su bandera? --le pregunté a la amable chava que habitualmente me despacha. --Porque se murió el Juanga.

--Pues s, --le dije yo--, y será también porque nos visitó el gringo ese sangrón.

-- No, pues entonces sí que la ponemos casi hasta abajo.

Ya íbamos a derivar la conversación a cosas negativas, cuando llegó un perro negrísimo, todavía un cachorro, que ya reconoce mi coche por la bolsa de croquetas que cargo para darle. Y nuestra conversación giró hacia rumbos mejores. Y recordé a Sabines, nuestro poeta, recordé el poder que él daba a las palabras, y pensé en una frase inscrita en una iglesia de pueblo que vi hace muchos años: Al principio era el Verbo. La palabra como principio de todo, la palabra, un don de los humanos, para bien y para mal. ¿Por qué no iluminar la conversación y usar otras palabras, desterrando las que debieran ser innombrables o inexistentes?

"Si hubiera de morir dentro de unos instantes" es el título de uno de los poemas que más me gustan de Jaime Sabines. Y en él nombró las palabras sabias que él escribiría antes de esos instantes, palabras con un particular significado para él. Aunque las mías serían otras, aún le robaría árbol del pan y miel. El pan imprescindible, el salido del horno a medio día. Y miel.



En mi casa hay colmenas y por un tiempo una de mis hijas se volvió apicultora. Se compró un overol blanco y un sombrero con velo para poder trajinar con el panal sin riesgo. Verla rodeada del zumbido atarantador de las abejas con ese traje albo era como ver a Remedios la Bella, la de Cien años de Soledad, la que los hombres amaban a la fuerza con solo verla, hasta que un día, de tan bella, se elevó entre las nubes y nadie volvió a verla. Lorena entonces era igual a Remedios, la aparición de un ángel mientras entraba a la cocina a dejarnos los trozos de panal sobre la mesa. Masticar un pedazo de cera y miel era como probar maná del paraíso. Por eso pondría miel.

Y árbol. Los árboles, con su vida secreta y silenciosa, atados a la tierra, a merced de los locos humanos, y aun así poderosos, tragando bióxido de carbono y devolviendo oxígeno, dando albergue a las aves, verdor a nuestra vidas, regalándonos frutos increíbles, leña o bellotas con que adornar la casa en una Navidad. Por eso, árbol.



Si hubiera de morir dentro de unos instantes no pronunciaría la palabra codicia, ni poder absoluto, ni dinero y mucho menos barrocas palabras como prerrogativas partidistas, tampoco muro, impunidad, abuso o miedo. Escribiría cordura, tolerancia, alegría, trabajo, ríos, perdón y puentes. Escribiría conciencia y corazón, así, juntas, y también optimismo y valor. Y por supuesto, y en particular esta semana, ritmo y música y siempre y para siempre, carcajadas.

Escribiría agua, libros, amigos, colores y pinturas, peces, hermanos, tigre, volcanes y la luna. Solo así: la luna, porque es variante y misteriosa, con su lado obscuro y oculto, el que jamás podremos ver desde la visión limitada que tenemos desde la Tierra, como tampoco podemos ver el lado oculto y secreto de quienes creemos conocer, aunque exista. La luna nos regala su lado luminoso y cambiante, aunque también sabemos de ese lado obscuro, que solo lo es para nosotros, y es obscuro porque no lo hemos visto, pero igual puede ser lo mejor de la luna ¿Quién lo sabe? No quiero conocerlo, prefiero imaginarlo. Y por eso, dos veces, escribiría la luna. La luna con sus ciclos: luna nueva, creciente, luna llena, plena, menguante, agazapada en nubes, o como la vi algún día, adentrándose a las doce y diez de la noche adentro del cráter del Popocatépetl, dejándose tragar por él, anaranjada y trémula, para entregarse toda como regalo de cumpleaños envuelta en luz dorada.

"Antes de que caiga sobre mi lengua el hielo del silencio, antes de que se raje mi garganta y mi corazón se desplome como una bolsa de cuero, quiero decirte, vida mía, lo agradecido que estoy por este hígado estupendo que me dejó comer todas tus rosas el día que entré a tu jardín oculto, sin que nadie me viera". Ese Era Jaime Sabines, así eran sus palabras.

Debemos incluso agradecer la muerte que vendrá, porque gracias a eso atesoramos los días y escogemos las palabras con que vamos viviendo, incluso las semanas amargas, como esta que termina, que nos deja un legado de experiencia, de música, de nuevas maneras de retomar el rumbo, de entender el país. Agradezco los días de la conversación y risa con los míos, las pláticas eternas recargados en la mesa de una cocina o en el final de una escalera que subió y bajó al cielo. Las horas febriles de trabajo en una oficina pública, esas oficinas en que a veces se logran tantas cosas y que mucha gente suele despreciar; el cuarto de mis hijos pequeños haciendo la tarea, o las horas calladas frente al sustituto de una máquina de escribir en la que deletrearía por siempre y muchas veces las palabras perro, flores, diálogo, salud y por supuesto, niños y misterio. Borraría para siempre la palabra discordia, mil veces dictadura, intolerancia, avaricia, religiones, fanatismo y por supuesto guerra.

Cada día hay que encontrar la fórmula y las palabras para curar los desencantos, para, como decía Sabines, lograr volvernos dóciles a las maneras del amor. ¿Para qué perder el limitado tiempo en otras cosas que no sea remendar la desdicha, esa que solo se remienda con sobredosis de ternura o palabras de bien? Palabras que nos llenen el corazón de diamantes --que son estrellas caídas y envejecidas en el polvo de la tierra---para andarlo sonando como una sonaja que nos alegre la vida, que nos la haga mejor.

Tenemos que buscar las palabras precisas para superar esta semana en que pareciera que los mexicanos comimos gallo cuando vimos bajar de un avión de la fuerza aérea mexicana al gordo Trump y pisar un suelo inmerecido, superar esta semana en que bebimos copas llenas de lágrimas negras, empapadas en rímel, iguales a las que derramaba Juan Gabriel en sus conciertos largos, llenos de generosa entrega.

Escribiría de últimas la palabra querer, o mejor un te quiero, que en español tiene un valor mucho más inmenso que el te amo, que parece un mal contagio del idioma inglés. Escribiría yo quiero, porque también implica voluntad.

Me alejo de la gasolinera y en el retrovisor veo al perro negro moviendo el rabo mientras come. A lo lejos veo a la bandera antes alicaída, pesada y húmeda por la lluvia; sopla el aire y la veo empezar a ondear con sensualidad desde su media asta, mientras sigo tratando de encontrar todas las palabras imprescindibles y precisas para ayudar a construir de mejor manera mi país.

Mundo Nuestro. Este texto fue tomado del blog Homo vespa por Luis Ramírez Trejo.
José Joaquín Blanco
Juan Gabriel admite la frase con que Alfonso Reyes definió a Pita Amor: "es un caso mitológico", de una facilidad interminable para refundir toda la tradición de la canción mexicana y colocar éxito tras éxito durante dos décadas. No es tan "moderno" ni tan "procaz" como otros compositores, y precisamente en su sencillez radica su estilo, una sencillez provinciana que tiene que recurrir a todo tipo de manierismos para seguir insistiendo en los tres o cuatro temas decentes del sentimentalismo: el abandono, el encuentro, el regreso, el recuerdo. Lo hace con mariachis o con coristas, con orquestas o con acordeones. Sus letras resultan humildísimas: dos o tres frases coloquiales, de sentimentalismo naif a la hora del noviazgo y rumbo a la panadería. A veces construye toda una canción con garigoleos de una sola frase: como bailar en el Noa-Noa o querer ir a Ciudad Juárez. Se apoya en una rica tradición —mencionemos nada más a José Alfredo Jiménez— en la que insiste una y otra vez, con inagotables recursos de gesticulación y colorido que las vuelven involuntariamente camp, aunque lo que intentan es la cursilería en serio: sus excesos payos, su humor no buscado, sin embargo, a veces las redimen un tanto, y su mal gusto se airea con algún perfil humorístico: melodramas que resultan chistes. Así conmueve y hace sonreír, incluso reír con carcajadas no exentas siempre de nerviosismo ni de albur. Jamás se aparta de los más comunes de los lugares comunes, ni de los ritmos más acentuados y pegajosos; resultado: toda la ciudad canta todas sus canciones con una facilidad para la memorización que merecería más nobles empeños y que ningún otro compositor reciente ha conseguido. Prácticamente todo cantante famoso ha recurrido a las canciones de Juan Gabriel (dicen que sólo se salva, macho y tradicionalista, Vicente Fernández). Acaso en ninguna voz suene mejor que en Rocío Dúrcal, a la que de hecho resucitó: ese prototipo de "una buena chica pero nada más" de los años sesenta, la de "Los piropos de mi barrio" y "Todo es mío".

Rocío Dúrcal añade cierta gracia, con su mala dicción madrileña, a las ranchera inspiraciones de Juan Gabriel; y su voz, siempre hermosa, atenúa las simplezas más evidentes. En realidad, la mayor parte de los éxitos de Juan Gabriel, aunque hayan sido estrenados o retomados por otros cantantes, o por él mismo, ya no se pueden oír sin el tono durcalesco. Se cuenta que Marlene Dietrich y Judy Garland huían de las canciones de letras complicadas y buscaban las más sencillas, de modo que la letra no compitiera con la voz. Distancias respetadas, la Dúrcal gana mucho con la sencillez juangabrielesca, ajena a la sintaxis y hasta al sentido común, con versos como "estoy muy triste desde que te fuiste", "por Dios no llores más", "vengo triste y derrotado", "como te quiero, mi amor, no te ha querido ninguna", "estás de otra todito enamorado", etcétera. Juan Gabriel le apuesta al corazón y deja a un lado las aristas sensuales: celebración del amor, del despecho, del recuerdo; súplicas de perdón, ganas de volver: alma, vida y corazón, con un léxico de dos o tres elementos:
Te quiero mucho-mucho
desde hace mucho tiempo,
te quiero mucho-mucho
desde el primer "te quiero",
te quiero mucho-mucho
desde que estás conmigo,
te quiero mucho-mucho
desde que estoy contigo.
La cantante debe enfrentarse con la simpleza o con la llaneza provinciana (Mari Trini también enriquece algunas simplezas rancheras). Hay frases realmente ridículas que deben asumirse como tales, aun cuando se pretendan desagarradamente melodramáticas: "No es correcto, no-no es justo ni es normal/ que sufras tú por mí", y no deja de ser un alarde de histrionismo llenar una decena de long plays con dos o tres temas. El centenar de canciones de Juan Gabriel no son, en rigor, más que multiplicaciones mimeográficas de cinco, totalmente convencionales, cosas como "No hay lugar en el mundo donde puedas olvidarme" o "ahora sé muy bien que la vida sin ti no la puedo vivir" y hasta cuentos de nunca acabar:
Siempre volverás,
una y otra vez;
una y otra vez
siempre volverás;
aunque ya no sientas más amor por mí,
sólo rencor,
yo tampoco tengo nada qué sentir
y eso es peor,
pero te extraño, también te extraño...
La imposibilidad de vivir sin Amor, y amor puro y entregado y del bueno, no sensualidades promiscuas del tipo de las celebradas por José José: un solo-único-amor-verdadero, que se fue y no se podrá olvidar, y al que se extraña con todo tipo de maquinaciones melódicas y prestidigitaciones silábicas, siempre sin gramática y con un diccionario de media cuartilla: "Te pido por favor/ de la manera más atenta que/ me dejes en paz/ de ti no quiero nada ya saber", o bien:
No quiero volver a vivir el ayer que vivía, no quiero volver a sufrir: no, mi vida; ya me acostumbré a vivir junto a ti y a tus besos, no quiero empezar otra vez: no podría...
Juan Gabriel ha intentado, con suma dificultad y éxitos esporádicos, temas (relativamente) diferentes del Unico Tema (encuentro-abandono-recuerdo-con-deseo de-volver), tales como aquel juvenil amor sin dinero ("No tengo dinero ni nada que dar"), sus homenajes a María Victoria y a María Félix, sus celebraciones de un salón de baile y de Ciudad Juárez, alguna incursión en el amor de aventura (visto con desapego: "amor a oscuras, sin felicidad"), alguna elegía por un amigo muerto en Acapulco y hasta berrinches del tipo de "no me vuelvo a enamorar".
Se espera de él siempre lo mismo, y con qué prodigios logrará diferenciar —por milésima vez— lo siempre-igualito y treparlo al Hit Parade. Y el tono exageradamente sentimental, aun para canciones comerciales, de clara sensibilidad gay —en el sentido de la hipersensibilidad de los excluidos del amor "normal", con asideros familiares y beneplácito social. Y aun curiosos detalles, cantados por todo México, como aquel de "El que ahora amo contigo tiene un parecido/ pero distinto el sentimiento/ porque él es bueno y tú sigues siendo el mismo".

Juan Gabriel logró rescatar a Rocío Dúrcal del olvido de jovencita de otra época en que había quedado; a partir de sus éxitos juangabrielianos empezó a ser otra, una cantante capaz de ironía y de juego, de dobles sentidos y aun de audacias como la de "La gata bajo la lluvia", acaso una de las mejores canciones (Pérez Botija) que el comercio musical ha dedicado a las noches urbanas:
Ya lo ves: la vida es así,
tú te vas y yo me quedo aquí;
lloverá y ya no seré tuya:
seré la gata bajo la lluvia
¡y maullaré por ti!
¿Para qué insistir en la chatarra intelectual y musical que constituyen todas estas canciones, como un alimento de pobres —bodrio— o hamburguesas de desperdicio para las ciudades tristes? La educación sentimental de la muchedumbre se gradúa en estas letras, se tararea en estas melodías.
Al final de la jornada, muchedumbres bien vestidas o astrosas entresueñan con estos amantes mitológicos del Amor enmayusculado y a toda orquesta, con esos Ayeres Inolvidables y esas Noches de acrilán. ¿Qué cosa es la naturalidad, cuál el artificio? ¿En qué pueden ser sinceros los hombres artificiosamente urbanos?

Corazón de fantasía entre supermercados y automóviles, unidades habitacionales y tarjetas de crédito, escalofríos de nota roja y grandes ofertas en su almacén de prestigio. La poesía deviene chatarra en la canción, desde luego: ¡pero al fin deviene en algo, existe! Y ni siquiera las mayores mentes de ninguna generación han dejado de tararear melodías idiotas, y de sabérselas de memoria, como difícilmente recordarán a un Pound.
Aceptemos con humildad y con no tan secreto entusiasmo el basurero espiritual en que pepenamos cuentos rosas para solitarios tristes. Y en "un cartel de publicidad", como cantó Rocío hace tantos años, un cartel que reina sobre el viaducto, veamos nuevamente a la Dúrcal, con un perfil de falsa elegancia y una copa en la mano, llamándonos a los tristes sueños cancioneros:
¿Dónde estarán nuestros tiempos
y las flores y el champán?
De aquellas vivencias casi nada queda ya.
¿Dónde estarán los amores
que muy joven disfruté?
De alguno me pregunto si tal vez me enamoré.
Larai larira liralira lirará
Larai larira liralira lirará
(Fotografía de portadilla tomada de La Jornada)

Mundo Nuestro. La revista Nexos presenta fragmentos del libro Escenas de pudor y liviandad escrito por Carlos Monsiváis.

Aquí una idea de lo que el más importante cronista de la cultura popular mexicana en el siglo XX llegó a expresar de Juan Gabriel.



“Había una vez una ciudad llamada Juárez en la frontera de México con Estados Unidos. Allí vivía un adolescente solitario, ajeno a la política y a la cultura, aficionado irredento de las cantantes de ranchero, de Lola Beltrán y Lucha Villa y Amalia Mendoza la Tariácuri… y ese joven, furiosamente provinciano (cosmopolita de trasmano, nacionalista del puro sentimiento) creaba por su cuenta una realidad musical nomás suya, la síntesis de todas sus predilecciones que no existía en lado alguno, y para su empresa disponía de la memoria (en donde resguardaba las melodías que no podía llevar al papel pautado), del ánimo prolífico, de una guitarra, de muchos sueños y de la casualidad de que en el país decenas de miles intentaban lo mismo: componer para hacerse famosos, componer por no hacer arte sino con tal de representar sentimientos y situaciones (enamorarse, desenamorarse, frustrante, narrarle a todos el dolor de no poder contarle a nadie el sufrimiento, desahogar el rencor, aceptar que todo acabó y todo empieza)."

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La respuesta de Felipe --un niño huérfano de Atlixco sin posibilidades de mantenerse en la escuela por falta de dinero-- ante la pregunta insistente del futuro con su abuela salió sin pensar:

-¿Qué serás de grande?

- Cuando era pequeño pensaba en ser Presidente… pero hoy sólo quiero tener a mi abuela y trabajar para mantenerla y cuidarla. Y salió corriendo para seguir jugando frente al Palacio Municipal de este lugar.



Es Felipe Medina Cortázar, de escasos 12 años de edad. Y por él comprobamos que existe la solidaridad en una sociedad tan descompuesta y degradada.

A 20 minutos de esa banca del zócalo de Atlixco –en la que por dos horas recibió este viernes la carretada de ayuda de familias de Atlixco para no sólo ir a la escuela, también para sobrevivir todos los días-- está la colonia Insurgente II, ubicada al sur de la ciudad.



Y ese sur de Atlixco es miseria, riesgos por la construcción de viviendas sobre la ribera del río, delincuencia, paracaidismo inmobiliario, tristeza, desolación. Y en esa franja poblada de manera ilegal desde hace más 30 años, ellos, los Cortázar, son pobres dentro de los pobres.

La puerta de lámina sólo es el aviso. No hay baño, agua potable, trastes, gas, comida, drenaje. “No hay nada… sólo blocks apilados uno sobre otro sin cemento”, me dice la abuela de Felipe en una entrevista con este medio de comunicación.

Son las tres de la tarde con 43 minutos de ayer viernes. Y la abuela y Felipe logran confundirse entre los citadinos y los turistas que alegremente toman el aire puro filtrado por los árboles.



Justo en la banca frente a la entrada principal de Palacio de Gobierno de Atlixco hay una mujer de rasgos indígenas sentada observando a un chico de camiseta naranja. Junto a ellas tres mujeres y dos niños.

Esperan la ayuda y ofrecen bendiciones a quienes se unen a la causa. Y afortunadamente decenas de atlixquences se sumaron para intentar cambiar la realidad del pequeño Felipe Alexander Medina Cortázar, de 10 años de edad, y de su abuela María de los Ángeles Cortázar López, quienes viven en la extrema pobreza. Una razón simple para entender que Felipe estaba a punto de dejar la escuela.

Tras el llamado en las redes sociales de un grupo de mujeres de esta ciudad, quienes dieron a conocer esta historia, el pequeño y la mujer de la tercera edad reciben zapatos, útiles escolares, ropa, un teléfono, un estudio médico y hasta aportaciones económicas del extranjero para sobrevivir.

Por más de dos horas, la familia espera en el zócalo de Atlixco, junto a personas interesadas en ayudar, recibiendo todo tipo cooperación. Pero eso no es todo: la abuela requiere medicamentos porque el azúcar en la sangre ya la alcanzó. Y ponen a disposición un número celular para contactarla: 2441214241. Y una cuenta en Banco Azteca: 54321396452391 a su nombre.

Hace casi cuatro meses, la madre del todavía estudiante de la primaria Felipe Carrillo Puerto de esta ciudad murió víctima de cáncer. Y ante la total ausencia del padre, el hijo quedó a resguardo de la abuela.

Sin embargo, las cosas comenzaron a complicarse debido a la enfermedad de María de los Ángeles quien por falta de recursos económicos desde abril pasado no se atiende la diabetes, situación que terminó por quitarle los dedos de sus pies y el trabajo.

Sin trabajo y dinero, desde la colonia Insurgentes, una de las más pobres del sur de la ciudad, salieron a las calles a pedir ayuda y se encontraron con la solidaridad de los atlixquences.