BUAP Investigación

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Egresados BUAP

La Doctora Maricarmen Rojas López es postdoctorante en el Massachusetts General Hospital (MGH) y en la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard.

Maricarmen es egresada de la BUAP, colabora en uno de los estudios clínicos más grandes que buscan comprender la Covid-19.ES autora y coautora de 13 publicaciones en revistas indizadas y en el registro de una patente. Su línea de investigación es la relación patógeno-hospedero, la respuesta inmune innata, la inflamación y Shigella flexneri.



A la BUAP ingresó desde la preparatoria y continuó con la Licenciatura en Biomedicina, en la Facultad de Medicina, y la Maestría en Ciencias Microbiológicas, en el Centro de Investigaciones Microbiológicas del Instituto de Ciencias (ICUAP). Su historia es la de una mujer que supo combinar la disciplina en los estudios, claridad de metas y oportunidad que le brindó la universidad pública.

Revista elementos

Algunas lecciones del coronavirus

Emilio Salceda

Emilio Salceda es profesor investigador del Instituto de Fisiología de la BUAP, además de subdirector y editor de la revista Elementos, en donde ha escrito innumerables artículos y publicado muestras de otro de sus quehaceres: la fotografía. Es también la voz masculina de nuestros Podcast de divulgación científica.



Las crisis son propicias para materializar anhelos totalitarios, pero si las instituciones democráticas van a salir aminoradas del escollo actual no será por la malevolencia de un fenómeno natural, sino por sus propias debilidades intrínsecas; y si el autoritarismo resulta fortalecido será únicamente porque habrá sabido capitalizar la parálisis de una ciudadanía atemorizada al grado de consentir cualquier vejación a sus derechos, pero no porque un virus tenga especial predilección por las autocracias.

La crisis sanitaria a la que se ha visto enfrentado el mundo durante las últimas semanas nos ha dejado lecciones que haríamos muy mal en ignorar. Al momento de escribir estas líneas, el número de casos confirmados a nivel mundial supera los 26 millones, con casi un millón de decesos, y sumando; las fronteras de muchos países, incluidos los pertenecientes a la Unión Europea, permanecen prácticamente cerradas, y todas las previsiones del impacto económico global provocado por las medidas de contención de la pandemia son pesimistas. Ante este panorama cabe preguntar cómo pudo sucederle algo así a la especie que se ha ufanado tanto y por tanto tiempo de ser el centro y medida de todas las cosas. ¿No estábamos destinados a llenar la Tierra y sojuzgarla; a señorear “en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra?” ¿Y lo mismo con las plantas y con todo cuanto hay de natural en la superficie del planeta? Contra toda evidencia, así lo hemos creído; y de pronto, una minúscula partícula que hace equilibrios en el límite de la definición de lo que es un ser vivo viene a recordarnos que nuestro lugar en el universo es mucho más modesto.

A la naturaleza le importamos muy poco.



De hecho, no le importamos en absoluto. Desde el punto de vista biológico, nuestra presencia en el planeta no es más relevante que la de una bacteria o, para el caso, la de un virus.

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Algunas lecciones del coronavirus



BUAP Investigación

III Foro de Desarrollo y Medio Ambiente en México / "Políticas Ambientales en la 4ta. Transformación".12-14 horas, 23 de septiembre 2020.Pueden verlo en la página Facebook del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades o en la plataforma Zoom en la liga indicada en el cartel. Los que hagan uso de la plataforma favor de entrar a las 11.55.



BUAP, Historias de vida

La BUAP me brindó una formación de oro para competir en las grandes ligas: Karla Rubio Nava



  • Egresada BUAP, Premio Von Behring-Röntgen Young Talent Award 2019, primera científica mexicana en obtenerlo

“Desde el primer día supe que traía las armas”, expresa Karla María Rubio Nava, científica del Instituto Max Planck, el tercero de mayor prestigio en el mundo en investigaciones médicas, al recordar su primera clase del doctorado en la Universidad de Giessen, Alemania, cuando un profesor escribió en la pizarra unos cálculos químicos y ella alzó la mano para resolverlos. “Terminé dando la clase”, comenta con orgullo la egresada de la BUAP, institución en la cual reconoce una formación de oro para competir en las grandes ligas.

En el Laboratorio de Epigenética del Cáncer Pulmonar, a cargo del doctor Guillermo Barreto, del Instituto Max Planck de Investigaciones en Corazón y Pulmón, hoy su centro de trabajo, ha hecho grandes contribuciones por las cuales obtuvo el Premio Von Behring-Röntgen Young Talent Award 2019, y dos meses después –a finales de ese año- el Premio a la Mejor Investigación en Innovación Médica, en Giessen, Alemania.



Con su equipo de trabajo, la egresada de la Maestría en Ciencias Fisiológicas de la BUAP, una de las pocas extranjeras en ser distinguida con el citado premio de la Fundación Von Behring-Röntgen, ha estudiado el genoma humano desde su arquitectura tridimensional y sus elementos no codificantes, descubrimientos que abren nuevas posibilidades en la farmacología y en el tratamiento de la fibrosis y el cáncer pulmonar.

Durante el segundo año del doctorado, al colaborar en un proyecto con células aisladas de pulmón de ratón, la doctora Karla Rubio logró observar que las moléculas llamadas microRNA -que pertenecen al 90 por ciento del genoma no codificante- están dentro del núcleo y de forma madura: es decir, listas para unirse a otras biomoléculas y regular la expresión de los genes. Este descubrimiento, validado con diferentes métodos en fibroblastos y células epiteliales, echó por tierra la idea conocida hasta entonces: que están fuera del núcleo, en el citoplasma, y que actúan solo como inhibidores de la traducción de proteínas.

“En ambas vimos que estos microRNA se encontraban en el núcleo de manera muy significativa, incluso en cantidad mayor a la del citoplasma. Recurrimos a métodos de secuenciación genómica, transcriptómica y proteómica para investigar a qué moléculas se unían, con qué proteínas formaban un complejo y si este era funcional”.



Por sus siglas en inglés y las proteínas que incluye, se llamó MiCEE: un complejo ribonucleico-proteico cuya función, descubierta por el grupo, es reprimir la expresión de genes que hacen que las células proliferen sin control. Es decir, un regulador del crecimiento y proliferación de células pulmonares.

En entrevista, la científica mexicana explica que tanto en fibrosis como en cáncer pulmonar ocurre una proliferación exacerbada de esas células, por lo cual las usaron como modelo fisiológico para comprender la función del complejo. Esta investigación permitió descubrir que la sola presencia del microRNA nuclear es suficiente para reclutar al total del complejo, a las proteínas, inhibir a otras moléculas no codificantes y reprimir aquellos genes que inducen la proliferación sin control de los fibroblastos. Así, al establecer qué sitios del genoma son receptivos a la acción de las microRNA nucleares, se generó una lista de blancos terapéuticos que no se habían caracterizado en enfermedades pulmonares por ningún otro grupo.

En 2018, Karla María Rubio Nava, la primera científica mexicana en obtener el Premio Von Behring-Röntgen Young Talent Award -creado en honor a los Nobel de Física, Wilhelm Röntgen, y de Medicina, Emil Adolf von Behring-, publicó la caracterización del complejo MiCEE en células pulmonares de ratón en la revista Nature Genetics, del grupo Nature, y un año más tarde la validación de este complejo en células humanas y su rol fisiológico en la revista Nature Communications.

Apasionada de la ciencia, la doctora Rubio participa en varios proyectos, pues declara: “Quiero hacer un parteaguas conceptual que permita avanzar o establecer una perspectiva diferente de lo que ya existe en farmacología. Para ello cursó dos programas doctorales: en la Universidad de Giessen y en el Instituto Max Planck, con la visión de lograr una formación integral en el conocimiento de las enfermedades y cómo intervienen en estas los órganos.

Doctora en Ciencias Naturales, nació en la hoy Ciudad de México, pero a la edad de 5 años sus padres se trasladaron a la ciudad de Puebla. En la BUAP estudió la preparatoria en la Emiliano Zapata, la Licenciatura en Biomedicina, en la Facultad de Medicina, y la Maestría en Ciencias Fisiológicas, en el Instituto de Fisiología, de donde egresó en 2011 con honores, bajo la supervisión de los doctores Osvaldo Vindrola y María Rosa Padrós. La guía de una profesora de la Zapata, Guillermina López, fue decisiva para enfocar su formación, pues si en un principio quiso estudiar Física por su inclinación por las Matemáticas, la docente le aplicó un examen vocacional que la orientó a las ciencias médicas.

De estos años reconoce en la Máxima Casa de Estudios de Puebla una “base de oro”; es decir, una formación competitiva. “Desde la prepa aprendí la autocrítica y a discutir ideas; en licenciatura me enseñaron que las ciencias naturales no son exactas y uno debe integrar el conocimiento multidisciplinario; y en la maestría nos enseñaron a no limitarse al libro, sino a cuestionar los resultados publicados en revistas de alto impacto y a generar nuevo conocimiento con diseños experimentales robustos, planteamientos éticos y resultados reproducibles. En la BUAP adquirí disciplina y perseverancia; por ello estoy muy agradecida”.

A partir de este año, la distinguida científica egresada de la BUAP, además del Max Planck, estará trabajando en el Instituto de Crecimiento, Reparación y Regeneración Tisular (CRRET), de la Universidad de Paris-Est Créteil (UPEC), dirigido en Francia por la doctora Dulce Papy-García, donde harán un estudio correlativo entre un envejecimiento fisiológico natural y otro por neurodegeneración, en base a ARNs no codificantes y a partir de líneas celulares y tejidos derivados de pacientes con fibrosis y Alzheimer.

Otros proyectos en proceso son una investigación sobre cáncer pulmonar, donde han observado en pacientes sometidos a quimioterapia que las células se transforman fenotípicamente hacia otro subtipo de cáncer y se vuelven insensibles a este tratamiento. Al respecto, descubrieron un set de proteínas que confieren esta resistencia y el mecanismo para retornar la condición primera de sensibilidad de la célula. Además, participa en un ensayo clínico con 200 pacientes de cinco centros médicos de Alemania, para un diagnóstico temprano de cáncer pulmonar.

Con una brillante trayectoria científica, además de la ciencia, encuentra en el arte otros abrevaderos: cantante soprano, lectora asidua sobre todo de autores japoneses (Murakami, su preferido), el cine -el coreano, su predilecto- y las culturas milenarias. Una mujer, también, que aprecia su vida en pareja y corre de 15 a 25 kilómetros cada semana “para relajar los músculos y la mente” y convivir con sus colegas. En este vado cristalino, Karla Rubio se ve en algunos años como líder de grupo de investigación: una distinguida egresada BUAP, la primera mexicana en ingresar al privilegiado grupo de 20 científicos sobresalientes que han obtenido el premio de la Fundación Von Behring-Röntgen.

BUAP, historias de vida

Humberto Salazar Ibarguen es investigador de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) en México. Recibió la medalla de Ciencia y Tecnología "Luis Rivera Terrazas" en reconocimiento a sus contribuciones en el campo de las Ciencias Naturales.

En esta entrevista el Doctor Salazar Ibargüen habla de la física y de la importancia de la ciencia para el desarrollo de nuestro país.



Aquí algunas de sus respuestas tomadas del texto "Humberto Salazar Ibargüen, partícipe de los hallazgos más importantes en la física de partículas del siglo XXI"

-¿Por qué un país como México necesita de la ciencia?

-Yo diría que no solo México, sino que toda la humanidad necesita entender dónde vive, el planeta, la naturaleza… Entre más gente se dedique a la ciencia, más conocimiento habrá en el resto de la población. Hay mucha gente que quizá no se vea atraída por entender porqué las cosas son como son, pero hay algunos que sí. Desde mi niñez siempre me pregunté cómo funcionaba el mundo y por qué es de cierta forma, cuáles eran los principios básicos. Cuando me acerqué a la física me di cuenta que por definición era lo que buscaba: las leyes básicas de la naturaleza. Y dije “de aquí soy”.

-¿Cómo se dio ese interés?



-Yo creo que es algo natural. Desde cuando uno es pequeño y empieza a convivir con otros niños, uno se va dando cuenta que las cosas tienen estructura. Que no hay nada sin sentido o sin una lógica. A algunos nos atrae esa estructura. Es una característica de ciertas personalidades, entender y explicar todo, porque si no lo hacen no se sienten cómodos, y yo estoy dentro de ellas. Basé mi carrera en lo anterior y me ha dado muchas posibilidades de tener cosas maravillosas.

-¿Cuál debe ser el plan de crecimiento en materia de ciencia que debe impulsar el país?

-Reconocer a quienes se dedican a la ciencia básica, por la importancia que tiene. Reconocerlos también económicamente. Sería muy sano que sus ingresos, en lugar de estar tan dispersos entre salarios, becas y estímulos, se asignen en un salario integral. Esto seguramente les daría estabilidad y la posibilidad de transmitir su conocimiento más ágilmente, motivando además a las nuevas generaciones. A mí siempre me tocó ver que decían “ser científico no es algo atractivo, en términos económicos”. Yo puedo decir que si uno busca todas las opciones de financiamiento, sí es algo atractivo y sustentable, pero podría ser más fácil.



En relación con su labor en la formación de recursos humanos, Salazar Ibargüen ha dirigido siete tesis de doctorado, 15 de maestría y 19 de licenciatura. Varios de sus alumnos ya pertenecen al Sistema Nacional de Investigadores y cuatro forman parte de la planta académica de la BUAP.

-¿Cómo debe la universidad pública responder a las necesidades actuales?

-Afortunadamente la universidad pública ha dado soporte a la ciencia básica y debe seguir así. Cuando se cuenta con un grupo de investigadores muy consolidado y fuerte, existe la oportunidad de hacer más ciencia aplicada, como aplicaciones tecnológicas, incluso emprendimiento. Entonces, la universidad pública debe fortalecer económicamente estos grupos para que sean la plataforma del desarrollo tecnológico y del emprendimiento que tanto hace falta.

Los doctores Humberto Salazar Ibargüen y Oscar Martínez frente a ...

El Doctor Salazar Ibargüen en su laboratorio.

(Foto de portadilla: El observatorio HAWC con sus 300 detectores Cherenkov de agua. En medio del arreglo se aprecia el edificio que alberga la electrónica del observatorio. Al fondo se observa el volcán Sierra Negra.)

BUAP Investigación

Doctora Alejandra Alicia Peláez Cid, académica e investigadora de la Facultad de Ingeniería de la BUAP.

Abundan las huertas de brócoli en el valle de Puebla. Es uno de los cultivos más exitosos en los campos de labor desde San Martín Texmelucan hasta Palmar de Bravo. Los campesinos cosechan la vistosa verdura y ahí quedan las grandes plantas verde azuladas en el revoloteo de mariposas blancas a la espera de que el tractor las revuelva con la tierra.



Pero los tallos pueden tener otro destino. Ayudar a acabar con la contaminación de los ríos provocada por las descargas de aguas residuales de las industrias de teñidos textiles.

Desechos industriales están matando al río Atoyac – Plumas Atómicas



Eso es lo que ha desarrollado la doctora Alejandra Alicia Peláez Cid, académica e investigadora de la Facultad de Ingeniería de la BUAP. Ella, "desde hace años se ha dado a la tarea de sintetizar, experimentar y probar con distintos desechos orgánicos para crear adsorbentes lignocelulósicos y carbones activados que permitan eliminar colhttps://boletin.buap.mx/node/1290orantes y otras sustancias tóxicas, como metales pesados."

Ella y su equpo han probado con la cáscara de la tuna, fibra de agave, semillas de chirimoya, hueso de zapotes negro y blanco y el tallo de brócoli, pero han encontrado que este último registra una eficiencia mayor, capaz de eliminar de 90 hasta cien por ciento de los colorantes vertidos en los efluentes textiles.

Una buena noticia para el río Atoyac, tan maltratado por las descargas de las fábricas y talleres de acabados textiles en la región del centro de Puebla, pero también en Tehuacán y Teziutlán, donde desde hace décadas se contamina sin mayor escrúpulo las aguas de los ríos y del subsuelo.



"El trabajo de Peláez Cid --se informa en el portal de la universidad-- se ha realizado en colaboración con la doctora Ana María Herrera González, de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, quien fue alumna y egresada de la BUAP. Ambas investigadoras trabajan actualmente en el desarrollo de materiales compuestos que eleven la eficacia de la absorción. La idea es que a partir de los carbones activados ya probados, estos puedan ser potencializados con un polielectrolito; es decir, un recubrimiento sintético creado por la doctora Herrera González."

BUAP, Historias de vida

El Doctor Enrique Soto Eguíbar es investigador nivel III del SNI y es titular del Laboratorio de Neurofisiología Sensorial, del Instituto de Fisiología-BUAP- Dirige, además, la revista Elementos.

En sus 35 años de trayectoria, Enrique Soto Eguibar, titular del Laboratorio de Neurofisiología Sensorial del Instituto de Fisiología de la BUAP, ha publicado 94 artículos en revistas internacionales, 25 capítulos de libros y 70 trabajos en español. Nivel III en el Sistema Nacional de Investigadores, ha desarrollado tres patentes internacionales y una nacional, incluyendo el diseño de una prótesis vestibular. Además de la academia, complementa su trabajo con actividades de divulgación: ha escrito 57 artículos y desde 1991 ha sido director de la revista Elementos.



-Yo no pensé ser científico.



-¿Qué sucedió?

-Que la desgraciada vida...Bromea, ríe.

Cautivado por el pensamiento, esa cualidad que hace única a la especie humana, el fundador del Instituto de Fisiología de la BUAP ha sobresalido por sus aportaciones a las neurociencias, principalmente en los campos de neurofisiología sensorial. Quien de joven no se imaginaba con bata blanca en un laboratorio, hoy celebra que uno de sus proyectos ayudará a individuos con daño vestibular a recobrar la estabilidad postural y a los astronautas a no perder el piso, en el espacio exterior.



Tras parar de reír, el doctor Soto recuerda que son muchos los fracasos que lo condujeron a la ciencia. Un día, relata, durante una cirugía en el Hospital Universitario de Puebla en la cual amputaron la pierna a una niña, los médicos tardaron horas en la reanimación plena, pero de él, pues cayó súbitamente en la sala de cirugía. El personal se sorprendió al ver cómo el joven pasante se había golpeado, tras desmayarse por la conmoción que le generó la intervención en la menor.

Supo que atender pacientes no era su fuerte, pero que generar problemas en el quirófano, sí. Vio en la fisiología una oportunidad de desarrollo y decidió bien. En sus 35 años de trayectoria, Enrique Soto Eguibar ha publicado 94 artículos en revistas indizadas con reconocimiento internacional, 25 capítulos de libros, 57 artículos de divulgación y otros 70 trabajos en español. Un investigador prolífico.

La mayoría de sus aportaciones en neurociencias corresponden esencialmente al área de neurofisiología sensorial: auditivo y vestibular. Sin embargo, también ha abordado problemas sobre neurotoxinas, desarrollo de materiales para sensores y más recientemente aplicaciones de tecnología al desarrollo de una prótesis vestibular.

El titular del Laboratorio de Neurofisiología Sensorial recuerda que optó por estudiar medicina en la BUAP, porque en ese entonces la Universidad no ofertaba la Licenciatura en Biología. Decisión aparentemente desacertada, pero que lo encaminó a su realización. La desgraciada vida...

Recuerda que de niño interactuaba con los animales que habitaban la granja adjunta a la casa de su familia, en la colonia Bugambilias de Puebla, un hogar en el cual se tenía un alto aprecio por ser profesionista. Perros, gatos, faisanes, pavorreales… Se llevaba bien con ellos, recuerda. De ahí su amor por la vida, de ahí su inclinación infantil por las ciencias naturales.

Desde hace 35 años “no he cambiado de línea de trabajo, profesión, ciudad, universidad, ni de esposa. Toda mi vida he estado en la BUAP. Soy un hombre de hábitos”, expresa Soto Eguibar, con especial énfasis en su esposa.

Confiesa que una vez que supo que el trabajo de clínica definitivamente no era lo suyo –durante un periodo breve en el área de neurocirugía desarrolló muy rápido una úlcera por estrés-, decantó por la fisiología y se aventuró a la maestría y el doctorado en Ciencias Fisiológicas, en la UNAM, donde obtuvo la más alta distinción que esta otorga a sus estudiantes: la Medalla Gabino Barreda.

Entre anécdotas evoca su motivación más genuina para estudiar cómo funciona la vida: el amor a la misma. Más tarde, lamenta la ironía de su labor: tener que sacrificar animales para la experimentación.

El cerebro no es indispensable para la vida

-¿Considera que el cerebro es el órgano humano más poderoso?

-El cerebro no es indispensable para la vida. Los niños anencefálicos, por ejemplo, pueden vivir sin él, aunque poco tiempo. Es conveniente tenerlo, pero no indispensable.

-¿Por qué decidió encaminar su estudio a las neurociencias, particularmente a neurofisiología sensorial?

-La idea del pensamiento, la cognición, eso que nos hace humanos.

El estudio del sistema nervioso tiene cinco niveles de análisis. El más básico, el molecular; después, el celular, que se centra en las neuronas y células gliales; el de sistemas, para saber cómo un conjunto de neuronas se relaciona en una red y produce un módulo funcional en particular; el conductual, en el que se indaga el origen de las conductas integradas; y, finalmente, el nivel cognitivo, en el que se estudia cómo el cerebro da origen a los procesos mentales, al “yo”.

“Esto es como pensar en un edificio. Si se desensambla, hay ladrillos y varillas. Si se va más allá, es posible conocer los componentes de cada ladrillo y varilla. Los arquitectos consideran irrelevante eso, pues ellos ven el conjunto. El dueño, solo su amplitud y comodidad. Estas visiones se tienen en las ciencias. La conciencia humana es como un gran edificio formado por millones de neuronas y células gliales que son como los ladrillos y el cemento de los edificios”.

Las tareas del doctor Soto se centran en el nivel celular, en las neuronas: estudia las propiedades de estas células y sus tipos de receptores en las membranas, para conocer cómo responden a estímulos y cambios químicos en el cerebro.

-Las neurociencias han hecho muchos descubrimientos en los últimos años, pero aún continúan los desafíos ¿Cómo ha evolucionado desde que usted incursionó en el campo, hace 35 años?

-La cantidad de trabajos publicados anualmente debe rebasar los 25 mil. Hemos avanzado en la comprensión de los procesos cognitivos superiores. Antes, cuando estaba en la facultad, el conocimiento de las enfermedades neurodegenerativas era muy pobre. Aunque no hay curas claras, hoy en día las soluciones a enfermedades como la esclerosis múltiple, que es devastadora, están a la vuelta de la esquina.

En el área neurobiológica, continúa el académico, se desarrolla el conectoma humano: un sorprendente proyecto con el que se busca determinar con exactitud cómo están conectadas cada una de las neuronas del cerebro, una idea muy similar al del genoma humano, gracias al cual se conocen todos los genes de la especie. El proyecto avanza lentamente pues el cerebro tiene tantas conexiones, cientos de millones, que los sistemas de cómputo actuales podrían ser insuficientes para analizar los datos de la conectividad cerebral.

-¿Cuál considera que son sus principales aportaciones?

-Demostrar que el glutamato es el neurotransmisor entre las células ciliadas y las neuronas del oído interno. Esto permite diseñar estrategias farmacológicas para tratar problemas relacionados con la neurobiología del oído y del equilibrio. En el campo de las neurotoxinas hemos descubierto algunos péptidos que bloquean canales de sodio y los hasta ahora poco conocidos canales sensores de pH.

En el Laboratorio de Neurofisiología Sensorial se ha hecho un laborioso trabajo de modelaje matemático e investigación básica, una actividad que se ha desarrollado de forma multidisciplinaria con colegas de la Facultad de Ciencias Físico Matemáticas de la BUAP. Este trabajo los llevó a proponer la patente del diseño de la citada prótesis vestibular (en los sensores internos del oído) ante la Oficina de Patentes y Marcas de Estados Unidos. Una de las muy escasas solicitudes de la BUAP ante el organismo estadounidense otorgadas en los últimos años. El doctor Enrique Soto celebra el hecho, pues es una incursión de México en el desarrollo de neuroprótesis.

Cabe destacar que parte del diseño es utilizado para un prototipo que se probará en la Estación Espacial Internacional, con el objetivo de contribuir a devolver a los cosmonautas la sensación de la dirección normal y de los desplazamientos lineales y angulares (giros) de la cabeza. En otras palabras, la sensación de “lo que es arriba y lo que es abajo; estabilizar la mirada mediante estímulos con electrodos en la región periauricular, para devolver la sensación de dirección”.

Ser científico en sus tres dimensiones

Además de un prolífico investigador, Enrique Soto es un divulgador científico apasionado y activo. Esto tiene que ver con su aprecio por el arte, la literatura y la fotografía. Con experiencia en la escritura de textos para medios impresos de Puebla, comenzó a colaborar en la revista Elementos, de la que es su director, desde 1991.

-Muy pocos científicos se toman un tiempo para divulgar ¿por qué lo hace?

-Es muy grato, aunque se valora relativamente poco en la comunidad científica. Es bien visto pero no tiene valor alguno para las trayectorias científicas. Usualmente participaba hasta en 20 conferencias al año en preparatorias, lo he dejado de hacer porque es un trabajo poco valorado.

Elementos es, hasta donde sabemos, la única publicación de la BUAP inscrita en el Índice de Revistas Mexicanas de Divulgación Científica y Tecnológica. Enrique Soto Eguibar confiesa que algunos colegas le han cuestionado porqué “pierde tiempo en la revista”. Él no objeta; “O se defiende sola o que desaparezca”.

-Usted es investigador, docente y divulgador, ¿cuál faceta disfruta más?

-Estas son categorías de una actividad que es nata del ser humano: ser curioso. Lo más natural sería hacer las tres actividades. Pero el científico usualmente escribe solo para sus pares, cuando debería publicar para quienes realmente le pagan: la ciudadanía.

-¿Cuáles son las gratificaciones de ser científico, en sus tres dimensiones?

-En el laboratorio festejamos todos los logros, grandes o pequeños, en ciencia y en la academia. Festejamos cada que un estudiante se gradúa, un número de Elementos se imprime, el artículo de un libro es aceptado o un paper se publica. Por otro lado, la vida cotidiana es bastante grata. Debo decir que los institutos nos permiten una vida privilegiada. Eso hay que reconocerlo y agradecer.

Voluntad política para invertir en ciencia

-¿Por qué un país como México necesita de la ciencia?

-Un país tiene problemas, y los tiene que resolver. México necesita de los científicos para atender los suyos.

-¿Hacia dónde debe ir el país para afianzar la ciencia?

- Más vale que el poder político no se meta, ni en la academia, ni en la ciencia. La academia lo que menos necesita son problemas legales, contables y políticos. Lo que debe haber es la voluntad política de inversión en ciencia a través de Conacyt o programas de distribución de segundo nivel. El poder político se tiene que limitar a poner recursos. Por su parte, las universidades deben decidir localmente, con base en sus fortalezas académicas, el rumbo de sus investigaciones. Si en Puebla se destaca la física, las grandes inversiones deber ir hacia ahí, pues intentar ser buenos en todo, nos lleva a ser buenos en nada. Donde hay más fortalezas se debe invertir más y suele ser al revés.

-¿Cuál debe ser entonces el papel de la universidad pública en este proceso?

-El que se le asignó desde un inicio: formar cuadros académicos para formar a los profesionales que se necesitan para que el país pueda vivir en paz y haya desarrollo social... No creo que se deba reinventar a la universidad pública, pues sus funciones son claras. Soy egresado de la BUAP, tuve beca Conacyt, mis hijas estudiaron en la BUAP, tienen doctorado, viven bien. La universidad funciona. La pregunta debe ser sobre la función de la universidad privada, porque le han dado un gran espacio para ser un negocio enorme.

La maceta

Desde que estudiaba su preparatoria, Enrique Soto desarrolló una fascinación por la fotografía, una actividad que sigue vigente entre sus hábitos, ya que a diferencia de muchos otros científicos, no ha abandonado su vida privada. “Hay quienes se alejan de su familia y pasiones, por la ciencia. No es mi caso”.

De ser un pasatiempo, ahora la fotografía es parte de sus logros profesionales: ha montado algunas exposiciones y ha publicado libros individuales y colectivos como Paraíso Barroco de Tonanzintla, La Casa de Minerva (Arte e historia en el patrimonio edificado de la BUAP), Rodando y Gráfica Popular Mexicana, entre otros trabajos. Recientemente, en colaboración con el profesor Gauchat y otros colegas de Ciencias Sociales, publicó Construir, habitar. En dicho impreso se exhibe la arquitectura de este inmueble patrimonio de la BUAP, ubicado en el Centro Histórico de Puebla.

De entre las imágenes destaca una de una maceta. Cuando la fotografió, hace dos años, le pareció particular. Se trata de la misma maceta que se alcanza a distinguir en una fotografía de su padre cuando era pequeño, acompañado de sus padres y hermanos. La Casa de las Culturas Contemporáneas en la década de los 20 fue el hogar de los Soto Paz. Retratarla fue recordar algún domingo por la tarde, hace ya muchos ayeres.

Mundo Nuestro. ¿Es posible imaginas una molécula convertida en un chip de computadora? En eso piensan los investigadores del Instituto de Ciencias de la BUAP (ICUAP). Y llevan años en ello. "Ante la demanda del desarrollo de ordenadores a alta velocidad y su miniaturización --se explica en un reportaje que aparece en el portal de la universidad--, en los últimos 15 años investigadores del Instituto de Ciencias de la BUAP (ICUAP) han diseñado moléculas con características de magnetos de una sola molécula. Es decir, de tamaño microscópico que faciliten el almacenamiento de información."

La doctora María Graciela Yasmi Reyes Ortega es la responsable de esta investigación y del Cuerpo Académico 261 “Investigación Química Básica, Teórica y Experimental. Su enseñanza y divulgación con propósitos de sustentabilidad”. Y así explica su propósito: "Obtener este tipo de compuestos permitirá que una sola molécula sirva como un chip de computadora para guardar una gran cantidad de información en un espacio microscópico. Por consiguiente, se incursionaría en el futuro de la computación cuántica.

Así que hablar con ella lleva a intentar reducir el mundo a lo ínfimo. Y pensar en los magnetos. Una molécula diminuta en la que puedes guardar una enorme cantidad de información por unidad de superficie: "Los magnetos poseen propiedades moleculares, como respuesta a luz y a factores ambientales --explica--. Nosotros pretendemos obtener una molécula que tenga muchos iones magnéticos: átomos de metal ionizados y con electrones desapareados; estos son generadores de los espines (campos) magnéticos. Los espines son como alfileres microscópicos en una molécula; no se ven, pero se miden por la generación de su campo magnético."

Reyes Ortega es responsable del Laboratorio de Química Inorgánica del Centro de Química del ICUAP. Ella explica que el diseño de imanes moleculares implica adherir iones metálicos (en este caso de manganeso) en una molécula. Lo anterior, crea una estructura deformada que facilita la generación de un alto estado de espín que tenga una magnetización de largo alcance y que tarde mucho tiempo en desmagnetizarse.



"En el mundo --dice-- muchos tipos de compuestos multimetálicos han sido ampliamente estudiados, especialmente compuestos de coordinación con iones de manganeso, cobalto, disprosio, entre otros, y mezclas de esos iones en una sola molécula. Esto se debe al interés por su carácter científico y desarrollo tecnológico que hará un cambio drástico en la vida de las personas."

En esas andan los científicos del ICUAP. Puedes conocer más de este tema en el portal de la BUAP:

Con diseño de magnetos moleculares, científicos de la BUAP incursionan en la computación cuántica