A cada tanto/Puerto Libre de Ángeles Mastretta Destacado

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Puerto Libre en Revista Nexos

Un niño en cada mano y cruzábamos la plaza redonda que hace treinta años empezó a llamarse de la Cibeles.



A un célebre profesor y político se le ocurrió que era bonito intercambiar cortesías con la madre patria y poner una fuente, igual a la madrileña, en ese redondel que en la infancia de mi madre y hasta mi primera juventud fue la Glorieta de Miravalle. Ahí la dejaron, siempre una copia, en el centro de lo que perteneció a la hacienda de la condesa con tal nombre.


Adivinar de dónde salió una condesa en un país sin reyes, lo cierto es que tan noble señora le heredó su título a esa tierra, efervescente como una quimera, que es la célebre colonia Condesa.

Un hijo en cada mano. ¿De qué tamaño eran sus manos perdidas en las mías? Las extraño palpitando al mismo tiempo, abandonadas a mi certeza de que no había peligro. Eran pequeñas. No hubo peligro. No sé ya si pensar que no lo habrá. Cruzábamos hasta el mercadito apretado de puestos que lo mismo vendían trabajos manuales, listones y pasadores para el pelo; que discos, medias, calcetines, aspirinas “americanas”, tenis, pantalones de mezclilla, caramelos, juegos de Nintendo. Entrábamos ahí como a nuestra personal y pequeña Tierra de Nunca Jamás. Algo encontrábamos. Casi siempre nos arrastraba Mateo, para preguntar si de casualidad habría llegado ya el último juego que un señor de mediana edad y mirada inquieta mandaba traer, no sabíamos cómo ni con quién, a Estados Unidos. Ahí había un misterio que nunca intenté descifrar. Ya bastante rompecabezas era dar con los rompecabezas electrónicos de mi hijo.

Sabía yo, con la misma fe que les perdí a los dioses, que su infancia duraría un segundo. Quizás dos.



Seguir en Puerto Libre, de Ángeles Mastretta en la revista Nexos.



Ilustración: Gonzalo Tassier

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Sobre el autor

Ángeles Mastretta

Novelista poblana. Entre sus principales libros están Arráncame la vida, Mal de amores, Mujeres de ojos grandes, y los más recientes La emoción de las cosas y El viento de las horas. Publica todos los meses su Puerto Libre, además del blog Del absurdo cotidiano.