Iglesia y realidad: los curas de pueblo y la teología de la liberación Destacado

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37 años tiene la Red de Solidaridad Sacerdotal

Son curas viejos, hombres que saben que su vida religiosa hace mucho tiempo que escribió sus primeras páginas. Y que son minoría, que la represión impulsada desde Roma por el papa polaco Karol Wojtyla le dio todo el poder en México a la iglesia de los Rivera Carrera y los Macieles, probablemente en América Latina la jerarquía católica más conservadora y contraria a la iglesia de las comunidades cristianas de base y el compromiso social.



Representan a una iglesia católica que contrasta con la de los obispos aliados de los políticos, que nada tiene que ver con la que representan organizaciones como la de los Legionarios o la del Opus Dei.

Son los curas que se preguntan por qué no salen a la calle los obispos a demandar justicia con la misma enjundia con la que este sábado encabezarán la manifestación contra los derechos de los ciudadanos homosexuales.

Son los curas convertidos. Los curas comprometidos. Así se ven a sí mismos.

Y algunos de ellos están en Puebla, reunidos en un grupo que desde hace 37 años organiza un encuentro anual de lo que llaman Red de Solidaridad Sacerdotal.

Son los sacerdotes que produjo en México el movimiento por una teología de la liberación, allá por los años sesenta, cuando pegaba fuerte la transformación provocada por el Concilio Vaticano II, cuando el propio Paulo VI, sin la aureola progresista que cargaba Juan XXIII, se atrevió a exhortar a los jerarcas católicos latinoamericanos a sensibilizarse y asumir una visión crítica frente a los problemas que agitaban a América Latina como un requerimiento indispensable para la acción pastoral de la Iglesia en esas regiones. Son los curas que se conmovieron con Sergio Méndez Arceo en Cuernavaca, y que seguían las experiencias de Samuel Ruiz en San Cristóbal de las Casas con sus catequistas, muy lejos de los años zapatistas, pero muy cerca de los movimientos de obreros, colonos y campesinos que proliferaron por los años setenta. Son los curas que se formaron al calor de la conferencia episcopal latinoamericana en Medellín, Colombia, en el hoy lejano 1968, que permeó en la formación de sacerdotes en institutos regionales como el Seminario Regional del Sureste (SERESURE), cerrado en 1989 por Norberto Rivera Carrera, entonces obispo de Tehuacán y hoy cardenal primado de México.



Lo saben ellos. Lo recuerdan, a Norberto, como enemigo jurado de lo que llaman Iglesia-Pueblo.

Pero todavía están en la brega, aquí en Puebla, en la Sierra Negra, en las cañadas totonacas, o en Oaxaca, en los albergues de migrantes, o entre los pueblos purépechas en Michoacán…

Y yo los escucho hablar de sus preocupaciones sociales: la realidad en sus parroquias, los conflictos reales de la gente, como ellos dicen, la perspectiva que vislumbran para México. Y de la Iglesia en la que creen, la que todavía por ellos vive.



Gustavo Rodríguez/Parroquia de la Asunción en la ciudad de Puebla

Soy párroco de la parroquia de la Asunción en Puebla. Digo que soy párroco virtual pues cada vez más los laicos me suplen. He sido desde la llegada del obispo Víctor Sánchez asesor de la pastoral de la diócesis, particularmente en temas de migrantes, víctimas de la violencia y de turismo desde la perspectiva cultural de la Iglesia. Creo que hoy contamos con un obispo comprometido con la realidad social de Puebla.

Puebla es un embudo por el que pasa el narco: de Oaxaca, de Guerrero, de Morelos, de Veracruz, por aquí pasa todo y ya es territorio de los cárteles. El resultado es la violencia, las ejecuciones, los feminicidios, las extorsiones y los secuestros, Y por tanto, la ruptura del tejido social y la represión a los movimientos populares que han surgido en defensa del agua, de la tierra y la cultura. Sin embargo, es muy grave la desarticulación de las organizaciones populares y la creación de grupos paramilitares de choque para reprimir los movimientos. Y por supuesto la criminalización de las voces alternativas, como en Cholula y en las juntas auxiliares.

Mi vida sacerdotal ha girado en torno a tres realidades: los pueblos indígenas, los migrantes y las comunidades eclesiales de base. Participo desde hace 37 años en esta Red de Solidaridad Sacerdotal. Hoy estamos desarticulados, hemos perdido la fortaleza de los primeros tiempos. Hoy nuestro tema es que se haya caído el trabajo de la red social de sacerdotes con trabajo en pueblos indígenas. Los sacerdotes con este compromiso tenemos varias culpas: no hemos sabido involucrar a otros curas, no hemos enfrentado el machismo y el clericalismo dentro de la Iglesia, hemos olvidado a los jóvenes, hemos dejado nuestro trabajo con las comunidades eclesiales de base, los centros de cooperativismo y los centros de formación de laicos a conciencia. Y no hemos sabido defender al Papa Francisco de sus opositores, debemos ser solidarios con él. Porque la Iglesia tiene muchos desafíos, como la crisis de formación de cuadros y de dirigentes laicos que respondan a la realidad; tenemos que crear centros de reflexión y análisis y difundir estos estudios. Porque el papel de la Iglesia está en la formación de conciencias, en la capacitación de agentes sociales que integren con ella los esfuerzos comunitarios por el sentido de la vida y el respeto a los derechos humanos y a la dignidad humana. Debemos pasar de la Iglesia del asistencialismo a la Iglesia de la concientización y la organización, con nuevos criterios de formación del clero para que sepa acompañar el caminar de los laicos. Y pensar, al final de todo, que sólo podemos cambiarnos a nosotros mismos.

Luis Eduardo Villareal Ríos/Parroquia de San Francisco Xavier en Monterrey Nuevo Léon

Yo me muevo en cuatro frentes: la parroquia, la docencia, el albergue y la comisión de medio ambiente. Y estoy en una coyuntura eclesial inmejorable, por el Papa, el Obispo y el Vicario General. Ahora mismo el conflicto más preocupante que enfrento es con los vecinos inconformes con el albergue. Y veo en lo inmediato dos desafíos para mi trabajo: consolidar las comunidades eclesiales de base y pasar de la asistencia a la protección a los migrantes y sus derechos. Son muy pocas las parroquias que trabajamos con comunidades eclesiales de base, cinco o seis contra trescientas en la zona metropolitana de Monterrey. El trabajo con las comunidades supone un sacerdocio de compromiso, de mucho trabajo, de estar en la calle y con la gente, obliga al acompañamiento y exige el estudio. Eso no lo quieren hacer la mayor parte de los curas, esos mejor dicen “me encierro”. La situación que vivimos en la Iglesia católica mexicana tiene que ver con los dos papados anteriores a Francisco: Juan Pablo y Ratzinger, con ellos tomó vuelo la persecución a la pastoral comprometida con la gente. En Monterrey tenemos unos presbíteros mundanos, pegados al celular y el radio, obeso en el físico y en la mente, tienen a la feligresía feliz con actos masivos, con lo que llaman “oraciones a cielo abierto”, de aleluyas y manejo de emociones, en la práctica un catolicismo neopentecostal. Es una Iglesia que se moviliza para proteger la “integridad” del matrimonio o la familia, pero no sale a defenderá las familias de los desaparecidos, a los maestros en lucha o a los ambientalistas que se oponen al proyecto Monterrey VI, ese acueducto que se quiere llevar el agua del Pánuco a Monterrey y al que se oponen los pueblos indígenas de la cuenca.

Fray Fernando Romero, OP/Templo de Santo Domingo, Ciudad de México

Soy miembro de la Orden de los Predicadores, los dominicos, con ochocientos años de historia. Actualmente estudio un máster de Políticas Públicas y Gobierno, pues creo que parte de nuestro trabajo pasa por concientizar a los políticos en la necesidad de contar con mejores gobiernos fundados en la transparencia. La situación en el centro histórico de la ciudad de México es muy conflictiva: hoy es un centro muy comercial, lo que era antes un lugar habitacional se ha convertido en edificios que son bodegas, tiendas, etc. Esto genera hacinamiento y violencia extrema. En mi entorno está Tepito, el barrio bravo, y ahí la violencia es cotidiana. Es mucha la influencia de la Iglesia a nivel cultural, la gente va al centro histórico y visita sus templos: la Catedral, La Profesa, Santo Domingo, San francisco y muchos más templos. La Iglesia es foco de atención por la cultura religiosa popular, la gente va a la Catedral, al Sagrario por bautizos, confirmaciones, y además están las visitas guiadas, todos son actos religiosos. Hay una nueva manera de ver el centro histórico como centro cultural, pero para mucha gente el centro es el gran mercado nacional al que llega gente de toda la república a mercadear desde chácharas hasta la joyería más fina. Y ahí la Iglesia ha perdido presencia evangelizadora porque no se ha preparado para este nuevo modo de ver la gran ciudad, el crecimiento de la ciudad moderna. Así, las iglesias del centro están semivacías, pues ya no hay gente que viva en este centro, y quienes ahí viven lo hacen hacinados y en viviendas muy precarias. Entonces los presbíteros no estamos en condiciones de asumir de un modo más cercano a una población que no vive allí, a la gente que trabaja en las tiendas o en el gran ambulantaje o los miles de personas que allá van a comprar o a turistear.

Rómulo Ortega/Parroquia de Xoxocotla, Morelos.

Tengo 37 años en el ministerio sacerdotal. Hoy estoy en la comunidad indígena de Xoxocotla, en el municipio de Puente de Ixtla, una región de muchísima violencia. Son 50 mil habitantes, y a la iglesia, cuando bien va, llegan 600 a la misa dominical. Lo que ahí aflora es la descomposición institucional. El gobernador, de origen tabasqueño, con un comportamiento camaleónico, la gente ve cómo se ha hecho de propiedades, restaurantes, hasta el estadio dicen que es de él. Pues esa manera de ser se repite en los municipios, en Puente de Ixtla se queda todo el dinero que debe bajar a las comunidades. Dicen los políticos de Puente de Ixtla, “a los de Xoxocotla ya les compramos su voto, así que para ellos nada…” Pero la gente no tiene tierras, toda la tierra la han acaparado gente de dinero, ahí está Jardines México, el Estadio, la Arena Teques para eventos, etc. Pero la gente no tiene trabajo, mejor se van de chalanes de albañil a Cuernavaca, a Taxco, los jóvenes abandonan el estudio por la urgencia de dinero, y pronto caen en el alcohol, las drogas y las pandillas. Por ahí ha entrado el narco, y nadie los enfrenta. Hay una gran desintegración familiar. Además, la comunidad está muy dividida, existen dieciocho grupos indígenas, así que hubo dieciocho candidatos a delegado, y hay doce candidatos para la organización de las fiestas. Y luego está el caciquismo de los tatas disfrazado de grupos tradicionales, pero todos pelean por sus intereses personales. Ante todo ello la Iglesia vive en el desconcierto, sin aliados, distanciada de la gente que vive en la orfandad.

Nicolás T. Ramírez García/Párroco en Oaxaca

54 años de sacerdote. Ya estoy jubilado, pero el obispo no me acepta la renuncia. Hoy soy el rector de la Basílica de Oaxaca, pero antes que nada son sacerdote rural. Y le digo que no es fácil ser cura en la ciudad, es muy distinta al campo, mucha diversidad. Oaxaca es un pueblo con profundas raíces culturales indígenas; un pueblo pluri y multiétnico –dieciocho pueblos originarios con su idioma--, sus tradiciones, su vestimenta, su música, pero muy necesitado del evangelio, con mucha discriminación y marginación a la mujer, mucho analfabetismo y con un índice grave del fenómeno de la movilidad humana por muchas razones: la poca productividad del campo por falta de maquinaria moderna o de mejores técnicas de cultivo o porque la madre tierra ya se secó por tanto abono químico, y por el fenómeno social de que llegan como enjambres a la ciudad pensando que su situación económica va a mejorar. Pero las familias, hombres, mujeres y niños, viven una nueva realidad del anonimato y de la explotación en todos los niveles o categorías; y también con muchos pueblos fantasmas por el sueño americano o al trabajo eventual de maquiladoras o cosecha del campo de los estados norteños.

Oaxaca un pueblo que ha sido gobernado por una élite de familias que se han amafiado con todos los grupos de poder y del partidismo político, explotando a la gente y a sus recursos naturales: bosques, minas, arqueología, litorales, etc.

Oaxaca es un pueblo que está arrastrando un ancestral problema de analfabetismo y que se ha agravado con motivo de la reforma educativa y el movimiento de la CENTE, que ha sido reprimido con violencia. Oaxaca es un pueblo con una profunda religiosidad popular, que no se da por vencido y que sigue mostrando al mundo sus valores humanos y cristianos.

Veo una iglesia jerárquica poco comprometida con las causas del pueblo, una iglesia poco profética, organizada en su proyecto de pastoral; dividida, y por poca presencia liberadora; no hemos podido acompañar al pueblo con una evangelización integral; vamos perdiendo nuestra credibilidad. Pero aun así el pueblo nos escucha y espera mucho de nosotros los sacerdotes, aunque somos un grupo sacerdotes de la tercera edad o jubilados.

La pastoral social que hoy se llama el nuevo plan de pastoral: proyección social de la fe, es el patito feo de los programas pastorales.

Fernando Cruz Montes/Párroco en la ciudad de Oaxaca.

Desde hace 37 años soy sacerdote. Fui formado en el SERESURE, el seminario que cerró el Cardenal Rivera cuando era el obispo de Tehuacán. Hoy estoy en una parroquia del centro de la ciudad de Oaxaca, muy cerca del lugar en el que los maestros de la CNTE llevan a cabo sus protestas. Tenemos ahí el albergue El Buen Samaritano para ayudar a los migrantes centroamericanos que van al norte y que huyen de la violencia en sus países. Oaxaca es un estado con una gran riqueza cultural y religiosa, pero muy dividido socialmente. El problema más grave es el de la corrupción, y ahí es donde hay que entender el conflicto magisterial. Los maestros luchan contra la reforma educativa, pero son manipulados por grupos que no buscan mejorar la educación y que ven por sus intereses. Eso viene ocurriendo desde los tiempos del gobernador Murat. “A ver, ¿cuánto quieres para que aplaques a tu gente?”, y de esa manera el gobierno se aferra a sus propios intereses y los grupos sociales se cuelgan del movimiento para su propio beneficio, y ahí está el resultado. No hay un verdadero diálogo sincero y responsable entre el gobierno y el magisterio que busque el beneficio del pueblo. Y ante todo ello, la Iglesia vive un gran retroceso, una gran debilidad frente a esta realidad. Su papel debe estar en tener la voz profética de anunciar la verdad y denunciar la mentira, pero en la Iglesia hay miedo de comprometerse, el clero es indiferente y está dividido, los jóvenes salen del seminario sin compromiso. Y a nuestro obispo le preocupa la liturgia y no el compromiso social.

Jesús García/Sacerdote emérito

Tengo 58 años en el sacerdocio, y me he dedicado a la pastoral social, desde la base y hasta la cúpula. Formé parte de la primera Comisión Pontificia de Justicia y Paz, la que pronto fue silenciada, a la que la volvieron Consejo para que no sirviera de nada. He buscado siempre una iglesia participativa, comprometida, y que también respete los derechos humanos en su propio seno. He trabajado mucho a nivel nacional, en el CEPS-SSM-SICSAL, pero ahí se tiene una perspectiva global y racional sobre los problemas pero no se tiene la experiencia de vida que da la convivencia con las bases.

Helder Cámara lo dijo: el origen de todo esto está en la violencia institucional, el pueblo vive entre esa violencia y la represión. Hoy tenemos una tercera violencia, la del crimen organizado. Y como sucede hoy en Morelos, los gobernantes no aceptan que el clero entre a la resistencia. Existen conflictos intra eclesiásticos: vivimos el retorno de una iglesia preconciliar, replegada en sí misma, que enfatiza el espiritualismo y repudia el compromiso social y los movimientos populares. Una Iglesia que condena el secularismo, el laicismo, la horizontalidad y la politización de izquierda de los sacerdotes con compromiso social, pero que soslaya la politización de derechas que le son afines, una Iglesia aliada de los poderosos. Vivimos el retroceso de una Iglesia que enfatiza más los aspectos morales que los sociales. Pero también están los conflictos extra eclesiásticos, los conflictos reales: un modelo económico neoliberal que agrava la pobreza, la exclusión social, la corrupción, la impunidad, el autoritarismo y la represión. Todos son factores de violencia. Así que tenemos una derechización de las instituciones oficiales, incluida la Iglesia. Y si hay un despertar de minorías, son entonces descalificadas, calumniadas, reprimidas. Pero son minorías lúcidas, resistentes, y en ellas está la esperanza de un sacudimiento colectivo. Contra esa realidad está la Iglesia mayoritaria, la que es ajena a este despertar de minorías de cristianos que con o sin acompañamiento clerical avanzan en sus utopías altermundistas y altereclesiales.

Anastasio Hidalgo Miramón/Parroquia del Sagrado Corazón en Tehuacán, Puebla

Fui formado en el SERESURE, y tuve de compañero al padre Fernando Montes. Hace 36 años me hice sacerdote. He pasado 33 años de mi vida sacerdotal en los pueblos indígenas de la Sierra Negra y en la Sierra de Zongolica, pero hace tres años me mandaron a la parroquia del Sagrado Corazón en Tehuacán. Trabajo en el Colectivo Monseñor Romero, y hemos intentado abrir un albergue para migrantes, pero no lo hemos logrado. La realidad es que en la región de Tehuacán ha aumentado la violencia del crimen organizado. Nada más la semana pasada fueron asesinadas tres personas con el tiro de gracia y el cuerpo de una mujer fue encontrado en estado de descomposición. Apenas, en la comunidad de San José El Mirador, en Coxcatlán, fueron asesinadas doce personas de una familia. Los que sobrevivieron han huído pues tienen miedo de que los maten. La Mixteca y la Sierra Negra son regiones de muy alta marginación. A la región sólo llegan inversiones como las de las hidroeléctricas que se pretende instalar en las comunidades de Coyolapa y Atzalan. Pero aunque no hay buenas perspectivas la gente se está organizando para inmpedir la construcción de las presas y ha habido marchas organizadas por los maestros democráticos de Puebla. Desafortunadamente, la presencia de la Iglesia católica es casi nula. Hay pocos sacerdotes que estén comprometidos con los movimientos sociales. Casi no haypastoral social. Los grupos y movimientos apostólicos están dedicados a una pastoral espiritual sin compromiso con la transformación de la realidad.

Fidelina Ramírez/Laica, trabaja en el Secretariado Social

¿Qué pasa en las comunidades mexicanas? Los problemas económicos: en la producción y en el respeto a la tierra. La falta de vivienda. La falta de trabajo. La violación de los derechos económicos, sociales y culturales. De ahí los conflictos que vivimos: la violencia por el narcotráfico, la explotación de los trabajadores y las remuneraciones injustas. ¿Solución? Crear fuentes de trabajo y respetar los derechos de los trabajadores. Y ante todo esto, el papel de la Iglesia ha sido el de la indiferencia ante la realidad que vivimos los ciudadanos.

Apolinar Sosa G./Párroco en la región de Pátzcuaro, Michoacán

Tengo 39 años de sacerdocio cerca de mexicanos indígenas y campesinos. Todo este tiempo he tratado de hacer conciencia de la realidad. Como en Pátzcuaro, donde existe una gran marginación. Hay mucha indiferencia entre los sacerdotes, no hay hermandad con la gente. Ellos me toleran, yo busco por dónde, pero no hay respaldo. En Michoacán destaca ahora el conflicto magisterial y las luchas indígenas. Y la ausencia de los jóvenes, Y la corrupción. Los maestros luchan por el aumento salarial, y por ahí la democratización de su sindicato, y eso desde los años 90. Por ello las dos facciones, el SNTE y la CNTE, la concientización, las tomas de carreteras…En el conflicto la Iglesia está ausente. La Iglesia pueblo está a favor de los maestros en su mayor parte. Pero la jerarquía está en contra, no desde el púlpito, aunque algunos sí lo han hecho. Últimamente el cardenal se ha pronunciado a favor. Pero en general la Iglesia está ausente de los conflictos sociales. Muy poco apoyo a los migrantes, siendo que Michoacán es el principal estado expulsor de mano de obra al norte. Demandó elecciones limpias, pero no dijo nada de la corrupción electoral, silencio. Tampoco en las luchas indígenas, como en Santa Fe de la Laguna, el párroco está a favor del terrateniente. Pero en Nahuatzen el párroco tomó partido por el PRD. Y contra la violencia del crimen organizado sólo nos queda el llamado a la paz y las campañas de oración. La verdad es que la Iglesia vive un espiritualismo desencarnado, moralista, que condena la politización de izquierda pero apoya la politización de la derecha. Veo venir una derechización creciente.

Jerónimo Cabrera Muñoz Ledo/Sacerdote de la Diócesis de Celaya, Guanajuato

Me parece que hay una perspectiva de ricos contra pobres y de pobres contra ricos. Explotados vs. Explotadores…

Como que no se descubre la posibilidad de una riqueza moderada que ayude a encontrar una pobreza –no explotación-- capaz de encontrar caminos de fraternidad y solidaridad para iniciar caminos de justicia – paz – comunitariedad

Aunque en el Seminario había pobreza, nos enseñaron a “aguantar la pobreza”. No hicimos el camino de amar la pobreza, y quizá por eso al salir al sacerdocio buscamos el enriquecimiento a veces discretamente y otras veces no tan discretamente, aunque tratemos de hacerlo un poco disimuladamente.

Hace falta una conversión en este aspecto, no con palabras y discursos, sino caminar con los pobres buscando una sociedad justa-fraterna-solidaria.

Tonni Paola Delgado Burtrón/ Laica, Terciaria de a Orden de Predicadores

Son psicóloga, laica de la Orden de Predicadores, los padres dominicos, y vivo en Guadalajara. Actualmente no solamente enfrentamos el problema de la pobreza y comunidades marginales, vandalismo, violencia y más, Guadalajara se encuentra como plaza en disputa por cárteles del narcotráfico. Aparte ha ido en aumento no solo el tránsito de migrantes, ahora muchos de ellos se han establecido en la ciudad, en algunos casos se han agrupado para formar bandos dedicados al robo y asalto.

La perspectiva es que la poca ayuda que se lograba obtener para poder ayudar a las personas en pobreza ha ido disminuyendo significativamente, esto sumado a apoyos gubernamentales y de iniciativa privada que se desvían y no llegan a manos de quienes lo necesitan.

La continua violencia en la ciudad ha provocado una increíble indiferencia hacia el dolor ajeno y una falta total de empatía e insensibilidad, lo preocupante también es que las nuevas generaciones están creciendo con estos ambientes de extrema violencia como un ambiente cotidiano.

El papel de la Iglesia desde el laicado pastoral al que pertenezco desde hace14 años es humanizar, desarrollar la empatía y solidaridad entre los seres humanos, tratar de devolver a las víctimas de situaciones extremas de vida su dignidad y valor como personas, promover valores y sentimientos constructivos y positivos.

Todo esto con el fin de erradicar una posible cadena de odio, resentimiento y venganza que podría suscitarse en las víctimas ya que no es posible generar más dolor en una herida abierta.

Trato de mostrarles a las nuevas generaciones que la buena voluntad y la generosidad son más fuertes que la violencia.

Ángel Sánchez/Cuernavaca, Morelos

Nací en Morelos, y tengo 54 años de sacerdote. Vivo en una casa para curas ancianos, ahí murió apenas el padre Fernando, fundador del periódico El Correo del Sur. Trabajo en la Fundación Sergio Méndez Arceo, buscamos resguardar su herencia, y por ello estamos cerca de los movimientos de resistencia, como el que se da en contra del gasoducto Morelos, participa activamente un joven sacerdote, Abel Guadarrama, y hay mucha represión a quiénes se oponen. Por eso trabajamos en torno a los derechos humanos. Y en lo legal, para lograr el rescate del archivo de Don Sergio. El actual obispo es muy abierto y receptivo, todos los obispos anteriores, y son cuatro desde la muerte de Don Sergio, sólo nos veían como comunistas.

La situación de Morelos ahora es la de la violencia. Y el conflicto entre el obispo y el gobernador. Se percibe a los gobiernos estatal y municipal coludidos, sin importar el partido. De otra manera no se explica la violencia, también enfocada en los líderes sociales, no sólo en los sujetos de extorsión. Muy fuerte el problema de la minería en pueblos indígenas, porque afecta su tradicional forma de vida comunitaria, pues han tenido que huir para no ser asesinados los opositores. Pero los secuestros, las extorsiones, los asesinatos son el pan nuestro de cada día en todas las partes del estado de Morelos.

Qué perspectiva veo: al ir tomando conciencia los diferentes grupos civiles y de iglesia, se están creando frentes comunes como los integrados por la universidad estatal, el movimiento de Javier Sicilia y las comunidades cristianas tanto por las caminatas por la paz promovidas por el obispo como también por los centros de atención a víctimas de algunas parroquias o decanatos.

El papel de la Iglesia, entonces, ha sido el de ofrecer talleres de toma de conciencia y formación social cristiana; promueve los centros de atención a víctimas aglutinando a laicas y laicos con esta visión de servicio en el acompañamiento. Su voz es una voz que denuncia y, si no se escucha, sí molesta y ayuda a que se sienta su presencia en estos momentos en que las autoridades civiles parecen ausentes e incapaces.

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Sobre el autor

Sergio Mastretta

Periodista con 39 años de experiencia en prensa escrita y radio, director de Mundo Nuestro...