Revista Sin Permiso

Revista sin permiso. Hagai El-Ad es un activista israelí LGBTI y de derechos humanos, es director general de B´Tselem desde 2014. Formado como físico en la Universidad Hebrea de Jerusalén y en la de Harvard, fue director de la Asociación pro Derechos Civiles de Israel y de la Casa Abierta de Jerusalén por el Orgullo y la Tolerancia. Ha comparecido en dos ocasiones ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, en 2016 y 2018, para abordar la situación palestina.

Por Hagai El-Ad

No se puede vivir un solo día en Israel-Palestina sin la sensación de que este lugar se ve constantemente manipulado con el fin de privilegiar a un pueblo, y sólo a un pueblo: el pueblo judío. Pero la mitad de quienes viven entre el río Jordán y el mar Mediterráneo son palestinos. Ese abismo entre esas realidades vividas llena el aire, sangra, se encuentra por doquier en esta tierra.

No me refiero simplemente a los pronunciamientos oficiales que se formulan en detalle, y los hay abundantes, como la aseveración en 2019 del primer ministro Benjamin Netanyahu de que “Israel no es un Estado de todos sus ciudadanos ”, o la ley fundamental del “Estado nacional” que consagra “el desarrollo de asentamientos judíos como valor nacional”. A lo que trato de llegar es a un sentido más profundo de la gente como deseable o indeseable, y a una comprensión de mi país a la que me he visto expuesto desde el día en que nací en Haifa. Hoy, se trata de una consciencia que ya no puede evitarse.

Si bien existe paridad demográfica entre los dos pueblos que viven aquí , la vida se gestiona de modo que sólo una mitad gestiona la inmensa mayoría del poder político, los recursos de la tierra, los derechos, libertades, formas de protección. Constituye toda una hazaña mantener esa desposesión. Para más inri, lo es venderla con éxito como una democracia (dentro de la “línea verde”, la línea del armisticio de 1949), a la que se le adjunta una ocupación temporal. De hecho, es un gobierno el que lo domina todo y a todos entre el río y el mar, siguiendo el mismo principio organizador en todas las partes bajo su control, laborar para que avance y se perpetúe la supremacía de un grupo de gente – los judíos – sobre otro: los palestinos. Esto es apartheid.

No hay un solo palmo de terreno del territorio que controla Israel en el que sean iguales un palestino y un judío. Aquí las únicas personas de primera clase son los ciudadanos judíos como yo, y disfrutamos de este estatus tanto dentro de las lineas de 1967 como más allá, en Cisjordania. Separados por los diferentes estatus que se les ha asignado, y por las muchas variaciones de inferioridad a las que les somete Israel, los palestinos que viven bajo dominio de Israel están unidos por el hecho de ser todos desiguales.



A diferencia del apartheid sudafricano, la aplicación de nuestra versión de ello – el apartheid 2.0, si quieren – evita ciertas clases de fealdad. No vamos a encontrar letreros de “Sólo para blancos” en los bancos para sentarse. Aquí “proteger el carácter judío” de una comunidad – o del Estado mismo – es uno de los eufemismos tenuemente velados que se despliegan para tratar de obscurecer la verdad. Pero la esencia es la misma. Que las definiciones de Israel no dependan del color de la piel no supone una diferencia material: es la realidad supremacista la que constituye el nudo de la cuestión, y la que hay que derrotar.

Hasta la aprobación de la ley del Estado nacional, la lección clave que Israel parecía haber aprendido del apartheid de África del Sur consistía en evitar declaraciones y leyes demasiado explícitas. Con estas se corre el riesgo de provocar juicios morales, y finalmente, no lo permita el cielo, consecuencias de verdad. Por el contrario, la acumulación paciente, tranquila y gradual de prácticas discriminatorias tiende a prevenir las repercusiones de la comunidad internacional, sobre todo si uno está dispuesto a hablar de boquilla sobre sus normas y expectativas.

Así es cómo se consigue y se aplica la supremacía judía a ambos lados de la línea verde.

Manipulamos demográficamente la composición de la población esforzándonos por incrementar el número de judíos y limitar el número de palestinos. Permitimos la migración judía – con ciudadanía automática – a cualquier lugar que controle Israel. Para los palestinos, lo cierto es lo contrario: no pueden adquirir un estatus personal en ninguna parte fuera de los controles, aunque su familia sea de aquí.

Manipulamos el poder a través de la asignación – o negación – de derechos políticos. Todos los ciudadanos judíos (y todos los judíos pueden convertirse en ciudadanos), pero menos de una cuarta parte de los palestinos bajo dominio de Israel, gozan de ciudadanía y pueden, por tanto, votar. El 23 de marzo, cuando los israelíes vayan a votar por cuarta vez en dos años, no será una “fiesta de la democracia”, como suelen denominarse a menudo las elecciones. Antes bien, será otro día en que los palestinos, excluidos, contemplen cómo determinan otros su futuro.



Manipulamos el control de la tierra expropiando enormes porciones de tierra palestina, manteniéndola fuera de su alcance en lo que respecta al desarrollo de los palestinos, o utilizándola para construir ciudades, barrios y asentamientos judíos. Dentro de la línea verde, llevamos haciendo esto desde que se estableció el Estado en 1948. En Jerusalén Este y en Cisjordania es lo que llevamos haciendo desde que se inició la ocupación en 1967. El resultado es que las comunidades palestinas – de cualquier lugar entre el río y el mar – se enfrentan a una realidad de demoliciones, desplazamientos, empobrecimiento y aglomeración, mientras los mismos recursos de la tierra se adjudican a nuevos desarrollos judíos.

Y manipulamos – o más bien, restringimos – los movimientos de los palestinos. La mayoría, que no son ni ciudadanos ni residentes, depende de los permisos y puestos de controles israelíes ara viajar entre una zona y otra, así como para viajar internacionalmente. Para los dos millones de la Franja de Gaza las restricciones de viaje son de lo más severo: no se trata sólo de un bantustán, pues Israel la ha convertido en una de las mayores cárceles a cielo abierto sobre la Tierra.

Haifa, mi ciudad natal, fue una realidad binacional de paridad demográfica hasta 1948. De unos 70.000 palestinos que vivían en Haifa antes de la Nakba, quedó luego menos de una décima parte. Han pasado casi 73 años desde entonces y hoy Israel-Palestina es una realidad binacional de paridad demográfica. Yo nací aquí. Quiero – y tengo la intención de – quedarme. Pero quiero – exijo – vivir en un futuro muy distinto.



El pasado representa traumas e injusticias. En el presente, se reproducen todavía más injusticias. El futuro ha de ser radicalmente distinto: un rechazo de la supremacía, erigido sobre el compromiso con la justicia y nuestra humanidad compartida. Llamar a las cosas por su nombre – “apartheid” – no supone un momento de desesperación: antes bien, supone un momento de claridad moral, un paso en un largo caminar inspirado por la esperanza. Ver la realidad como lo que es, nombrarla sin encogerse, y ayudar a que produzca la materialización de un futuro justo.

Revista Sin permiso

Tariq Alí / Miembro del consejo editorial de Sin Permiso

El juicio ha terminado. La juez Vanessa Baraitser ha dictaminado que no se extradite a Julian Assange a los Estados Unidos. Si alguien que haya estado observando el juicio afirma no estar sorprendido, es que te está contando una mentirijilla.

Nadie que asistiera a las sesiones del proceso (como fue mi caso en una fase anterior) podía haber dejado de caer en la cuenta del sesgo y, en ciertas ocasiones, la abierta hostilidad que mostró Baraitser hacia los abogados de la defensa. El grueso de su juicio fue por el estilo. La defensa presentó numerosos argumentos según los cuales no debería extraditarse a los EE.UU. a Assange – por encima de todo, que los EE.UU. habían presentado cargos políticos, no criminales, contra Assange, lo cual prohibe el tratado de extradición entre el Reino Unido y los EE.UU.– y falló en contra de casi todos ellos.

Dictaminó que no existía base para pensar que no se respetarían los derechos constitucionales de Assange en los EE.UU. o que se vería sometido a un castigo arbitrario tras la extradición. Negaba por último, en los últimos párrafos del fallo, que se tratara de una persecución de motivaciones políticas encaminada a silenciar a un periodista, con lo que esencialmente salvaba las apariencias en lo que respecta al gobierno británico.



Por el contrario, falló en contra de la extradición sobre la base de que resultaría ‘opresivo por razones de perjuicio mental’: que en las condiciones previas al juicio en los EE.UU., sometido a aislamiento en una cárcel de máxima seguridad, pudiera no evitarse que Assange se suicidara.

Tal parece que fue al espectro de ‘supermax’ – la brutal realidad del sistema carcelario norteamericano – al que se sentó en el banquillo y se encontró culpable. Pura hipocresía. La cárcel londinense de Belmarsh, tristemente famosa, en la que se mantuvo en aislamiento a Assange después de ser detenido por la fuerza en la embajada de Ecuador, ¿es por comparación una zona humanitaria? A finales de 2019, los médicos que reconocieron a Assange redactaron una carta abierta al gobierno británico, declarando que ‘podría morir en prisión sin atención médica urgente’, debido a las condiciones en las que se le mantenía. Nils Melzer, Relator de las Naciones Unidas para la Tortura, advirtió que ‘Assange mostraba todas las señales típicas de las víctimas de tortura psicológica’, al haber permanecido en régimen de aislamiento a todos los efectos durante más de un año a fecha de hoy’. Pero Baraitser despachó su testimonio sin más ni más.

Su veredicto es sólo el primer paso. No sabemos si a Assange se le otorgará fianza a la espera del recurso norteamericano o si la juez se mostrará vengativa. En su vista mañana para la fianza, el tribunal se mostrará más preocupado por el riesgo de fuga que por el riesgo de asesinato. Y aunque Baraitser expresara su seria preocupación por su bienestar psicológico, es improbable que la salvaguarde emitiendo una orden de protección.

Siguen planteándose preguntas sobre las verdaderas razones de esta clemencia. ¿Hizo saber la inminente administración de Biden que prefería evitar su procesamiento en los EE.UU., en el que el New York Times se vería obligado a defender los derechos de Assange de acuerdo con la Primera Enmienda, puesto que también había publicado materiales de Wikileaks? ¿Quería el gobierno británico vincular esto al atasco de su caso de extradición de Anne Sacoolas, la mujer del diplomático norteamericano que atropelló a un adolescente británico en agosto de 2019? Todavía pueden aparecer más detalles. Pero, como se dice en los deportes, una victoria es una victoria. La negativa a la extradición debería ser objeto de celebración, sean cuales fueren sus motivos.

Como sabe la mayoría de la gente, el caso contra Assange – iniciativa de Eric Holder, Fiscal General norteamericano con Obama – es poco más que un intento de suprimir la libertad de expresión. En un mundo en el que la propaganda visual resulta central para hacer la guerra, las contraimágenes representan un problema para los belicistas. Cuando Al Yazira difundió filmaciones de tropas norteamericanas que atacaban a civiles durante la Guerra contra el Terror, un general del Ejército norteamericano – acompañado por un jeep repleto de soldados armados – entró en la sede del canal de noticias en Qatar para exigir una explicación. El director de la emisora, un palestino de voz suave, le explicó que informaban sencillamente de las noticias. Un año después, fue despedido de su puesto.



De modo parecido, Wikileaks obtuvo grabaciones del ataque en 2007 de un helicóptero norteamericano contra civiles desarmados en Bagdad. Se oyó exclamar a los pilotos: ‘¡Que ardan todos!’, y hacer bromas después de disparar contra dos niños: ‘Bueno, es culpa suya por meter a sus hijos en la refriega’. Ese macabro cinismo conmocionó a muchos después de que el video se difundiera de modo masivo. El crimen que presentaba no era novedoso, ni era comparable en volumen a anteriores atrocidades (matanzas de prisioneros de guerra en Corea, guerra química en Vietnam, bombardeo en alfombra en Camboya, y así sucesivamente). Pero el Pentágono estalló con que el video de Wikileaks alentaría represalias terroristas. El problema no consistía evidentemente en cometer crímenes de guerra, sino en grabarlos con una cámara. Por lo tanto, a Chelsea Manning, que filtró el material, y a Assange, que lo publicó, se les debe obligar a sufrir las consecuencias.

Wikileaks arrojaba luz sobre las verdaderas razones de las intervenciones militares de la década del 2000, que nada tenían que ver con la libertad, la democracia o los derechos humanos, salvo como contraseñas de la acumulación de capital. Recurriendo a la Red para esquivar los medios tradicionales, Assange publicó más de dos millones de cables diplomáticos y registros del Departamento de Estado que dejaban al descubierto la maquinaria del Imperio Norteamericano. La reacción del Estado norteamericano ha caído a menudo en lo absurdo, como un perro que sin pensar tratara de hincarle el diente a todo y acabara mordiéndose su propia cola; Assange apuntó que ‘para marzo de 2012, el Pentágono había llegado a crear un filtro automático para bloquear todo tipo de correos electrónicos, incluidos los que llegaban al Pentágono, que contuvieran la palabra Wikileaks’. En consecuencia, los fiscales del Pentágono que preparaban la acusación contra Chelsea Manning se encontraron con que no estaban recibiendo correos electrónicos importantes ni del juez ni de la defensa.



La venganza era un motivo menor. El objetivo primordial consistía en disuadir a otros reveladores de secretos. Pero esto resultaba miope e insensato. Quienes denuncian los crímenes de guerra, la corrupción o las infracciones empresariales son gente habitualmente valerosa pero ‘corriente’, a menudo bastante conservadora, que trabaja en instituciones del “establishment”: pensemos en Edward Snowden, otrora empleado de la CIA, o en Daniel Ellsberg, antiguo marine. ¿Sucumbiría tan fácilmente a esa clase de disuasión una persona así, cuya entera visión del mundo se ha visto agitada por algún horror en su conciencia? El intento de llevar a cabo un escarmiento con Manning y Assange casa mal con la mentalidad de los reveladores de secretos, cuyo sentido de la injusticia les impulsa a aceptar las consecuencia de las filtraciones, cambiándoles la vida.

Ellsberg, el funcionario del Departamento de Estado, que entregó al New York Times los Papeles del Pentágono secretos, se convirtió finalmente en prenda adorada de los liberales, sobre todo entre los demócratas, pues puso de manifiesto las mentiras y fechorías de Nixon durante la guerra de Vietnam. Dudo que Julian Assange llegue alguna vez a alcanzar tan exaltado estatus en alguno de los dos lados del Atlántico. Ha sido difamado por medios de todo el espectro político. Los periódicos liberales han hecho cola para afirmar que ‘no es un periodista’, sino un ‘activista’, o, tal como dijo el Boston Herald, un ‘espía’. Su juicio nunca tuvo la cobertura merecida en el NYT, el Washington Post or el Guardian. Este último, pese a haber publicado el material de Wikileaks en 2011, parece hoy haber abandonado por completo el periodismo de investigación serio. Por contraposición, El País y el Suddeutsche Zeitung fueron más objetivos.

Considerando lo que Assange ha sufrido, unas cuantas semanas de libertad en la Gran Bretaña confinada serán un regalo del cielo. Se acabó el espacio atestado y la falta de luz solar; tendrá oportunidad de abrazar a su pareja y sus hijos, de utilizar un ordenador, de coger un libro cualquiera. ‘Estoy entero, si bien literalmente rodeado de asesinos’, le escribió a un amigo desde Belmarsh. ‘Pero los días en los que podía leer y hablar y organizarme para defenderme y defender mis ideales y a mi gente han terminado…’

Tal vez no.

Tariq Alí / Miembro del consejo editorial de Sin Permiso

Revista Sin Permiso

Por Gustavo Buster y Daniel Raventós / Editores Revista Sin Permiso

Aunque todavía faltan datos importantes sobre el proceso que culminó en el asalto al Capitolio, sede del Senado y de la Cámara de Representantes de EEUU, por una concentración de protesta convocada y alentada por el aún Presidente Donald Trump para impedir el recuento de votos electorales y la proclamación como ganador de Joe Biden, sí es posible hacer un primer análisis sobre las causas de decadencia de un sistema político profundamente oligárquico, a pesar de pretender ser un modelo de democracia y ejemplo para el resto del mundo.

El desencadenante es conocido: un mitin organizado por el Presidente Trump en la plaza elíptica de Washington DC el día del recuento final de compromisarios y proclamación de la victoria del candidato del partido demócrata Joe Biden en las elecciones presidenciales de 2020. Trump convocó a sus partidarios a través de las redes sociales y alentando a diversas organizaciones de extrema derecha a movilizarse con semanas de antelación. Su objetivo declarado era apoyar a 139 representantes y casi 20 senadores republicanos que se habían comprometido a cuestionar los resultados electorales con una cadena de mociones que retrasasen o impidiesen la proclamación del nuevo presidente electo Biden, a pesar de contar con una mayoría de 7 millones de votos directos emitidos (el 51,3%) y 306 compromisarios (el 56,9% de un total de 538).



Una larga estrategia de deslegitimación electoral

Trump preparó sus alegaciones de fraude antes incluso de que comenzase oficialmente la campaña electoral, defendiendo que el envío de las papeletas de voto por correo por las juntas electorales estatales para alentar la participación en plena epidemia del Covid-19 era “ilegal”. Solo la solicitud personal de papeletas de los inscritos en el registro electoral y el voto presencial eran “legales”. Un argumento en contra de la participación de las minorías, con mayores dificultades sociales para la inscripción en el registro electoral.

El cuestionamiento del voto por correo podía ser determinante para la elección de compromisarios en un sistema mayoritario (con la excepción del sistema proporcional en Maine y Nebraska) en la que cada estado obtiene un compromisario por cada senador y congresista, aunque todos los estados, con independencia de su población, tienen al menos dos senadores, asegurando un mayor peso en el Colegio electoral a los pequeños estados. Si en 2016 Trump derrotó a Hillary Clinton con 2,8 millones de votos directos menos, gracias a su victoria por el sistema mayoritario por menos del 2% en Florida, Michigan, Pennsylvania y Wisconsin, obteniendo todos los 75 compromisarios, en 2020 Biden se ha llevado los 57 compromisarios de Arizona, Georgia, Pennsylvania y Wisconsin por solo 124.364 votos de los 18,6 millones emitidos.

Pero en ninguno de los estados en liza ni las juntas electorales ni los tribunales han aceptado las alegaciones de fraude electoral de los representantes de Trump. Tampoco tuvieron efecto las presiones directas de Trump desde la Casa Blanca a las autoridades de los estados bajo administración republicana para cometer fraude falsificando votos republicanos o anulando votos demócratas, como ha puesto de manifiesto la conversación grabada por el secretario de estado de Georgia, al que exigió “encontrar 11.780 votos”. De hecho, al perder por esa cantidad de votos la repetición de dos escaños en las elecciones al Senado en Georgia, el Partido Republicano ha perdido también su mayoría en esta Cámara y la posibilidad de aplicar la misma estrategia que estranguló de entrada la capacidad de iniciativa de la administración Obama.

Los elementos “extraparlamentarios” de la estrategia de Trump



La escenificación de la táctica de fraude electoral trumpiana buscaba no solo un conflicto legal que cuestionase la legitimidad del proceso electoral y de las instituciones representativas que se basan en ella, sino también el apoyo “extraparlamentario” a esta táctica, empezando por las autoridades militares desplegadas en todo el territorio federal. Aquí el argumento no ha sido solo el fraude electoral, sino que dicho fraude había sido cometido para favorecer un pretendido “programa socialista” de la izquierda radical, representada por la fallida candidatura de Bernie Sanders a las primarias demócratas, los manifestantes contra la violencia policial de Black Lives Matter y posteriormente una nebulosa de “antifas” que controlarían desde dentro la administración Biden si llegaba a tomar posesión.

Esta narrativa cobró especial fuerza con la amenaza de sacar al ejército a las calles invocando el Acta de Insurrección de 1807 contra los manifestantes de Black Lives Matter. O para reimponer el orden, cuando aparecieron en la calle milicias y grupos armados de extrema derecha partidarios de Trump, que asaltaron el Capitolio del estado de Michigan en abril de este año, mataron a dos manifestantes anti-racistas en Kenosha, Wisconsin, en agosto. Pero su momento culminante fue en junio, cuando Trump utilizó al servicio secreto y a fuerzas antidisturbios dependientes del Departamento de Justicia para abrir con gases lacrimógenos un corredor desde la Casa Blanca hasta la Iglesia de San Juan, hacerse una foto con la Biblia en la mano y ofrecer a continuación una rueda de prensa amenazando a los estados que se negaban a desplegar a sus Guardias Nacionales frente a los manifestantes de Black Lives Matter, tras el asesinato de George Floyd, con enviar al ejército y “rápidamente resolver el problema”. Pocos días después, 89 ex altos cargos y funcionarios civiles y militares del Pentágono publicaban una carta abierta de protesta en el Washington Post. A finales de septiembre las protestas por la incoherencia en la política de Defensa y Exteriores de la administración Trump se convirtieron en una carta de abierto apoyo a Biden de más de 500 ex altos responsables del Pentágono, Seguridad Nacional y la Secretaria de Estado.

Esto no impidió que Trump hiciese una remodelación completa de la dirección civil del Pentágono la segunda semana de noviembre, empezando por el Secretario de Defensa Mark Esper, que le había acompañado en la rueda de prensa de junio, pero que había sido incapaz de asegurar la lealtad de la cadena de mando. Tras sustituirlo por Christopher Miller y colocarle como número dos al general retirado Anthony Tata, que había calificado a Obama de “líder terrorista”, Trump advirtió por Twitter que esperaba que apoyasen su plan de retirada de tropas de Afganistán, a pesar de las reservas del estado mayor, y apoyasen su cuestionamiento legal del proceso electoral. El presidente del Comité de Fuerzas Armadas de la Cámara, el demócrata Adam Smith advirtió que “si esto es el comienzo de una tendencia -el presidente cesando o obligando a dimitir a los profesionales de la seguridad nacional para remplazarlos por gente que cree que le son más leales- los próximos 70 días pueden ser en el mejor de los casos inestables y en el peor, peligrosos”.



Dos días después del asalto al Capitolio, la portavoz demócrata de la Cámara Nancy Pelosi hacia pública una carta al jefe del estado mayor, General Milley, para que impidiera a un “presidente inestable iniciar hostilidades militares o tener acceso a los códigos de lanzamiento de un ataque nuclear”.

El trumpismo desborda a Trump

Pero todos los elementos para la puesta en escena del plan de Trump para dificultar o bloquear la proclamación de Biden -con el objetivo aparente de negociar su propia impunidad legal, su control del Partido Republicano y su posible candidatura o de alguien designado por él a las elecciones de 2024- fueron fracasando una tras otra por la resistencia institucional y del establishment a un escenario abierto de confrontación institucional, de polarización e inestabilidad política en medio de la pandemia de Covid-19. El momento culminante fue el recuento de votos de las elecciones para el Senado en Georgia, que apuntaron claramente a una victoria demócrata que les aseguraba una mayoría en ambas Cámaras.

Solo entonces el Vicepresidente Pence, representante del electorado evangelista en la coalición trumpista, puso por delante sus propias posibilidades electorales en 2024 a la estrategia de Trump. El martes 5 adelantó que no podía legalmente jugar el papel que tenia asignado de cuestionar los resultados electorales como presidente institucional de la Cámara de Representantes, cuando ya se estaban concentrando en Washington DC los manifestantes convocados por Trump para “Salvar América”. Cuando la confirmó, según la prensa, por carta y en una llamada telefónica la mañana del 6, poco antes del mitin en la Plaza Elíptica, al sur de la Casa Blanca, el efecto, al parecer, fue radicalizar la huida hacia delante de Trump.

La convocatoria de concentración llevaba semanas circulando y el propio Trump comenzó a twittearla el viernes 1 de enero. Hasta tres lugares distintos fueron solicitados, además del definitivo, para llevar a cabo concentraciones, coordinadas por un tal Alex Alexander en nombre del movimiento pantalla “Stop the Steal”. Precedido por sus teloneros, entre ellos su abogado Giulani, Trump acusó a Pence de desleal y llamó a los concentrados a dirigirse al Capitolio, aunque él volvió a la Casa Blanca. A las 3 de la tarde comenzó el asalto, que acabaría con cinco muertos.

¿Cómo fue posible que a pesar de toda la información previa, los preparativos de la policía de Washington DC para las concentraciones y el tiempo transcurrido entre el mitin y el asalto no hubiera la protección necesaria para evitar el asalto? Más allá de la policía metropolitana de DC, la responsabilidad de la seguridad de las instituciones federales recae finalmente en el propio Presidente, pero tuvo que ser el Vicepresidente Pence quien ordenase, a petición de los portavoces parlamentarios, reforzar la protección del Capitolio cuando los manifestantes estaban ya dentro.

Lo sucedido a continuación es conocido. Solo cuando se empezaron a transmitir las escenas del interior del Capitolio ocupado, se conoció la interrupción del recuento de votos y se supo que los representantes y senadores estaban refugiados en zonas de seguridad y protegidos por policías armados que habían disparado y herido a una manifestante, comenzó a cambiar el tono de las declaraciones en cadenas de televisión como Fox, pero no en los medios sociales ni en las redes del propio Trump. Hasta que Facebook y Twitter retiraron sus portales por incitar a la violencia.

Distintos activistas y analistas estadounidenses han coincidido en este punto: la represión hubiera sido incomparablemente mayor si los asaltantes hubieran sido negros. No es un dato menor.

¿Qué hacer con Trump para reconstruir una hegemonía bipartidista?

El problema político más inmediato es que hacer con el Presidente de los EEUU. La mayoría demócrata, con algún apoyo minoritario republicano, pretende su dimisión inmediata bajo la amenaza de un segundo juicio político (impeachment), cuya segunda fase en el Senado, tras el inició del proceso en la Cámara, necesitaría 17 votos de senadores republicanos y, en su caso, no tendría lugar hasta después del acto de toma de posesión de la nueva administración, el 20 de enero. El vicepresidente Pence ha descartado la destitución del Presidente Trump, de acuerdo con la enmienda 25 de la Constitución. Para los diez días que quedan -a pesar de que Trump ha sugerido auto-indultarse (lo que al no haber precedentes abrirá una larga batalla legal) y solo ha hecho una ambigua declaración de condena del asalto-, Biden parece decidido a concentrarse en preparar su toma de posesión y delegado en la portavoz Nancy Pelosi el acoso a Trump y, sobre todo, de sus importantes apoyos en los grupos parlamentarios republicanos del Congreso.

El forzado consenso de rechazo ante el asalto del Capitolio, escenificado en los discursos bipartidistas tras la continuación de la sesión de recuento electoral y proclamación del nuevo Presidente de EEUU, no oculta la polarización política acentuada por las acusaciones cruzadas estos días. No ha habido un proceso de transición política entre presidencias comparable en la historia de EEUU y el espectáculo televisado a todo el mundo del asalto al Capitolio es una señal de inestabilidad e incoherencia política y de crisis hegemónica sin precedentes.

Biden hará de la superación bipartidista de esta crisis el primer objetivo de su administración, en nombre de la lucha contra la pandemia y sus consecuencias y la recuperación de la estabilidad hegemónica de las clases dominantes de EEUU. Pero 139 representantes trumpistas y más de 20 senadores republicanos han cuestionado los resultados electorales. Cuentan con el apoyo de un trumpismo social que puede suponer alrededor del 20% del voto republicano, si no más. En este mismo número de SP, nuestro compañero Samuel Farber describe las causas profundas que lo alimentan en el largo declive imperial del capitalismo en EEUU. Pero también de la falta de una alternativa que permita reunificar los intereses comunes de una clase trabajadora dividida, compartimentada culturalmente y racializada.

editor de Sin Permiso.
Editor de Sin Permiso.

Fuente:

www.sinpermiso.info, 9 de enero 2021

Revista Elementos BUAP / Edición No. 121

Historia y vida cotidiana de las haciendas pulqueras en los Llanos de Apan



Rodolfo Ramírez Rodríguez / Posgrado de Ciencias en Biodiversidad y Conservación, UAEH Estancia posdoctoral Conacyt




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ORIGEN E HISTORIA DE LAS HACIENDAS DE APAN

Al noreste de la Cuenca de México se halla una región denominada Llanos de Apan, un altiplano con clima semiárido, considerado desde el siglo XVI “cuna de la charrería” por haber sido sede de estancias y ranchos de ganado mayor tras la Conquista. Con el paso del tiempo, la especialización productiva cambió de su original faceta pecuaria a la agrícola, en la que se propiciaron extensas zonas de cultivo de agaves de aguamiel, lo que dio origen a las famosas haciendas pulqueras que existieron entre los siglos XVIII y XX. La región de los Llanos de Apan, que se extiende geográficamente por el noreste del estado de México hasta el sureste del estado de Hidalgo y el noroeste del estado de Tlaxcala, fue una zona muy renombrada durante el Porfiriato y buena parte del siglo XX, donde tuvieron lugar las haciendas magueyeras más importantes debido a la producción del mejor pulque del país.

En esta comarca florecieron más de 200 haciendas y ranchos dedicados principalmente al cultivo del “maguey manso” (Agave salmiana, además de los Agave atrovirens, mapisaga y americana) y a la elaboración del pulque, y en su cotidianidad se fueron creando un saber consuetudinario específico de agricultura, unas relaciones sociales basadas en la estructura de las haciendas y una organización que abarcó la producción, distribución y venta del pulque en el principal mercado, que fue la Ciudad de México hasta entrada la década de 1940 cuando, debido a la restricción de los reglamentos higiénicos, las imposiciones fiscales del Estado revolucionario y la competencia de la cerveza y los refrescos embotellados, desaparecería uno de los principales ramos económicos del país.



Ejemplo paradigmático es la historia de la conformación de las haciendas pulqueras en el distrito de Apan que, junto con los distritos de Calpulalpan, Zempoala, Singuilucan y Otumba, formaba parte de la comarca de los Llanos de Apan del antiguo estado de México. Desde la época colonial, la zona del altiplano magueyero fue importante para la economía interna de una región que, debido a su clima y la calidad del suelo, difícilmente podía obtener rendimientos en los cultivos de cereales u hortalizas, y que además no contaba con ríos ni depósitos pluviales todo el año. Así que, desde los primeros años de dominación española, el cultivo de la planta del maguey se incrementó, primero para extraer su savia o aguamiel, como una necesidad para suplir el agua potable, pero más tarde, casi exclusivamente, para la elaboración de pulque, que llegó a ser el fundamento económico de esta vasta región. No obstante, el funcionamiento económico de las haciendas también se apoyaba en la producción de cebada y en la cría de ganado mayor y menor, principalmente porcino.

A pesar de que el pulque era una bebida fermentada de orígenes nativos, estrictamente controlado en ciertos rituales, pronto se convirtió en un producto comercial consumido no solo por las comunidades indígenas, sino por las castas, negros y mulatos que fueron integrando la sociedad novohispana que no tenía acceso a las bebidas de ultramar. El pulque se convirtió en la bebida alimenticia y embriagante más consumida entre el grueso de la población durante el periodo colonial en el centro del país, lo que impulsó a algunas familias criollas a la expansión del plantío del maguey en las comarcas cercanas a las zonas mineras y a los núcleos urbanos, explotando el aguamiel fermentado.

Algunas familias de abolengo dedicadas al comercio y la minería incursionaron en el negocio lucrativo del pulque, tales como los condes de Regla, de Xala y de Tepa; los dos últimos consolidaron el título nobiliario por la riqueza obtenida en la venta del pulque. Luego, entre 1785 y 1789, el Ramo del Pulque ocupó el cuarto lugar en el conjunto de las fuentes de tributación del virreinato por monto de productos totales, solo superado por las alcabalas, el de la plata, y las amonedaciones. Los impuestos sobre el pulque participaron entonces en la remodelación de las calles y en la manutención de las cárceles de la capital.



Al inicio del siglo XIX, el comercio del pulque de la ciudad de México estaba concentrado en pocas familias relacionadas socialmente, como la de Ignacio Adalid y Gómez Pedroso, quien formaría parte del grupo conspirador de Los Guadalupes que ayudaría al movimiento de independencia de México,1 este y otros pocos criollos poseían varios expendios de pulque o “pulquerías”, como la muy famosa de “Los Pelos”, que luego describió magistralmente Manuel Payno en Los bandidos de Río Frío.2 Esta familia, con el tiempo, adquirió las haciendas de Soapayuca y Santiago Tepayuca que habían pertenecido al conde de Tepa y luego San Miguel Ometusco, todas en el estado de México. Su hija, Josefa Adalid, desarrollaría el negocio pulquero al mostrarse como una mujer empeñosa en incrementar sus ganancias, como lo demuestra el hecho de que solicitó permiso para abrir varias pulquerías en algunas de las calles céntricas de la ciudad de México, alegando a la Asamblea Legislativa que el pulque debía de expenderse como los licores en los cafés.3

En 1860, cuando falleció Josefa Adalid, los bienes de la familia fueron repartidos. Así, el primogénito de la familia, Javier Torres Adalid, se quedó con la hacienda de San Miguel Ometusco; el hijo menor, José Torres Adalid, recibió el rancho de San Antonio Ometusco, pero lo cedió a favor de su hermano Ignacio Torres Adalid, quien la transformó en una de las haciendas pulqueras más importantes de México, junto a otras que adquirió, convirtiéndose en el empresario del ramo más grande del Porfiriato: “el rey del pulque”.4

La cercanía de la región a la capital permitía que los propietarios visitaran sus haciendas y ranchos durante cortas temporadas, y pasaran la mayor parte del año en la ciudad de México, donde gozaban de una destacada posición económica y social, ocupándose de diversos asuntos y cultivando una buena cantidad de relaciones entre la clase dirigente. Muchos de ellos viajaban con frecuencia a la región donde se hallaban sus propiedades, lugar en el que eran muy estimados e igualmente disfrutaban de una posición destacada y contaban con relaciones diversas.5 Ejemplo de ello fue el matrimonio de Leona Vicario y Andrés Quintana Roo que visitaban su hacienda de Ocotepec, en el Estado de Hidalgo.

En mayo de 1840, Frances Erskine de Calderón de la Barca, esposa del primer embajador de España en México (y conocida tiempo después como madame Calderón de la Barca), visitó algunas propiedades de la familia Torres Adalid. En una de sus cartas publicadas como Life in México, relató su visita realizada a las haciendas de Ometusco, Soapayuca y Santiago Tepayuca, en el distrito de Otumba. Ahí describiría las relaciones sociales imperantes en la hacienda, el refinamiento de los modales de los hacendados, así como las distracciones populares como el baile y las corridas de toros. Pero lo más sobresaliente, además del paisaje magueyero, fue el cambio de parecer en su percepción gustativa del pulque, que al inicio de su viaje le había parecido repugnante, cambiando su opinión por la de una bebida agradable, y luego comentando que era el brebaje más delicioso del mundo.6

Manuel Payno escribiría, hacia 1863, en los inicios del Imperio de Maximiliano, que

[...] la verdadera región del maguey fino que produce el pulque, es el territorio situado entre los Departamentos de México, Puebla y Tlaxcala, que se conoce con el nombre general de los Llanos de Apam [sic].7

Allí, el cultivo del maguey manso era tan productivo y seguro que favoreció las redes comerciales a través de los arrieros y proyectó la construcción del primer ferrocarril mexicano que uniría la capital del país con su principal puerto: Veracruz.

La línea del Ferrocarril Mexicano curiosamente pasaría por centros de producción pulquera, como lo revelan las estaciones de Otumba, Ometusco, Apan y Soltepec, en los Llanos de Apan, lo que demuestra la importancia de la élite pulquera en los gobiernos liberales de Maximiliano y de Benito Juárez, cuando se concluyó el tramo de México a Apan en 1866 y, al año siguiente, hasta Apizaco, Tlaxcala. En 1874 se inauguró formalmente la línea férrea, lo que traería importantes cambios en la producción, comercialización y costos para el líquido embriagante. En 1868, los hacendados se inconformaron con las altas tarifas de fletes que cobraba el ferrocarril y entablaron pláticas para la creación de otras líneas que beneficiaran sus negocios.8 Ya en la época de Porfirio Díaz, nuevos trenes surcaron la región de los Llanos: el Ferrocarril Interoceánico y el Ferrocarril de Hidalgo y del Nordeste integraron las distintas zonas pulqueras, aledañas a la ciudad de México, en un solo mercado, abatiendo los costos del flete e impulsando la explotación magueyera latifundista. De modo que el auge pulquero se debió al mercado que se fortaleció con los ferrocarriles.9

Hasta antes de la expansión del negocio pulquero en el último cuarto del siglo XIX, las haciendas pulqueras de los Llanos de Apan no solo se dedicaban a la explotación del monocultivo de agave, sino que cultivaban otras plantas, como el maíz, el haba, el frijol, el alverjón y también la cebada, para el consumo interno de su población acasillada y de sus animales. Además de criar ganado menor, como ovejas, y ganado vacuno y caballar en menor escala, estas nunca fueron unidades productivas autárquicas y de monocultivo, sino que estaban insertas en mercados locales o regionales que beneficiaban al comercio de la zona. Muchas de ellas crecerían justamente en la última década del siglo XIX y la primera del XX, cuando se proyectó la formación de empresas oligopólicas como la Compañía Expendedora de Pulques S. A., en la ciudad de México, además de las constituidas en Pachuca y en Puebla-Orizaba, bajo el auspicio del gobierno de Díaz y del gabinete del grupo denominado los “científicos”.10

Sin embargo, todo este desarrollo productivo y de acumulación de capital en pocas manos fue sorprendido por el acontecimiento social más importante del siglo XX: la Revolución Mexicana, que al cabo de poco más de dos décadas modificó las condiciones de los peones trabajadores y de la posesión de la tierra en las haciendas pulqueras.

En primer lugar, se trastocaron las relaciones sociales en favor de los trabajadores del campo, y en segundo sitio, el impacto que tuvo la Reforma Agraria derivó en el desmantelamiento de la estructura de la hacienda y en su posterior reparto, lo cual fue origen de la debacle del negocio por tanto tiempo favorecido por familias de abolengo. Si bien es cierto que la producción pulquera continuó entre 1930 y 1950, a través de ejidatarios y medianos productores, este negocio requería de inversión en tierras, agaves y capital, además de una modernización industrial que no pudo llevarse a cabo. La competencia desleal de la cerveza y un cambio cultural en el consumo de bebidas en el siglo XX originaron que el pulque se olvidara hasta casi desaparecer; mas, en este siglo XXI un nuevo interés lo ha revivido.11

LA VIDA COTIDIANA EN LAS HACIENDAS PULQUERAS

En las haciendas de los Llanos de Apan se desarrollaron estructuras socio-culturales singulares debido a la importante relación que había en torno al cultivo del maguey aguamielero, a su tan celosa producción del pulque y a su venta en el mercado de las ciudades que se remontaba a varios siglos de su historia. En esta región se conformó toda una estructura social basada en la especialización y subordinación de los grupos trabajadores a través de una complicada red de relaciones entre los hacendados, sus administradores y los trabajadores en general. Además, se fomentaron prácticas y costumbres de la vida cotidiana que dieron singularidad a la región, promoviendo un sentido identitario entre la población y de unidad compartida entre las distintas haciendas.

Entre las haciendas que podemos enumerar en la región (ya sea en uso o solo como construcción) se encuentran la de San Antonio Tochac, San Antonio Zotoluca, Santiago Chimalpa, San Antonio de las Alcantarillas, San Vicente Malayerba, San Diego Tlalayote, San Juan Ixtilmaco, San Francisco Ocotepec, Santiago Tetlapayac, San Isidro Tepetlayuca, San Lorenzo, San Rafael Acopinalco, La Laguna, Espejel, San Antonio Coatlaco, Tultengo, Irolo, San Bartolomé de los Tepetates, en los municipios del distrito de Apan; Santa María Tecajete, San Antonio Tochatlaco, Mazatepec, Tepechichilco y Tepa en el distrito de Zempoala; además de las haciendas de estados vecinos como las de San Antonio Xala, San Antonio y San Miguel Ometusco, Axapusco y Hueyapan en los municipios del distrito Otumba, Estado de México; San Bartolomé del Monte, San Cristóbal Zacacalco, San José Zoquiapan, San Nicolás el Grande, Mazapa, Ixtafiayuca y Techalote, en el distrito de Calpulalpan, Tlaxcala; y finalmente Mazaquiahuac, El Rosario y Mimiahuapan en Tlaxco, Tlaxcala.

Las haciendas pulqueras mantuvieron una organización económica propia: una parte de la producción era destinada al mercado y otra para el consumo interno. La división de sus tierras originaba un sector de explotación directa para producción comercial, otra para el autoconsumo y otro sector de reserva, que variaban según la época del año. La extensión media oscilaba entre mil 500 y dos mil hectáreas. Las haciendas también fueron unidades político-administrativas a veces más importantes que los mismos pueblos de la región pues, debido a su situación geográfica, concentraban el control de los medios de subsistencia, aparecían en los mapas y tenían las características de un pueblo con capilla, cementerio, escuela, hospital, oficina de telégrafo, una tienda y la estación de ferrocarril más cercana.

Las relaciones básicas de trabajo en las haciendas eran de dos tipos: la que se establecía con sus trabajadores permanentes o “acasillados” (que consistía en una relación no salarial que incluía el acceso del trabajador a alguna forma de usufructo de la tierra de la finca) y la que se entablaba con los trabajadores estacionales o “semaneros”, con una relación salarial, cuya fuente de trabajadores eran las comunidades campesinas, los ranchos y los minifundios. Además, estaban los trabajadores encargados de recolectar el aguamiel, o “tlachiqueros”, que entregaban la savia del agave y eran pagados en monetario.12

Al igual que la mayoría de las haciendas mexicanas, las haciendas pulqueras contaban con instalaciones permanentes que cumplían un conjunto específico de actividades económicas (agrícolas, pecuarias, extractivas y manufactureras), y otras vinculadas con la reproducción de las relaciones de producción (como la famosa tienda de raya, la cárcel y la capilla). Pero su distinción lo daba el “tinacal” (locución formada por el vocablo castellano tina y la voz náhuatl calli o casa, que significaba “la casa de las tinas”, que hacía referencia al lugar donde se fermentaba el pulque), sitio donde los tlachiqueros entregaban el aguamiel; allí, el mayordomo del tinacal, con sus conocimientos y experiencia lo fermentaba, almacenaba y producía el pulque que salía para su comercialización.13

Una descripción de este tipo de hacienda nos la proporciona el estudioso de la charrería Leovigildo Islas, quien detalla los elementos básicos de la infraestructura de cualquier finca de la región de los Llanos de Apan, que era la materialización espacial de todas las relaciones sociales entre los cientos de empleados y la actividad agropecuaria:

En el casco estaban comprendidas las edificaciones del predio, que consistían en la casa principal del propietario, la del administrador y la de los empleados superiores, el despacho, el tinacal, las trojes, los depósitos para maquinaria y herramientas, las cocheras, el sillero, los cuartos para huéspedes, el alambique, la tienda, la capilla, la escuela, las caballerizas, macheros, corrales, zahúrdas, carrocería, la herrería, etcétera. Todas estas construcciones circundadas por grandes bardas de mampostería o tapias, adosadas a las cuales estaban las habitaciones de los peones, tlachiqueros y otros sirvientes. Al conjunto de estas habitaciones se le llamaba cuartería o calpanería.14

La “calpanería” es una palabra híbrida de las voces nahuas calli, casa, y pan, sobre o lugar, y el sufijo castellano ría, que generalmente indica establecimiento. Su traducción literal sería “lugar donde están las casas”, refiriéndose a la zona habitacional de los peones, que podía estar dentro o fuera de las haciendas. Los peones, al iniciar los trabajos, en las primeras horas de la mañana, más bien de la madrugada, y al terminar sus jornadas, se reunían en el patio principal y entonaban el Alabado, cántico devoto y doliente compuesto o introducido entre los labradores a fines del siglo XVII por el misionero franciscano fray Antonio Margil de Jesús.15 Cuando los tlachiqueros terminaban sus labores en el tinacal, durante las primeras horas de la noche, entonaban a coro y con la mayor sonoridad el Avemaría, oración impregnada de fe que era escuchada con respetuoso silencio por todos los presentes. Otra práctica religiosa usual entre los tlachiqueros era una maniobra llamada “correr las puntas” (distribuir el pulque fermentado), a efectuarse en el tinacal; el que hacía esta operación gritaba con voz potente: “Alabado sea el misterio de la Santísima Trinidad. ¡Ave María Purísima!” Quienes lo escuchaban, incluidos los patrones, se descubrían respetuosamente la cabeza.16

La palabra “tlachiquero” designaba a la persona cuya actividad principal o exclusiva giraba en torno del cultivo del maguey y, más específicamente, al encargado de las últimas etapas: el capado (extracción del corazón de agave), raspado (la continua laceración de la cavidad productora de aguamiel) y la extracción del aguamiel (tlachiquear proviene de la voz nahua tlachiqui que significa raspar). Cada tlachiquero tenía su propio instrumental que eran las castañas, unos recipientes de madera de aproximadamente 25 litros para contener el aguamiel, el acocote, un guaje vacío que servía de aspirador de la savia dentro del maguey, y un raspador metálico para rasgar el interior del corazón del maguey y continuar con la extracción de su savia, así como un burro que cargaba las castañas de aguamiel. Esto formaba propiamente el equipo de propiedad o de arrendamiento del tlachiquero con el cual extraía y transportaba el líquido. Todos los días, al amanecer y al atardecer, realizaba la recolección del aguamiel y se dirigía al tinacal de la hacienda en donde era depositado y era pagado en monetario a destajo.

El tinacal era un cuarto espacioso y bien ventilado en donde existía una hilera de tinas que contenían el pulque en diferentes fases de fermentación, según el periodo del año, el clima, la temperatura y la calidad de aguamieles depositados en él. Entre los instrumentos y utensilios que había en el tinacal se encontraban las tinas de cuero de vaca, donde se elaboraba el pulque, el recipiente medidor o “cubo”, el embudo de cobre, las zarandas para colar de impurezas el aguamiel, el meneador para revolver el pulque, las chalupas (bateas de madera) para despumar la fermentación del pulque, las jícaras para catar el pulque y el banco medidor. A las afueras de este estaban los marcadores de hierro para los magueyes (que indicaban la edad y el estado de explotación de la planta, así como el propietario al que pertenecía), la barreta metálica para el arranque del maguey; la coa metálica de recorte para la poda de las pencas; el quebrador, un cilindro de madera de encino que se utiliza al momento de extracción del corazón de maguey, acción conocida como “capar”; la tajadera o cuchillo de recorte; además de los barriles de madera para el pulque con una capacidad de 250 litros. Todo ese instrumental magueyero y pulquero conservaba tecnología colonial centenaria.17

Los trabajadores del tinacal eran, además del mayordomo (quien dirigía y supervisaba la fermentación del pulque), el guardatandas (quien distribuía la cantidad de magueyes entre los tlachiqueros para raspar), el capitán (quien dirigía a los tlachiqueros), el tinero (encargado de la limpieza de las tinas), el medidor (que recibía el aguamiel y medía el pulque expendido), los valedores (ayudantes en general) y los tlachiqueros. Había además peones llamados magueyeros especializados en la plantación y cultivo del maguey.18

Un aspecto por demás singular era la recomendación que hacían dos hacendados pulqueros porfirianos al momento de la raspa del maguey y de la recolección del aguamiel:

Nunca el tlachiquero ha de dejar de observar el mayor aseo posible en cada uno de los magueyes que forman su tanda. Debe tenerlos siempre bien limpios, barriendo y sacudiendo toda la basura, la tierra, los insectos, las yerbas y cuanto se recoge entre sus pencas, porque se ha observado que en todo tiempo, y particularmente en la estación lluviosa, estas sustancias llegan a penetrar en el receptáculo donde nace la aguamiel, y por su disolución o mezcla en ella le comunican mal sabor y echan a perder el pulque.19

Estos mismos hacendados mencionaban, en el cambio de siglo XIX al XX, que había cinco animales nocivos para el desarrollo del maguey: el gusano rojo o chilocuillin que afecta a las raíces; el gusano blanco o meocuillin que nace en el centro de sus hojas; dos especies de ratones que anidaban en su interior, conocido el primero de ellos como metoro, y el segundo llamado chachahuate; además de otros pequeños mamíferos, uno llamado “oncita” y las tuzas. A veces se tenía que ahuyentar a canes, coyotes, zorrillos, tejones y tlacuaches que bebían en las noches el aguamiel almacenado en los magueyes en raspa. Si eran estos tres últimos animalillos se escogía una noche de luna llena para que su claridad permitiera perseguirlos valiéndose de perros y de palos. Aquí la descripción del suceso:

Es de ver la algaraza que se arma en estas cacerías nocturnas cuando los hombres y los perros llegan a descubrir algún animal entre los magueyes. Comienzan los ladridos, azuzan y vociferan los tlachiqueros, corren todos revueltos por aquí y por allá en pos del cuadrúpedo ladrón hasta que por fin sucumbe a fuerza de golpes y de mordidas en medio de sus triunfantes y alegres perseguidores. Vuelven de nuevo a buscar otra pista llenos de gozo, encuentran al animal y se repite la misma escena anterior. Así continuarán en esta diversión hasta muy entrada la noche, y se retiran después a la finca llevando consigo los cadáveres de los bichos que perecieron en la batalla. Al día siguiente aparecen empajados y pendientes de un hilo en el portalillo del tinacal como trofeos de la victoria, y por decirlo así, para escarmiento de sus compañeros.20

En cuanto a las festividades realizadas en las haciendas, además de la del santo patrono de cada una de ellas, se festejaba el Carnaval, la fiesta de San Isidro Labrador (15 de mayo), la Santa Cruz (3 de mayo) y el “Combate” en el mes de noviembre. La cruz siempre estaba colocada en un sitio preferente o nicho dentro del tinacal, adornada con flores artificiales y otras alegorías religiosas.

Todos los tlachiqueros, de manera espontánea, iban depositando semanalmente una pequeña cantidad de dinero destinada exclusivamente a celebrar de la mejor manera esta conmemoración, para lo cual el mayordomo designaba a un padrino que se encargaba de instalar de la mejor forma posible la nueva cruz (previamente bendecida) y de retirar con respeto la anterior. Este entraba al tinacal seguido de los tlachiqueros, algunos de los cuales entonaban cánticos religiosos, y otros hacían estallar cohetones en el patio de la finca, todo en medio de una profunda devoción, y después, de gran regocijo.21

Durante este festejo se rezaban oraciones y se entonaban cánticos religiosos y “vivas” a la Santa Cruz. Cuando terminaba aquella ceremonia, los nuevos compadres (el mayordomo y el padrino) se abrazaban y todos los presentes aplaudían y lanzaban “vivas”, el padrino entonces distribuía tarjetas conmemorativas del acontecimiento entre las personas principales y abundante dotación de confites corrientes y otras golosinas para los hijos de los trabajadores. Los danzantes ponían un colorido alegre a este festejo religioso:

Con sus vestidos multicolores, de lustrina, penachos de plumas, diademas con espejitos, portando aros de varas adornadas con flores de papel de china, danzaban incesantemente al monótono y chillante son de un destemplado violín.22

Generalmente, esos danzantes se entregaban a tan fatigosa actividad para cumplir alguna “promesa” hecha a la Santa Cruz por motivos de enfermedad u otros contratiempos. Los festejos terminaban con una comida tradicional que el patrón obsequiaba a sus empleados. El Combate era una celebración con motivo del fin de las cosechas y consistía en serie de misas solmenes, danzas y cantos religiosos, fiestas profanas, fuegos artificiales y jaripeos para solaz de los trabajadores a los que se brindaba comida, y para sus niños ropa, dulces y juguetes. Además, las fiestas tradicionales como Semana Santa, Navidad y Día de muertos eran conmemorados por toda la hacienda.23

Toda esta actividad social inmersa en las construcciones de las haciendas pulqueras, con torreones y almenas que asemejaban un pasado medieval (muchas remodeladas al inicio del siglo XX por el arquitecto Antonio Rivas Mercado), se fue extinguiendo al mediar el siglo. Los efectos del reparto agrario y la liberación del trabajador agrícola desestabilizaron las relaciones de producción y comenzaría la lenta desestructuración de estas unidades productivas, cuya etapa final fue la creación de ejidos para los peones de las haciendas y el surgimiento de minifundios de nuevos propietarios. Por este motivo, entre 1940 y 1955 se vivió una etapa crítica en el agro mexicano, pues pasó de un sistema de latifundios a una fragmentación en parcelas y ejidos que sostuvo la economía regional hasta la década de 1960, cuando se transformaría con la creación del complejo industrial de Ciudad Sahagún; tan solo para la construcción del sitio se tuvo que desenraizar por completo a los magueyes y desaparecer la fauna local (liebres o tuzas) para dar cabida a las fábricas en los Llanos de Apan. La absorción de los peones de haciendas al trabajo de la construcción del complejo y eventualmente al sector fabril y de servicios fue un hecho inminente.24

La transformación del uso de suelo de agrícola a industrial y la incorporación paulatina de la fuerza de trabajo al sector de la transformación, incentivó que en la región crecieran sus centros urbanos en detrimento de la antigua explotación agrícola del maguey, que requería tanto de campos extensos como de una forma de cultivo escalonado, con plantaciones de maguey de uno a diez años para mantener una explotación del aguamiel, sin sufrir falta de materia prima. Esto, unido a la larga espera de su maduración (casi una década), propició que los nuevos ejidatarios prefiriesen el cultivo de la cebada y, en menor medida, del maíz, para solventar sus necesidades económicas.

Esto trajo como consecuencia el cambio de la actividad agrícola en el altiplano de Apan: de magueyera a cebadera, que se impuso al mediar el siglo XX y se ha mantenido hasta la fecha, siendo una paradoja que en la antigua altiplanicie pulquera prospere ahora el cultivo de cebada para la industria cervecera en lo que antes fue una zona de magueyes. En la actualidad se conservan solo vestigios de la añeja cultura del maguey, puesto que los nuevos aspectos económicos y comerciales se fueron imponiendo sobre su histórica herencia. No obstante, la importancia y la grandeza del desarrollo productivo de la industria pulquera permeó las actividades cotidianas de la población trabajadora de los Llanos de Apan e, incluso, de los consumidores del producto en las grandes ciudades. A pesar de la irrupción violenta que significó la Revolución Mexicana, y de la imposición de un nuevo régimen sociopolítico, en esta zona de México continuó el saber tradicional de la explotación de las magueyeras para la producción del pulque, y aunque parezca increíble, siguió un cierto apego a la elaboración del producto hasta más allá de la mitad del siglo XX, cuando el porvenir de este negocio se desplomó debido a la mala planificación de los productores, a la mala ejecución de programas federales en apoyo al campo y a la precaria tecnología productiva por parte de los pequeños productores ejidales.

A pesar de todo, la singularidad de la elaboración y venta del pulque, aunque en baja escala, sobrevivió y siguió siendo una forma de garantizar la manutención de gran parte de la población dedicada a las labores del campo en la región de Apan, como en otros lugares de producción pulquera, cuando llegaron las crisis económicas. Todo el universo de estas formas de producción agrícola, convivencia social y expresiones culturales se mantuvo en la memoria de la población de los Llanos de Apan; una cultura tradicional que ha sobrevivido gracias a la tenacidad de las costumbres heredadas por el saber ancestral de la figura mítica del maguey y de su bebida espirituosa que hoy día resurgen para quedarse.

NOTAS

1 Virginia Guedea. La insurgencia en el Departamento del norte, México, UNAM / Instituto Mora, 1996, p. 13.

2 Manuel Payno, Los bandidos de Río Frío, México, Tomo, 2006.

3 Margarita Crispín Castellanos, “El consumo del pulque en la ciudad de México durante el Porfiriato, 1880-1910”, en Cuadernos para la historia de la salud, México, Secretaría de Salud, Dirección General de Recursos Materiales y Servicios Generales/Centro de Documentación Institucional/Departamento de Archivo de concentración, p. 19.

4 Mario Ramírez Rancaño, Ignacio Torres Adalid y la industria pulquera, México, UNAM–Plaza y Valdés, 2000

5 Virginia Guedea, Op. cit., pp. 18-19.

6 Calderón de la Barca, Madame [Frances Erskine Inglis de Calderón de la Barca], La vida en México durante una residencia de dos años en ese país (1839-1842), México, Porrúa, 2003, pp. 131-145.

7 Manuel Payno, Memoria sobre el maguey mexicano y sus diversos productos, México, Imp. Boix, 1864, p. 36.

8 Representación que dirigen a la Legislatura del estado de México los propietarios de las fincas de pulques residentes en la capital de la República, México, Imprenta de García y Torres, 1868.

9 Rodolfo Ramírez Rodríguez, “La importancia de la carga de pulque en los Ferrocarriles Nacionales de México 1890-1930”, Mirada ferroviaria, núm. 35, enero-abril de 2019, pp. 4-16.

10 Ramírez Rancaño, Op. cit., pp. 123-169.

11 Rodolfo Ramírez Rodríguez, La querella por el pulque. Auge y ocaso de una industria mexicana, 1890-1930, México, El Colegio de Michoacán A.C., 2018.

12 Ricardo Rendón Garcini, Dos haciendas pulqueras en Tlaxcala, 1857-1884, Gobierno de Tlaxcala-UIA, 1990.

13 Juan Felipe Leal y Mario Huacuja Rountree, Economía y sistema de haciendas en México. La hacienda pulquera en el cambio. Siglos XVIII, XIX y XX, México, Era, 1984, pp. 96-97.

14 Leovigildo Islas Escárcega, “Apan”, en Artes de México, número especial, Haciendas de México, núm. 79-80, México, 1966, p. 9.

15 Ibid., p. 10

16 Leovigildo Islas Escárcega, “Las haciendas pulqueras”, en Artes de México, Revista-libro, Maguey, num. 51, México, año 2000, p. 49.

17 Pedro e Ignacio Blásquez, Tratado del maguey, Puebla, Imprenta de Narciso Bassols, 1897, pp. 42-47.

18 Islas Escárcega, “Las haciendas pulqueras”, p. 50.

19 Blásquez, Op. cit., p. 24

20 Ibíd., p. 35.

21 Islas Escárcega, “Apan”, p. 11.

22 Ibíd., p. 12.

23 Ibíd., p. 12.

24 Victoria Novelo y Augusto Urteaga, La industria en los magueyales, Trabajo y sindicatos en Ciudad Sahagún, México, Nueva Imagen, 1979, p. 92.

Rodolfo Ramírez Rodríguez
Posgrado de Ciencias en Biodiversidad y Conservación, UAEH
Estancia posdoctoral Conacyt

Revista Sin Permiso

Michael C. Behrent, doctor en Historia por la Universidad de Nueva York, especialista en el pensamiento francés de los siglos XIX y XX, es profesor en la Appalachian State University (Carolina del Norte).

Brian Rosenwald, historiador de los medios de comunicación, es investigador residente y profesor de la Universidad de Pensilvania, en la que estudió antes de doctorarse en la Universidad de Virginia. También es investigador de la sección “Whistlestop” de la revista Slate, y editor de la sección “Made By History” del diario The Washington Post.
Jiore Craig, es vicepresidenta y directora de prácticas digitales de la empresa de sondeos políticos Greenberg, Quinlan y Rosne. Está especializada en ámbitos como el análisis comparado de la opinión pública y la opinión digital, la detección y respuesta rápida a la desinformación o la adopción de estrategias convencionales de campaña a plataformas de difusión digital
Tommasso Grossi, periodista italiano especializado en el análisis del mundo digital, colabora el diario "il manifesto" y en el semanario "L´Espresso".
Giacomo Antonelli, periodista italiano especializado en el análisis del mundo digital, colabora el diario "il manifesto" y en el semanario "L´Espresso".

01/11/2020



«Joe Biden no será el presidente de un giro a la izquierda». Entrevista

Michael C. Behrent

A pocos días del escrutinio norteamericano y mientras el desenlace parece todavía muy por decidir, el historiador Michael C. Behrent repasa el duelo entre esas dos Américas, la de Donald Trump y la de Joe Biden.

Rara vez una elección se ha visto tan escudriñada hasta este punto en todo el mundo. Detrás del duelo entre Donald Trump, actual presidente de los Estados Unidos, y Joe Biden, antiguo vicepresidente de Barack Obama, está en juego el enfrentamiento entre dos Norteaméricas probablemente irreconciliables. Michael C. Behrent, historiador norteamericano que enseña actualmente en la Appalachian State University (Carolina del Norte), nos desvela su análisis de la situación. Recoge sus declaraciones el periodista Kévin Boucaud-Victoire para el semanario francés Marianne.



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¿Hasta dónde llegarán los medios conservadores para ayudar a Trump la noche de las elecciones?



Brian Rosenwald

Esta semana hemos estado analizando en The Gist [“El meollo”, sección de la revista digital Slate] la cuestión de lo que sucederá si la noche electoral se convierte en quincena electoral. Pero una buena parte de ello se cifra en quiénes estarán tratando de lograr que no te creas los resultados de las elecciones. Para proporcionarles una guía como espectadores y oyentes de lo que pudiera ocurrir, hemos hablado con Brian Rosenwald, autor de Talk Radio’s America: How an Industry Took Over a Political Party That Took Over the United States [“La radio de tertulias: como un sector económico se apoderó de un partido político que se apoderó de los Estados Unidos”]. Una parte de esa entrevista es la que figura transcrita a continuación, editada y condensada por razones de extensión y claridad. - Mike Pesca, Slate.

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Depresión del votante, depresión del voto. Entrevista

Jiore Craig

Jiore Craig es vicepresidenta y directora de prácticas digitales de la empresa de sondeos políticos Greenberg, Quinlan, Rosnera. Se ha especializado en diferenciar entre el sentimiento expresado en el mundo digital y la opinión pública más general. La entrevista, realizada por Molly Boigon, periodista de investigación de la revista judía norteamericana Forward, se ha editado por mor de la extensión y claridad.

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Así favorece Facebook a la derecha

Tommasso Grossi, Giacomo Antonelli

e acercan las elecciones norteamericanas y está claro a favor de quién se alineará Facebook. En los pisos altos de Menlo Park, las relaciones políticas y personales con los republicanos parecen confirmar la intención de Facebook de promover no sólo la victoria de Donald Trump, sino de toda la derecha norteamericana. El “prejuicio conservador” de Facebook denunciado por los demócratas está dando ventaja a las burbujas de información de derechas, permitiéndoles incluso actividades consideradas ilícitas por la misma plataforma. Lo sugiere el análisis de los mensajes que han recibido más interacción en Facebook en los Estados Unidos: calculando la frecuencia con la cual las páginas de derechas acaban en lo más alto de la clasificación se puede tener una idea de quién domina la plataforma. La página del comentarista político Ben Shapiro ha estado entre las primeras diez en 110 ocasiones, mientras que la CNN, la página no conservadora que ha tenido más éxito, sólo en 22 ocasiones. Existe una explicación del resultado de Shapiro. Su sitio digital, antaño responsable de contenidos racistas, recibe apoyo y patrocinio de páginas extremistas que Facebook debería controlar, por no decir eliminar.

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Revista Sin Permiso. La autora y activista Naomi Klein nos habla de su vida en la izquierda, de la emergencia climática y de cómo la Covid-19 está exponiendo los límites del neoliberalismo –y creando oportunidades para organizarse en su contra–. Esta entrevista tuvo lugar en el podcast de Grace Blakeley A World to Win, es posible suscribirse en iTunes y dar soporte al programa en Patreon. Fue entrevistada por Grace Blakeley.

Naomi Klein es una de las escritoras de izquierdas más prominentes del mundo. Sus libros No logo y La doctrina del shock se convirtieron en críticas definitorias de nuestro sistema social durante los consumistas noventa y de las desastrosas consecuencias del crac económico de 2008.

Durante los últimos años, Klein ha estado más asociada a la lucha contra el cambio climático. Sus libros de 2014 Esto lo cambia todo: el capitalismo contra el clima y de 2019 On fire: The Burning Case for the Green New Deal han buscado llevar a la actualidad la cuestión de la urgencia de la crisis que afronta el planeta y la necesidad de soluciones políticas radicales para hacer frente al desafío.

En esta entrevista habla de ambos temas con Grace Blakeley de Tribune y también deja entrever su camino hacia las políticas de izquierdas, su punto de vista sobre las elecciones presidenciales de Estados Unidos del 2020 y la cuestión de la reconstrucción del movimiento laborista frente a la crisis de la Covid-19.



Clima y elecciones en Estados Unidos

En CNBC News, esta semana había una noticia donde se contaba que el hemisferio norte habrá pasado el verano más cálido registrado. El período de junio a agosto fue 2.11 grados Fahrenheit, más o menos un grado Celsius, más cálido que la media del hemisferio norte, cosa que lo hace el segundo agosto más cálido desde que se empezó a registrar ese dato en 1880. Da bastante miedo la noticia ¿no?

Da mucho miedo porque estamos perdiendo el hielo del Ártico a un ritmo alarmante. Creo que donde es más preocupante, en relación a donde hay más calentamiento, es cuanto más al norte vamos. Solamente vemos temperaturas asombrosamente cálidas en el Ártico. Y obviamente cuando se pierde hielo, el nivel del mar sube y eso tiene un impacto global enorme y no lo recuperamos.

Como dice mi amigo Bill McKibben, hemos roto una de las características más importantes del mundo, el Ártico. O sea que sí, vamos mal. Y obviamente, los incendios forestales son un síntoma de ello. Las tormentas, este puño de huracanes simultáneos que están golpeando la costa sur de Norteamérica son otro signo de ello y el Caribe también. Así que ya estamos en ello. Definitivamente ya estamos en ello.



Había otra parte del artículo, donde se mostraba que la temperatura en Death Valley había alcanzado los 130 grados Fahrenheit [54 ºC], una de las temperaturas más altas jamás registradas en el planeta.

Sí, estuve en esa zona el verano pasado y a 118 grados [48º C] hacía un calor insoportable. Además, estamos perdiendo ecosistemas realmente únicos. Los árboles de Josué, otros paisajes mundiales, están ardiendo en llamas. Esa temperatura récord está en el contexto en que estamos viendo esos incendios descontrolados. Solamente en los últimos días, cinco de los incendios forestales más grandes de la historia de California estaban activos al mismo tiempo. Es decir que el calor tiene mucho que ver. No es el único factor. Hay otros factores implicados en la razón del descontrol que se está dando, incluido cómo se han gestionado los bosques.

Eso es lo raro de Donald Trump, a menudo acierta un poco. Fue a California y dijo que no era por el aumento de las temperaturas. No es por el cambio climático. Es por la gestión de los bosques. Es absolutamente por las temperaturas cálidas y por la falta de humedad, pero parte de lo que lo empeora es que se ha borrado y se ha dejado de contar con el conocimiento indígena en California y en tantas otras partes del mundo.



Los pueblos indígenas solían involucrarse en lo que se llama fuegos culturales o fuegos controlados –es una manera de cuidar el bosque permitiendo que haya algo de fuego que formaría parte de un ecosistema sano–. El ecologismo ha tendido a mirar al bosque como si de un museo se tratara, que no cambie nada de nada. Y ha habido mucho miedo al fuego también, al tiempo que ha habido más desarrollo descontrolado. Así que si asusta perder hogares, que en primer lugar nunca deberían haber sido construidos en zonas de fuego, entonces no se puede tolerar ningún tipo de fuego.

Ha habido un aumento de lo que llamamos combustible. Lo que en realidad es solamente madera muerta, escombros. Según como lo veo, si estás haciendo una hoguera, tienes que tener pequeños pedacitos de leña menuda o astillas, quizás algo de papel, los leños pequeños, y enciendes el fuego con una cerilla. Se enciende y añades los leños más grandes. Así que hay un fallo en dejar que el fuego se lleve los escombros.

Hay insectos vinculados al cambio climático que no mueren de manera cíclica, han estado comiendo madera, han estado comiendo árboles y dejando tras ellos muerte. Ahora hemos tenido una plaga de polillas que hacen eso. Así que hay mucho combustible. Eso es lo equivalente a los pedacitos de leña menuda o astillas si imaginas cómo preparar una hoguera. Y entonces el calentamiento es la cerilla, el calentamiento llega y todo estalla. Y así es como estamos ahora.

¿Cuánto crees que se va a tener en cuenta la cuestión en la campaña electoral presidencial? Crees que la escala de desastres que estamos viendo este año, incluso con Trump descartando la idea de que tenga nada que ver con el colapso del clima, va a afectar básicamente a que la gente empiece a prestar atención y a influenciar su comportamiento de voto.

Creo que si Biden sigue con el mensaje que ha estado transmitiendo solamente estos últimos días podría tener mayor impacto porque las encuestas señalan que los votantes están muy preocupados por el cambio climático.

El mayor cambio de los últimos dos años, pero especialmente del último año y medio, lo vemos al preguntar a los votantes del Partido Demócrata que dijeron que les importaba el cambio climático como para que estuviera en la lista de cuestiones que les preocupan. Es un poco raro hacer encuestas de ese tipo, preguntarle a la gente qué les importa más, la atención sanitaria o el empleo, ¿el empleo o el cambio climático? Así la gente hace esas listas ridículas como si todas esas cuestiones no estuvieran relacionadas entre sí, pero en esa encuesta, cuando se les pidió a los votantes demócratas que dijeron que les importaba el cambio climático que pusieran las cuestiones que les preocupaban en una lista por orden, lo pusieron al final confiadamente, en el puesto 19 o 20. Eso ha sido así desde hace ahora ya una década.

Pero los últimos dos años ha ido subiendo sigilosamente hasta el punto de que al llegar las primarias de los demócratas se disputaba ser el tema de principal preocupación junto con la atención sanitaria. Y también está en una posición muy alta en la lista de los independientes y de muchos republicanos. Así que es un tema importante. Definitivamente hay una sensación de urgencia y especialmente cuando las personas están teniendo que vérselas con algo nunca antes visto. Recuerdo estar en Misisipi, un estado republicano como el que más, después de que el huracán Katrina golpeara la Costa del golfo de Estados Unidos y encontrarme con republicanos que decían “Claro que esto es por el cambio climático. Construimos nuestra casa aquí porque sabemos dónde está la altura máxima de la marca de agua y el agua nunca había llegado a esa altura antes.”

Así que cuando la gente lo vive, cuando saben que nunca ha habido un incendio como ese antes, saben que nunca ha habido una tormenta que haya aumentado de ese modo antes, está causando impacto en sus vidas, entonces evidentemente que tienen una sensación de urgencia respecto al tema. Creo que ha habido un mensaje inteligente por parte de la campaña de Biden en comparación con el mensaje muy enfocado en los suburbios de Trump: Antifa viene a por los suburbios, quieren destruirlos. Y, mientras tanto, lo que realmente está destruyendo los suburbios no es el movimiento Antifa, son los incendios forestales por toda la zona del Noroeste del Pacífico. Son esas marejadas ciclónicas.

Creo que se está mandando un mensaje inteligente. Espero que siga adelante con él. A menudo se ven algunos mensajes buenos de los demócratas centristas y entonces se asustan y lo dejan. Les dicen que están politizando los desastres y entonces pierden el coraje y reculan. Espero de verdad que no lo pierdan nunca porque es un mensaje ganador.

¿Y qué sucede con la política actual? Biden tiene ese plan de 3 millones por el clima que está acaparando los titulares, y he visto alguna referencia en positivo en los medios progresistas e incluso de gente que daba apoyo a Bernie y a otras candidaturas. ¿Crees que va a ser tan transformador como parece?

Creo que la respuesta corta es no, no si se les deja que hagan lo suyo. Y si te soy sincera, no les he prestado muchísima atención tampoco. Obviamente que estoy siguiendo lo que se dice desde la campaña de Biden, pero supongo que llevo suficiente tiempo viendo campañas electorales como para saber que hay una gran diferencia entre lo que un central demócrata va a decir durante la campaña electoral y lo que hará una vez elegido.

Miran las mismas encuestas que yo. Entienden que es un tema ganador que atraviesa las divisiones partidarias, que resuena en los suburbios enriquecidos y al mismo tiempo en las comunidades y ciudades empobrecidas. También entienden que hay un ala joven muy movilizada de su partido representada por el Sunrise Movement, entre otros, que van a hacer de sus vidas un infierno si no dicen algunas de las cosas que tocan.

¿Quiere decir eso que nos traerán el Green New Deal de nuestros sueños? De ninguna manera. No significa eso. Quiere decir que entienden que ese es un mensaje electoral ganador, que es peligroso no ofrecer algo al ala progresista del partido, pero lanzan mensajes contradictorios. Biden también está dando discursos sobre cómo de ninguna manera va a prohibir el fracking porque se han autoconvencido de que es la manera de ganar Pennsylvania.

Y creo que la medida real de lo que podemos esperar se ve en de quién se rodea Biden y a quién acaba nombrando. En mi opinión, un signo de esperanza es que el movimiento de la justicia climática no ha tomado una posición de esperar y ver, cosa que fue uno de los grandes errores que cometimos con Obama.

Con Obama creo que hubo un consenso muy fuerte alrededor de un ala en el Partido Demócrata que apoyaba lo que yo llamo “démosle al tipo una oportunidad”. Por muy escandaloso que fuera lo que hiciese Obama –ya fuere hacer campaña hablando de cómo iba a rescatar Main Street de Wall Street y entonces se ve claro que le está aconsejando Larry Summers– incluso así había esa idea de “Démosle una oportunidad; quizá en ese juego de ajedrez tridimensional que está jugando, está lanzando el mensaje de ‘mantener a Wall Street tranquilo’, pero es que en realidad va a hacer eso”.

Y creo que hemos aprendido la lección a las malas: no se le puede dar ninguna oportunidad. Debemos seguir presionando en todos los sentidos. Se han mandado cartas firmadas por una gran cantidad de líderes medioambientales, avisando a la administración de Biden de que no nombre a gente con lazos con el sector de los combustibles fósiles para cargos clave en la energía, que es lo que hizo Obama.

La gente está intentando adelantarse y dejar claro que no estaremos satisfechas con que simplemente se digan cosas bonitas durante la campaña, que nos importa a quién nombre, de quién se rodee. Sea como sea esa va a ser la presión a la que va a estar sometido. Pero estoy del todo convencida de que es imperativo que nos deshagamos de Trump, de que lleguemos a un terreno en que esos debates importen.

Ni siquiera nos molestamos en presionar a Trump porque sabemos que no es posible presionarlo. Y evidentemente no en relación a un Green New Deal, es un callejón sin salida. Así que necesitamos llegar a un terreno en el que podamos tener algo de poder y necesitamos aprender de los errores de los años de Obama, en que sinceramente, malgastamos la primera parte de la presidencia de Obama dándole una oportunidad a sus varios amigos. No fue hasta la segunda parte que empezamos a ver desobediencia civil masiva, ya fuese en el movimiento contra el cambio climático con la campaña Anti-Keystone XL y la campaña de Dakota Access Pipeline en Standing Rock o el movimiento de Black Lives Matter, el movimiento de los Dreamers y el movimiento de los derechos de los migrantes.

La gente salió a las calles y se manifestó contra la administración de Obama, ejerció la desobediencia civil y mostró alternativas fuertes. Fue cuando empezamos a ver algo de movimiento y a obtener políticas medio decentes. Obviamente ahora ya no tenemos tanto tiempo. Así que lo que obtengamos de Biden va a depender de lo que exijamos en el período de transición y desde el primer día. Eso asumiendo que acabemos en lo que ahora representa la mejor posibilidad que es que Biden gane.

Una vida en la izquierda

Tu libro No Logo fue como un oasis en el desierto neoliberal que había antes de la crisis financiera, durante el movimiento altermundista. En esa época, hiciste un documental, The Take, sobre una fábrica tomada por los trabajadores en Argentina. Luego vino La Doctrina del Shock, que salió en vísperas de la crisis financiera y que probó que su tesis principal era correcta. Desde entonces has publicado varios más, incluidos Esto lo cambia todo y tu libro más reciente: On Fire: The burning case for the Green New Deal.

¿Nos puedes contar un poco sobre cómo te ves implicada en todo eso? ¿De dónde salió tu decisión de querer empezar a escribir, de querer adentrarte en el activismo?

Bueno, yo siempre escribí. Me vi a mí misma como escritora o quise escribir antes de verme como activista. De niña escribía mucho. Escribí mucha poesía mala, llené muchísimas libretas, me encantaba escribir, me encantaba leer y crecí en una familia de activistas. Mi madre se dedica a hacer documentales. Ella formó parte del primer estudio de películas de mujeres, creo que del mundo, llamado “Studio D” en Canadá. Mis padres eran activistas contra la guerra. Vinimos a Canadá porque mi padre no quería ir a Vietnam. Mi abuelo entró en la lista negra por ser sindicalista. Trabajó para Walt Disney como animador, ayudó a organizar la primera huelga de animadores y entonces lo echaron y lo metieron en la lista negra.

Resumidamente así es como crecí. Además, mis abuelos formaron parte del movimiento Back to the Land en New Jersey, donde formaron parte de la creación de ese tipo de comuna llamada Nature Friends, donde Paul Roberson, Pete Seeger y Woody Guthrie actuaron. Nos fue una cultura muy presente mientras crecíamos. Aunque yo personalmente me avergonzaba muchísimo de ello porque crecí en los 80. Pensaba que en general era algo horrible.

Pero de alguna manera me caló, a través de la familia y demás. Luego cuando fui a la universidad, empecé a escribir para el periódico del campus y me impliqué en la política por lo que iba sucediendo. En mi primer año en la universidad hubo una masacre espantosa en una universidad de mi ciudad, Montreal. En ese momento, creo, fue el peor tiroteo masivo de la historia de Canadá, con un tirador que entró en una escuela de ingeniería donde creía que se le había discriminado por ser hombre. Era como un incel antes de tiempo. Eso fue en 1989, separó a los hombres de las mujeres en la escuela de ingeniería, puso a las mujeres en fila frente a una pared y les dijo “sois todas una panda de malditas feministas” y mató 14 mujeres y luego se pegó un tiro.

En ese momento, en estado de shock, encendimos las radios y televisiones y oímos un mar de comentaristas hombres diciendo que no tenía nada que ver con el feminismo ni con las mujeres ni con la misoginia. Fue una locura. ¿Os suena? Ese tipo de acontecimiento te da una patada en el culo, sobre todo a mí, porque crecí en ese contexto y hasta entonces realmente había intentado no participar. Mi hermano era el gran activista. Yo solamente quería ser escritora y no destacar demasiado y de repente me encontré a mí misma moderando reuniones y recurriendo a esas capacidades que no era consciente que poseía, pero que sí que tenía porque crecí en un hogar donde había reuniones políticas en la sala de estar. Así fue como empezó todo para mí.

Tu carrera empezó como crítica de la globalización neoliberal. Nos puedes contar un poco sobre cómo tu crítica sobre lo que los liberales llamarían el orden mundial bajo el mandato de la norma se ha desarrollado desde los años 90 y concretamente, ¿crees que estamos entrando de alguna manera en una fase de des-globalización?

No sé exactamente en qué fase nos encontramos. No creo que nadie lo sepa. Pero estamos en una nueva fase y creo que Trump ha marcado una era diferente en la que ciertamente ha nacido un nuevo tipo de proteccionismo. Pero no creo que esté ni mucho menos en conflicto con el orden de mercado neoliberal como a él le gustaría que creyéramos. Del mismo modo creo que a Johnson le gusta posicionar al Partido Conservador como una incomodidad para los globalizadores y demás.

Creo que han aprendido a beneficiarse de la profunda crítica que el régimen del mercado representa en términos de desindustrialización, el vaciado de economías y la precarización del empleo. Y entienden que su base electoral piensa en eso. Por eso encuentran maneras de, en general, hacer ver, diría yo, que hacen cambios en esa economía de mercado mundial. Dicho eso, creo que están habiendo cambios reales en los conflictos con China. Desconozco si realmente hay una razón detrás más allá de la voluntad de Trump de aferrarse al poder.

Pero para mí, en los 90, llegué a ello porque tenía una columna en un periódico de Canadá, el Toronto Star y edité una revista de izquierdas llamada This Magazine y estábamos haciendo muchos artículos sobre el impacto de ese régimen comercial en el empleo. Escribía tanto sobre los talleres en Indonesia, en las Filipinas, otras partes y eventualmente en China donde se fabricaban nuestros productos, como sobre el aumento de los McEmpleos. Todo eso aparece en No Logo.

Realmente surgió de tratar de entender cómo se fabricaban las cosas ahora, los objetos de nuestra vida y el aumento de lo que yo llamaba marcas vacías, esas marcas que no tienen sus propias fábricas. Entendiendo que no solamente se trataba de productos que estaban siendo fabricados sino que era una manera de concebirse de las corporaciones, principalmente no como productores de cosas sino como productores de ideas, de identidades, de tribus. Ese era el modelo de Nike y fue revolucionario en su momento –tener una empresa que parecía una empresa pero que se dedicaba básicamente a fabricar y vender zapatillas sin una sola fábrica de su propiedad–. Eso fue un nuevo modelo de negocio porque toda su competencia tenía su propia línea de producción y dio tanto beneficio que todo el mundo empezó a imitarlo.

Pero lo que trataba de retratar era cómo ese modelo de negocio cambió ambos el empleo y la cultura. Obviamente cambió el empleo porque lo precarizó y hace que la gente que hace las cosas sea menos importante para los actores poderosos porque se les emplea a través de una red de subcontratas. Si hay un problema en una fábrica, simplemente finalizan el contrato y se lo dan a otra, así los empleados tienen menos poder. Pero también cambia la cultura porque el producto es tu idea, tu identidad, así que se produce a través del marketing. Produces devorando esas manifestaciones y expresiones de esas ideas en el mundo real con patrocinios corporativos y demás.

Era una joven periodista, interesada en cómo la cultura joven estaba siendo devorada en ese período y No Logo fue un libro tanto sobre el empleo como sobre la cultura, un libro sobre cómo nuestra cultura estaba cambiando y Trump es producto de eso. Eso es algo que creo que es importante que entendamos; que Trump es la primera marca vacía jefe de estado.

Se podría argumentar que Berlusconi fue un ejemplo temprano de eso, pero Berlusconi en sí mismo no era la marca ¿no? Él posee una red entera de medios de comunicación y equipos deportivos y otros. Estaba metido en esos negocios pero la marca no era Berlusconi. En el caso de Trump, la marca es Trump y giró en torno a eso. Tradujo eso a su carrera política como presidente. Es bastante extraordinario a decir verdad.

Es increíble que escribieras La doctrina del shock y que se publicara en 2007 y que entonces, un año después, por toda Europa y Reino Unido viéramos como los gobiernos usaban esa crisis para imponer los costes del crac de la crisis financiera a las personas trabajadoras con la austeridad…

El capitalismo es un creador de crisis, como sabes, ¡así que no es tan increíble que hubiese una crisis! En realidad ese método se había ensayado por todo el mundo después de la crisis financiera asiática, después del colapso de la Unión Soviética, de la crisis del peso. De eso escribía en La doctrina del shock. Finalmente llegó a casa, al centro de poder de Wall Street.

Obviamente eso tuvo un gran impacto en los movimientos en los que has participado desde entonces. Mucha de la energía detrás de los momentos de Corbyn y de Sanders se puede, de una manera u otra, trazar hasta el movimiento Occupy Wall Street y las manifestaciones que salieron de la crisis financiera. ¿Qué te parece que son los restos del impacto de esa crisis en la izquierda?

En cierto modo creo que hay una línea continua que se puede seguir en muchos de esos movimientos y cómo son contados y cómo se procesan como si fueran hechos independientes. Como si no hubiera una conexión entre los movimientos altermundistas de principios de los 2000 y finales de los 90 y el movimiento Occupy, pero claro que la hay y que hay conexiones entre el movimiento por la justicia climática y Occupy y Bernie y Corbyn.

Con un poco de suerte aprendemos de nuestros errores y creo que los límites de los movimientos de las plazas, uno de ellos, fue que muchos no propusieron alternativas a este sistema fallido. Había un cierto fetiche por no hacer demandas –era un no pero no había un sí fuerte a lo que queríamos para sustituirlo–.

Hay excepciones a eso, pero creo que entre las personas que estuvieron metidas en la plaza Tahrir o en las protestas masivas en Grecia hay una cierta autocrítica honesta en relación a la incapacidad de hacer más a parte de decir que no. Has mencionado que estuve vinculada a ellos. Lo estuve, les daba mi apoyo y fui a Occupy en varias ocasiones y me encontré con activistas y fui a reuniones pero la verdad es que después de que saliese La doctrina del shock y del hundimiento de la economía mundial tomé la decisión de que no iba a seguir yendo a los sitios a hacer lo que de broma llamábamos con mi compañero Avi, “la ruta de os lo dije”, porque ya me estaban invitando a varios lugares para hacerlo.

Me llegaban invitaciones del tipo “Ven a España. Ven a Grecia. Ven aquí. Ven aquí” y cuéntanos sobre La doctrina del shock. Simplemente me pregunté ¿para qué? Porque la gente claramente ya lo entiende. El grito en las calles era “no vamos a pagar vuestra crisis” y fue esa rebelión increíble de la gente diciendo lo que estaba pasando. Esa fue una crisis creada por las élites. Creada por los bancos. El coste estaba siendo sistemáticamente trasladado a las personas menos responsables y más vulnerables. Estaba pasando en un país tras otro y la gente estaba resistiendo y nombrándolo. Ya estaba claro que solamente decir “no” no los iba a parar.

Estaba pasando de todos modos y entonces fue cuando decidí escribir Esto lo cambia todo: el capitalismo contra el clima, porque tomé la decisión coordinada de mantener un poco la distancia. Sentí con fuerza que necesitábamos un “sí” arrollador, una visión realmente transformadora de qué tipo de mundo queríamos. No quiero usar la palabra “solución” porque no creo que sea así de sencillo. Sería un proceso de reparación de esas grietas interseccionales, las grietas del mundo físico, lo que le hemos hecho al mundo físico con el cambio climático, con tantas otras crisis ecológicas, el legado de 40 años de austeridad y las grietas de nuestras infraestructuras de atenciones y las grietas simultáneas del sistema penitenciario estatal, que está estrechamente atado a toda la falta de inversión en las partes del estado que de hecho ayudan a la gente.

Esa es mi manera de ver el New Green Deal y lo hemos nombrado de muchas maneras. Cuando escribí Esto lo cambia todo cité a la negociadora del cambio climático Angelica Navarro. Ella también era la embajadora de la OMC que pidió un Plan Marshall para el planeta tierra con la misma idea. Creemos empleos y luchemos contra las alteraciones del clima al mismo tiempo. Vamos a pagar de vuelta por el colonialismo y el esclavismo. Esas son las palabras que dan miedo pero eso es lo que tenemos que hacer.

Recuerdo estar en Europa cuando estaba investigando para Esto lo cambia todo y reunirme con Alexis Tsipras y gente de Podemos. Tsipras me dijo literalmente “A nadie le importa ya el medio ambiente. Solamente les importa la economía”, a lo que le respondí que “tu trabajo es hacer que les importe. No les importa porque creen que tienen que elegir y no tienen porqué hacerlo. Es posible. Necesitamos una visión para crear empleo y resolver la crisis del clima al mismo tiempo. Ese es el camino de salida de la crisis”. Lo descartó sin considerarlo.

Oímos un discurso similar en ese momento, recuerdo a Pablo Iglesias diciendo “La gente no se puede preocupar por el cambio climático cuando no tiene comida que llevar a la mesa”, y pensé: no les hagas elegir. Como sabes, Grace, la idea general de un Green New Deal o como lo quieras llamar es que se le diga a la gente “podemos crear trabajo que pueda mantener a las familias que al mismo tiempo cure al planeta y que nos permita dejar a un lado los combustibles fósiles”.

Eso fue una oportunidad perdida y una oportunidad perdida a nivel mundial pero hay que ser autocríticas y por eso creo que ahora hay una generación de organizadoras por la justicia climática y activistas y políticos insurgentes que comprenden la gravedad de ese error y están finalmente haciendo una campaña con esa visión interseccional. Lo que yo estuve haciendo en ese período era figurar lo que finalmente se convirtió en nuestro plan, que lanzamos inicialmente en Canadá, el Leap Manifesto, hace exactamente cinco años.

La crisis de la Covid

Estamos ahora en medio de esta crisis mundial masiva generada por el Covid-19. ¿Crees que estamos a punto de aprender otra lección de las políticas de La doctrina del shock? ¿o eres más optimista y crees que vamos a conseguir aprovechar este momento para propulsar un cambio real basado en el hecho de que tenemos unas políticas formadas más alrededor de la idea de lo que llamas más bien un sí y no tan un no?

¿Podría el Green New Deal ser nuestro “sí” en este momento que podemos luchar y promover en vista de una crisis que causará tanto sufrimiento y que requerirá de una completa resintonización en tantas partes de nuestros sistemas económicos y sociales?

Debería serlo y creo que necesitamos una visión tan expansivo como sea posible, que realmente aúne los movimientos porque también estamos en medio de lo que se está llamando un ajuste de cuentas racial, una revuelta por la justicia racial. Algunas personas empiezan a hablar de Black (negro) y Red (rojo) New Deal y Green New Deal. Me gusta ese marco porque creo que hay mucho trabajo que hacer para tejer redes entre esos movimientos y recoger las peticiones, las peticiones transformadoras de todos los movimientos incluido dejar de financiar la policía y restar del sistema penitenciario estatal e invertir en la infraestructura de las atenciones.

Necesitamos estar informadas por el movimiento feminista en esto para que tengamos un Green New Deal tan expansivo como sea posible, que realmente resuene en tanta gente como sea posible y que luche para que sea posible. No se trata solamente de ser políticamente correctas y de cumplir con todos los requisitos. Se trata de: ¿cómo se construye una coalición ganadora? ¿Cómo alentas a las personas para luchar por algo? Porque como hemos dicho al principio, hemos perdido luchas en que quizás tuvimos una oportunidad para tener gobiernos que lo entendieran. Nuestros mejores escenarios son un Partido Laborista centrista y un Partido Demócrata centrista en los gobiernos.

Necesitamos movimientos sociales unidos bajo ese “sí” y una base realmente alentadora, una población de gente para luchar por ello e implementarlo a nivel local. ¿Necesitamos fijarnos en qué ciudades controla el Partido Laborista? ¿Por qué no se puede hacer mucho más en ese sentido en Londres por ejemplo? ¿O en Manchester? Y lo mismo en Nueva York, San Francisco y Los Ángeles. Esas zonas donde no se puede culpar solamente a Johnson y a Trump.

Supuestamente tenemos algo de poder en esos sitios y no ha sucedido lo suficiente –y eso importa porque la mayoría de gente vive en las ciudades–. Así que si ven que su calidad de vida mejora cuando se aprueban algunas de esas políticas, entonces los argumentos de la derecha que tan poco ayudan al medio ambiente, empiezan a caer por su propio peso porque la gente ve y experimenta otra cosa en su día a día, no deben elegir.

¿Ahora que, como dices, estamos viendo candidaturas centristas recuperar los partidos de EUA y Reino Unido, ves más viable el camino a conseguir realmente un Green New Deal? Hemos hablado un poco sobre la importancia de que los movimientos sean más radicales en esos temas. Al final vamos a necesitar legislar. Eso es un problema de acción colectiva gigante. ¿Ves un camino a ese nivel tanto de cambio legislativo, como también con la habilidad de unir en un objetivo a nivel de recursos colectivos que vamos a tener que abordar el problema ahora que esas insurgencias de izquierdas han sido vencidas?

Bueno, es mucho más difícil. Pero hubiese sido difícil en cualquier caso porque la verdad es que lo que hemos vivido durante las campañas, en términos de las incansables campañas de desprestigio contra Corbyn y contra Sanders y la realidad de que una parte significativa del Partido Laborista claramente preferiría a Johnson antes que a Corbyn y de que una parte de los centristas democráticos prefieren arriesgarse con Trump antes que con un presidente socialdemócrata, significa que lo que obtuvimos fue solamente el más mínimo vislumbro de cuán dura hubiese sido la lucha si hubiesen ganado. No hubiese sido fácil e igual hubiese sido un fracaso.

Esa es otra ruta de la que estamos hablando que requeriría de una gran movilización mundial. Cuando hablamos de presión del movimiento social, si nos fijamos en lo que sucedió durante los años 30 cuando Roosevelt era presidente, lo que pasaba en la izquierda de Estados Unidos fue simplemente extraordinario. Hubo más huelgas año tras año. Una creería que, cuando ganas seguridad social y seguros de paro y rompes con los bancos, la gente no verá necesaria una huelga general, pero fue entonces cuando la hicieron.

Mi amigo Raj Patel montó un gráfico que muestra los paros laborales durante los años 30 y lo que se ve es que a medida que se desarrollaba el New Deal, el número de huelgas aumentó bruscamente. El punto más alto fue 1937, el New Deal empezó el 1933. En ese momento se estaban parando ciudades enteras y puertos y demás. No era una simple manifestación. Eran poblaciones movilizadas y por eso Howard Zinn diría “Sí, preocuparos por a quién votáis cuando estéis en el colegio electoral, el resto del tiempo, construid poder”.

Son legados complicados y tenemos que aprender tanto de los fracasos como de los éxitos. Sí lo veo posible. Es muy difícil y se trata de aprender que tenemos que construir a partir de los escombros del neoliberalismo. En cierta manera, creo que igual hemos sido demasiado ingenuas al pensar que podríamos haber hecho eso de arriba a abajo. Porque Corbyn y Sanders, si hubiesen ganado, no hubiesen tenido poblaciones organizadas como las tuvo Roosevelt porque no podemos reconstruirnos de 50 años de ataques contra los movimientos obreros tan rápidamente. Así que el paisaje es diferente y ese es un trabajo que tenemos que hacer desesperadamente.

Para volver a lo que preguntabas sobre la pandemia y cómo podemos potencialmente ganarla, creo que una de las cosas que la pandemia ha hecho es mostrar a millones de trabajadoras que han sido tratadas como lo más desechable, que ellas y ellos son, de hecho, las trabajadoras más esenciales de nuestra economía. Han sido etiquetadas como trabajadoras y trabajadores esenciales y si te fijas en quienes son, es la clase obrera, son las personas que mantienen las luces encendidas, las que reparten el correo, las que cuidan a las personas mayores. Sabemos de quién estamos hablando. Hablamos de la gente que hace que el mundo funcione.

Quiero ser cautelosa en cómo digo esto porque creo que muchas de esas trabajadoras sabían cuán importante era su trabajo. Pero mira, la ideología neoliberal es una fuerza poderosa. Así que ahora las trabajadoras y trabajadores de Amazon saben cuán importante son para mantener alimentada y vestida a la gente. Creo que ahí es donde no se va a parecer a los años 30, lo que significa el trabajo esencial. Se está organizando online y en persona, pero eso son nuevas herramientas que se están organizando.

Creo que hay distintas palancas en una era de capitalismo distinta, pero esa es nuestra esperanza; yace en las trabajadoras esenciales a las que tan mal se ha tratado. Ya sean enfermeros a quienes se ha mandado trabajar con pacientes con Covid sin lo que necesitaban para mantenerse a salvo a ellas mismas y a sus familias, hay tantas trabajadores encolerizados ahora mismo, con toda la razón y el derecho a estarlo. Y ahí yace poder si lo podemos movilizar.

Fuente:

https://tribunemag.co.uk/2020/09/naomi-klein-we-have-to-rebuild-from-the-wreckage-of-neoliberalism

Traducción:Júlia Sanchón Soler

Revista Sin Permiso

Carlos Abel Suárez es miembro del comité de redacción de 'Sin Permiso'.

Fue notable la repercusión mundial en la prensa y en las redes de la noticia de la muerte de Quino. No es fácil explicar en pocas líneas la universalidad del creador de Mafalda, un dibujante sencillo que rehuía las entrevistas y la promoción personal. Daniel Divinsky, su editor y amigo de décadas dijo estar conmovido por esa repercusión mundial, esa respuesta a la asociación de dos palabras - Quino y Mafalda – que cuatro generaciones de lugares tan diversos ven sacudidas sus neuronas. Divinsky recordó algo que muchos leímos o escuchamos de Joaquín Lavado, Quino. La vigencia durante décadas de Mafalda, de sus personajes y de la mayor parte de su obra era vista con cierto pesimismo, “porque implicaba que no habían tenido ningún efecto sus críticas y que todo seguía tan mal en el mundo como cuando había hecho sus dibujos originales”.

En 1998 en su modesto departamento de Buenos Aires me contaba “no se dibujar caricaturas, por eso me meto con temas políticos intemporales, pero que parecen ser eternos”. Leía los periódicos, observaba la realidad, dialogaba con la gente común y era capaz de sintetizar y expresar situaciones e ideas complejas “Deslumbrado de todo lo que puede salir de la punta de un lápiz”, repetía y lo puso en boca del más pequeño de sus personajes.

Hijo de republicanos españoles, relataba con nostalgia y tristeza cuando sus padres pinchaban alfileres en un gran mapa de España, pegado en la pared del comedor, las posiciones de las tropas según llegaban las noticias por radio.



La obra de Quino no es panfletaria, pero su autor mantuvo hasta el final sus convicciones socialistas, democráticas y laicas.

Una resumidísima autobiografía, de Quino fue publicada por la revista Intramuros (Nº50, Madrid, enero 2020), en un suplemento dedicado a Mendoza, en enero de este año.

Aquí sus palabras:

Hola, soy Joaquín Salvador Lavado Tejón, pero para diferenciarme de un tío, desde chiquito me llamaron Joaquinito, luego Quinito y conforme fui creciendo terminé siendo Quino. Nací en Mendoza el 17 de julio de 1932, aunque por razones domésticas me inscribieron en el Registro Civil un mes después. Soy el menor de tres hermanos y mis padres era andaluces: él de Fuengirola y ella de Mijas, provincia de Málaga.

El barrio de San José del mendocino departamento de Guaymallén, donde crecí, era lo que hoy llamarían un vecindario cosmopolita. El carnicero era gallego, libanés el que vendía telas, italiano el panadero y así completaban un mundo que no tendría mucho más que treinta cuadras. En ese barrio me crie rodeado de parientes y vecinos, muchos de ellos luego compusieron varios de mis personajes.



Fue Joaquín Tejón, hermano de mi madre, quien no sólo me legó el nombre, sino también la vocación por el dibujo. Cuando yo tenía unos cuatro años mis padres fueron al cine y me dejaron al cuidado de Joaquín, quien para entretenerme me enseñó a dibujar. Él lo hacía muy bien, ya que era un consagrado acuarelista y trabajaba dibujando las carteleras de los cines para un periódico local. Quedé deslumbrado al descubrir todo lo que podía salir de la punta de un lápiz, una fascinación que varios años después pude expresar en una tira donde Guille le comentaba esa misma experiencia a su madre.

Mi primer «choque cultural» lo tuve cuando ingresé a la escuela primaria, porque yo hablaba en andaluz y mis compañeros no entendían nada de lo que decía. Por ejemplo, cuando contaba alguna anécdota de mi barrio y les decía: «Un tío venía caminando por la calle con una maleta e ingresó en una tienda...». Ellos me preguntaba, « ¿pero cómo, ese señor era tío tuyo?...», ¿qué es una maleta?» Así transcurrieron mis primeros años en Mendoza, entre mi familia y la escuela.

En la primera viví muy de adentro los horrores de la guerra civil española y de la Segunda Guerra Mundial. En la escuela, si bien no me gustaba mucho asistir, no la pasaba mal con mis compañeros, quienes me apreciaban mucho porque los ayudaba a dibujar los mapas para las tareas de Geografía. Gracias a eso, hasta el día de hoy me acuerdo perfectamente de los ríos y las montañas que existen en el mundo.



Después ingresé a la Escuela de Bellas Artes de Mendoza y tuve la suerte de conocer a dibujantes y grabadores magníficos, la mayoría de origen extranjero que habían llegado a nuestro país huyendo del hambre y la guerra, como el italiano Sergio Sergi. Pero duré poco porque me aburría de tanto dibujar jarrones y modelos. Hasta el día de hoy lamento no haber completado mi formación artística. De haberlo hecho, mi esfuerzo para terminar dibujando de una manera «aceptable» hubiera sido más fácil.

Perdí a mis padres cuando todavía era un niño y continué la vida junto a mis tíos y mis hermanos. Luego de vender algunos dibujos para campañas publicitarias en mi provincia, a los diecinueve años probé suerte en la ciudad de Buenos Aires. Allí recorrí las redacciones de diarios y revistas con poco éxito.

Al año siguiente regresé a Mendoza para hacer “la colimba” ("la mili"). Ahí tampoco la pasé bien y, aunque disfrutaba las prácticas de tiro, mi mayor orgullo fue dibujar el banderín del equipo de polo del regimiento. Terminada esa etapa, volví a vivir en Buenos Aires, donde en 1954 comencé a publicar mis dibujos y me enamoré de Alicia Colombo, con quien me casé en 1960.

Allí «nació» Mafalda y la mayoría de mis páginas de humor. A mediados de los años 70 la situación se puso muy difícil: los episodios de violencia política eran cotidianos, comenzaron los asesinatos y las desapariciones. La imagen de Mafalda y algunas de mis páginas de humor fueron adulteradas y usadas por grupos antagónicos que no expresaban mi pensamiento socialista, democrático y pacifista.

Recuerdo que en setiembre de 1975, desde el Ministerio de Bienestar Social, comandado por el siniestro José López Rega, quien dirigía la temible «Triple A», me pidieron autorización para usar a Mafalda en una campaña de prensa. Yo se la negué y, a los pocos días, un grupo de hombres armados llegaron en plena madrugada y destrozaron la puerta de ingreso a nuestro departamento. Por suerte esa noche no estábamos en casa, pero no nos libramos del susto. Inmediatamente pensamos en Mendoza como refugio.

Durante un par de meses estuve «guardado» en la casa de mi hermano mayor, que vivía con su familia en la ciudad de San Rafael. Mientras tanto, Alicia preparaba nuestro exilio en Milán, donde vivimos hasta el retorno de la democracia en 1983.

Ese año comenzaron nuevas esperanzas, porque, pese a las dificultades que pueda atravesar un país, la democracia es el único camino aceptable…

Hoy tengo ochenta y siete años y paso mis días rodeado de afectos familiares y visitado constantemente por mis amigos de Buenos Aires. He vuelto a disfrutar del canto de los pájaros, de sentarme sobre la «chipica», de sentir el olor a lluvia e hinojo después de esas espantosas tormentas de verano. ¿Se puede pedir algo mejor? ¡¡¡¡¡Muchas gracias!!!!!

Revista Sin Permiso. Julio Rodríguez es científico, biólogo, doctor en medicina molecular, psicólogo, escritor y divulgador.

Un nuevo estudio sugiere que el uso de mascarillas podría estar reduciendo la gravedad del virus y creando inmunidad, al igual que hacen las vacunas.

El uso de mascarillas podría estar creando inmunidad a la COVID-19 de manera indirecta. También podrían favorecer el contagio de un menor número de personas, así como la aparición de síntomas más leves tras el contagio. Esta semana, la revista New England Journal of Medicine publicaba estas interesantes conclusiones.

La afirmación es sorprendente, pero la explicación es totalmente lógica. El SARS-CoV-2, el virus que provoca la COVID-19, tiene la capacidad de causar innumerables manifestaciones clínicas, que van desde la ausencia total de síntomas, hasta neumonía, síndrome de dificultad respiratoria aguda y muerte.



Los datos virológicos, epidemiológicos y ecológicos han demostrado que el uso de la mascarilla protege de la infección. Pero además, en el caso de que esta se produzca, hace que los síntomas de la enfermedad resulten más leves. Esto es así porque uno de los factores que condiciona la gravedad de la enfermedad es la carga vírica recibida. Es decir, la cantidad de partículas víricas que producen el primer contagio.

En las infecciones víricas en las que las respuestas inmunitarias del hospedador desempeñan un papel predominante en la patogénesis vírica, como es el caso del SARS-CoV-2, las dosis altas de inóculo vírico pueden colapsar y desregular las defensas inmunitarias innatas, hecho que aumenta la gravedad de la enfermedad e incluso provoca la muerte.

Así pues, como el inóculo vírico es importante para determinar la gravedad de la infección por SARS-CoV-2, las mascarillas, al actuar como un filtro que reduce la carga vírica que llega a las vías respiratorias, atenuarían el impacto clínico posterior de la enfermedad, en caso de contagio.

De confirmarse dicho supuesto, el uso universal de mascarillas podría contribuir a aumentar la proporción de infecciones asintomáticas por SARS-CoV-2 o bien que la infección cursara con una sintomatología muy leve. A mediados de julio, se estimó que la tasa de infección asintomática con SARS-CoV-2 era del 40%. Sin embargo, ahora parece que las tasas de infección asintomática son superiores al 80%, en entornos con uso de mascarilla. Ello confirmaría esta hipótesis. Asimismo, los países que han adoptado el uso de la mascarilla en toda la población han reportado menores tasas de casos graves, hospitalizaciones y fallecimientos, hecho que sugiere un cambio de infecciones sintomáticas a asintomáticas.

Otros ejemplos



En un brote ocurrido en un crucero argentino cerrado, los pasajeros recibieron mascarillas quirúrgicas y el personal mascarillas de tipo N95. La tasa de infección asintomática fue del 81% (en comparación con el 20% en brotes anteriores en cruceros sin mascarillas). Además, en dos brotes recientes en plantas procesadoras de alimentos en Estados Unidos, donde todos los trabajadores recibieron mascarillas todos los días y se les pidió que las usaran, la proporción de infecciones asintomáticas fue del 95%, con solo un 5% de contagiados con sintomatología leve o moderada. Finalmente, las tasas de letalidad en países con mascarilla obligatoria en de toda la población se han mantenido bajas, incluso con en aquellos que han sufrido la segunda ola.

Mientras esperamos los resultados de los ensayos con vacunas, las medidas de salud pública que puedan frenar las infecciones graves y hacer que la proporción de infecciones asintomáticas por SARS-CoV-2 sea mayor contribuirán a aumentar la inmunidad de toda la población, con un menor número de casos graves y muertes. Tras más de 8 meses de circulación en todo el mundo, la reinfección por SARS-CoV-2 parece ser poco común. Por consiguiente, es probable que esta inmunidad creada por asintomáticos o con síntomas leves acabe por tener el mismo efecto que la vacunación, hecho que constituye una gran noticia.

Al final parece que el uso de la mascarilla resultará mucho más importante que lo que parecía al inicio de la pandemia.



Referencias:
Facial Masking for Covid-19 — Potential for “Variolation” as We Await a Vaccine. Monica Gandhi, M.D., M.P.H. y George W. Rutherford, M.D en The New England Journal of Medicine, 8 de septiembre de 2020.

Científico, biólogo, doctor en medicina molecular, psicólogo, escritor y divulgador.

Fuente:

https://www.investigacionyciencia.es/blogs/medicina-y-biologia/27/posts/nos-estamos-haciendo-inmunes-al-coronavirus-gracias-al-uso-de-mascarillas-19023