Sociedad

Voces en los días del coronavirus

Juan Carlos Báes, escritor, estudiante de literatura



¿Ya eres más hombre? Reto: Sé Más (o menos) Hombre, parte 2

Día 8, Reto 8: Una de las cosas que más disfruto de la cuarentena –aunque diría que de siempre– es el quehacer. Habría varias razones para ello. La primera sería que, como dicta el lugar común en esta realidad pos-contemporánea, el quehacer te ayuda a evadir tus responsabilidades, deberes y pendientes, como lo son, para dar un ejemplo, el avanzar con tu tesis o bien corregir el montón de textos que no has corregido en más de tres meses. Cuánto más reluciente esté el piso mejor podrás ver el reflejo de tu autosabotaje y procrastinación.

Otra posible razón sería que en mi obsesión compulsiva siento mucho placer cuando levanto el polvo y la basura que se acumulan en el piso. No encuentro las palabras exactas para describirlo y que me dé a entender. Pero sí puedo decir que es para mí una de las actividades más placenteras junto con, quizá, el sacudir muebles.



Y, sin embargo, la de más peso es que durante el quehacer tengo uno de los momentos más imaginativos de la semana. Supongo que la monotonía de ello hace que mi mente se vaya a otros lugares para entretenerse, igual que, por ejemplo, viajar en transporte público: cada que lo hago divago mucho. Creo que también contribuye el hecho de que a la hora del quehacer puedo escuchar un programa de radio, una entrevista o un disco nuevo de principio a fin, sin la necesidad y, sobre todo, sin la posibilidad de cambiarlo: ya sea que mis manos estén mojadas o sucias, no agarro mi celular. Lo pongo en algún lugar donde no se moje o manche y continúo con mis labores.



Al iniciar la cuarentena asigné los días del quehacer. Serían domingo y lunes, días en los que tengo más tiempo libre. Un día previo a realizar este reto me encontraba lavando el trapeador cuando apareció, súbitamente, una abeja detrás de mí. Mi mamá me dijo que siempre viene: se aparece al mediodía, más o menos, y no está más de cinco minutos. A mí se me hace que bebe agua de la llave, me dijo, y luego se va. Sus predicciones resultaron ser ciertas. Mientras yo restregaba con ahínco las cerdas del trapeador contra el lavadero, se puso a mis espaldas, como diciéndome: “eh, we, hazte a un lado, bro, que necesito darme un refrescón”. Me moví y, efectivamente, se dirigió de inmediato al grifo. Estuvo ahí cuestión de un minuto. Le quise tomar foto a la primera pero se fue rápido. Al poco rato, sin embargo, volvió, como si el calor estuviera más fuerte de lo que esperaba y necesitara otra dosis de agua, y lo hizo así dos veces más. En una de esas le tomé una foto, aunque al final no me gustó el resultado pues no se ve muy bien la acción que está llevando a cabo.

Pensé que se debería disfrutar el quehacer. Disfruten barrer. O trapear. O sacudir. O lavar los trastes. Vean, como yo, en las aguas que se tornan negras tras remojar nuevamente el mechudo el ponto vinoso que atraviesa Ulises para llegar a Ítaca e imagínense ir con él. O vean en el polvo de su piso la tierra de los desiertos de Sonora por los que viajan Belano, Lima, Lupe y García Madero a bordo de un Impala en Los detectives salvajes. O, por qué no, piensen que al mover su cama y barrer debajo de ella entrarán a alguno de los círculos del infierno de los que habla Dante.

Qué sé yo.

*

Día 9, Reto 9: Desde que vi el reto supe que no lo haría. No porque no quisiera sino porque no se me ocurre una persona a la que admire y pueda hacerle saber mi admiración.

Hay dos individuos que marcaron mi vida. Con uno de ellos no puedo contactarme debido a que carezco de su contacto directo y con el otro tampoco puedo porque es imposible: está muerto.

El primero de ellos es Fugazi, que si bien no cuenta como individuo –quizá su vocalista, Ian MacKaye, sí, pero perdería su chiste hablar de y/o con uno de cuatro– sino como banda, me resulta en un todo: una entidad y una idea. Ya en la prepa me identificaba con algunos ideales del punk, sobre todo en cuanto a autogestión refiere. La idea de hacer las cosas a pesar de las circunstancias me atraía sobremanera. El tiempo pasó y dicha admiración por el grupo se ha ido arraigando más y hoy día cobra más fuerza gracias al momento que atravesamos: nosotros, como sociedad, debemos crear lazos, hacer comunidad sin que terceros nos digan cómo hacerlo, de poderosos que nos permitan hacerlo. Fugazi me enseñó eso a lo largo de estos años. Un cuarteto de Washington D.C. que nació de la escena hardcore punk de su natal ciudad y que comulga con algunos ideales completamente ajenos al punk de su momento: no consumían drogas o alcohol pues consideraban que el punk podía ser más que esto y que dicho consumo se había vuelto un estigma; no vendían mercancía como playeras y stickers, sino que se abocaban meramente a la venta de discos; no cobraban, nunca, más de diez dólares la entrada a sus conciertos –existe la leyenda de que incluso rechazaron una oferta de los primeros Lollapalooza ya que en éstos se cobraba una entrada de quince dólares–; preferían shows en lugares inusuales, como gimnasios de escuela, con el fin de que el evento fuera para todas las edades; en acto contrario a muchas otras bandas, promovían la paz y tranquilidad en sus conciertos, que las personas no se pegaran entre sí; armaban ellos mismos sus tours; a través de su disquera, Dischord, distribuían independientemente sus discos –otra leyenda es que el agente de relaciones de Atlantic Records, Ahmet Ertegün, les ofreció “el mismo trato que hizo con Mick Jagger en los sesenta”: millones de dólares y el financiamiento de su disquera, oferta que rechazaron con un simple “no” ya que, según MacKaye, nunca aspiró a la fama ni a la fortuna y, en realidad, despreciaba a la industria musical–; y, bueno, un largo etcétera.

Fugazi, según leí en no sé qué lugar, es una idea. A lo que más bien yo diría: es un ideal. El ideal de cómo ejercer el arte y la música al margen de lo establecido. En ocasiones he llegado a pensar que arte y música son uno mismo pues son vida. Gracias a ellos sobrellevamos el tortuoso camino que frente a nosotros se abre. Pero también por ellos vivimos. No en un acto romántico, sino como un trabajo, como un ingreso. Ian MacKaye hizo redituable el proyecto sin la necesidad de entregar su trabajo a un tercero como lo es una disquera trasnacional. Hace poco leía las ideas que Bourdieu tiene en torno al escritor y al artista. A grandes rasgos, su análisis menciona que el artista está siempre supeditado a un tercero que valide su trabajo como arte y que al mismo tiempo funja de intermediario con el público, que aceptará y consumirá esa obra como arte. Ese tercero se entiende como curador, representante, editor o, en este caso, disquera trasnacional. Y al estar publicado por determinado agente cobra mayor peso la obra. Así, para muchos no es lo mismo publicar en Alfaguara como publicar en la editorial independiente que tus compañeros de salón fundaron recientemente, del mismo modo que lo sería publicar tu disco en Geffen, como el caso de Nirvana, como seguirlo haciendo en Sub Pop –con todo y que Sub Pop era la disquera independiente por excelencia a finales de los ochenta y principios de los noventa–.

No obstante, Fugazi rompe con la propuesta de Bourdieu. Nunca necesitaron de terceros para validar su trabajo como arte y menos para validarse frente a la sociedad. Ese ímpetu de hacer las cosas por tu cuenta, de encargarte de la logística de la banda, de grabar como puedas y donde puedas y con lo que puedas marcó a toda una generación. El mismo Cobain decía sentirse hondamente influido por Fugazi, portando incluso playeras apócrifas de la banda, así como los de Arcade Fire, quienes coverearon en algún momento de su vida “Waiting Room”. Con ellos presente en mi vida la idea de publicar en una editorial independiente de tus compañeros de clase o, mejor aún, de autopublicarte es más linda que buscar que alguien más que acepte tu trabajo y esfuerzo a regañadientes.

La segunda persona a la que admiro mucho es Roberto Bolaño. Me sucede algo muy parecido con Fugazi, con la excepción de que a él sí le hubiera gustado publicar en una editorial grande –más allá de que lo hizo con La literatura nazi en América–. Bolaño siempre trabajó en su literatura, a pesar de las circunstancias que en muchos casos se presentaron como azarosas. Se volcó a ese arte y sufrió las consecuencias, buenas y malas. Pero más allá de este, mucha de la ética que dijo pregonar cambió mi vida. Podría mencionar muchas cosas, pero hay una que tengo presente en mi día con día y que quizá por ella decidí realizar el reto: no importa quién seas, debes y puedes ser una buena persona. En la entrevista que le hace Cristian Warknen cuando volvió a Chile, la más famosa de todas quizá, dijo que los mejores artistas eran hombres buenos, con sentido común. Que Kafka era un hombre bueno –incluso Ricardo Piglia lo insinúa en Respiración artificial–, que a Perec le gustaba divertirse, que Enrique Lihn se portó como un gran amigo. Eso, entre otras cosas, desbanca la idea del artista romántico, que parece malo con el prójimo pero muy bueno en su arte, y que no importa lo que haya hecho de malo siempre habrá que adorarlo porque sólo a través de la maldad uno llega a concebir tremendas obras de arte. En este punto de mi mísera existencia me da mucha flojera imaginar todo el daño que se le causa a un tercero por no ser lo suficientemente inteligente emocionalmente como para hablarle con claridad. Aparte de que, sí, disculpen, mi sentido moral pesa más.

Con Fugazi no puedo contactarme porque viven a miles de kilómetros de distancia, con la amplia desventaja de que ellos hablan en inglés y yo en español; y con Bolaño menos puedo hacerlo porque está más lejos aún: está muerto. (Pensaría que podría hablar con su hijo y su exesposa, pero no me convence hacerlo.)

Aun así, les recomiendo todas las entrevistas y libros del segundo, así como el documental de los primeros con todo y sus discos. Aquí el link para ello: https://www.youtube.com/watch?v=DqfvlPZk0R0

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Día 10, Reto 10: Últimamente he estado escuchando a Tino el Pingüino y me pone muy bien. Una de las cosas que más le admiro es que sea, según dicen, alguien que escribe mucho. Por ahí leí que tiene hasta un horario para escribir. Sea mi neurosis o algo más me agrada sentir que no soy el único idiota que hace lo mismo: procurar escribir mucho y en un horario. Aparte de eso, algunas de sus canciones me hacen bailar. Hay algunas de este disco, como “La vida se fue”, “Volví a quedar mal”, que escucho recurrentemente mientras me baño y, pues, en la regadera me emociono mucho. Además de eso tiene algunas de Tu antihéroe favorito y sus sencillos que siempre me ponen alegre.

Me hubiera gustado armar para este reto una lista con canciones de post-punk ruso, que ahora está muy de moda, pero como se me ocurrió hacer algunos proyectitos en conjunto con Iyyasú no pude. Les recomiendo, sin embargo, que oigan esta bandota que sale en todos los memes sobre post-punk ruso: https://www.youtube.com/watch?v=HR5zpFs7YpY

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Días 11 y 12, Retos 11 y 12: El reto de ayer no lo hice sino hasta hoy –porque así lo había agendado hacía dos meses– y el de hoy no lo haré sino hasta nuevo aviso –porque no se aprende a coser de la noche a la mañana y menos si sufres de temblores todo el maldito tiempo–.

Hace unos años caí en cuenta de que no he valorado la presencia de mi perrita en mi vida. No tengo la cuenta exacta de cuántos años lleva con nosotros, pero yo le calculo unos diez. La vimos desde cachorra y ha crecido y nos ha acompañado durante este tiempo, en el cual cambiamos dos veces de residencia y atravesamos un montón de cosas.

Tan pronto me di cuenta de que necesitaba otro cuidado y acercamiento de mi parte, empecé a darle sus paseos en la colonia, a bañarla con más frecuencia, a saber qué necesitaba y cómo podía dárselo, por decir algunas cosas. En esta cuarentena he procurado ser yo quien le pone su comida desde muy temprano ya que tengo el tiempo de hacerlo: a las siete de la mañana ya tiene su agua y sus croquetas, junto con su dosis diaria de jícama, pues le gusta y le ayuda a su digestión. Quién sabe qué pase en el siguiente semestre del año, pero al menos en estos días le he puesto la suficiente y necesaria atención para que los muchos o pocos años que le quedan de vida se la pase bien, tranquila y feliz con nosotros.

De las cosas que más me gusta hacerle son maldades. Luego llego y la arrastro o le pico el estómago o la pongo a bailar conmigo. Como respuesta casi siempre recibo una suerte de correteo a ella misma en círculos por la cochera de mi casa.

Dentro de este reconocimiento ha estado Iyyasú, quien me ayuda a bañarla. La última vez que lo hicimos fue hace dos meses. Y para no aplazar más la siguiente bañada la agendé para esta ocasión.

Respecto al doceavo reto, diré que quiero aprender a coser cosas pues creo que es práctico y necesario. El único problema está en que yo tiemblo mucho de las manos. Nunca he sabido si es por nervios o porque alguno de los múltiples medicamentos que tomé de niño para controlar el TDAH me lo causó. Siempre he tenido problemas, incluso para tocar la guitarra o el piano (llegué a pensar que quizá no debía dedicarme a la música por lo mismo). Encima de ello, cuando alguien me ve me pongo aún más nervioso y ya no sé si tiemblo de los nervios o por naturaleza o si debería cortarme las manos o pegarme un tiro.

Tendrá unos meses que me compré este parche de la marca de panes que más daño nos ha hecho como mexicanos. Y justo por ese daño y por su inminente contaminación a la cultura popular quiero ponerla en mi mochila, a modo de recordatorio. A pesar de que abiertamente comente lo difícil que me resulta usar mis manos, en unos días empezaré con mis lecciones de costura y estoy muy seguro de que mi mamá me ayudará sin ningún problema.

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Día 13, Reto 13: Gracias a dios que este reto cayó en día de limpieza porque si no me habría vuelto loco con mis otras obsesiones. Debo decir que me tardé más de lo usual. Moví algunos muebles y barrí debajo de ellos. Y también barrí el piso para quitar todo el polvo. Tengo tiempo de querer sacar algunas playeras que ya no me gustan y en la escombrada me di cuenta de que también podía donar algunos gorros y guantes para el frío. Sé que ahora –no literalmente pues estamos en verano– le vendrían bien a algunas personas. Espero que cuando se pueda salir más tranquilo halle algún lugar donde reciban y regalen ropa.

De paso confieso que tiré algunos regalos que recibí de otras personas en algún momento de mi vida, sobre todo aquéllos con los que sentía la distancia temporal y emocional. Las cosas vienen y las cosas van. Así es la vida.

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Día 14, Reto 14: Planeaba hacer este reto con Iyyasú pero por diversas circunstancias no pudimos. Más o menos en lo que habíamos quedado era en que íbamos a ver una película, nos pondríamos mascarillas, comeríamos papitas y yo bebería un Dr. Pepper, del que soy fanático hasta la muerte. Pero, ya saben, en ocasiones las cosas no suceden según las planeamos. ¿Lo haremos pronto? Seguro. Tan pronto podamos lo haremos.

A pesar de no haber compartido con alguien este día de ‘relajamiento’, me senté a disfrutar de mis libros y acomodé algunos archivos en desorden dentro de mi computadora, sobre todo en cuanto a textos personales refiere. No pido nada más.

Voces en los días del coronavirus

Juan Carlos Báez, escritor, estudiante de literatura

Día 0, Reto 0. Lo vi en Twitter casi por accidente. Como supongo que se ve todo en Twitter y, aún más, todo en esta vida tan acelerada que llevamos. Iba de salida. De repente saltó a mi vista. Pensé compartirlo antes de leerlo, pero como el buen ciudadano que soy le dediqué unos minutos de mi tiempo para ver en qué consistía. Cuando lo acabé lo posteé en mi Facebook y retwitté en mi perfil. Acto seguido, se lo envié a mis contactos más personales, a los que considero mis amigos hombres. Básicamente el reto proponía hacer cosas que bien pueden hacerse en la cotidianidad –y se hacen, quizá– pero que muchos hombres, por las actividades diarias o por nuestros soberanos huevos, eludimos. Veintiún días. Nada del otro mundo: cuidarte a ti como el hombre y, sobre todo, como el ser humano que eres, que siente y piensa y se emociona y vuelve a sentir, para cuidar, pues, a los demás, a los que te rodean y te quieren. Se podía hacer. Y lo haría. Sin embargo, pensé, me vendría bien acompañarme con alguien. Para sentir más confianza. Le escribí a mi amigo Lalo Andrade y ambos nos insinuamos que si alguno pensaba hacerlo le diría al otro para que también lo hiciera y que nos acompañáramos en el proceso. Servía que hacíamos comunidad, algo que en ocasiones carecemos como hombres: el apoyarnos con lo que sentimos y pensamos más allá de las pendejadas que se nos ocurren día a día.



Tardamos, no obstante, casi una semana para llevarlo a la práctica. Lalo debía sacar trabajos de la escuela y yo estaba corrigiendo algunos textos, situación que siempre mantiene mi mente ocupada y agotada. Nos pusimos de acuerdo el domingo 31 de mayo y decidimos que la fecha para empezar sería el 2 de junio.

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Día 1, Reto 1: La rampante tecnología me superó, a pesar de cumplir en unos días veintiuno. Imagínense. Ya no sé cómo subir a Facebook un mentado comentario con un álbum. Soy, palabras más, palabras menos, tonto. Quería comentar en una sola publicación lo que iría pasando diario en este reto. Pero no pude. Por ello decidí poner mis opiniones en la sección de comentarios del álbum. Es decir: existe la opción de comentar el álbum en su totalidad. Ahí estarían mis comentarios. En fin. El primero sería éste que ahora leen.

Curiosamente hoy, que decidimos Lalo​ y yo iniciar el reto de #SéMásHombre –el cual pueden leerse aquí, por si gustan entrarle: https://animal.mx/.../21diasdecuidado-reto-cuarentena.../ –, me encontré una carta mientras escombraba mi cuarto. Moví algunas cosas y dentro de una carpeta estaba una hojita que escribí hace casi diez años. Muchas de las cosas que puse no se han cumplido y, probablemente, no se cumplan dentro de poco. O nunca. Quién sabe. Al releerla pensé que mucho no ha cambiado, no sólo en el mundo sino conmigo mismo: en el fondo sigo siendo el mismo niño, sólo que aprendí a razonar de otro modo. Vivo con una cierta inocencia de que todo puede mejorar, de que todo mejorará con facilidad a pesar de que la vida me ha demostrado que no siempre se mejoran las cosas y menos con la facilidad y rapidez que yo me imagino.

A propósito de eso redacté algunas cosas que me gustaría haber cumplido para dentro de diez años. ¿Se cumplirán? Quizá no. Con esta vida tan alocada que vivimos es difícil. Pero sirve mucho hacerlo. Ya saben: sentarse y decir qué quieren hacer y pensar cómo hacerlo. En los últimos años lo he hecho y, verdaderamente, ayuda. Al menos a mí me ayuda para tener un orden de las cosas que me gustarían hacer a corto, mediano y/o largo plazo. Es una suerte de escaleta, de guía para trabajar. Y sirve más revisarlo constantemente: sentarse y leerlo para ver cómo va progresando.

Y como toda buena carta que se precie de serlo la escribí en una hoja reciclada, pues todo lo que se escribe en una hoja reciclada tiene la fortuna de compartir espacio con algo verdaderamente importante.

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Día 2, Reto 2: Desde que inició la cuarenta procuré organizarme con mi mamá para repartirnos las tareas de la casa. Así, ambos preparamos el desayuno todos los días; yo barro, trapeo y sacudo, entre domingo y lunes, la casa y lavo, los domingos, los baños; y ella lava la ropa entre lunes, miércoles y viernes y hace la comida diario, para que luego yo lave los trastes del desayuno y, también, de la comida a diario.

Todo parece miel sobre hojuelas pero hace unos años no lo era así. En más de una ocasión ella me reclamó no ayudarla en casa. Yo no cobraba conciencia de que podía ser más rápido y fácil todo si cooperaba en el hogar. Aún más: que al cooperar aprendería a atenderme, algo que muchos no saben hacer. Quizá porque no pasaba demasiado tiempo en casa o porque mis otras actividades –y más mis obsesiones– me lo impedían. Hubo ocasiones en las que me enojaba por que las cosas no estuvieran en su momento y lugar, sin darme cuenta de que si ayudaba a su realización podían hacerse en un menor tiempo y, así, que estuvieran cuando las necesitaba.

Como me ocupo de otras y el reto de este día implica hacer algo que te costara trabajo, me ofrecí a ayudar en la comida. La foto que anexo no revela una comida muy apetitosa pero la verdad me gustó mucho saber cómo cocinar sopa. Jiji. Luego de eso emprendí mi labor diaria de lavar los trastes y recordé, indefectiblemente, como lugar común y, sobre todo, como algo muy lejano, la idea que tenía Sor Juana Inés sobre la cocina, que era algo así como que si Sócrates (o Platón o Aristóteles o uno de ellos que a veces parecen lo mismo) hubiera cocinado habría hecho de su filosofía algo más rico. ¿En contenido? Creo que no: en sabor.

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Día 3, Reto 3: Ya que tenía tiempo queriéndolo leer, le propuse a Lalo, como parte del tercer reto, checar algunos cuentos de Ficciones de Borges. Aceptó, con la condición de que él leyera algunos que yo he leído y que yo hiciera lo propio al leer algunos que él ya leyó. A mí me tocó, entre otros, el “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”, “Pierre Menard, autor del Quijote”, “El jardín de los senderos que se bifurcan” y el “Tema del traidor y del héroe”.

Luego de algunas horas haciéndolo recordé por qué odio tanto a Borges. Pero esos comentarios los dejo para cuando lo hable con Lalo. ¿Ya los leyeron? Si se quieren un poquito háganse el favor de nunca hacerlo o, mejor aún, de buscar los resúmenes en internet para sacar a relucir su pedantería en la próxima charla pseudointelectual que tengan.

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Día 4, Reto 4: Me reuní con Lalo para hacer el reto del día pero sobre todo para charlar de las cosas que hemos pensado en este tiempo de confinamiento. De pensamientos y sentimientos y emociones y disertaciones sobre la vida y el amor y la literatura que son, en ocasiones, lo mismo. Aunque decir platicar resulta ambiguo. Creo que, como muchas veces, hablé más yo. No me siento orgulloso pero a veces no puedo callarme por más que quiero. Lo juro.

Le conté algunas cosas que no le había dicho por pena, me quejé de quien debía quejarme (nada sorprendente) y le dije mis teorías conspirativas. Y también escuché lo que le pasaba, le pregunté qué sentía y supe qué pensaba y piensa de todo lo que sucede a su alrededor más inmediato y del más lejano.

Lo mejor de todo es que de lo menos de lo que hablamos fue de Borges. Alabado sea el señor.

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Día 5, Reto 5: Siempre he sido muy unido con mi mamá. De muy chico y hasta casi los diecisiete, gran parte de mi convivencia familiar se ciñó a ella y a mi abuela. Luego ésta falleció y tanto hija como nieto debieron reponerse y crear una nueva normalidad basada en la ausencia. Por eso, si no perfecta, al menos sí considero que la comunicación entre ella y yo es buena. Me escucha en mis problemas así como yo procuro hacerlo en los suyos. Y a partir de ello comprendemos por lo que atraviesa el otro. Con todo y que la ansiedad y neurosis nos rebasan en ocasiones y que, por ello, nos mandamos, momentáneamente, a la verga, al final del día sabemos que nos tenemos el uno al otro para lo que sea.

Mi convivencia social durante esta cuarentena se ha basado en estar con mi mamá y mi novia, Iyyasú. Hace un tiempo que hemos querido desarrollar una buena comunicación para evitar peleas, sí, pero sobre todo para apoyarnos. Admito que si hacemos un balance ella me apoya y comprende más de lo que yo a ella. Pero día tras días intento hacer un esfuerzo por salir de mi ensimismamiento y ayudarla.

Sin embargo, no creo que esta situación sea azarosa. Supongo que por convivir más con mujeres me siento en mayor confianza cuando estoy con una que con muchos hombres. No sé. Ahorita que lo escribo vienen a mi mente algunos momentos en los que por sólo haber una mujer en un grupito de hombres me sentía tranquilo. Y no creo ser el único. Hace poco leí un ensayo de Eduardo Cerdán en Punto de partida (aquí está si quieren leerlo: http://www.puntodepartida.unam.mx/index.php/1087-no-0203/1919-0203-nueve-ensayistas-1985-1995-man-up-amachinar-en-mexico-eduardo-cerdan) que habla sobre la misma idea: rodeado de hombres el mismo hombre se siente intranquilo. Como si éstos fueran, de la nada, a traicionarlo y poner en riesgo su integridad física y mental. Sí, yo me sentía tranquilo cuando había al menos una chica en el grupito, pero no creo que ellas se sintieran del mismo modo.

De no ser mis amigos de prepa, a los cuales quiero mucho, como no tienen idea, y uno que otro de mi etapa universitaria, mi convivencia con hombres resulta muy básica. Que qué rollo, que cómo andas, que qué chido, que qué bueno, oye, pues sale, chido, me voy, te la lavas, cuídate. Y ya. Por lo mismo la convivencia con mi papá no ha sido del todo buena. O no como yo esperaba que fuera. Me basaba mucho en la convivencia que mis primos tenían con sus papás, es decir mis tíos, y siempre idealicé dicha convivencia. Sin embargo, como toda idealización terminé por decepcionarme.

Con el pasar de los años creo que he sido yo quien ha puesto más barreras que él. En más de una ocasión me ha preguntado cómo me siento. Espera, que con eso, yo me confiese y le pida un consejo. Pero hay algo que me impide hacerlo. No siento la confianza que yo esperaría sentir. Y creo que de ello él tiene parte de responsabilidad. Hasta hoy día se presenta a sí mismo, frente a mí y mi mamá, como una especie de Superman que todo lo puede y todo lo debe hacer. Nadie más interviene. Sólo él. Nadie lo ayuda, nadie lo apoye y nadie, es decir yo, aprende a hacer cosas que quizá le sirvan en el futuro. Igualmente, hace unos días unas compañeras de universidad compartieron en Facebook las imágenes de un señor que decía tener un canal donde enseñaba a todos esos niños abandonados por sus papás, a hacer cosas que éstos supuestamente les deberían enseñar ya que su propio papá lo había dejado. Mi caso no es precisamente el mismo pero sí algo parecido: hay una incomunicación con mi papá muy grande que nos hace sentir, creo yo, olvidados el uno del otro.

Recuerdo muy pocas, contadas ocasiones en las que me ha dicho cómo se siente y qué piensa, más allá del típico: bien, dormí bien, bueno, pues cuídate, te quiero mucho, nos vemos luego. Los años pasan y la distancia pasa y crece.

Para el reto de este día me hubiera gustado tenerlo enfrente para preguntarle cómo se sentía, qué pensaba, qué le motivaba, por qué se hizo y aún se hace cargo de cosas que no le corresponden. Y habría esperado que me contestara sinceramente. Y entonces habría escuchado. Y escuchado y escuchado y nuevamente escuchado lo que decía. Y luego le habría preguntado, otra vez, el por qué, el cómo, el dónde, el cuándo y el cuánto. Y entonces habría vuelto a escuchar hasta que uno de los dos se hubiera cansado, para, pues, no sé, darnos un abrazo o decirnos que todo estaría bien, que todo iría bien tan pronto esto acabe o que bien todos nos adaptaremos a esto, sobreviviremos a esto y que las cosas progresivamente y de un modo u otro cambiarán. Que la distancia entre él y yo se acortará. Que me tendrá confianza para contarme qué le pasa tanto como yo le podré decir qué pienso y pedirnos, quizá, un consejo para resolver el asunto.

No creo que haya hecho este reto como tal. Espero, no obstante, hacerlo pronto. No sé qué tan pronto pero pronto. Pronto, pronto.

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Día 6, Reto 6: De no haber movido algunos libros, el cuarto nivel de mi librero habría colapsado. Seguro. El de abajo está a punto de romperse. Quité muchas cosas de él o bien dejé las que hacían menos peso. Entre los libros que moví hay cómics, revistas y libretas, así como copias y engargolados que he acumulado sin razón aparente y que jamás leeré, como muchas de las cosas que tengo. Los puse en un mueble que antes tenía una impresora y saqué ésta a otro mueble que está en el comedor, junto con material de papelería. Cambié de lugar mi bote de ropa sucia y pasé ahí este mueble.

Cada fin de semestre reacomodo todo mi librero con las nuevas adquisiciones que hice a lo largo de seis meses. Está dividido en género y luego en orden alfabético: primero teatro, luego poesía, más tarde ensayo y al final narrativa, con cuento y novela. Definitivamente tengo muchas novelas y eso no me gusta. No me gusta la novela. Las malditas editoriales nos han hecho creer que lo máximo es la novela y, la verdad, es un género medianón. Perdonen, novelistas de cepa. Me gusta más el cuento. Hasta Faulkner le rendía honores.

Quizá haber hecho esto parezca poco. Si por mi hubiera sido habría movido otros muebles y objetos de cualquier otra parte de la casa pero mi mamá me habría matado. El TPOC* es compartido en este hogar y cuando alguien mueve algo sin permiso del otro arde Troya.

Más allá de esto todo bien. Encontré unos stickers viejos y decidí pegarlos. Ahora mi escritorio luce con más estilo.

* Obsesión compulsiva. Pero hay una obsesión compulsiva que se refiere al deseo de tener todo limpio y una obsesión compulsiva (trastorno de la personalidad obsesivo compulsivo; (TPOC) que tiende más a que las personas busquen todo el tiempo orden y perfección

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Día 7, Reto 7: Este reto lo hice en dos tantos. Por diversas circunstancias no me organicé con Iyyasú para que lo lleváramos a cabo. Mi cabeza estuvo ocupada pensando en otras cosas, en otros pendientes atrasados que me quitan el sueño. En cambio, para salirme un poco por la tangente, le pregunté a mi mamá algunas cosas que no sabía de ella y que me interesaba mucho conocer.

Recientemente, mi amigo Emmanuel Jiménez y yo descubrimos que nuestras mamás fueron compañeras en la Normal del Estado. Tendrá cuestión de meses que mi mamá me enseñó la foto de perfil que su mamá tenía en WhatsApp. Le envié mensaje y le dije que si era él. Me contestó que sí, no sin mencionar que le había asustado saber que tenía una foto de su familia. Luego de eso nuestras respectivas madres se pusieron nuevamente en contacto, ahora bajo dicha premisa.

Emmanuel me preguntó qué opinión tenía mi mamá de la suya. Como no sabía decidí preguntarle y, de paso, conocer cómo era ella en sus tiempos de estudiante. Su respuesta contrastó mucho con la imagen que tengo de mí. En muchas ocasiones soy alguien sardónico, que se burla, fructuosa o infructuosamente, de sus compañeros, de los temas y, sobre todo, de sí mismo. Soy alguien que se distrae fácilmente y se sienta hasta atrás para pasar desapercibido. A diferencia de mí, mi mamá era más solemne y se sentaba en medio del salón. No molestaba a nadie como, según sé, nadie la molestaba a ella. Y era, estoy casi seguro, más querida de lo que yo podría llegar a ser. En lo que sí coincidimos es que ambos procuramos ayudar a nuestros amigos en la medida de nuestras posibilidades: les pasamos apuntes o respuestas en algún examen, por decir algo. A pesar de que seamos muy diferentes, mi mamá confía y eso me alegra.

Ella cursó cuatro años de Normal, que era el equivalente, en su época, de la prepa. Luego de eso empezó a trabajar. Paralelamente a esto, quiso estudiar Literatura en lo que ahora es mi grandiosa facultad. Sólo que, según me dijo, el colegio estaba en el edificio de la extinta Psicología.

No recuerdo exactamente cuándo me dio este fólder. Lo conservo porque me gusta ver qué materias había en ese entonces y cómo han cambiado con el pasar de los años. También lo tengo porque Garfield es genial en cualquier lugar.

Luego de eso me reuní con Iyyasú. Aclaramos los malentendidos y de paso nos dimos cuenta de que el tiempo como novios nos ha servido para conocernos mutuamente. Son pocas las cosas que nos hemos ocultado. Aunque, sí, según constaté, me ocultó por un tiempo algunos crímenes que ha cometido en vida. Nada grave ni del otro mundo. Y tampoco creo que sean crímenes pero decidimos asignarles dicho término.

Llegado este día me sentí tranquilo de saber que tengo a dos excelentes personas a mi lado y a quienes quiero como quizá nunca he querido en mi corta e infructífera vida.

Del fogón a la boca

La singularidad de la Cocina Tradicional en nuestro país no sólo se debe a la enorme variedad de ingredientes empleados, a procesos de elaboración muy complejos y a los extraordinarios guisos que conocemos – todos resultantes de la riquísima herencia indígena, aunada a las beneficiosas influencias europeas, orientales y africanas - sino porque también hemos desarrollado a lo largo de milenios, utensilios y recipientes de cocina únicos.

Esos utensilios y recipientes de las Cocinas Regionales de México se han desarrollado a lo largo de los siglos empleando diversos materiales disponibles en el medio – algunos tan simples como la piedra y la madera – y otros más complejos como la cerámica, los metales, las fibras vegetales y animales, etc.

Desde luego, el utensilio de cocina fundamental y base del gran aporte de México a la Historia Universal de la Gastronomía es, sin duda, el metate. Sin embargo, algunos utensilios y recipientes vinieron de fuera y fueron copiados y adaptados a nuestras necesidades, y así en las cocinas de las ciudades y pueblos novohispanos se recibieron cucharones, marmitas, coladeras, arneros y sartenes que fueron copiados y adaptados por artesanos de los diferentes ramos y llevados a las cocineras para su uso.

Uno de esos singulares recipientes fue, sin duda, aquellos empleados para almacenar en las alacenas, los huevos de gallinas y totolas, fundamentales para muchas recetas antiguas.

‘Abuela, esa gallina que está allá arriba en el trastero, ¿para qué sirve?’ pregunté curioso una mañana, cuando preparaba el desayuno para el Abuelo Manolo en la cocina de su casa de la 13 sur, frente al Paseo Bravo.

‘Esa gallina es de porcelana y pertenecía a tu bisabuela Ana María, quien la recibió como regalo de bodas en San Juan del Rio Querétaro, donde vivían antes de mudarse a Puebla’. Bajó el recipiente del trastero y me mostró: ‘Mira, destapas la gallina y en el nido almaceno los huevos que haré para el desayuno’.



Diferentes artesanos, empleando muy diversos materiales, produjeron un sinfín de Gallinas Ponedoras para las cocineras. Las podemos encontrar en barro natural y en barro bruñido, como las elaboradas en Los Reyes Metzontla; de barro policromado en Izúcar de Matamoros y Acatlán; y en Puebla, artesanos del vidrio prensado crearon maravillosos ejemplares en color verde y unas más pequeñas para guardar sal.

Otros artesanos especializados en trabajar el fierro crearon gallinas de alambre – magníficos ejemplos de diseño - que incluso se pliegan, para cargarlas fácilmente cuando se llevaban al mercado para comprar el huevo.

‘Además de los Recetarios Manuscritos de tu Bisabuela, quiero que heredes mi Metate de Boda y el Molcajete’, me dijo aquella tarde lluviosa mi Abuela Tere, cuando nos quedamos solos. ‘Y desde luego, la gallina ponedora que está en el trastero de la cocina: tu sabrás cuidarla en tu cocina, como yo la he cuidado’.

Poco después de su muerte ayudé en lo que pude a mis tías, en la difícil tarea que siempre queda, cuando fallecen nuestros ancianos: repartir muebles y recuerdos, fotografías antiguas y donar la ropa a quien la pudiera emplear. Nadie echó de menos mis tesoros, cuando me los llevé a casa.

¡Charlemos más de Gastronomía Poblana y ‘’a darle, que es Mole de Olla’’!

#tipdeldia:

En los mercados de todas las poblaciones de nuestro Estado todavía podemos encontrar diversos utensilios y recipientes artesanales de cocina, que son elaborados por productores poblanos: ¡Les recomiendo ampliamente comprar artesanías!

Voces en los días del coronavirus

Roxana Alveláis, activista

(Fotografía de la portada: Stefan Carvajal. Tomada de Club de la Fotografía Puebla)



Siempre he sido una persona que todo lo cuestiono. Crecí en un núcleo familiar en el que las interrogantes eran el pan cotidiano.

Mi padre Ingeniero en electrónica, fisicomatemático, grado "Senior" en ingeniería instrumentista. Absolutamente Ateo.

Mi madre con estudios de máximo 3er año de primaria, dedicada a las labores del hogar y todo lo que esto implica. Católica.

Debido a lo mencionado, nunca he practicado ninguna religión, no sé rezar y tengo muchas dudas sobre la existencia de Dios.



También creo en el fenómeno OVNI, pero dudo que haya extraterrestres humanoides que estén vigilando a la tierra y quieran invadirnos, mucho menos que haya buenos y malos.

Creo en los fenómenos naturales, y también creo que existen tantos que la ciencia aún no puede explicarlos absolutamente.

Menciono todo lo anterior porque hace unas horas, en la noche del día de ayer, fui testigo de algo impresionante, de lo cual había escuchado que existe y yo tenía mis dudas.



Alrededor de las 10 pm mientras me encontraba en mi habitación, descansando y bordando sobre mi cama, escuché un sonido continuo y muy fuerte, y al mismo tiempo sentí una gran vibración también continua. Durante algunos minutos supuse que eran provocados por el ferrocarril que pasa cerca de mi domicilio, en Amozoc, Puebla, México.

Seguí con mi bordado, pero comencé a prestar más atención al sonido y la vibración puesto que no paraba y seguía con la misma intensidad. Pensé: esto no es el tren, ya es mucho tiempo y demasiado fuerte, escuché atentamente y el sonido era más parecido a una secuencia musical, breve y repetida sin parar. Después de aproximadamente 30 minutos sonó el timbre de la casa, era mi hermano con expresión de asombro y diciendo: "¿Ya escucharon ese sonido en el cielo desde hace un buen rato?, está de lo más loco."

Salió mi esposo al frente de nuestra vivienda, yo me apresuré para ir por mi celular para intentar grabar aquello. Los tres estábamos frente a mi casa, mirando, muy atentos escuchando, sintiendo sonidos y vibración que nos llegaba desde el cielo, que además estaba maravillosamente limpio y totalmente estrellado.

Salieron algunos vecinos igual de asombrados, mirando y escuchando al firmamento.

Intenté grabar, pero desafortunadamente mi celular no es tan moderno, así que el sonido se escucha muy bajo en volumen; además, invadidos todos por el asombro y curiosidad, hicimos comentarios que opacaron aún más el sonido. Ahora me doy de topes por no haber reaccionado de inmediato para grabarlo desde el inicio, creo que si lo hubiera hecho habría logrado obtener algo interesante y con buen sonido. Lástima.

Como lo digo al principio de este texto, soy una persona que todo lo cuestiono.

Y soy así porque mi falta de conocimientos académicos, científicos y religiosos me obligan a ser curiosa y tratar de explicarme muchísimas cosas. A mis casi 65 años, ignoro cómo utilizar adecuadamente mi celular y grabé por medio del microfonito que tiene el WhatsApp. Ahora no sé cómo compartirles dicha grabación y creo que tal vez pudieran ustedes obtener un mejor y más claro sonido. En fin, les comparto mi experiencia, esperando que cada uno saque sus propias conclusiones. Agrego algo que me parece importante mencionar: más tarde, ya de vuelta en mi habitación busqué por medio de Google algo de información para tratar de saber qué fue aquello. Encontré muchas versiones. Y sinceramente les comento que hasta este momento ninguna me convence. ¿Será que son las trompetas de los ángeles de Dios? ¿Serán ovnis tripulados por extraterrestres? Serán fenómenos naturales provocados por el choque de ondas frías y calientes o meteoritos cruzando la atmósfera, o aviones de propulsión a chorro, tal vez el volcán Popocatépetl. ¿La pandemia provocando grandes autosugestiones?

Lo único que puedo asegurar es que estoy absolutamente segura de que es real, e independientemente de la explicación que haya, para mí lo más importante es que la vida me dio la oportunidad de experimentar algo increíble, maravilloso e inolvidable.

Voces en los días del coronavirus

Luis Alberto Fernández García, académico



( Ilustración de portadilla: Patricio Betteo. Tomada de revista Nexos)

Durante estos meses de pandemia hemos tenido ocasión de observar cómo son las reacciones de los gobiernos, los partidos políticos, y los diferentes tipos de ciudadanos. Vemos cómo prevalecen los intereses individuales sobre los colectivos y la irresponsabilidad social campea por doquier. Pero también el civismo. Aquí y en todos lados.

El presidente López Obrador dice y hace muchas sandeces (gansadas, dicen en España) y algunas sensateces. No regalar recursos públicos a las grandes compañías -un FOBAPROA 2- es correcto. ¿Por qué transferir dineros de los impuestos de todos a empresas -muchas de ellas mal gestionadas desde antes- que, cuando ganan no dicen “quiero pagar más impuestos”, o, al menos, mejorar la condición de mis trabajadores?; vaya, ¿ni siquiera crean un fondo para los años de vacas flacas? Apoyar a los más pobres y a los más pequeños con recursos públicos es correcto. Aparentar que lo da él, el presidente, firmando cartas con su nombre, es abusivo. Los programas y el tipo de acciones a los que en los sexenios anteriores calificamos de clientelares, siguen siendo clientelares. (La realidad no cambia así, por el solo dicho de los actores.)

Tampoco ha presentado López Obrador un plan para proteger a pequeños empresarios y el empleo que proporcionan. Al no haber realizado una reforma fiscal que gravara a los grandes capitales y obstinarse en no adquirir deuda pública, con la economía detenida desde el año pasado, el gobierno federal es un gobierno pobre. No sé si austero (en eso creo que vamos mejor), pero sin recursos. Ya el año pasado utilizó los fondos para emergencias sin que hubiera emergencia. Tampoco los gobiernos de los estados, ni de los municipios, algunos de los cuales alardean de sus buenas finanzas, han lanzado programas dignos de recuerdo.



Pero tiene otros detallitos, el presidente: su carencia absoluta del laicismo que se espera del jefe del estado y del gobierno y al que está obligado. Hay actitudes más propias de los movimientos religiosos que de las democracias políticas, como las que no admiten la crítica pues la perciben como ataque al dogma o al santo patrono y dividen al mundo en solo dos bloques: los que están con nosotros y los que nos quieren aniquilar.

Y el protagonismo que propicia para el ejército. El ejército es lo máximo: es policía, construye, compra, administra, cura, salva y no es corrupto, ni tiene que ver con el crimen organizado, ni nada. Los militares construyen un aeropuerto en sustitución del que es el símbolo mismo de la corrupción de Peña Nieto y compañía, como si no hubieran participado en este y su corrupción ¿Qué pretende el presidente? Quizá sienta temor a que le dejen solo. Pero quien se puede quedar sola, indefensa, sin controles sobre el poder público es la población civil.

Lo bueno es que la falta de liderazgo del gobierno estimula la creatividad social. Aquí seguimos. Y vemos a la mayor parte de los ciudadanos -particularmente, el personal sanitario- cumpliendo con su deber, siendo creativos y preocupándose por los más desfavorecidos.



A propósito de la oposición de la clase media: Está muy bien, para cualquier ciudadano, protestar contra un gobernante que hace cosas que no le parecen. Aunque protestes en coche y cada miembro de la familia vaya cómodamente en un vehículo, para que se note más la inconformidad. La incógnita está en lo que se espera lograr con la queja. Los presidentes no pueden renunciar al encargo público; ojalá, por cierto, que también se lo digan al presidente. Piden licencia y se le puede negar la solicitud. Hacer las cosas de manera diferente a como una parte de la población desea, no es causa grave, mientras no sea ilegal. ¿Un plebiscito de revocación, junto con las elecciones de 2021? Es lo que más desean todos los futuros candidatos de Morena y el mismo presidente. Por ello su oposición pugnó por y consiguió que ese asunto pudiera empezar solo después del proceso electoral de 2021. Así que, hagan sus cálculos, protestantes. ¿Destitución? No se contempla. Y calculo que esa mayoría que votó por López Obrador en 2018 -quizá hoy sea menos numerosa, pero sigue siendo numerosa-, con ese tipo de marchas y manifestaciones, se reafirma en su preferencia.

(No deja de ser irónico que los que hoy se enojan porque el gobierno no apoya la economía en recesión, son los mismo que se enojaban por los programas sociales de ayuda a los pobres.)

Luis Alberto Fernández G.

Junio de 2020

P.S. Tampoco es extraño, en una democracia, que las oposiciones traten de formar un bloque opositor para derrotar en las elecciones al partido en el poder (otra cosa es que lo logren). Y si no es extraño, no veo la razón del escándalo.

Vale

Vida y milagros

Los seres humanos pueden ser adictos a sustancias, a drogas, a alcohol, pero también a las emociones fuertes que producen adrenalina y endorfinas. A estas emociones a veces se les llama, se les confunde o son también, una forma de amor.
Encontré dos cartas entre una pareja célebre de actores adictos. Ambas cartas fueron escritas en situaciones límites de sus vidas, ya alejados uno del otro para intentar sobrevivir, él al alcohol, ella al desorden de su pasión por él. Los autores vivieron infancias y juventudes tóxicas. Él creció en un ambiente de pobreza y maltrato para luego convertirse en uno de los mejores actores de teatro inglés del siglo XX. Ella vivió una prematura fama infantil y juvenil que se extendería por toda su vida en el mundo del cine. Ambos tendrían vidas adultas conflictivas pero extraordinariamente interesantes gracias a su talento. Transcribo los párrafos que me parecieron más elocuentes y conmovedores de esta historia de amor y desamor.
La carta de ella:
Querido (todavía) marido. Me gustaría hablarte de mi amor por ti, del miedo y la delicia que me provocas y del puro placer animal que siento por ti (y contigo); también de los celos, el orgullo herido y la ira que me despiertas a veces: Pero, sobre todo, quiero hablarte del amor que te tengo y del que aún tú puedes darme -deseo escribirlo, pero no puedo, solo puedo esperar que entiendas cómo verdaderamente me siento y cómo de todas formas te deseo. Tu (todavía) esposa. Amor, no permitas que nunca más demos por hecho nuestra pareja.
La carta de él:
"Quiero saber cómo estás, odio mío, mi cara y mi cruz, sombra y luz, mi paloma y mi cuervo. Por aquí nada nuevo: el lago opaco, la tapia de lluvia, la ventana ciega por la que brilla el ágata del recuerdo de tus ojos violeta.
Repta el domingo por la tarde, bebo... Déjame decirte que estoy triste como un perro viejo y que mi soledad es una casa enorme, vacía e inútil, como ésta. Mi gata amarilla maúlla... ojalá fuera a tu sombra, a tu silueta de diosa antigua... también la gata te añora y araña el molde de tu ausencia.Parece que le has dejado tus ojos puestos para que no pueda olvidarte. Si pudieras contestarme que aún no es demasiado tarde para el marinero borracho que desea volver a su muelle... aprieto el corazón contra la ventana y mi pulso y el reloj de la lluvia repiten tu nombre y el mío. Eres como la lluvia y la memoria, clara y oscura, el arma y la herida, falsa y hermosa, ardiente y fría...
Me da por pensar que te has quedado , que el tiempo no ha pasado y que esta no es la carta de un borracho, sino un poema desbaratado... siempre vuelve a mí ese tiempo que habitamos como huéspedes del éxito, con nuestra cama a la deriva por los remolinos del Tíber, con las caricias de los celos y los mordiscos del deseo, las seducciones del engaño y el beso de la culpa... no hay vida sin ti, eres el hueso y la vena, turbia y clara, el muro y la hiedra, la hierba que besará mi lápida: la vida y la nada. Ya no volverá el instante de tiniebla donde galopabas sobre la ola de mi orgasmo. Conmigo en ti te sueño.
Ya termino como te digo, por aquí no hay nada nuevo, el lago opaco, los ladridos del viento, es domingo por la tarde... no, ya es de noche, y bebo...sigue lloviendo sobre esta casa nueva, ruinosa,que parece que no tiene techo, solo el suelo de tu ausencia. Llueve sobre mí, y sobre estas palabras borrosas, que te nombran mil veces. En el fondo nunca nos hemos separado. Y supongo que nunca lo haremos...
La primera carta la escribió Liz Taylor a Richard Burton en un intento inútil para evitar su separación. La carta fue subastada en 2013.
La segunda carta la escribió Richard Burton a Liz Taylor a los ocho meses de haberse casado con su última mujer, y una semana antes de morir a los 59 años. En ese último año no volvieron a verse. La carta la encontró Liz Taylor en su casa de California al regresar del entierro de Richard Burton en Suiza.

Mundo Nuestro. Este texto, escrito por el actor mexicano Alan Uribe Villaruel, fue tomado del portal Teatro mexicano, y se publica en nuestra revista con autorización de su autor.

Ilustración de IRaquel Moreno, tomada de la revista Nexos.

1

“¿Me acomodas bien el Seat rojo?”, dijo aquel joven actor que se disponía a hacer casting en la escuela privada de actuación donde daba clases, confundiéndome con un viene viene, a pesar de ir vestido formal para una clase teórica. Todo sucedió frente a algunos de mis alumnos, que lo tomaron a broma.

“Cuidado con Alan, la gente como él suele hacer problemas por el dinero”. Eso señaló la alta funcionaria, advirtiendo al director que había sugerido contratarme como su asistente en un proyecto grande e importante; puesto para el que me creía capaz por el mérito de mi trabajo en proyectos anteriores con el mismo director.



“¿Christopher Alan? ¿Y con cuál de esos dos nombres sajones tan inadecuados a tus rasgos quieres que me dirija a ti?”, preguntó un maestro en el primer día de mi tercer año. Explicó que aplicaba bullying el primer día para empatizar.

“Ahorita todo el cine mexicano se trata de historias de jodidos”, dictaba cátedra cierto profesor en la cafetería de la escuela en que estudié teatro, mientras lxs alumnxs soltaban risas descolocadas mirándose entre sí. Lxs morenxs reían menos.

“¿Me permite una revisión?”, escucho frecuentemente al salir de alguna tienda departamental o simplemente al caminar por algunas colonias de la ciudad de México: gente de seguridad revisando mi ticket o policías deteniéndome en la calle para que me identifique, para que diga quién soy y a dónde me dirijo. Esto no sucede cuando voy acompañado o cuando me visto para ocasiones especiales.

“Yo no quiero tener un maestro negro”, balbuceó una pequeña de apenas cuatro años cuando suplía a una compañera en las clases que daba en un colegio privado de Polanco.

2

Cuesta trabajo comenzar. Cada línea es un cartucho que potencialmente puede estallar en manos de quien denuncia, cuando la esfera en la que lo hace se encuentra aliada fundamentalmente con el objeto de la denuncia. Si denuncias el sistema racista y has invertido tu vida en ganar un lugar en él, corres el riesgo de incendiarte a ti mismo por la desaprobación que obtendrás de quienes no perciben la realidad del mismo modo. La detonación de estas palabras generalmente es sólo un fuego artificial que se apaga rápidamente y se extingue sin encontrar ecos convencidos.



Voy a empezar con esto:

Soy un hombre cis mexicano, artista escénico de treinta y cinco años, criado en Ecatepec, Estado de México. Trabajo desde hace más de quince años en la capital del país. Soy homosexual, tengo tez morena oscura y una licenciatura completa y otra trunca, ambas por escuelas públicas, a las que pude acceder por medio de becas para combinar estudio y trabajo desde los trece años de edad. Ser de piel oscura, he descubierto, es lo que los otros ven más de mí.

Prieta, jota y pobre, como me bufan las hermanas.



Afortunadamente he encontrado un lecho creativo en el teatro y he logrado, con mucho esfuerzo, destacar en algunos ámbitos y vivir dignamente de mi profesión. El rozar otros círculos sociales me permitió descubrir un mundo de personas que crecieron con oportunidades muy distintas. Y en esa distinción vino un mundo de preguntas. Casi todas tuvieron que ser guardadas, no había tiempo de atenderlas, había que seguir trabajando. Había que pagar cuentas. Pero esos episodios siguen ahí. Esas advertencias, esas miradas, esas mejillas y manos que se niegan al contacto, esa conmiseración implícita en gestos y palabras, esas ganas gremiales de seguir desplazando la atención porque una y otra vez “no hacerla de pedo” es mejor en la comunidad y todo se sabe. Si la cagas una vez eres fichado y te ganas fama de “problemático” (la misma que se le impone a divxs insoportables o, sutilmente, a los que transgreden la ética del oficio) por señalar que el sistema es injusto y necesita cambiar. “Nadie quiere trabajar con un actor que da problemas” es una máxima que no indaga en la importancia de resolverlos.

Estoy harto de no dar el casting. De silenciarme cómplice y doblar las manos porque ya me hicieron merecedor de un lugar en su esfera racista y clasista. ¿De qué sirve tener el micrófono si no vas a cantar para las demás? ¿Para qué tanto reflector si otra vez vas a aceptar el papel de El Ratero? ¿Por qué esperar a ser yo el violentado otra vez cuando hay tantas voces que viven amordazadas por lo mismo?

3

Hoy hablo desde el privilegio temporal de tener un trabajo estable, solvente y reconocido. Hoy miro atrás y me reconozco lleno de suerte. Hoy me resuenan con mayor potencia también la lucha del colectivo LGBTI, de las mujeres y tantas otras. Hoy observo con impotencia el presente, pues resulta imposible comenzar una discusión acerca del racismo en nuestro país y en nuestro ámbito, y es imposible sobre todo ante la enorme distancia con el mínimo de empatía necesario para siquiera preguntarnos si somos racistas o no. Spoiler alert: lo somos. Y toda acusación o señalamiento que haga a partir de mi experiencia y la información que pudiese recopilar, será siempre filtrada por la etiqueta de la frustración, del enojo y la “ardidez”, esa señora que corona las justificaciones más macabras y ciegas en nuestro país. Ahí está el problema: la descalificación sistemática del disentimiento. El sistema: a él pertenecemos tú y yo. A él perteneces tú, que lees esto y te has quedado callado.

Nunca vas a terminar de entender por qué es necesario denunciar que ambos merecemos el mismo trabajo, cargo, espacio, foro o apoyo cuando mi educación costó el triple de trabajo que la tuya pero el 1% de tu colegiatura mensual. Te parecerá una exageración que señale que, en una junta de trabajo, mis ideas hayan tardado diez veces más tiempo en ser consideradas que las tuyas porque mi rostro les recuerda más a la servidumbre que a algún líder de opinión. Jamás será lo mismo que yo haya descubierto el arte por un accidente afortunado, cuando en tu ambiente fue siempre una opción cercana. Nunca va a ser claro por qué la gente te sonríe de antemano porque “luces amable” y se cambia de banqueta cuando me mira porque “me veo peligroso”. Te parecerá absolutamente circunstancial el hecho de que la gran mayoría de los puestos directivos los tengan personas que coinciden en el tono de piel, los círculos de amistad, los intereses políticos, la colonia en la que viven, el gimnasio al que asisten y la escuela a la que llevan a sus hijos. Pensarás que la razón por la que mi propuesta no fue considerada y la tuya sí es por la superioridad de tu proyecto y no por el prejuicio que ni siquiera permitió que se leyera el mío. Ignorarás tal vez toda tu vida la existencia de un nutrido número de personas que viaja diariamente en transporte público, que lee de pie tomado de un tubo, que usa el internet de un parque para tomar clases, que no se levanta temprano porque está destrozado física y emocionalmente por intentar e intentar e intentar mejorar su nivel de vida y no poder lograrlo.

Todo eso es real y todo eso tiene que ver con el tono de tu piel y de la mía, con el tamaño de tu cabeza y la mía, con nuestra estatura, el tamaño, forma y color de nuestros ojos, la cantidad de vello facial, el atuendo que usamos y cómo combinan los colores pastel con nuestro rostro, con el nivel de blancura y alienación de nuestros dientes, la cantidad y forma y color de cabello que tenemos sobre nuestra cabeza, el timbre de voz y el acento, la orientación sexual, el medio de transporte que usamos para encontrarnos. Todo esto es, en pocas palabras, una cuestión de prejuicios racistas y clasistas.

Nos dijeron que nos parecíamos a la pobreza y lo compramos a precio muy alto. Nos convencieron de las patrañas del mestizaje y las razas para mantener la conquista y no bajarse del trono. Nos acercan a ustedes día a día y nos “dan chance” de ocupar algunos puestos por cuota para figurar en la estadística. Nos escribieron obras de teatro, series de televisión y películas que perpetúan la idea de que somos ineptos, tramposos, faltos de educación y condenados a destinos trágicos y sufrientes, y guardaron para ustedes los roles que les acomodan, que los retratan como nuestros jefes, nuestros verdugos, nuestros modelos a seguir por encima de quienes somos, en una constante narrativa de élites que no nos representa.

Ocuparon y ocupan los altos mandos y siguen sin hacer nada al respecto, abandonando la lucha cada que la marea baja, callando las protestas y esperando pacientemente a que el fuego se controle y se instaure de nuevo el modo de vida al que nunca estarán dispuestos a renunciar.

Ellxs, es decir ustedes, son los que han determinado los cánones de belleza y nosotros los compramos sin preguntar desde hace mucho. Sus educaciones caras nos arrasaron de alguna manera y nos colocaron por debajo como si nosotros fuéramos los que no nos esforzamos. Sus negocios y sus herencias y sus “amigos de la familia” y sus afinidades europeizantes y sus discursos nos dejaron afuera, muy lejos. Nos atragantaron de fotografías, comerciales, productos y héroes de pieles delgadas que se colorean solo en camas de bronceado como una opción estética. Gente a la que no nos parecemos, ni nos vamos a parecer nunca. Seres tocados por los dioses que sonríen y abren las puertas del éxito. Y ciertamente no damos el cast. Ni lo daremos. No para sus historias que no hablan de nosotros.

4

Nuestras historias podrían comenzar a ser diferentes si disolvemos los muros ideológicos con los que hemos cooperado todxs hasta hoy. Si fuera así, el público para el que trabajamos, que siempre recuerda personajes complejos e historias variadas, podría enunciar sin problemas una lista de actrices y actores morenxs, que claramente no viven en el imaginario colectivo porque una persona de tez morena no es precisamente la estampa de actor/actriz famosx.

Hablaríamos de Ángeles Cruz, Noé Hernández, Tenoch Huerta, Sonia Couoh, Mónica del Carmen, Gabriela Cartol, Luis Alberti, Patricia Meneses, Teté Espinoza, César Enríquez, Zaide Silvia, Hoze Meléndez, Eileen Yañez, Myriam Bravo, Yoshira Escárrega, Krystian Ferrer, Benny Emmanuel, David Illezcas, Leidi Gutiérrez, Rodolfo Domínguez, Josué Maychi, Jorge Antonio Guerrero y muchos otros que aún no conozco, pero esta vez sólo por su trabajo en pantalla o en escena. Tendrían más cabida en las escuelas gente como ellxs y como yo, y lxs veríamos mucho más una vez que se graduaran. No estaríamos obligados a demostrar que nuestro talento justifica nuestra lejanía de la hermosura blanca (y tampoco, dicho sea de paso, heteronormada). Cualquier niñx podría imaginar que cuando sea grande podría dedicarse a la actuación, porque los que ve en pantalla y en escena se parecen a él o a ella.

Les hablo a ustedes porque claramente hay un ustedes y un nosotros. Tristemente he dejado de creer que somos una comunidad, cuando mi gente sigue oprimida y ustedes solidifican sus fortunas, sean materiales o ancladas en la preciada visibilidad artística. Eso que no ven, eso que se oculta detrás de historias de éxito, de nominaciones al Oscar, de conflictos “peores” en el extranjero, de cuotas y discursos bonitos, está ahí, está aquí: están rodeadxs. Ustedes quienes están en puestos de poder, quienes escogen, quienes reparten, quienes le hablan a mucha gente, quienes convocan, quienes deliberan: es tiempo.

5

Es tiempo de modificar las historias, los diseños, los elencos, las convocatorias, los exámenes de admisión, la moda, la educación, el lenguaje, los métodos de reclutamiento, los equipos de trabajo, la división de tareas, la publicidad masiva. Es tiempo de crear espacios de diálogo y de representación, de renunciar a privilegios, de hacer donativos, de pronunciarse, de defender, de reconocer una identidad digna y amplia, de sumar a la diversidad. Es tiempo también de denunciar, confrontar, frenar, educar, escuchar desde otros lugares, ser lxs otrxs. El tiempo es éste: apostemos diferente, desplacemos las miradas, honremos la belleza que cada ser humano tiene, repudiemos el racismo, pronunciémonos al respecto y actuemos en consecuencia.

Llevo muchos años luchando amablemente y con una sonrisa por dar el cast. Estoy satisfecho con mi trabajo y tengo grandes aliadxs y amigxs. Pero no estamos percibiendo un mundo con las mismas oportunidades y eso me llena de rabia. Me molesta enormemente saberme cooperando con un sistema que aplasta pasivamente por omisión. En el sistema que otorga valor a las personas en esta sociedad, el “ser pacífico” es una cualidad apreciable, pero esta cualidad tiende a diluirse en el silencio y la apatía convirtiéndose en un concepto mucho más simple y conveniente para quienes viven más cómodos: la pasividad. En una sociedad ejemplar, nunca pasa nada; no sólo nada malo, sino nada. En casi cualquier oficio, pero especialmente en el de los artistas, este postulado seca el terreno del desarrollo de las ideas y genera una ilusión de inmovilidad que ebulle silenciosamente bajo una tensa red de amabilidades y acuerdos tácitos, encerrando y repudiando los descontentos. Calificando al individuo inconforme (o visionario) como un “inadaptado social” o un “incendiario”. Pero el arte es precisamente lo contrario. Y eso difícilmente alguien podrá ponerlo a discusión.

Y, debo agregar, es frustrante y desesperanzador más aún el hecho de pensar que levantar la voz es dispararse en un pie, renunciar al prestigio tan sobrevalorado y tan mal entendido, ser un malagradecido por traicionar la élite que tan amable me ha prestado un espacio para figurar y más vale que lo cuide. Desafortunadamente esa rabia no basta y no tiene un sujeto depositario pues la red es enorme y nos involucra a todas y a todos y a todes.

La rabia ebulle debajo de las sonrisas amables de los rostros “violentos” por nacimiento. Los dientes presionan un insulto debajo de un “sí, señor”, de un “bueno, gracias” apenas perceptible. Los oprimidos superamos en número y en falta de temor por perderlo todo, por apostarlo todo. Yo no tengo la solución a este problema pero tengo muchas preguntas, y sigo transitando con toda la fuerza que puedo para acercarme al micrófono a hacerlas y cantar fuerte una canción que nos dé sentido a los que hemos cedido el lugar desde hace muchos siglos. Más que nunca, hoy damos cast de mexicanxs, de morenxs, negrxs e indígenas, con muchas historias nuestras por contar: de amor, de dolor, de felicidad, de violencia, de dignidad, de complejidad, de pura diversión, de inteligencia, de ambigüedad y de tantas otras cosas que no hemos podido encarnar.

Hay un numeroso pueblo oprimido que ruge en silencio desde hace siglos. Mi gente se ha dado cuenta que es la que jala la maquinaria de sus enormes máquinas. No vamos a ser cómplices silenciosos nunca más. “Nosotros te llamamos” ya no es válido para el rol que hemos venido a desempeñar. Es por fin un rol protagónico en la pantalla más grande y es un personaje que posee riquezas y talentos, en una historia con altas y bajas como la que todxs vivimos, pero marcada por la segregación, la injusticia y la violencia. Es nuestra historia y vamos a contarla.

Voces en los días del coronavirus

Lilia Martínez y Torres, historiadora

Hoy, 2 de junio, mi amado señor marido y yo llevamos 77 días en confinamiento, en el nadie entra - nadie sale. Estamos bien, muy cuidados por nuestras dos hijas, yernos y la nieta grande. 77 días de cuarentena a los 70 años parecerían pocos (pasado), pero no, a los 70 años, 77 días son muchos (presente); especialmente para mí, que siempre he sido una irredenta pata de perro.



Desde muy chica aprendí que el mundo era muy ancho y largo, y no pasaban más de 3 días sin que fuera al centro de la ciudad, que siempre ha sido mi disfrute y mi pasión. Cuando vivíamos en la colonia Humboldt impartía clases en la Ibero (en ese entonces todavía ubicada en la colonia Vicente Budib), y también en el Colegio Humboldt; mi mercado era La Acocota, todo al norte y oriente de la ciudad, así que todos los días me daba mi tiempo para ir al centro, aunque fuera solo a caminar por los portales.

SOBRE LILIA MARTÍNEZ Y TORRES: Comer para entender de dónde venimos



La cuarentena, hasta antes del COVID-19, era una palabra que me remitía a la que se guardaba después del parto, o por el sarampión, e indudablemente ahora tendrá otras connotaciones. Los 3 primeros días de confinamiento fueron angustiantes, no me sentía a gusto en ningún lugar de la casa. Me asomaba por las ventanas que dan a la calle, me asombraba ver tanta gente y automóviles circulando y me sentía peor.

Al cuarto día me entró una gran tranquilidad y entonces empecé a organizar cómo sería mi día a día. Normalmente, de lunes a viernes, me levanto a las 7:00 am y me acuesto a las 11:00 pm, con una siesta de 20 minutos después de comer, así que en el horario no habría diferencia. En el nadie entra - nadie sale ahora me hago cargo del aseo de la casa y de la comida. Mi señor marido lava los trastes y la ropa. El martes y el domingo nuestras hijas y nieta nos traen el abasto del mercado y el super, esos días entre los dos desinfectamos, lavamos, secamos y guardamos todos los víveres.

Para mí, leer es de todos los días, y es algo en lo que me sigo ocupando en este encierro, así que no ha habido diferencia. Hemos visto películas y series como nunca, y ponernos de acuerdo sobre qué ver es sencillo, tenemos gustos muy afines. Creo que las redes sociales las he manejado bien, me es muy importante estar en contacto con la gente, así que todos los días comparto en ellas diferentes temas. También me han invitado a charlar en varias plataformas sobre los temas que trabajo, lo cual me ha hecho más ágil en el manejo de la tecnología.



Reflexionando sobre lo positivo de esta cuarentena puedo decir que con mi señor marido ha sido una oportunidad diferente de disfrutarnos más y de recibir de mis hijas, yernos, nietos y bisnietos, cariños y provisiones. De mis hermanos y amigos, sentir su solidario y amoroso acompañamiento vía telefónica y virtual. También disfrutar cocinando ¾siempre me ha gustado cocinar y ahora lo hago con lujo de detalles¾. He organizado de una manera más accesible la Colección Cocina Cinco Fuegos, que tan importante es para mí y que siempre requiere mucho trabajo y tiempo. Y, para todo, he aplicado lo que mi mamá tanto me decía: lo que tengas que hacer, hazlo rapidito, de buen modo y con buena cara.

Mis principales experiencias en este confinamiento han sido aprender a recibir (siempre he dado, procurado, atendido, cuidado) y a tener paciencia (una semana a la vez) … aunque me dijeron que era un mes, después otro y ya vamos en el tercero. Extraño mucho comer con la familia y o los amigos, también, esa largas tertulias que se dan después de saborear una deliciosa comida, pero más que todo, abrazarlos.

Sé que habrá un antes y un después por el COVID-19, y que ese después traerá otras reglas y nuevas maneras, ¿cuáles? no sabemos. Mientras, mi amado señor marido y yo nos seguimos cuidando, y ustedes cuídense también. Los quiero (ver en persona y abrazar).