Sociedad

Vida y milagros
Sapere Aude, atrévete a saber, dice la frase en latín. A veces se necesita valor para atreverse. Otras te ves obligado a saber, cuando te topas con los datos y los ves sin haberlos buscado. Así me pasó con dos notas que vi en la misma página de internet la semana pasada, dos notas soltadas una tras otra, tratadas como si fueran igualmente importantes, cuando son lo más extremo, el reflejo de lo contradictoria que puede ser la especie humana, de sus conductas impredecibles que recorren todas las variables, todo el arco de virtudes y vilezas, desde la bondad y la empatía hasta llegar a la crueldad extrema. Las dos notas que vi solo tienen en común que el tema eran los niños.
La primera nota se presenta como un gran logro de la ciencia, cuando en realidad es un monumento a la banalidad y la estupidez humana. Una pareja de hindúes, él de 80 años y ella de 73, obvio, con mucho dinero, tuvieron esta semana unas gemelas reproducidas in vitro. Por la avanzada edad de la mamá, hubo un equipo de diez médicos para asistir al parto y recibir a las niñas. La explicación de este par de fatuos es que siempre quisieron tener hijos, como si la paternidad consistiera solo en engendrar y parir y no también en acompañar y criar a los hijos hasta que alcancen la independencia. ¿Tan importante les parecerá perpetuar sus genes a estos dos? ¿Pensarán que les alcanzará la vida para verlas llegar siquiera al kínder? ¿Les aguantará la columna para cargarlas cuando pesen diez kilos? ¿No podrían haber tenido la generosidad de adoptar o pagar la educación y crianza de muchos niños que lo necesitan? ¿Y los médicos, en un país donde hay más de 1,300 millones de personas, y nacen anualmente 15 millones de niños, no consideraron que podrían aplicar su ciencia, recursos y conocimiento en niños marginados, que ya nacieron, o van a nacer, y que lo necesitan por la extrema pobreza que aún azota a millones de personas en India? Les pareció mejor el negocio de reproducir a quien puede pagarlo a esas alturas de la vida.
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La otra nota ha estado varios días en los medios, pero casualmente en la página de yahoo venía en el mismo bloque de la ridícula noticia del in vitro invernal. La nota titulada "La niña de las calcetas rojas" narra el extremo opuesto, la historia de una niña no deseada, una historia que sucedió en nuestro país, en México, marcado también por feroces desigualdades. Esta niña murió antes de cumplir 5 años. Nació en el peor lugar imaginable, nació para caer en los brazos de una mujer absolutamente incapaz de generar el mínimo sentimiento de amor y empatía por su hija, a la que sometió a un maltrato cruel desde bebé. ¿Que la llevó a ser así? No lo explica la nota, y entenderlo es motivo de otra historia. Saber porqué sucedió así y nadie pudo evitarlo, sí es algo que como país tendríamos que saber y aprender, porque notas como ésta son recurrentes: niños maltratados y asesinados a manos de sus familiares, donde nadie hizo lo posible para evitarlo. La nota sí dice que la mamá se volvió adicta, que consiguió una pareja nueva y que entre ambos se dedicaron a maltratar a la niña. La mamá del padrastro reportó al DIF que la pareja maltrataba a la niña. Nadie se presentó, ninguna autoridad, a verificar la denuncia.
Increíblemente, esta niñita tuvo una oportunidad de salvación, una oportunidad que se perdió en la nada, en la incredulidad de quienes pudieron salvarla, en la falta de voluntad, en la indiferencia, en la incapacidad de ver lo que le estaba sucediendo entre quienes la tuvieron cerca, en la ausencia de instituciones que alerten con más énfasis los riesgos y llamadas de auxilio que grita el cuerpo de un niño o niña maltratados. Gastan mucho los políticos en publicitar sus logros. ¿Porqué no gastan en dar información útil para que quienes detecten este tipo de maltrato, sepan qué hacer?
La niña de las calcetitas rojas fue llamada así porque cuando la encontraron muerta, como dato particular se dijo que sus sus calcetines eran rojos. Más tarde se sabría su nombre: Lupita. Se tardaron nueve meses en saber quién era. Muchos vecinos y activistas se movilizaron para dar con los culpables. Los expertos lograron reproducir un retrato de su rostro, el que finalmente llevaría a sus asesinos. Un hombre identificó su rostro en la televisión: la había visto mientras vivió en casa de sus tías. En el lugar en el que fue encontrada,en el bordo Xochiaca, los vecinos aún colocan peluches, muñecas y dulces, como queriendo compensar lo que en vida no tuvo. También para que no llegue la desmemoria.
De Guadalupe existe un pequeño video que le tomaron sus tías, con quienes su mamá la fue a dejar por un tiempo. Hay quien dice que la niña huyó y se fue solita con las tías. Por una única vez en su vida tuvo un regalo de reyes, comida, ausencia de golpes, algo de cariño. En el video la vemos con sus grandes ojos negros sorprendidos ante la pregunta de qué les pedirá a los reyes magos, porque ni siquiera sabía que existían, y ella va contestando con timidez lo que les pedirá. ¿Carajo, dónde estaban los reyes magos? Después de unos meses la madre reapareció y los parientes le propusieron quedarse con la niña. La mamá les pidió veinte mil pesos por ella. No los tenían y se sintieron obligados a devolverla. No se les ocurrió darle largas a una persona que no era de fiar, o ir al DIF, o retener a la niña como fuera mientras pensaban. No vieron, o no supieron ver. La entregaron de nuevo a sus verdugos. Quienes vieron las cosas hicieron lo que creyeron a su alcance, pero nadie hizo lo imposible.
Lupita fue encontrada en un canal, violada, golpeada con crueldad, con cicatrices añejas. Hoy se sabe que su mamá y su padrastro la castigaron hasta matarla por un motivo nimio. Cuando se dieron cuenta de que estaba muerta, la arrojaron en un canal de la colonia en la que vivían.
Ya están detenidos. Valió la pena buscarlos. Tenían con ellos a otros tres niños que han sido enviados a un albergue infantil. Dicen que los condenarán a 88 años de cárcel, como si los fueran a vivir. Ochenta años, como los que tiene el señor hindú que consideró importantísimo reproducirse. Diez médicos en un parto de una señora de 73 años. Nadie para salvar a una niña que se llamó Guadalupe Medina. El juez ordenó que su nombre apareciera en el registro civil, aunque nunca fue registrada en vida.
¿Quiénes somos los humanos? Somos tantas cosas. Atrévete a saber...

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Tahiti, Foto de portadilla tomada de tahiti.com

Sábado 1 junio



Ya llegó junio, el que parte en su último día el año. No me la creo, el 2019 se veía tan lejos y ya vamos a la mitad. Que loco es eso de que cada año se pase más rápido que el anterior, es tan cierto que da miedo. Cuando éramos niños una navidad y la otra equivalían a tres dientes caídos, cuatro cortes de pelo, 45 idas a comer con la abuela, un grado escolar más, cuadernos llenos, otros maestros, nuevos amigos, partidos y torneos de algún deporte, vacaciones etc. Ocupados también estábamos pero el tiempo se pasaba más lento. Ahora de adultos, entre una navidad y la otra es posible que no abrieras algún regalo, 365 días se escurren de las manos y se quedan atrás. Notas al abrir y cerrar los ojos a tus hijos 4 cm más grandes, hiciste lo mismo prácticamente todo el año, no has acabado de pagar lo que compraste a dieciocho meses sin intereses, tal vez hasta no recuerdas muy bien fechas o eventos importantes por que sientes que los pasaste ayer. Repites cada mes, ya estamos en: ¿abril?, ¿junio?, ¿noviembre?, por que la monotonía de los días te impide a veces ver cambios en las estaciones, por que el ahora necesario celular es el distractor perfecto para perdernos de los cambios del árbol que tenemos afuera de la ventana o en el mismo lugar donde nos estacionamos todos los días. Ya no vemos, mucho menos observamos, se nos esfuma nuestra capacidad de asombro y se nos acaba el ritmo respetuoso que teníamos en la niñez para aprovechar el tiempo. Y así estoy hoy, pensando, ¡ya es junio! Ya llevamos el diez por ciento de nuestro planeado viaje, a qué hora zarpamos y nos tardamos todo un mes en cruzar el pacífico. Siento que fue hace tanto y al mismo tiempo es como si solo hubiera visto una película de dos horas. No sé cómo explicarme mejor. Seguimos en la polinesia francesa, estos tres meses que podremos estar aquí los vamos a exprimir. Nos movemos de una isla a otra y conocemos gente casi todos los días, gente que nos pone el destino como fichas de ajedrez bien jugadas. Todos importantes y todos entran de clavado a nuestro corazón. Es curioso, vamos acortando los tiempos de adaptación de cada lugar, ya vamos entendiendo estos ritmos y horarios diferentes, nos enamoramos en cada anclaje y cada vista y nos entristecemos en cada zarpe. Pero nos volvemos a ilusionar al escuchar un nuevo grito de “tierra a la vista”.

Con todo y dolor de muela de Diego, nos vamos a snorkelear a un lugar que le llaman “El Acuario”. Es un bajo como cualquier otro dentro de Rangiroa, lleno de arrecifes y peces, solo que a este le colocaron unas boyas que tienen un barandal y flotan distantes con un número. Debajo de la superficie, enmicadas y amarradas al fondo puedes ver imágenes de los peces que hay en la zona. La experiencia de bajar a leer la explicación con el visor está divertida. Alexa y Diego se aventuran con su papá a ir por cada boya una más lejos de la tierra que la otra, ahí van los tres cerquita uno del otro, los veo alejarse pues Vital entro en pánico en la boya número 1 y me tendré que regresar nadando al dingui con mi niño que ni con chaleco se sintió seguro, no lo culpo y no lo pienso obligar, nos pasan dos tiburones de punta negra por abajo y este pobre grita con todo y snorkel y se me abraza al cuello, no me gusta que se asuste, yo contengo muy bien mi miedo, cada día que pasa respeto más la indiferencia de estos hermosos animales con tan mala fama, sin perderles de vista, nado un poco más aprisa y empujo de las pompas a mi bebe para treparlo y que se sienta a salvo, yo doy una última revisada abajo de mí y ya no están, con 3 aletazos me logro impulsar y me subo a esperar con Vital a los demás. Regresan después de 15 minutos felices, me concentro un poco más en Alexa que es la que venció un miedo más hoy y está encantada de describirme las formas y colores de todo lo que vio, pero Diego no puede evitar interrumpir a su hermana con su emoción por haber visto una agresiva morena, como él la llamó.



Nos encontramos con Connie en el muelle principal, se viene con nosotros de aquí hasta Tahití, será de mucha ayuda en las guardias y podremos conocerla mejor. De unos 63 años esta mujer con su pelo, cejas y dientes del mismo color nos sorprende con sus muchas historias y conocimientos. ¡Ella está viajando por el mundo en veleros, pidiendo RAID!!! Así, no tiene un plan específico, solo quisiera algún día llegar a Nueva Zelanda, pero en el “mean time” solo dice para todo ¡oh, that’s O.K. Sonríe en todo momento y sus ojos son claros y transparentes, es una viejita hippie, yo la siento de alma buena y observadora. En cuatro islas diferentes nos la hemos encontrado y esas mismas cuatro veces me he enterado que está en busca de un barco que se la quiera llevar como tripulación, solo que antes no me había animado a invitarla, pero ya nos volvimos a cruzar y algo me dice que nos la está mandando Dios. Emocionada por la invitación nos comenta que ella le entra a todo, vive en su barco en Washington, Seattle, es velerista, estudió relaciones internacionales cuando era joven, tuvo dos hijos que hoy son adultos y la dejan ser libre, se alegran de saber que está cumpliendo un sueño. Come lento y poco, se cuida mucho, tiene los músculos de los brazos marcados debajo de una delgada capa de piel que le cubre todo el cuerpo en un mismo tono color durazno, toda ella es delgada y arrugada. Mientras comemos algo “chez Lilis” antes de irnos, ya con sus múltiples maletas en el dingui, nos termina de convencer al decirnos que es fisioterapeuta especializada en músculos de la espalda y hombros, ¿que qué? Alejandro ya va mucho mejor de su problema de brazo, pero será de muchísima ayuda que lo revise; si ella quiere le dará un masaje y estaría bien que nos ponga a todos una serie de ejercicios para estar sanos ahora que vivimos en un barco y es lo mínimo indispensable, de no ponernos más fuertes, todo el tiempo estaremos lastimados. Muero de ganas de saber más de esta mujer de edad madura, que usa minifaldas de licra y top a su edad, carga “N” maletas y se cuelga collares con el símbolo de peace and love en tono azul turquesa con brillantina.



Domingo 2 junio

Vamos muy bien, son las 12:00 y Connie lleva cuatro atuendos diferentes, yo me muero de risa cada vez que sale con una gorra de diferente color u otro paliacate en la cabeza ¿qué tanto trae en sus maletas esta mujer? Para la guardia de ayer en la noche, la veo subir con su chaleco perfectamente abrochado, tennis, guantes, lámpara de luz roja en la frente, termo de agua y su celular prendido con la ruta marcada. Me da una angustia mezclada con ternura verla luchar con la inclinación del piso del barco, lenta, pero con paso firme llega a suplirme, revisa los nudos a los que venimos, se asoma a ver las velas, el horizonte y las estrellas, checa el rumbo, ronronea un cálculo mental y yo solo estoy ahí, en silencio, observándola y tratando de descifrarla. Le doy un sarape pues hace frío y le cedo mi lugar. ¡Thank you, and good night Connie! Levanta sus arrugados ojitos y debajo de su luz roja me cierra uno.

Pasamos un día tranquilos con un ángulo perfecto al viento y un mar que, amable, nos empuja rumbo a Moorea. Vimos tres arcoiris en el mismo día, dos salían formando un cuarto de circunferencia de la superficie de una nube blanca; parecen pintados por la imaginación de un niño, un efecto natural mágico pues parecía ir empujando a unos grupos de nubes grises que a lo lejos soltaban sus cortinas de agua; amo ver esas escenas. Nos pusimos a cortar unos shorts de mezclilla viejos de Alexa, para hacerle un overol a su muñeca, esa fue nuestra máxima actividad de hoy. Además de preparar y comer una rica botana y cena. Los demás estuvieron en su rollo, sus libros y sus juguetes. Connie se echó dos siestas y nos platicó un poco más de su vida; sacó su tablet y tratando de dominar la tecnología, nos enseñó fotos que les había tomado a los niños trepados en el árbol que los entretuvo varios días en NUKU HIVA. Mis hijos ya eran recuerdos de su viaje antes de invitarla, son de esas cosas que te sorprenden. Alejandro me hace el comentario que también rondaba en mi mente justo en ese instante, comienza a pasarnos eso, un poco de telepatía. Opinamos que debe ser difícil viajar como ella lo hace, y con ese tema nos pasamos un buen rato analizando pros y contras. Yo estoy cómoda con su presencia, es una mujer que siempre tiene algo positivo que decir y sonríe.

Rotamos el turno de la guardia, a mí me entra un sueño que me tumba a las 8:30, se queda Connie en su atuendo número 8 o 10 a la primera guardia.

Durante el día se expandió un poco, en el camarote que le dimos parece que explotaron sus maletas, ya vemos dos pares de chanclas suyas en la bañera, cables de su tablet y celular ocupando el cargador, gorras y su blusa del cuarto atuendo de hoy debajo de los cojines, tres termos de agua en diferentes lugares del barco etc.

Noto a Alejandro levemente saturado, pero disimula. Yo no sé qué pensar, no logro entenderla del todo.

Lunes 3 junio

Hace una semana me enteré que mi padrino de bautizo tuvo un derrame cerebral y no está bien. Decido escribir un mail a mi papá, que fue quien me dio la noticia y lo noto triste. Qué impacto que la vida tenga esos cambios inmediatos e inevitables. He pensado mucho en eso y en lo importante que es vivir y disfrutar cada día. A mi tío Alejandro, que en contadas ocasiones vi, pero que claro que le tengo un cariño especial, le deseo desde lo más profundo de mi corazón que sea libre de vivir o morir, lo que decidan Dios y él. Lo que más me está enseñando todo esto, es a estar y aceptar el lugar en donde estamos parados y agradecer la vida y la salud que es indispensable.

Todos los que hasta ahora hemos visitado son lugares que el tiempo, la naturaleza y el hombre han respetado, ojalá que esto siga así. Es un privilegio ser de los pocos seres humanos que visitan estas aguas transparentes que parecen inmensas peceras donde puedes sumergirte y ser uno más. Los animales no tienen miedo y eso es lo que su energía me dice. De todos modos, los prejuicios o conceptos son muy difíciles de hacer a un lado y siempre está presente la precaución agarradita del dedito chiquito del miedo. Pero ya lo viví y ya pude ver que los monstruos que yo imaginaba, son creaturas perfectas que simplemente están en su mundo al cual yo no pertenezco, por lo que prefieren ignorarme, me rodea el mundo del mar, desconocido para mi, inmensamente hermoso, cada día me adapto a esta vida, a esta naturaleza a estas nuevas formas de ser.

Como mago el capitán llega a las 6:15 de la mañana a Moorea, tenemos nuestra cita con el dentista para curarle la dolorosa muela a Diego a las 8:00, debemos apurarnos. Alejandro viene un poco cansado y enojado pues Connie en su guardia tiró su bocina y ahora trae un abollón, además picó botones del gps sin la autorización del capitán y nos desvió unos grados, mismos que corrigió Alejandro en su guardia, pero que nos pudieron haber atrasado y dejó prendida una linterna solar que es de emergencia. Ahora no hay mucho tiempo para corajes, debemos estar muy atentos para poder entrar a esta isla rodeada por un arrecife donde hay miles y miles de bajos, está marcado un camino con postes rojos y verdes, pero sigue siendo muy arriesgado. Vemos a un velero que está entrando por la misma cara de la isla que nosotros y decidimos seguirlo, logramos pasar el arrecife por el canal marcado y ahora falta avanzar hasta la zona de anclaje más cercana al consultorio del dentista, que está pasando el hotel intercontinental. Muchos barcos anclaron a la izquierda de esta entrada, pero justamente al que venimos siguiendo se va a la derecha y es adonde necesitamos ir, lo seguimos un poco más y bruscamente hace un giro a la izquierda donde tira su ancla, Alejandro viene detrás de él y lo pasa unos cuantos metros y comienza a girar también, yo vengo en la punta y de pronto comienzo a ver corales a poquísima profundidad de nosotros, como pequeñas islas, le grito que gire a la derecha, avanza, vuelvo a gritarle que debe girar ahora a la izquierda, debemos rodear estos corales, zigzageamos y aunque fue muy veloz girando el timón no logramos esquivar una por completo y sentimos como rozamos con una de las quillas del barco la roca y nos frena un poco el arrastre, a mí se me para el corazón y enmudezco, Alejandro mete reversa y vuelve a avanzar logrando pasar hacia la parte más profunda donde se anclaron los otros 3 veleros que se aventuraron como nosotros a pasar de este lado. Pfff!!! Que susto, anclamos sin problema y seguimos con las prisas para llegar al dentista, ya son las 7:00, todavía falta bajar el dingui y su motor e irnos. Luego revisaremos la rodilla raspada que seguramente le quedó al ALDIVI. Dejamos a Alexa y a Vital con Connie, les aventamos la cruz y nos bajamos lo más pronto posible con Diego, comienza la segunda parte de la adrenalina de esta aventura.

No conocemos la zona y no hay nadie a nuestro alrededor, no avanzamos ni 30 metros cuando de nuevo vemos corales casi al ras del agua, pero ahora sí no hay manera de esquivarlos, estamos encima de ellos, debemos levantar el motor para que no se rompa la propela, empujarnos y remar de regreso a lo más hondo por donde veníamos. Tratamos de estar muy atentos levantándonos un poco en la puntita del dingui, para distinguir bajos, pero le tapamos la visibilidad al capitán que viene nervioso, corren los minutos 7:45 ¡Dios mío! que prisas y nomás no sabemos pa donde darle, a lo lejos vemos los bungalos del hotel intercontinental, pero ¿cómo llegamos?, toda la zona es un inmenso arrecife, damos vueltas y nos volvemos a atorar, unos postes salen del agua pero pensamos que están marcando bajos y preferimos no acercarnos mucho, desde la superficie a la distancia el sol refleja brillos y no podemos ver más allá, seguimos tratando de descifrar una ruta cuando de pronto escuchamos un motor a toda velocidad acercarse, viene una mujer en posición relajada fumándose un cigarro, en una lancha y pasa al lado de los postes sin ver a ningún otro lado, se va derechito. Ahora sabemos que, al contrario de todas las otras señalizaciones, éstas indican el camino correcto para pasar por esta trampa. Una mantarraya inmensa nos pasa por debajo del dingui, venimos flotando sobre un acuario inmenso, pasa a no más de 80cm podríamos tocarla. Nos regresamos remando a los postes y copiamos la estela que dejó la lancha anterior, logramos llegar a ella, debemos preguntar ahora cómo nos podemos acercar al muelle, nos da indicaciones precisas y nos dice que si no nos vamos por ahí nos atoraremos. Con mi nervioso francés del momento, creo entenderle, seguimos sus consejos y logramos llegar, pero resulta que tendríamos que caminar 1 hora para llegar al dentista y ya son las 8:15, nos aconsejan acercarnos más en el dingui.

Hay otro hotel más adelante pasando la punta de la montaña que se mete al mar, el hotel “IBISCUS”, ése sí queda enfrente del dentista. No hay de otra, vamos de nuevo, nuestro nivel de stress nos hace pelearnos aunque sabemos que no es culpa de nadie, el pobre de Diego mejor se calla y se agarra el cachete que tanto le duele, nuevamente en medio de este laberinto, con nuevas instrucciones y ya son 8:40, el sol nos quema, yo no veo bien de lejos y me enojo, Alejandro ya no sabe cómo hacerle para avanzar más rápido, por fin vemos la descripción de las indicaciones del hotel de paredes rosas y nos logramos acercar, amarramos el dingui a una cornamusa de un muro que sobresale del mar a la orilla del hotel y nos bajamos. El dentista realmente está prácticamente enfrente del hotel, pero ya hay gente sentada en la sala de espera que es bajo un techo al aire libre. La secretaria, amiga de nuestros ángeles de la guarda de Rangiroa, nos explica que para podermos colar teníamos que llegar a las 8:00, pero nos va ayudar, solo debemos ser pacientes y esperar. Son las 9:15, se nos hizo tarde por supuesto. A las 10:45 nos logran hacer un espacio entre las consultas y pasa mi aterrado hijo que sabe a lo que va, el dentista solo habla francés, lo pesa, me pregunta su edad y algo más que no supe explicar, lo acuesta, Diego abre la boca y una jeringa plateada inmensa como son las de los dentistas apunta en dirección a su dolor que lo calmará en 3 minutos más, con miedo, pelando los ojos, pero con valor se aguanta el pánico mi niño y le tapan la muela en 15 minutos. ¡Aaaah!

Cómo me acaba de descansar el apretujón que traía desde hace 5 días en el pecho. ¡Qué maravilla! Vámonos de regreso a ver que los otros dos estén bien con la desconocida con quien los dejamos. Estamos teniendo que confiar también en los niños mucho, están aprendiendo a cuidarse solos.

El barco efectivamente solo tiene un raspón en la quilla de babor, Alejandro lo soba más que a sus hijos y casi le pide disculpas. Elevamos ancla y nos vamos a Tahití, ese era el plan. Cuatro horas después llegamos y estamos amarrados a una boya. Ya es de noche, solo vemos en esta marina unos espectaculares e inmensos veleros, amarrados en el muelle enfrente de nuestra boya, iluminados con sus miles de focos que los hacen parecer esculturas en exposición. Dormiremos aquí y mañana preguntaremos cómo es esto, si tienen lugar, si debemos algo o qué hay que hacer.

Martes 4 de junio

Alejandro se baja temprano a preguntar todas nuestras dudas y regresa con una nueva idea. En esta marina no hay lugar, nos moveremos a la marina de Papeete. Con la espada desenfundada le pide a Connie que empiece a empacar pues se tendrá que bajar hoy mismo. Ya está cansado el capitán de tener una responsabilidad más a bordo, y ésta mujer al parecer da más problemas que soluciones. Noto a Connie desconcertada y molesta con la decisión del capitán, pero yo no me pienso meter, no tengo nada en contra de ella, pero sí pude notar que se estaba acomodando de más, no sé por cuánto tiempo pensaba quedarse, solo le faltó poner un vaso en el baño con su cepillo de dientes. Ahora la pobre tiene que ponerse a empacar de nuevo todas sus maletas, tiene tiempo, nos tardaremos como una hora o un poco más en llegar a la marina de Papeete. Durante el trayecto, mientras Connie está en su camarote, me comenta Alejandro que se encontró a los chilenos esta mañana en la calle y le comentaron que a Connie ya la habían bajado de varios barcos, pues siempre que se sube, algo se descompone por su culpa o despiste, en nuestro caso aún no pasa nada grave pero ya notamos que todo lo buena que dice que es para navegar, podría ser un poco fantasía suya. No quiero juzgarla de más, sus historias y frases que durante estos 3 días nos platicó, a mí me suenan reales, pero a Alejandro varias no tanto, otro dato que le dieron y me lo alteraron de más, es que es lesbiana, no puedo creerlo, me lleva platicando tres días de su ex esposo y sus hijos, se pinta sus ojitos con rímel azul y usa faldas rosas, ahora, que si lo es, ¿qué más nos da? Realmente lo que le molestó a Ale fue que no dijera una palabra del accidente que tuvo con su bocina, eso entre otras cosas, como que le pica todos los botones al gps, toma decisiones sin consultarlas al capitán, cambia el rumbo, dejó una olla debajo de la estufa impidiendo su movilidad y casi se atora, regó un jabón en el baño y se hizo un desmadre, ralló con la fibra los dos vasos que lavó y abarcó con sus tiliches varias áreas del barco, además de que no pudieron platicar de ningún tema ellos dos, eso es más que todo lo demás. A Alejandro le gusta venir platicando y con ella no pudo.

Tahití está rodeado por una barrera de coral y sólo hay algunas entradas muy bien señalizadas para pasar al mar tranquilo, “lagunas” que quedan entre la barrera y la isla, eso es lo mágico de estos lugares, que, gracias a esa barrera de coral, tienen playas blancas, aguas de mil colores y están protegidos de alguna manera del feroz oleaje del pacífico.

El canal para entrar tiene tráfico marino y aéreo, deben autorizarte el paso en tres puntos específicos para evitar accidentes. Ahí estamos entrando a este nuevo laberinto bien señalizado; el capitán marca por radio a las autoridades y nos van viendo de alguna manera y avisando los pasos a seguir, debemos esperar a que un avión despegue de la pista del aeropuerto que está a la orilla del mar. Pasa por encima de nosotros y ahora nos avisan que tenemos 5 minutos para cruzar y seguir avanzando, en el segundo punto tuvimos que esperar un aterrizaje y en el tercero tuvimos el paso. La logística para manejar esto me parece asombrosa, salen cruceros, entran veleros, hay personas remando, pasan aviones y todos están en ese canal que no deja de ser peligroso. Alejandro tiene que poner sus cinco sentidos en estas maniobras, le hablan en otro idioma y no hay nadie más que lo pueda realmente ayudar, Connie que se supone sabe mucho, se le para cada cinco minutos enfrente del timón, o en un ángulo importante de visión del barco y los niños parecen tener el tino de que cuando el capitán pide silencio y quietud, hacen todo lo contrario. Me los llevo de plano a la cubierta, y entonces quieren brincar y jalarse de las cuerdas, Ale les pide que se queden quietos, si alguien se cae aquí no hay manera de dar la vuelta, a mí me cae el 20 del peligro demasiado tarde, hoy yo venía muy relajada y en ese modo sordo en el que a veces me instalo para no pelearme con nadie. Por fin reacciono cuando entiendo la angustia por la que viene pasando el capitán y logro apaciguar a los niños, pero Connie sigue dando vueltas confundida y Ale con más fuerza en sus palabras y tono, le ordena que se deje de mover y se siente pero ¡YA! De pronto vemos la Marina y como en un estacionamiento de ciudad, zigzagueamos y nos acercamos al único lugar libre que hay en el muelle, a punto de oscurecer. Aparecen como por arte de magia los chilenos y Nico el argentino y nos ayudan, quedamos perfectamente amarrados y seguros aquí.

Se suben todos, Connie está terminando de empacar, bajo a ayudarle un poco, prácticamente a cerrar los cierres y como sigo con la duda del chisme con el que regresó en la mañana Alejandro, sutilmente le pregunto algo así como: ¿y estas abierta al amor?, ¿quisieras conocer a alguna persona en tu viaje?, voltea a verme con una mirada cero sospechosa, creo que disimulé muy bien y me dice:, a tí te lo puedo decir, me interesan más las mujeres que los hombres. Sigo actuando relajada y sólo le digo, pues deseo que la encuentres, me sonríe y responde: you are so sweet, yo sólo observo sus maletas y le digo: ¡ok well, VOILA!!! you are ready.

Ale saca cervezas y se toma el tiempo necesario para calmar sus nervios con sus cuates. Los niños saltan al muelle pues prendieron las luces bajo el agua y parecemos flotar sobre una alberca, además de ser un acuario lo que vemos debajo y enfrente de nosotros, adornan a esta marina unos corales de colores otoñales con peces, están ahí mismo, del otro lado del muelle al que nos amarramos con la punta del barco.

Connie comienza a sacar por fin sus maletas, Alejandro que es radical cuando toma una decisión, la ayuda a bajarlas del barco y a llevarlas a la entrada de la marina, se despide de ella y se regresa a seguir atendiendo a las nuevas visitas. A mí me urge un baño, aquí hay regaderas, llevamos ya tres días sin podernos bañar pues ya traíamos muy poca agua, metemos en una mochila shampoo, toalla y una muda y estamos en la banqueta esperando a que Connie encuentre un taxi. Como me dijo Alejandro, nuestro compromiso era traerla a Tahití, ya está aquí, ya cumplimos, no la adoptamos. Finalmente se sube a un taxi y se va, yo realmente siento que me quité un peso de encima, compartir un espacio tan reducido, que además es mi casa con uno o una extraña, no es fácil y mi ingenuidad me asusta, confío demasiado en las personas sin conocerlas, creo que es algo bueno y malo.

Las regaderas de la Marina son mixtas, pueden entrar hombres y mujeres, sencillas con dos ganchos en la puerta que te da privacidad y agua fría, es lo que hay, al menos no tengo que estar sosteniendo el micrófono, meto a todos mis hijos en mi individual regadera y los baño y seco uno por uno entre gritos y carcajadas, frío y poco espacio, ahí estamos nuevamente como sardinas, me siento un poquito sofocada, cierro los ojos, me toca el agua a mí y aunque me dé frío me quedo quieta, apago el sonido que viene de mis hijos y me pierdo en las gotas que caen en mi cara y pelo con olor a limpio, qué delicia, acabo pronto, me amarro un pareo y nos regresamos por la banqueta a la puerta de entrada a los muelles.

Para explicarme mejor, sales a la calle, caminas por la banqueta y llegas a la cabañita con las regaderas. Sales de bañarte, caminas de nuevo por la banqueta, es una calle con bastante tráfico y te metes por una puerta que te da acceso a la marina.

Los niños ya están dormidos y pienso: Llegamos a Tahití, ¿cómo? ¿Estamos en Tahití en nuestro barco? Tengo que hacer una pausa para podermelo creer.

Cuando me cae el 20 me encuentro confundida. A gritos pedía civilización hace dos días, y hoy aquí anclada frente a la calle me cae de golpe mi presente. Después de meses de silencio y ver personas que viven su vida al ritmo de sus tranquilas islas, con calma y sin prisas, llegamos a ésta, la capital de la polinesia, a la ciudad.

Me desconcierta estar sentada en la bañera, con la proa y estribor del barco amarrada a un muelle de la marina de Papeete, cerca de barcos vecinos, con vista al boulevard principal, pasan coches sin cesar día y noche, el ruido de los motores, sirenas, los escapes los rechinidos de llantas y acelere de las motos que pasan a 10 metros de nosotros, se me vienen encima. Las banquetas son anchas y tienen bancas de piedras y palmeras, está muy bien iluminada la avenida, las personas pasan caminando, corriendo, patinando, en bicicleta y voltean a vernos, pues parados aquí estamos como en exhibición. La privacidad que teníamos al estar anclados a más distancia de la tierra y que nos permitía salir en calzones o bañarnos en la cubierta, aquí se acabó. Enfrente, del otro lado de la calle hay un edificio de seis pisos, en el primero está la zona comercial, desde aquí veo un banco y una tienda de ropa, y los siguientes cinco parecen departamentos. Es de color beige con barandales blancos y ventanas polarizadas, como cualquier edificio de la costera Miguel Alemán en Acapulco. Podemos bajarnos del barco en el instante que queramos y caminar 30 pasos sobre el muelle para salir a la calle y estar conviviendo con el día a día de esta ciudad, ¿que loco, no?

En los días anteriores, la playa o muelle nos quedaba lejos, debíamos organizarnos para bajar todos en el dingui, aquí trajimos a nuestra casa, con todas nuestras cosas, nos estacionamos y por unos días viviremos en Papeete, como cualquier otra persona. Debemos adaptarnos nuevamente a los sonidos y velocidad del tiempo en la ciudad.

Pasamos varios días de no hacer mucho, caminar un poco por la calle, ver tiendas locales, tomar un helado, limpiar el barco, hacer algunas reparaciones, buscar un cafe internet, jugar a la escuelita con los niños, etc… unos días tranquilos.

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Viernes 7 de junio

Hoy es el cumpleaños de mi hermana Bibiana, uno de los regalos más grandes que me han dado mis papás y Dios, la he descubierto más en esta etapa de la vida, la siento cerca, la admiro tanto, es tan generosa, tan paciente, tan cariñosa, tan alegre, tan guapa, tan sincera, la extraño, quisiera poder brincar el charco del Pacifico para darle un abrazo con todo mi amor, no tengo crédito en mi celular para poder escribirle o hablarle, pero sé que sabe lo que la adoro.

En la noche nos vamos de pinta con los Kerguelen o cuatro doctores, Isabel, los Jorges que son los chilenos, Niko el argentino, y Mario el español, casi todos nuestros vecinos de este nuevo barrio.

El bar se llama el “3 B”, cenamos y tomamos cerveza hasta ponernos alegres y continuar con rones, tequilas y acabar bailando en otro bar, disfruté a mi marido y mi tiempo fuera de “casa”. A las 6 de la tarde ya no daba para más, estaba muy cansada, pero salió este plan y fue como si me conectara a una pila externa para volver a estar full y aguantar la fiesta, me bañé y desperté, acosté niños, que ya les parece normal quedarse solos unas horas, me arreglé un poco y me fui. La pasamos bien, todos somos tan distintos que el grupo es divertido.

Vida y milagros

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A mediados del siglo XX, Carlos Denegri era el líder de opinión más influyente de México. Reportero estrella del diario Excelsior, tenía una red de contactos envidiada por todos los periodistas. Mimado por el poder, sobresalió por su falta de escrúpulos, al grado que Julio Scherer lo llamó el mejor y el más vil de los reporteros. Podía difamar a cualquiera con una impunidad absoluta.

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Enrique Serna (México,11 de enero de 1959) el escritor mexicano autor de cuentos, novelas y ensayos, presenta su último libro titulado "El vendedor de silencio", una novela basada en la vida de Denegri, el periodista que solía cobrar más por lo que callaba que por lo que publicaba o decía. Serna ha escrito mucho acerca de personajes de la vida política, intelectual y de la farándula mexicana. Tiene el tino, el conocimiento y el humor precisos para describir sucesos que ocurrieron en México en épocas que se remontan al siglo XIX, al siglo XX y hasta nuestros días. Será interesantísimo leer esta historia novelada de Carlos Denegri, autor de columnas políticas y conductor de programas de noticias que hacían temblar a la clase política mexicana. Carlos Denegri es recordado como el rey del chantaje y el soborno por medio de sus escritos. Fue además un misógino, un mujeriego, un adicto al trabajo y un alcohólico de mucho cuidado.



Viene al caso hablar de Carlos Denegri porque el personaje encarna muchas de las cosas que aún padecemos en México, casi idénticas a como fueron ayer: el periodismo del chantaje, el del cobro de extorsión para acallar la verdad, el de la calumnia y el de la lambisconería al mejor postor del momento. El señor fue también famoso por su profunda misoginia, antes vista como algo normal, misoginia muy bien descrita por Luis Spota en su novela La estrella vacía, publicada en 1940. Vale la pena también leer esa novela para situarnos y entender el ambiente social y político en el que Denegri alcanzó la cumbre como periodista y en el que la mujer es vista como un objeto más, al que los hombres pueden comprar, usar y tirar, si tienen el poder o el dinero para hacerlo. Denegri golpeó a varias de sus mujeres y esposas hasta enviarlas al hospital.



Buscando en viejas columnas escritas sobre él, miro su foto en el noticiero que hacía los domingos, precursor de los noticieros oficiales del priísmo de los años setenta. Tantos años y hay cosas que no solo no han cambiado, simplemente y para desgracia de todos, solo han creado escuela. Carlos Denegri, además de ser el periodista emblemático de la escuela de la extorsión, repito, fue un tolerado misógino. Era un secreto a voces que el señor era un macho madreador tolerado y protegido por el poder. En México se viola a una niña, adolescente o mujer cada cuatro minutos, se golpea y maltrata a cientos de miles, y mueren asesinadas cada día nueve mujeres de todas las edades.

Encuentro varias descripciones de Carlos Denegri en trozos de columnas escritas sobre él y en el libro que escribiera su última mujer, la que se atrevió a matarlo.

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Fue un hombre inteligente y culto. Nació en 1910 y se educó en Europa, pues su padre fue embajador. Al llegar a la edad adulta ya hablaba nueve idiomas. A los 28 años ya era un conocido periodista. Durante 32 años se dedicaría a provocar amor y odio entre quienes le conocieron como persona y como periodista. Alrededor de su figura existen diversas posturas y opiniones, no obstante. la mayoría de las personas que llegaron a conocerlo y tener un trato cercano con él, coinciden con lo dicho por Julio Scherer García, quien en una de tantas declaraciones sobre el personaje, dijo: "Denegri fue el mejor periodista del siglo XX, pero también el más vil". Manuel Mejido escribió: "Carlos Denegri era el Dr. Jekyll y Mister Hyde. Cuando estaba sobrio era una bella persona, fino en el trato, culto, inteligente, poligloto. Pero nada más se le pasaban las copas y se convertía en una cosa de espanto, en un demonio". Para Carlos Monsevais, la obra de Denegri alcanzó una mutación en las dimensiones del oficio periodístico, denostándolo y configurándolo en algo más barato, pues consideraba que en Denegri el chisme suplió a la crónica, y la sugerencia malévola, al reportaje. Pese a la animadversión de Scherer, él mismo decía que "Denegri era un espectáculo hiciera lo que hiciera. Genial en la primera plana de Excelsior, cruel e insensible en su vida personal, borracho cuando de beber se trataba y trabajador cuando de trabajar se trataba."

Profesionalmente era un gran cronista, periodista, narrador, columnista talentoso, pero, ante todo, era un periodista que aceptaba dinero de los políticos, un mercenario sin sentimientos, y en eso y no en el limpio ejercicio de su profesión, fundó su enorme fortuna y poder. No hubo un solo político que no le rindiera, pero también que no lo temiera. Llevaba un riguroso fichero personal de cada uno de los personajes importantes de la época. Elevó la crónica a la altura del arte literario, pero transmutó el buen periodismo en un arma certera, un veneno mortal para usar a su personalísimo favor, y nada más.

En 1970 fue asesinado por su última esposa, Linda Denegri, veinte años más joven que él, y quien antes de conocerlo había sido una mujer independiente, gran cosa para una época en que la autonomía femenina era sinónimo de liviandad. " La esposa de Denegri --dice Eloy Garza en un extraordinario artículo-- practicó tres extravagancias peligrosas, impensables en los años cincuenta: tenía un criterio propio, se divorció de su primer marido, y más adelante intentó huir de las presiones de su soberbio acosador, el poderoso periodista Carlos Denegri, quien dio con ella en Saltillo, a donde ella había huido, y acompañado por una patrulla que pusieron a su disposición, fue por ella y la obligó a casarse con él. Finalmente, y harta de sus amenazas, sobornos y golpizas, harta de tener miedo, lo mató por la espalda de un disparo en la cabeza en el dormitorio de su casa en la madrugada del año nuevo de 1970 ". Un joven periodista de entonces, Miguel Angel Granados Chapa, reaccionó a su muerte con la frase ¿"Ya lo mataron?", porque imaginó que pudo haber sido cualquiera de los muchos que lo odiaban. En vida, Denegri no cultivaba clemencia. Ya muerto, nadie le tributó compasión. Fue el mejor reportero de su época y el más perverso periodista de su generación. Fue la pluma más mordaz. Fue la pluma más vendida. Un exquisito, un salvaje.

"Hay muertes que suscitan sosiegos colectivos". "El nombre de una de sus dos columnas en Excelsior era "Arsénico", y más que una proyección mental, era emocional. Igual que dominó nueve idiomas, dominó a la clase política nacional, dominó a cuanta mujer se le paró enfrente, igual que dominó a su máquina de escribir. Le gustaba someter, flagelar, torturar. Y sobre todo, lucrar. Aprendió a dominar a golpe de palabras, y a lastimar a puños las almas femeninas".

Linda Denegri, su esposa y verdugo, escribió: "¿Maté yo a Carlos Denegri? Carlos, periodista, era temido aun por los más altos personajes de la política y el dinero. Todos lo querían mal y sin embargo, todos se rendían ante él. Cuando murió, nadie sintió su desaparición".

Habrá que leer la inquietante biografía de Enrique Serna, un libro que promete ser "una radiografía del machismo a la mexicana, un estudio de carácter incisivo y mordaz, sustentado en un arduo trabajo de investigación que derivará en la reconstrucción del pasado". Un relato de la farsa trágica de la vida y muerte de Carlos Denegri.

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Domingo 26 de mayo



RANGIROA. Después de un día y unas horas de navegación llegamos a este atolón, el segundo más grande del mundo, un pequeño mar dentro del inmenso pacífico. A las 7:00 de la mañana entrábamos por el pase de Tiputa al norte. Como en una licuadora se movía el ALDIVI, las corrientes en esos espacios reducidos para entrar o salir son muy fuertes, timonear es todo un reto, a los lados tienes bajos y debes permanecer al centro del canal, al pasar el remolino, surfeábamos la ola que nos empujaba hacia adentro, después, la corriente que salía nos mantuvo en un mismo sitio por unos minutos, una nos empujaba y otra nos sacaba, con los dos motores encendidos poco a poco vencimos a la corriente contraria. No todos los atolones tienen acceso a su interior por mar, qué interesantes deben ser también esos, ¿tendrán fauna diferente? Conforme avanzamos descubrimos poco a poco este paraíso. El mar es un plato y sopla un viento maravilloso, continuo y fresco. No se puede ver el otro lado de la isla, es enorme. El anclaje fue sencillo y el barco no se mueve en lo absoluto, parece que se hubiera sentado, aparadores son lo que parecen estos lugares con colores brillantes e intensos, texturas indescriptibles de arena, mares, corales, rocas, nubes, arcoíris y cielos. La luz aquí también es especial, un tono naranja pinta de verde menta el mar al meterse el sol. Y parece por unos pocos minutos un espejo, se reflejan las nubes y todos los colores del cielo en el agua. Es un momento mágico de cada día que nos encanta contemplar.

Preparamos ni más ni menos que molotes rellenos con queso y huitlacoches para desayunar, y pellizcadas de frijolitos refritos, ¡quihubole!, con su salsa, su crema y su queso chiapaneco espolvoreado. Pa que no extrañemos tanto a México. Fue todo un deleite recordar el sabor del maíz frito. Nuestra amiga Isabel estaba encantada de aprender, no podía creer la velocidad con la que pasamos la tortita de masa de una mano a otra, antes de aplastarla con la prensa para hacer tortillas que inteligentemente traje. Fue una actividad divertida para todos. Más tarde limpiamos un poco el barco y bajamos a Isabel al muelle más cercano para que pueda tomar su vuelo a Tahití. En el restaurante de la esquina que da al muelle nos volvimos a encontrar con nuestros amigos Chilenos, los Jorges.

Decido alejarme cinco minutos a caminar calle abajo yo sola y veo a una chavita meterse detrás de unas plantas, con su grabadora al hombro escuchando reggaetón en francés y su flor roja en la oreja, me asomo y veo a tres lindas niñas cosiendo sus coronas y flores que me explican usarán esa noche en un baile que presentan los domingos en el hotel que está precisamente enfrente de nuestra ubicación de anclaje. ¡Qué maravilla, no nos perderemos el espectáculo de estos bailes que parecen fáciles y no lo son! Platico un poco con ellas, me encanta preguntarles sus nombres con sonidos desconocidos para mí y sus significados. La más pequeñita de todas, una niña como de 7 años con su enorme boca y pelo largo café con mechones más claros, casi naranjas por lo que se le ha quemado con el sol, me dice que se llama Hakavei, y quiere decir: la dance de l’eau! (La danza del agua). ¿No son bellísimos?



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Por la tarde conocemos a Ali y a su hija Celia en la playa del hotel Están de vacaciones y son de Australia. Por fin comenzamos a ver el tipo de construcciones que se ve en la revistas y publicidad de la Polinesia. Con sus búngalos de techo de palma que flotan sobre el agua, muelles que quisieras pintar en una clase de proyección por lo perfectos que se ven desde la orilla y se deslizan en dirección al mar, con ese colorido de cuento, donde quieres sentarte a observar o brincar al agua. Los niños juegan y avientan migajas de pan a los peces, hay muchísimos, meten sus pies y sienten las pieles suaves y resbalosas de estos animales que parecen formarse cuando avanzan. Se avientan clavados, están felices, no vemos un solo tiburón y a mí me regresa el ritmo normal del corazón por un rato más. Vital decide echarse clavados de flecha desde una altura de 2m sobre el agua y cae como profesional, le pongo un 9.3 de calificación por las pocas gotas de agua que salieron y se fascina con la actividad, cálculo se aventó unas 34 veces mínimo.

Se acerca esta mujer con un cuerpazo y veo a mi marido fascinado, me da un poco de envidia su abdomen plano y fuerte, su hija es de la misma edad que Alexa y ya son amigas, ya no se tardan ni dos minutos en comenzar una nueva amistad, con el saludo empiezan a jugar. Alejandro platica con ella y yo estoy ahí, pero no me logro enganchar en su conversación pues estoy supervisando a super man y sus clavados, a Diego que salta de un muelle a otro y al mar sin ver y a las niñas que, cursis como somos, gritan y giran en el agua entre peces que las rodean. Vuelvo cada vez que puedo a los cinco metros que me separan de mi marido y ella, cacho pedazos de la conversación participando muy poco. Ella sonríe y es un encanto y yo siento que me faltan ojos. Pasamos un largo tiempo ahí y quedamos de vernos más tarde pues a las 8:00 es el show del hotel, las niñas que conocí a medio día van a bailar y yo no me lo quiero perder.

ALEXA está feliz, elige su ropa y se arregla para bajar a este elegante hotel, Diego y Vital no sé cómo siguen despiertos después de lo que nadaron, comemos cualquier cosa y ya debemos volver. Yo no le pensé tanto al atuendo, me pongo un jumpsuit azul marino y ya estoy lista, mi nuevo look de pelo en libertad me gusta y así estoy cómoda. Alejandro viene diciéndonos que siente que vive adentro de una película, está feliz, el mar es un plato, el viento es perfecto, bajarnos y subirnos al dingui es fácil, se ven las estrellas, nuestra vista hacia el hotel es muy bonita y estamos comenzando a querer a este nuevo lugar, tiene mejor infraestructura que FAKARABA, a mí ya me comienza a faltar civilización.

Me encuentro a las bailarinas y las observo ensayar con sus disfraces llenos de naturaleza que les duran una puesta. Volteo y veo a mi marido ya sentado en la mesa de Ali y su hermana, que en la tarde nos faltó conocer; Celia está jugando con Alexa en algún lugar, me hace señas para que me acerque y me jala una silla. Mientras camino hacia la mesa trato de descifrar mis emociones, pero no las entiendo. Siento como si me resistiera a algo que no sé qué es. Nos movemos al bar y cuando se para Ali de la mesa me doy cuenta de que trae un vestido rojo escotado y embarrado y me enojo un poco. Ya entendí, estoy celosa y mucho. Es tan buena onda que me cuesta trabajo odiarla, pero su pose, soltería y cuerpazo la delatan, es una coqueta y a mi marido, aunque trate de disimularlo, le atrae. Trato de ser tan natural como puedo, desvío mi conversación hacia su hermana, una simpática soltera australiana, mucho más relajada, con la que entablé una maravillosa conversación y me entiendo perfecto. Dejo que Alejandro platique con Ali, por lo que veo, soy pésima para mostrar posesión y mis celos son tontos en realidad, pero inevitables. Me asombra mi capacidad para mostrar indiferencia, creo que no es la peor de las armas y es la única que me atrevo a usar. Pero en el fondo estoy enojada y lo sabrá más tarde cuando precisamente la indiferencia se lo explique. Pasa la noche, vemos el show y nos sacan a bailar las Tahitianas, estamos divertidos, un ratito después los niños empiezan a caer de uno a uno. Vital se me acurruca en las piernas y se queda profundo, esto no lo podíamos hacer en Puebla, cuando estaba cansado se volvía llorón e insoportable, pero aquí solo me tiene a mí y ya aprendió que si se quiere dormir sólo tiene que cerrar los ojos y acurrucarse en mis brazos. Es una delicia pues ya está creciendo, me queda muy poco tiempo para poder hacer esto, una vez dormido lo paso a un sillón. Diego deambula un ratito más y encuentra un camastro perfecto para caer como bulto, y Alexa, que aguanta más el desvelo, va y viene con su amiga. El bar tiene algunos cuadros con piso de cristal y en la orilla barandales que te dejan asomarte a un mar iluminado lleno de peces y tiburones que también son un espectáculo. La pasamos bien, yo decidí disfrutar mi copa de vino blanco y no mal viajarme de más. Nada malo está haciendo mi marido y ella es sólo una guapa más que se cruzará en nuestras vidas, debo confiar en lo que soy y en lo que sé que me adora este cabrón. Sí, cabrón porque no puede evitar que se le vayan los ojos.

Me hago la pregunta, ¿con quien estoy enojada? ¿Con ella y su estúpido vestido o con él y su naturaleza masculina? Déjate de estupideces Bernadette, no ganas nada.
Cargo a mi meado hijo, pues en estos planes en los que se les agota la pila, al dormir pierden control de todo, se desconectan de su cuerpo por unas horas. Nos despedimos, y regresamos al velero a dormir.

Alejandro tiene ganas de seguir platicando en el barco, yo no, estoy seria y sé que lo intriga mi actitud, me comenta que le encanta el acento australiano y a mí me sale humo por las orejas con su comentario, pero sutilmente le contesto, a mí no me gusta la verdad, prefiero otros, estoy cansada y necesito dormir, buenas noches.



Lunes 27 de mayo

Ayer a la hora de los clavados, se me ocurrió la brillante idea de invitar a las australianas a pasar el día con nosotros en el barco, Alexa quiere seguir viendo a su amiga Celia, hoy amanezco y estoy arrepentida de la invitación. Me duele un poco la cabeza y en la noche cambié de opinión obviamente, pero ya quedamos y ya ni modo. Entre todos limpiamos bien y arreglamos bonita nuestra casita flotante para poder recibir a las visitas. Dan las 10:00 y se van Ale y Alexa a recoger al muelle a nuestras nuevas “amigas”. También invitamos a los chilenos, nos dicen que hay una playa muy bonita a cinco millas. Es un gran plan, pero yo no amanecí muy feliz que digamos y me toca ser anfitriona, ¡que flojera! Llegan todos y zarpamos rumbo a otro verdadero paraíso. Las palmeras abundan en un pedacito largo de playa que vemos desde el barco, un color azul precioso nos rodea y todos saltamos a refrescarnos al mar que tiene la temperatura perfecta, ponemos música, nos tomamos una cerveza HINANO, preparo botana y los veo disfrutar mucho este día. Yo por llevar la contraria no logro soltarme de mis estúpidos celos y me siento explotada. Hoy no estoy haciendo lo que me toca de corazón, lo estoy haciendo a la fuerza y eso está mal, pero: the show must go on.

Me doy cuenta que no estoy tan loca cuando también los chilenos hacen comentarios sobre la sexy Ali. Sin embargo, ella está en su rollo, con su hija se avienta al mar y no siento que pretenda nada malo, qué tontería estar tan celosa, ¿por qué no lo puedo evitar? Yo no soy así, no había sentido esto con otras guapas mujeres, ¿cómo le doy vuelta a esta absurda página? Vengo pensando también ¿y cómo me parto en 20? Vital quiere nadar sólo conmigo, Diego quiere explorar más lejos y tengo que estar al pendiente, ese niño no tiene miedo de nada, yo sí; Alexa quiere lucirse con su nueva amiga y me pide y pide cosas, Ale atiende a todos con su mejor sonrisa y la está pasando bomba y yo sigo sin poder nivelar mis niveles de ansiedad para poder disfrutar, pero disimulo como la más grande actriz de este mundo, sólo que alejada, me siento lejos de esta fiesta.

Nos bajamos a la playa, el mar hace una pequeña curva y crea una alberca perfecta con sombra de palmeras, inexplicable, parece mandada a hacer, caminamos hacia un barco que encalló hace poco tiempo y está ahí, inclinado en una orilla, con su tremendo tamaño abandonado, se me parte el corazón de ver esa escena, es un barco moderno, puedo vibrar la tristeza que siente de tener al mar enfrente y no poderlo tocar. Regresamos al barco los seis adultos y cuatro niños apilados en nuestro dingui y sigue la fiesta. Katherine, la hermana de Ali, me hace platica y me invita a sentirme cómoda otra vez, es linda y los chilenos vienen fascinados. Ali le hace plática a Alejandro y noto normalidad. Los niños empiezan a tener hambre de nuevo, pido que ya nos regresemos, ya está oscuro y ya me cansé de todo, de atender, de fingir, de cuidar, de sonreír, de lavar, de estar sin estar. De todas formas es una hora más de navegación para regresar a anclarnos frente al hotel. Aunque cansada preparo una pasta y té helado para todos, en el mar te da más hambre y sed de la normal. Les pongo una película a los niños y reparto la cena. Llegamos y nos anclamos fácil, todos están muy agradecidos, yo sonrío con un nudo en la garganta, nos despedimos y se van.

Me doy cuenta que ya estuve enojada muchas horas, por fin se duermen mis hijos y logro hablar, pero quisiera gritar, intento explicar mis emociones y expongo mis intuiciones y miedos. Lloro y me enojo y luego lloro y me rio, Alejandro está callado y solo me escucha, me pone atención, ahí lo tengo sentado frente a mí como un niño obediente y así estoy, sacándolo, dejando fluir todo lo que aún tengo atorado, no me puedo entender ni yo, a veces este tipo de corajes posiblemente buscados, te destapan otras válvulas dejando escapar sentimientos que se guardan como archivos comprimidos en el pecho. Y esas emociones te recorren pulmones y garganta, sofocando la nariz y pasando por la frente y los ojos que dejan salir este tóxico líquido encapsulado que una vez que sale se purifica y evapora, perdiéndose o convirtiéndose en una lección y te sanas el corazón. Llorar a mí me cura, lo juro.

Creo que he cargado con algunos pesares que no he querido ver, se me están revelando poco a poco, pasan por enfrente de mí, recuerdo momentos donde en muchas ocasiones estuve en dos y hasta tres sitios a la vez, no pudiendo disfrutar ninguno.
Los “PENDIENTES” fueron tantos antes de zarpar que ahora los revuelvo en mi mente, no puedo tener ordenadas mis ideas de todo por lo que pasé, pero sí tengo los recuerdos y guardo las emociones más profundas de cada acción y decisión que tomamos. Me dieron mil abrazos y sentí cariño profundo de mucha gente que se alegraba por nosotros, pero nos quieren y extrañan y nosotros a todos ellos, de esas amarras no me suelto, me sostienen y me apapachan al recordarlos.

Fluyan lágrimas, purifíquenme, he venido cargando hasta éste lado de la tierra algunas culpas, algunos “hubiera “, varios miedos y despojos. De un tiempo para acá me ha tocado ser un filtro donde desembocan varias venas mías y también de mis hijos y marido, hasta de mi madre, éste filtro sólo ha dejado pasar lo bueno a la hora de tener que dar una respuesta y lo que ensucia la vida, se ha quedado atorado ahí, es mugre que debo quitar, hoy necesito limpiarlo, no creo que logre dejarlo como nuevo, poco a poco tendré tiempo y dejará nuevamente pasar mi positivismo y seguridad. Los estúpidos celos fueron la gota que derramó el vaso y estoy feliz de poder llorar. Mi marido no sabe ni cómo disculparse, le parezco un poco exagerada, pero aun así lo hace y le da paz a mi corazón. Me abraza y me reconforta sinceramente diciéndome que soy el amor de su vida y que no entiende por qué me entraron estas dudas tan absurdas.

No me espanta que Alejandro se volteé a ver a una mujer guapa, lo que me aterra es que a mí me cause inseguridad, éso es lo que me tiene furiosa, yo no soy esa persona y no pienso convertirme en ella. Es únicamente mi decisión, una vez hablado el tema, le daré carpetazo y quemaré el archivo. Es cansado no poderme a veces escapar y mejor me voy a dormir, mañana será otro día. Solo necesito tiempo para que mis aguas se calmen, pues en este viaje realmente estoy cada día más feliz y agradecida. Me choca que de pronto lleguen a mí tsunamis de emociones con corrientes del pasado, debe ser que necesito digerir y sanar lo que no tuve tiempo de hacer en el momento que las viví.

Martes 28 de mayo

Se nos están escapando los días, me siento mucho mejor, los músculos de mi frente y cara están un poco adoloridos e hinchados, me aviento al mar, como si no le temiera y automáticamente se me quita todo, me siento más ligera, un poco más liberada.

Hoy nos vamos a bajar al hotel a tener internet y revisar mails, whatsapp, cuenta en Facebook, instagram etc... qué rico, me escaparé por “la nube” un momento, mientras los niños nadaran en el mar y Ale y yo tomaremos cervezas.

Nos encontramos de nuevo a las australianas, hoy sale su avión y quieren pasarme todas las fotos que tomaron ayer, se los agradezco pues yo no tomé ni una. Me piden nuestros datos para poder contactarnos después y yo los suyos, pero Ali no tiene cuenta de Facebook ni Instagram y nos explica un poco nerviosa que es porque sus dos vidas no pueden mezclarse, ¡qué intriga! No puedo evitarlo, le pregunto ¿cuales dos? ¿De qué hablas? Ayer nos platicó que se dedica a rescatar lenguas australianas que se están perdiendo, que ha viajado a México y a otros países en la misma situación para presentar el programa que utilizan. Me pareció un trabajo complicado, honorable e interesante. Y de pronto nos confiesa que también es profesional de POLE DANCE y otro tipo de baile que no entendí. Con su celular en la mano, terminan de pasarse más fotos y nos pregunta si queremos ver su última presentación donde ganó segundo lugar. Alejandro me voltea a ver preocupado, yo estoy a punto de soltar una carcajada, pero me aguanto, la cara y el nervio de mi marido lo estoy gozando, y le digo, ¡claro! ¡Nos encantaría! Ya, cerremos con broche de oro éste encuentro. Disfrazada de gato, sube y baja por un tubo, sostenida por sus piernas o sus brazos, logra ponerse de cabeza, de lado, hace giros, se mueve muy sensual en un escenario que sólo la ilumina a ella, tiene las piernas amarradas al tubo, nos explica la puesta en escena, su actuación es la de una pantera que está encadenada y se mueve en busca de su libertad. Esta mujer ama exhibirse, ahora lo sé, pero no es mala.
Yo no doy crédito de lo que está pasando, Alejandro disimuladamente con un ojo ve el celular y con el otro a mí, que ya liberada estoy disfrutando esto. No puedo hacer otra cosa que aplaudirle y hacerme en este último segundo su amiga. Jajaja jajajaja, me necesito reír y mucho, lo haré al rato, debo mostrar seriedad en este momento. Me tranquiliza la mente saber esto, mis sospechas y angustias extrañas, que no encontraban una respuesta precisa a sus atuendos y actitud disimuladamente coqueta de los días anteriores, por fin toman forma y es como si encontrara el eslabón perdido para cerrar esa cadena de amargura que dos días sufrí tontamente, en mi mente la premio con la cadena que acabo de cerrar, se la regalo y pongo al cuello con una medalla de honestidad y me despido de ella y de todo lo que viví con esto.

Miércoles 29 de mayo

Interesante conocer una PEARL FARM. Resulta que el hombre interviene en el proceso de estas maravillas, yo esto no lo sabía. Un japonés se tardó 25 años en hacer pruebas, hasta que logró tener la fórmula para resumidamente, inseminar conchas de nácar gris y que salieran esferas perfectas, eso es lo que buscaba monsieur Mikimoto. Dentro de las conchas, que se llaman científicamente algo como “PINTADA-MARGARITIFERA”, hay un saquito transparente que es el apéndice, al que yo comparo con el útero, ellos le llaman también “pearl pocket”. Con mucho cuidado y abriendo poco la concha para no matarla, introducen un bisturí y le hacen una incisión a ése saco, después colocan dentro un núcleo pulido y perfectamente esférico, hecho de otro tipo de cocha más gruesa que se da en Mississippi, y un pedacito muy chiquito de “el manto”, una especie de tela viscosa pegada a la concha que parece la base de un portobello , éste genera el nácar gris que cubrirá el núcleo capa por capa hasta obtener la perla. Amarran varias conchas ya cargadas a un hilo grueso y resistente y lo colocan dentro de unas jaulas para protegerlas de los depredadores. Ya en el mar con el tiempo y la rutina normal de la concha, una nueva perla surgirá dentro de 3 años, si el saquito no rechaza al núcleo. Qué grande y paciente puede llegar a ser la inteligencia del hombre, pero en realidad en mi corazón siento un sentimiento decepcionante, me pongo a pensar en lo obsesivos que podemos ser también y lo poco respetuosos que somos de las cosas de la naturaleza que ya son maravillosas. Entro a la “boutique” y sólo veo perlas esféricas perfectas. Esto es demasiado japonés para estar aquí. Me habría encantado que Diego lograra sacar la perla deforme que vio snorkeleando, cuando la concha le prensó sus deditos y lo cortó, tienen un reflejo y una fuerza al cerrarse impresionante, esa sí sería un verdadero tesoro. Aun así, no dejo de admirar la belleza de los tonos que logra dar el diminuto trozo de manto, Dios sigue haciendo milagros.

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Jueves 30 de mayo

Se nos enferma Diego, lleva tres días quejándose y yo de no pelarlo, lo revisé en dos ocasiones y no vi nada, pero hoy le siento la frente caliente y se queja también de la panza, ésto ya es calentura, le pedí que se lavara bien los dientes y con una lupa me acerqué a la muela que dice que le duele, trae un hoyo bastante grande y le está doliendo. Al mismo tiempo se le juntó con una congestión y escurrimiento nasal muy incómodo y ya trae las narices rozadas, ¡ay no! pobre. Le doy ibuprofeno y se le calman los dolores, nos urge un dentista y estamos en una isla paradisíaca, pero de poca infraestructura. Deberemos controlar el dolor hasta localizar uno aquí o en otra isla. En nuestros planes está zarpar a Tahití mañana y debemos comprar comida y también gasolina antes de irnos. Lo veo cada segundo que pasa del día más ojeroso y no quiere hacer nada, esto me angustia, pero tendrá solución.

Ya controlada la situación, decidimos que debe ser un día de no sol, así que estamos en el barco y aprovecho para limpiar a fondo, ya soy más eficiente en esta tarea, me tardo menos y me queda cada vez mejor y más limpia mi casita.

Sentados en la bañera después de ir al pueblo a preguntar por el doctor que no estaba y comprar las frutas y verduras más caras de nuestras vidas, regresamos al barco y gozamos con los niños de un cielo que parece de espuma, las nubes se acomodaron y esparcieron de tal manera que así las descifro y detrás de esa espuma morada y blanca que contrasta con el cielo azul, aparece nuevamente la luz naranja y rosa fosforescente que sólo aquí se enciende tanto, pintando cielo y mar hasta ésta esquina del mundo. Los tonos cambian por segundos, la textura de las nubes es la misma, lo único que sé es que parpadear es mala idea.

Los niños se quedan viendo películas y Alejandro y yo nos bajamos a revisar cosas de la red al hotel. Estamos tomando una cerveza y platicando cuando se acercan una pareja de franceses que nos cuentan que son de Marsella, sólo de verlos me caen bien y siento que los conozco de toda la vida, tienen unas caras tan conocidas para mi cerebro, que trato de encontrarles parecido con poblanos. En fin, después de tocar varios temas les platico de mi hijo enfermo y como mandados por Dios, me resuelven la situación dándome el contacto de un dentista amigo suyo que vive en Moorea. Lo llaman y nos recibirá el lunes a las 8:00 a.m. ¿Lo notan? Tenemos ángeles que nos van cuidado todo el tiempo.

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Tiburón enfermera en el atolón de Tuamotu, en la Polinesia Francesa.

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Miércoles 15 de mayo



Ayer nos dijeron que los miércoles llega el barco con los víveres para la isla. Pero la advertencia es que, si no vas temprano a comprar tu fruta y verdura, para las 11:00 ya no encuentras nada. Son las 7:30 y ya estamos en el dingui rumbo al muelle principal, y vengo muerta de risa pues a veces mi marido tiene un humor que me mata: me dice, “¡vente mi amor, vámonos de compritas en el convertible!!! Jajajajaja... no sé por qué, pero me causó mucha gracia y me reí a gusto unos minutos, con esa risa que va y regresa segundos después si vuelves a pensarlo. Dejamos a los niños en el velero con un plato de cereal y una película, advertidos de no nadar ni hacer tonteras (frase incompleta que debes dejar al ángel de la guarda de cada uno, será quien les explique). Vemos un barco grande amarrado al muelle, ¡ese debe ser!
Bajan con grúas unos cajones grandes de metal llenos de cajas de cartón o paquetes. Son muchos, la gente llega en bicicletas y algunas camionetas al lugar, se bajan y se recargan en una pared que les da sombra, mientras platican y observan el acomodo de los cajones que organizan en el piso, dejando un pasillo entre ellos. Yo estoy tan sorprendida con la maniobra que me cuelo entre las personas, los cajones, las grúas que van y vienen y me acerco al barco, quiero ver qué hacen. Escucho a un hombre de casco blanco y brazos fuertes gritarme algo en francés. No entendí muy bien qué me decía, pero con los gestos supe que estaba parada en un lugar prohibido y encima filmaba con mi celular los movimientos de la descarga. Obedezco y me alejo a observar. No entiendo qué pasa, la gente se acerca a los cajones, buscan sus paquetes, los toman y se van. Juego a ser la reportera y entrevisto a las personas. Un señor inmenso, chimuelo y feo, muy tatuatudo, con un collar lleno de colmillos, pero auténtico y simpático, se acerca y me pregunta, ¿qué necesita usted madame? Amo la propiedad del idioma, le digo que quisiera entender la logística de lo que está pasando. Con una sonrisa muy amable, me explica y hasta me termina presentando al capitán del barco, que era el mismo hombre alto y fuerte que me gritó que me moviera, ¡ups!

En fin, les cuento cómo funciona. En pocas palabras las personas hacen pedidos por teléfono a tiendas de Tahití, van a la “post”, pagan y reciben un número que será el que indique en qué barco y que cajón vendrá su paquete. La post manda el dinero a la tienda y ésta libera el paquete dando el mismo número que ahora tiene su cliente y lo envía al barco. Pueden pedir desde material de construcción, medicinas, alimentos, hasta una motocicleta, ropa, herramientas o maquinaria. Lo que quieran, lo que les haga falta. A mí me genera una especie de angustia con asombro pensar cómo viven, sé que para ellos es lo normal y saben y confían en que un barco llegará con su pedido, además de que nadie irá a robarse su paquete. Todos se conocen, saludan al capitán del barco y sólo algunos le muestran su papel para corroborar que es su paquete, los demás simplemente alzan la mano a lo lejos en señal de “ya lo tengo, gracias”. A mí, desde mi perspectiva, la única que realmente conozco, en donde si necesitas algo y lo puedes comprar a menos de 20 minutos de casa, me angustia.

En el mini-pueblo de éste lado de la isla, tienen lo básico, una escuela, una oficina que organiza todo, una cabañita para la información turística, una tienda y taller de artesanías, otra oficina que dice policía, la post, una gasolinera, una enfermería, una tienda chica pero bien surtida y una máquina desalinizadora de la que cualquier isleño puede surtirse. El agua para bañarse y lavar es recopilada de la lluvia en las casas y vienen a esta máquina a llenar tambos de agua para beber, es gratis. Es una vida relativamente simple, pero a mí me parece complicadísima. Se imaginan tener que comprar sin ver, confiar que te mandan lo que pediste, esperar a que llegue, ir a recogerlo a un muelle y por fin tenerlo en tu casa después de una o dos semanas de espera o más. No sé, me causa mucho impacto. Qué paciencia, es otro ritmo y así es y punto, no hay de otra.

El suelo de la isla es de piedra volcánica, porosa, rasposa y negra, no guarda humedad, no hay tierra fértil, hay plantas desérticas y palmeras, eso es todo, no pueden sembrar un árbol de limón, porque simplemente no se da, ni en maceta. Imagino que lo que llena sus corazones y sacia sus necesidades son estas vistas y colores que te hacen olvidarte de todo. Pescado y coco tienen mucho y lo demás lo piden y llega cada miércoles. Así es esto.



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Con este tipo de viajes y experiencias llegan a tu cabeza preguntas de todo tipo, y una frecuente que han hecho los niños: ¿Cómo empezó el mundo? Y las que siguen: ¿Quién lo creó? ¿Quiénes fueron los primeros hombres en la tierra? ¿Vendremos del mono? ALEXA se cuestiona sobre la existencia de Dios, su duda es ¿y si todo es evolución y energía? ¿Qué tiene que ver Dios en eso? Y DIEGO le responde que tiene la mayor prueba de todas, y que esa prueba es ¡ÉL MISMO!! Me lo comía, no sé de donde sacó eso, no he sido una buena guía para esto de la religión, no he pasado del dulce madre, no te alejes... por las noches. Somos católicos, pero lo practicamos poco, es un tema que podría extenderse demasiado, a mí lo que me pasa es que durante mi infancia me pareció tan confuso, que pienso que es mejor precisamente cuestionarte, interesarte para realmente entender lo que es la FE. Eso es lo que a mí me mueve. Yo no sé muy bien ni por dónde comenzar, cuando eres niño imaginas a un ser humano disfrazado de Dios que mueve las manos y hace magia creando el universo, los planetas, la tierra, los elementos, la naturaleza, los animales, al hombre. Les decimos que intenten no pensar cómo es Dios, más bien deben sentirlo en sus corazones y en todo lo que nos rodea. Es un ejercicio difícil, necesitamos dibujarlo en nuestra mente de alguna manera. ALEXA me dice, mami, ¿está bien si pienso que es una luz? Le digo que sí, me parece figurativamente un buen ejemplo. Y así como vienen los temas se van y pasamos a otros. Pero sé que ya es momento de prepararme para no decir pura estupidez. Quiero abordar el tema desde el amor, desde los valores, sembrar Fe en sus corazones, que tengan este lazo con Dios de sentirlo siempre presente. No tanto desde la historia de Jesús pues aún me parece triste, incoherente y desgarradora. En fin, Alejandro me ayudará en esto.

Hicimos una reservación en el hotelito de la playa para irnos a cenar solitos, los niños están felices por nosotros, más Alexa que decide escoger mi ropa, peinarme y pintarme, está emocionada, quiere vernos como dos enamorados; Diego desde mi cama observa cómo me arregla la estilista Alexa y decide opinar que le gusta más que el pelo pase por detrás de mi oreja, que me veo más bonita, me derrito. Y Vital chupándose el dedo y abrazando su sarape me abraza y me dice que me va a extrañar. Yo me dejo y gozo cada comentario.

Nos vamos, y al estar solos en la mesa del restaurante, me emociono al darme cuenta dónde estoy parada, le doy la mano a mi marido y callada le agradezco con mis pensamientos. Nos estamos conociendo mejor todos, ésa es de mis partes favoritas. Ale sigue incómodo con su dolor de brazo y en el muelle se acuesta sobre el piso de la cabañita y me pide que me pare encima de su espalda y lo truene, lo intento pero no logro nada, me duele y asusta verlo mal.


Jueves 16 de mayo

Me estoy levantando, 7:00 am. Preparo un café y unos panes con mermelada y me voy a la punta del velero a buscar soledad e inspiración. Aquí estoy, sentada con mi taza y mi pan, mis piernas cuelgan hacia el mar y mi mirada se clava en el agua. En este color que cambia y se aclara conforme sube el sol, el fondo es tan blanco y el agua limpia, logro ver peces que nos rondan esperando las migajas de mi pan. El viento sopla un poco, peina sutilmente la superficie del agua y ya no deja ver más esta perfecta e infinita pecera.

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Nos bajamos a la playa, con una botella de mezcal, RELÁMPAGO MIXTECO. Alejandro trae ganas de fiesta y desde su palapa invita a quienes le hacen plática a tomarse un mezcal de México, traemos nuestras raíces tatuadas en el corazón, todo nos recuerda a nuestro bello país y nos encanta presumirlo. No tardamos ni una hora cuando ya tenemos a una parejita de suizos sentados con nosotros. Yo después de un mezcal y media cerveza, ya me atrevo a ponerme mi visor y me meto a nadar con mis hijos hasta unas plataformas que hay después de los muelles, estamos ansiosos por ver pasar al tiburón, me siento más relajada pero no menos alerta. Juego con ellos luchitas y me doy cuenta de que han crecido, ya no es tan fácil defenderme, tienen más fuerza, me logran tirar de la plataforma 3 veces y nos carcajeamos. He aprendido que a veces hay que darse oportunidad de jugar a lo que ellos quieren, no a lo que tú ya como adulto inventas. Sus juegos siempre son mejores. Regreso a la palapa y ya hay dos gringas más alrededor del rey de la fiesta, la botella de mezcal ya va como a la mitad… Pienso, tomate otro y fluye. Así pasamos varias horas, hablando de México, de los sueños, de nuestras vidas y la suyas, los niños juegan y nadan toda la tarde, Alexa también ya tiene más confianza y está contenta en el mar. Nos llueve y salen dos arcoíris, uno encima del otro con los colores invertidos, ¡que maravilla!! La pasamos bomba.



Viernes 17 de mayo



Vamos a dar un paseo en bicicleta por la única calle que rodea éste extremo de la isla, no hay mucho que ver sobre el camino, sólo una que otra casa hecha de tabla roca, nada espectacular. Es pavimento en línea recta y a los lados palmeras, arena o rocas volcánicas. Lo interesante es saber que venimos entre el mar y la laguna, aunque no podemos verlo claramente. Los niños vienen felices, extrañan también ese tipo de ejercicio y actividad. Nos metemos a nadar en una playa y encontramos pepinos de mar, son un asco, Diego los exprime divertido y sale un chorrito de agua, tienen una especie de aletitas diminutas con las que se adhieren a las rocas.

Regresamos del paseo y nos avisan que se desamarró nuestro dingui. A mí me temblaron las piernas y a Alejandro el corazón, gracias a Dios un señor desde su barco lo vió flotar solito y lo rescató, avisó por radio al mini negocio marino que se encuentra al lado del hotelito y por eso supimos en tres minutos lo que había pasado. Es nuestro medio de transporte y el barco es nuestra casa. Este acontecimiento nos hace reflexionar.

Sábado 18 de mayo


Nos movemos al lado sur de la isla, debemos ir muy atentos pues venimos dentro del atolón y hay muchos pero muchos bajos, todos o la mayoría muy bien señalados con postes verdes y rojos que van enmarcando una especie de carretera, debes dejar a la izquierda los verdes y a la derecha los rojos, eso te va indicando el camino, es impresionante la corriente, la traemos totalmente en contra y nos deriva, debemos prender los dos motores para poder ir a cuatro nudos de velocidad, o sea lentísimo. Son sólo unas cuantas millas a recorrer, pero serán aproximadamente cinco horas de trayecto. Me pide Alejandro que yo esté al pendiente del rumbo, él tiene que revisar y arreglar la bomba de aguas grises del tanque de proa, algo le pasa, se bota el switch cada vez que la prendemos, esta bomba saca o vacía los tanques de agua de los lavamanos y del fregadero. Las aguas negras se van directo al mar mientras navegamos o anclamos en bahías; si llegamos a una marina, debemos mandar esas aguas de los escusados al tanque de aguas negras y ya en mar abierto lo liberas, o mejor para ahorrarte malos olores, te bajas a hacer popó al baño de la marina o de algún restaurante cercano. Llegamos al sur de la isla y nos decidimos por un lugar donde puedes ver al otro lado de la playa el mar con inmensas olas; se escuchan romperse en la orilla, ésa es nuestra vista: en cuarto plano el cielo y el horizonte, en tercer plano una línea azul oscura de mar abierto y olas que cargan mucha espuma, en segundo plano la línea de una playa blanca y plana con palmeras y rocas, y en primer plano, donde estamos anclados, el agua tranquila de mil colores turquesas. Así es esto, nos sentimos muy protegidos por una estrecha barrera que nos divide del gran océano y muy desprotegidos por el viento tan fuerte que sopla del este. Hace que no se nos olvide que seguimos a medio pacífico. No hemos tenido que prender ningún ventilador, con abrir las escotillas estar adentro es cómodo, y estar afuera una delicia. Debajo de nosotros vemos a cinco tiburones, que van y vienen, tres son tiburones enfermera y dos grises con la punta de su aleta negra, son preciosos estos últimos, muchos peces grandes azules y negros y nuestras ahora amigas las rémoras que nos han confundido; se pegaron al casco con sus lomos extraños y se vinieron con nosotros desde el norte, les fascinan nuestras cáscaras y pocas sobras, salen disparadas cada vez que escuchan que volteo el bote de la basura orgánica.

Ale y Diego se avientan en cuanto llegamos a ver cómo quedó el ancla y salen fascinados con lo que ven. Yo ya estoy un poco más relajada, ya entendí que los tiburones no nos pelan y veo a Diego un poco más consciente de no tocar nada, ya lo mordió la concha de la perla que no logró sacar, ya se cortó con un coral un pie, se espinó no sé con qué, lo manchó el pepino de mar y solo así veo que va aprendiendo mi niño científico que todo quiere comprobar.

Estamos platicando después de cenar muy a gusto con Alexa, que de pronto parece que tiene 9 años entrados en 14, y después de varios temas en los que ya participa, Alejandro desvía la conversación hacia lo patéticas que le parecen las personas que se hacen la siguiente pregunta: ¿TE IMAGINAS LO QUE PUDO HABER SIDO? Se desprenden un sin fin de ejemplos, de unos nos reímos y otros yo defiendo. Qué feo es tener tanto miedo como para que te preguntes eso. A todos nos pasa en algún momento, yo creo es lo mismo que la famosa suposición. Pensamientos de mucha inseguridad y miedos adoptados o de un ego insoportable que se jura vidente. A mí sí me pasa, sobre todo en las noches, con su silencio y penumbra que no ayuda para darle color a los pensamientos, sólo te curas si te quedas dormido o te tragas media caja de cereal. Nos deprimimos, paralizamos o mal viajamos por cosas que, o no pasaron o no pasarán. Es totalmente cierto que es tonto perder el tiempo suponiendo pesadillas, pero la cabeza nunca descansa y en ocasiones traiciona, qué le vamos a hacer. Un ejercicio que funciona es tratar de dirigir la mente a otro tema, distraerte con lo que sí te está pasando, o hacer unas respiraciones de yoga para dejar pasar las ideas, suena fácil, pero es más sencillo comerte el cereal, jajajajaja. No lo hagan, pasarán del miedo a la culpa, también me ha pasado.

En fin, saco el tema pues además de mí, Alexa ya empieza a tener ese tipo de miedos y analiza demasiado las cosas, nos previene siempre con una idea pesimista, ¿y si nos hundimos?, ¿y si nos caemos?, ¿y si nos muerde...?, ¿Y si el dingui me aplasta y la propela me corta una pierna? (esa es clásica). A Alejandro le chocan nuestras inseguridades y exageradas suposiciones, estuvo bien poner el tema sobre la mesa, debemos intentar vencer eso.

Salimos a la cubierta a ver la “LUNA AZUL”, nos avisaron que este efecto pasa cada diez años. Cuando salió se veía inmensa y amarilla, y mis hijos gritaron, ¡ésa debe ser la verdadera luna de miel Agarran los binoculares y la observan un buen rato, se distingue sin problema ¡el famoso conejo de la luna!!!




Domingo 19 de mayo

Ni sabemos que es domingo, nos vamos enterando por ahí de las 10:00 am cuando vemos el reloj, llevamos horas despiertos, pero nadie sabe a qué hora se levantó. Ya desayunamos hace un rato y a estas horas ya queremos un lunch y hasta consideramos una cerveza. Nadamos un poco alrededor del barco, pasan tiburones y nos emocionamos de verlos. Alejandro debe lavar el fondo del velero y Diego lo intenta ayudar, pero la tentación de bajar y subir los cinco metros que tenemos de profundidad es demasiada, aborta la misión que le ordenó el capitán y se dedica a gozar su estancia en esta pecera azul, llena de pequeños grupos de coral y peces.

Después de un rato nos bajamos a tierra a conocer los búngalos que tenemos más cerca. Conocemos a Isabel, una chava francesa que vive en Tahití y vino sola de vacaciones. Después de cinco minutos de plática nos damos cuenta que es un encanto. En los búngalos hay unos pequeños muelles, como caminos que flotan sobre el agua y te llevan a dos diferentes cabañas, la de buceo y la del restaurante. Tiburones de punta negra nadan por ahí, son parte de la decoración. Los niños pueden nadar, nos dice una señora que ahí vive o trabaja y yo debo contener mi nudo estomacal y sonreír diciendo además, gracias. No pasan ni dos minutos cuando veo a los niños ya dentro del agua y a metros de ellos pasan los tiburones, en mí hay una persona todo el tiempo preguntándome, ¿en serio eso les dejas hacer esto a tus hijos? No sé qué me pasa que al mismo tiempo otra voz responde debes dejarlos, debes enseñarles a no tener miedo de todo, ya preguntaste y ya te dijeron que pueden nadar. Y así, es una lucha de pensamientos constante con la que al final del día, doy besos a todos, se me apaga el cerebro y caigo como tabla. Estoy agotada de pensar y pensar si sí o si no, pa todo. Además de tener que entender en otro idioma la vida.

Se va Alejandro a ver si encuentra a unos amigos que hicimos hoy en el muelle para invitarlos a tomar una copa; dice que volverá rápido, pasan dos horas y no vuelve, estoy nerviosa, no contesta el radio y no sé qué más hacer. Oscurece, todavía no sale la luna, para llegar a la playa y volver se necesita luz, no podrá ver los bajos de la zona, estoy afuera, en la bañera, deseosa de escuchar el motor del dingui y pasa el tiempo y nada. Debo prender la luz del mástil para que nos encuentre más fácil. ¡Es un IDIOTA!!! Para qué carajos se fue, no quedamos en nada formal con estas personas. Oscurece más y más, son la 6:30 y ya está negro, puedo ver los millones de estrellas que justamente se ven más cuando está más oscuro. Hay cutro barcos anclados cerca del nuestro. 6:45... 15 minutos de mal viaje, oigo a los lejos el motor del dingui, prendo la luz de mi celular y muevo el brazo para que me vea, se acerca y lo regaño. La respuesta fue: me los encontré y me invitaron una cerveza. TÍPICO.


Lunes 20 de mayo

Hoy merecería describir este día a través de las vivencias de Diego, no las mías. Ojalá pudiera meterme a su memoria y ver lo que hoy se grabó en ella. Aunque sentí un pellizco en el corazón, hoy tuve que dejar a mi hijo soltarse de mis ataduras sobreprotectoras, desamarró el nudo que yo hice cuando empezó a caminar y comenzó a volverse independiente, ese lazo que invisible bajo mi mirada no me separaba de él. Y creo que fue uno de los días más felices de su vida. Conocimos a unos franceses que trabajan seis meses del año y los otros seis se dedican a viajar. Son cuatro amigos médicos a bordo de un velero negro lleno de tambos y cuerdas; tiene un arcoíris pintado en la popa, el KERGUELEN. Es un barco austero, no tienen electricidad, por lo tanto, no tienen refrigerador ni nada eléctrico. Y tuvimos la suerte de coincidir en este punto del mundo. Sus nombres son, Simón, Simón, Erwin y Adrien. Son divertidos y por lo que veo les encantan los niños, todo el tiempo les hablan, preguntan y hacen bromas a mis hijos. Ayer fueron los culpables de que a Alejandro se le hiciera tarde para volver al barco y al mismo tiempo los de la idea de hacer hoy un “asado en la playa”.

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A las 10:00 a.m. pasan por nosotros, los acompaña una flaca chaparrita y güera, de pelos quemados por el sol, se ve que es la que le sabe bien a todo este tema. Vienen en su dingui, ella lo domina, con su gorra para atrás y sus lentes oscuros, jala su esbelto brazo con fuerza y prende el motor con una facilidad que ya quisieran todos los demás. Simpática y sonriente es nuestra guía por hoy. Vamos a seguirla a donde ella nos dirija. Avanzamos en los dinguis sobre el transparente mar, podemos verlo todo debajo de este cristal, hay poco viento y el agua está calientita. De pronto cambia el tono de azul turquesa a una especie de mostaza, beige y morado, son corales y piedras que están casi al ras de la superficie, al parecer descendió la marea, se meten en ese lugar nuestros guías y comienzan a bajarse para quitarle peso al dingui, yo ni de broma me bajo aquí, traigo los pies cortados por los corales, no pienso arriesgar más mis extremidades. Subimos el motor y sacamos los remos, Ale de un lado y yo del otro nos empujamos fuera de los corales con todas nuestras fuerzas y uno de los doctores se acerca a darnos un empujón, yo de verlo me encojo de dolor al pensar en sus pies. Ya en aguas poquito más profundas notamos que podemos rodear esta isla de coral y llegar a la playa por el otro lado, es bastante largo el trayecto que debemos recorrer pero es lo correcto. Después de quince minutos logramos pasar del otro lado y nos dirigimos a una preciosidad de playa con arena blanca y kilómetros de mar de poquísima profundidad, podremos nadar con tranquilidad por horas. Tres palmeras nos dan sombra y estamos ahí, conociendo a nuestros nuevos amigos, mezclando tres idiomas para entendernos. Alexa encuentra ermitaños y los analiza y colecciona y Vital trae cocos que parecen cabezas de humanos y los forma poniéndoles nombres, amo sus juegos. La güera dá la orden y algunos se preparan para ir a pescar con arpón, Simón o Aquaman, como ya lo apodaron sus amigos, el mismo acomedido que nos dió el empujón, invita a Diego, yo no sé qué hacer e Isabel me dice que ella también va y me lo cuida. Alejandro le da permiso y yo me aguanto el nudo de mi garganta y le aviento la cruz. Nos quedamos prendiendo una fogata para asar el pescado que nuestros amigos traerán y nadamos en estas albercas de mar que parecen chapoteaderos infantiles, donde lo único que se asomó fue una maravillosa mantarraya. Alexa y Vital están felices. Pasa un buen rato y no vuelven los del dingui, a mí se me empiezan a revolver los intestinos por la angustia. Ya no puedo hacer otra cosa más que mirar el horizonte en busca de su dingui, lo veo a lo lejos, no se mueven, ahí siguen. Por fin, después de otro largo rato, regresan con sus líneas vacías, no traen al pescado prometido y nuestra fogata ya no es necesaria. Sentimos un soplo de depresión en el ambiente, pero mi sensación es diferente al ver a mi hijo a salvo y de regreso, con una sonrisa traviesa que me asusta, pero me gusta. Veo que no sabe ni cómo contarme lo que acaba de ver, y yo tampoco sé si estoy lista para escucharlo. Los demás explican que a cada uno de los pescados que lograron pescar, los tiburones se los arrebataron. Ya con eso tengo. A partir de ese momento se hizo amigo de todos los tripulantes del otro barco, se le pegó más a Simón alias Aquaman. Ese doctor de 31 años, con cuerpo, barba, pelo, manos, pies, mirada y actitud vikinga conquistó y cuidó mucho a mis hijos. Es de una especie diferente, como si no sintiera dolor ni tuviera miedo de lastimarse, acomedido, sin pedírselo ya te está ayudando, es callado y no para un segundo. Rescató nuestro dingui que al subir de nuevo la marea comenzó a flotar lejos de la orilla y persiguió una manta raya. Después de estar horas en ese lugar, decidieron que era el momento ideal para ir a snorkelear al canal que pasa del mar a la laguna y que por lo tanto, está lleno de peces y vida marina de todo tipo. En especial y para ser exactos ves miles y miles de tiburones. Vimos una maqueta de esta entrada y es realmente profunda, dentro del mar son dos paredes altísimas que caen como acantilados. Y ahí en todo ese cañón submarino tanto en paredes como en cada uno de los metros que descienden, hay vida. Diego agarra sus aletas y su visor sin dudar ni un segundo, le da la mano a Aquaman y se va con él y sus amigos en el dingui de Tamara, la güera, a ver ese espectáculo. Invitan también a ALEXA que con una dulce sonrisa les dice, no gracias.

Los esperamos en el muelle de los búngalos, la misma corriente los va a traer para acá, mientras tanto vemos a los tiburones de punta negra, que como ya son las 5:00, saben que empezarán a cocinar en el pequeño restaurante, rondan y se reúnen en ese lugar a esperar cabezas y restos de pescado y comida. Nadan un poco más veloces que al medio día, dicen que es su instinto cazar muy temprano o al atardecer, y si además aquí les tienen buffet pues sólo toca estar a las vivas. Aun así, puedes meterte pues no comen humano, pero prefiero no averiguarlo. Alexa y Vital siguen encontrando ermitaños y jugando con ellos. Llegan por fin, me vuelve el alma al cuerpo y pienso, tengo coraje, en este paraíso y yo preocupadísima por mi hijo, qué agotador, pero bueno, oportunidades como éstas no hay muchas, yo no lo podría acompañar a esas mega aventuras y hoy le dí chance de vivir sin mis miedos, eso me complace y balancea mi mal estar. Le pregunto con voz emocionada, ¡DIEGO! ¿Cómo te fue??? ¿Que viste??? Y me responde, como quien fue a andar en bici y vio perros, ¡ah! tiburones mamá! Ok, vuelvo a parecer emocionada, ¿cerca o lejos? Cerca mamá, ¿grandes o chicos? De todos, mamá. ¡Ay por Dios!!! ¡Cuéntame más, niño!!!! Yo aquí quedándome sin uñas y regresas de la aventura más grande de tu vida y me platicas como si fuera algo “¿normal?” Me doy cuenta de que lo que vivió, le fascinó, pero se lo quedará para él solito. Seguramente con el tiempo me dirá más cosas, por ahora sólo lo observo y me parece cinco centímetros más alto. Hoy creció, lo sé.

Jueves 23 de mayo

Hemos pasado estos días con nuestros nuevos amigos entre su barco y el nuestro, compartiendo lo que traemos. Todos en el mar se vuelven más generosos, es diferente cómo somos aquí y en la tierra. Aquí es el AHORA a tu ritmo, ¡pero AHORA!!! Y en la tierra muchas veces es “AHORITA y con prisas”, (o sea en un rato, ¡algún día!!!) La diferencia es que aquí vives en el momento presente, debes disfrutar lo que traes en tu barco, es lo que hay, cuidas el agua, debes comerte la fruta madura sin dejar que se te pase pues ya no hay más; disfrutas cada atardecer, cada uno, aprovechas el soplo de viento y ajustas en el momento tus velas, no lo puedes dejar para después, ayudas a otros navegantes sin dudarlo, les das información meteorológica, si es que la tienes, los observas y los cuidas desde tu cubierta, debes alimentarlos si ves que ya no traen tanta comida y te regresarán el favor de alguna manera. En fin, el mar sí te hermana, no sólo con los que viajan contigo también con los que te toquen anclados al lado, con todos. Creo que también va de la mano esta camaradería que se da en esta forma de vida, del dichoso tiempo. Cuando te das el tiempo de hacer las cosas a otro ritmo y te adaptas a lo que hay y a las condiciones que te invitan a salir o a quedarte. Y te sientes tan vulnerable que dar es saber que recibirás, es cuando ceder un poco de tu tiempo te regala a un nuevo conocido, que, si hace clic contigo y tu conversación con él dura más de 10 minutos, tienes un nuevo amigo. Es así de práctico, rápido y fácil.

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Viernes 24 de mayo

Subimos de nuevo al norte de la isla para poder zarpar por la tarde rumbo a RANGIROA saliendo por el mismo pase por el que entramos. Los niños juegan en la cubierta y la convierten en un parque de diversiones. Vital todo el día canta, y se cuelga de una driza convirtiéndose en Tarzán; Diego se trepa como chango, sube a la botavara y un poco más al mástil y luego se baja por el tangón que está cerrado y es el perfecto tubo de bomberos; y Alexa hace equilibrio en los tubos avistados del piso, pueden jugar horas así. Es lo máximo observarlos, pienso que deben ver grande la cubierta, les da chance de brincar y hasta correr un poco, como cuando las escaleras, jardín o pasillos de la casa de tu abuela las veías inmensas cuando eras niño. Yo hago yoga por las mañanas, cuando el barco no se mueve mucho, cabemos bien.

Ya en el norte nos bajamos a comprar fruta, huevos y pan y volvemos a coincidir con los doctores en “LA PALLIOTE”, un restaurante local donde comemos juntos y vemos cómo dan comida a los tiburones enfermera que impacientes nadan en la orilla, son impactantes pues parece que succionarán la comida del suelo, tienen la boca debajo de la cabeza, no al frente, no es aterrador para nada verlos alimentarse. Debemos irnos, se sube Isabel con nosotros, nos va a acompañar en estas próximas 30 horas de navegación, seguro que nos hacemos más amigas, me cae perfecto.

Nos toca muy nublado y lluvia en la noche, no fue una navegación cómoda por lo mojada que está la bañera y el calor que se encierra en el barco, pero lo disfrutamos y platicamos a gusto. ¿Cuántas vidas más se van a cruzar en nuestro viaje?, ¡cuánto aprendo de cada una de ellas!, ésta es una mujer muy valiente y vengo feliz escuchando su historia.

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Sábado 25 de mayo

Isabel viene pensando que esto de navegar te contagia mucho sueño, la pobre está agotada, dice que no está mareada, pero está como dopada. Jajajaaaa, la entiendo.
Pasa el día sin mucho que contar.

Vida y milagros

Hace diez años escribí acerca de los recuerdos que tenía de "Mantequilla" Nápoles después de ver pelear a Manny Paquiao. Su estilo y su manera de moverse en el ring me recordaron enormemente al boxeador que conocí en mi infancia

Mi abuelo fue un fanático y gozador de muchas cosas, entre ellas de la nueva tecnología, de las corridas de toros y del Box. Su cuarto tenía siempre el último tocadiscos, dos televisiones, encimadas una sobre la otra, para no perderse nada de lo que pasaba en los dos únicos canales que había cuando éramos chicas, y una pantalla para cine y transparencias que bajaba del techo. Su espacio era un circo de tres pistas, lleno de música, chismes y novedades. Muchos fines de semana mis abuelos nos invitaban a dormir a su casa a mi hermana y a mí . Mi abuela tenía su cuarto y mi abuelo el suyo. ¡Sana costumbre de las parejas de entonces! Mi abuelo nos prestaba su cuarto, pero la luz no se apagaba hasta que no hubieran cortado la señal de televisión en paso de Cortés. Ir a su casa era una fiesta, pero había que pagar la cuota de ver con él por la tele las eternas funciones de Box de los sábados por la noche. De ahí viene mi relación de amor-odio por el box. Eramos niñas, así que a veces nos tapábamos los ojos cuando las moquetizas de un boxeador a otro se volvían carnicerías, pero también, oyendo los comentarios de mi abuelo, aprendimos a valorar los movimientos, la rapidez, la técnica y las habilidades de algunos boxeadores que fueron su fascinación. Ahí, en su cuarto a obscuras, vi pelear por primera vez a "Mantequilla Napoles", el cubano nacionalizado mexicano nacido en 1940 y quien emigrara a México de manera definitiva cuando Castro prohibió el boxeo profesional en la isla. Me enamoré de él. Se movía como un felino sobre el ring, sus ojos fijos sobre el oponente, con una suavidad que le ganó el apodo de "mantequilla", y con una ferocidad propia del gato que tenía yo entonces en mi casa y que se llamaba "Bola de humo", terror de todos los perros del vecindario, a los que les dejó la cara como faldas de hawaianas varias veces, con contorsiones y arañazos implacables. Nunca lo vi perder una pelea.



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Y así era Mantequilla: Un punch devastador y una rapidez y una frialdad impresionantes hacían de él un peleador perfecto. Su oportunidad le llegó tarde. Mi abuelo decía que no le daban chance porque todos sus oponentes lo sabían invencible. Fué hasta los 29 años y guiado por George Parnassus, el mejor promotor allá por 1969, cuando Mantequilla se coronó como campeón del mundo en peso Welter, el más bonito de los pesos en Box. Los cuerpos son perfectos y equilibrados. En el treceavo round noqueó a Curtis Cokes y se coronó campeón del mundo, título que mantuvo por casi siete años. Indian Red López, uno de los contrincantes a los que venció, confesó a un reportero que ni por todo el oro del mundo se volvería a subir al ring con él. Su nombre está en el selecto Club de la Fama como uno de los pocos boxeadores que ha ganado más de 50 peleas por knock out, 54 para ser exacta.



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Anoche, después de años de no engancharme con una pelea de box, caí a los pies de Manny Pacquiao. Me pensaba parar de la televisión después de ver su entrada triunfal en el coliseo MGM de las Vegas. No pude. Sus gestos, su entusiasmo, su risa, su espíritu lúdico, me recordaron la entrada triunfal de Mantequilla Nápoles el día en que se coronó campeón del mundo. Pacquiao es ahora peso Welter y a partir de anoche ya ha sido campeón mundial en cuatro categorías distintas, lo que lo califica como el mejor boxeador de todos los tiempos. Entró en un recorrido glorioso y luego, como buen mustio, se fue a su esquina del ring y se hincó, con un rosario en el pecho, a rezar devotamente. Mientras éso hacía, entró Miguel Cotto,el campeón welter del mundo en ese momento, con una cara de velorio propia de los que temen lo peor sobre sus personas. También rezó y se persinó, pero dios ya había sido convencido por Manny. Aún así, fue un leal oponente, defendió con tenacidad, valor y entrega su título, pero yo veía a Pacquiao jugar con él como mi gato lo hacía con las lagartija del jardín: los ojos fijos, los movimientos rápidos en el momento preciso, propios de un chita, unos puños mortales que rompieron la férrea defensa de Cotto una y otra vez hasta dejarlo casi igual que el Cristo de Mel Gibson. En el último minuto del último round, el árbitro paró la pelea. Recordé la voz de un cronista saliendo del televisor de mi abuelo en una de las peleas más violentas y triunfales de Mantequilla Nápoles: "¡paren esa pelea, paren esa pelea.".Y sí, la pararon, para evitar que hubiera un muerto. Odio el box, odio la violencia, y sin embargo me hipnotizo y me apasiona ver y recordar a esos dos felinos sobre el ring: Mantequilla y Manny Pacquiao.


Mantequilla Nápoles fue devorado por el alcohol durante muchos años. Eso y las malas amistades lo arruinaron. La primera y última vez que lo vi en persona, fue en el estadio Cuauhtemoc. Se veía sano y felíz. Me emocioné al verlo, como me emociona hoy recordar al felino sobre el ring que conocí de niña.

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Atolón Fakarava, en las islas Tuamotu, en Tahiti. Foto tomada de Welcome Tahiti.

Martes 14 mayo



A diferencia de las Marquesas, vemos de pronto una sombra, como una nube muy bajita en el horizonte, difícil de percibir, es FAKARAVA, llegamos a nuestro siguiente destino: los atolones, las islas TUAMOTU. Prometen ser paraísos, estamos muy emocionados y un poco nerviosos pues leímos que las corrientes que salen de la laguna son fuertes y hay bajos por todos lados, debemos ir muy atentos, el capitán decidió llegar con luz y bajó la velocidad del velero durante la noche, son las 6:00a.m. el sol empieza a salir y con él aparecen también los colores del día.

Las siluetas de unas palmeras y un pequeño faro que aún deja ver su luz nos dan la bienvenida. Me parece muy impresionante la diferencia de la majestuosidad de las montañas que dejamos 300 millas atrás y ahora este paisaje al ras de la superficie del mar que, a simple vista, hasta ahora, no dice mucho. Nos ponemos a pensar en la cantidad de barcos que encallaron en sus casi invisibles corales y rocas, deben haber sido muchísimos. Estos volcanes hundidos son el resguardo de gran cantidad de especies y vida marina, toda la orilla son corales y arena blanca, lo que provoca que el agua sea de colores especiales, ya queremos llegar a ver eso, por ahora sólo debo irme a la punta y ayudar a mi capitán, que confía en mis ojos y los de Diego para avisarle si vemos algo con lo que podamos chocar. En las cartas de navegación está marcado el canal de entrada a la isla, pero aun así es un poco aterrador ver ese cambio en la textura del agua cuando hay una roca debajo queriéndose asomar a la superficie. Logramos entrar, a motor y a toda potencia, pues la corriente que sale efectivamente es muy fuerte, el mar que choca y se revuelve en esta barrera, pasa de estar muy revuelto a tranquilo y plano, sólo vemos parte de ésta inmensa circunferencia que forma la isla. El sol se pone las pilas y nos alumbra intensamente para poder ver en esas aguas transparentes las rocas del fondo, está perfectamente señalado lo más peligroso, con una especie de postes de color rojo. A la derecha vemos el aeropuerto, la pista de aterrizaje es prácticamente del ancho de la isla y de un lado tiene un mar azul oscuro y profundo y del otro, dentro del cráter, aguas de mil tonos azul claros que descubrimos y que nuestros ojos comienzan a admirar.

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El atolón de Fakarva, en Tahiti.

Estamos en el lado norte de la isla, alcanzamos el lugar de anclaje. Como magos serpenteamos a otros veleros y a todos los bajos que como baches de ciudad mal pavimentada, nos marcaron el atajo correcto. Ya estamos aquí, es un placer sentir la calma y la quietud del mar. El barco casi no se mueve y me toma tiempo adaptarme, mi cuerpo y cerebro ya estaban en modo movimiento.



Alexa, ve la orilla azul turquesa y la playa con arena blanca y nos ruega apurarnos, ella lleva esperando ver estos tonos demasiado tiempo. Ha hecho dibujos y más dibujos imaginándose un lugar así. Diego ya está en traje de baño y Vital solo quiere su desayuno.

Nos acercamos al primer muelle que vemos, es largo, se mete en dirección al mar y al final de su estructura sobresale una casita de madera y techo de palma que parece flotar. Nos amarramos y bajamos ahí, no sabemos si está permitido, vamos a preguntar. La casita tiene un letrero que dice PEARL FARM, y varías fotos en su interior de conchas y perlas. En estos atolones nacen la mayoría de las perlas del mundo, con tonos inigualables, grises tornasol de mil formas y también como las conocemos, perfectamente esféricas. Es como de fantasía que una concha tenga dentro un tesoro así. Muero de ganas de que me expliquen el proceso y entender bien esta creación perfecta de la naturaleza.

Los niños corren por el muelle hasta la playa, resulta que es un hotel y que podemos pasar aquí nuestro día. Yo no doy crédito de la suerte que tenemos; de toda la costa, larga y con varios muelles, nos anclamos y bajamos en el indicado.

¡Es un lugar precioso, con mesas, bancas y palapas metidas en un mar color turquesa, transparente y lleno de corales y peces de colores que de pronto se dejan ver! Que gozada, los niños se meten a nadar de inmediato, con sus visores observan y descubren un nuevo mundo. A mí me hace ojitos la palapita dentro del mar, es el sitio perfecto para sentarme a observar y refrescarme. Yo no bajé mi visor, pero mis hijos emocionados me obligan a meter la cabeza y abrir los ojos para ver lo que ellos ven. Diego, que ve siempre un poco más allá de lo que los mortales vemos, observa cómo se abre y cierra una concha que dentro tiene una perla, y está ahí, al lado de mi asiento perfecto, pegada a una roca que yo veo como si estuviera en una pecera, la intenta abrir y la concha de inmediato se cierra con todas su fuerzas, se corta los dedos y se va en busca de alguna herramienta, palitos o piedritas de la playa que le ayuden a sacar su perla, está decidido. Vital sube y baja el metro y medio que hay de fondo y puedo darme cuenta de que se jura en una misión de buceo submarino, y en su infinita imaginación seguro cuenta hasta con tanque de oxígeno. Alexa, mi princesa, se metió al mar despacito, arrastrando los pies en la deliciosa arena, movía sus brazos de un lado a otro tocando con la punta de sus dedos el agua, y así bailando, con su personalidad definida, al final de todo ese ritual, se sumerge y asoma su cabeza como sirena del agua y me dice, ¡soñé con este momento mamá!

Ya estamos ahí, instalados y gozando. Alejandro se va a comprar unas cervezas y yo disfruto el lugar y a mis hijos. No pasan ni 10 minutos cuando da un brinco Alexa y enrosca sus piernas en mi cadera y sus brazos en mi cuello, yo no tengo mucho equilibrio en este piso inestable, pero logro cacharla y con una voz casi perdida, me dice, ¡ví un tiburón mamá! tiburón!!! ¡Un tiburón!!! ¡Sácame, sácame! Está asustada, doy 10 pasos hacia la playa y ya estamos sentadas en la orilla, no puedo creerlo, le pregunto de qué tamaño era, y me dice de tu tamaño mamá, estaba grande, le digo, ¿no te confundiste con la roca? Se enoja conmigo pues piensa que no le creo, volteo a ver a mis otros dos hijos que abandoné ahí en el mar y siguen sube y baja en la misma roca, como si nada, donde estábamos los cuatro observando a algunos peces y conchas. La tranquilizo y le digo que no pasa nada, que son tiburones de arrecife y no hacen nada y nos volvemos a meter para sentarnos juntas en la banquita, ella está asustada y no baja sus pies, yo también estoy un poco asustada pero insegura de lo que vio y decido sólo abrir bien los ojos para ver si lo veo. Llega Alejandro con nuestras cervezas Hinano y me dice, ¡me cae que en estos lugares no saben lo que es gozar una cerveza helada! Sí la tienen en un refrigerador, pero nunca están como a nosotros nos gustan, ¡bien muertas!
Chocamos tarros, ¡salud! ya estamos aquí!

A los cinco minutos pasa a nuestro lado, entre los niños y la mesa el famoso tiburón, mide como 3 metros, es oscuro y tiene una cabeza redondeada, se mueve lento y con esa escalofriante elegancia, yo casi escupo la cerveza y me subo de un salto a la mesa, Alexa me reclama, ¡te lo dije mamá! ¡Te lo dije! Enmudezco y la abrazo, pobrecita, con razón se asustó tanto. Ale les grita a los niños que volteen a ver al tiburón y nadan hacia la mesa para poder pararse a observarlo; necesitas estar en alto para distinguirlo bien, dentro del agua no lo ves. Diego lo quiere perseguir y yo me quiero morir, estábamos tan a gusto y ahora estoy angustiada y como con todos mis miedos, se me endurece la espalda y trato de no perderlo con la mirada.

Tiburones en el atolón de Fakarava. Foto tomada de Welcome Tahiti.

Alejandro me calma y me repite una y mil veces, ¡ no hacen nada!!! Ya quítate la pinche imagen de Hollywood de tu cabecita y disfruta el momento. No sé cómo, bajo mis piernas otra vez al mar y me tomo mi cerveza, disimulando mi angustia, pero engarrotada. Se va el tiburón tan tranquilo como pasó y los niños vuelven a nadar como si nada, yo me contengo, no quiero trasmitirles todos mis miedos, aunque con ALEXA ya es un poco tarde, a esta pobre sin querer creo que sí se los heredé, me da coraje.

Aunque me quedo ahí, no parpadeo, lo busco y lo busco, no se vé hasta que lo tienes a cinco metros, lo juro, se confunde con los muchos montículos salpicados de rocas grises que hay en el fondo y que puedo ver sin problema. Al ratito vuelve a pasar, ahora del otro lado de la mesa, o sea en una profundidad de no más de un metro, en la mera orilla. Alexa de plano se pone a jugar con la arena fuera del mar, está nerviosa, la entiendo y no la pienso forzar. Pasa otro más chico, y luego uno de un tono más claro. Yo ya no puedo más y saco a mis hijos con el pretexto de enseñarles a hacer túneles de arena, Ale por fin se está relajando, le duele el brazo todavía, lo veo cómo mueve y mueve el hombro.

Me voy con los niños a caminar y explorar un poquito más el lugar; ¡hay una regadera con puerta! ¡Qué felicidad, vendré mañana con shampoos! Vemos a unos señores que preparan sus largos kayaks para salir a remar, caben cuatro personas y tienen un pontón para estabilizarlos, pregunto si puedo subir a los niños y me dejan, les tomo unas fotos y ya se bajan, se suben los señores y mis hijos divertidos los empujan, de pronto aparece de nuevo el tiburón, ahí al lado de los kayaks, uno de los señores grita, ¡LE REQUIN!!, y yo siento cómo se me para el corazón, a carcajadas y un poco asustados se salen del agua y nos quedamos a observarlo pues decide echarse una siesta prácticamente en la orilla, se acurruca con la panza recargada en la arena y llegan los otros dos tiburones a hacer lo mismo. Desde el muelle se ven mejor, nos sentamos ahí y los vemos dormir. Se ven tan malos y al parecer son tan tranquilos.

Morimos de hambre, ya son las 5:30, se está metiendo el sol, regresamos al velero y Ale prepara unas hamburguesas espectaculares en el asador. Cenamos y nos dormimos a las 7:30. Eso me tiene tan feliz, dormirme cuando se mete el sol y despertarme cuando sale, es una delicia y el cuerpo lo agradece.

Mundo Nuestro. El fotógrafo y periodista poblano Pablo Spencer Castells inaugura este jueves 8 de agosto la exposición La modernidad de lo barroco, y nos la presenta aquí con sus propias palabras:

"La Modernidad de lo Barroco --nos dice-- es una exposición que muestra las dificultades que viven los pobladores de las comunidades rurales en la defensa de su forma de vida tradicional. Nos ayuda a mirar el cambio que representan a proyectos gubernamentales y empresariales que intervienen sus territorios y buscan explotar sus recursos naturales. Las fotografías nos llevan de los paisajes, celebraciones y tradiciones de los pobladores en comunidades al interior del Estado de Puebla, a su organización que han generado para oponerse a estos proyectos que se imponen sobre su territorio, al enfrentamiento con el gobierno y la muerte de algunos protagonistas como resultado. De esta manera, la selección de fotografías contenidas en la exposición La Modernidad de lo Barroco, confirma que muchos de los proyectos gubernamentales y empresariales se han impuesto por la fuerza, sin un consenso con los habitantes de los territorios que se ven afectados. Pero también acerca al público a la forma de vida que defienden los pobladores de estas zonas rurales."



La imagen puede contener: 1 persona, barba e interior

Pablo Spencer Castells nació en la Ciudad de Puebla, sus padres estudiaron artes plásticas en la Academia de San Carlos de la Ciudad de México y emigraron a nuestra ciudad para trabajar en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP). Para descifrar cómo funcionaba una cámara fotográfica, que encontró en casa de su familia, se inscribió a los talleres de creación artística de la BUAP, donde aprendió a trabajar la fotografía en blanco y negro de manera química. Con la fotografía obtuvo un pretexto perfecto para explorar muchas de sus inquietudes, desde la cuestión física y química, la magia de la fotografía, hasta su interés de conocer e interactuar con el mundo exterior. Desde 1998 comenzó a trabajar para los periódicos locales como laboratorista, archivista, asistente de fotografía y reportero gráfico. Desde entonces se dedicó al periodismo, ha trabajado para distintos medios de comunicación en el estado, nacionales e internacionales. La curiosidad que lo llevo a acercarse a distintos fenómenos sociales le permitió desarrollar una sensibilidad y empatía por distintos modos de vida.

La exposición fotográfica “La Modernidad de lo Barroco”, que ahora presenta, es el testimonio de este proceso