Desde el ALDIVI: Tahití Destacado

Compartir

Related image

Tahiti, Foto de portadilla tomada de tahiti.com

Sábado 1 junio



Ya llegó junio, el que parte en su último día el año. No me la creo, el 2019 se veía tan lejos y ya vamos a la mitad. Que loco es eso de que cada año se pase más rápido que el anterior, es tan cierto que da miedo. Cuando éramos niños una navidad y la otra equivalían a tres dientes caídos, cuatro cortes de pelo, 45 idas a comer con la abuela, un grado escolar más, cuadernos llenos, otros maestros, nuevos amigos, partidos y torneos de algún deporte, vacaciones etc. Ocupados también estábamos pero el tiempo se pasaba más lento. Ahora de adultos, entre una navidad y la otra es posible que no abrieras algún regalo, 365 días se escurren de las manos y se quedan atrás. Notas al abrir y cerrar los ojos a tus hijos 4 cm más grandes, hiciste lo mismo prácticamente todo el año, no has acabado de pagar lo que compraste a dieciocho meses sin intereses, tal vez hasta no recuerdas muy bien fechas o eventos importantes por que sientes que los pasaste ayer. Repites cada mes, ya estamos en: ¿abril?, ¿junio?, ¿noviembre?, por que la monotonía de los días te impide a veces ver cambios en las estaciones, por que el ahora necesario celular es el distractor perfecto para perdernos de los cambios del árbol que tenemos afuera de la ventana o en el mismo lugar donde nos estacionamos todos los días. Ya no vemos, mucho menos observamos, se nos esfuma nuestra capacidad de asombro y se nos acaba el ritmo respetuoso que teníamos en la niñez para aprovechar el tiempo. Y así estoy hoy, pensando, ¡ya es junio! Ya llevamos el diez por ciento de nuestro planeado viaje, a qué hora zarpamos y nos tardamos todo un mes en cruzar el pacífico. Siento que fue hace tanto y al mismo tiempo es como si solo hubiera visto una película de dos horas. No sé cómo explicarme mejor. Seguimos en la polinesia francesa, estos tres meses que podremos estar aquí los vamos a exprimir. Nos movemos de una isla a otra y conocemos gente casi todos los días, gente que nos pone el destino como fichas de ajedrez bien jugadas. Todos importantes y todos entran de clavado a nuestro corazón. Es curioso, vamos acortando los tiempos de adaptación de cada lugar, ya vamos entendiendo estos ritmos y horarios diferentes, nos enamoramos en cada anclaje y cada vista y nos entristecemos en cada zarpe. Pero nos volvemos a ilusionar al escuchar un nuevo grito de “tierra a la vista”.

Con todo y dolor de muela de Diego, nos vamos a snorkelear a un lugar que le llaman “El Acuario”. Es un bajo como cualquier otro dentro de Rangiroa, lleno de arrecifes y peces, solo que a este le colocaron unas boyas que tienen un barandal y flotan distantes con un número. Debajo de la superficie, enmicadas y amarradas al fondo puedes ver imágenes de los peces que hay en la zona. La experiencia de bajar a leer la explicación con el visor está divertida. Alexa y Diego se aventuran con su papá a ir por cada boya una más lejos de la tierra que la otra, ahí van los tres cerquita uno del otro, los veo alejarse pues Vital entro en pánico en la boya número 1 y me tendré que regresar nadando al dingui con mi niño que ni con chaleco se sintió seguro, no lo culpo y no lo pienso obligar, nos pasan dos tiburones de punta negra por abajo y este pobre grita con todo y snorkel y se me abraza al cuello, no me gusta que se asuste, yo contengo muy bien mi miedo, cada día que pasa respeto más la indiferencia de estos hermosos animales con tan mala fama, sin perderles de vista, nado un poco más aprisa y empujo de las pompas a mi bebe para treparlo y que se sienta a salvo, yo doy una última revisada abajo de mí y ya no están, con 3 aletazos me logro impulsar y me subo a esperar con Vital a los demás. Regresan después de 15 minutos felices, me concentro un poco más en Alexa que es la que venció un miedo más hoy y está encantada de describirme las formas y colores de todo lo que vio, pero Diego no puede evitar interrumpir a su hermana con su emoción por haber visto una agresiva morena, como él la llamó.



Nos encontramos con Connie en el muelle principal, se viene con nosotros de aquí hasta Tahití, será de mucha ayuda en las guardias y podremos conocerla mejor. De unos 63 años esta mujer con su pelo, cejas y dientes del mismo color nos sorprende con sus muchas historias y conocimientos. ¡Ella está viajando por el mundo en veleros, pidiendo RAID!!! Así, no tiene un plan específico, solo quisiera algún día llegar a Nueva Zelanda, pero en el “mean time” solo dice para todo ¡oh, that’s O.K. Sonríe en todo momento y sus ojos son claros y transparentes, es una viejita hippie, yo la siento de alma buena y observadora. En cuatro islas diferentes nos la hemos encontrado y esas mismas cuatro veces me he enterado que está en busca de un barco que se la quiera llevar como tripulación, solo que antes no me había animado a invitarla, pero ya nos volvimos a cruzar y algo me dice que nos la está mandando Dios. Emocionada por la invitación nos comenta que ella le entra a todo, vive en su barco en Washington, Seattle, es velerista, estudió relaciones internacionales cuando era joven, tuvo dos hijos que hoy son adultos y la dejan ser libre, se alegran de saber que está cumpliendo un sueño. Come lento y poco, se cuida mucho, tiene los músculos de los brazos marcados debajo de una delgada capa de piel que le cubre todo el cuerpo en un mismo tono color durazno, toda ella es delgada y arrugada. Mientras comemos algo “chez Lilis” antes de irnos, ya con sus múltiples maletas en el dingui, nos termina de convencer al decirnos que es fisioterapeuta especializada en músculos de la espalda y hombros, ¿que qué? Alejandro ya va mucho mejor de su problema de brazo, pero será de muchísima ayuda que lo revise; si ella quiere le dará un masaje y estaría bien que nos ponga a todos una serie de ejercicios para estar sanos ahora que vivimos en un barco y es lo mínimo indispensable, de no ponernos más fuertes, todo el tiempo estaremos lastimados. Muero de ganas de saber más de esta mujer de edad madura, que usa minifaldas de licra y top a su edad, carga “N” maletas y se cuelga collares con el símbolo de peace and love en tono azul turquesa con brillantina.



Domingo 2 junio

Vamos muy bien, son las 12:00 y Connie lleva cuatro atuendos diferentes, yo me muero de risa cada vez que sale con una gorra de diferente color u otro paliacate en la cabeza ¿qué tanto trae en sus maletas esta mujer? Para la guardia de ayer en la noche, la veo subir con su chaleco perfectamente abrochado, tennis, guantes, lámpara de luz roja en la frente, termo de agua y su celular prendido con la ruta marcada. Me da una angustia mezclada con ternura verla luchar con la inclinación del piso del barco, lenta, pero con paso firme llega a suplirme, revisa los nudos a los que venimos, se asoma a ver las velas, el horizonte y las estrellas, checa el rumbo, ronronea un cálculo mental y yo solo estoy ahí, en silencio, observándola y tratando de descifrarla. Le doy un sarape pues hace frío y le cedo mi lugar. ¡Thank you, and good night Connie! Levanta sus arrugados ojitos y debajo de su luz roja me cierra uno.

Pasamos un día tranquilos con un ángulo perfecto al viento y un mar que, amable, nos empuja rumbo a Moorea. Vimos tres arcoiris en el mismo día, dos salían formando un cuarto de circunferencia de la superficie de una nube blanca; parecen pintados por la imaginación de un niño, un efecto natural mágico pues parecía ir empujando a unos grupos de nubes grises que a lo lejos soltaban sus cortinas de agua; amo ver esas escenas. Nos pusimos a cortar unos shorts de mezclilla viejos de Alexa, para hacerle un overol a su muñeca, esa fue nuestra máxima actividad de hoy. Además de preparar y comer una rica botana y cena. Los demás estuvieron en su rollo, sus libros y sus juguetes. Connie se echó dos siestas y nos platicó un poco más de su vida; sacó su tablet y tratando de dominar la tecnología, nos enseñó fotos que les había tomado a los niños trepados en el árbol que los entretuvo varios días en NUKU HIVA. Mis hijos ya eran recuerdos de su viaje antes de invitarla, son de esas cosas que te sorprenden. Alejandro me hace el comentario que también rondaba en mi mente justo en ese instante, comienza a pasarnos eso, un poco de telepatía. Opinamos que debe ser difícil viajar como ella lo hace, y con ese tema nos pasamos un buen rato analizando pros y contras. Yo estoy cómoda con su presencia, es una mujer que siempre tiene algo positivo que decir y sonríe.

Rotamos el turno de la guardia, a mí me entra un sueño que me tumba a las 8:30, se queda Connie en su atuendo número 8 o 10 a la primera guardia.

Durante el día se expandió un poco, en el camarote que le dimos parece que explotaron sus maletas, ya vemos dos pares de chanclas suyas en la bañera, cables de su tablet y celular ocupando el cargador, gorras y su blusa del cuarto atuendo de hoy debajo de los cojines, tres termos de agua en diferentes lugares del barco etc.

Noto a Alejandro levemente saturado, pero disimula. Yo no sé qué pensar, no logro entenderla del todo.

Lunes 3 junio

Hace una semana me enteré que mi padrino de bautizo tuvo un derrame cerebral y no está bien. Decido escribir un mail a mi papá, que fue quien me dio la noticia y lo noto triste. Qué impacto que la vida tenga esos cambios inmediatos e inevitables. He pensado mucho en eso y en lo importante que es vivir y disfrutar cada día. A mi tío Alejandro, que en contadas ocasiones vi, pero que claro que le tengo un cariño especial, le deseo desde lo más profundo de mi corazón que sea libre de vivir o morir, lo que decidan Dios y él. Lo que más me está enseñando todo esto, es a estar y aceptar el lugar en donde estamos parados y agradecer la vida y la salud que es indispensable.

Todos los que hasta ahora hemos visitado son lugares que el tiempo, la naturaleza y el hombre han respetado, ojalá que esto siga así. Es un privilegio ser de los pocos seres humanos que visitan estas aguas transparentes que parecen inmensas peceras donde puedes sumergirte y ser uno más. Los animales no tienen miedo y eso es lo que su energía me dice. De todos modos, los prejuicios o conceptos son muy difíciles de hacer a un lado y siempre está presente la precaución agarradita del dedito chiquito del miedo. Pero ya lo viví y ya pude ver que los monstruos que yo imaginaba, son creaturas perfectas que simplemente están en su mundo al cual yo no pertenezco, por lo que prefieren ignorarme, me rodea el mundo del mar, desconocido para mi, inmensamente hermoso, cada día me adapto a esta vida, a esta naturaleza a estas nuevas formas de ser.

Como mago el capitán llega a las 6:15 de la mañana a Moorea, tenemos nuestra cita con el dentista para curarle la dolorosa muela a Diego a las 8:00, debemos apurarnos. Alejandro viene un poco cansado y enojado pues Connie en su guardia tiró su bocina y ahora trae un abollón, además picó botones del gps sin la autorización del capitán y nos desvió unos grados, mismos que corrigió Alejandro en su guardia, pero que nos pudieron haber atrasado y dejó prendida una linterna solar que es de emergencia. Ahora no hay mucho tiempo para corajes, debemos estar muy atentos para poder entrar a esta isla rodeada por un arrecife donde hay miles y miles de bajos, está marcado un camino con postes rojos y verdes, pero sigue siendo muy arriesgado. Vemos a un velero que está entrando por la misma cara de la isla que nosotros y decidimos seguirlo, logramos pasar el arrecife por el canal marcado y ahora falta avanzar hasta la zona de anclaje más cercana al consultorio del dentista, que está pasando el hotel intercontinental. Muchos barcos anclaron a la izquierda de esta entrada, pero justamente al que venimos siguiendo se va a la derecha y es adonde necesitamos ir, lo seguimos un poco más y bruscamente hace un giro a la izquierda donde tira su ancla, Alejandro viene detrás de él y lo pasa unos cuantos metros y comienza a girar también, yo vengo en la punta y de pronto comienzo a ver corales a poquísima profundidad de nosotros, como pequeñas islas, le grito que gire a la derecha, avanza, vuelvo a gritarle que debe girar ahora a la izquierda, debemos rodear estos corales, zigzageamos y aunque fue muy veloz girando el timón no logramos esquivar una por completo y sentimos como rozamos con una de las quillas del barco la roca y nos frena un poco el arrastre, a mí se me para el corazón y enmudezco, Alejandro mete reversa y vuelve a avanzar logrando pasar hacia la parte más profunda donde se anclaron los otros 3 veleros que se aventuraron como nosotros a pasar de este lado. Pfff!!! Que susto, anclamos sin problema y seguimos con las prisas para llegar al dentista, ya son las 7:00, todavía falta bajar el dingui y su motor e irnos. Luego revisaremos la rodilla raspada que seguramente le quedó al ALDIVI. Dejamos a Alexa y a Vital con Connie, les aventamos la cruz y nos bajamos lo más pronto posible con Diego, comienza la segunda parte de la adrenalina de esta aventura.

No conocemos la zona y no hay nadie a nuestro alrededor, no avanzamos ni 30 metros cuando de nuevo vemos corales casi al ras del agua, pero ahora sí no hay manera de esquivarlos, estamos encima de ellos, debemos levantar el motor para que no se rompa la propela, empujarnos y remar de regreso a lo más hondo por donde veníamos. Tratamos de estar muy atentos levantándonos un poco en la puntita del dingui, para distinguir bajos, pero le tapamos la visibilidad al capitán que viene nervioso, corren los minutos 7:45 ¡Dios mío! que prisas y nomás no sabemos pa donde darle, a lo lejos vemos los bungalos del hotel intercontinental, pero ¿cómo llegamos?, toda la zona es un inmenso arrecife, damos vueltas y nos volvemos a atorar, unos postes salen del agua pero pensamos que están marcando bajos y preferimos no acercarnos mucho, desde la superficie a la distancia el sol refleja brillos y no podemos ver más allá, seguimos tratando de descifrar una ruta cuando de pronto escuchamos un motor a toda velocidad acercarse, viene una mujer en posición relajada fumándose un cigarro, en una lancha y pasa al lado de los postes sin ver a ningún otro lado, se va derechito. Ahora sabemos que, al contrario de todas las otras señalizaciones, éstas indican el camino correcto para pasar por esta trampa. Una mantarraya inmensa nos pasa por debajo del dingui, venimos flotando sobre un acuario inmenso, pasa a no más de 80cm podríamos tocarla. Nos regresamos remando a los postes y copiamos la estela que dejó la lancha anterior, logramos llegar a ella, debemos preguntar ahora cómo nos podemos acercar al muelle, nos da indicaciones precisas y nos dice que si no nos vamos por ahí nos atoraremos. Con mi nervioso francés del momento, creo entenderle, seguimos sus consejos y logramos llegar, pero resulta que tendríamos que caminar 1 hora para llegar al dentista y ya son las 8:15, nos aconsejan acercarnos más en el dingui.

Hay otro hotel más adelante pasando la punta de la montaña que se mete al mar, el hotel “IBISCUS”, ése sí queda enfrente del dentista. No hay de otra, vamos de nuevo, nuestro nivel de stress nos hace pelearnos aunque sabemos que no es culpa de nadie, el pobre de Diego mejor se calla y se agarra el cachete que tanto le duele, nuevamente en medio de este laberinto, con nuevas instrucciones y ya son 8:40, el sol nos quema, yo no veo bien de lejos y me enojo, Alejandro ya no sabe cómo hacerle para avanzar más rápido, por fin vemos la descripción de las indicaciones del hotel de paredes rosas y nos logramos acercar, amarramos el dingui a una cornamusa de un muro que sobresale del mar a la orilla del hotel y nos bajamos. El dentista realmente está prácticamente enfrente del hotel, pero ya hay gente sentada en la sala de espera que es bajo un techo al aire libre. La secretaria, amiga de nuestros ángeles de la guarda de Rangiroa, nos explica que para podermos colar teníamos que llegar a las 8:00, pero nos va ayudar, solo debemos ser pacientes y esperar. Son las 9:15, se nos hizo tarde por supuesto. A las 10:45 nos logran hacer un espacio entre las consultas y pasa mi aterrado hijo que sabe a lo que va, el dentista solo habla francés, lo pesa, me pregunta su edad y algo más que no supe explicar, lo acuesta, Diego abre la boca y una jeringa plateada inmensa como son las de los dentistas apunta en dirección a su dolor que lo calmará en 3 minutos más, con miedo, pelando los ojos, pero con valor se aguanta el pánico mi niño y le tapan la muela en 15 minutos. ¡Aaaah!

Cómo me acaba de descansar el apretujón que traía desde hace 5 días en el pecho. ¡Qué maravilla! Vámonos de regreso a ver que los otros dos estén bien con la desconocida con quien los dejamos. Estamos teniendo que confiar también en los niños mucho, están aprendiendo a cuidarse solos.

El barco efectivamente solo tiene un raspón en la quilla de babor, Alejandro lo soba más que a sus hijos y casi le pide disculpas. Elevamos ancla y nos vamos a Tahití, ese era el plan. Cuatro horas después llegamos y estamos amarrados a una boya. Ya es de noche, solo vemos en esta marina unos espectaculares e inmensos veleros, amarrados en el muelle enfrente de nuestra boya, iluminados con sus miles de focos que los hacen parecer esculturas en exposición. Dormiremos aquí y mañana preguntaremos cómo es esto, si tienen lugar, si debemos algo o qué hay que hacer.

Martes 4 de junio

Alejandro se baja temprano a preguntar todas nuestras dudas y regresa con una nueva idea. En esta marina no hay lugar, nos moveremos a la marina de Papeete. Con la espada desenfundada le pide a Connie que empiece a empacar pues se tendrá que bajar hoy mismo. Ya está cansado el capitán de tener una responsabilidad más a bordo, y ésta mujer al parecer da más problemas que soluciones. Noto a Connie desconcertada y molesta con la decisión del capitán, pero yo no me pienso meter, no tengo nada en contra de ella, pero sí pude notar que se estaba acomodando de más, no sé por cuánto tiempo pensaba quedarse, solo le faltó poner un vaso en el baño con su cepillo de dientes. Ahora la pobre tiene que ponerse a empacar de nuevo todas sus maletas, tiene tiempo, nos tardaremos como una hora o un poco más en llegar a la marina de Papeete. Durante el trayecto, mientras Connie está en su camarote, me comenta Alejandro que se encontró a los chilenos esta mañana en la calle y le comentaron que a Connie ya la habían bajado de varios barcos, pues siempre que se sube, algo se descompone por su culpa o despiste, en nuestro caso aún no pasa nada grave pero ya notamos que todo lo buena que dice que es para navegar, podría ser un poco fantasía suya. No quiero juzgarla de más, sus historias y frases que durante estos 3 días nos platicó, a mí me suenan reales, pero a Alejandro varias no tanto, otro dato que le dieron y me lo alteraron de más, es que es lesbiana, no puedo creerlo, me lleva platicando tres días de su ex esposo y sus hijos, se pinta sus ojitos con rímel azul y usa faldas rosas, ahora, que si lo es, ¿qué más nos da? Realmente lo que le molestó a Ale fue que no dijera una palabra del accidente que tuvo con su bocina, eso entre otras cosas, como que le pica todos los botones al gps, toma decisiones sin consultarlas al capitán, cambia el rumbo, dejó una olla debajo de la estufa impidiendo su movilidad y casi se atora, regó un jabón en el baño y se hizo un desmadre, ralló con la fibra los dos vasos que lavó y abarcó con sus tiliches varias áreas del barco, además de que no pudieron platicar de ningún tema ellos dos, eso es más que todo lo demás. A Alejandro le gusta venir platicando y con ella no pudo.

Tahití está rodeado por una barrera de coral y sólo hay algunas entradas muy bien señalizadas para pasar al mar tranquilo, “lagunas” que quedan entre la barrera y la isla, eso es lo mágico de estos lugares, que, gracias a esa barrera de coral, tienen playas blancas, aguas de mil colores y están protegidos de alguna manera del feroz oleaje del pacífico.

El canal para entrar tiene tráfico marino y aéreo, deben autorizarte el paso en tres puntos específicos para evitar accidentes. Ahí estamos entrando a este nuevo laberinto bien señalizado; el capitán marca por radio a las autoridades y nos van viendo de alguna manera y avisando los pasos a seguir, debemos esperar a que un avión despegue de la pista del aeropuerto que está a la orilla del mar. Pasa por encima de nosotros y ahora nos avisan que tenemos 5 minutos para cruzar y seguir avanzando, en el segundo punto tuvimos que esperar un aterrizaje y en el tercero tuvimos el paso. La logística para manejar esto me parece asombrosa, salen cruceros, entran veleros, hay personas remando, pasan aviones y todos están en ese canal que no deja de ser peligroso. Alejandro tiene que poner sus cinco sentidos en estas maniobras, le hablan en otro idioma y no hay nadie más que lo pueda realmente ayudar, Connie que se supone sabe mucho, se le para cada cinco minutos enfrente del timón, o en un ángulo importante de visión del barco y los niños parecen tener el tino de que cuando el capitán pide silencio y quietud, hacen todo lo contrario. Me los llevo de plano a la cubierta, y entonces quieren brincar y jalarse de las cuerdas, Ale les pide que se queden quietos, si alguien se cae aquí no hay manera de dar la vuelta, a mí me cae el 20 del peligro demasiado tarde, hoy yo venía muy relajada y en ese modo sordo en el que a veces me instalo para no pelearme con nadie. Por fin reacciono cuando entiendo la angustia por la que viene pasando el capitán y logro apaciguar a los niños, pero Connie sigue dando vueltas confundida y Ale con más fuerza en sus palabras y tono, le ordena que se deje de mover y se siente pero ¡YA! De pronto vemos la Marina y como en un estacionamiento de ciudad, zigzagueamos y nos acercamos al único lugar libre que hay en el muelle, a punto de oscurecer. Aparecen como por arte de magia los chilenos y Nico el argentino y nos ayudan, quedamos perfectamente amarrados y seguros aquí.

Se suben todos, Connie está terminando de empacar, bajo a ayudarle un poco, prácticamente a cerrar los cierres y como sigo con la duda del chisme con el que regresó en la mañana Alejandro, sutilmente le pregunto algo así como: ¿y estas abierta al amor?, ¿quisieras conocer a alguna persona en tu viaje?, voltea a verme con una mirada cero sospechosa, creo que disimulé muy bien y me dice:, a tí te lo puedo decir, me interesan más las mujeres que los hombres. Sigo actuando relajada y sólo le digo, pues deseo que la encuentres, me sonríe y responde: you are so sweet, yo sólo observo sus maletas y le digo: ¡ok well, VOILA!!! you are ready.

Ale saca cervezas y se toma el tiempo necesario para calmar sus nervios con sus cuates. Los niños saltan al muelle pues prendieron las luces bajo el agua y parecemos flotar sobre una alberca, además de ser un acuario lo que vemos debajo y enfrente de nosotros, adornan a esta marina unos corales de colores otoñales con peces, están ahí mismo, del otro lado del muelle al que nos amarramos con la punta del barco.

Connie comienza a sacar por fin sus maletas, Alejandro que es radical cuando toma una decisión, la ayuda a bajarlas del barco y a llevarlas a la entrada de la marina, se despide de ella y se regresa a seguir atendiendo a las nuevas visitas. A mí me urge un baño, aquí hay regaderas, llevamos ya tres días sin podernos bañar pues ya traíamos muy poca agua, metemos en una mochila shampoo, toalla y una muda y estamos en la banqueta esperando a que Connie encuentre un taxi. Como me dijo Alejandro, nuestro compromiso era traerla a Tahití, ya está aquí, ya cumplimos, no la adoptamos. Finalmente se sube a un taxi y se va, yo realmente siento que me quité un peso de encima, compartir un espacio tan reducido, que además es mi casa con uno o una extraña, no es fácil y mi ingenuidad me asusta, confío demasiado en las personas sin conocerlas, creo que es algo bueno y malo.

Las regaderas de la Marina son mixtas, pueden entrar hombres y mujeres, sencillas con dos ganchos en la puerta que te da privacidad y agua fría, es lo que hay, al menos no tengo que estar sosteniendo el micrófono, meto a todos mis hijos en mi individual regadera y los baño y seco uno por uno entre gritos y carcajadas, frío y poco espacio, ahí estamos nuevamente como sardinas, me siento un poquito sofocada, cierro los ojos, me toca el agua a mí y aunque me dé frío me quedo quieta, apago el sonido que viene de mis hijos y me pierdo en las gotas que caen en mi cara y pelo con olor a limpio, qué delicia, acabo pronto, me amarro un pareo y nos regresamos por la banqueta a la puerta de entrada a los muelles.

Para explicarme mejor, sales a la calle, caminas por la banqueta y llegas a la cabañita con las regaderas. Sales de bañarte, caminas de nuevo por la banqueta, es una calle con bastante tráfico y te metes por una puerta que te da acceso a la marina.

Los niños ya están dormidos y pienso: Llegamos a Tahití, ¿cómo? ¿Estamos en Tahití en nuestro barco? Tengo que hacer una pausa para podermelo creer.

Cuando me cae el 20 me encuentro confundida. A gritos pedía civilización hace dos días, y hoy aquí anclada frente a la calle me cae de golpe mi presente. Después de meses de silencio y ver personas que viven su vida al ritmo de sus tranquilas islas, con calma y sin prisas, llegamos a ésta, la capital de la polinesia, a la ciudad.

Me desconcierta estar sentada en la bañera, con la proa y estribor del barco amarrada a un muelle de la marina de Papeete, cerca de barcos vecinos, con vista al boulevard principal, pasan coches sin cesar día y noche, el ruido de los motores, sirenas, los escapes los rechinidos de llantas y acelere de las motos que pasan a 10 metros de nosotros, se me vienen encima. Las banquetas son anchas y tienen bancas de piedras y palmeras, está muy bien iluminada la avenida, las personas pasan caminando, corriendo, patinando, en bicicleta y voltean a vernos, pues parados aquí estamos como en exhibición. La privacidad que teníamos al estar anclados a más distancia de la tierra y que nos permitía salir en calzones o bañarnos en la cubierta, aquí se acabó. Enfrente, del otro lado de la calle hay un edificio de seis pisos, en el primero está la zona comercial, desde aquí veo un banco y una tienda de ropa, y los siguientes cinco parecen departamentos. Es de color beige con barandales blancos y ventanas polarizadas, como cualquier edificio de la costera Miguel Alemán en Acapulco. Podemos bajarnos del barco en el instante que queramos y caminar 30 pasos sobre el muelle para salir a la calle y estar conviviendo con el día a día de esta ciudad, ¿que loco, no?

En los días anteriores, la playa o muelle nos quedaba lejos, debíamos organizarnos para bajar todos en el dingui, aquí trajimos a nuestra casa, con todas nuestras cosas, nos estacionamos y por unos días viviremos en Papeete, como cualquier otra persona. Debemos adaptarnos nuevamente a los sonidos y velocidad del tiempo en la ciudad.

Pasamos varios días de no hacer mucho, caminar un poco por la calle, ver tiendas locales, tomar un helado, limpiar el barco, hacer algunas reparaciones, buscar un cafe internet, jugar a la escuelita con los niños, etc… unos días tranquilos.

La imagen puede contener: 2 personas, cielo, océano y exterior

Viernes 7 de junio

Hoy es el cumpleaños de mi hermana Bibiana, uno de los regalos más grandes que me han dado mis papás y Dios, la he descubierto más en esta etapa de la vida, la siento cerca, la admiro tanto, es tan generosa, tan paciente, tan cariñosa, tan alegre, tan guapa, tan sincera, la extraño, quisiera poder brincar el charco del Pacifico para darle un abrazo con todo mi amor, no tengo crédito en mi celular para poder escribirle o hablarle, pero sé que sabe lo que la adoro.

En la noche nos vamos de pinta con los Kerguelen o cuatro doctores, Isabel, los Jorges que son los chilenos, Niko el argentino, y Mario el español, casi todos nuestros vecinos de este nuevo barrio.

El bar se llama el “3 B”, cenamos y tomamos cerveza hasta ponernos alegres y continuar con rones, tequilas y acabar bailando en otro bar, disfruté a mi marido y mi tiempo fuera de “casa”. A las 6 de la tarde ya no daba para más, estaba muy cansada, pero salió este plan y fue como si me conectara a una pila externa para volver a estar full y aguantar la fiesta, me bañé y desperté, acosté niños, que ya les parece normal quedarse solos unas horas, me arreglé un poco y me fui. La pasamos bien, todos somos tan distintos que el grupo es divertido.

Compartir

Sobre el autor

Bernadett Sánchez del Castillo

Bernadett Sánchez del Castillo es artista plástica poblana. Tiene estudios de diseño textil en la Ibero Puebla y se ha especializado en el diseño y fabricación de joyería en plata en la empresa ProcesAg, ubicada en Cholula. Su trabajo ganó el concurso de diseño de joyería para Swarovski  Es miembro de la tripulación del ALDIVI, el velero en el que la familia Sánchez Irigoyen le da desde el 22 de marzo del 2019 la vuelta al mundo.