Sociedad

Mundo Nuestro. Una más de las entregas de las las crónicas de cocina poblana Del fogón a la boca, escritas por el anticuario poblano, experto en arte popular, Antonio Ramírez Priesca. Mirar la ciudad a través de la comida. Saborearla y aprender con ella a conocer la historia que la contiene. Por la historia y por nuestra comida, valorar la extraordinaria ciudad en la que vivimos. Publicadas originalmente en el portal urbanopuebla, las crónicas de Antonio Ramírez Priesca serán reproducidas semanalmente aquí con su autorización.

Del fogón a la boca



Hay lecciones que marcan tu vida profesional y la contundente frase de mi padre: ‘orégano, tomillo y laurel’ se me grabó desde mis infantiles inicios en la Cocina Tradicional Poblana: ‘El escabeche es uno de los métodos más antiguos que se conocen para la conservación de los alimentos, sobre todo de verduras y legumbres, ya que la cocción en un medio ácido – en este caso vinagre – junto con las especias añadidas, evitan su deterioro’.

Mi padre hablaba como Químico, la formación profesional que le apasionó toda la vida y que le llevó a ser Rector de Facultad en la BUAP, además de ejercer su carrera por más de cincuenta años.

Nunca olvides las especias: Colón viajó en busca de ellas no sólo por el gran negocio que representaban a la Corona Española, sino porque su incorporación a los guisos era vital para su conservación; todos los Historiadores olvidan las hambrunas en Europa durante la Edad Media y que sólo fueron paliadas con el uso de las especias que venían de Oriente’.

En efecto, no solo los guisos son más sabrosos, sino se conservan durante más tiempo; y justo estas tres especias herbáceas, son de origen mediterráneo y no asiático, como se creía.

Desde luego, fueron traídos a América por los españoles y rápidamente se incorporaron a los guisos mestizos durante las primeras décadas del Virreinato. Lo verdaderamente excepcional, es que la combinación de estas tres con el vinagre y chiles ‘cuaresmeños – xalapeños – huauchinangos’ del altiplano central de México, crearon lo que llamamos ahora ‘rajas o chiles en escabeche’ que son base para innumerables botanas y guisos, además de acompañamiento común en toda mesa festiva nacional.

La bisabuela Valito no sólo incorporaba al escabeche zanahorias picadas, botones de coliflor, calabacitas tiernas, cebollitas cambray sino también trozos de pata de res previamente cocida y troceada, que servía sobre una tortilla de maíz frita en manteca, sobre la cual ponía previamente una capa de frijoles negros refritos: sus famosas Tostadas de Pata.

La verdadera magia de ese suculento platillo netamente poblano, es la feliz combinación de ‘orégano, tomillo y laurel’.

Charlemos más de Gastronomía Poblana y ‘’a darle, que es Mole de Olla’’!

#tipdeldia : Tanto en el poblanísimo Mercado Cinco de Mayo – o de la 18 poniente – como en casi todos los mercados de nuestra Ciudad, encontramos manojos frescos de las tres mencionadas especias ‘oregano, tomillo y laurel’.

Llegando a casa, deshoje con cuidado cada manojo, lave con agua fresca y escurra; después ponga sobre una charola metálica las hojas por separado y deje secar al sol directo hasta que estén completamente deshidratadas. Después envase en frascos de vidrio y tendrá especias listas para cocinar deliciosos platillos tradicionales!

Mundo Nuestro. Una más de las entregas de las las crónicas de cocina poblana Del fogón a la boca, escritas por el anticuario poblano, experto en arte popular, Antonio Ramírez Priesca. Mirar la ciudad a través de la comida. Saborearla y aprender con ella a conocer la historia que la contiene. Por la historia y por nuestra comida, valorar la extraordinaria ciudad en la que vivimos. Publicadas originalmente en el portal urbanopuebla, las crónicas de Antonio Ramírez Priesca serán reproducidas semanalmente aquí con su autorización.

El Ponche Navideño es, como bien lo decía mi Abuelita Tere, una deliciosa bebida netamente mestiza, pues combina ingredientes de nuestra tierra y de allende de los mares.

Desde niño repelé de la fecha del día de mi cumpleaños. Ser de la víspera de Nochebuena - solsticio de invierno y la noche más larga del año, con el consiguiente inicio de la luz – me traía pocos beneficios en cuanto a regalos y fiestas cumpleañeras que digamos. Pero tengo, a más de cincuenta años de distancia, vívidos recuerdos de las Posadas organizadas por mi Abuelita Tere en su casa de la 13 sur frente al Paseo Bravo, que jamás olvidaré.

Nos llevaba mi madre a todos los primos a casa de los abuelos un poco antes de oscurecer: una parvada de chiquillos que cada año aumentaba, pero que ya para esas fechas rondaba los once, al patio entoldado rodeado de macetas de talavera con azucenas en flor, en donde el tío Carlos ya habían suspendido la enorme piñata de siete picos que pacientemente aguardaba su trágico desenlace.

A la hora convenida, las tías Olvido y Pepa repartían velitas de colores y cuadernillos con la Letanía, y aparecían en una charola plateada, Los Peregrinos, antiguas figuras de madera, sobre paxtle gris. Dos bandos cantaban, entre gritos de los niños con los dedos quemados por las velitas y las campanillas que misteriosamente tocaba el Tío Carlos en la azotea, fuera nuestra vista, y que anunciaba la inminente llegada del Niñito Jesús.

Todos esperaban la algarabía de la entrada de Los Peregrinos a la casa, porque sabíamos que los regalos estarían esperándonos, pero yo sólo esperaba una cosa: las manos de mi Abuelita Tere extendidas, ofreciéndome un humeante jarrito de Ponche Navideño’ y me decía: ‘Esta es la bebida navideña más amorosa, ya que combina, como nosotros, todos los ingredientes de nuestras culturas’.

Hoy camino a comprar los ingredientes para mi Ponche Navideño en las fruterías de la 3 sur, entre 27 y 29 poniente y bien recuerdo las palabras de Abuelita Tere: ‘los tejocotes cómpralos firmes y colorados; las guayabas aún verdes para evitar se deshagan; las mejores manzanas para el Ponche en esta temporada, vienen de Chihuahua, evita las traídas de fueras’.

Ya con todo el avío en casa, sigo sus instrucciones: ‘Primero pon agua a calentar con suficiente canela y piloncillo; luego agregas los tejocotes limpios y pelados a cocer. Posteriormente añades las ciruelas y uvas pasas; al último las manzanas peladas y cortadas en abanicos y los ‘casquitos’ de guayaba: por mitades, peladas y sin semillas y cuidas no se vayan a pasar de cocción’.

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#tipdeldia: El Ponche Navideño es, como bien lo decía mi Abuelita Tere, una deliciosa bebida netamente mestiza, pues combina ingredientes de nuestra tierra y de allende de los mares, para deleite de los Peregrinos en las tradicionales Posadas decembrinas. Es sencillo de preparar y delicioso!



Mundo Nuestro. Una más de las entregas de las las crónicas de cocina poblana Del fogón a la boca, escritas por el anticuario poblano, experto en arte popular, Antonio Ramírez Priesca. Mirar la ciudad a través de la comida. Saborearla y aprender con ella a conocer la historia que la contiene. Por la historia y por nuestra comida, valorar la extraordinaria ciudad en la que vivimos. Publicadas originalmente en el portal urbanopuebla, las crónicas de Antonio Ramírez Priesca serán reproducidas semanalmente aquí con su autorización.

Hoy la nata fresca es más que imposible conseguirla en la Ciudad: hay que viajar unos cuantos kilómetros a Chipilo, para poder comprar la leche bronca y preparar la nata en casa.

A diario sonaba el timbre como a las 9:30 de la mañana y a la par gritaba la bisabuela Valito: ‘¡Llegó la leche! ¡Corran a abrir y no olviden la olla!’ Quien tocaba era Don Rogelio, el lechero que venía de Chipilo, Puebla: un afable bigotón alto y rubio que seguía haciendo el reparto diario de leche después de varias décadas de haber heredado el negocio familiar. La olla de peltre azul con puntitos oscuros siempre estaba limpia y seca esperando tal grito, para que en la carrera infantil no tuviéramos atraso alguno en pescarla del haza y en hábil brinco llegar hasta el zaguán y recibir el pedido.

Don Rogelio llegaba en su olorosa camioneta blanca de batea, llena de relucientes botes de acero, con tapas y jarras medidoras del mismo material y escanciaba el preciado líquido a través de un colador. Sólo sábados había diferencias en la rutina: ese día salía la bisabuela en persona al llamado del timbrazo, ‘a hacer cuentas’ que casi siempre le favorecían: entre que los litros no iban bien medidos y que la leche no daba la nata acostumbrada, Don Rogelio y Doña Valeriana se engarzaban en discusiones financieras por un buen rato, mismas que ambos disfrutaban de alguna manera.

Ya en la cocina, la leche era vuelta a colar y puesta a hervir, y ésta era la parte menos atractiva para nosotros aprendices de cocineros en nuestra infancia sesentera del siglo pasado: la eterna espera para que aparecieran las burbujitas del hervor, moviendo constantemente la leche con una palita de madera en su interior, un valioso tiempo que bien pudiéramos estar empleando en jugar al avión o al bote pateado en el patio. Pero el encargo tenía su riesgo: una mínima distracción dejando de mover la palita y la espuma láctea se desbordaba por la olla de peltre, ensuciando la estufa, a la par de que un fuerte olor a quemado invadía la cocina: preferíamos un manazo, a recibir la orden de limpiar el desastre.

La recompensa era muy preciada: después de pasar la noche en refrigeración, la leche hervida producía una deliciosa espesa nata amarillenta, que la bisabuela recogía cuidadosamente con una cuchara panda de madera y que guardaba celosamente en una fuente de loza vidriada. Nunca podré olvidar las exquisitas tortas de agua rellenas de nata fresca espolvoreadas con azúcar, para el desayuno infantil.

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#tipdeldia: Hoy la nata fresca es más que imposible conseguirla en la Ciudad: hay que viajar unos cuantos kilómetros a Chipilo, para poder encontrar expendios familiares que aún conservan los tradicionales establos y ahí comprar la leche bronca y preparar la nata en casa. Somos muy afortunados en Puebla en tener tan cerca una población con una industria lechera artesanal tan buena; numerosos son los establecimientos que venden helados, requesón y muchos tipos de quesos curados, así como polenta y panes de maíz, éstos últimos horneados en latas sardineras.

En 2002, inició en Estados Unidos la primera oleada de denuncias de casos de sacerdotes que habían abusado de menores y años después en Europa y Oceanía ocurrió la segunda oleada.

Ahora se está ante una tercera oleada que tiene lugar en América Latina. El pasado 19 de noviembre la organización británica Child Richter International Network (CRIN) dio a conocer un documento con casos en 18 países de la región.

Según CRIN la Iglesia y los gobiernos en Latinoamérica no conocen la dimensión del problema, sobre el que existe un gran tabú, y su trabajo se propone solo como el inicio para que ambos actores se den a la investigación a fondo de esta realidad.

En el estudio de CRIN cuatro países concentran el mayor número de denuncias públicas: México 550, Chile 243, Argentina 129 y Colombia 137. En Uruguay son 44 y en Guatemala 12.

El documento no contempla el caso de Brasil, la mayor catolicidad del mundo, donde oficialmente el problema no existe. CRIN cita un documento interno del Vaticano de 2005 que estima en ese país estaban implicados 1,700 sacerdotes.

La organización dice que iniciaron su investigación a partir del hecho del muy bajo nivel de denuncias en los países de la región, de mayoría católica, en comparación con otros países de población católica más pequeña y con más denuncias.

En Argentina las denuncias iniciaron en 2017 y en Chile en 2018. En estos países las víctimas se han organizado bien, para ser escuchadas y que salga a la luz pública los abusos y el nombre de los abusadores. En ambos países la justicia civil está dando respuesta a los casos.

La Iglesia en México ha dicho que 157 sacerdotes han sido suspendidos de su ministerio en los últimos nueve años y que 101 han sido procesados ante la justicia eclesiástica, pero no han revelado su identidad.

En versión del exsacerdote Alberto Athié, un reconocido luchador en contra de la pederastia, la Iglesia en México ofrece números, pero no da a conocer el nombre de los abusadores en el intento de “cuidar su imagen”.

Athié, que el presidente López Obrador criticó cuando renunció a ser consejero de la CNDH, tras la elección ilegal y fraudulenta de su nueva presidenta, sostiene que es urgente “romper el pacto” entre la Iglesia y las autoridades civiles que protegen a los sacerdotes pederastas.

En América Latina, la Iglesia, por todos los medios, intenta esconder la realidad de la pederastia y encubre a los sacerdotes culpables de la misma, dice CRIN.

Y añade que incurre en el encubrimiento a partir de trasladar al acusado a otro sitio, culpar a las víctimas y sus familiares y hacer pagos secretos, para comparar el silencio de los acusadores.

La Iglesia mexicana debe ventilar el problema y ser más abierta en la manera de enfrentarlo. Lo merecen la verdad y las víctimas.

Es también la manera de decir a los sacerdotes victimarios que su delito se hará público y no habrá impunidad. (He tomado información de un artículo de Íñigo Domínguez, El País, 20.11.19)

Twitter: @RubenAguilar

Mundo Nuestro. Este texto de la periodista poblana Diana Hernández Juárez, académica de la Facultad de Filosofía y Letras de la BUAP, apareció originalmente en el portal digital Info Quorum. Lo publicamos aquí con la autorización de la autora.

Aquí todo es falso y todo está prohibido



Todo es falso en la réplica de la Capilla Sixtina en Puebla, desde los guardias vaticanos, maniquíes, que resguardan la puerta de entrada, hasta las pinturas, las bancas, las cortinas, el piso, las paredes, todo. Aún así todo está prohibido: No tomar fotos, no videos, no celulares, no tocar, no sentarse, no, no, no.
Absurdas tanta prohibiciones cuando no hay nada original, si solo se trata de copias, fotos y moldes de cartón y de plástico, que en menos de una semana, ya muestran fracturas y desperfectos, pero no se pueden tomar fotos, no se vayan a dañar las fotos de las fotos de las pinturas de Miguel Ángel, o alguien vaya a copiar la copia de la copia de la Capilla.
Lo que sí se permite es el lucro, la vendimia, el tianguis, a la salida: llévese usted su recuerdo de la réplica o de la copia, ya que no pudo tomarse ni una pinche foto que le permita presumir que usted ya estuvo bajo la bóveda falsa de El Divino. También se anuncia una representación teatral por las noches de 300 pesos la entrada.
Pero eso no importa. El que no conoce de arte a cualquier réplica se le hinca. Cientos de personas se forman pacientemente en las numerosas filas para entrar a ver la simulación de la Sixtina. Buena organización hasta eso, para pasar rápido a la gente y decirle que todo está prohibido. Parados veinte minutos para ver un video informativo que relata una historia mínima de la obra monumental de Buonarotti, llamada por el Papa Sixto IV para pintar la Capilla. Y continuada bajo las órdenes de otros pontífices, dos de ellos asesinados por cierto.
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Crean un ambiente de espectación, apagan las luces y al abrir la puerta la Capilla se ilumina. Una señora emocionada exclama: - ¡Ay Dios mío! ¡Qué maravilla! Pero otra la corrije - Pero sí todo es falso y se nota.
Y de veras que se nota. El falso piso de mármol ya está cuarteado, varios tropezamos al caminar tratando de apreciar las fotos de las pinturas. Lo más aceptable es el retablo frontal del Juicio Final, las demás imágenes lucen opacas. Diez minutos y para afuera porque viene el siguiente grupo.
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Foto: Diana Hernández
Foto: Diana Hernández.
A la salida una carpa de venta de souvenirs, para que recuerdes siempre tu visita al Vaticano. También una lona con la réplica de la imagen más famosa de la Sixtina: La creación del hombre, a donde la mayoría de visitantes pasan a tomarse su única foto permitida, tratando de tocar el dedo de Dios.
Afuera, en la claridad del día contra la piedra, las torres de la Catedral escalan imponentes las estrellas.
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Mundo Nuestro. Una más de las entregas de las las crónicas de cocina poblana Del fogón a la boca, escritas por el anticuario poblano, experto en arte popular, Antonio Ramírez Priesca. Mirar la ciudad a través de la comida. Saborearla y aprender con ella a conocer la historia que la contiene. Por la historia y por nuestra comida, valorar la extraordinaria ciudad en la que vivimos. Publicadas originalmente en el portal urbanopuebla, las crónicas de Antonio Ramírez Priesca serán reproducidas semanalmente aquí con su autorización.

Del fogón a la boca



Cada uno de los ingredientes cumple una función sensorial : algunos participan directamente en el color y picor del mismo; otros influyen de la viscosidad de la salsa.

Las recetas familiares del Mole Poblano, constituyen no sólo la fuente de la mayor diversidad de sabores, olores y texturas del guiso: son el sustento mismo de la transmisión de la cultura culinaria de nuestra Ciudad, a futuras generaciones. Cada uno de los ingredientes involucrados cumple una función sensorial en el guiso: algunos participan directamente en el color y picor del mismo; otros influyen de la viscosidad de la salsa, mientras que otros son responsables de redondear el sabor, con acentos característicos.

Los chiles que se usan en su preparación, se consideran todos de origen americano y fueron seleccionados, sembrados y preservados desde tiempos inmemoriales por nuestros ancestros mesoamericanos. De hecho, los sofisticados métodos de conservación que se emplean, son únicos y distintivos de nuestra cultura gastronómica.

‘Vamos a limpiar los chiles mijito, búscate un trapito seco de algodón’ me ordenó mi bisabuela Valito aquella tarde de octubre. ‘Con mucha paciencia y cuidado vas limpiando cada uno, le quitas el polvo superficial que han acumulado y luego así, en seco, los abriremos con un cuchillo filoso y retiraremos venas y semillas, para después freírlos en manteca´. Me emocionaba observar la variación de color de los chiles al freírse en la chisporroteante manteca: cambiaban de intenso café oscuro a un suave color tabaco, a la vez que despedían un agradable olor que ya me era familiar.

Todas las recetas familiares antiguas de Mole Poblano o de Santo que me he topado, coinciden en involucrar a los chiles pasilla, mulato y ancho en su preparación; en mi familia, además de los anteriores, se añaden chilpotles. Cada uno de estos cuatro chiles y sobre todo, la proporción que cada uno guarde con respecto a los demás en la receta, ofrece un distintivo sabor que incidirá directamente en el color, olor y picor del guiso final. Tan sólo por éste único detalle, el Mole es un platillo inigualable y cada receta familiar, es un tesoro gastronómico que debemos preservar.

‘Abuelita, ¿por qué agregas más de unos que de otros?’ Interrogaba yo, y ella con paciencia contestaba: ‘En primer lugar, porque así lo hacía mi mamá, que a su vez, lo aprendió de la suya; y en seguida fíjate: el pasilla aporta sabor y color; el mulato, sobre todo color; si agregas demasiado ancho, sabrá a adobo; con la cantidad de chilpotle añadido, controlaremos el picor’ me explicaba.

Charlemos más de Gastronomía Poblana y ‘’a darle, que es Mole de Olla’’!

#tipdeldia: Con cada receta familiar de Mole Poblano que se pierda, la cultura gastronómica de nuestra entidad empobrece. Pregunte a familiares mayores por sus recetas, escríbalas y atesórelas.

Férrea memoria

Juan Pablo Ramos Monzón, de 37 años de edad, fue acuchillado el pasado viernes 1 de noviembre, al ser asaltado. Fue internado en el Hospital Ángeles Mocel de la Ciudad de México, donde de inmediato solicitaron quince donadores de sangre.



El ciclista y atleta permaneció desde entonces en terapia intensiva en el hospital. Los gastos, como es de imaginarse, han sido cuantiosos. Hoy está en marcha una campaña para conseguir fondos que ayuden a su esposa, Mariana Orozco, y al resto de su familia de Tehuacán, Puebla, a pagar esas erogaciones. Por ello, sus amigos llaman para que se hagan depósitos en la cuenta 3622725 de Banamex, cuya Clabe es la 002180901636227258, y la tarjeta es la número 5256782541677095.

Juan Pablo ha presentado alguna mejoría, pero continúa en terapia intensiva. Han llegado donadores, pero nunca está de más donar sangre para él, que, si sobrara, ya habrá personas que la aprovechen.

Nada sé sobre el asalto que padeció Juan Pablo, ni dónde ni cuántos fueron los asaltantes. Me enteré por WhatsApp y por Tábatha Pardo, amiga de ambos, que solicitaban donadores de sangre para él.



A Juan Pablo lo conocí en la primera década de este siglo cuando él aún era estudiante de comunicación, o era recién egresado, y era periodista del área de cultura del periódico La Jornada de Oriente, en la ciudad de Puebla.

“Su Santidad”, como le decía la entonces también reportera cultural Susana Sánchez Sánchez, es originario de Tehuacán; yo le decía que era mi sobrino, mi pariente, porque el apellido Ramos no es muy común, por más común que lo parezca.

A pesar de su juventud, Juan Pablo destacaba en el medio periodístico por su curiosidad, pero también por la formación que se había hecho a sí mismo fuera de las aulas: le interesaba la música, el cine, la literatura, todo lo que fuera arte, más allá de lo que había aprendido en la escuela; todo lo nuevo, todo lo que era propositivo, lo que rompía esquemas le atraía.



Lo recuerdo: siempre iba de un lado a otro con el maestro Abraham Paredes García, fotógrafo decano de la prensa en Puebla, con quien formó una dupla ejemplar, la cual se sostuvo, en gran medida, por el respeto que siempre Juan Pablo mostró por don Abraham, de quien aprendió mucho de periodismo, pero también de cuestiones vitales, de la vida diaria, la única que existe en este plano.

Un día, Juan Pablo emigró a la Gran Tenochtitlán para su bienestar físico, mental, profesional y económico, pese a los retos que encontró en la ciudad más grande del continente americano, y una de las más enormes del mundo.

Un día me platicó de su interés por el uso de la bicicleta como instrumento no sólo de movilidad sino, está seguro, me dijo, de mejora para la vida humana. Tanto lo cree que no únicamente fundó, dirigió, vendió, distribuyó, promovió y redactó Cletofilia, su revista especializada sobre ese vehículo, si no que promovió un documental holandés en el que se asegura que quienes son ciclistas, son más felices Why we cycle? ¿Por qué rodamos?

Eso me contó en un reencuentro con amigos en la ciudad de Puebla: él me dio unos ejemplares de su revista, yo le di uno de mis libros, y platicamos don Abraham, Óscar López, El Gallo, Susana Sánchez Sánchez y un amigo escritor del cual ahora pierdo el nombre en la memoria. Del encuentro quedan un par de fotos de testigo. Después lo volví a ver cuando llevó el documental neerlandés que tanto le gusta, a un encuentro de cine en el Paseo de Bravo, en la capital poblana también.

Ahora, ambos en la Gran Tenochtitlán, ya quedamos un par de veces en encontrarnos, sobre todo después de que, por teléfono, hablamos de la muerte de Óscar López, el Gallo. “Nos tenemos que encontrar”, dijimos casi al mismo tiempo, por teléfono. Después se alegró por el reconocimiento y festejo por los 80 años de edad de don Abraham Paredes. Y el miércoles 30 de octubre, hace unos días apenas que escuchó la calavera que le escribí al Gallo, me respondió por WhatsApp: “¡Qué viva el Gallo chingao!”

Maratonista, ciclista empedernido e impenitente como es, espero a Juan Pablo en las calles de la gran Ciudad de México. No sé ni dónde ni cuándo nos vamos a tomar el café que prometimos para hablar largo y tendido, pero quiero verlo y tomarme ese café con él.

Así es que termino como inicié: Juan Pablo Ramos Monzón está grave, en terapia intensiva, en el Hospital Ángeles Mocel de la Ciudad de México. Aunque poca, ha tenido mejoría; ha respondido bien a la cirugía. Sus amigos llaman para que se hagan depósitos en la cuenta 3622725 de Banamex, cuya Clabe es la 002180901636227258, y tarjeta número 5256782541677095 para ayudar a su esposa, Mariana Orozco, y al resto de su familia, la paterna, la de Tehuacán, a enfrentar los gastos de hospitalización, que no son pocos.

¡Ánimo Su Santidad, chingao…!

Vida y milagros

Cuando miramos nuestra vida en retrospectiva, cuántas de las cosas que hicimos nos parecerán que valieron la pena y cuántas hubiéramos querido hacer de otro modo. ¿En qué momentos claves pensamos que debimos tomar un camino distinto? Quien diga que no tiene nada de que arrepentirse creo que no está siendo sincero consigo mismo. Jodorowsky dice que hay que atreverse a ser audaces, a vivir siguiendo los impulsos del corazón y que si te equivocas tendrás al menos la experiencia. Tendrás la experiencia si no se te fue la vida en ello, o muchas veces tendrás la experiencia, pero te darás cuenta claramente de que cometiste un gravísimo error.



Cuando oigo al presidente de Nicaragua Daniel Ortega defendiendo su gobierno y su gestión corrupta apoyado en los discursos de voz falsa y cursi de su abusiva señora y vicepresidenta, que habla del amor al prójimo para defender su dictadura, mientras no ha dudado en echar los tanques y los paramilitares a universitarios parecidos a los muchachos que lucharon hace 40 años a su lado para derrocar a Somoza, no puedo dejar recordar la historia de Araceli Pérez Darias, la mexicana hija de españoles, partícipe activa del movimiento que derrocó a Somoza y quien fuera asesinada en 1979 en Nicaragua, dos meses antes de la caída de esa dictadura . ¿Qué pensaría Araceli si viviera? ¿Hubiera pensado que había otros caminos para derrocar a Somoza? ¿Se hubiera imaginado que Daniel Ortega sería hoy el enemigo a vencer para cientos de jóvenes universitarios nicaraguenses, como los que ella conoció y apoyó?

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Se ha vuelto a reeditar el libro de Emma Yanes sobre la vida de Araceli, y vale la pena leerlo porque es un recuento que le llevó 20 años construir. Se basó en investigación dura y recuerdos propios. El libro se llama "Araceli, la libertad de vivir. Nicaragua, 1976-1979". Me interesó su lectura porque encontré ahí las ilusiones que casi todo joven siente para cambiar o mejorar el mundo, cada quien de la manera en que cree que puede ser útil. Me impresionó la fuerte ruptura de Araceli con su ultraconservador padre, un español franquista que migró a México con sus hijos, entre ellos Araceli, a la que no perdonó en vida por irse a luchar a Nicaragua, pero que en cuanto la supo muerta se lanzó a buscarla a un país desconocido, hasta averiguar su final, dar con sus restos y regresarla "a casa". Todo lo que no la comprendió en vida, la aceptó, amó y admiró en su desaparición y muerte.

Emma conoció a Araceli cuando se volvieron vecinas en unos departamentos en México a los que llegó a vivir con su familia. Emma tenía 15 años y Araceli iba a cumplir 30. Araceli había estudiado en la universidad jesuita de la ciudad de México, ya había roto con su familia y era una próspera psicóloga que vivía sola y llevaba un tiempo apoyando a los asilados nicaragüenses, alumnos de colegios jesuitas de Nicaragua, que desde México preparaban el derribo de la dictadura de Somoza.



La casi niña de 15 años, Emma, la futura e inquieta investigadora e historiadora, veía desde su departamento las entradas y salidas de jóvenes al departamento de Araceli e intuía que algo especial se cocinaba ahí. La energía vibrante, los sueños eléctricos de esa juventud madura y audaz que cree y sueña con mejorar el mundo, medio ciegos a los riesgos y a la violencia de la que son capaces los adictos al poder, como entonces Somoza, como hoy Ortega, como Maduro.

Veo en las fotos de Araceli, en su sonrisa abierta y sus radiantes ojos negros, en su postura confiada, la postura de quien cree en las bondades de su lucha y en la certeza de sus convicciones. Araceli y Emma trabaron una amistad peculiar, aunque las separaba la diferencia de edades. Emma andaba de novia con alguien y Araceli le dijo: "No platiques en la calle, vente a platicar a mi casa, puedes estar tranquila y al mismo tiempo segura", un lindo gesto. La trató como a una hermanita menor. No sé cuánto tiempo fueron amigas, seis meses, un año, no lo recuerdo porque no encuentro el libro y solo estoy relatando de memoria los recuerdos de su lectura y lo que le escuché decir a Emma el día que presentó el libro en 2008.

Un día de 1977, Araceli desapareció junto con sus amigos. El departamento quedó vacío, pero no la memoria de Emma, que guardó el recuerdo de esa amiga especial que también había sido amiga de su madre, Emma Rizo. Quizá por ella o por amigos supo de su muerte violenta, pero no mucho más. Diez años después, en 1987, pasó por enfrente de su antiguo edificio y se bajó a mirar. Ahí, recordando lo que había visto, tomó la decisión de investigar a fondo la historia de su amiga perdida. Muchos habían llorado su muerte a solas, pero nadie se había ocupado en pegar con cuidado los pedacitos de su vida rota. Emma lo hizo sin prisa y tardó 20 años en juntar textos, cartas y entrevistas. Así sabría que cuando dejó de ver a Araceli en 1977 fue porque ya había tomado la decisión de irse a Nicaragua a luchar contra la dictadura de Somoza. Supo que desde 1975 se había unido al Comité Mexicano de Solidaridad con Nicaragua. Que su departamento había sido una especie de casa de seguridad donde se reunían y hospedaban importantes cuadros del Frente Sandinista de Liberación Nacional, como Germán Pomares y Fernando Cardenal, sacerdote jesuita. Araceli se adentró en Nicaragua en 1977 y solo regresaría a México una vez, en 1978 para despedirse de sus más cercanos. Para ese entonces seguramente ya sabía los peligros de muerte que corría. En 1979 ya era parte del estado mayor del Frente Sandinista y responsable de organizar la insurrección final en la zona occidental de Nicaragua.

Dos meses antes de la caída de la dictadura, el 16 de Abril de 1979, en León, Nicaragua, la casa de seguridad en la que se encontraban Araceli y siete compañeros más, fue rodeada por 80 militares de la guardia nacional. A los hombres los ejecutaron de inmediato, las mujeres, Idania y Araceli, fueron llevadas al Fortín de Acosasco donde fueron violadas, torturadas y asesinadas. Dos meses después, el 7 de Julio de 1979, cayó Somoza. Los compañeros que la recuerdan dicen que fue un ejemplo de entrega y lealtad. Escribiendo esto me pregunto si Araceli disparó una pistola, si fue capaz de matar en medio de esa guerra.

Ignoro si Araceli conociera personalmente a Daniel Ortega. Ignoro si logró adivinar en él lo que vieron algunos de sus compañeros de entonces, a un hombre de mente torcida y manipuladora, ávido de poder, dinero y todo lo que eso puede dar. Las guerras son caldos de cultivo para que florezca lo malo y lo peor ¿Alguno de aquellos muchachos vislumbraría en Daniel Ortega al hombre ambicioso que ha probado ser, al futuro violador de su hijastra de 12 años, Zoila Narváez, hoy asilada en Costa Rica, hija de su actual esposa Rosario Murillo, con la que comparte el poder sobre Nicaragua y a quien hizo vicepresidenta? Veo a Daniel Ortega y pienso en Araceli ¿Valió la pena morirse así? ¿Fue buena tu elección, fue lo que imaginaste?

Araceli escribiría a su hermano en una carta: "¿Qué es lo que se arriesga en la lucha? Morir. Pero si no estás, te quedas con una vida insatisfecha. ¿Qué es lo que se puede ganar? Todo. Recuperar el mundo y saberse dueño de uno mismo, dejar de sentir la vida como algo extraño, como algo que nos angustia porque no sabemos qué hacer con ella".

Caray, de verdad que nadie sabe para quién trabaja.

La historia de hoy en Nicaragua debe de estar llena de mujeres como Araceli, de jóvenes llenos de sueños democráticos y de ansias de un país mejor, que miran perplejos como Daniel Ortega es hoy el tirano a derrocar ¿Alguno de ellos será el tirano del mañana?

¿Por qué Emma rescató la historia de Araceli? ¿Es buena la memoria o es bueno el desencanto? Quiero ser optimista y pensar que es bueno saber que hay quien guarda la memoria de los ideales democráticos de quienes derrocaron a Somoza, recordar también que los tiranos no siempre lo fueron y recordar también cómo es que se construyen. Es buena la memoria de que los gobiernos no pueden hacer y deshacer sin acordarse de que hubo gente que dio su vida porque las cosas fueran distintas, por objetivos concretos de democracia.

¿Valió la pena la muerte de Araceli? Más de 40 años después hay jóvenes que detestan el abuso de poder de Daniel Ortega en Nicaragua. ¿Por qué las personas de poder se creen imprescindibles? De derecha o de izquierda, hay quienes creen que solo ellos pueden y deben gobernar durante una eternidad. Los extremos son encandiladores y la gradualidad y la paciencia no suelen ser atractivos para quienes anhelan, mil veces con toda razón, cambios inmediatos.

Decía un escritor que los pueblos y las familias felices no tienen historia. Quizá a la felicidad y a la justicia se accede por el camino de la aparentemente aburrida gradualidad.