Voces en los días del coronavirus

Voces en los días del coronavirus

Mundo Nuestro. Vivimos tiempos que marcarán la historia del mundo. COVID-19, le dicen los enterados. Coronavirus, para el vulgo. En esta mudanza estamos en el arranque de la primavera del 2020. De ahí recogemos estas voces.

Voces en los días del coronavirus

Carlos San Juan, historiador



…y peor a mis vecinos, me dice Miguel, un joven espigado quien me vende una malla jardinera. --Si apenas y tenemos agua para tomar, imagínese don, malgastarla lavándonos las manos. No jodan.

Camino por los puestos de la central de abastos de Cuautla a las nueve de la mañana.

--Han bajado los marchantes, pero gracias a dios no nos faltan --me dice doña Refugio que vende nueces y arándanos. Los que hacen su agosto son los puestos rebosantes de naranjas a 25 pesos los 5 kilos, y los paquetes de limones criollos pues el pequeño y amargo sólo se consigue en el super.

Subo a mi bici rumbo a la Mega por un buen pescado. Los pasillos, casi vacíos, son desafiados por una banda de la tercera edad que se apiñona en los panes. Una señora canosa y altiva se come sin pudor y gratis un pastelito. Por la avenida Reforma y en las esquinas del Hospital General se mantienen contra viento y marea las trincheras perennes de la economía popular. Ahí se levanta el humo de las tamaleras. Aquí se desprenden los aromas de los atoles de piña y guayaba. Mas allá los tacos acorazados, uno de los secretos de la sobrevivencia morelense. Hay de pollo empanizado, de un bistec sospechoso y de carne enchilada. Son del tamaño de un plato.

Le pregunto al policía que resguarda la puerta principal del Hospital General: ¿Cómo van? Tranquis, dice, y me invita un cigarro. Regreso a salvo a Tetelcingo sin el castigo del calor africano de 36º grados. En el jardín las buganvilias avanzan sin piedad sobre los muros de la casa y le tejen un manto a la medida, amarillo, anaranjado y violeta. Los guayacanes explotan en manojos de flores blancas y rosas que se cuecen rápido en el sol de las doce. Ni una nube en el cielo de un azul que asusta de tan bello.



Llega don Francisco, un viejo jardinero, y colocamos la malla en una sombra de gruesos otates para proteger a las suculentas y a los cactos enanos. Trabajamos un rato abonando y cambiando tierra a las macetas. Es mi maestro. Me dice que por fin le entregaron su pensión de viejito. --Pero no le llega a mi mujer y bien que nos urge, ella también es viejita.

A las 5:30 el sol inicia su lento declive. Prendo la computadora y los whats hierven de opiniones encontradas, de partes de guerra con el número diario de muertos y heridos, de consejos y tips para evitar el contagio. Imagino un ritual no exento de ironía: primero convocar al miedo y la discordia, y luego los conjuros seculares contra la peste. Como en todo videojuego es muy fácil salir del apocalipsis zombi. Le apago, adiós Whats.

A las siete, ya con los primeros vientos que bajan del volcán y amansan el incendio cuautlense, llega puntual mi amigo David. Platicamos bajo los árboles degustando el sabor exquisito de una amistad de más de 45 años.



--¿Qué tal te va con el encierro?

--Bien, sin novedades --respondo.

--En mi caso cerramos la casa de la editorial, pero estamos trabajando por Internet, al momento, sin mayor problema.

Se nos va la noche recordando un viaje que hicimos a Zirahuén cuando éramos unos muchachos. El búho empieza a entonar su canto. Los murciélagos danzan tras su comida. Regreso a casa y reviso un pequeño librero de favoritos, tras un librito de Marco Aurelio con una frase que resuena en la memoria: “No es la muerte lo que un hombre debe temer. Debe temer que nunca empiece a vivir”.

Carlos San Juan Victoria

Tetelcingo, Morelos.

27 de marzo del 2020

Voces en los días del coronavirus

Blas Cernicciharo, empresario



¿Esta pandemia será una llamada de atención de la naturaleza…? A eso me podría resignar, pero que tal si fue provocada por desalmados titanes que buscan solamente desajustes económicos en los mercados mundiales para mantener su hegemonía como seres superiores y dueños del mundo. Suena como a personajes con super poderes maléficos salidos de un comic, pero siempre ha existido esa tendencia a lo largo de nuestra historia y del equilibrio universal. El bien y el mal, la luz y la oscuridad, el fuerte y el débil. Y los grandes dominadores territoriales de la historia como el imperio romano y en la actualidad el imperio yanqui y los chinos en la lucha por el poderío económico dominando a los pueblos más desprotegidos.

Gran mal hace algunas religiones cuando nos han inculcado la creencia de que fuimos hechos a imagen y semejanza de dios, ¡y que nos lo vamos creyendo! Peor aún, algunos no solo piensan que somos semejantes a una deidad, sino que auténticamente somos el centro del universo y nos da derecho a apropiarnos pedazos de tierra y hacer y deshacer a nuestro antojo, depredando, destruyendo, contaminando y acabando todo lo que encontramos a nuestro paso. Muy lejos de considerarnos los reyes del universo, somos la especie animal más absurda e irracional, y si a eso le agregamos que somos demasiados, es predecible que el planeta ya está hasta la madre del daño que le hemos ocasionado.



Este desajuste en la naturaleza comienza desde que nuestros ancestros, los grandes descubridores, conquistadores y viajeros comerciantes, que transportaban de un continente a otro mercancías, especias, plantas, esclavos, y con esto un desequilibrio endémico que provoca desproveer de resistencia a los seres vivos de defensas contra otros climas y otras latitudes que las hace más vulnerables a variaciones genéticas y enfermedades. En la actualidad, esto se complica, porque en aras de una globalización meramente comercial que busca no precisamente un beneficio social y humanitario, sino el empoderamiento económico de unos cuantos provocado por el consumo estúpido y deslumbrante de una gran mayoría engañada por trucos mercadológicos y publicitarios.

En este exceso de información y desinformación que estamos viviendo producto del exacerbado uso de redes sociales y medios de comunicación será difícil encontrar la respuesta del origen del virus, y nos concretaremos para tener en cuenta las características científicas de él sin conocer realmente su origen y alcance. Lo que sí es un hecho, es el alto grado de contagio y la velocidad de su propagación también provocada por excesos, en este caso solo falta ver la cantidad de líneas aéreas y la saturación de vuelos por todo el globo terráqueo, y con todo esto, la dificultad para su confinamiento y control.



Todos estamos muy preocupados, algunos asustados por el tema de salud, enfermedad y muerte, y otros por el impacto económico que alterará el consumo y confort que nos ha brindado el “desarrollo”.

¿Será que solo así aprenderemos? ¿Regresaremos a reducir nuestra huella de carbono? Los valores más conscientes y profundos? O pasarán unos cuantos meses y regresaremos a lo mismo hasta la desaparición de la especie humana.

Voces en los días del coronavirus

Juan Vargas, campesino de San Juan Ixtenco, Tlaxcala



La vida del campesino sigue, aún y cuando nos recomiendan no salir de casa. Trabajar la tierra bajo el sol que sientes como te quema, con el polvo que llena tu garganta al arar la tierra. Cargas tu morral con maíz, la pala en una de tus manos, con el golpeteo en la tierra depositas los granos de maíz, ellos serán el alimento el día de mañana. ¡Y lo haces con la duda de si verás o no el fruto de tu esfuerzo! Ante esto que llaman "Pandemia"

Vemos gente morir a través de las noticias y pensamos ¿qué tan real es? Quizás la naturaleza nos está cobrando lo que hemos hecho por años. O son personas jugando a ser dioses las cuales nos pusieron en este "caos" mundial.

Al final del día el campesino siempre piensa en el mañana que nos regala DIOS para regresar a su parcela.

¿Quién habla del campesino y cómo la está pasando en estos momentos?

No hemos pedido rescate económico al campo como las empresas, pero sí somos los que no dejamos de mover la economía de nuestro país vendiendo y comprando productos…



¿Pensamos que el mundo era tan grande? Pero ante un virus ahora lo vemos tan pequeño…

(Foto de portadilla cortesía de TAMOA, tamoa.com.mx)



Voces en los días del coronavirus

Humberto Jorge Moreno Narváez, actor



Salimos de la ducha, de nuevo me enamoro de tu reflejo en el espejo mirándome, sonriendo. Suenan las noticias que escuchamos con morbo y risas. Queremos andar por las calles de nuestra ciudad, pero dicen que “por nuestro bien”, está prohibido. Escucho mi voz coquetearte, con ese sonido que sale de la garganta del hombre cuando le habla a su mujer estando ambos así, en pura piel, a menos que sean de aquellos sitios donde uno se moja vestido de etiqueta. Dice el conductor, con una voz que suena a vendetta, a treinta monedas: Que no podemos caminar por la calle codo a codo, que sólo los muertos talentosos como los “Benedittinos” pueden hacerlo. Que podemos contagiarnos de algo, ha de ser de humanidad. Que estamos en peligro grita, creyendo ser la voz de todos. Que podemos extinguirnos, morirnos, dice, como si nunca fuera a suceder. Que no debemos abrazarnos ni acercarnos, vaya, casi que ni mirarnos. La cara del conductor al hablar de esto se asemeja a una piñata a punto de arrojar sus caramelos de forma involuntaria, aguantando contento los palos que le dan los niños en la cara. No tiene colación, ya venía llena desde antes de las posadas. ¿Será que le pagan por decir mentiras?, ¿será que le pegan por no decir la verdad? Tú y yo mientras, ya no alcanzamos la calle, nos quedamos golpeando la puerta de nuestra casa desde dentro, golpe a golpe, beso a beso. No es que no podamos salir, no es que no queramos, es que ya otra vez nos desnudamos…

Gracias a los poetas hoy mis “musas” por la inspiración: Antonio Machado, Mario Benedetti y Joaquín Sabina

Voces en los días del coronavirus

Guillermo Ruiz Argüelles, científico



Para Cato, quien nunca se “rajó”……..

A lo largo de más de 37 años de ejercer la profesión médica, he visto a muchas personas, instituciones, estructuras, “rajarse bajo la presión”, expresión coloquial que, traducida al inglés, se ha usado hasta para hacer propaganda a relojes de prestigio: “Luxury divers watches don´t crack under the pressure”: los relojes no se “rajan” a pesar de ser sometidos a presión derivada de la inmersión en aguas profundas. La expresión es pertinente y se refiere a que, en circunstancias de calma o estabilidad, personas, instituciones ó estructuras pueden funcionar razonablemente bien pero, cuando se someten a tensión o presión, se “rajan”. En nuestro país, rajarse es renunciar a hacer lo que se tenía previsto o lo que se había prometido, generalmente de manera imprevista y en el último momento. Rajarse también es romperse, desintegrarse - como tantas veces lo hicimos nosotros mismos en nuestra infancia con el jarro de las piñatas - desconstruirse como señalarían los chefs de prestigio.

La combinación, casi mefistofélica que estamos viviendo en estos días está causando que muchas personas, instituciones o estructuras, “se rajen”. La pandemia del virus SARS-CoV2 aunada a la caída de los precios del petróleo, el entorno económico mundial, las disputas entre las grandes potencias y la conducción “sui generis” de nuestro país, ha generado una enorme presión que está causando que muchos “se rajen”, “se cuarteen”, “se quiebren”, “se desconstruyan”.



Yo no recuerdo haber vivido una situación comparable a la actual, que tiene, además el componente muy agravante de la incertidumbre: ¿Cuándo vamos a volver a la normalidad? ¿Cuándo podremos ver nuevamente a nuestros hijos y nietos ? ¿Cuándo podremos volver a salir a cenar con nuestros amigos ? ¿Cuándo podremos traer a Papá nuevamente a la Clínica para que haga sus rondines cotidianos a los 96 años? ¿Cuándo podremos viajar nuevamente, asistir a reuniones médicas? ¿Cuándo podré dar consulta nuevamente de manera normal? ¿Cuándo podré dar clases presenciales nuevamente?....... ¿Cuándo………..? . Esta mañana, nos dijeron que el 19 de abril: No les creo; Hugo “se rajó bajo la presión”. Y también se han “rajado bajo la presión” el Consejo de Salubridad General, el inexplicable sistema de salud transicional: INSABI-Seguro Popular-IMSS-SSA y anexas, las finanzas del país, las secretarías de estado, algunos gobiernos estatales, el senado, la cámara de diputados, los canales de televisión, los hospitales públicos, los hospitales privados, las tiendas departamentales, los restaurantes, las gasolineras, los aeropuertos, los trenes, las universidades, etc. Hasta los líderes de grandes potencias se han “rajado bajo la presión”.

Se ha calculado que el 80% de los habitantes del país eventualmente nos infectaremos con el SARS-CoV2; los expertos en economía han también calculado el número de empresas que habrán de quebrar y otros más señalan con el dedo flamígero la estrepitosa caída del grado de inversión de nuestro país a BBB: Se “rajó” el producto interno bruto y el producto interno inteligente se está embruteciendo y “rajando”.



Estoy seguro de que no nos vamos a “rajar” el 80% de los mexicanos quienes nos vamos a infectar por el SARS-CoV2, por más presión que nos pongan nuestros gobernantes y todos los factores externos, algunos de ellos ya señalados. Habrán de “rajarse” instituciones o estructuras, pero también personas. También creo que, para las personas, las mejores armas para no “rajarse” son la salud, la familia, la educación y el trabajo; transmitir estos valores a nuestras empresas puede ayudar a sobrellevar esta situación inesperada. Estas épocas forzadas de encierro son ocasiones adecuadas para cuidar estos pilares, para mejorarlos, para hacerlos más fuertes y para procurar que si nos toca infectarnos, el virus nos encuentre poco vulnerables.

No todos tendremos la ocasión de recluirnos en nuestras casas; muchos ni casa tienen: Quienes podemos hacerlo reflexionemos, leamos, informémonos, trabajemos con precaución, ayudemos a los demás, mantengamos el ánimo y cuidemos nuestra salud para salir de este berenjenal, para no “rajarnos”, por mucha presión que se ejerza.

Voces en los días del coronavirus

Gustavo Rodríguez Zarate, sacerdote



El cura del morral, siempre con las puertas abiertas a los empobrecidos, indígenas, migrantes, prostitutas, violentados, ante quienes hay que quitarse el calzado, ante el misterio del Otro para siempre estar a la escucha del clamor de los ninguneados.

"Amor en tiempos de coronavirus", el despojo para el encuentro de lo valioso. La experiencia de jóvenes, cuando salíamos de la ciudad a pasar unos días a las comunidades de la sierra Norte de Puebla, nos regaló el aprendizaje de vivir con lo necesario y valorar lo esencial, y nos desarrolló la capacidad de admirar.



Al acompañar a los poblanos en la carrera de la antorcha guadalupana México-Nueva York, con miles de historias de familias de la Mixteca o de las faldas de los volcanes, que narran el despojo de casi todo cuando sus seres queridos se van al Norte, y caminan con su nostalgia, agallas de emprendedores y la esperanza de que se construye un futuro mejor. Para sus familias.

"Quédate en casa por muchos días" como opción importante para detener la expansión de una epidemia que ya es global, y que nos cuesta hacer caso porque la ubicación la sentíamos en otros continentes, y más si somos adictos al trabajo, a las relaciones sociales, a los eventos culturales, deportivos, turísticos, ir a dónde se me dé la gana, y de repente te tienes que privar de todo eso... Para bien personal, familiar y colectivo. A reaprender lo olvidado y menospreciado. Cómo náufragos en alta mar que solo nos queda un tablita de salvación, nuestra propia casa. Para parar el contagio multitudinario.



Me acordé de lo aprendido en los catorce monasterios femeninos de la vida contemplativa en Puebla, acompañando al Arzobispo en la visita pastoral, hace 5 años, donde lo más importante es la Actitud de vida, desprenderte de las ataduras del pasado, disfrutar lo cotidiano, aprender a viajar a tu interior, ligero de equipaje, tomar en el morral, de lo aprendido, con la esperanza de disfrutar que lo que realizas cada 15 minutos trasciende en tu proyecto personal y más allá de tu entorno, escuchar al cercano y al Otro. Purificarse de los apegos y vivir la libertad de Ser y vivir el otoño con la caída de tus hojas, invernando estás semanas, sabiendo que la primavera llegará porque estamos construyendo un Mundo Nuevo, desde el corazón con nuestras propias posibilidades.

Esta Cuaresma es diferente, en el aprendizaje de la cuarentena en el desierto: la lectura, la plegaria, el despojo de lo propio para bien de los demás. Cuesta estar en casa, es difícil, pero vale la pena, exigirnos la cultura ecológica, de apreciar el agua, el aire, las plantas, el sol, la Tierra, la familia, que ya habíamos sacrificado por el exagerado uso de la tecnología, la visión mercantil encima de las personas. Estamos redescubriendo un Mundo Nuevo que siempre hemos tenido y lo habíamos hecho a un lado. "Me levantaré, regresaré a mi casa, le pediré perdón a los míos, por apostar lo mejor de mí a lo caduco y perecedero, y en casa, con los míos haré fiesta, porque hemos encontrado lo que estaba perdido. Gracias al que me enseñó que perdiendo la vida la ganas.

Gustavo Rodríguez Zarate, el cura del morral, siempre con las puertas abiertas a los empobrecidos, indígenas, migrantes, prostitutas, violentados, ante quienes hay que quitarse el calzado, ante el misterio del Otro para siempre estar a la escucha del clamor de los ninguneados.

(Foto de portadilla: Günter Petrak)

Voces en los días del coronavirus

Günter Petrak, escritor



Creí que, durante la noche más oscura, se abrirían los ojos de la compasión, del amor al prójimo como se abre la flor al sentir el leve roce de la luz, y no fue así. El virus del odio inundó los puertos, se escurrió por debajo de las puertas, salió por las llaves del agua, penetró en las almohadas, escupió las sábanas: he ahí al culpable, todos a él gritó estentóreamente y se extendió como plaga por el orbe, como viento tempestuoso, como rumor de bits, batió sus alas de tiniebla buscando los corazones, los más pequeños, los insignificantes, y los hizo poderosos porque eran legión. No le importó la agonía de los ancianos, ni el dolor de los nietos y las hijas, ni el miedo de los pobres o el lacerante murmullo de las manos que se juntaban para orar desesperadas. He ahí al culpable gritaron los de corazón pequeño y señalaron al presidente, al jodido, al rico, al chino, al otro. Nunca se miraron en el espejo, tengo la razón, se decían, ojalá mueran miles rogaban a Éris, la diosa de la discordia, y a la Ira, para que pudieran decir: se los dije: he ahí al culpable… Y mientras su furia crecía, la de los infectados de odio, y se pudría cuanto tocaban, una semilla humedecida de llanto tibio hizo brotar de sí misma una diminuta hoja tornasolada, un pétalo de albor que se elevó sobre la mierda hasta los labios de un cervatillo. Este lo olisqueó y alzó los dorados ojos, le dijo al niño extraviado: mira, aquí me tienes, tan indefenso como tú…No hizo más, desapareció. El pequeño se acercó a la minúscula hoja que brotaba del estiércol y escuchó un gorjeo, cuando alzó la vista al cielo vio al pajarillo de las plumas rojas y lo escuchó decir: puedo volar. Al frente estaba un horizonte de montañas y de pinos: el sol que se asomaba tenía dibujada en la frente una frase: soy el día, doy esperanza. El pétalo de albor susurró: soy la vida. El niño emprendió el viaje.

Creí que, durante la noche más oscura, se abrirían los ojos de la compasión, del amor al prójimo como se abre la flor al sentir el leve roce de la luz… y así fue.

(Foto de portadilla: Günter Petrak)

Voces en los días del coronavirus

Sergio Vergara Rosales, administrador de empresas, administrador jubilado



En estos momentos de incertidumbre de cuarentena y aislamiento de los familiares y amigos, vienen a mi mente un cúmulo de ideas y pensamientos que de forma escrita quisiera expresar, son mis más profundos sentimientos de preocupación de lo que estamos viviendo.

“Esperanza en tiempos de incertidumbre”, con esta frase quiero encuadrar mis emociones, las que aquí les trasmito.

Pasé mi infancia y adolescencia en Puebla. Estudié en el entonces Instituto Militarizado Oriente, y no dejo de ver el mundo desde todo lo que en esa escuela aprendí. Escribo hoy desde mi casa y en el encierro en el que llevo los últimos diez días. Vivo en un barrio del norte de la ciudad de México, a donde fue a dar una parte de la clase media del Distrito Federal en los años ochenta. Soy un hombre de 65 años, jubilado, que no he perdido contacto con mis amigos de la infancia gracias a estas herramientas tecnológicas que hoy enlazan a todo el mundo. Veo en mis compañeros viejos las mismas ansias por entender lo que ocurre, el mismo ánimo de reír de todo lo que pasa encima de nosotros. Desde ahí veo esta catástrofe del coronavirus.

Veo que al término del invierno y comienzo de la primavera en el 2020 ocurre un cambio inesperado y sin precedente alguno en todo el mundo. Desconozco a ciencia cierta donde se originó el virus de la pandemia en varios países iniciando con China; unos dicen que salió de control de los laboratorios científicos de ese país o por el consumo de raras especies, como el murciélago que supone el transmisor de dicho virus (cuando llevan años con esa costumbre); otros mencionan que los Estados Unidos se lo enviaron a los chinos para iniciar una “guerra” por los desacuerdos que tienen entre ambos países sin pensar en las consecuencias que eso tendría; nadie se atreve a decir la verdad y la única realidad que percibo por diferentes medios es una avalancha de información acerca de la devastación de la vida de cientos de personas, y que por recomendación de las autoridades civiles en los países afectados hay que mantenerse en casa y no salir de ella salvo razones justificadas y urgentes. Sin embargo, los expertos dan más importancia a las consecuencias económicas en el mundo. Y ni qué decir en México.



Sin exagerar, no se habrá desatado una “Tercera Guerra Mundial” disfrazada por esta pandemia que ya de por si tiene un fuerte impacto en la humanidad y en las economías del planeta que está afectando a todos los países. No sé si será cierto que quieren reducir la población porque ya somos muchos habitantes, principalmente para los mayores de edad que les cuesta mucho mantener. Hay muchas preguntas sin respuesta y lo que están provocando es la incertidumbre que prevalece en todo lo que realmente nos depara el futuro. Es lamentable y muy triste que hay solo preocupación por esta pandemia y están ciegos a la del hambre, la pobreza y otras enfermedades graves que provocan muchas muertes, y realmente en la actualidad causadas por los malos gobiernos.

La prensa, la radio, la televisión y redes sociales inundan y acaparan la atención de todos, y tristemente lo que mucos buscan es la primicia de la noticia, cayendo en la exageración y amarillismo, y lo único provocan es el pánico en la gente. Por estos motivos ya no sabemos quién tiene la verdad absoluta.

Lo que sí es verdad es que estamos cayendo todos en el desaliento. México se pinta solo y como es tradición, se toma a broma la situación, se suben a las redes memes ingeniosos para divertir a la audiencia, como lo hemos hecho siempre acerca de la muerte.



Lo más triste y lamentable es que en nuestro país el gobierno ha sido pasivo y solo ha reaccionado ante las presiones internacionales. La realidad es que México no está preparado para que en su momento se pueda dar la atención que requiere esta situación, como lo han hecho otros países en el mundo tanto en lo relacionado con la salud, como en la minimización de los efectos negativos de la presión económica en todos los sectores. Desafortunadamente percibo que somos la burla en el exterior de cómo se están conduciendo en el país. Hoy están pidiendo apoyo a la comunidad internacional y no sé de qué forma se reaccionará.

Solo queda esperar, tener fe, paciencia y confiar que no sólo en México, sino que el mundo entero se supere la conflagración, que la vida continúe y se pueda recuperar esta debacle.

Hagámonos un favor y seamos optimistas, con poco, con nada, con mucho, acompañados o solos.