Jueves, 10 Septiembre 2020 00:00

La deuda que el gobierno no quiere reconocer

El daño que han sufrido los trabajadores y la falta de respuesta del gobierno frente a la pandemia

(Ilustración de portadilla: Víctor Solis, tomada de revista Nexos)

La encuesta nacional de ocupación y empleo elaborada por INEGI, con cifras actualizadas a julio de 2020, muestra una mejoría ocurrida en los últimos dos meses. Sin embargo, la situación laboral, comparada con los datos existentes antes de la pandemia, sigue presentando graves problemas:

De los 12 millones que salieron del mercado de trabajo (es decir, de la población económicamente activa) ya regresaron 7.2; no lo han hecho por lo tanto los otros 4.8 millones (que necesitan un empleo pero no lo buscan). Además, otra porción muy importante de la fuerza de trabajo pasó a formar parte de las personas caracterizadas como “ausentes con vínculo laboral” es decir aquellos trabajadores que no asistieron a sus centros de trabajo, pero no fueron despedidos. No se sabe si a todos ellos se les han pagado sus salarios y prestaciones íntegramente y, sobre todo, si esos millones de ausentes algún día volverán a laborar o serán despedidos definitivamente.



El INEGI registró una población ocupada de casi 50 millones de personas (49.8); debe destacarse, no obstante, que el aumento entre junio y julio correspondió al género masculino, con un incremento de 2.2 millones de personas al mismo tiempo que hubo una reducción de 750 mil mujeres.

A lo largo de estos meses, uno de los sectores más golpeados ha sido el de los trabajadores por cuenta propia: se quedaron inactivos un 20% en abril; 16% en mayo; 10% en junio y ya apenas un 2% en julio. Los empleados no remunerados (que sólo reciben propinas o pagos en especie) también fueron muy afectados: se quedaron sin ocupación el 21% en abril, aunque en julio estaban casi todos laborando.

Si medimos el fenómeno tomando en cuenta los informales (que laboran por cuenta propia o al servicio de un patrón), las cifras son más dramáticas: en abril dejaron de laborar 10 millones, en mayo 8, en junio 5, en julio todavía 3 millones. Si acumulamos todas estas cifras nos da un total de 26 millones, lo que daría una idea de los días/trabajador perdidos en estos últimos meses y los ingresos que no fueron percibidos. Algunos perdieron sólo un mes, otros dos o tres, y todavía en julio muchos no recibían ningún recurso. La parálisis ha afectado sobre todo al género femenino, pero la suma de damnificados es impresionante.

Por su parte, la tasa de desocupación abierta fue de 5.4% en julio, la mismo que el mes pasado, lo que arroja una cifra de 2.8 millones de personas. Aquí, otra vez, la tasa es más alta en mujeres que en hombres (6.3% vs 4.8%). Por edad, los más afectados han sido las personas que tienen entre 24 y 44 años las cuales representan más del 50% del total. Hay que subrayar que esta tasa ha aumentado, no disminuido, pues representaba el 4.7% en abril.

Más grave aún, la tasa de subocupación, aunque se redujo en julio respecto al mes anterior, es todavía de 18.4%. Ello representa un aumento de 3.21 veces en abril; 3.78 en mayo; 2.75 en junio y 2.45 en julio respecto al promedio histórico previo a la pandemia. Lo anterior quiere decir que las nuevas ocupaciones se han vuelto más precarias, inseguras, peor pagadas y seguramente muy mal protegidas.



En síntesis, tenemos varios problemas. El daño causado por la parálisis económica y la pandemia: 1) afectó severamente a los asalariados formales que fueron despedidos y no han encontrado otro empleo (se encuentran en desocupación abierta), o no han asistido todavía a su centro de trabajo y viven en la incertidumbre, o se han refugiado en la subocupación (perdiendo ingresos y prestaciones). Y 2) a los trabajadores por cuenta propia, a los informales y a los que laboran sin remuneración, los cuales sufrieron una pérdida considerable de sus jornales durante estos meses.

Todo este perjuicio ya fue causado y nada está previsto hasta ahora para reponerlo. Se trata de una deuda social de grandes dimensiones. La reparación de este boquete inmenso en la economía de las familias mexicanas no se soluciona con los programas sociales que ya estaban previstos. No es posible que la pensión para adultos mayores o los apoyos para personas con discapacidad sirvan para sostener a toda una familia; o que las becas para estudiantes se destinen a reponer las retribuciones perdidas por la falta de trabajo.

Por ejemplo, el programa para la pensión de adultos mayores, el cual tiene los recursos presupuestales más cuantiosos y abarca a un mayor número de personas. La cantidad de dinero entregada no sólo resulta hoy insuficiente (12 401 pesos por adulto mayor entre enero y junio de 2020, alrededor de 2 mil pesos mensuales según el II Informe presidencial). Además, esta ayuda que debería servir para dignificar al beneficiario y darle una mejor calidad de vida, se convirtió, en ocasiones, en un recurso que se le sustrajo para sostener al resto de la familia.



Sin duda, el daño causado, los ingresos que no han sido repuestos, llevará a un aumento de la pobreza (entre marzo y mayo aumentó el número de pobres de 36 al 55% según CONEVAL). La desigualdad también habrá aumentado pues la masa salarial, según algunos estudios, sufrió una caída de entre 6.6 y 13.8% en el segundo trimestre del año calculado anualmente. Ello se ha traducido, naturalmente, en una disminución del consumo privado de alrededor del 20% comparativo anual (aún con el repunte de junio y julio).

Un país con una mayor pobreza y más desigualdad no puede ser un resultado deseable para un gobierno que se propuso exactamente lo contrario. Sobre todo, porque frente a estos fenómenos, el gobierno no se ha propuesto ninguna acción especial.

Por otro lado, la disminución de los haberes que han sufrido las familias apunta a una recuperación económica más lenta debido a la caída del poder de compra. El aumento de los salarios mínimos y contractuales no han podido remediar estas pérdidas y seguramente no lo harán en lo que resta del año debido a la magnitud del frenazo económico.

El presupuesto 2021 representa una oportunidad para resarcir algo de lo que las familias mexicanas han perdido; para prevenir que sigan empobreciéndose y para estimular una recuperación económica más rápida. Se ha argumentado que un crecimiento de los pasivos del gobierno puede resultar perjudicial para un mañana indeterminado. Sin embargo, no se quiere reconocer que el estado mexicano ya contrajo una deuda con millones de familias que han perdido sus ingresos desde marzo de este año, muchas de las cuales siguen sin recibir alguna remuneración por su trabajo. Encontrar una fórmula para pagar esta deuda social y al mismo tiempo evitar una crisis financiera en el futuro no es imposible, ni es una disyuntiva sin salida.

A su vez, la posibilidad de una reforma fiscal progresiva que sirva para pagar esa deuda social y para una reactivación económica más vigorosa, tampoco pude descartarse por razones políticas (las elecciones de 2021 o el temor a una reacción negativa de un sector privilegiado). Lo más sorprendente es que hay una iniciativa de ley para reformar el sistema de pensiones que justamente propone un aumento de las contribuciones patronales y requerirá un mayor gasto público. Ello equivale a un aumento de impuestos y un incremento de la deuda del gobierno federal. ¿Cómo entonces se niega cobrar un mayor tributo a los más ricos y prósperos, y se propone un esquema para favorecer a las AFORES, empresas que se han beneficiado de los ahorros de los trabajadores?

Una mayor reducción del gasto y la inversión pública (lo que ahora llaman austeridad) sólo puede tener como resultado que, una vez más, el costo de la crisis la tendrá que pagar la gran mayoría de la población. Sus consecuencias serían igualmente negativas para la producción, el consumo y la prosperidad del país.

El gobierno y sus propósitos de transformación, la 4t, tiene que enfrentar la cuestión más importante de todas: darles a los mexicanos la oportunidad de superar esta crisis con las menores pérdidas posibles. Si no lo logra, toda su arquitectura quedará prendida de alfileres. Y puede convertirse en un mero ejercicio retórico.

saulescobar.blogspot.com

Cortos del GP De Italia 2020

1026º de la Historia de la F1

8o de la Temporada



Sorpresiva y disputada victoria de Gasly y gana su primer Gran Premio

Vaya Carrera que disfrutamos en la Catedral de la F1, dividida en dos capítulos; El primero, como siempre, teniendo al líder del Campeonato dejando atrás al resto de los competidores y el segundo en el que la historia de la carrera se invirtió y se escribió de una forma extraordinaria.



El fin de semana comenzó con las Prácticas Libres 1 y 2 y para no variar, absoluto dominio de los Mercedes. El sábado en la Libre 3, el primero fue el Mercedes 77 y en el segundo apareció el McLaren con piloto español.



La Calificación en sus tres sesiones fue un duelo a muerte por la Pole Position entre los dos autos de la escudería alemana, en la que al final en la Q3, el vigente campeón con su Mercedes No. 44 sentó sus reales, haciendo una veloz vuelta que marcó un nuevo récord para el circuito, dejándolo en 1’18”.952 ¡Voló!

Domingo con buen clima, con un autódromo extrañando el color rojo intenso en sus tribunas, los bólidos inician la vuelta de formación. Se acomodan; los primeros, HAMILTON Y BOTTAS, en la segunda línea SAINZ y PEREZ y atrás VERSTAPPEN, NORRIS, RICCARDO, STROLL, ALBON Y GASLY. Todos acomodados, comienzan a prenderse los semáforos rojos, se apagan y arrancan. Muy buena salida de HAMILTON, muy mala para BOTTAS y VERSTAPPE que pierden posiciones y muy buena para los McLaren que brincan al segundo y al tercero.

Al pasar por primera vez por la meta se observan muchos cambios en las posiciones en la parrilla de arranque. HAMILTON inicia su distanciamiento del pelotón, seguido de SAINZ, que, aunque perdiendo distancia con el líder, está sacando ventaja al tercero.

No pasan muchas vueltas, cinco en concreto, cuando se da el primer percance de la carrera y el protagonista es VETTEL, quien, defendiéndose, increíblemente del Williams de RUSELL, llega la primera variante del circuito, muy justo. Sus frenos se sobrecalientan, no responden y el piloto alemán se va derecho por la ruta de escape, demoliendo casi todas las barreras de contención ahí instaladas. VETTEL abandona y Ferrari no inicia bien el Gran Premio de casa.

En la vuelta 10, más augurios de un desastre para Ferrari. Tremendo agarrón entre RAIKKONEN y LECLERC, ambos con motor Ferrari y parece que el del Alfa Romeo empuja más porque gana la pelea. Todo pinta para otra carrera aburrida, pero en la vuelta 18, MAGNUSSEN se detiene saliendo de la peraltada debido a la perdida de potencia de su Hass quedando en zona de riesgo, por lo que sale el Safety Car en la 20. Precisamente en esa vuelta, ya habiéndose anunciado la entrada del auto de seguridad, HAMILTON y GIOVINAZZI entran a pits por sus repuestos de hule, pero les avisan que lo han hecho con los pits cerrados y son penalizados con una parada de 10 segundos en los boxes. Ya en la vuelta 21, con los pits abiertos, entran los nueve primeros, excepto STROLL. HAMILTON retoma la punta por detrás del Safety Car y le informan de la penalización.

En la vuelta 24 se relanza la carrera y LECLERC rebasa a RAIKKONEN y GIOVINAZZI, pero se pasa en la peraltada, atraviesa la trampa de arena y se estampa a gran velocidad con la contención, Fuerte choque que deshace a su Ferrari y la barrera. Su reparación es obligada y tomará tiempo. Regresa el Safety Car por dos vueltas y en la vuelta 26 se ondea la bandera roja suspendiendo la carrera. Afortunadamente el piloto monegasco sale por su propio pie, pero con su orgullo muy dañado y más el de la escudería del Cavallino Rampante con sus dos autos fuera de la carrera de casa. Sigue la mala racha de los rojos en esta temporada.

Larga espera para la reanudación, pero vale la pena porque al reiniciarse con los autos parados en la parrilla de salida, contando la vuelta 27, con formación de HAMILTON, STROLL, GASLY, RAIKKONEN, GIOVINAZZI, SAINZ, NORRIS, BOTTAS, LATIFI Y RICCARDO en los diez primeros lugares, la carrera cambió. HAMILTON entra a cumplir su penalización en la 28 y cae hasta el 17º, el último. Con la carrera perdida sale a rescatar lo más que se pueda. GASLY, que ya había rebasado a STROLL, se coloca de líder. SAINZ empieza la cacería de la punta y en la vuelta 34 ya va de sublíder, reduciendo vuelta a vuelta la diferencia. La emoción está en los dos punteros, pero el show es de HAMILTON, que en cada vuelta asciende posiciones e impone vueltas rápidas.

A dos vueltas del final SAINZ ya está a menos de dos segundos de GASLY, lo ha alcanzado, pero ¿lo podrá rebasar? ¡No! Llega la vuelta 53 y el francés y su Alpha Tauri cruzan primero la meta y el español con su McLaren llega atrás por tan solo 0.415 segundos. Cardiaco, emocionante y sorpresivo final de un Gran Premio que tuvo de todo, sobre todo después del intermedio.

-Gana GASLY el GP de Italia, su primera victoria en su carrera, el 109º Piloto en la historia en ganar un GP de F1, en la mismísima casa de Ferrari, en donde doce años atrás la misma escudería había ganado su primer Gran Premio, pero como Toro Rosso y con VETTEL al comando. En Francia, su país, deben a haberlo celebrado en grande porque al fin vuelve a escucharse la Marsellesa en un Gran Premio de F1. La última había sido en 1996 en Mónaco, con la victoria de Olivier Panis con un Ligier. Sufrido y merecido triunfo del Galo, que se le dio acompañado del título de “Piloto del día”, segundo consecutivo, pero esta vez bien ganado.

-Primera victoria en F1 para Alpha Tauri, segunda contando la obtenida por su antecesora, la Scuderia Toro Rosso, filiales de Red Bull Racing.

-Muy bien SAINZ, fue su fin de semana. Primera vez que lideró un GP y también muy bien McLaren con NORRIS que acabó 4º.

-Tercer lugar para STROLL, su segundo Podio en su historial. Buena carrera porque obtuvo lo máximo a lo que podía aspirar.

-Primer podio para Racing Point, pero todavía deja mucho que desear con PEREZ. De nuevo una parada lenta en la que perdió dos posiciones. Veo moros con tranchete.

-Ocho años transcurrieron para a ver un Podio sin Mercedes, Ferrari y Red Bull.

-Mención especial para HAMILTON. En veinticinco vueltas escaló diez lugares e hizo la vuelta rápida. Ocho vueltas más y quien sabe si el resultado hubiera sido el mismo en el podio. Bendita penalización que provocó el espectáculo y la emoción.

-De nuevo un GP en el que vuelvo a evitar comentarios sobre Ferrari. Todo mundo vio lo sucedido y creo que todo está dicho. Sigue la pena.

CARRERA

53 vueltas en 1h 47m 06.056s (171.830 Km/h)

Vueltas en cabeza: HAM: 26, SAI: 1, GAS 26

Vuelta Rápida: HAM Vuelta 34, 1’22’’746 (252.034)

Safety Car: 2

PROXIMO

13 de Septiembre 2020

GRAN PREMIO DE LA TOSCANA 2020

FORMULA 1 PIRELLI GRAN PREMIO DELLA TOSCANA FERRARI 1000th 2020

Circuito: Autodromo Nazionae del Mugello

59 vueltas

Longitud: 5.245 Kms

Distancia: 309.455 Kms

Récord de Vuelta: Sin Registro

Hasta la próxima Autopista

Del fogón a la boca

Utensilios y Recipientes de Cocina: El batidor de madera

Quise acompañar de compras a la bisabuela Valito esa mañana, y sólo muchos años después supe la importancia que tuvo esa decisión para mi formación en la Cocina Tradicional. Caminamos desde la Iglesia de San Roque hacia el Portalillo del Teatro Principal, y en la esquina de la 4 oriente, en la antigua Calle del Parián, entramos en una hermosa pero vetusta casa de vecindad, conocida como la Casa de Puig. Todo era bullicio en el primero patio: mujeres que platicaban mientras lavaban ropa, niños que corrían. La bisabuela atravesó conmigo el primer patio y llegamos al segundo, y ahí la situación cambió totalmente: la oscura humedad y el silencio llenaban el espacio, sólo la puerta de una accesoria estaba abierta.



Llamamos a la puerta y al cabo de un sólo instante, una pareja de ancianos, muy morenos y de cabeza completamente cubierta por crespos encanecidos, asomó de la penumbra y con una amplia sonrisa reconocieron de inmediato a la bisabuela. Doña Fortunata y Don Heladio habían vivido en esa casa de vecinos desde jóvenes; ella dedicada al hogar y él, el mejor artesano de utensilios de madera para cocinas que Doña Valeriana Arenas – como le decían cariñosamente – conocía. Desde niño aprendió el oficio de su padre, y diligentemente se sentaba en el quicio de la puerta de su accesoria, cada mañana a fabricar molinillos y batidores. Empleaba un ingenioso artilugio hecho con piezas de madera y cuerdas de fibras de maguey – llamado torno de violín - y hábilmente con sus pies y manos, lo echaba a andar, para con una cuchilla metálica modelar trozos de madera - previamente labrados con su hachuela – hasta fabricar elaborados molinillos llenos de vistosas arandelas.

Necesito un batidor, de los que Usted fabrica, porque son los únicos que acostumbro a usar para el capeado de los chiles. Si uso los de globo metálico que están tan de moda en estos tiempos, simplemente no me levantan las claras’, aseveró la bisabuela. Terminó comprando dos batidores y luego pidió también dos molinillos para chocolate, que Don Heladio fabricaba y además incrustaba con pedacitos de hueso de buey en la base, para evitar el desgaste. Agradecimos la venta, la bisabuela preguntó por la salud de Doña Fortunata y nos despedimos. Salimos a la algarabía del primer patio y de ahí a la calle, con nuestras compras a buen resguardo dentro de la bolsa de ixtle, de vistosas franjas de colores que la bisabuela siempre sacaba para las compras.

En casa la bisabuela lavó los utensilios de madera recién comprados con zacate y jabón, y los dejó escurrir y secar a la sombra, para evitar se torcieran. Efectivamente, ese año las claras del capeado de los chiles subieron como siempre, gracias al magnífico batidor, y a la destreza manual de la bisabuela. Muchos años después, volví acompañarla a la Casa de Puig para comprar más batidores. Cruzamos el primer patio y al llegar al segundo, notamos que la accesoria que buscábamos estaba tapiada con ladrillos. Preguntamos a los vecinos por Don Heladio y Doña Fortunata y solo nos dijeron que habían muerto, por causas naturales, muy poco tiempo después uno de otro. Preguntamos por la familia y nos dijeron que no tuvieron descendientes y que sus pertenencias habían sido repartidas entre los mismos vecinos.

Sólo conservo uno de los batidores de Don Heladio y lo atesoro en mi cucharero. Es un prodigio de la capacidad artesanal poblana: sobre un mango modelado a mano con el torno de violín, se encuentran insertados en forma escalonada, pequeños trocitos cilíndricos de madera, para que, con el movimiento cadencioso de la mano experta, se logre introducir la mayor cantidad de burbujas de aire a las claras durante el batido y las proteínas del huevo - llamadas genéricamente albúminas - las atrapen y las retengan, creando una espuma tridimensional estable, que conocemos como merengue.

Toda la sapiencia popular para la fabricación en Puebla de batidores de madera se ha ido con Don Heladio. Él aprendió el oficio de su padre, quien, a su vez del abuelo, recibió el torno y las enseñanzas. Es cierto que hoy en día tenemos batidoras eléctricas que sin esfuerzo producen merengues estables y con ellos capeado de chiles de excelente calidad.



Pero también es cierto, que todas esas máquinas modernas fueron creadas copiando en gran medida, los diseños antiguos que artesanos poblanos como Don Heladio perfeccionaron. Y no sólo eso: somos herederos de los productos de sus habilidades artesanales y también de toda la sapiencia que aportó su comunidad a Puebla. Ellos eran de los pocos afro-poblanos que conocí de niño y que ahora no reconozco por ningún lado. Cada vez que me pregunto donde se encuentran los herederos de los esclavos africanos que en nuestra Ciudad en el S.XVIII se contaron por miles, con enorme alivio y muy agradecido por ello recuerdo, que se encuentran en nuestro genotipo, y no más en nuestro fenotipo. Es decir, a lo largo de los siglos, la mezcla de personas en Puebla ha sido tan intensa, que ya casi no nos reconocemos - afortunadamente - por la raza de donde venimos, sino que formamos cada vez más, un conjunto de personas libres y orgullosas de nuestra historia.

Al menos, eso espero.

¡Charlemos más de Gastronomía Poblana y’a darle, que es Mole de Olla’’!



#tipdeldia: Cada vez que veamos a artesanos en los mercados ofrecer sus productos, recordemos que son herederos y depositarios de tradiciones y de tecnologías que llevaron a que sus utensilios contribuyeran a la gran Cocina Tradicional que hoy tenemos.

Las instancias de salud, de cualquier nivel, deben evitar occidentalizar la labor de las parteras de nuestras comunidades totonacas y no deben obstruir su trabajo. Ellas no solo son las encargadas de traernos al mundo, de recibirnos en sus brazos cuando nacemos, de bañarnos por primera vez y darnos las primeras palabras de amor, sino que también poseen una serie de conocimientos invaluables sobre el ritual del nacimiento en el mundo totonaco.

Son ellas las que nos enseñan el ritual del cordón umbilical, que consiste en subir en la rama del árbol más alto el cordón que se desprende del recién nacido para que cuando crezca no le tenga miedo a las alturas, para que pueda cortar pimienta o ser un danzante volador. Nos han enseñado la ceremonia de agradecimiento a la madre tierra y son la guía para adornar con flores y hojas en el lugar donde ocurrió el parto, ahí se coloca incienso y tabaco y en el altar se pone una ofrenda a las parteras difuntas para agradecerles su trabajo y evitar que se acerquen al recién nacido, porque ellas, ya pertenecen al mundo de los muertos. La placenta no es un asunto menor que deba ir a la basura, ellas saben que cuando la familia desea que en la próxima ocasión nazca una niña se debe enterrar con una blusa, falda, cazuelas y fajas, y viceversa, si quieren que nazca un niño, debe enterrarse la placenta con un sombrero y una camisa o cualquier prenda del papá, estás prácticas deben respetarse cuando nace un nuevo ser en el hospital.

Desgraciadamente, y hay que decirlo con claridad, en los módulos de medicina tradicional las parteras no tienen libertad para realizar su trabajo y tienen prohibido ayudar a la parturienta a dar a luz en su casa, en diversas charlas así lo han afirmado ellas. No se trata de que se adapten al sistema de salud, es el sistema de salud el que debe adaptarse a ellas, aprender de ellas, enriquecer su labor con sus conocimientos.

En este sentido, debe fomentarse desde ahí prácticas ancestrales como la del cordón umbilical y el ritual de la placenta. No van a la basura, son parte de una visión milenaria. Por otro lado, las parteras saben nuestro destino y desde niñ@s nos enseñan el camino a seguir. Antes de nacer, cada uno de nosotros eligió el oficio que quería tener en la tierra, y no solo en el trabajo sino también en el arte. Nos han enseñado también el respeto a los ciclos de la luna y el baile con el recién nacido una vez que ella termina su labor. De hecho, las parteras tienen una constante comunicación con la luna, le rezan para pedirle por el niño que se está formando, para que la madre no le pase nada durante el embarazo y le piden fertilidad cuando una mujer no puede embarazarse. Todos estos conocimientos nos hacen ser lo que somos, lo que pensamos y lo que queremos como pueblo, por eso si de verdad el sistema de salud mexicano le interesa el trabajo de las parteras y como ya lo dije, debe incluir su pensamiento y nuestra forma de ver el mundo, dejar de culpabilizarlas por los partos mal atendidos. Tantos años haciéndonos nacer, aun cuando no había clínicas ni hospitales, las parteras no pueden ni deben pagar el error de un sistema de salud que no ha funcionado de manera adecuada durante décadas, producto de un sistema político que por muchos años ha despreciado los saberes de los pueblos originarios.



Estamos ante una oportunidad de hacer las cosas de una mejor manera, dejar de occidentalizar el trabajo de las parteras, aprender de ellas y dejarlas que ejerzan su noble labor. Nuestras culturas aportan y han aportado siempre.

Créditos: texto y foto Manuel Espinosa Sainos, poeta, traductor y comunicador totonaco.



La imagen puede contener: 1 persona

La Casa del Mendrugo

Noche de Museos Virtual en La Casa del Mendrugo

Sábado, 19 de septiembre de 2020 a las 16:00.

Organizado por Chuchita y La Casa del Mendrugo.
Evento online. Ven y disfruta de esta noche de museos con una transmisión en directo desde La casa del Mendrugo, podrás encontrarlo en la pagina de inicio de Facebook de Chuchita y en Instagram
Revista Elementos, Publicado en Elementos 119, este texto fue elaborado por Samuel Cruz-Esteban y Patricia Hernández-Ledesma (Instituto de Ecología, A.C. Red de Diversidad Biológica del Occidente Mexicano CONACYT)

El picudo del agave

Uno de los principales problemas que enfrentan los productores de agave es la presencia del escarabajo Scyphophorus acupunctatus Gyllenhal (Coleoptera: Curculionidae) (Figura 2), es considerado como la principal plaga del agave en todo el mundo (Waring y Smith, 1986) y México no es la excepción, la plaga se ha reportado en todos los estados en donde se cultiva el agave. Este insecto es mejor conocido como el picudo negro, picudo del agave o max del henequén, se trata de un insecto que se distribuye ampliamente por todo el mundo y que se creía especialista en atacar plantas pertenecientes a las familias Agavaceae, Amaryllidaceae, Asparagaceae y Nolinaceae, aunque ya se ha reportado en otras familias como Cactaceae y Dracaenaceae (SENASICA-DGSV, 2016). En México, Scyphophorus acupunctatus afecta en grados diversos a las industrias de los agaves, reportándose pérdidas que se calculan del 24.5 % en agave tequilero (Solis-Aguilar y cols., 2001), 30 % en el agave pulquero y hasta el 40 % en cultivos de henequén (Valdés-Rodríguez y cols., 2004). Este escarabajo es sumamente perjudicial, los adultos ovipositan en las partes más tiernas de los cogollos; al emerger, las larvas se alimentan de las piñas y al hacerlo van barrenando hacia el interior de las plantas, formando galerías y dejando perforaciones en las pencas (Figura 3), provocando la pudrición, ya sea por oxidación del tejido vegetal o por el desarrollo de fitopatógenos (Solís Aguilar, 2001). Los adultos, además de alimentarse de los tejidos del agave, también pueden ser transmisores de hongos y bacterias fitopatógenas; en ambos casos, provocando una reducción de materia prima o la pérdida total de la planta (Figura 3) (Rodríguez, 1999). Una piña de mezcal puede pesar de 45 a 120 kg, dependiendo de la variedad y el desarrollo del cultivo. Según el encargado destilador de la “Flor del mezcal” –don José Luis–, se necesitan 12 kg de agave para producir 1 litro de mezcal, por lo que, un picudo puede ocasionar una pérdida de 3.75 a 10 litros, ya que la mayoría de sus ataques ocasionan la pérdida total de la planta (Rodríguez, 1999) (Figura 3).

SIGUE EN REVISTA ELEMENTOS



NTOS

Revista Neotraba. Éste es uno de esos libros donde el título tiene una relación extraña con su contenido. Se trata de "Los misterios de la ópera" de Javier Tomeo. Reseña de Judith Castañeda.

Portada de "Los misterios de la ópera", de Javier Tomeo.



Muchas veces el título de un libro, de algún cuento o de los artículos que conforman una publicación periódica, resulta extraño al revisar el contenido y relacionarlo con esas primeras palabras, pensadas para llamar la atención de los lectores, ya sea en una biblioteca o desde los anaqueles donde la librería coloca sus novedades y recomendaciones. Esa persona leerá la cuarta de forros o las primeras páginas y volverá al título con la cabeza llena de preguntas.

Los misterios de la ópera, de Javier Tomeo es, en parte, uno de esos libros. Sin haber leído el texto de la contraportada, podríamos pensar en una historia de suspenso que acontece en un teatro de ópera o, si no se tratara de una colección que publica obras de narrativa, en un texto de divulgación que tiene fines didácticos para el reciente seguidor de ese género dramático llamado ópera. Sin embargo, la cuarta de forros ya empieza a esbozar el panorama con el que el autor llena las páginas: no encontrar el camino que nos lleve al escenario de nuestros éxitos, deambular en los pasadizos de la mediocridad, quizá, por decisión propia.

La historia que nos entrega Tomeo, casi ajena a su título, tiene una mayor relación con los estudios del propio autor, graduado en derecho y en criminología en la Universidad de Barcelona. Consolidado como narrador desde la década de los ochenta, construye para su posible lector un interrogatorio digno de cualquier juicio que se lleva a cabo en los sótanos de la Ópera de H., seis pisos por debajo del escenario. En él, un hombre vestido de negro “a quien, para simplificar las cosas, llamaremos a partir de ahora juez” y una mujer caracterizada de Brunilda, personaje de La Valkiria, segundo título de la Tetralogía de Richard Wagner, desentrañan a través de una exhaustiva sesión de preguntas y respuestas, la causa por la cual la soprano terminó allí —y no en el escenario—, donde el público y sus compañeros de representación la esperaban el día anterior. Junto a la puerta de la sala donde se encuentran hay un hombre que vigila y, más allá, otra estancia donde varias mujeres aguardan su turno para ser juzgadas. En cierto momento se escuchan a lo lejos los primeros compases del Réquiem de Berlioz.

Los problemas para la mujer, Brígida von Schwarzeinstein, comienzan antes de salir de su camerino y dirigirse hacia el pasillo equivocado, el de la derecha. Tres horas antes de su debut, la soprano se encierra en su camerino, muerta de nervios. “Señorita, no se me vaya usted a desmayar […] Se le ha puesto la cara tan blanca como el papel”, le dice una camarera treinta minutos antes de que se levante el telón; hay también un zumbido, el cual Brígida cree proveniente de las lámparas. Después de ésto, el autor la hace vagar por escalinatas, pasillos a oscuras, habitaciones donde hay una cama, hasta que termina en uno de los sótanos, llorando, acurrucada en un rincón.

A lo largo del interrogatorio, de los recuerdos de Brígida y las reflexiones del juez que no es juez, y mucho menos el que ha de juzgarla, entrevemos a una mujer insegura, más allá del nerviosismo o del miedo que pueda causar un debut, un escenario, un patio de butacas de donde provienen los aplausos, la indiferencia o los abucheos, y la mirada de quienes han pagado un boleto para ocupar un asiento y así disfrutar de una noche de ópera. Ésto, y no la ópera, es el núcleo del libro publicado en 1997 por la editorial Anagrama: la inseguridad que paraliza, nos ata de manos y nos muestra lo que podríamos alcanzar pero no hacemos por no atrevernos, porque nos podríamos equivocar, porque seguramente acabaremos haciendo el ridículo y quedaremos de pie, mirándonos los pies mientras sombras enormes ríen a carcajadas alrededor de nosotros.



Javier Tomeo. Foto de Josep Solà, tomada de https://www.anagrama-ed.es/autor/tomeo-javier-1044
Javier Tomeo. Foto de Josep Solà, tomada de https://www.anagrama-ed.es/autor/tomeo-javier-1044

Este tipo de carácter parece inundar al personaje femenino de Los misterios de la ópera. No importa si afirma, ante ese desconocido que la interroga, tener una “hermosa voz de soprano”, o si canta la seguidilla de la ópera Carmen ante él, como hiciera en su vivienda frente al teatro, porque quería que “aquella gente supiese que sólo a dos pasos de la Ópera, en una oscura buhardilla, vivía una perla ignorada”. Tampoco es relevante el hecho de que haya disfrutado los diez años de estudios en el Conservatorio de Música de H.; incluso este aspecto de su biografía nos la muestra como alguien que se deja llevar y no toma decisiones por sí misma, pues una amiga de su madre es quien convence a ésta para que la envíe a estudiar canto.

A lo largo de su obra, Javier Tomeo esboza, con el detalle de un interrogatorio judicial, una de esas personalidades llenas de dudas, con alguna inquietud que quizá sea preferible ocultar o ignorar, pues podría ser incapaz de llevarla a cabo, y se resalta así el ridículo sobre la valentía de intentar un proyecto quizá difícil, largo o peligroso. Cuando se presenta una oportunidad real de mostrar sus capacidades, dichos caracteres tienen la habilidad de sabotearse, tal vez sabedores que se encuentran fuera de lugar.

Brígida es así. La hicieron estudiar canto, algo que terminó disfrutando; por otro lado, vio de manera frecuente cómo los cantantes llegaban al teatro, y escuchó a su madre, que también los veía pasar, decir que necesitaban una buena ballesta, ella y Brígida, pues al calor del alcohol se le había ocurrido “liquidar de un flechazo a la mezzosoprano búlgara que interpretaba el papel de Carmen” en cuanto la vieran acercarse a la entrada de los artistas.



Tenemos, además, las reflexiones que le dedica ese juez, como “Los cuarenta años son una edad magnífica para estar instalada en la cumbre de la gloria, pero no para estar asomada a una ventana, esperando una oportunidad”, o la pregunta “¿Y si usted se hubiese inventado ese zumbido para desorientarse, es decir, para no ser capaz de encontrar el camino del escenario?”, y la especie de afirmación “¿Lloraba su propia cobardía? ¿Se lamentaba de su propia mediocridad?”, donde es posible intuir no a un personaje real, vestido de negro, sino a la voz interna que reclama el no habernos atrevido a algo, mientras, en el fondo, duda tanto como nosotros que aquello que dejamos de hacer tuviera buen término. Esa voz, seguro, tomará una apariencia distinta frente a las otras mujeres, quienes al final del libro todavía aguardan su propio interrogatorio.

Por último, llama la atención el hecho de que el autor eligiera a Brunilda, la valkiria de Richard Wagner. Brígida pudo tener sobre sus hombros la responsabilidad de cantar la Leonora de El trovador, por ejemplo, o Aída. Sin embargo una de las protagonistas de la Tetralogía wagneriana es un muy buen contraste: frente a alguien que ni siquiera escogió su propio futuro, y se dejó arrastrar por las decisiones de una madre, de una conocida, tenemos a la doncella guerrera que se enfrentó a su padre, Wotan, el padre de los dioses, y quiso otorgarle la victoria a Sigmund, aun con las consecuencias que dicho acto pudiera acarrearle. La diferencia no puede ser mayor.

Puerto LIbre (Revista Nexos)

Es verdad, con el tiempo, hemos de atesorar recuerdos inescrutables de estos días. Las voces de los niños en el jardín, los niños a los que no puedo besar, han de volver a mi memoria como un canto inolvidable. Un himno cautivo. Allí andan, con su curiosidad como de abejas, con su litigio en torno a un hormiguero, con su enredarse en la punta de las ramas de un sauce llorón que los hace reír. Van creciendo y he tenido meses para saber de ellos con una claridad que no hubiera visto de otro modo. Sus nuevas palabras no hubieran llegado a mí una por una. Ahora cada vez que un sonido aprenden, me lo enseñan. Diplodocus. Así se llama un dinosaurio. Nunca han visto un oso ni un chango ni un lobo, pero los arman y los nombran con cuidado. No recuerdan el mar, pero quieren ir porque ahí nadan un erizo y una ballena. Eso lo saben por la televisión y sí, ya sé que la televisión está en los tribunales acusada de perniciosa, pero verla con ellos es una fiesta mayor, justamente porque sólo se nos permite a ratos. Por ahí, yo incluso he aprendido que Plutón es una pequeña piedra triste, dado que su tamaño no le dio autoridad para ser planeta. ¿Cómo no voy a guardar esas gotas de tiempo prohibido en el centro de mis buenaventuras?

¿Qué más? Sé que cuando haya que salir al espanto del tráfico en esta ciudad, he de añorar las tardes en que comíamos con amigos cinco minutos antes de acordarlo.



En las noches, tras una petición formal y reiterada, mi vecino me lee a Victoriano Salado Álvarez contando las guerras del siglo XIX. Yo empiezo riéndome del modo en que adjetiva (un vientre sublevado) y sigo sus historias hasta que me quedo dormida. Despierto cuando percibo que se apagó la luz. “¿Qué pasa con el cuento? ¿Ya te vas a dormir?”, reclamo. “Tú eres quien se durmió hace diez páginas”, contesta el vecino desde su almohada a oscuras. Entonces yo despierto del todo con Eugenia de Montijo mirándome desde sus ojos claros y metida en un vestido de encajes.

Qué perla para la memoria nuestra cama flotando a tientas en esta época.

Y tantas cosas. El té de la mañana, la pasta del mediodía, el aceite de oliva de la noche. Sin duda el abrigo mutuo cuando las inclemencias de la información nos quieren derrotar.

En las tardes, mientras afuera llueve, he bailado con todos mis héroes. Quién sabe qué sería de mi talante si no fuera por las horas en que alardeo, como si no supiera ésta que soy, metiendo mi voz entre quienes de verdad cantan, hasta creerme que la entonada soy yo. Cincuenta minutos o más de lo que cada día me va latiendo. ¿Qué pudo ser de nosotros sin la música y lo que trae consigo? ¿Cuántos años tenía yo la primera vez que oí “Yesterday”? Pues ésos vuelvo a tener. ¿Y en qué andaban mis emociones cuando canté con Manzanero “Contigo aprendí”? A todo vuelvo. Y a cada recuerdo le sumo el de ahora. Luego bajo de mi estudio con la cara ardiente y un retazo de notas que todavía chispean en lo que tarareo: “Me lleva él o me lo llevo yo/pa que se acabe la vaina”.



CONTINÚA EN REVISTA NEXOS



Ilustración de Gonzalo Tassier

Domingo, 06 Septiembre 2020 00:00

Hoy, Dios

Revista Sin Permiso. Starr Davis se graduó en el City College of New York. Editora de no ficción del TriQuarterly Magazine, vive en Houston, Texas.

“Escribí este poema en medio de las elecciones de 2016 [que llevaron a Trump al poder]. Había un hedor en el aire, muy fétido, allá donde estuviera (fuese mi oficina o el metro), de odio y prejuicio. Me acuerdo de que al día siguiente de los resultados de las elecciones tenía mucho miedo de salir de mi estudio, en el Bronx, sobre todo porque fuera estaba todo demasiado tranquilo, y el sur del Bronx nunca está tranquilo. Este poema empezó como un ruego, ‘Hoy, Dios’. Me iba preparando para enfrentarme a la oficina de la empresa en la que trabajaba de administradora, con dos encargados que eran entuasiastas seguidores de Trump, al objeto de armarme de coraje para combatir el miedo que sentía por dentro, el temor de que vivía ahora en un mundo en el que tendría que luchar más duramente de lo que había luchado nunca”. Starr Davis

Hoy, Dios



Estoy liberada y centrada hoy
En lo que significa gobernarme.

No estoy viendo las noticias
Ni llevo sostén.

No pondré en cuestión a Norteamérica
Ni preguntaré anoche dónde estaba.

Me fui a la cama con un dato frío
Sin acurrucarme luego.

Hoy, Dios, no quiero nada
ni siquiera el amor que te he rogado.



En el tren no ofreceré
a nadie mi asiento.

No me mueve ya más nadie
Algunos días, ni siquiera el viento.

Hoy seré igual que la bandera
que jamás ondea.



En el trabajo seré negra
y actuaré de esa manera.

Pronunciarán mi nombre mal
Y esta vez no responderé.

Me sentaré en mi mesa, las piernas abiertas,

la mente cerrada.

Starr Davis se graduó en el City College of New York. Editora de no ficción del TriQuarterly Magazine, vive en Houston, Texas.

Fuente:

Poem-a-day, Poets.org, 31 de agosto de 2020

Traducción:Lucas Antón

Para Ingrid, en memoria de Francisco

Corría el momento histórico en que se habían firmado los hasta ahora incumplidos Acuerdos de San Andrés Larrainzar entre el EZLN y el gobierno federal, y no hacía mucho que había conocido a Ingrid Van Beuren en el programa de Derechos Humanos de la Ibero de Puebla, la escuela que educa a la casta criolla empresarial y política del país con una fachada de humanismo jesuítico.



Dicho proyecto convocaba a muchas organizaciones del sureste, centro y norte de Puebla para promover y defender los derechos humanos en nuestro estado, siempre gobernado por caciques de toda estirpe y origen: desde los criollos más racistas y tiranos de origen más que burgués, hasta los indios más anclados en el despotismo del peor tlatoani que pueda existir y lo que está en medio pero que siempre han coincidido en su desprecio por los pueblos y las diferencias culturales, sociales, lingüísticas y de cualquier otro aspecto de lo que es la real Puebla, no la imaginaria de centros comerciales, Angelópolis y chácharas de fantasía del consumismo: la de los pueblos indios, la de los obreros de las maquiladoras, la de los migrantes, la de las mujeres víctimas de feminicidio, la de las canasteras reprimidas, la de los colonos sin servicios, la de los campesinos despojados por VW o Audi o las mineras o las hidroeléctricas y demás manifestaciones del "progreso" y el "desarrollo" repetido en estos días.

En 1995, con la creación de la Red Cualli Nemilistli con el apoyo de Ingrid y el programa, logramos empujar y obligar a que la legislatura local tipificara con las sanciones debidas el delito de tortura. Así que mientras el cacique de Bartlett agringaba aún más la colonial capital y continuaba con el despojo agrario como Piña Olaya, Marín o Moreno Valle, nuestro estado ni siquiera contaba con una ley o un articulado penal que pudiera castigar a los policías que torturaba y siguen torturando a lo largo y ancho de los municipios a cualquier ciudadano o ciudadana que tenga la mala suerte de caer en sus manos.

Y así nos hicimos amigos. Mi madre e Ingrid ya se conocían de un poco más antes. Y así conocimos a Francisco, originario de Nueva Orleans, que desde entonces se volvió su compañero de vida.

Desafortunadamente, Don Francisco sucumbió ante la pandemia que nos azota e inició su camino hacia el Inframundo. Amante de los animales y la naturaleza como lo fue siempre, estoy seguro de que los perros que acompañaron su vida ya lo encontraron y estarán recorriendo los pantanos de su amada tierra natal y su bello rancho en Atlixco.

Tuve la fortuna de pasar con ambos y su ovejera Yantzú el fin de año pasado en las costas oaxaqueñas. Dimos una vuelta por la Sierra, visitamos Pluma Hidalgo y conversamos con muchos amigos del rumbo. Y ahí pude explorar unos enormes farallones y riscos encontrando una bella pero peligrosísima bufa llamada el “tololote”, en donde pude pasarme horas buceando y tirando clavados salvando mi integridad de las peñas siguiendo el sentido de las corrientes del mar.



Comimos pescado y camarones guisados por él y platicamos mucho de la política, la vida, las experiencias y los libros. En Huatulco cenamos una noche y comentábamos sobre la obra de Howard Zinn y que tan necesario es que la conozcan los jóvenes en Gringolandia justo en estos terribles momentos de racismo con Trump a la cabeza y los ultras rednecks y Ku Klux Klan desatados. (Lamentable, por cierto, el papel adulador de López Obrador hacia el Pelos de Elote)

Francisco era un gran cocinero cajún, además, y diariamente seguía los acontecimientos en Estados Unidos. Estaba preocupado por las locuras de la derecha gringa, las intervenciones militares, lo desinformado de la población de su país y el rumbo peligroso de la política y opiniones de Trump como mencionaba antes.

Nunca olvidaré la increíble travesía que hicimos en esos años, posiblemente en el mismo 1996, antes de que el Ejército ocupara la Sierra Negra, amenazando a los catequistas, autoridades y miembros y familias de lo que ahora con orgullo y sentido de pertenencia llamamos "la resistencia indígena", para que no nos alimentaran ni cobijaran en la montaña a compañeros como Omar Esparza entre otros más, que figurábamos y figuramos en la lista negra del siempre mal gobierno.



En Río Sapo conocimos al grupo musical los "Anti", verdaderos anti -todo de la Sierra Mazateca, legítimos herederos del magonismo y reales punks indígenas, quiénes recuerdo nos comentaron que por el exceso de trabajo en el campo “sólo habían podido componer 27 canciones” con rumbo a la fiesta de Todos Santos, cuando los seres mágicos del cerro conviven con niños, niñas y pobladores “cristianos” mientras bailan la tradicional música de los huehuentones.

Nos deleitaron con algunas canciones y nos mostraron varios casetes de sus grabaciones.

Nadamos en el río y comimos unas mojarras enormes. La mía era exquisita, pero por algún descuido se convertiría en un verdadero azote al paso de las horas.

No estaba el sacerdote, Víctor Negrellos, originario de San José Miahuatlán y por lo tanto nahuatlato, pero alguien de la parroquia nos ofreció amablemente poder pernoctar en el atrio de la iglesia.

Foto de Ricardo Cruz Gatica en Google Earth.

En ese trayecto que tenía como destino la Zona Alta de Tlacotepec de Díaz, es decir el mundo de las comunidades mazatecas de Puebla como Yovalastok, Pilola la Trailera o Zacatepec de Bravo, además de Ingrid y Francisco también íbamos Enrique Juárez de la Comisión de Derechos Humanos San Martin de Tours y compañero de nuestros amigos Guillermo Briones y Arcelia Benítez, quien esto escribe y el insoportable Manuel Montoro, conocido por propios y extraños como el Niño o el Robotín, y experto ladrón de discos compactos si te descuidas un segundo.

No había electricidad en el atrio según recuerdo, así que cayendo la noche y después de una o dos cervezas que tomamos para mitigar el tropical calor de la mazateca baja, tiramos petates, bolsas de dormir y demás matracas para poder roncar a gusto y sin distractores.

Justo cuando empezábamos a entrar en el somnífero dominio de Morpheus, empezaban a caer de manera coordinada piedras en las acanaladas láminas del atrio, haciendo un estruendo de espanto al tiempo que a velocidad inhumana alguien corría raspando las paredes del católico recinto por todo el perímetro una y otra vez hasta detenerse.

Francisco, molesto, corrió a los perros devotos de todas las misas que cuidaban la parroquia y que ladraban y aullaban a ese “alguien” que aventaba piedras y raspaba las paredes.

¡No lo hagas Francisco! - Le dije. Ellos pueden “ver”. Ellos los están viendo allá arriba.

Regresó a su aposento y todo quedó en silencio nuevamente. Como si esos vecinos traviesos adivinaran, justo cuando empezábamos a dormir nuevamente, cansados de la travesía desde Puebla a Tehuacán a Puente de Fierro a Chilchotla y a Río Sapo, y cuerpo y mente se iban rumbo a las frecuencias del sueño intenso y profundo: “pum”, “tras”, “cuas” caían piedritas otra vez que al tocar las láminas sonaban a balazos que te ponían de mal humor porque el sueño se desvanecía una vez más…

- ¿Qué es Martín? ¿Qué está pasando? Me espanté más sentir junto a mi petate a Enrique e Ingrid en cuclillas, preocupados por las piedras que eran aventadas por esos “alguien” a las láminas con ese propósito: espantarnos.

El ladrón de discos compactos, riéndose, desde su petate me advertía: “No les digas”.

Todo volvía a quedar en silencio cuando sentí un dolor intenso en el estómago y me lamenté de que en tal mal momento me empezara a enfermar. Estaba por vaciarme y tuve que salir a buscar la letrina que estaba bastante lejos.

Recordé todas las recomendaciones de mis abuelas para estos casos ya que ellas habían visto todo tipo de seres provenientes de eones lejanos y verdaderos y anteriores habitantes de montañas y cerros, como estos que no nos dejaban dormir.

¿Quiénes son? Me preguntó Ingrid nuevamente, cuando estaba a punto de salir a buscar la letrina y todos estaban bastante espantados porque seguían divirtiéndose con nosotros.

“Son los xelá”. “Son duendes Ingrid, gnomos, chaneques o como se les diga”. Lamenté que los perros ya no estuvieran afuera pero mi urgencia era tal que no me importó encontrarme a unos duendes mazatecos con cara de viejito, barbas, diminutos y con gorros o sombreros y capaces de secuéstrame hacia una caverna sin fin o subirme al árbol más alto y amarrarme.

Salí rapidísimo a la noche. Recuerdo que en la letrina había muchas lombrices que atisbé con mi lámpara de pilas rayovac, que no duraban nada, pero pesaban mucho.

Cuando regresé al atrio, apagué mi lámpara y pude ver claramente el contorno de diez o doce seres de cuerpo humano, pero de unos cuarenta centímetros de alto que portaban sombreros jarochos y que se reían con estruendo y se subían y descolgaban de un árbol enorme de ovo que estaba detrás de la construcción parroquial.

Como conozco de su capacidad políglota los insulté en mazateco, náhuatl y español. Se callaron y se fueron por una de las ramas. Entré corriendo al atrio. Obscuridad y silencio absoluto.

“Ya regresé” les comenté. ¿Cómo están? ¡Que pregunta tan absurda! Todos estábamos espantados y jamás les comenté que había visto a esos chaneques arriba del atrio.

Cuando parecía que ya se habían largado y podríamos dormir, arreciaron la pesada broma: ahora era una lluvia de piedras, tocaban las puertas de madera, raspaban las paredes y corrían el perímetro de la construcción.

“Nos están rodeando” comentó Enrique y cuando hubo un silencio no tuvimos otra opción que salir corriendo con las cosas en la oscuridad rumbo a Naranjastitla.

Cuando la mañana clareaba, estábamos cruzando la hamaca que comunica Oaxaca y Puebla sobre el hermoso río Petlapa.

Puente en Mazatzongo, sobre río Petlapa. Foto en Facebook

“Regresen, se va a caer el puente”. “Uno por uno”- Gritaban unos albañiles espantados cuando vieron que todos cruzábamos el puente colgante, que estaba oxidado, casi desmoronándose, con pedazos de madera podrida, partes huecas donde si te descuidas por lo menos te rompes una pierna.

“Para atrás” les grité a los demás que venían detrás de mí. Sentía que la hamaca se vendría abajo por nuestro peso, crujía y se tambaleaba de un lado a otro. El Río Petlapa se encontraba a unos quince metros debajo del ahora inexistente puente, sus aguas rápidas que vienen río arriba nos hubieran aventado inmediatamente contra las enormes piedras sin tener tiempo para ponernos a salvo,

Después de este segundo susto, desvelados, cansados de otra larga caminata, descansamos en Villa del Río, tomamos unas cervezas y decidimos subir hacia el sagrado Covatepetl, la montaña mágica de los nahuas de la zona baja de la Sierra Negra de Puebla, tras la cual se encuentra Tlacotepec de Díaz.

Cuando estábamos por llegar a Tlaxitla, vi luces y estuve a dos segundos de perder el sentido debido a la imparable infección estomacal por la ensalada contaminada con la que acompañé mi mojarra en Río Sapo.

Vimos subir a un campesino amarrado a su propia bestia, todo desfallecido por alguna enfermedad. Después sabríamos que era el Inspector de la comunidad y los demás se adelantaron para avisar a los conocidos que me ayudaran porque yo ya no podía más de la deshidratación y el cansancio. Descansé un poco para recuperarme. Era la tarde y teníamos todo el día en marcha.

Cuando me recuperé vi que venían dos habitantes con un caballo o mula para llevar al “enfermo”. Mi orgullo impidió aceptar que era yo el enfermo.

“No lo hemos visto”. “¿Quién será el enfermo? Comenté.

Llegué con Enrique al centro. Un lencho de aguardiente y una cucharada o dos de jarabe germicida bastó para reponerme y darme cuenta de que tenía mucha hambre.

Ese día comimos un caldo de pollo, bebimos unas cervezas y descansamos.

Recuerdo muy bien la imagen de Ingrid y Francisco como siempre fue su costumbre, de llevar muchos dulces que le regalaban a todos los niños y niñas de la comunidad.

A la mañana siguiente estábamos en Tlacotepec de Díaz. Para los que saben, se darán cuenta que hicimos una larga caminata. Francisco, Ingrid y Enrique decidieron regresar a Puebla en el camión que saliera más temprano.

No recuerdo que hicimos en la tarde Manuel Montoro y yo. Seguramente caminar por el Teopan Viejo y probar toda clase de aguardientes que hubiera y reponernos. Nos esperaban quince días de intensas caminatas en la zona mazateca.

Y esa parte empezó a las cuatro de la mañana y terminó en una cena en Zacatepec de Bravo con los catequistas y caracterizados del pueblo mazateco.

Había apenas y pasado el Río Garrapata, antes de que el diluvio que cayó impidiera el paso.

“Piensan que somos catequistas o seminaristas” me comentó Montoro.

Yo les diré que hemos venido a traer la palabra del Tecorolí y de Garabombo el Invisible para que se unan a la resistencia, mientras tanto, pásame más tortillas y aguardiente- le respondí al Ladrón de Discos Compactos.

El aguardiente nos reconfortó el cuerpo, el alma y los maltrechos pies de tanto bajar y subir cerros, lo que siguió después fue muy interesante, conocimos al Coijokixtle y llegamos a la cima del Tzintzintepetl…

Por ahora sólo quiero recordar ese viaje, el fin del año pasado y la visita al Rancho de Atlixco hace unos meses.

Gracias Francisco por la amistad, la plática la continuáremos cuando nos encontremos en el otro lado

Página 18 de 175