Acción civil

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San Miguel Tenextatiloyan, junta auxiliar del municipio de Zautla, Puebla, aparece tras una serie de curvas en el extremo oriental de un vallecito de dos kilómetros de ancho dispuesto arriba de los 2,500 metros sobre el nivel del mar, y que abre llano cinco kilómetros hacia el Norte, para terminar en las inmediaciones de Zaragoza. Es un caserío tendido en la ladera circular de un monte todavía bien cubierto de pinos que se va descubriendo de a poco en cada curva, y cuyo enredo de cables y losas planas de cemento es prueba irrefutable de que aquí se ha perdido el encanto serrano de la teja y las dos aguas. La comunidad tiene como actividad económica preponderante la alfarería, con la fabricación de cazuelas greteadas (esmaltadas con base de plomo), que combina armónicamente con la agricultura de temporal: maíz, frijol, haba, cebada, trigo y alverjón, salpicados de frutales como el durazno y hortalizas como la papa.

La comunidad tiene como actividad económica preponderante la alfarería, con la fabricación de cazuelas greteadas (esmaltadas con base de plomo), que combina armónicamente con la agricultura de temporal: maíz, frijol, haba, cebada, trigo y alverjón, salpicados de frutales como el durazno y hortalizas como la papa. Entre sus habitantes existe un antiguo debate sobre el plomo que han ido acumulando en su sangre por el diario contacto con este elemento que abrillanta sus piezas. Hay quien asegura que el plomo no les hace daño, que lo trabajan con las manos descubiertas, sin tapaboca y nada pasa, “somos sanos”; otros afirman que tal vez haga daño, pero que el esmalte libre de plomo, el material sustituto que la autoridad les propone, no funciona igual que el plomo con los hornos disponibles, de baja temperatura, además de que el cliente no lo quiere. Muy pocos han cambiado al nuevo esmalte para proteger su salud.



La alfarería vidriada con plomo fue introducida a las costumbres de los alfareros mexicanos por los españoles en 1519, pues hasta entonces tapaban el poro de la cerámica a base de bruñido con piedras. El plomo demostró ser un material duro y resistente, pero más importante resultó que su cocción era posible a temperaturas relativamente bajas de entre 600 y 850 grados, lo que, tanto en las quemas a cielo abierto que imperaban en México –y siguen imperando en la loza tradicional de pueblos como San Miguel Tenextatiloyan–, como en los hornos primitivos de forma cilíndrica construidos de ladrillos comunes y cubiertos de tepalcates, que también aportaron los españoles, resolvía antiquísimos conflictos de filtración de líquidos y ahorraba tiempo y trabajo a sus productores. El vidriado con plomo, llamado desde entonces greta, fue acogido con entusiasmo por los mexicanos y, a pesar de sus probados efectos perniciosos, se sigue usando hoy con singular despreocupación.

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Mundo Nuestro. Esta crónica de Enrique Soto Eguíbar ilustra lo que el número 106 de la revista Elementos editada por la BUAP presenta en una inigualable crónica gráfica del horror al que los seres humanos sometemos a los animales que nos comemos. Un dilema, dice el fotógrafo y escritor, cuyas consecuencias morales simplemente dejamos de lado.

Fotografía de Enrique Soto Eguíbar. Elementos 106



En el año 2008 viajábamos en un gris atardecer rumbo a Tlacotalpan, al paso por la carretera tuve una desagradable experiencia olfativa, un olor nauseabundo e inescapable invadió el automóvil y ahí estaba ese rancho –Santa Rita– un rancho ganadero de donde provenía el olor repugnante. Apenas lo podíamos creer. Amainé la velocidad a pesar de lo fétido y fue así como pude percatarme de lo que ahí sucedía: enormes corrales con vallas de metal que se perdían en la lejanía y en los que había cientos de animales que esperaban a ser embarcados en camiones rumbo al matadero. Olor a miedo. El escenario me pareció dantesco.

Me detuve a tomar fotos, pero el olor imperante me produjo náusea y un estallido de arcadas; logré con dificultad contener el vómito, no pude hacer más que unas cuantas fotos, regresé al automóvil, cerré las ventanas e hice una fotos adicionales. Eso era un campo de exterminio; no pude dejar de pensar en los campos nazi. Este era uno de los muchos campos de exterminio de vacas, la industrialización de la vida y la muerte.

Divisé desde el auto algo como un toro que se aproximaba a una valla sobre la cual se había posado un ave blanca (del tipo de las que abundan por esos rumbos y que frecuentemente acompañan al ganado). El toro se acercó lentamente y lamió las patas del ave, la miró con la languidez típica de los vacunos tristes; imaginé que le decía cuánto envidiaba su libertad y cómo le gustaría ser un toro volador. La escena me impactó profundamente y me prometí usar la fotografía para contribuir a concientizarnos sobre el enorme dolor que infligimos a los animales con los que nos alimentamos. Decidí frecuentar algunos mercados de animales y apuntar mi cámara a los sitios y circunstancias en las que pudiera ver a un animal rumbo al matadero. A partir de entonces he visitado diversos mercados de animales y retratado a los animales en diversas condiciones que creo relacionadas con su crianza, transporte y venta para el consumo humano. No se necesita mucha inteligencia para darse cuenta del enorme daño y dolor que los humanos hemos causado en este mundo. Hemos matado a más de dos terceras partes de todos los animales existentes en el mundo, hemos llevado a la extinción a uno o dos cientos de especies. Animales que jamás volverán a existir, perdidos para siempre en la historia del tiempo. Hemos infligido un dolor inenarrable a los cerdos, gallinas y vacas entre otros muchos de los animales que gustamos de comer; en el caso de los cerdos, el cuadrúpedo más avanzado en la evolución, bastante más inteligente que los perros, el daño y el sufrimiento que les hacemos padecer es inenarrable. No me cabe duda: estamos en la cima evolutiva de los grandes depredadores, nada se escapa de nuestras bocas, desde los insectos hasta los grandes mamíferos, pasando por todo tipo de especies. Solo se escapan, y no siempre, animales cuyo metabolismo los hace de sabor desagradable, aunque eso del sabor frecuentemente se puede remediar con un buen guiso.

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Sobre la memoria
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Raúl Dorra

3
El plomo en la alfarería poblana
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Leopoldo Noyola

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Drogas del siglo XXI:
ketamina, drogas recreativas y dinámicas moleculares
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Obesidad y sistema inmune
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Los animales:
cuando alimentarse se convierte en un dilema
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Enrique Soto

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La enseñanza de las margaritas:
manejando la complejidad en un mundo egoísta

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Daniel Iván Garduño Ruíz

37
Gestión integrada de cuencas:
una aproximación al desarrollo social

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Natali Danahe Santiago Amezcua

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¿Qué semillas come la hormiga roja?
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Ivonne Lucía Ramírez Lucas, Héctor Octavio Godínez-Álvarez y Leticia Ríos-Casanova

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Espejo retrovisor interior:
altar pagano

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Fabio Germán Cupul-Magaña

57
Ciencia a tiempo
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61
Libros
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Escribe Alain Finkielkraut: “Mi suegro me contó un día la siguiente historia: una joven vive en una isla sometida a la vigilancia maníaca de su padre, que la encierra en un castillo. A pesar de todo, llega a enamorarse de un joven. Éste, que debe marcharse de la isla, la presiona para que, con desprecio del peligro que corre, haga cuanto pueda para reunirse con él. Con ayuda de la criada la joven se evade del castillo y sube a una barca; unos bandidos atacan la barca y, al final, muere. Una vez terminado el relato, mi suegro, no sin malicia, me preguntó: ‘¿Quién es el responsable de la muerte de la joven?’. Cavilé, me rasqué la cabeza, dudé si unos u otros. Y finalmente dije que el primer responsable era el padre. Otras respuestas son posibles pero, como yo, todo mundo se olvida de los bandidos, que son los autores del crimen” (Lo único exacto, Alianza Editorial, Madrid, 2017).

He realizado el experimento con algunos amigos y conocidos. El villano preferido es el padre, pero alguno contestó que el pretendiente, otro que ella (asumiendo que era mayor de edad) e incluso uno me contestó que los tres. Al parecer no vemos lo elemental, lo obvio: los culpables son los bandidos.

La ficción de Finkielkraut venía a cuento porque en Francia, luego de que el PSG ganó el campeonato de futbol, los dirigentes del equipo invitaron a los seguidores a celebrar el triunfo en la plaza de Trocadero. Pero “la fiesta degeneró en violencia, pillajes y agresiones. Balance: 30 heridos, un millón de euros en destrozos, 47 detenciones, 23 personas puestas a inmediata disposición judicial”. En menos de lo que canta un gallo se acusó al prefecto de policía e incluso al Ministerio del Interior; “se fustigaron el amateurismo y la incompetencia”. También fue señalada de supuesta ineptitud la alcaldesa de París. Lo curioso —digamos— es que los que cometieron los desmanes desaparecían del mapa de los culpables.



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04-culpable

Ilustración: Jonathan Rosas



Mundo Nuestro. Los recientes asesinatos de periodistas en México obligan a esta pregunta que realiza Viridiana Ríos en la revista Nexos en el año 2013 y que reproducimos con autorización de esa casa editorial. La violencia en nuestro país cada día rebasa una frontera que nunca imaginábamos alcanzar. El crimen de la periodista Miroslava Breach, corresponsal de La Jornada en Chihuahua, quiebra el ánimo de quienes ejercemos el oficio del periodismo. Es ingenuo esperar una verdadera acción de Estado contra tal impunidad. Pues efectivamente la vida de los periodistas en México no vale nada. Por ello es importante respaldar la movilización de los trabajadores de la prensa, y particularmente lo planteado el domingo 26 en la ciudad de Puebla cuando, al grito de "ni uno más", el gremio poblano se propuso la creación de una red de protección ante lo que claramente vemos como una profesión indefensa totalmente frente al crimen organizado. No será fácil, pero hay que construir ese camino desde la acción civil organizada.

“El reportero mira y graba este mundo sombrío
donde todos son fantasmas, donde la vida no vale nada.
Y luego, lo silencian”.

—Alfredo Corchado, Midnight in Mexico



De los 56 periodistas que han sido ejecutados en México en los últimos 10 años sólo en tres casos las autoridades han llegado a la identificación de un sospechoso, y en dos a la sentencia (Committee to Protect Journalists —CPJ—, 2013). Al 96% de los periodistas asesinados nunca se les hace justicia. La situación es aún más alarmante si consideramos los ejecutados que, si bien no son periodistas, trabajaban en la industria mediática o fueron asesinados por ser familiares cercanos de periodistas.1 Tal fue el caso del padre, madre y hermano del periodista Miguel Ángel López, quienes fueron asesinados el 20 de junio de 2011 en el puerto de Veracruz (O’Connor, 2013).

La “Comisión para la Protección de los Periodistas” (Committee to Protect Journalists) registra que en 64% de los asesinatos de periodistas que han sucedido en México el motivo no ha podido ser confirmado, es decir, no se tiene evidencia alguna sobre quién o por qué el periodista fue asesinado.

La realidad es que la historia de los que escriben la historia de nuestro país no se está escribiendo. Se le está dejando pasar, por miedo o por desidia. No sabemos nada sobre un fenómeno del cual debiéramos saberlo todo.

Los mejores esfuerzos por identificar sospechosos han sido realizados por organizaciones de la sociedad civil. La CPJ clasifica a los asesinos de periodistas a nivel mundial en seis categorías: gobiernos, militares, paramilitares, grupos políticos, muchedumbres y residentes locales. En México 90% de los casos de periodistas que han muerto en la última década, y cuyo motivo ha podido ser identificado, son atribuidos al crimen organizado. Esto es atípico. El principal asesino de periodistas en el mundo son los grupos políticos, en promedio 21 periodistas al año mueren en sus manos. De hecho, en nuestro mismo país, apenas hace unos años los principales asesinos de periodistas —de acuerdo a la CPJ— eran militares y residentes locales. Tal parece que el asesino de nuestros periodistas ha cambiado de profesión o de cara.



La narrativa popular es bastante clara en identificar al narcotráfico como el principal verdugo de periodistas mexicanos. Son asesinados cuando su trabajo afecta los intereses del crimen organizado en zonas con altos niveles de impunidad. El narco se enoja al leer la nota. El periodista la paga.

Quién mata a los periodistas

Esta narrativa, sin embargo, se equivoca en muchos de estos casos. No nos explica por qué en 61% de los municipios en los que los medios han cubierto regularmente las actividades del narcotráfico en los últimos 10 años no ha muerto un solo periodista.2 Ni uno solo en Nogales, Mazatlán o Agua Prieta a pesar de que los tres municipios han tenido una amplia cobertura de las actividades de bandas criminales como Sinaloa, Tijuana y Beltrán Leyva. No nos explica por qué no todos los narcos se enojan al leer la nota. Asimismo, tampoco esclarece por qué en lugares donde las tasas de homicidios son altísimas, los periodistas pueden cubrir la nota con toda seguridad, como protegidos por chalecos invisibles. Al revisar lo sucedido en 2010, el año en el que más periodistas han muerto en México (10 de acuerdo a la CPJ), en ninguno de los 10 municipios con tasas de homicidios más altas ni un solo periodista fue asesinado. De hecho, de acuerdo a las estadísticas oficiales del INEGI, las tasas de homicidios dolosos en los municipios en los que al menos un periodista fue asesinado en 2010 nunca fueron superiores a 7 por cada 100 mil habitantes, muy por debajo de la media nacional, esto es, 18 por 100 mil. La narrativa no nos dice por qué no todos los periodistas la pagan.



Lo que sabemos al día de hoy sobre quién está matando a los periodistas en México es poco concluyente, tal vez porque toda nuestra evidencia al respecto se basa en el uso de dos herramientas: investigaciones legales conducidas por las procuradurías estatales (o, recientemente, federales), o etnografía sistematizada recopilada por académicos y periodistas. Una tercera herramienta, que es de hecho la que ha dado respuesta a los más importantes cuestionamientos sociales de las últimas décadas, ha sido dejada a un lado, al menos hasta ahora: la inferencia causal estadística.

Formada como científica social y aprendiz de periodista, me di a la tarea de utilizar inferencia causal para explorar el asesinato de periodistas en México. Sobre los hombros de los grandes científicos sociales vi que los mejores análisis de inferencia causal de las ciencias sociales se han realizado históricamente estudiando hermanos gemelos, analizando individuos que comparten genética y ambiente, pero que a pesar de ello tienen comportamientos disímiles.3 Pares en los que uno goza de plena salud, mientras que el otro muere prematuramente; gemelos que logran ingresos económicos y estatus sociales completamente diferentes; individuos que ingresan a las mejores escuelas pero ven a sus hermanos entrar a prisión.

Así que busqué gemelos. Municipios gemelos. Conduje un análisis econométrico con el que identifiqué municipios que compartían niveles similares de desarrollo económico y desigualdad, cuyas poblaciones eran de tamaño parecido, que contaban con el mismo número de grupos criminales operando, y que incluso tenían tasas similares de crimen.4 Lo único que diferenciaba a mis gemelos era que en un municipio al menos un periodista había muerto, en el otro los periodistas gozaban de plena seguridad.

Quién mata a los periodistas

El uso de esta tercera herramienta demostró dos cosas que no sabíamos respecto a quiénes están asesinando a los periodistas en México. Primero, que a lo que los periodistas deben temerle no es a las zonas violentas, sino a las zonas en las que la violencia está relacionada con la rivalidad delincuencial; y segundo, que incluso si hay alta presencia de grupos criminales, los periodistas no deben temerle a todos los grupos criminales por igual, hay criminales que asesinan más a los periodistas.

La violencia no importa, es el tipo de violencia el que hace la diferencia: los periodistas pueden cubrir con total seguridad zonas que tienen altos niveles de homicidios, siempre y cuando estos homicidios no hayan sido causados por rivalidad delincuencial.5 Los periodistas están seguros incluso en áreas donde los criminales son altamente sanguinarios, siempre y cuando dicha violencia no se explique por el enfrentamiento de bandas criminales rivales. La estadística lo demuestra. Los periodistas mexicanos mueren en municipios como Ciudad Juárez, Chihuahua, o El Oro, Durango, donde las tasas de homicidios por rivalidad delincuencial llegan a los 200 por cada 100 mil habitantes. No mueren en Santiago Amoltepec o en San Jacinto Tlacotepec, ambos en Oaxaca, lugares donde también hay tasas de homicidios de 200, pero donde ninguno de los asesinatos es atribuible a grupos criminales luchando unos contra otros.

Hipotéticamente, un periodista puede reportar a mitad de un tiroteo, siempre y cuando los bandos en disputa no sean criminales organizados. La guerrilla zapatista, los grupos rebeldes de la sierra de Guerrero, las zonas de alta impunidad en Iztapalapa y áreas conurbadas, son muy seguras para los periodistas. Los homicidios que se explican por razones no relacionados con la rivalidad delincuencial no incrementan la probabilidad de que un periodista sea asesinado.

El segundo descubrimiento enriquece esta imagen: aun si el tiroteo fuera causado por grupos criminales en disputa, la probabilidad de que el periodista se viera afectado depende estrictamente de qué grupo criminal esté sosteniendo las armas.

La evidencia empírica demuestra que los periodistas son más vulnerables cuando cubren áreas donde los grupos en disputa son grupos criminales de reciente formación, particularmente Los Zetas y fracciones separatistas del Cártel de Sinaloa. 66% de los asesinatos de periodistas ocurrió en áreas donde operaba alguno de estos grupos criminales. Los Zetas son particularmente violentos, en especial cuando se están enfrentando al Golfo. 40% de los casos se presentó en zonas de rivalidad Zetas vs. Golfo. Otra rivalidad especialmente peligrosa para los periodistas es la que viene de fracciones de Beltrán Leyva peleándose unas con otras. La probabilidad de que un periodista sea asesinado en dichas zonas es 50% mayor que en cualquier otra parte del país.

Hay grupos criminales que tienen un efecto contrario, es decir, tienden a generar ambientes de protección hacia los que trabajan en medios de comunicación. Los periodistas pueden sentirse relativamente más seguros si en el tiroteo las armas las tienen grupos criminales con mayor antigüedad como Tijuana, Sinaloa, Juárez e incluso los Beltrán Leyva (en años en los que los Beltrán Leyva no se habían dividido en fracciones). Del total de periodistas asesinados, sólo 10% estaba en áreas donde operaba Tijuana. Particularmente estables son las zonas en las que conviven Beltrán Leyva y Juárez, o Beltrán Leyva y Tijuana.

En general, se puede decir que no es toda la violencia, ni todos los grupos delincuenciales los que están matando a nuestros periodistas. De hecho, los asesinos pueden identificarse con nombre y apellido, y las condiciones que favorecen sus actos pueden mapearse a partir de estadísticas judiciales. Una política pública de seguridad responsable debe reconocer que a los periodistas ni los matan todos los narcos, ni en todas circunstancias. Los matan Los Zetas y los grupos criminales de reciente creación cuando éstos se encuentran circunstancialmente enfrentándose unos a otros.

Aun así, hay mucho que todavía no sabemos. Las respuestas que provienen de ejercicios de inferencia causal como el que aquí se ha presentado están limitados por la naturaleza misma de la estadística. La inferencia estadística identifica causalidad en ambientes promedio, es decir, nos dice cuál sería el comportamiento esperado de individuos prototípicos. La estadística es ciega a las atipicidades. Y, desafortunadamente, de atipicidades está lleno el periodismo.

Tenemos dudas también de que estemos contando todos los casos de asesinatos que se han presentado en México. Las cifras difieren enormemente dependiendo de la fuente. La estadísticas de los 56 asesinatos identificados por CPJ palidecen cuando se les compara con la cifra que recientemente dio la CNDH. Son 84 los periodista asesinados de 2000 a la fecha, y 20 más desaparecidos desde 2005. Wikipedia (2013) tiene también su propia cuenta: son 148.

Quién mata a los periodistas

Incluso estos números pueden ser subestimaciones. No tenemos certeza sobre cuántos periodistas han muerto porque muchos sólo han desaparecido. Hace casi un año, el 19 de julio de 2012, desapareció Miguel Morales Estrada, fotoperiodista del Diario de Poza Rica. Hasta el día de hoy no ha sido encontrado. En enero de este año fue visto por última vez Sergio Landa Rosado, reportero del Diario Cardel de Veracruz. México es el país del mundo con mayor número de periodistas desaparecidos: siete casos en seis años (CPJ, 2013).

Peor aún, no sabemos cuántos periodistas hubieran muerto de no ser porque, simplemente, dejaron de serlo. Decidieron dejara de cubrir la nota y taparse boca y oídos. El Diario de Ciudad Juárez publicó un editorial dirigido a “las diferentes organizaciones que se disputan la plaza de Ciudad Juárez”, luego de que fuera asesinado Luis Carlos Santiago Orozco, reportero gráfico de 21 años de edad. “Queremos que nos expliquen qué es lo que quieren de nosotros”, clamaba el diario, “qué es lo que pretenden que publiquemos o dejemos de publicar, para saber a qué atenernos”. Luis Carlos era el segundo periodista asesinado en menos de dos años en esa ciudad.

Desde entonces no han muerto más periodistas en Ciudad Juárez. Han pasado tres años.

Autocensura o no, al día de hoy un periodista que cubre México tiene más probabilidad de morir o desaparecer en el ejercicio de su labor que uno que cubre países en guerra como Afganistán, Siria o Somalia (CPJ, 2013). De hecho, México es el cuarto país del mundo donde más periodistas han muerto en la última década, sólo superado por Irak, Filipinas y Pakistán (CPJ, 2013). Identificar quién los está matando es una tarea que no puede seguir siendo dejada a un lado. n

Viridiana Ríos. Doctora en Gobierno por la Universidad de Harvard y colaboradora del Programa de Pobreza y Gobernabilidad de la Universidad de Stanford.

Referencias
Corchado, Alfredo, Midnight in Mexico: A Reporter’s Journey Through a Country’s Descent Into Darkness, Penguin, 2013.
Coscia, Michele y Viridiana Ríos, “Identifying Where and How Criminal Organizations Operate Using Web Content”, en CIKM-12, octubre-noviembre, Maui, USA, 2012.
CPJ, Journalists Killed by Country Database, Nueva York, 2013.
Ho, Daniel, Kosuke Imai, Gary King y Elizabeth Stuart, “Matching as Nonparametric Preprocessing for Reducing Model Dependence in Parametric Causal Inference”, en Political Analysis, 15: 199-236, 2007.
Molzahn, Cory, Viridiana Ríos y David A. Shirk, Drug violence in Mexico: Data and analysis through 2011, Trans-Border Institute, University of San Diego, San Diego, 2012.
O’Connor, Mike, “Family murdered, Veracruz journalist seeks asylum in US”, en CPJ Blog, Mexico, junio 19, 2013.
Ríos, Viridiana, “Tendencias y explicaciones al asesinato de periodistas y alcaldes en México”, en Aguilar Rivera, José Antonio (coord.), Las bases sociales y políticas del crimen organizado y la violencia en México, SSP, México, 2012.
Tucker-Drob, Elliot M., “Preschools Reduce Early Academic-Achievement Gaps A Longitudinal Twin Approach”, Psychological Science 23.3: 310-319, 2012.
Wikipedia, List of Journalists Killed in the Mexican Drug War (al 28 de junio), 2013.

1 De 2000 a 2013 han sido asesinados al menos cuatro trabajadores mediáticos en México (CPJ 2013).
2 Utilizando los resultados de Coscia y Rios (2012) existen al menos 22 municipios en donde se ha dado cobertura mediática a las actividades del narcotráfico de manera sistemática en los últimos 10 años: Tijuana, Campeche, Colima, Chihuahua, Juárez, Durango, Guanajuato, Acapulco, Guadalajara, Almoloya de Juárez, Monterrey, El Fuerte, Mazatlán, Sinaloa, Agua Prieta, Nogales, Matamoros, Nuevo Laredo, Reynosa, Veracruz, Carlos A. Carrillo y Quintana Roo.
3 Véase por ejemplo Tucker-Drob (2012).
4 El método se conoce como “matching by closest neighbor” y ha sido ampliamente explorado por académicos como (Ho et al., 2007). El trabajo preliminar de Ríos (2012) muestra un prototipo del modelo, un manuscrito de Ríos y Holland (Departamento de Gobierno de la Universidad de Harvard) está al día de hoy en elaboración y disponible bajo pedido.
5 En 2011 la Secretaría Nacional de Seguridad Pública (SNSP, 2011) reportó el número de “fallecimientos ocurridos por presunta rivalidad delincuencial” que sucedieron en cada uno de los municipios de México de diciembre de 2006 a septiembre de 2011. Los casos fueron identificados por un comité integrado por procuradurías de justicia locales, federales y otras instancias de seguridad pública, y representan una proporción del total de homicidios dolosos del país. Véase Molzahan, Ríos y Shirk (2012) para una descripción de los datos y su significado.

Postura y comentarios de DLCA con respecto las recomendaciones de la CNDH hechas públicas el 23 de marzo de 2017.

A raíz de las recomendaciones de la CNDH hechas públicas el día 23 de marzo de 2017, una vez más proponemos de manera enérgica alinear las acciones para resolver las recomendaciones de la CNDH con respecto a la contaminación extrema de la Cuenca Atoyac Xochiac que abarca parte de los estados de Puebla y Tlaxcala. Proponemos tomar las acciones y criterios indicados por la Red Internacional de Organismos de Cuenca para alcanzar la gobernanza del agua que como eje central propone la creación de un fideicomiso que esté diseñado como una unidad que responda a la conservación integral de la cuenca y no a los intereses políticos pasajeros. Los recursos recabados deberán ser públicos y deberán manejarse de manera transparente y abierta a la sociedad.



Es importante que se alineen todas las autoridades y que éstas cumplan con las NOM en materia de agua y en particular con los parámetros de la Declaratoria específica Atoyac Xochiac decretada en 2011 para las descargas de aguas tratadas en cuerpos de agua.

La CNDH no puede procesar jurídicamente a las instancias respectivas, pero recomienda a los gobiernos organizarse para trabajar coordinadamente y de forma transversal, de manera que en seis meses puedan presentar respuestas concretas para la solución integral de las recomendaciones emitidas. Si en seis meses no está corregido el problema, la CNDH ordenará a la PROFEPA para que proceda a presentar las denuncias correspondientes ante la PGR contra quienes resulten responsables, pero muy específicamente contra los ayuntamientos que cobran en los recibos el tratamiento de agua y sin embargo no llevan a cabo las acciones a las que están obligados, desviando los recursos y haciendo un uso discrecional de un cobro específico para el rubro de saneamiento. Estas recomendaciones las sustenta la CNDH con el reporte de las investigaciones hechas desde la denuncia realizada en 2011 e informando puntualmente hasta la expedición de las recomendaciones. Lo que podemos observar en el cuerpo del documento de la CNDH es que la federación reporta muchas acciones puntuales debidamente fechadas y sustentadas, aunque obviamente no han sido suficientes pues se necesitan las acciones coordinadas de los tres niveles de gobierno. Por parte de los gobiernos de los estados de Puebla y Tlaxcala, pese a haber firmado convenios interestatales en 2008 y 2011, no ha habido voluntad política ni las acciones necesarias para atender el grave problema de contaminación del agua en la cuenca; tampoco se ha presupuestado desde ambos congresos o desde el poder ejecutivo de los gobiernos de los estados y sus instancias respectivas el presupuesto mínimo para la solución del grave problema denunciado. Quizá por eso el expediente no documenta ninguna acción poderosa llevada a cabo por ambos gobiernos estatales.



Con respecto Puebla, de 2011 a la fecha, ni el gobierno del estado de Puebla ni los municipios que descargan sus aguas en la cuenca han hecho las gestiones necesarias para que los municipios tengan códigos reglamentarios bien hechos y padrones de usuarios que permitan cobrar la dotación de agua potable y su saneamiento de manera clara y eficiente. Las instancias estatales para la gestión del agua han estado reducidas a su mínima capacidad presupuesta y de personal. Con respecto a los dos municipios mencionados en las recomendaciones de la CNDH que son Huejotzingo y San Martín Texmelucan, aun cuando cobran el agua y su saneamiento y cuentan con plantas de tratamiento, éstas se encuentran paradas, desde hace dos años la de Huejotzingo y ocho la de San Martín Texmelucan, por lo que han fallado en cumplir con los parámetros de descarga a un cuerpo de agua de la acorde con la Declaratoria Atoyac Xochiac; están incurriendo en desvío de recursos ya que cobran un servicio de saneamiento que finalmente no están llevando a cabo. Además, ambos municipios están permitiendo que empresas con descargas no afines a descargas municipales contaminen sus drenajes con aguas que no deberían recibir. Dichas aguas altamente contaminadas vertidas en drenajes municipales quedan ocultas y complican enormemente un control eficaz de parte de la autoridad federal (CONAGUA).

Desde nuestra organización hemos señalado en los últimos cuatro años que es de gran relevancia que las autoridades hagan su parte, sancionando a empresas que no cumplen y a quienes descargan aguas contaminadas a drenajes municipales, cargando el costo de sus procesos productivos a la sociedad en su conjunto. Cerca de ocho mil empresas que descargan en drenajes municipales de la ciudad de Puebla y otros municipios conurbados como los dos mencionados en las recomendaciones de la CNDH y otros municipios de la cuenca, permanecen impunes hasta la fecha. Las recomendaciones de la CNDH son otra manera de demostrarle a la comunidad la falta de conciencia ambiental y el poco interés político público y privado por resolver el problema tan grande de contaminación de nuestra cuenca, que además hoy en día se traduce ya en costos sumamente elevados de salud pública.



Como complemento a lo señalado, Dale la Cara al Atoyac A.C. ha realizado ya dos denuncias penales en la PGR contra quien resulte responsable en los dos municipios señalados dentro de la recomendación de la CNDH y también una más en el municipio de Puebla. Con nuestro equipo jurídico nos mantenemos al pendiente del curso de la denuncia, esperando que la PGR realice las averiguaciones pertinentes que deriven en sanciones penales contra quienes resulten responsables de los delitos ambientales mencionados.

Este mandato de la CNDH obliga además a los tres niveles de gobierno a coordinarse y finalmente a converger en lo que Dale la Cara A.C. ha estado proponiendo, que es el fortalecimiento del organismo de cuenca alineado a los criterios de la Red Internacional de Organismos de Cuenca, RIOC, que hoy nuestro país preside. En dichos organismos el problema se aborda de manera conjunta y transversal y se crea un fondo que se aplica en criterios de restauración a largo plazo, muy lejos de los efímeros criterios políticos. La restauración de las cuencas hídricas tiene que diseñarse de manera técnica, jurídica y financiera más allá de los tiempos políticos y los colores de los partidos. Tiene que existir un acuerdo claro para que el agua y su saneamiento se cobre de acuerdo a lo que cada quien contamine y se etiqueten los recursos para ser utilizado en temas de saneamiento y acciones que generen la recuperación del río y la conservación de la cuenca.

Esperamos que las recomendaciones de la CNDH y las acciones legales mencionadas sean tomadas con la debida receptividad y responsabilidad por parte de las autoridades y que sean útiles para lograr la regeneración de la cuenca.

Mundo Nuestro. Héctor de Mauleón ha escrito esa crónica en Nexos en mayo del 2010. Las dos semanas de sequía que incendiaron a la capital del país. Una figuración del apocalipsis que viene para un país que ha hecho todo para generar la más profunda crisis del agua en nuestra historia. La turba que arrasó el palacio de gobierno en el zócalo de la capital de la república en diciembre de 1922, y la represión militar que le siguió, bien figuran el escenario de lo que puede ocurrir en el país si la sociedad mexicana no frena por un momento su loca y ciega carrera al abismo de la depredación ambiental.



El domingo 19 de noviembre de 1922 la ciudad de México despertó sin agua. En la capital había, según el censo realizado el año anterior, 615 mil habitantes. En las primeras horas de la mañana la mayor parte de éstos descubrió que era imposible obtener de los grifos una sola gota. La higiene no era el mejor hábito de los capitalinos: muchos destinaban el domingo a su aseo personal —y pasaban el resto de la semana dándose rápidos baños de gato—. El sistema de aguas, pues, no pudo elegir peor día para fallar. Desde muy temprano ejércitos completos de fámulas y mozos fueron vistos con baldes en las manos, buscando el líquido de un lado a otro. No lograron encontrarlo más que en las fuentes públicas, porque el sonido de la ciudad “había perdido el canto del agua”. Con el pelo enmarañado y lagañas en los ojos, la gente se sentó a esperar. Iba a ser muy largo aquel domingo. Cada habitante de la ciudad solía disponer de un promedio de 200 litros diarios. Cuando cayó la noche las cañerías continuaban secas. “Hasta aquel día, nadie se había dado cuenta de la importancia que tiene el agua en nuestros usos domésticos”, consignó un periodista. Los baños de los cines, las cantinas, los teatros, los restaurantes, se estaban convirtiendo, para entonces, en algo parecido a zonas de desastre.

Al día siguiente se esparció la noticia de que, a causa del descuido de un empleado, las bombas de agua de la planta de la Condesa, en donde concluía el acueducto proveniente de Xochimilco, se habían inundado. El director de Aguas Potables anunció que iba a tomar tres días secar la maquinaria y entregó al público una mala noticia: en ese lapso, la ciudad carecería del líquido suficiente para satisfacer sus necesidades. El agua almacenada, dijo, sólo permitiría abastecer a la población durante dos horas diarias.

La gente alineó cubetas bajo los grifos en el horario señalado (de seis a siete de la mañana, y de cinco a seis de la tarde), pero el agua no llegó. A tres días del desperfecto, el Ayuntamiento informó que el problema iba a prolongarse a lo largo de la semana, “hasta el sábado o el domingo siguiente”. El Universal insertó en su primera plana un titular elocuente: “No hay Agua, no hay Agua, ¡No hay Agua!”.



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