Vida y milagros

En la carretera por donde circulo a diario hay una gasolinera en donde celebran con inusitado entusiasmo las fiestas patrias. La llenan de adornos, de música, de fiesta. El jueves de esta semana solo vi una bandera a media asta.



--¿Por qué está así su bandera? --le pregunté a la amable chava que habitualmente me despacha. --Porque se murió el Juanga.

--Pues s, --le dije yo--, y será también porque nos visitó el gringo ese sangrón.

-- No, pues entonces sí que la ponemos casi hasta abajo.

Ya íbamos a derivar la conversación a cosas negativas, cuando llegó un perro negrísimo, todavía un cachorro, que ya reconoce mi coche por la bolsa de croquetas que cargo para darle. Y nuestra conversación giró hacia rumbos mejores. Y recordé a Sabines, nuestro poeta, recordé el poder que él daba a las palabras, y pensé en una frase inscrita en una iglesia de pueblo que vi hace muchos años: Al principio era el Verbo. La palabra como principio de todo, la palabra, un don de los humanos, para bien y para mal. ¿Por qué no iluminar la conversación y usar otras palabras, desterrando las que debieran ser innombrables o inexistentes?

"Si hubiera de morir dentro de unos instantes" es el título de uno de los poemas que más me gustan de Jaime Sabines. Y en él nombró las palabras sabias que él escribiría antes de esos instantes, palabras con un particular significado para él. Aunque las mías serían otras, aún le robaría árbol del pan y miel. El pan imprescindible, el salido del horno a medio día. Y miel.



En mi casa hay colmenas y por un tiempo una de mis hijas se volvió apicultora. Se compró un overol blanco y un sombrero con velo para poder trajinar con el panal sin riesgo. Verla rodeada del zumbido atarantador de las abejas con ese traje albo era como ver a Remedios la Bella, la de Cien años de Soledad, la que los hombres amaban a la fuerza con solo verla, hasta que un día, de tan bella, se elevó entre las nubes y nadie volvió a verla. Lorena entonces era igual a Remedios, la aparición de un ángel mientras entraba a la cocina a dejarnos los trozos de panal sobre la mesa. Masticar un pedazo de cera y miel era como probar maná del paraíso. Por eso pondría miel.

Y árbol. Los árboles, con su vida secreta y silenciosa, atados a la tierra, a merced de los locos humanos, y aun así poderosos, tragando bióxido de carbono y devolviendo oxígeno, dando albergue a las aves, verdor a nuestra vidas, regalándonos frutos increíbles, leña o bellotas con que adornar la casa en una Navidad. Por eso, árbol.



Si hubiera de morir dentro de unos instantes no pronunciaría la palabra codicia, ni poder absoluto, ni dinero y mucho menos barrocas palabras como prerrogativas partidistas, tampoco muro, impunidad, abuso o miedo. Escribiría cordura, tolerancia, alegría, trabajo, ríos, perdón y puentes. Escribiría conciencia y corazón, así, juntas, y también optimismo y valor. Y por supuesto, y en particular esta semana, ritmo y música y siempre y para siempre, carcajadas.

Escribiría agua, libros, amigos, colores y pinturas, peces, hermanos, tigre, volcanes y la luna. Solo así: la luna, porque es variante y misteriosa, con su lado obscuro y oculto, el que jamás podremos ver desde la visión limitada que tenemos desde la Tierra, como tampoco podemos ver el lado oculto y secreto de quienes creemos conocer, aunque exista. La luna nos regala su lado luminoso y cambiante, aunque también sabemos de ese lado obscuro, que solo lo es para nosotros, y es obscuro porque no lo hemos visto, pero igual puede ser lo mejor de la luna ¿Quién lo sabe? No quiero conocerlo, prefiero imaginarlo. Y por eso, dos veces, escribiría la luna. La luna con sus ciclos: luna nueva, creciente, luna llena, plena, menguante, agazapada en nubes, o como la vi algún día, adentrándose a las doce y diez de la noche adentro del cráter del Popocatépetl, dejándose tragar por él, anaranjada y trémula, para entregarse toda como regalo de cumpleaños envuelta en luz dorada.

"Antes de que caiga sobre mi lengua el hielo del silencio, antes de que se raje mi garganta y mi corazón se desplome como una bolsa de cuero, quiero decirte, vida mía, lo agradecido que estoy por este hígado estupendo que me dejó comer todas tus rosas el día que entré a tu jardín oculto, sin que nadie me viera". Ese Era Jaime Sabines, así eran sus palabras.

Debemos incluso agradecer la muerte que vendrá, porque gracias a eso atesoramos los días y escogemos las palabras con que vamos viviendo, incluso las semanas amargas, como esta que termina, que nos deja un legado de experiencia, de música, de nuevas maneras de retomar el rumbo, de entender el país. Agradezco los días de la conversación y risa con los míos, las pláticas eternas recargados en la mesa de una cocina o en el final de una escalera que subió y bajó al cielo. Las horas febriles de trabajo en una oficina pública, esas oficinas en que a veces se logran tantas cosas y que mucha gente suele despreciar; el cuarto de mis hijos pequeños haciendo la tarea, o las horas calladas frente al sustituto de una máquina de escribir en la que deletrearía por siempre y muchas veces las palabras perro, flores, diálogo, salud y por supuesto, niños y misterio. Borraría para siempre la palabra discordia, mil veces dictadura, intolerancia, avaricia, religiones, fanatismo y por supuesto guerra.

Cada día hay que encontrar la fórmula y las palabras para curar los desencantos, para, como decía Sabines, lograr volvernos dóciles a las maneras del amor. ¿Para qué perder el limitado tiempo en otras cosas que no sea remendar la desdicha, esa que solo se remienda con sobredosis de ternura o palabras de bien? Palabras que nos llenen el corazón de diamantes --que son estrellas caídas y envejecidas en el polvo de la tierra---para andarlo sonando como una sonaja que nos alegre la vida, que nos la haga mejor.

Tenemos que buscar las palabras precisas para superar esta semana en que pareciera que los mexicanos comimos gallo cuando vimos bajar de un avión de la fuerza aérea mexicana al gordo Trump y pisar un suelo inmerecido, superar esta semana en que bebimos copas llenas de lágrimas negras, empapadas en rímel, iguales a las que derramaba Juan Gabriel en sus conciertos largos, llenos de generosa entrega.

Escribiría de últimas la palabra querer, o mejor un te quiero, que en español tiene un valor mucho más inmenso que el te amo, que parece un mal contagio del idioma inglés. Escribiría yo quiero, porque también implica voluntad.

Me alejo de la gasolinera y en el retrovisor veo al perro negro moviendo el rabo mientras come. A lo lejos veo a la bandera antes alicaída, pesada y húmeda por la lluvia; sopla el aire y la veo empezar a ondear con sensualidad desde su media asta, mientras sigo tratando de encontrar todas las palabras imprescindibles y precisas para ayudar a construir de mejor manera mi país.

Mundo Nuestro. Este texto fue tomado del blog Homo vespa por Luis Ramírez Trejo.
José Joaquín Blanco
Juan Gabriel admite la frase con que Alfonso Reyes definió a Pita Amor: "es un caso mitológico", de una facilidad interminable para refundir toda la tradición de la canción mexicana y colocar éxito tras éxito durante dos décadas. No es tan "moderno" ni tan "procaz" como otros compositores, y precisamente en su sencillez radica su estilo, una sencillez provinciana que tiene que recurrir a todo tipo de manierismos para seguir insistiendo en los tres o cuatro temas decentes del sentimentalismo: el abandono, el encuentro, el regreso, el recuerdo. Lo hace con mariachis o con coristas, con orquestas o con acordeones. Sus letras resultan humildísimas: dos o tres frases coloquiales, de sentimentalismo naif a la hora del noviazgo y rumbo a la panadería. A veces construye toda una canción con garigoleos de una sola frase: como bailar en el Noa-Noa o querer ir a Ciudad Juárez. Se apoya en una rica tradición —mencionemos nada más a José Alfredo Jiménez— en la que insiste una y otra vez, con inagotables recursos de gesticulación y colorido que las vuelven involuntariamente camp, aunque lo que intentan es la cursilería en serio: sus excesos payos, su humor no buscado, sin embargo, a veces las redimen un tanto, y su mal gusto se airea con algún perfil humorístico: melodramas que resultan chistes. Así conmueve y hace sonreír, incluso reír con carcajadas no exentas siempre de nerviosismo ni de albur. Jamás se aparta de los más comunes de los lugares comunes, ni de los ritmos más acentuados y pegajosos; resultado: toda la ciudad canta todas sus canciones con una facilidad para la memorización que merecería más nobles empeños y que ningún otro compositor reciente ha conseguido. Prácticamente todo cantante famoso ha recurrido a las canciones de Juan Gabriel (dicen que sólo se salva, macho y tradicionalista, Vicente Fernández). Acaso en ninguna voz suene mejor que en Rocío Dúrcal, a la que de hecho resucitó: ese prototipo de "una buena chica pero nada más" de los años sesenta, la de "Los piropos de mi barrio" y "Todo es mío".

Rocío Dúrcal añade cierta gracia, con su mala dicción madrileña, a las ranchera inspiraciones de Juan Gabriel; y su voz, siempre hermosa, atenúa las simplezas más evidentes. En realidad, la mayor parte de los éxitos de Juan Gabriel, aunque hayan sido estrenados o retomados por otros cantantes, o por él mismo, ya no se pueden oír sin el tono durcalesco. Se cuenta que Marlene Dietrich y Judy Garland huían de las canciones de letras complicadas y buscaban las más sencillas, de modo que la letra no compitiera con la voz. Distancias respetadas, la Dúrcal gana mucho con la sencillez juangabrielesca, ajena a la sintaxis y hasta al sentido común, con versos como "estoy muy triste desde que te fuiste", "por Dios no llores más", "vengo triste y derrotado", "como te quiero, mi amor, no te ha querido ninguna", "estás de otra todito enamorado", etcétera. Juan Gabriel le apuesta al corazón y deja a un lado las aristas sensuales: celebración del amor, del despecho, del recuerdo; súplicas de perdón, ganas de volver: alma, vida y corazón, con un léxico de dos o tres elementos:
Te quiero mucho-mucho
desde hace mucho tiempo,
te quiero mucho-mucho
desde el primer "te quiero",
te quiero mucho-mucho
desde que estás conmigo,
te quiero mucho-mucho
desde que estoy contigo.
La cantante debe enfrentarse con la simpleza o con la llaneza provinciana (Mari Trini también enriquece algunas simplezas rancheras). Hay frases realmente ridículas que deben asumirse como tales, aun cuando se pretendan desagarradamente melodramáticas: "No es correcto, no-no es justo ni es normal/ que sufras tú por mí", y no deja de ser un alarde de histrionismo llenar una decena de long plays con dos o tres temas. El centenar de canciones de Juan Gabriel no son, en rigor, más que multiplicaciones mimeográficas de cinco, totalmente convencionales, cosas como "No hay lugar en el mundo donde puedas olvidarme" o "ahora sé muy bien que la vida sin ti no la puedo vivir" y hasta cuentos de nunca acabar:
Siempre volverás,
una y otra vez;
una y otra vez
siempre volverás;
aunque ya no sientas más amor por mí,
sólo rencor,
yo tampoco tengo nada qué sentir
y eso es peor,
pero te extraño, también te extraño...
La imposibilidad de vivir sin Amor, y amor puro y entregado y del bueno, no sensualidades promiscuas del tipo de las celebradas por José José: un solo-único-amor-verdadero, que se fue y no se podrá olvidar, y al que se extraña con todo tipo de maquinaciones melódicas y prestidigitaciones silábicas, siempre sin gramática y con un diccionario de media cuartilla: "Te pido por favor/ de la manera más atenta que/ me dejes en paz/ de ti no quiero nada ya saber", o bien:
No quiero volver a vivir el ayer que vivía, no quiero volver a sufrir: no, mi vida; ya me acostumbré a vivir junto a ti y a tus besos, no quiero empezar otra vez: no podría...
Juan Gabriel ha intentado, con suma dificultad y éxitos esporádicos, temas (relativamente) diferentes del Unico Tema (encuentro-abandono-recuerdo-con-deseo de-volver), tales como aquel juvenil amor sin dinero ("No tengo dinero ni nada que dar"), sus homenajes a María Victoria y a María Félix, sus celebraciones de un salón de baile y de Ciudad Juárez, alguna incursión en el amor de aventura (visto con desapego: "amor a oscuras, sin felicidad"), alguna elegía por un amigo muerto en Acapulco y hasta berrinches del tipo de "no me vuelvo a enamorar".
Se espera de él siempre lo mismo, y con qué prodigios logrará diferenciar —por milésima vez— lo siempre-igualito y treparlo al Hit Parade. Y el tono exageradamente sentimental, aun para canciones comerciales, de clara sensibilidad gay —en el sentido de la hipersensibilidad de los excluidos del amor "normal", con asideros familiares y beneplácito social. Y aun curiosos detalles, cantados por todo México, como aquel de "El que ahora amo contigo tiene un parecido/ pero distinto el sentimiento/ porque él es bueno y tú sigues siendo el mismo".

Juan Gabriel logró rescatar a Rocío Dúrcal del olvido de jovencita de otra época en que había quedado; a partir de sus éxitos juangabrielianos empezó a ser otra, una cantante capaz de ironía y de juego, de dobles sentidos y aun de audacias como la de "La gata bajo la lluvia", acaso una de las mejores canciones (Pérez Botija) que el comercio musical ha dedicado a las noches urbanas:
Ya lo ves: la vida es así,
tú te vas y yo me quedo aquí;
lloverá y ya no seré tuya:
seré la gata bajo la lluvia
¡y maullaré por ti!
¿Para qué insistir en la chatarra intelectual y musical que constituyen todas estas canciones, como un alimento de pobres —bodrio— o hamburguesas de desperdicio para las ciudades tristes? La educación sentimental de la muchedumbre se gradúa en estas letras, se tararea en estas melodías.
Al final de la jornada, muchedumbres bien vestidas o astrosas entresueñan con estos amantes mitológicos del Amor enmayusculado y a toda orquesta, con esos Ayeres Inolvidables y esas Noches de acrilán. ¿Qué cosa es la naturalidad, cuál el artificio? ¿En qué pueden ser sinceros los hombres artificiosamente urbanos?

Corazón de fantasía entre supermercados y automóviles, unidades habitacionales y tarjetas de crédito, escalofríos de nota roja y grandes ofertas en su almacén de prestigio. La poesía deviene chatarra en la canción, desde luego: ¡pero al fin deviene en algo, existe! Y ni siquiera las mayores mentes de ninguna generación han dejado de tararear melodías idiotas, y de sabérselas de memoria, como difícilmente recordarán a un Pound.
Aceptemos con humildad y con no tan secreto entusiasmo el basurero espiritual en que pepenamos cuentos rosas para solitarios tristes. Y en "un cartel de publicidad", como cantó Rocío hace tantos años, un cartel que reina sobre el viaducto, veamos nuevamente a la Dúrcal, con un perfil de falsa elegancia y una copa en la mano, llamándonos a los tristes sueños cancioneros:
¿Dónde estarán nuestros tiempos
y las flores y el champán?
De aquellas vivencias casi nada queda ya.
¿Dónde estarán los amores
que muy joven disfruté?
De alguno me pregunto si tal vez me enamoré.
Larai larira liralira lirará
Larai larira liralira lirará
(Fotografía de portadilla tomada de La Jornada)

Del absurdo cotidiano

Esto que ha hecho el Jefe de Estado que, aunque apene decirlo, es Peña Nieto, no es una tontería, es una aberración y un insulto al país que supuestamente gobierna. Porque este hombre ya no se gobierna ni a sí mismo.
Si tuviera un poco de conciencia, si pensara en quién es. Si hiciera las cuentas.
Sólo el 22 por ciento de los mexicanos aprueba su gobierno. Y eso hasta ayer en la noche. Hoy en la mañana habrá perdido no sé cuántos otros. Y cree que invitando a Trump va a ganarse a alguien. ¿Pero a quiénes en sus cinco sentidos y con la cabeza en alto? ¿Para qué lo invita? ¿Para que nos pida disculpas? ¿Para exigirle frente a los mexicanos que lo perdonemos por decir que somos ladrones, violadores, asesinos?
No hay manera. Aunque Trump bajara del avión a besar la tierra mexicana y luego barriera con la lengua del aeropuerto a la villa de Guadalupe no tiene perdón lo que ya hizo.
¿Invitarlo? ¿Cómo se le pudo ocurrir?
Y luego se pregunta por qué no lo aprobamos. Ahí tiene la respuesta. En su desdén por lo que pensamos, por lo que sentimos.
¿Quién se cree? Pues, para nuestra desgracia, se cree quién es. Con el 38 por ciento de los votos ganó las elecciones en 2012. Entonces, aunque nos afligió y nos aflija aceptarlo, ganó la presidencia y la condición de Jefe de Estado. Y es ésa la que no respeta. Presidente es cada vez menos porque cada vez tiene menos poder, lo anda tirando cuando voltea la cara y no mira el tiradero que hay para donde los demás sí volvemos los ojos, porque queremos y porque no queda más remedio que ver lo obvio.
De remate, quizás Trump no viene ni pedir perdón. Como dijo un tuitero puede venir a decirnos cómo quiere los acabados del muro. Es un señor impresentable, majadero, malo y falto de juicio al que Hillary Clinton le ganará las elecciones. Así que, de remate, este Jefe de Estado, _lo que formalmente significa representante de la nación mexicana_, con la impertinencia de esta invitación está peleándose con la futura presidente de los Estados Unidos.
Estamos hechos. Y le quedan dos años de ocurrencias. Da miedo. Y enojo. Dos pasiones horribles que quien despierta, no sabe lo que hace.



Mundo Nuestro. Los tiempos no son gratos. El Estado mexicano afronta obstáculos que parecieran infranqueables. Uno de elos está a la vista en la cada vez más clara incapacidad del gobierno de Enrique Peña Nieto para conducir el país desde el gobierno federal. Apenas rebasa los dos dígitos en su credibilidad. Y la perspectiva de una nueva y brutal crisis económica está en la boca de los enterados; y la insurrección de grupos sociales tan diversos como los jerarcas de la Iglesia católica o los maestros de la CNTE en Michoacán, Chiapas y Oaxaca; y la violencia que azota regiones enteras del territorio.

Aquí este análisis presentado en el programa ForoTV por dos de los más serios analistas de la vida pública de México. Esta conversación se presentó el lunes pasado en el programa Es la hora de opinar con Leó Zuckerman, en ForoTV .



https://jorgecastaneda.org/notas/2016/08/29/la-hora-opinar-leo-zuckermann-29-agosto-2016-forotv/

Lunes, 29 Agosto 2016 00:00

Juan Gabriel descifrado por Monsiváis/

Mundo Nuestro. La revista Nexos presenta fragmentos del libro Escenas de pudor y liviandad escrito por Carlos Monsiváis.

Aquí una idea de lo que el más importante cronista de la cultura popular mexicana en el siglo XX llegó a expresar de Juan Gabriel.



“Había una vez una ciudad llamada Juárez en la frontera de México con Estados Unidos. Allí vivía un adolescente solitario, ajeno a la política y a la cultura, aficionado irredento de las cantantes de ranchero, de Lola Beltrán y Lucha Villa y Amalia Mendoza la Tariácuri… y ese joven, furiosamente provinciano (cosmopolita de trasmano, nacionalista del puro sentimiento) creaba por su cuenta una realidad musical nomás suya, la síntesis de todas sus predilecciones que no existía en lado alguno, y para su empresa disponía de la memoria (en donde resguardaba las melodías que no podía llevar al papel pautado), del ánimo prolífico, de una guitarra, de muchos sueños y de la casualidad de que en el país decenas de miles intentaban lo mismo: componer para hacerse famosos, componer por no hacer arte sino con tal de representar sentimientos y situaciones (enamorarse, desenamorarse, frustrante, narrarle a todos el dolor de no poder contarle a nadie el sufrimiento, desahogar el rencor, aceptar que todo acabó y todo empieza)."

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Vida y milagros

(Ilustración tomada de la revista Nexos)



En el Plan Nacional de Desarrollo 2012-2018 se declaró todo lo relacionado con el abasto, aprovechamiento, cuidado y utilización del agua, materia de SEGURIDAD NACIONAL. Sin embargo, dicha declaratoria no ha tenido un acompañamiento presupuestal equivalente al tamaño del problema ni desde el Congreso de la Unión, y muchísimo menos desde los congresos locales, en los que el tema del agua no solo no es prioritario, sino que ni siquiera tiene una armonización con el presupuesto federal, aun cuando la deficiente gestión del agua está ya generando un altísimo estrés hídrico y de salud en muchos estados del país.

No solo es la falta de agua, sino su poco cuidado y erróneo aprovechamiento y explotación lo que ha puesto el tema en el foco rojo de la seguridad nacional. Prácticamente no hay una cuenca sin algún grado de contaminación en México, aunque los grados de la misma varían. Y no hay una cuenca en que hasta la última gota de agua, aunque esté contaminada, no tenga alguien que la espera y necesita, alguien dispuesto a pelear o a matar por ella.

En cuanto al saneamiento, de todas las plantas de tratamiento construidas en el país, casi ninguna funciona por diferentes motivos técnicos o financieros. Muchas se construyen sin tomar en cuenta los mecanismos financieros necesarios para costear su operación y dejan de funcionar cuando a los ayuntamientos les llega el primer recibo de luz, casi siempre impagable. No hay políticas públicas que apoyen energías sustentables o cuotas preferenciales de luz para operar las plantas tratadoras. Normalmente la federación paga las plantas, pero en los estados y municipios no se hacen cargo de planear y costear su operación. Otras plantas operan mal porque no están diseñadas para tratar todo tipo de aguas residuales. Tratar juntas aguas de diferentes calidades es muy caro. Las plantas diseñadas para tratar aguas domiciliarias colapsan con la mezcla de aguas industriales que no debieran entrar sin tratamiento a los colectores municipales. Cientos de industrias descargan sus aguas residuales escondidas en los drenajes municipales y no toman en cuenta en sus costos de producción el tratamiento del agua que utilizan. Por otro lado, la capacidad de cobro del agua y de su saneamiento por parte de los ayuntamiento, o es insuficiente o de plano no existe. Y así, cientos de ayuntamientos e industrias contaminan ríos, lagos y mares sin que la autoridad pueda construir un orden en la gestión del agua.



El cobro de la factura de la mala gestión del agua ya está en la puerta y el pago saldrá a costa de sacrificar otros rubros del presupuesto.



Hace dos semanas los diluvios provocados por la tormenta "Earl" dejaron a su paso en la sierra norte de Puebla cerros que se desgajaron como arena porque ya no tienen árboles que sostengan la tierra, erosionados porque los han deforestado para usarlos en cultivos agrícolas. La falta de ordenamiento territorial, de políticas públicas que apuesten a la sustentabilidad y los cambios inadecuados de uso del suelo van lentamente pasando la factura. Más de 50 muertos y miles de personas afectadas por la pérdida de su patrimonio han quedado atrás. Es otro pedazo más del rompecabezas de la crisis del agua que debe abordarse como un todo. Se van los árboles y con ellos la tierra y el agua.

El ciclo del agua en nuestro país está hundido en un círculo vicioso que solo puede romperse con planeación, paciencia y un presupuesto bien construido a largo plazo, bien vigilado y aplicado con inteligencia.

Vida y milagros

Los presupuestos estatales destinados a la gestión del agua han sido mínimos desde hace muchos años. ¿Qué hará nuestros congresos locales al respecto este año? ¿Qué decidirán los senadores y los diputados federales con respecto al presupuesto nacional destinado a la gestión del agua? ¿Qué harán para comprometer a los gobernadores y a los congresos locales para hacer sus aportaciones equivalentes en los estados? ¿Qué harán para priorizar lo fundamental sobre la banalidad que suele regir las decisiones en el gasto público? Si el mismo Congreso de la Unión tiene catalogado este tema como de seguridad nacional, los diputados y senadores antes que nadie deberían de hacer el trabajo sin necesidad de presiones. No soy optimista al respecto ni podemos esperar que así sea.

Muchos problemas pueden posponerse, la falta de agua no. Cada vez somos más los convencidos de la importancia de actuar ya, pero ignoro si somos suficientes como para hacernos oír.

En septiembre se inician nuevos periodos de sesiones en los congresos locales y en el Congreso de la Unión. Se alistan ya las prioridades pero éstas se rigen usualmente por las presiones de los gobernadores y su insaciable sed de lucimiento inmediato. ¿Será la agenda del agua sujeta a recortes otra vez?

La urgencia de hacer un uso sustentable del agua requiere de toda la voluntad política de quienes gobiernan y también del esfuerzo, la coordinación y la disciplina de los tres niveles de gobierno en todos los estados del país. No hay un estado que se salve y que apruebe un buen manejo del agua. Todos están en crisis. El cuidar el agua y restaurar las cuencas hídricas no ha sido atractivo porque no tiene rendimientos políticos inmediatos. ¿Habrá que esperar a que lleguen las guerras por el agua para priorizar su atención en el gasto público?

El problema del agua requiere de estadistas, no de políticos.

El marco jurídico existe pero no se cumple. Todos los gobiernos estatales o municipales, las concesionarias de agua y miles de industrias deben millonarias multas a CONAGUA por violar la normatividad. Las instancias encargadas de aplicar las normas ambientales en materia de agua son muy débiles y los recortes presupuestales amenazan con debilitarlas aún más.

El año que viene se dará al INE y a los partidos políticos miles de millones de pesos otra vez. Como no, si ellos mismos desde los congresos parten y reparten el dinero con criterios para mí incomprensibles. Sería bueno encerrarlos en las cámaras de diputados una semana, sin agua en los baños y con una botellita de agua al día como toda ración. A ver si así se sensibilizan y entienden.

Los lujos del siglo XXI serán cinco: aire limpio, agua suficiente y potable, el silencio, el espacio y la privacidad. Sin aire podemos vivir tres minutos, sin agua, quizás tres días. Y la estamos perdiendo porque casi todo se ha hecho mal o ha sido insuficiente. Priorizar el tema del agua en la agenda legislativa con toda energía es una acción indispensable. Ojalá que no esté llegando demasiado tarde o que una vez más a los legisladores les parezca postergable.

Los océanos del mundo necesitan ser salvados de la sobrepesca y la contaminación y según un informe reciente de la Comisión del Océano Global (GDC) es necesario tomar medidas urgentes en los próximos cinco años.

La Comisión del Océano Global (GDC), un grupo de políticos de alto nivel formado en 2013, subraya que las medidas de rescate deben incluir la restricción de la pesca industrial y el establecimiento de regulaciones más estrictas para la exploración y explotación de petróleo y gas en alta mar.

"Los océanos están en estado fallido", ha declarado a Reuters David Miliband, ex ministro de Exteriores británico y co-presidente de la Comisión. "Un área previamente virgen del planeta se ha convertido en una zona de saqueo”.



La zona de alta mar es el área fuera de las zonas costeras nacionales y cubre casi la mitad del globo. Es ahí donde los peces están bajo la presión de las capturas ilegales y no reguladas, de acuerdo con el informe.

Cada año se capturan en alta mar alrededor de 10 millones de toneladas de pescado por valor de 16 mil millones de dólares, de atún a moluscos, en alta mar, fuera de las cuotas de captura mundial de pescado de 80 millones de toneladas, según el informe. Según la Comisión si no se implementa eficazmente su plan de cinco años, la comunidad internacional debería considerar convertir la alta mar en una "zona de regeneración", donde las poblaciones de peces pudieran recuperarse.

El cierre de estas regiones saqueadas puede tener un impacto económico - costaría a cada persona en el planeta unos 2 dólares, informa Reuters - pero a la larga permitiría un aumento de 4 dólares en la captura de peces en las regiones costeras, según los consultores McKinsey and Co..

Sólo 10 países tienen capacidad real de pesca de altura, por lo que la medida sólo afectaría a Estados Unidos, la Unión Europea, China y Japón.

Como parte de los esfuerzos mundiales para proteger los mares, el presidente Barack Obama anunció la semana pasada sus planes para crear la mayor reserva marina del mundo, una iniciativa que protegerá una gran parte del Océano Pacífico de la sobrepesca, la exploración de hidrocarburos y la contaminación.



"El océano proporciona el 50 por ciento de nuestro oxígeno y fija el 25 por ciento de las emisiones globales de carbono. Nuestra cadena alimentaria comienza en ese 70 por ciento del planeta ", señaló José María Figueres, co-presidente de la Comisión, en un comunicado de prensa de la Comisión.

La Comisión cree imprescindible un nuevo acuerdo internacional, que se negociaría en el marco del Convenio de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (UNCLOS). Tal acuerdo haría de los océanos una prioridad, protegería las áreas protegidas marinas de alta mar, prevendría el despilfarro de recursos marinos en la explotación pesquera, así como permitiría a los gobiernos salvaguardar el 64 por ciento de los océanos que se encuentra fuera de las jurisdicciones nacionales. Jenna Lacurci



El texto completo del informe en inglés puede consultarse aquí.

Para el resumen ejecutivo en español en PDF, seguir leyendo aquí.

GDC, comisión de estudio de alto nivel compuesto por personalidades políticas, co-presidido por José Maria Figueres, Trevor Manuel y David Miliband, que busca soluciones a la crisis de sostenibilidad de los océanos.

La respuesta de Felipe --un niño huérfano de Atlixco sin posibilidades de mantenerse en la escuela por falta de dinero-- ante la pregunta insistente del futuro con su abuela salió sin pensar:

-¿Qué serás de grande?

- Cuando era pequeño pensaba en ser Presidente… pero hoy sólo quiero tener a mi abuela y trabajar para mantenerla y cuidarla. Y salió corriendo para seguir jugando frente al Palacio Municipal de este lugar.



Es Felipe Medina Cortázar, de escasos 12 años de edad. Y por él comprobamos que existe la solidaridad en una sociedad tan descompuesta y degradada.

A 20 minutos de esa banca del zócalo de Atlixco –en la que por dos horas recibió este viernes la carretada de ayuda de familias de Atlixco para no sólo ir a la escuela, también para sobrevivir todos los días-- está la colonia Insurgente II, ubicada al sur de la ciudad.



Y ese sur de Atlixco es miseria, riesgos por la construcción de viviendas sobre la ribera del río, delincuencia, paracaidismo inmobiliario, tristeza, desolación. Y en esa franja poblada de manera ilegal desde hace más 30 años, ellos, los Cortázar, son pobres dentro de los pobres.

La puerta de lámina sólo es el aviso. No hay baño, agua potable, trastes, gas, comida, drenaje. “No hay nada… sólo blocks apilados uno sobre otro sin cemento”, me dice la abuela de Felipe en una entrevista con este medio de comunicación.

Son las tres de la tarde con 43 minutos de ayer viernes. Y la abuela y Felipe logran confundirse entre los citadinos y los turistas que alegremente toman el aire puro filtrado por los árboles.



Justo en la banca frente a la entrada principal de Palacio de Gobierno de Atlixco hay una mujer de rasgos indígenas sentada observando a un chico de camiseta naranja. Junto a ellas tres mujeres y dos niños.

Esperan la ayuda y ofrecen bendiciones a quienes se unen a la causa. Y afortunadamente decenas de atlixquences se sumaron para intentar cambiar la realidad del pequeño Felipe Alexander Medina Cortázar, de 10 años de edad, y de su abuela María de los Ángeles Cortázar López, quienes viven en la extrema pobreza. Una razón simple para entender que Felipe estaba a punto de dejar la escuela.

Tras el llamado en las redes sociales de un grupo de mujeres de esta ciudad, quienes dieron a conocer esta historia, el pequeño y la mujer de la tercera edad reciben zapatos, útiles escolares, ropa, un teléfono, un estudio médico y hasta aportaciones económicas del extranjero para sobrevivir.

Por más de dos horas, la familia espera en el zócalo de Atlixco, junto a personas interesadas en ayudar, recibiendo todo tipo cooperación. Pero eso no es todo: la abuela requiere medicamentos porque el azúcar en la sangre ya la alcanzó. Y ponen a disposición un número celular para contactarla: 2441214241. Y una cuenta en Banco Azteca: 54321396452391 a su nombre.

Hace casi cuatro meses, la madre del todavía estudiante de la primaria Felipe Carrillo Puerto de esta ciudad murió víctima de cáncer. Y ante la total ausencia del padre, el hijo quedó a resguardo de la abuela.

Sin embargo, las cosas comenzaron a complicarse debido a la enfermedad de María de los Ángeles quien por falta de recursos económicos desde abril pasado no se atiende la diabetes, situación que terminó por quitarle los dedos de sus pies y el trabajo.

Sin trabajo y dinero, desde la colonia Insurgentes, una de las más pobres del sur de la ciudad, salieron a las calles a pedir ayuda y se encontraron con la solidaridad de los atlixquences.

Del absurdo cotidiano

Pienso que envejecer con serenidad debe ir siendo el resultado de una buena argamasa hecha con lo que se recuerda y lo que se olvida. Yo en eso creo que voy bien. Guardo el recuerdo de muchas emociones y mientras las necesito, para sobrevivir cuando empiece a pasar el tiempo sin trajín, vivo en el presente con una pasión que no les da mucho tiempo. Hace algún tiempo me pidieron un texto para conmemorar el no sé qué número de aniversario de la vida del Museo Universitario del Chopo. Yo dirigí el museo hace más de treinta años. Y recuerdo que me gustó mucho hacerlo, que fue cansado y que ahí me gané la vida unos tres años. Por ahí anduve paseando todo mi primer embarazo, inventé no sé cuántas barbaridades y decidí dejarlo para dedicarme a escribir una novela. He tratado de recuperar la memoria de algunos de mis quehaceres en el museo y no he conseguido ni remotamente un recuerdo preciso y ordenado. Hermoso y raro, el edificio convertido en Museo Universitario del Chopo me provoca emoción y nostalgia. Al evocar los sueños y promesas que puse en él siento alegría. Era tan joven. Entonces no lo sabía yo como lo sé ahora. Tenía veintiocho años, una curiosidad sin límites, un deseo de hacer mil cosas por minuto. Ahora hablo de esa mujer con ternura y condescendencia porque ha pasado el tiempo por las torres y los ventanales del Museo, como ha pasado entre mis ojos y mis recuerdos. Cuando el entonces director de Difusión Cultural en la Universidad Autónoma de México, me preguntó si aceptaría la dirección del museo, yo no sabía a cabalidad que el sitio al que con tanto bombo se llamaba Museo del Chopo, era un edificio vacío de pared a pared, bajo cuyo techo habitaban cientos de palomas y en el que la gente seguía buscando a un dinosaurio. Durante años el lugar albergó el Museo Nacional de Historia Natural y entonces miles de niños lo habían visitado para ver la osamenta de un célebre dinosaurio, el espanto disecado de un búfalo con dos cabezas y las vitrinas apolilladas en que se guardaban no sé qué imaginerías, porque no alcancé a verlas, pero seguramente nimiedades que hubieran matado de la risa ya no se diga a Darwin sino a cualquier biólogo que se respetara. Por eso lo habían quitado de ahí y se habían llevado al dinosaurio a un nuevo hábitat cuyo aspecto parecía más cercano a la ciencia. Todos los fines de semana algunos padres de familia con hijos entusiastas se presentaban a preguntar por el dinosaurio. Nada más penoso que el gesto de sus caras decepcionándose. Mi galerón, ya les dije, estaba inmensamente vacío y a mí se me pidió, con toda la frescura inocente de años en los que nada y todo se podía, que hiciera algo con el lugar para convertirlo en un sitio útil a la difusión de la cultura. Algo que dimos en llamar un “museo vivo”. ¿Los recursos para tal cosa? Un grupo de trabajadores de la UNAM, sindicalizados para ayudarse a no dar mayor golpe, una mujer joven que se resistía a mi presencia y un hombre al que yo veía viejo. Con ellos, primero desconfiados y luego amigos, emprendimos la fantasía. No puedo recordar todo lo qué hacíamos.



El escenógrafo Luna, un hombre guapo que caminaba como si al hacerlo fuera soltando al aire pedazos de su mundo, me ayudó a imaginar un foro en el que hacer obras de teatro. Pusimos una estructura hecha de fierro y tablas, parecida a las que ponen junto a los políticos en los desfiles. Frente a esas gradas acomodamos una tarima de madera y a los lados unas tiras de tela por las que entrar y salir a las que él con toda elegancia llamaba “piernas”. Alguien dijo dragón, fue la primera obra de teatro para niños que se montó en el Chopo. Luna el escenógrafo debió tener por esos años un hijo que se llama Diego. Yo mandé hacer unos volantes que anunciaban la obra y otras actividades menores, avisando: “El dinosaurio ya no está en el Chopo, ahora tenemos teatro, talleres de pintura para niños, exposiciones”. No me acuerdo qué otras ofertas hice. La mezcla de esos días se me pierde como tantas cosas. Sin embargo el tiempo ha sido amable con el Museo del Chopo. Es ahora lo que somos hace tiempo: un lugar abierto al arte y la imaginación de mucha gente. Yo nada más lo acompañé al principio.



RELACCIONADA: 34 años del Chopo



Ciudad de México, 24 de agosto, 2016



A la opinión pública:

Quienes suscribimos estas líneas pertenecemos a la comunidad académica mexicana. Como parte de ella, reprobamos el plagio en todas sus variantes. El caso que ocupa en estos días a la sociedad mexicana es el de la tesis de licenciatura que redactó a principios de los años noventa el ahora presidente Enrique Peña Nieto. Esta tesis fue presentada en la Facultad de Derecho de la Universidad Panamericana y, por tanto, es esta facultad la que responderá concretamente a la evidencia presentada. El hecho es grave en sí mismo por todo lo que implica respecto a los valores que deben orientar no solo la vida académica, sino a la vida en sociedad. En lo que respecta a la primera, sin estos valores, entre los que destaca la honestidad intelectual, el desarrollo del conocimiento en todos sus campos es prácticamente impensable.

Tanto el vocero de la Presidencia como el secretario de Educación y el director de la tesis en cuestión (ahora miembro del poder judicial de la Ciudad de México), al igual que una parte de la opinión pública, han minimizado el hecho. Esto nos parece aún más preocupante. Como académicos y como ciudadanos, creemos que es una obligación elemental señalar lo inaceptable de una conducta indebida. Si esta conducta es relativamente usual, eso no disminuye dicha obligación. Se trata, en el caso del plagio académico, de una acción que atenta contra el quehacer intelectual, contra las normas mínimas que deben regir el funcionamiento de toda institución universitaria y contra aspectos esenciales en la formación de la juventud mexicana. Conviene recordar que la universidad no forma principalmente académicos, sino hombres y mujeres con los conocimientos, valores y herramientas indispensables para construir una sociedad mejor.



Mientras no surja una conciencia del sinnúmero de implicaciones y consecuencias negativas que conlleva el plagio académico, mientras se le siga considerando una falta menor y mientras no exista una legislación adecuada para identificarlo y castigarlo, seguirá siendo una práctica más o menos recurrente entre los estudiantes, profesores e investigadores de México. Aunque en años recientes han salido a la luz varios casos que han llevado a la discusión del tema y se han presentado algunas propuestas al respecto, las autoridades correspondientes y la sociedad en su conjunto no han reaccionado como el problema lo amerita y exige.



La honestidad no es, ni puede ser, una moneda de cambio, sino un principio que debe regir la vida académica, la vida política y la vida social. Reivindicar este valor en todos los ámbitos es parte necesaria de la lucha contra la corrupción y contra la impunidad.

Roberto Breña, COLMEX

Alfredo Ávila, UNAM

Daniela Gleizer, UAM

Fausta Gantús, Instituto Mora

José Antonio Aguilar, CIDE

Elisa Cárdenas, Universidad de Guadalajara

Érika Pani, COLMEX

Iván Escamilla, UNAM

Jesús Rodríguez Zepeda, UAM

Catherine Andrews, CIDE

Eugenia Roldán, CINVESTAV

Soledad Loaeza, COLMEX

Ariadna Acevedo, CINVESTAV

Antonio Azuela, UNAM

Gerardo Esquivel, COLMEX

Rafael Rojas, CIDE

Benjamín Arditi, UNAM

Juan Ortiz, Universidad Veracruzana

Gabriel Negretto, CIDE

Marco Antonio Landavazo, Universidad Michoacana

Gabriel Torres Puga, COLMEX

Rodrigo Moreno, UNAM

Ariel Rodríguez Kuri, COLMEX

Guillermo Estrada, UNAM

Fernanda Somuano, COLMEX

Rodrigo Martínez Baracs, INAH

Beatriz Alcubierre, UAEM

Rodolfo Vázquez, ITAM

Ana Covarrubias, COLMEX

Jesús Hernández, UNAM

Antonio Ibarra, UNAM

Juan Pedro Viqueira, COLMEX

Guillermina del Valle, Instituto Mora

Carlos Cruzado, UNAM

Jaime Olveda, Colegio de Jalisco

Aimer Granados, UAM

Fernando Nieto, COLMEX

Estela Roselló, UNAM

Marina Alonso, INAH

Mari Carmen Pardo, COLMEX

María Rosa Gudiño, UPN

Guadalupe Pinzón, INAH

Susana Sosenski, UNAM

Silvia Dutrénit, Instituto Mora

Miruna Achim, UAM

Alexandra Pita, Universidad de Colima

Andrés Ríos, UNAM

María José Garrido, Instituto Mora

Deborah Dorotinsky, UNAM

David Carbajal López, Universidad de Guadalajara

Lidia Ernestina Gómez García, BUAP

María Alba Pastor Llaneza, UNAM

Mónica Bernal Bejarle, UAM

Vanni Pettina, COLMEX

Juan Pablo Muñoz Covarrubias, UAM

Rodrigo Bazán Bonfil, UAEM

Alfredo Nava Sánchez, UNAM

Ana María Sacristán Fanjul, UACM

Carlos Bravo Regidor, CIDE

Adriana Pineda Soto, Universidad Michoacana

Matilde Souto, Instituto Mora

Aurelia Valero, UNAM

Regina Tapia, El Colegio Mexiquense

Alicia Márquez, Instituto Mora

Rebeca Villalobos, UNAM

Luis Mesa, COLMEX

María Eugenia Arias, Instituto Mora

Francisco Delgado, Universidad de Colima

Leonor García Millé, UNAM

Fernando Aguayo, Instituto Mora

Laura Cázarez Hernández, UAM

Martha Santillán, INACIPE

Héctor Vera, UNAM

Cecilia Noriega, Instituto Mora

Diego Pulido, INAH

Gabriela Wiener, UNAM

Gustavo Herón Pérez Daniel, UACJ

Gabriela Pulido, INAH

Graciela Márquez, COLMEX

Sebastián Plá, UNAM

Rogelio Marcial, El Colegio de Jalisco

Celina Becerra, Universidad de Guadalajara

Luis Ignacio Román Morales, ITESO

Jorge Alonso, Ciesas Occidente

Rosa López Taylor, Universidad de Guadalajara

Horacio Rivera Ramírez, CIB de Occidente

Enrique E. Sánchez Ruiz, Universidad de Guadalajara

Ana Rebeca Jaloma Cruz, CIB de Occidente

Gladys Lizama Silva, Universidad de Guadalajara

José Antonio Flores Farfán, CIESAS

Silvia Domínguez Gutiérrez, Universidad de Guadalajara

Edgar Vargas Oledo, UNAM

Francisco de Jesús Aceves, Universidad de Guadalajara

Norehella Isabel Huerta, UNAM

Fernando Vega Villasante, Universidad de Guadalajara

Rafael Ramírez Priego, UAM

Juan García López, Universidad de Guadalajara

Karim Garay Vega, UACM

Sarah Corona Berkin, Universidad de Guadalajara

Elena Román, UACM

Koldovike Yosune Ibarra Valenciana, UACJ

Guillermo Toriz González, Universidad de Guadalajara

José Gutiérrez Padilla, Universidad de Guadalajara

Violeta Cárdenas, UACM

Teresa González Arce, Universidad de Guadalajara

Israel Ramírez, El Colegio de San Luis

Carlos Javier Maya, Universidad de Guadalajara

Jorge Eduardo Navarrete, UNAM

María Luisa Ávalos Latorre, Universidad de Guadalajara

Enrique Flores, UNAM

Miguel Ángel Santana Aranda, Universidad de Guadalajara

Teresa Rojas Rabiela, CIESAS

Cristina Cárdenas Castillo, Universidad de Guadalajara

Armando Velázquez, UNAM

Rosa Martha Romo Beltrán, Universidad de Guadalajara

Mariflor Aguilar Rivero, UNAM

Alejandro Macías Macías, Universidad de Guadalajara

Roberto Cruz Arzabal, UNAM

Rigoberto Soria Romo, Universidad de Guadalajara

Ricardo Mansilla Corona, UNAM

Carlos Riojas López, Universidad de Guadalajara

José del Val, UNAM

Jaime Antonio Preciado, Universidad de Guadalajara

Mariano Bonialian, COLMEX

Carlos Antonio Villa Guzmán, Universidad de Guadalajara

Martha Elena Munguía, Universidad Veracruzana

Magdalena Barros Nock, CIESAS

Leonor Fernández Guillermo, UNAM

Sergio Lorenzo Sandoval, Universidad de Guadalajara

José Arnulfo Herrera Curiel, UNAM

Rodrigo García de la Sienra, Universidad Veracruzana

Rodolfo Palma, UNAM

Laura Flamand, COLMEX

Gabriela García Hubard, UNAM

Axayacatl Campos García Rojas, UNAM

Rocío Olivares Zorrilla, UNAM

Shekoufeh Mohammadi Shirmahaleh, UNAM

Rafael Mondragón, UNAM

Raquel Mosqueda Rivera, UNAM

Alain Emmanuel Pérez Barajas, UNAM

Cecilia Sheridan, CIESAS

Henio Hoyo Prohuber, Universidad de Monterrey

Gabriela Iturralde, INAH

Mónica Quijano, UNAM

Ana María Serna, Instituto Mora

Morna Macleod Howland, UAEM

Leticia Calderón Chelius, Instituto Mora

Rodrigo Llanes Salazar, UNAM

Felipe Javier Galán López, Universidad Veracruzana

Ernesto Guerra García, UAIM

Jorge Durand, Universidad de Guadalajara

Zeyda Rodríguez Morales, Universidad de Guadalajara

Lina Rosa Berrio Palomo, CIESAS

Oscar González Gómez, CIESAS

Gisela Espinosa Damián, UAM

Olivia Gall, UNAM

Carlos López Beltrán, UNAM

Abril Saldaña Tejeda, Universidad de Guanajuato

Juan Manuel Argüelles, INAH

Pedro Miramontes, Facultad de Ciencias, UNAM

Verónika Sieglin, UANL

Mette Wacher Rodarte, INAH

Jorge Silva Riquer, Universidad Michoacana

Nair Ma. Anaya Ferreira, UNAM

Julia Constantino, UNAM

Yanna Hadatty Mora, UNAM

Blanca Estela Treviño García, UNAM

Alejandra López Guevara, UNAM

Diego Alcázar, UNAM

Sergio Valerio Ulloa, Universidad de Guadalajara

Gloria Alicia Caudillo Félix, Universidad de Guadalajara

Israel Tonatiuh Lay, Universidad de Guadalajara

José Luis Escalona Victoria, CIESAS

Laura Machuca Gallegos, CIESAS

Georgina Barraza Carbajal UNAM

María Teresa Sierra Camacho, CIESAS

Séverine Durin, CIESAS

María del Carmen Icazuriaga, CIESAS

Gabriela Torres Mazuera, CIESAS

Carlos Antaramián, CIESAS

Yanga Villagómez Velázquez, Colmich

Sergio Zendejas, Colmich

Gabriela Zamorano, Colmich

Axel Hernández Días, UNAM

Lylia Palacios Hernández, UANL

Edith F. Kauffer Michel, CIESAS

Irene Artigas Abarelli, UNAM

María Paz Amaro, UAM

Luis de Pablo Hammeken, UAM

Alvaro Peláez Cedres, UAM

Alba Teresa Estrada, UNAM

Adriana Sandoval, UNAM

María del Rayo Ramírez, UACM

Mauricio Merino, CIDE

Eric Magar, ITAM

Pablo Mijangos, CIDE

Ana Díaz, UNAM

Karina Busto Ibarra, UABCS

Jesús de Prado, UNAM

Claudia Lucotti, UNAM

Axel Hernández Díaz, UNAM

Alejandro de la Mora Ochoa, UAM

Sergio Miranda, UNAM

Coral Lomelí Morales, UACM

Patricia Cabrera López, UNAM

Mario Rey, UNAM

Martín Ríos, UNAM

Coral Lomelí, UACM

Paola Gutiérrez Aranda, ENAH

Blanca Pérez, UACM

Nicté Ramírez, UACM

Julio Muñoz Rubio, UNAM

Carmen Teresa Ros, UACM

Fabrizzio Guerrero McManus, UNAM

Margarita Pérez Negrete, CIESAS

Pietro Ameglio Patella, UNAM

Gustavo Marín Guardado, CIESAS

María José Esparza Liberal, UNAM

Amaya Garritz, UNAM

Daniel Murillo Licea, CIESAS

Julieta Lizaola, UNAM

Mario Barbosa, UAM

Rossana Reguillo, ITESO

Claudia Mónica Salazar, UAM

Sandra Rozental, UAM

Lilián Camacho, UNAM

César Cañedo, UNAM

Daniel Murillo Licea, CIESAS

Gloria Estela Baez, UNAM

Jorge Galindo, UAM

Esther Martínez Luna, UNAM

Eugenia Iturriaga, UADY

Citlali Quecha, UNAM

Miriam Jerade, UNAM

Juan Briseño, CIESAS

María Haydeé García Bravo, UNAM

Jeanett Reynoso Noverón, UNAM

Adriana de Teresa, UNAM

Ricardo Pérez Montfort, CIESAS

Ana Paula de Teresa, UAM

Natalia Mantilla Beniers, UNAM

Margarita Palacios Sierra, UNAM