Mundo Nuestro. Este texto del arqueólogo Bernd Fahmel Bayer, invstigador del Instituto de Investigaciones Antropolóigcas de la UNAM, forma parte de los trabajos que sobre la colección del Museo Casa del Mendrugo Amos por Siempre, El misterio de los Cráneos Zapotecas fueron presentados el 22 de junio del 2016 en el propio museo. Bernd Famhel es uno de los más reconocidos investigadores en la arqueología zapoteca, y con este ensayo nos ayuda a entender la importancia de la colección en la Casa del Mendrugo en el proceso de comprensión de la historia y la cultura del mundo prehispánico en Oaxaca. Y bien dice él, el estudio sobre estos cráneos, caracoles y piezas resguardadas en El Mendrugo apenas empieza.

Para comenzar quisiera expresar el gusto que me da el haber tenido la oportunidad de conocer los materiales albergados en este lugar y poder hablar de una época que no ha recibido mucha atención en la arqueología de Oaxaca. En específico intentaré tejer hilos por donde nadie se ha atrevido hacerlo debido a la falta o el desconocimiento de los materiales que a dicha época corresponden. En este sentido, lo primero que habría que decir es que en la Casa del Mendrugo de esta ciudad de Puebla existe una colección de objetos cuyo origen ha sido ya explicitado por el ingeniero José Ramón Lozano, y que como toda colección de esta clase tiene un poquito de todo. Es cierto que el 95% de los objetos parece formar parte de un solo contexto arqueológico; es decir, un lugar en donde debieron existir varias tumbas y que nadie sabe exactamente en dónde se encuentra. Esa sería, digamos, la colección central, pero además hay piezas que parecen haber sido añadidas después: entre ellas se encuentra una máscara de ónix o tecali que no sé si provenga de Teotihuacan o de Guerrero. Este tipo de máscara se conoce de sitios preclásicos como Monte Negro de Tilantongo, en la Mixteca Alta, o del mismo Templo Mayor de Tenochtitlan. También hay una pieza de pizarra, o algún material parecido, en la que se miran dos personajes muy parecidos a los que John Eric Thompson muestra en su Introducción a la Escritura Jeroglífica Maya (1950), y uno de ellos porta en el brazo glifos de aquella región, lo que es muy extraño para una colección que es básicamente oaxaqueña. Otra pieza presenta un grabado precioso que no se sabe si está realizado sobre madera o un antiguo hueso fosilizado. Muestra elementos que pertenecen a la iconografía veracruzana del Clásico, al igual que el cráneo labrado no.10 en el que se ve a un hombre-pájaro parecido a una figura del Juego de Pelota del Tajín.

Ahora bien, hay que aclarar que el ritual mortuorio zapoteca implicaba reabrir las tumbas varias veces, empujar los restos óseos hacia el fondo y meter al siguiente difunto. Al final podía haber hasta diez osamentas apiladas en los rincones de una tumba, y en medio de ellas el cuerpo del último miembro de un linaje. Por el color rojo y gris adherido a los cráneos de la colección es probable que procedan de distintas tumbas, y que con el paso del tiempo se mezclaran con los objetos ofrendados a cada difunto, cuyo estilo y procedencia son de diversa índole. Así, se observan objetos de tradición zapoteca tardía, xochicalca y cholulteca, aunque en otros se distingue claramente el estilo Mixteca-Puebla. Según Alfonso Caso (1956), el cambio iconográfico que se dio en Oaxaca tras la introducción del estilo códice o Mixteca-Puebla fue promovido por el padre del Señor Ocho Venado, personaje muy famoso que murió alrededor del año 1115. Entonces, si la epigrafía zapoteca, xochicalca y nuiñe empezó a descartarse por el 1080, el surgimiento del estilo de escritura mixteco fecharía entre los años 1080 y 1150. Como en la colección se tienen diez cráneos labrados que podrían pertenecer a un linaje en el cual cada persona vivió aproximadamente cuarenta años, los cuatrocientos años resultantes cubrirían el espacio de tiempo entre la deposición del primer cuerpo por el año 1100 y el último entierro previo al arribo de los españoles. Al llegar los peninsulares a Oaxaca se interrumpieron las tradiciones prehispánicas, y con ello seguramente la costumbre de labrar diseños en los cráneos de los gobernantes. Trescientos años después de abandonarse las tumbas y el culto a los ancestros, los habitantes del lugar debieron descubrir los restos arqueológicos y reescribir su historia, engarzando sus tradiciones con los eventos narrados en la conferencia del ingeniero Lozano.



Esa sería la primera impresión que tuve al visitar el museo, y de acá en adelante debo controlar mis emociones y vocabulario por la enorme cantidad de información novedosa que brinda la colección. Ya hemos oído algunas propuestas para el estudio de los objetos, y se han ofrecido resultados preliminares sobre el análisis osteológico de los cráneos y huesos largos. Ahora enfrentamos el problema de los contextos arqueológicos y la transformación de la iconografía zapoteca en lo que se conoce como estilo Mixteca-Puebla, generalmente asociado con Cholula y los señoríos de Tlaxcala y la Mixteca Alta.

FIGURA 1



Con base en la Figura 1 se puede ver que los zapotecos tardíos empleaban la misma iconografía que los mixtecos de los códices. Hay pequeñas diferencias en las características de los personajes representados debido a que cambia el contexto en el que se encuentran, y mientras algunos parecen estar activos otros ya estarían muertos. Algunos portan una bolsa de copal típica de los sacerdotes y otros no la usan, aunque la forma de cruzar los brazos es común a las dos culturas. ¿Cómo vamos a saber, entonces, si se trata de un personaje mixteco o zapoteco? Aunque en general los arqueólogos trabajan en asuntos que son más afines a las ciencias naturales, muchas veces acuden al arte para resolver sus hipótesis. Sin embargo, como la historia del arte se basa en las premisas de la historiografía europea se adentran en una zona de peligro: es decir, si en el Viejo Mundo la identidad de los pueblos ha sido atada a determinados estilos artísticos, en nuestro entorno se ha asumido que toda imagen parecida a las de los códices oaxaqueños es mixteca. En los años setentas del siglo pasado Lewis Binford trató de resolver este problema en los Estados Unidos al crear una Arqueología científica, en la que se asigna un significado a los materiales según su contexto. Pero dicho método nunca fructificó en México debido a que no congeniaba con el programa de la arqueología oficial, y además muy pocos arqueólogos dominaban el inglés o la epistemología científica. Por lo tanto se siguió trabajando de forma tradicional, aplicando la hermenéutica o interpretación circular sin recurrir a la asignación de nuevos significados que pudieran cuestionar lo que se consideraba “mixteco”. En épocas de Binford un arqueólogo británico muy renombrado señalaba que la interpretación hermenéutica basada en la comparación con lo ya conocido “es una vacilada”, pues sólo repite viejos discursos y no crea nuevos conocimientos. O sea, que según David Clarke el arqueólogo tradicional esconde los objetos recién descubiertos dentro de tradiciones preestablecidas porque no sabe qué hacer con ellos. Desde esa perspectiva hay que dejar en claro que el equipo de Carlos Serrano está realizando análisis osteológicos desde varios frentes para llegar a conclusiones nuevas que posteriormente deberán ser confirmadas por la arqueología y la historia del arte. Lo mismo hizo Alfonso Caso cuando comenzó a trabajar en Monte Albán. En su época no se sabía nada de aquel sitio tan importante, y fue él quien “inventó” Monte Albán porque a todo le asignó un significado desde sus conocimientos, su sensibilidad y su inteligencia. Si alguien dijera que Caso estuvo mal habría que volver a enterrar todo y aceptar que no sabemos nada de aquella gran ciudad. Esa creación de significado es la que ahora enfrenta la colección albergada en el museo de la Casa del Mendrugo, y a la cual dedico las líneas de este trabajo.

Como se dijo antes, el método científico parte de la descripción sin negar el estudio comparativo de los materiales. Si no se empieza por describir y comparar los objetos con la base de datos acumulados no se puede saber en qué momento histórico y contexto nos encontramos. Por lo tanto partiré del catálogo de formas y diseños elaborado por los arqueólogos Diego López y Oswaldo Camarillo para analizar algunas de las imágenes de los cráneos y piedras labradas, y luego propondré quiénes fueron los autores de esas piezas. Sin embargo, primero daré lectura a una cita muy conocida para quienes trabajan con los mixtecos y zapotecos. Al concluir las exploraciones de Monte Albán, Alfonso Caso, Ignacio Bernal y Jorge Acosta editaron un libro que es considerado la biblia sobre Oaxaca. En dicha publicación los autores demuestran que el estilo IIIB-IV, propio del apogeo de la ciudad, no había desaparecido cuando los mixtecos empezaron a establecerse en Monte Albán, donde fabricaron piezas de cerámica y depositaron a sus muertos en tumbas y entierros: “Algunos objetos, que han aparecido en tumbas del final de la [Época] IIIB-IV, se encuentran también en tumbas, entierros y ofrendas de lo que hemos llamado Época V o Mixteca” (Caso, Bernal y Acosta 1967: 447). Dicho traslape es crucial para entender la convergencia de la cultura zapoteca con la mixteca, por lo que hasta los años sesentas se manejó que el sitio fue ocupado hasta el año 1400 aproximadamente. Para entonces debían quedar pocos zapotecos en el lugar mientras que los pobladores mixtecos iban en aumento. A partir de los años setentas, empero, las nuevas teorías de los arqueólogos procesualistas desecharon aquella visión de la historia y vincularon el fin del estado zapoteco con la caída de Teotihuacán. Según sus teorías, Monte Albán ya no habría tenido una razón de ser al caer Teotihuacan y habría sido desocupada. De esta manera crearon un enorme hueco entre los años 800 y 1400 que nadie ha podido cerrar. Claro, faltan muchos elementos dentro del discurso de Caso y Bernal para entender lo que sucedió al final de la ocupación de Monte Albán y lo que pasaba en los valles, o el impacto que tuvieron los toltecas y su relación con los orígenes del estilo Mixteca-Puebla. Pero al abrir un hueco en la secuencia arqueológica, dichos teóricos separaron temporal y espacialmente a las dos culturas, declarando que los zapotecos fueron un pueblo del Clásico y los mixtecos del Postclásico. El Postclásico lo fecharon entre el 800 y el 1500, sin que alguien pueda explicar lo que pasó durante esos setecientos años. Para entender la colección de la Casa del Mendrugo pienso que tenemos que desechar la absurda versión del abandono temprano de Monte Albán y ubicar los objetos en el traslape de las épocas IIIB-IV y V. Sólo así sabremos qué pasó con la tradición cultural zapoteca y cuál fue su relación con la cultura de los señoríos mixtecos históricos. Al final tendremos un panorama mucho más interesante, en el cual los dos pueblos se nutrieron uno del otro para dar sustento a la continuidad cultural en Oaxaca.



Cabe agregar que John Paddock, un arqueólogo norteamericano que hizo mucho por Oaxaca, introdujo la hipótesis de una invasión masiva de grupos mixtecos a los valles centrales tras el abandono de Monte Albán. También señaló que “el único intento conocido de establecer un nuevo estado zapoteco fue la legendaria, y arqueológicamente aún no comprobada centralización en Zaachila” (Paddock 1970: 210). Cincuenta años después de haber sido redactadas esas líneas los objetos depositados en la Casa del Mendrugo demuestran que los zapotecos nunca fueron desplazados de los valles, y que su iconografía se relaciona con los materiales arqueológicos de Zaachila, un sitio bien conocido en donde hay tumbas reales, una larga historia y una población mayoritariamente zapoteca.

FIGURA 2

En la Figura 2 se comparan las ruinas de Monte Albán con una escena del manuscrito conocido como Códice Nuttall. Al respecto hay que aclarar que los códices conocidos hoy en día fueron elaborados durante el Postclásico tardío, y que son copias de otras copias de documentos corregidos y aumentados a través del tiempo. De ahí que no se sepa cómo fueron los primeros códices mixtecos o si eran semejantes a los manuscritos zapotecos del Clásico. Si es cierto que el padre del señor Ocho Venado cambió el estilo de escritura viejo por uno nuevo, lo más probable es que los primeros códices mixtecos mostraran glifos de tipo zapoteco. En los códices que tenemos se encuentran algunos de esos glifos, que por alguna razón nunca fueron eliminados.

Ahora bien, en la iconografía zapoteca es común encontrar todo tipo de saurio con ceja en U y grandes fauces que pueden estar dobladas hacia arriba o para abajo. Tales diferencias no han sido dilucidadas porque se desconoce el significado que tuvieron los íconos en el pasado. Con base en el Vocabulario en Lengua Zapoteca de Juan de Córdova (2012: 239) se sabe que la segunda partícula del topónimo Zaa-chila se refiere a un lagarto de agua o cocodrilo, lo que para José María Bradomin (1955: 230-231) abre muchas posibilidades debido a que el zapoteco es un idioma tonal. Entonces, según el tono con que se pronuncie la palabra chila se puede aludir a la tierra, la luz o a un linaje, y es probable que cada concepto se relacione con una forma particular de las fauces. Desafortunadamente los arqueólogos no saben de lingüística, y tampoco preguntan a los lingüistas sobre asuntos de iconografía, por lo que al final no se llega a un acuerdo sobre el significado de los antiguos signos. Lo que sí se puede afirmar, empero, es que en el cráneo 1 de la colección se mira la cabeza de un saurio (Figura 3), aunque mucho más adornada que la escultura proveniente de Zaachila.

FIGURA 3

Según la Toponimia de Oaxaca, el nombre patronímico de los zapotecos era Didjazá, que significa nación zapoteca o idioma zapoteco (Bradomin: Ibid). En este sentido es curioso que el nombre Didjazá haya sido traducido como pueblo de las nubes y Zaachila como cocodrilo de las nubes, ya que la gente de los valles centrales no le ve un sentido a la vinculación del cocodrilo con las nubes. Esto, quizá, porque desconocen el viejo significado de la palabra o porque en el acervo tonal de hoy no existe una relación entre las nubes y el cocodrilo. Puede ser que lo haya entre la luz y las nubes, aunque para aclarar las cosas hay que indagar un poco más.

FIGURA 4

Hace algunos años nos mostraron en San Dionisio Ocotepec, cerca de Mitla, la piedra ilustrada en la Figura 4, y nos explicaron que la palabra zaa no necesariamente significa nube, como piensan aquellos que se refieren al pueblo de las nubes. Más bien alude a la ductilidad de la manteca, y por ende, al verbo mover con sutileza, a la manera como se mueven o empujan las nubes en el cielo, que es cosa diferente. O sea, que esa delicadeza de la manteca que se está derritiendo, eso es zaa, y no la nube necesariamente. Si en el pasado el significado de dicha palabra fue el mismo, ¿cómo se habría representado mediante una grafía? La respuesta está otra vez en San Dionisio. En la parte baja de la piedra se aprecian tres almenas, y éstas también se denominan zaa (Córdova 2012: 23). Arriba de las almenas se encuentra el lagarto nombrado chila, lo que daría la palabra Zaa-chila – una metáfora que expresa la ductilidad y cortesía de la población afiliada al señorío zapoteco del Postclásico.

FIGURA 5

Ahora bien, en el relieve de San Dionisio también se reconoce una estrella dentro un círculo con un círculo concéntrico al centro. Nunca supe que significaba esa estrella hasta que la vi en el cráneo no.7 y me maravillé (Figura 5). Al parecer dicha estrella representa la partícula yoo, y ésta forma parte del nombre original de la capital zapoteca, que era Zaachila-yoo. Según Córdova (2012: 200) yoo se refiere a la fortaleza de un edificio, aunque en aquel lugar no existen grandes muros o castillos, por lo que el término debió aplicarse a la fortaleza de la gente que es amable y delicada. Ello nos conduce a la mentalidad y forma de ser de los indígenas, para quienes la cortesía no solo es un imperativo sino el prerrequisito para llevar a cabo una negociación. La ductilidad ofrece a uno ventajas, y son éstas las que requiere el político o gobernante cuando interactúa con sus pares. Por otro lado está la estrella del cráneo no.7, que se encuentra en lo alto y muy cerca de la mollera. Para los pueblos mesoamericanos este punto tenía un significado especial, ya que los “cabellos que cortaban a los cautivos eran los que se encontraban en la coronilla o parte central de la cabeza, sitio donde radicaba el tonalli o fuerza vital que proporcionaba el vigor, el calor y el valor al individuo” (Limón 2001: 224). En otras culturas del mundo se asocia lo alto de la cabeza con el aura o la luz de los santos, y no es nada nuevo que el campo magnético de las personas brota de aquel punto del cuerpo humano. Todo ello me lleva a pensar que la caja craneal era considerada la fortaleza que resguardaba al tonalli, mientras que Zaachila-yoo era la fortaleza de la inteligencia, ductilidad y cortesía zapoteca. Señalan las fuentes documentales que al no ser amable, sensible y cortés con las demás personas era fácil ofender a un amigo, y una vez que éste se tornaba en enemigo empezaba el pleito. Existen varias anécdotas al respecto, entre las cuales destaca la de un señor zapoteco que ofendió a un príncipe mixteco, quien se retiró inmediatamente a sus tierras para iniciar la guerra - actitud que nos conduce ahora al significado de otro signo zapoteco.

FIGURA 6

En la Figura 6 se ve la Estela 6 de Monte Albán y los diseños que se miran en dos de sus caras (Caso 1928: 138-141). Al parecer, éste y otros relieves semejantes tienen que ver con el avance de Monte Albán hacia la región nuiñe, o Mixteca Baja, y Xochicalco, donde al final del Clásico se empezaron a emplear diversos signos de ascendencia zapoteca. En los distintos casos se mira a un personaje con los brazos atados sobre su espalda y la representación de un pescado. Dicho pescado parece relacionarse con la captura o conquista del personaje, aunque nunca se representó la muerte del mismo. En el cráneo 3, cuyo labrado se aprecia en la Figura 7, se ve a un personaje asociado a un pescado, lo que sugiere que la persona en cuestión fue dominada, sojuzgada o humillada, sin que por el momento se pueda decir más al respecto. Lo más importante de todo ello, empero, es que la iconografía de éste y otros cráneos sigue mostrando elementos de la cultura zapoteca IIIB-IV que debió perdurar hasta el año 1100. Para esas fechas habría iniciado en Oaxaca el cambio iconográfico promovido por el padre de Ocho Venado, lo que implica que los cráneos labrados con íconos más antiguos se ubican en aquel momento. Los demás diseños del cráneo 3 también derivan de la iconografía zapoteca clásica, pero se hallan en un proceso de diferenciación estilística que a la larga los condujo a la convergencia con los diseños de estilo mixteco. Como señalaba el arqueólogo Diego López en su ponencia, en este cráneo hay una narrativa que comprende al señor sentado a la derecha, probablemente un sacerdote sacrificador vestido de jaguar con un cuchillo y una flecha en las manos, mientras que el personaje representado a la izquierda, asociado con el pescado, parece adoptar la posición de los bultos mortuorios.

FIGURA 7

Ahora bien, antes de continuar es necesario enfatizar dos cosas. En primera, la continuidad entre la iconografía zapoteca y los elementos de una cultura nueva. Eso nuevo, sin embargo, no tiene que ver directamente con el estilo de los códices postclásicos. Al parecer nos encontramos en un ámbito zapoteco que está por entrar a la época V pero que ha incorporado a su acervo cultural una serie de elementos foráneos, por no decir del Altiplano. La segunda cosa es que en los valles centrales rara vez se representaron cabezas separadas del tronco, aunque Manuel Hermann (2016) menciona que se les empleaba como trofeo o talismanes. No obstante, en Oaxaca no parece haber habido la costumbre de despellejarlas, esculpirlas o enterrarlas junto con caracoles empleados como trompetas. Aunque si se les conocía, el uso de los caracoles parece haber sido más común en Teotihuacán, donde también se trabajaban los huesos humanos en fresco. Al respecto cabe aclarar que Teotihuacán se hizo presente en Oaxaca desde el año 300 aproximadamente, cuando los comerciantes de la gran ciudad quisieron pasar por los valles para llegar al área maya. Durante la época de apogeo de Teotihuacan, o sea, la fase Xolalpan, se adoptaron en Oaxaca varios elementos de la cultura teotihuacana. Luego se colapsó el gobierno de la gran ciudad, y entre los años 600 y 800 empezó la diáspora de sus habitantes hacia todas las regiones de Mesoamérica. En aquel momento parecen haber arribado los primeros emigrantes teotihuacanos a la región nuiñe y a los sitios de tradición IIIB-IV. Posteriormente se detecta la presencia teotihuacana en el valle de Puebla, tanto en Cholula como en Cacaxtla. Para el Postclásico temprano, la tercera oleada de teotihuacanos y/o tolteca-nonoalca-chichimecas controlaban las rutas de comercio entre el Altiplano central y el Sureste. Entre los años 1000 y 1200 estos grupos se habrían asentado en Quauhtinchan, Tepeaca, Tecamachalco y Tehuacan, desde donde entraron a las regiones septentrionales de la Sierra Madre del Sur. En resumen, se sabe que hubo más de ochocientos años de interacción entre el Altiplano central y Oaxaca, y ello explica el porqué en la genética de los cráneos de la colección aparecen rasgos teotihuacanos. De momento no está claro si fueron los hombres quienes viajaban entre las dos regiones, o si fueron las mujeres de la élite teotihuacana quienes se casaban con señores de Oaxaca, y es por ello que urge estudiar más a fondo los restos óseos. Solo entonces se les podrá relacionar con los objetos arqueológicos y llegar a una explicación comprensiva de lo que aconteció en el lugar de donde provienen los materiales.

FIGURA 8

En la Figura 8 se ven dos representaciones del Tlaloc teotihuacano sacadas al azar del Internet. Según Esther Pasztory (1974) hubo dos tipos de diseño relacionados con este dios, a los que nombró Tlaloc A y Tlaloc B. A su parecer, uno de ellos estaba asociado con la agricultura y el otro con la guerra. Aunque dicha clasificación haya sido debatida está claro que en esta figura se ve a un Tlaloc del tipo expuesto en el museo de la Casa del Mendrugo. En vista de la interacción centenaria no es raro que Tlaloc aparezca en la Mixteca o en los valles centrales de Oaxaca. Lo interesante es, sin embargo, que en uno de los diseños se mire a Tlaloc surgiendo de un caracol, lo que refuerza la asociación entre los relieves en piedra, los cráneos y los caracoles-trompeta de la colección. En lo personal, como arqueólogo y antropólogo, son las piedras las que más me han llamado la atención, además de que dos personajes representados en ellas se ubican debajo de un diseño conocido como “fauces del cielo”, asociado con la nobleza clásica zapoteca.

FIGURA 9

Entre los poquísimos materiales que tenemos del Postclásico temprano en Oaxaca se encuentran dos tipos de cerámica tolteca, algunos elementos de la Tumba 5 de Suchilquitongo y las pinturas de los palacios de Mitla que representan escenas de la mitología tolteca-nonoalca-chichimeca del sur de Puebla (Fahmel 2014). Como se aprecia en la Figura 9, tanto en aquellas pinturas como en una piedra de Suchilquitongo se observa el glifo del año A/O, cuyo origen parece encontrarse en Teotihuacan y que volvemos a ver en los huesos labrados de la Tumba 7 de Monte Albán. Los huesos largos de la colección también lo presentan, e incluso comparten otros diseños con los de la Tumba 7, sugiriendo nuevamente la continuidad cultural con los materiales postclásicos de Zaachila y Monte Albán. En la piedra de Suchilquitongo se mira, además, una fecha de estilo zapoteco junto a los puntos numerales y el signo A/O, lo que la convierte en una especie de piedra Rosetta oaxaqueña.

FIGURA 10

Finalmente llegamos al estilo de los códices, su parecido con el estilo de las inscripciones zapotecas y su relación con la entrada de los toltecas a Oaxaca. Se sabe que los toltecas anduvieron en toda Mesoamérica, y que las fuentes hablan de todo tipo de toltecas, por lo que el estilo de los objetos de la colección también es muy diverso. En la Figura 10, sin embargo, estamos ante dos escenas que representan situaciones parecidas. Nótese en lo alto de la Lápida 1 del Museo Nacional (Caso 1928: 182) el signo conocido como “fauces del cielo”, y debajo de él dos recuadros con sendas parejas que resuelven asuntos importantes para la historia de su linaje. Del otro lado vemos una negociación semejante y muy común en los códices mixtecos tardíos, donde alguna pareja discute asuntos de su matrimonio, de algún ritual o trato político. La diferencia entre los dos registros históricos es el soporte en el cual fueron manufacturados y la falta de información sobre los linajes zapotecos o su vínculo con los relatos más recientes.

FIGURA 11

La Lápida 2 del Museo Nacional (Caso 1928: 183) que se ve en la Figura 11 merece atención especial, ya que en ella se miran muchos detalles que también se detectan en las piedras de la colección, en los cráneos y en los caracoles-trompeta. No obstante, se trata de una piedra que se apega a los códigos iconográficos zapotecos de finales de la época IIIB-IV. En la parte superior se observan las “fauces del cielo” y debajo a sendas parejas cuya posición corporal es menos rígida. Una señora porta como tocado la cabeza de un animal que se asemeja al de una figura del cráneo 10. De la boca de la señora se desprende una vírgula de la palabra que también aparece en otras estelas zapotecas y en las pinturas teotihuacanas. Mediante la vírgula de la palabra los autores del relieve debieron expresar que también ellos hablaban de manera sutil y delicada, lo que para nosotros es un claro testimonio de la gentileza con que se trataban los antiguos señores de Mesoamérica.

Bibliografía

Bradomín, José María

1955 Toponimia de Oaxaca (Crítica Etimológica). Imprenta Camarena, México.

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1928 Las Estelas Zapotecas. Talleres Gráficos de la Nación, México.

1956 “El calendario mixteco”, en Historia Mexicana, vol. 5, no.4, pp. 481-497.

Caso, Alfonso, Ignacio Bernal y Jorge Acosta

1967 La Cerámica de Monte Albán. Instituto Nacional de Antropología e Historia, México.

Córdova, Juan de

2012 Vocabulario en Lengua Zapoteca (1578), Reimpresión facsimilar. México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, México.

Fahmel, Bernd

2014 Las pinturas de los palacios de Mitla, Oaxaca. Universidad Nacional Autónoma de México, México.

Hermann, Manuel

2016 “Iconografía y simbolismo del bulto de Xipe en los códices mixtecos”, en Reina Ortiz Escamilla (comp.), Mitos y Simbolismos en la Cultura Mixteca, pp. 43-80, Universidad Tecnológica de la Mixteca, Huajuapan de León, Oaxaca.

Limón, Silvia

2001 El fuego sagrado. Simbolismo y ritualidad entre los nahuas según las fuentes documentales. Instituto Nacional de Antropología e Historia, México.

Paddock, John

1970 “Oaxaca in Ancient Mesoamerica”, en John Paddock (ed.), Ancient Oaxaca: Discoveries in Mexican Archaeology and History, segunda edición, pp. 87-240, Stanford University Press, Stanford.

Pasztory, Esther

1974 The Iconography of the Teotihuacan Tlaloc. Studies in Pre-Columbian Art and Archaeology, no. 15, Dumbarton Oaks – Trustees for Harvard University, Washington D.C.

La Ibero Puebla crea centro de acopio para las familias afectadas por las lluvias en la Sierra Norte de Puebla.

Aquí la información sobre el centro que empezará a operar a partir del miércoles 10 de agosto.

Mundo Nuestro. Es un lugar común afirmar que la libertad se construye día a día en la lucha de los ciudadanos por sus derechos elementales. No de otra manera concebimos en esta revista digital el trabajo periodístico. Hoy en México son muchos los derechos violentados desde el poder del Estado. Por ejemplo, el acceso a la información de los asuntos públicos, y en particular el gasto que de los recursos del erario se disponen sin informar a los ciudadanos. Tal ha sido el caso, por referirnos a uno de los tantos procesos en los que el gobierno de Rafael Moreno Valle ha ocultado sin el menor remordimiento la información al público, de los contratos de obra pública resguardados en el esquema de los llamados PPS o Proyectos por Prestación de Servicios. En ese contexto de los últimos años --que por cierto van mucho más allá del actual gobernador, pues esta política ha formado parte de la manera de ser de los gobiernos de Puebla--, entendemos el valor que ha tenido el trabajo del portal de noticias e-consulta, expresión cabal de lo mejor del periodismo en nuestra entidad.

Valen estos tres textos --uno de su director, Rodolfo Ruiz, y dos más escritos por los rectores de las principales universidades en Puebla, Alfonso Esparza Ortiz (BUAP) y Fernando Fernández Font (Ibero Puebla)--, para comprender la importancia de e-consulta en sus catorce años de labor periodística.



Rodolfo Ruiz: Publicidad oficial y rendición de cuentas, asignaturas pendientes

Antonio Gali Fayad sí está en condiciones de hacer algunos ajustes en beneficio de la transparencia.

Un primer ajuste pasa por corregir la viciada relación que desde siempre ha mantenido del Estado con los medios de comunicación y los periodistas, y otro por devolver a la Comisión para el Acceso a la Información Pública y Protección de Datos Personales (CAIP) la credibilidad perdida en el sexenio que está por concluir… Para lo primero Gali Fayad no necesita un gran operador de medios, y tampoco enviar al Congreso local una iniciativa en materia de medios de comunicación que regule los presupuestos y asignaciones de publicidad oficial, sino simplemente transparentar esos recursos públicos, sin recovecos legales, y distribuirlos con criterios de rentabilidad y eficiencia cuantitativos y cualitativos. (Seguir leyendo)



Alfonzo Esparza Ortiz (Rector BUAP): El periodismo en México y en Puebla e-consulta

La vocación del periodista es informar; en el ejercicio de esta tarea se convierte en un factor de cambio o de conservación de la estructura social vigente; esto le exige desarrollar una visión de la realidad tal que le permita ejercer su profesión con absoluta responsabilidad.

Ha sido con esta responsabilidad, como los periodistas que día a día hacen posible la existencia de e-consulta han ejercido su profesión; es el trabajo diario de todos ellos lo que ha hecho de este medio, pionero en Puebla del periodismo electrónico, uno de los más importantes en el periodismo digital poblano. (Seguir leyendo)



Fernando Fernández Font (Rector Ibero Puebla): Libertad de expresión y lucha por la coherencia

El ejercicio de la Libertad de expresión está cada vez más lejos de ser cumplido a cabalidad. Si la ciudadanía, las universidades, las organizaciones civiles y las instancias gubernamentales no nos hacemos cargo de esta realidad, continuaremos habitando en el mundo de la apariencia y de la simulación y nos veremos imposibilitados de vivir en armonía social… El panorama continuo incierto: ¿a qué nos enfrentamos cuando la organización Freedom House, calificó con toda contundencia que México es un país NO LIBRE para la prensa? ¿Qué hacer cuando la organización Transparencia Internacional señala que México ocupa el lugar 103 de 175 en el índice de percepción de la corrupción? Un difícil escenario que nos habla del insuficiente peso que se le ha dado a la defensa de la labor periodística. (Seguir leyendo)

Vida y milagros

En unas vacaciones de invierno nos fuimos en coche al sureste en un viaje familiar. Recorrimos 3600 kilómetros. México en carretera siempre será una aventura que te transporta rápidamente del cielo al infierno y viceversa. Pasas de ver los paisajes más exuberantes, inhabitados y fantásticos, a pueblos que han perdido la identidad arquitectónica y el mínimo sentido de la limpieza, ayudados por la falta de autoridad y la infaltable presencia de los camiones de Bimbo, Coca Cola y otras empresas que se han encargado de vender sus productos sin dar valor a lo retornable, llenando selvas, ríos y mares con sus envolturas y botellas. Aunque se llaman a sí mismas empresas socialmente responsables no han logrado diseñar empaques que no generen tantísima basura.



Cuando recuerdo ese viaje se me llena la memoria de todos los tonos de verdes y de agua. ¡Tantos ríos que cruzamos! El Papaloapan, el Usumacinta, el Coatzacoalcos; todos como avisándonos que llegaríamos a la tierra del Poeta Carlos Pellicer y a su obra increíble del Parque Museo La Venta. Carlos Pellicer (1899-1977), gran poeta de la generación de los Contemporáneos, el poeta del trópico y de los grandes ríos, maestro de literatura en la UNAM, viajero incansable, Premio Nacional de Literatura y amante de la cultura prehispánica, nació en Tabasco, y aunque se educó y vivió en la ciudad de México, nunca se desligó de su lugar de origen y le regaló parte de su vida y su energía.



Tenía poco más de 50 años, la peligrosa edad en que muchas personas deciden retirarse y cortar de tajo la ilusión de emprender, cuando se echó a cuestas la tarea de trasladar a un lugar seguro las fantásticas esculturas olmecas encontradas en l943 en la Venta, entre Tabasco y Veracruz, en el municipio de Huimanguillo. Las monumentales cabezas olmecas, los altares y estelas y los mosaicos enterrados como ofrendas de más de 2500 años de antigüedad, no tenían ni destino ni protección. Él supo que tenía que salvarlas y supo imaginar también a dónde llevarlas. Tuvo la visión de escoger para su resguardo el espacio de selva que colindaba con la Laguna de las ilusiones, ahora en el corazón de la ciudad de Villahermosa. Pocos museos en el mundo reúnen de manera tan artística y armoniosa lo creado por la mano del hombre enmarcado por un entorno natural excepcional. El visitante entra a un jardín botánico y a un museo al mismo tiempo. Si Carlos Pellicer no se lo hubiera propuesto, ese lugar no existiría. Aportó lo que yo he dado en llamar "un corazón ciudadano" a un proyecto que implicaba necesariamente la voluntad de los políticos en turno pero unido a una visión civil. López Mateos lo entendió así y supo ayudarlo. En l958, después de varios años de trabajo, el Parque Museo la Venta abrió sus puertas. Años después, Julieta Campos, quien fuera esposa del gobernador Enrique González Pedrero, con la sensibilidad que la caracterizó siempre, terminó de perfeccionar y renovar el lugar. Es un Parque -Museo en el que se cobra una cuota baja; ha funcionado muy bien porque aunque el gobierno administra y aporta, existe un patronato que trasciende a las administraciones y a los tiempos políticos. Existe una idea rectora aún vigente que provino de la mente luminosa de Carlos Pellicer. La seguridad y la limpieza son impecables. Una enorme ceiba con un busto de Carlos Pellicer te reciben a la entrada y luego unas huellas humanas marcadas en el piso te guían por el sitio. No hay ruido, ni música ambiental, ni venta de nada. Solo la belleza impactante de las piezas que pesan cientos de toneladas colocadas entre plantas maravillosas perfectamente señalizadas. Al terminar el recorrido hay una tienda de artesanías con productos muy bien escogidos y hermosos. Dentro del parque hay un zoológico. Yo he dado en odiar ver a los animales en cautiverio, pero ahí estaban, en su imponente y salvaje belleza. Vimos a una pareja de jaguares, a una hermosa pantera solitaria, monos araña, guacamayas y loros, todos muy bien cuidados pero languideciendo en sus jaulas. Afuera es probable que ya estarían muertos o de adorno en la casa de algún fantoche vanidoso.



Finalmente llegamos al estanque donde vivía un cocodrilo de más de cuatro metros y que el mismo Pellicer llevó al parque cuando lo inauguraron. Cuando lo conocimos tenía 80 años y le llamaban Papillón en honor al nombre del personaje de una novela que logra escapar tres veces de la cruel prisión francesa de la isla del Diablo. Según fue creciendo, el estanque le fue quedando chico al cocodrilo. Se había escapado tres veces rascando por debajo de su estanque y buscando la libertad hacia la Laguna de las Ilusiones; La última vez que se había escapado apareció en el patio de una casa de Villahermosa ubicada a la orilla de la Laguna y se fue sobre el perro de la casa. El dueño de la misma le dio un tiro en el ojo y lo dejó tuerto. Papillón fue regresado a su prisión y ésta fue reforzada con una malla de metal para evitar que escapara de nuevo. Todo eso nos lo contó un guardia cuando mi hija se dio cuenta de que le faltaba un ojo. Supimos que en cautiverio, Papillón podría vivir otros cincuenta años más. También nos contaron que en un tiempo le echaron a una cocodrila demasiado pequeña y se la comió. En libertad ya no existían cocodrilas de su tamaño. Estaba condenado a morir solo, rodeado de tortugas y alimentado por los pollos que le echaban cada cierto tiempo. Papillon parecía tan triste y aburrido. Su único ojo era como de otro mundo. ¿Cómo liberar a Papillon si el mundo de afuera nos lo hemos robado los humanos?

Dos datos más para terminar este recuerdo. Treinta de las mejores piezas encontradas en La Venta están en el parque - museo La Venta. Actualmente, una gran parte del sitio en donde fueron encontradas se encuentra cubierto por una refinería de Pemex y cualquier excavación ahí hoy es imposible. Pellicer hizo lo que tenía que hacer justo a tiempo. México está urgido de muchos nuevos Carlos Pellicer, urgido de anhelo de belleza.

El otro dato es que hace poco Papillón murió en cautiverio, nadie sabe muy bien de qué. Un día simplemente dejó de comer. Se murió en calidad de preso en su estanque. Había sido capturado en Comalcalco a la edad de 20 años. Murió de 83. Por su genética podría haber vivido 45 años más. Qué bueno por él que no fue así.

El cocodrilo podría haber hecho suyas las palabras del poeta Pellicer:

"Tu eres más que mis ojos,

porque ves lo que en mis ojos llevo de tu vida...

y así camino ,ciego de mí mismo,

iluminado por mis ojos,

que arden por el fuego de ti...."

Qué bueno que ya te fuiste, Papillon....Qué bueno que exististe, Pellicer.

Mundo Nuestro. Nuevamente la Sierra. Una vez más una tormenta tropical que llega sin aviso y descarga sin misericordia toda el agua imaginable en un día. Ahora fue en la región de Huauchinango, y los nombres de los pueblos serranos saltan por los noticieros con la suma de los muertos: veinte en Xaltepec, cinco en Huauchinango tres en el municipio de Tlaola y siete entre las demarcaciones de Naupan y Pahuatlán. (e-consulta).

Y la cifra subirá en la medida en que pasen los días. Y la visión de la nueva catástrofe.

Es una historia recurrente. Una tragedia en los ojos, como escribimos en octubre de 1999, y que visualizó entonces una región inerme ante una tormenta que le dejó más de 250 muertos. Pero el papel del Estado entonces, rebasado por la extraordinaria respuesta de la sociedad civil, dejó interrogantes que hoy todavía se sostienen.



Y la pregunta fundamental: ¿cuando tendremos como sociedad organizada, una verdadera visión estratégica para este territorio biocultural extraordinario?

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Las tormentas de octubre sobre la Sierra Norte de Puebla pusieron una terrible paradoja al descubierto, algo que hace aún más difícil reconstruir la infraestructura perdida: la región indígena-mestiza cuenta con altos niveles de producción agrícola e industrial pero se encuentra amarrada de manos por estructuras políticas y económicas extremadamente arcaicas.

Los ríos desbordados, una vez más las preguntas sobre la vocación natural de la Sierra Norte de Puebla

Ironía mexicana: el azote del cielo trae la Sierra Norte de Puebla a la historia moderna del país. Ni las guerras civiles del siglo XIX provocaron una movilización social como la que se vive desde la primera semana de octubre. Más allá de los muertos -tal vez cerca de 500- y la destrucción de la economía y los servicios en un territorio al que el Estado con sus instituciones nunca acabó de llegar, sesenta horas de lluvias activaron el detonador de un cambio estructural en esta densa región de pueblos indios nahuas y totonacos sumidos en la marginación y la pobreza propias de los rasgos más arcaicos de México. Si a la inteligencia se suma una buena política, tal vez de la catástrofe resulte una nueva sierra.

Pocas regiones indígenas y mestizas tan complicadas como la Sierra Norte: por su diversidad ecológica en riesgo -ganado, cafetales y cítricos y agricultura maicera han deforestado serranías que van desde los 400 hasta los 2,500 metros sobre el nivel del mar-; por su densidad y dispersión demográfica -1,000,000 de habitantes en más de 2,000 pueblos y tan sólo 7 ciudades con más de 20,000 habitantes; por su economía de autoconsumo entreverada con nudos de capitalismo salvaje en la tala forestal, la producción intensiva de café para la exportación y la explosión de las maquiladoras para la confección. Todo ha sido puesto en jaque por sesenta horas de diluvio sobre 15,000 kilómetros cuadrados de territorio marginal a dos horas en auto de la ciudad de México.

Algunas imágenes para entender el entorno social de la Sierra Norte.

Los extremos cafetaleros: en la zona de Xicotepec miles de hectáreas de plantíos a sol abierto y con el uso de agroquímicos producen intensivamente para la exportación a Alemania; los empresarios capitalistas recorren en helicóptero las plantaciones que, al cabo de cuatro o cinco años de explotación, venden a pequeños productores sin capital y tecnologías para repetir la experiencia; la productividad baja y con el tiempo las laderas reproducen el ciclo maicero de erosión y pobreza. En Cuetzalan, una región de pequeños productores, un cortador de café recibe 50 centavos por kilo en la cosecha para lograr si tiene suerte alrededor de 25 pesos diarios. En Huehuetla, luego de las lluvias, los acaparadores lo compran a 30 centavos contra el riesgo de que se pudra en el suelo.

  • AI fin en la economía global, el boom de la industria de muebles rústicos para la exportación en la ciudad de Puebla ha multiplicado en los últimos cinco años la tala legal y clandestina con decenas de aserraderos entre Chignahuapan y Huauchinango.

  • Teziutlán, en el otro extremo de la economía, ha desarrollado en cinco años una actividad maquilera con 32,000 empleos directos en la confección textil. La migración genera hacinamiento urbano sin consecuencias para bien de las comunidades que aportan la fuerza de trabajo. La ciudad media reproduce los errores de los centros industriales de Puebla y el Distrito Federal.

  • Un sábado de plaza en Zacapoaxtla arroja la realidad sin cifras del autoconsumo indígena y la relación desigual y expoliadora de las cabeceras comerciales y las comunidades: huacales de frutas son ofrecidos a las nueve de la mañana a quince pesos; son comprados a ocho al final del día.

  • Tepetzintla es un municipio que en 1975 no había visto rodar por sus veredas ni siquiera una carretera. Mulas de carga y hombres caminaban seis horas para llegar a Zacatlán. Ni luz, ni escuela, ni drenajes, sólo chozas alrededor de un quisco-pozo, una presidencia, un templo franciscano y un curato en el que los tatas veían de cuando en cuando un código del siglo XVI. Dos mil comunidades estaban así ese año. El esfuerzo del Estado y los pobladores revirtió esta situación con escuelas, luz eléctrica, terracerías y centros de salud. Sin embargo, para 1995 el 90% de los municipios comprobaba índices de marginación alta o muy alta.

  • A fines de los ochenta los indios de San Juan Tahitic, a tres horas y media de camino a pie de Zacapoaxtla, tomaron de un cacique sus tierras ancestrales. La policía de inmediato reprimió la invasión y recuperó los predios. Siguieron años de plantones y escritorios sin éxito en la ciudad de Puebla. Un día de 1993 el hijo del ranchero fue ejecutado sin más a balazos a las puertas de su casa.

Comunicada por tres rutas -la petrolera de Huauchinango- Poza Rica; la indígena de Zacapoaxtla-Cuetzalan; y la ferrocarrilera de la decimonónica minera y comercial Teziutlán, la Sierra tiene presencia institucional añeja, pero delimitada en puntos estratégicos: la iglesia católica, con sus misioneros desde el siglo XVI y sus templos en cada una de las comunidades; el Estado con sus gobernadores y presidentes, sus jueces de paz y sus cárceles, la economía con sus presas de Necaxa y la Soledad, para energía eléctrica del Distrito Federal. El Estado también de las últimas décadas, con su Interserrana y sus terracerías, con sus escuelas bilingües y sus tecnológicos, pero con la carencia de una estrategia de inversión pública para el desarrollo en el largo plazo de la economía serrana.

Las tormentas de octubre arrojaron con su fuerza hechos que quiebran esta inercia de siempre en la Sierra Norte.

  • Cortes de agua como misiles destrozan en infinidad de puntos los 4,000 kilómetros de carreteras y terracerías y dejan incomunicados por más de dos semanas a centenares de pueblos y ciudades, provocando la mayor emergencia alimenticia en la historia reciente del país. Un sistema de protección civil de caricatura nunca imaginó el escenario de una carretera interserrana quebrada en cincuenta puntos. Se produce una hambruna temporal y la movilización de miles de personas en búsqueda de víveres sin alternativas mayores que las cadenas humanas entre las cabeceras y las comunidades y los vuelos de helicópteros cuando lo permite la niebla.

  • Además de los destrozos carreteros, es incalculable la pérdida de infraestructura, comunidad por comunidad, en la economía de autoconsumo y en los servicios públicos como adoquinados, redes de agua potable y drenaje, escuelas y edificios públicos. Más de 8,000 viviendas y una decena de comunidades arrasadas dan idea de la magnitud de la tragedia.

  • La respuesta del Estado es agresiva y bien intencionada para resolver la hambruna provocada por los cortes de la carretera interserrana entre Chignahuapan-Tetela, Zacatlán-Ahuacatlán, Zacapoaxtla-Cuetzalan y Tlatlauqui y Teziutlán. El gobierno de Melquiades Morales traslada secretarías de Estado a las cabeceras serranas afectadas y organiza de urgencia un abasto de alimentos que por no estar fundado en un plan de emergencia estratégico es lento o sometido muchas veces a la voluntad de presidentes municipales, y a la veracidad de la información otorgada a veces sí y a veces no por sus representantes.

  • La movilización hormiga, organizada desde los pueblos, de miles de hombres y mujeres desde las comunidades en busca de alimentos y en la reapertura urgente de sus brechas, encuentra respaldo en la red espontánea pero orgánica pica de grupos muy diversos de la sociedad civil: iglesias, empresas, escuelas y universidades públicas y privadas, medios de comunicación. Este es el hecho político más importante en la historia reciente de la sociedad poblana y puede generar cambios profundos en la equivocada e injusta relación social que llamamos Sierra Norte.

En conclusión, la tormenta genera la necesidad de replantear la relación de fondo de una región indígena-mestiza de importante producción agrícola e industrial pero sustentada en esquemas económicos y políticos arcaicos incapaces de reconstruir la infraestructura perdida y de proponer nuevas estrategias de desarrollo. Existe un consenso social por la Sierra. Se requiere una acción estratégica de Estado. A la vista está que toda dinámica estratégica que resulte tendrá que reconocer la importancia del campo y el autoconsumo para una solución de largo plazo, así como de su organización por fuera de los esquemas paternalistas, corporativos o de caridad que el Estado y las iglesias reproducen.

Me he visto en las fotos con unas botas blancas, pero ésas no las recuerdo sino de ahí, de las estampas, de una en la que estoy parada en la cubierta de un velero, detenida del mástil y con un rehilete en la mano izquierda.

Perfecta imagen para la memoria de una mujer que espera llegar al 2035, sin haber perdido por completo la propensión romántica del siglo XIX.

Cada quien sus pesadillas. Algunas de terror, otras del diario afán. De estas últimas, la mía es comprar zapatos. Tengo unos pies cuyo enigma es muy superior al teorema de Pitágoras. La hipotenusa de mis empeines tiene siempre tamaños distintos, entre uno y otro pie, entre un día y otro, entre el calor y el frío. No hay manera de uniformarlos. ¿De qué número calzo? Adivinar. Cada par de zapatos es su propio enigma, cada uno va poniendo en entredicho mi razón.



01-zapatos

Ilustración: Gonzalo Tassier

Cuando entro a una zapatería dejo ir los ojos por el inexorable horizonte de la tienda y pienso que esa vez sí será fácil, al menos posible, salir con un par al que no ponerle reparos. Pero nunca sucede. Y como en toda pequeña pesadilla el final es un túnel dando vuelcos.

¿Será porque apenas mido uno y cincuenta y ocho que los zapatos me importan tanto? ¿Será porque los tengo más cerca de los ojos? ¿Será por presumida? Sin duda debe ser por presumida. Nunca pude, pero ni con las seis décadas puedo, aceptar la comodidad de una zapatos feos.



¿Por qué es que esto les cuento? ¿De qué mundo me escondo dilucidando en torno a la belleza de los zapatos y la fealdad de algunos pies? Mi deber es contar. No dar cuentas. Siempre me he sentido incapaz de traducir el mundo, no doy con las razones y mucho menos puedo imaginar cómo resolver los problemas de nuestro país. Para eso está la revista nexos con su colección de sabios. Esta revista en la que he abierto un puerto que a veces se llena de barcos entrando y saliendo hasta que todo es un desorden sin retorno, como el túnel en la pesadilla de los zapatos.

¿Qué tienes tú que decir? ¿Te duele un pie? Y nos lo cuentas como si importara. Hablas de nimiedades. ¿Qué con la democracia? ¿Qué con la ley? ¿Qué con este lío que es vivir en un país que anochece con unos destripados y amanece con unos descabezados? ¿Y los índices de pobreza? ¿Y la equidad? Todo igual que el día aquel en el que te compraron los primeros zapatos para ir al colegio. Unos choclos blancos. No podían ser más feos, ni más idénticos. Todas las niñas íbamos al colegio vestidas igual. Unas eran más ricas, otras menos, pero vestidas iguales, daba igual. Más o menos teníamos lo mismo aunque no fuera cierto. Entre nosotros se hablaba poco de dinero. Para muchos, tenerlo obligaba a la discreción. No tenerlo en abundancia, también. Si mis papás dirimían esos asuntos cerraban la puerta. O lo hacían cuando las luces de la casa ya se habían apagado. Una vez los oí, atando los cabos del tema, cuando me acerqué a su cuarto en mitad de la noche, despierta con un dolor de cabeza que aparecía de repente como una flecha iluminada. Había que pagar no sé qué deuda. Regresé a mi cama con tal susto que no recuerdo a dónde fue a parar mi cabeza. Amanecí con las trenzas desbaratadas y el pelo hecho una madeja de alambres.

No pasó nada. Nunca nos faltó nada. Éramos siempre los primeros en pagar la colegiatura. Y la renta. También es cierto que nuestro coche era el más pequeño, y que nuestra mamá tenía un trabajo. Daba clases de ballet. De cinco a ocho. Tres grupos. La verdad es que le fascinaba tanto como avergonzaba a mi papá. Ahí y en ese tiempo, los hombres tenían que ganar el pan y las trifulcas de su familia. Todos sabemos que ella se habría aburrido muchísimo con cinco hijos y una máquina de tejer, por más que platicar con su hermana la divirtiera tanto, pero me aprieta el corazón como un zapato nuevo si recuerdo la pena que le daba a mi padre no pagar hasta el último centavo de lo que se gastaba en nuestra casa. Tonterías como botas viejas, pero que a él le importaban como una guerra.



No sé por qué, nuestra madre, cuando hacía el recuento de esos años en que pasaron trabajos y tuvieron disgustos económicos, se preguntaba por cuál motivo no había tomado a sus hijos y se había ido a Jalapa con ellos y su marido. Nunca entendí esa suerte de jaculatoria, ni le pregunté por qué irse y por qué a Jalapa. Un lugar al que nunca fuimos más que como parte del único viaje a Veracruz que atravesó nuestra infancia. Un viaje en el que aprendí el gozo de andar descalza, con mis dos hermanos, buscando pedazos de nácar en una playa de arena gris.

En esos años los niños pobres, así se les llamaba, por su nombre —no existían escondrijos ni asociaciones de palabras—, no tenían zapatos. Andaban descalzos. Pero del diario. Con el pelo rapado para no llenarse de piojos. No vivían lejos de nosotros, iban a la misma iglesia, de repente tocaban la puerta para pedir un taco. Se los dábamos, pero nada más. “Bienaventurados los pobres porque de ellos es el reino de los cielos”. Eso decían las enseñanzas, y había quien así las aceptaba. Pero a nuestros progenitores siempre los redimió la culpa. Así no podía ser, así no debía ser: esa certidumbre nos heredaron. No era lógica la pobreza como no era lógico el poder en manos de unos a los que se llamaba rateros, pero eran intocables. Mucho más intocables que los de ahora. Veinte años después de su muerte, el nombre de un cacique parecido al que yo di en llamar Andrés Ascencio, seguía diciéndose en voz baja.

En privado, cuando los grandes creían que no los oíamos, hablaban de sus varias mujeres, de sus indescifrables crímenes, de sus cincuenta pares de zapatos.

Yo tenía proclividad por esas conversaciones, apenas nos mandaban al jardín, me descalzaba para volver, sin que nadie oyera, a meterme tras un sillón y escucharlas. Sólo entonces brotaban los malos como fantasmas a media tarde. Pero no había estadísticas, ni estudios comparativos, ni encuestas. Todo era rumor o experiencia. Alguien había visto un muerto, todos supieron de una huelga en la que mataron a los trabajadores de un ingenio azucarero, nadie quería seguir oyendo y por eso llamaban a los niños a merendar gelatina de naranja.

¿Cómo eran aquellos años mis zapatos? Recuerdo unos azules. Estuve mirándolos en el suelo, junto a mis piernas dobladas para caber en un rincón al que llegó la historia de una mujer torera, dos veces valiente porque había estado enredada con el mentado general cuyo nombre no se mentaba.

En los zapatos cabe de todo. Y de todo hablan. Cabe el mundo, la historia, las finanzas. Cuentan quién tiene qué y quién no. Mis zapatos de aquellas vacaciones eran los mismos que los del año anterior, ya les habían puesto medias suelas y si les ponían suelas corridas se achicaban. Iban a comprarme otros el siguiente año, pero mientras había más de dos zapateros por barrio y la gente les cambiaba el tacón una o tres veces a cada par. No había marcas. Ni tiendas para princesas. La zapatería se llamaba Miguelito y los zapatos Ponchito. Los hacían en León, Guanajuato, y había que domarlos.

Con razón los escarpines de mis abuelas eran un amasijo de bultos y deformidades. Crecieron con los pies apretados. Era lógico tener callos a los sesenta. Yo me quejo mucho, pero no tengo ninguno, porque ya mis zapatos, hasta los de los chinos, que ya no hacen las cosas tan duraderas como su muralla, son suaves.

¿Desde cuándo son menos duros tus zapatos? ¿Podrías contar la historia con los pies? ¿Tu país con los pies? ¿Tus miedos con los pies? ¿Tu valor? ¿Tus apegos? ¿Cómo es que decía el dicho? “Con que te vas y me dejas, déjame tus chanclas viejas para acordarme de ti”. Parece que estoy oyendo a mi padre repetirlo, tras la lluvia, cuando le pedí que me diera permiso de venir a México, a estudiar quién sabe ni qué, con tal de no andar sin novio, solterona de veinte años, por la ciudad sitiando mis zapatos de entonces.

Mi madre había dicho que sí. Ella quiso siempre que nosotros viéramos más que sus ojos y anduviéramos más que sus zapatos. Mi madre tenía unos pies largos, elegantes y delgados como plumas Mont Blanc. Yo no los heredé. ¿Qué genes me despojaron de tal legado? Me lo pregunto muchas veces, sin duda siempre que enfrento el túnel de esa pesadilla. Sí, me digo, podría contar la historia con los pies.

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"¡Ya basta!": el grito de un sacerdote jesuita contra la violencia criminal en Chihuahua.

La colección Tarahumara 100 años, del cual este texto es parte, se ha hecho para celebrar los cien años del retorno de los jesuitas a la misión de San Pedro Clavé, en la Tarahumara Alta. Éste es el relato que el padre Pablo Louvet, S.J. redacta en Sisoguichi, primer lugar al que llegan los jesuitas. El padre escribe en el diario de la residencia: “el día 12 de octubre del año 1900, quinto aniversario de la Coronación de Nuestra Señora de Guadalupe, después de 133 años de ausencia, motivada por la expulsión de los jesuitas de todo el territorio de ambas Españas, llevada a cabo por orden de Carlos III, tres sacerdotes y un hermano coadjutor, volvían a hacerse cargo de la misión tan floreciente en otro tiempo de los indígenas tarahumares”.

El primer grupo al que toca la restauración está integrado por los padres: “Antonio Arocena, de cincuenta y seis años de edad, natural de Azcoitia, Guipúzcua, España, que entró a la Compañía el año de 1886, superior de la misión; P. José Vargas, de treinta y cuatro años de edad, natural de Morelia, Michoacán, que entró en la Compañía en el año de 1879; P. Pablo Louvet, de treinta y cinco años de edad, natural de Carquemont, Doubs, Francia, que entró en el año de 1884. H. Coadjutor Nicasio Gorgorza, de treinta y dos años de edad, natural de Azpeitia, Guipúzcua, España, que entró el año 1886. Todos hicieron ya sus últimos votos”.


Louvet lleva el diario de octubre a diciembre de 1900 y de enero a octubre de 1901. El siete de noviembre él, junto con el padre provincial, el padre Borbolla, de superior, y el hermano Nicasio Gogorza, parten a fundar la residencia de Norogachi. El 10 de octubre queda oficialmente establecido el segundo puesto de misión. El diario en Sisoguchi queda a cargo del padre José Aguirre, S.J. El padre Louvet en noviembre y diciembre de 1900 estructura el diario con el registro de las visitas que los padres hacen a las comunidades de: Cusárare; Norogachic; Santa Anita; Guachochic; Cavórachic; Papajichic; Pahuichic; Tetahuíchic; Samachique; Guaguachique; Guagüeivo; Pamchic y Bacíburiachic. En 1991 el diario lo organiza por meses.

En el texto se habla del deterioro de las iglesias y las casas adjuntas. Todo está destruido. Los recorridos son largos y a veces sin guía. Los padres duermen sobre paja y tienen dificultades para conseguir comida. Intentan aprender la lengua tarahumara. En estas visitas el trabajo se concentra en administrar los sacramentos de manera particular la confesión, la comunión y el matrimonio. Celebran misa, y predican.

En el texto Louvet deja constancia de lo que piensa sobre los indígenas y el trabajo misional. Realiza juicios de valor desde la perspectiva de su cultura. Ve a la Compañía y a él mismo como un agente civilizador. Al mismo tiempo se plantea la necesidad de una vida más justa y plena para los indígenas. Es un relato de época que ofrece mucha información muestra con claridad cómo entienden su trabajo, que piensan de los indios y cuál es su propósito.

La caligrafía es muy buena, vienen algunas páginas para verla. Se respeta la ortografía de la época. Hay anotaciones y notas al calce del propio Louvet. Hay 33 fotos en blanco y negro, la mayoría sobre las iglesias. Hay fotos de los años veinte, treinta y cuarenta y algunas de los sesenta. Hay un mapa que sitúa los pueblos visitados. El texto es claro y se lee con facilidad. Es testimonio de una época que debe ser juzgada en su propio tiempo y no desde el hoy.



En el año del retorno
Relato del padre Pablo Louvet, S.J.

Ediciones Diocesanas de la Tarahumara
Sisoguichi, Chihuahua, 2000

Viernes, 05 Agosto 2016 00:00

¿Quién disparó en Nochixtlán?

¿Quién disparó en Nochixtlán?

Diversas organizaciones de la sociedad civil, entre otras el Comité de Defensa Integral de Derechos Humanos Gobixha AC, el Consorcio para el Diálogo Parlamentario y la Equidad Oaxaca AC. FUNDAR, Centro de Análisis e Investigación AC, Luna del Sur, AC y Ojo de Agua Comunicación AC, publicaron hace unas semanas un informe “preliminar” sobre violaciones de derechos humanos cometidas en Nochixtlán, Oaxaca (disponible en www.educaoaxaca.org). Se trata de un documento basado en “entrevistas a personas testigas y víctimas de los hechos represivos ocurridos el 19 de junio derivados de las decisiones políticas de los gobiernos estatal y federal al enviar un operativo para limpiar vialidades”.

El informe ofrece una cronología de hechos y un listado de las violaciones a derechos humanos ocurridos en esa localidad y otros lugares cercanos a la ciudad de Oaxaca.

En su parte inicial, la publicación nos recuerda que “la situación de los derechos humanos en México es de una profunda crisis, según han señalado organismos internacionales como la CIDH, la ONU-DEH, el Relator Especial de Naciones Unidos para la Tortura, el Grupo de Trabajo sobre Desapariciones Forzosas, el Grupo de Trabajo sobre Detenciones Arbitrarias, o el Relator Especial para la Libertad de Expresión, entre otros”.



Luego, pasa a relatar las protestas contra la reforma educativa y el hecho de que “la semana previa a ese domingo 19, se instaló un bloqueo en Nochixtlán generando mucha tensión sobre el transporte de mercancías y personas… (aunque) en los días siguientes el bloqueo fue intermitente permitiendo el paso a vehículos particulares y deteniendo a los de carga”

El desalojo, dice este documento citando un boletín del gobierno de Oaxaca, fue realizado por elementos de la Secretaría de Seguridad Pública de Oaxaca, Policía Federal y de la División de Gendarmería. Y precisa que “se ha podido establecer que los elementos (policiacos) en el lugar portaban equipo antimotines: escudos, toletes, armas con balas de goma, gas lacrimógeno y granadas de humo. Pero también con fusiles de asalto BREN A1 y FAL como se aprecia en las fotos que medios y periodistas hicieron públicas, así como de los cartuchos abandonados en el lugar”.

Según la cronología del informe, a las 7:30 de la mañana se inició el desalojo de los manifestantes y a las 9:20 se escucharon “detonaciones de arma de fuego desde los hoteles” para replegar a la gente. Posteriormente, a la una de la tarde se pudo identificar un segundo enfrentamiento con presencia de helicópteros en la zona. Finalmente, a las 3 de la tarde la PF se retiró de la localidad pero “prevalece el caos en la población durante la tarde y noche y es quemado el palacio municipal”.

El informe presume que hubo un uso excesivo de la fuerza. Señala que “aunque las primeras versiones oficiales sobre el operativo apuntaban a que no se habían usado armas de fuego por parte de los cuerpos de seguridad… las fotos en redes mostraron a policías de Gendarmería y estatales usando sus armas contra los manifestantes”. Como resultado de ello se violó el derecho a la vida, ya que fueron muertas ocho personas. También, entre otras violaciones, hubo detenciones arbitrarias.

Como parte de sus recomendaciones el informe propone “realizar una investigación exhaustiva e imparcial que deslinde responsabilidades penales y administrativas de los servidores públicos involucrados en el operativo realizado el 19 de junio de 2016” y también piden a la Oficina del Alto Comisionado de Derechos Humanos de la ONU en México su acompañamiento y observancia del caso para garantizar el acceso a la justicia.



A casi mes y medio de los hechos, el secretario de Gobernación declaró que en este caso el gobierno “no tiene nada que ocultar pero que tampoco puede adelantar juicios en cuanto a la participación de policías federales” y que la Comisión Nacional de Seguridad en coordinación con la autoridades del estado y la Comisión Nacional de Derechos Humanos investiga “si los elementos policiacos cumplieron con los protocolos correspondientes”. La CNDH aseguró hace unos cuantos días que “la Fiscalía de Oaxaca no nos entregó la información solicitada y que en una primera instancia la PGR nos respondió que no contaba con información, pero que ahora que atrajo el caso esperamos que nos la proporcione…”. Esta Comisión tampoco quiso “adelantar conclusiones”.

Al otro día, el subsecretario de Derechos Humanos de Gobernación se entrevistó con los familiares de las víctimas del enfrentamiento “para avanzar en la prestación de servicios médicos a los afectados” y reiteró el compromiso del gobierno de “no criminalizar a los afectados”. Con razón, los representantes de los familiares exigieron justicia y castigo para los responsables del enfrentamiento y no sólo ayuda médica para los afectados. El domingo 31, en la Plaza de Tlatelolco de la Ciudad de México un grupo de personas lesionadas en Nochixtlán, dieron su testimonio de los hechos y mostraron las heridas que les fueron causadas.

A pesar de promesas y declaraciones, el hecho real es que todavía no se sabe quién disparó y privó de la vida a ocho personas el 19 de junio en esa localidad de Oaxaca. Según el informe de los organismos civiles, se puede presumir la responsabilidad de diversos cuerpos de seguridad en la violación de varios derechos humanos. Se conocen también los nombres de los jefes policiacos de las diversas corporaciones responsables del operativo. Pero no ha habido consecuencias legales de ningún tipo.



En el pasado, la represión del gobierno se ha justificado señalando que los manifestantes han agredido a las fuerzas de seguridad. En este caso el Comisionado Nacional de la Policía Federal señaló el mismo día de los hechos, que “quienes dispararon fueron civiles que no han sido identificados, probablemente infiltrados” entre los manifestantes. Pero ninguna autoridad hizo posteriormente ningún señalamiento concreto, ni ha ofrecido algún testimonio sobre ello.

¿Se está apostando una vez más al olvido y a la impunidad? Pareciera que el gobierno quiere establecer un pacto implícito según el cual ofrece no reprimir al movimiento magisterial (por lo pronto), no perseguir a los dirigentes y activistas que participaron en el enfrentamiento, y resarcir el daño a los afectados y a los familiares de la víctimas mortales hasta donde se pueda, a cambio de que no se concluya legalmente quiénes fueron los responsables materiales e intelectuales de las agresiones a los civiles. Pero esta conducta, si así la tiene calculada el gobierno, no es aceptable. No en un país en el que la violencia y la violación de los derechos humanos está tan extendida.

Los hechos de Nochixtlán son tan graves como la desaparición forzada de los 43 normalistas de Ayotzinapa, como las ejecuciones extrajudiciales en Tlalataya y Apatzingán, como los secuestros de las policías municipales a civiles inocentes en Veracruz, como las desapariciones forzadas y las muertes violentas de todos los días presuntamente a manos de organismos del Estado: policías municipales, estatales o federales.

Dejar las cosas así, sin saber quién o quiénes fueron los responsables de los acontecimientos de ese 19 de junio, significaría prolongar el estado desastroso que vive el país en materia de derechos humanos. Y permitir que pase el tiempo para que se dé otra agresión, con saldos mortales, a civiles que protestan o se manifiestan públicamente.

Conocer la verdad es un asunto que no sólo tiene importancia para las víctimas y la comunidad de Nochixtlán. Es una oportunidad para empezar a construir una política y una cultura de respeto a los derechos humanos y una relación entre el Estado y la sociedad basada en la transparencia, la rendición de cuentas y el respeto a la ley. Mientras no se sepa quiénes dispararon y quiénes dieron las órdenes esa mañana del 19 de junio, la violencia y la impunidad seguirán extendiéndose en todos los niveles de la sociedad y del Estado. Nadie puede estar de acuerdo con eso.

Miércoles, 03 Agosto 2016 00:00

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