Voces de una ciudadanía que dijo basta ya...

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Dos mujeres jóvenes condensan mi mañana en la marcha.



“¡Moreno Valle, nos tienes hasta la madre…!”, exclama sobre las cabezas a mitad de la explanada de la fuente de San Miguel. Y su grito rompe con el común propósito de la masa de centrarse en Peña Nieto. Pero la masa guarda muchos agravios y también alcanza contra otro de los políticos mexicanos que tienen por deporte “aspirar a la más alta investidura” financiados por el erario del que por seis años son depositarios. Ella está suspendida en el poste y desde ahí domina gorras y pelambres. Su rabia la lleva a encabezar la consigna contra Moreno Valle que el público le corea como marineros jubilosos a su capitán. La imagino –para seguir con ánimos marinos-- convertida en el mascarón de proa de la nave del descontento mexicano que en este mediodía pareciera echarse a la mar desde la fuente de San Miguel.

“El pueblo se cansa de tanta pinche transa”, grita después, y tras ella va la masa…



Ella no baja los brazos que sostienen el cartel con una respuesta a la más indignante de las preguntas que un presidente le haya hecho a sus gobernados, y tal vez por ello busca esa figura para responder a mi interrogante: ¿Qué pasará después de esto?



“Todos bajaremos los brazos, como pasa siempre –me dice--. El lunes volveremos al trabajo, todos nos olvidaremos de esto, las cosas no pasarán de aquí… Y no es que sea pesimista, pero esa es la realidad mexicana.”

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Aquí estoy en medio de la masa que ha encontrado en el ¡Fuera Peña Nieto! la unanimidad indispensable para alcanzar el éxtasis de toda manifestación política. La consigna se corea en oleadas que van y vienen para sostener el ánimo alto contra el riguroso sol de enero. Llevo cuarenta años de mi vida en jaleos periodísticos y acuerdo conmigo que es la segunda vez que participó en una marcha poblana cuya consigna principal es la del derrocamiento del presidente de la república –el 2014 con Ayotzinapa Peña Nieto ya había generado otra manifestación multitudinaria--. Ese mérito no está en la cuenta ni siquiera de Salinas de Gortari. A lo más que llegamos fue a exigir la cabeza de Marín en el 2006, pero el descontento murió contenido por el respaldo del panista Calderón al grotesco gobernador poblano, así que no logramos el éxito de otros derrocamientos (Nava Castillo en 1964, Moreno Valle en 1971, Gonzalo Bautista en 1973). Pero ahora el repudio a Peña Nieto se ha sostenido indomable desde el arranque de la marcha y a todo lo largo del callejón colonial de la avenida Reforma y lo veo contenido en el rostro de estas dos mujeres: este país del siglo XXI no puede contenerse en el vetusto formato del presidencialismo autoritario y corrupto en el que todavía se soporta el aparato político mexicano.

“¡Fuera Peña Nieto, fuera Peña Nieto, fuera Peña Nieto!”

Si algo ha conseguido este engendro de nuestro bestiario es confirmar con toda la precisión de esta exigencia masiva que el sistema político en México está fundido.

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Encuentro a mi paso por entre la masa muchos más rostros femeninos decididos. Retrato algunos:

La mujer de la última de estas fotografías es Hilda Vázquez, y su bata blanca la identifica como médico en los servicios de salud pública. Apenas ha bajado de la improvisada tribuna. Su voz no tuvo un atisbo de nervios y expresó con decisión su hartazgo. ¿Qué pasará después de todo esto?

“Si no nos organizamos se perderá todo –me dice--. Por eso propuse que las mujeres poblanas nos plantemos frente al Congreso, que les hagamos un cerco a los diputados ahora que van a pretender reformar la ley para privatizar el sistema de salud pública. Y más, que nos organicemos en comités de colonias para estar informados, pero por fuera de los partidos políticos.”

No será sencillo, pienso. Los partidos tienen una bajísima estima en el ánimo público. Y de la mano van los diputados y senadores. ¿Por dónde, entonces, encaminar el descontento?

Una respuesta la tiene la Doctora Montserrat Galí, a quien encuentro muy cerca de la tribuna atenta a los improvisados discursos. Ella es una de las más importantes historiadoras del arte colonial en México, investigadora del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la BUAP, y es una decidida lopezobradorista.

“Este movimiento espontáneo tiene que encontrar una salida política, porque si no todo quedará diluído.”

Busco otras respuestas a la misma pregunta: ¿qué le sigue a este rechazo de la corrupción de los políticos?

Encuentro a esta familia. Como muchas más personas han venido en bloque de padres e hijos. ¿Y qué esperan ellos que siga a todo este descontento?

La mujer con la sombrilla es pragmática: “Yo espero que bajen el precio de la gasolina, si no, para qué todo esto?”

El hombre del sombrero desmenuza sus cuitas: “Ya no se puede con tanta corrupción. Años y años igual, y el pueblo al final aceptando la torta y el refresco con lo que lo compran los políticos. Esto tiene que cambiar…”

La muchacha a la derecha es optimista: “Al menos salimos a la calle, aunque seamos pocos, pero no tuvimos miedo. La gente tiene que unirse a la lucha.”

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La marcha llegó deslumbrada por su propia espontaneidad. No hay un mando ni un grupo preciso. Los que encabezan el contingente son los que se pusieron más buzos. Los que traen sonido traen techo para improvisar tribuna y discursos. De repente la masa se sabe libre. No hay partido. No hay líder. No hay programa. Sólo rostros anónimos, gente sin más que toma el micrófono, público que deja hablar, que no pregunta por nombres, oficios, apellidos. Ahí está uno, atrapa sus sonidos…

El hombre en capacete describe lo ocurrido en los barrios por la tarde y la noche del viernes. Las barricadas frenaron cualquier atisbo de saqueadores. Y repite lo que he escuchado en las consignas. No tenemos miedo. Pero tiene ánimo propagandista: “Tenemos que organizarnos –dice y apunta el camino--: empecemos por los que conocemos, nuestras familias, nuestros vecinos, construyamos organizaciones de barrio, de ahí pasemos a los comités de colonias, y de ahí a la creación de una gran coordinadora que nos incluya a todos y con un mismo interés común…”

Bueno, de algo sirve la efemérides: 1917, todo el poder a los Soviets…. 2017, todo el poder a los barrios…

Sol de enero. Ya estoy en el desvarío.

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Reviso mi libreta y reviso mis anotaciones:

La gota que derrama el vaso. Alguien utiliza esa frase trillada. Dice tanto... Los mexicanos que no hemos buscado la salida fácil, la delincuencia. Los que construyen día a día en el trabajo el resguardo natural. Los que no viven de la burbuja gubernamental... Los veteranos que sobreviven: Federico chillian, López Malo, Rumbias, Beristain, Dr. Domínguez, Miguel Guerra, Chávez Palma... Los nuevos líderes: las mujeres... Las clases medias: los profesionistas. Medicos, ingenieros, enfermeras... ¿Y ustedes qué hubieran hecho? Cuántas respuestas tiene la gente...

Vuelvo a la tribuna, al inicio del mitin. Porque la tribuna la toma finalmente el SUNTUAP, quien lo dijera. Un organismo laboral aplastado en los noventa por los vencedores de la disputa por la universidad tras la guerra civil entre los grupos de la izquierda que en los ochenta manejaron la institución de educación pública. Ahí están sus sobrevivientes, a pesar de que hace más de veinte años que el gobierno les quitó la toma de nota, como se dice en el argot legal de la arbitraria ley laboral. Con una vieja pick up, un generador rancio pero útil y dos buenas bocinas se hace del portal frente al Ayuntamiento. Por no dejar, una barrera escuálida de policías cumple para decir después sin novedad, mi jefe, la gente no pasó de gritar policía, escucha, tu hijo está en la lucha. Pero nada más.

El SUNTUAP no perdido sus banderitas. Ni el veterano doctor Guillermo López Mayo –más de cuarenta años en la Facultad de Físico Matemáticas—ha perdido la soltura. Organizará un mitin al que poco a poco abrevarán todos los pequeños mítines en los que la masa se entretenía. María Eugenia Ochoa García, miembro del grupo RIOS, le ayuda con una libreta en la que apunta los nombres de quienes gusten hacer uso del micrófono, como se dice. Y arranca formalmente el mitin. Será una hora de discursos de tres minutos más o menos según los abusivos y los que se ganan al público con recursos de buena oratoria. Yo voy y vengo entre el público que aguanta entretenido y que somete con gritos certeros contra los discordantes (¡propuestas, propuestas!), y que al final les aplaude a todos.

En mi libreta apunto algunos: al doctor Marcelino Justo lo interrumpen con los dichos gritos de propuestas, pero él no se inmuta y les dice al final una: que vayan todos al congreso a exigir el cambio de la ley de Ingresos, ah bueno; a Federico Chillian no le aguantan mucho que se lance con una clase de historia (¡Propuestas, la historia ya nos la sabemos!) pero se gana al respetable con la memoria de Aquiles Serdán que siempre está ahí para salvar la oratoria más retórica; Silvia Rodríguez, menudita, buena oradora le explica al respetable que el problema no es el gasolinazo sino la reforma energética que aprobaron priistas y panistas, y Peña Nieto, pues que no mame el cabrón… y por supuesto será la más aplaudida; un ingeniero corta por lo sano y llama a que todos reconvirtamos nuestros autos a la combustión de hidrógeno, claro, también levanta aplausos; un hombre rellenito que se presenta como el comediante Jorge Luis bueno para los chistes pero que hoy no contará ninguno pone a cantar a la audiencia con un gran manejo de las técnicas para dominar a los presentes, y en un instante todos cantamos escucha hermano la canción de la alegría, ven danza sueña cantando vive soñando el nuevo sol en que los hombres volverán a ser hermanos, y no, no te bajes, que la gente está cantando a toda madre, pero no, dijeron dos minutos y yo cumplo, y el comediante se baja para desaparecer rumbo al show de las soledades de cada uno; una señora, a la que López Mayo hizo esperar un buen rato pues no se había apuntado , tiene un discurso muy estudiado, pero logra que yo retenga una buena frase (Si Puebla fue cuna de la revolución no puede ser la cuna de la decepción), y el público por supuesto le aplaude; María Eugenia Ochoa también habla, y es sin duda la más estructurada, pasa de pedir la revocación del mandato de Peña Nieto a exigir la abrogación de la ley de ingresos que generó el gasolinazo, para confirmar lo que varios han expuesto, aquello de organizarse en comités de barrio y colonias.

Video Silvia Rodriguez

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Cuando todo termina el mitin se reconstruye en chiquito a un lado de la Fuente de San Miguel, bajo la sombra. Aparece un altovoz y nuevas voces se escuchan. Un cartel con un número de Whats da idea de que arman un sistema de comunicación que inicia con una cartulina que ha reunido más de un centenar de teléfonos apuntados durante la marcha.

Entiendo así que la ciudadanía que hoy ha marchado no está dispuesta a que las cosas se queden aquí.

Tal vez sí, 2017, el poder de los barrios...

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Sobre el autor

Sergio Mastretta

Periodista con 39 años de experiencia en prensa escrita y radio, director de Mundo Nuestro...