El día en que el santón Guillermo Pacheco Pulido se topó con el Cristo de Pueblo Nuevo

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Mundo Nuestro. En diciembre de 1998, un día en que se topó con el Cristo de Pueblo Buevo, Guillermo Pacheco Pulido era, a sus 55 años, alcalde de la ciudad de Puebla. Hoy ocupa el cargo de gobernador interino del estado a sus 86 años. Mirar a este personaje de la política poblana con una perspectiva de largo plazo puede ayudar a entender una coyuntura como la de este 2019, atropellada y turbia.



Pueblo Nuevo: así le pusieron los antepasados.

Uno quisiera dar al conflicto de la colonia Romero Vargas el final que las autoridades retardan: Guillermo Pacheco Pulido y el diputado Jorge Yunes dejaron de echarse la bolita del trámite legal entre el Ayuntamiento y el Congreso del Estado y el doctor Jorge Morales, autor de la obra El Eterno Redentor, él mismo el Cristo que la multitud crucifica desde 1959 en el Calvario de Pueblo Nuevo, tomó posesión como presidente de la junta auxiliar, según convenio establecido en abril de 1987 avalado por el gobierno municipal, pero escamoteado desde hace dos meses en este terreno pantanoso de estructuras caciquiles en aparato oficial.

Pero el aparato es lento, la desesperación de los pobladores de ese lomerío que se levanta al otro lado del apolillado Puente de México y que corre parejo al río y a las fábricas textiles en la ribera del frente, tendrá que prolongarse hasta el martes próximo, cuando una terna de funcionarios del estado del congreso y del municipio resuelvan el problema jurídico.

Pero de la lentitud burocrática se destilan los personajes que la realidad representa, igual que el doctor Morales escoge a sus vírgenes y gladiadores romanos y aztecas que lo lloran y lo azotan rumbo a su martirio. Un conflicto así, en el que no ha corrido sangre y los ánimos no han pasado de sucesivas tomas del palacio municipal, es un libreto de la práctica política poblana: diputados y líderes sindicales enquistados, funcionarios que dan carpetazo, amas de casa que se la rayan al más entacuchado, un alcalde al que descuidan sus guaruras y sufre los empellones de las huestes populares, priistas de barrio, muchos años abnegados en el engranaje del acarreo, y hoy pueblo encolerizado, líderes que “ahí estaban”, pero que antes no figuraban, gente que mira sus calles de polvo y se cuestiona por qué las cosas tienen que ser igual que hace cien años.



Porqué Romero Vargas



Un hombre viejo y risueño cuenta que su padre, que murió hace mucho a los 89 años, vio de niño gritarse a los principales del pueblo con los principales de la ciudad. Era día de fiesta, pero todavía no estaba la Iglesia de Calvario. Sí, se dijeron, aquí se llama Pueblo Nuevo, así le pusieron los antepasados, ¿pero no puede tener ya su mero nombre? Y opinaron un rato. Luego uno se levantó y dijo que para qué ir más lejos, si ahí estaba el señor gobernador, el general Ignacio Romero Vargas, invitado principal ese día.

Y le pusieron Ignacio Romero Vargas, gobernador del estado en los años de la República Restaurada, poeta y padrino del actual templo que acabó con los sueños celestiales de los cholultecas, y quien acompañara al presidente Juárez en el primer viaje por ferrocarril México–Puebla, en septiembre de 1869.

El teatro de la política

Estaban por escenificar El Eterno Redentor en la Basílica de Guadalupe, invitados expresamente por el Televisa Raúl Velazco. Pero el 29 de marzo de 1987 el Doctor Jorge Morales estaba más preocupado pro la política que por sus quehaceres teatrales. Ese día, el hombre de 52 años, médico egresado de la UAP, heredero del oficio de huesero que ejercía su padre, segunda razón de su prestigio en la comunidad, disputaba la presencia auxiliar como candidato del club político “Unión y Progreso” contra el licenciado Hipólito Salas Laureano, litigante laboral, apoyado por el club “Gustavo Díaz Ordaz”. Ambos candidatos del PRI. “Hay que taparles el monte”, dijo el doctor Morales, “si ellos tienen un buen gallo, entonces voy a toparles yo”

Ese día, según la versión de los de Unión y Progreso, el grupo “Díaz Ordaz” se robó las elecciones. Unas secretarias muy dispuestas desde el Ayuntamiento apuntaban los votos abiertos en un pizarrón. Con ese método simple Salas ganó. Pero la gente del doctor se adelantó al 6 de julio. En medio de una trifulca objetaron el plebiscito. El arrastre popular del doctor logró que las autoridades municipales ordenaran un convenio: 18 meses de gobierno para cada grupo. Salas empezó.

El Doctor Morales en su papel de Jesucristo el Viernes Santo del año 2010, ciencuenta años de representaciones.

El calvario de la Romero Vargas

El general Ignacio Romero Vargas nunca imaginó que el nombre de Pueblo Nuevo se preservaría hasta estos días del doctor Morales. Pero desde varios años antes de que el gobernador jurista cediera su apelativo, los lugareños empezaron a bajar a la rivera del Atoyac para dejar su vida en los galerones textiles. Primero La Constancia Mexicana, con el tiempo El Patriotismo, La Beneficencia, La Economía, La Independencia, Santa Cruz Guadalupe y Santo Domingo. El sueño porfirista apostó al progreso de las fábricas, pero entonces, como ahora, la industrialización a la mexicana poco tuvo que ver con una mejoría en las condiciones de vida.

Hoy los de Romero Vargas ya no miran desde el campo a la ciudad. La loma de Pueblo Nuevo mira opaca y rencorosa el brillo de la burguesía poblana que se trepó desde los setentas al cerro de La Paz. Pueblo Nuevo tiene su calle principal pavimentada pero minada por las combis. Lo demás no ha alcanzado a entrar en el erario municipal. Lo mismo corre para el drenaje, que los vecinos declaran insuficiente. Ni hablar del agua. Ni del mercado: las señoras del barrio hacen su mandado en el Hidalgo, al otro lado del río y las avenidas.

Y el poblado campesino ha visto crecer la ciudad tan rápido como los funcionarios de Reforma Agraria tramitan el cambio de uso de suelo. Pueblo Nuevo sigue en su loma, pero la junta auxiliar de Romero Vargas cuenta ya con por lo menos ocho colonias que cubren lo que fueron sus sembradíos: Independencia, Zavaleta, Cristo Rey, San José de Guadalupe, Santa Cruz Buenavista, Atzacapotzalco, San José Citlaltépetl y Miguel Abed, colonia esta que a pesar de su filantrópico apellido la gente sigue conociendo como El Llanito. Caseríos proletariados, sin embargo, a los que poco interesa el lío político de los de Pueblo Nuevo por el control de la junta auxiliar Romero Vargas.

Pilatos o el Convenio incumplido

Después de la trifulca del 29 de marzo de 1987 el alcalde Guillermo Pacheco Pulido dictaminó, según los términos del convenio entre los grupos “Díaz Ordaz” y “Unión y Progreso”, la condición de acuerdo: “Fungir en forma absoluta la responsabilidad del mandato cada uno de ellos por su plantilla integra, dividiendo el periodo constitucional para el ejercicio de la presidencia”. Hipólito Salas, del primer grupo, cumplió sus dieciocho meses el 14 de octubre. Ese día firmó su licencia como presidente auxiliar ante Pacheco Pulido. Dos días después y cuando se percataron que el Ayuntamiento no procedía a nombrar al doctor Morales, según lo acordado, sus partidarios tomaron el edificio municipal y con pintas manifestaron su descontento. Simplemente exigían el cumplimiento del convenio.

Así que no se puede decir que los guaruras del alcalde hayan sido tomados por sorpresa ese atardecer del viernes 2 de diciembre. Las señoras adictas al doctor Morales ya tenían rato gritando en el pasillo y en el Salón Rojo. Pacheco Pulido caminó con la soltura de todos los días, pero la cancha estaba cerrada por una veintena de mujeres que en acción medida cubrieron sus flancos y cortaron su retaguardia para dejarlo sólo en esta enjundia de amas de casa en bravata, y quienes casi en vilo lo introdujeron al Salón Rojo para estrujarlo con las manos, los gritos y los carteles --“No seremos la burla de un gobierno falso y traidor a sus principios”, “Pacheco Pulido, cumple con lo que firmaste y no más engaños”-- que ni tiempo tuvo que leer.

Dicen que desde el alcalde Vitin Álvarez tratan así a los presidentes en Puebla. Los de Pueblo Nuevo no insultaron a Pacheco, pero no dejaron de interrumpirlo ni de gritarle que se “pusiera los pantalones”. Supongo que el político toma estos actos como parte del protocolo. Si acaso un gesto de cansancio, una mirada de “señoras, ustedes dicen a qué horas nos vamos”, un gesto inmutable que le sirve igual para los ambulantes de la 28 de Octubre, a colonas amas de casa madres solteras sin agua, sin drenaje, sin terrenos regularizados, a comerciantes iracundos contra Simitrio, a contratistas acreedores, una misma cara que corre en el filo del acarreo y la carencia, el rostro del servidor público que pronuncia la palabra insensible de la autoridad, la concordia y la ley: “Si no tienes nada que ofrecerle a la gente, ofréceles tiempo”, dice al final a quien lo escuche.

En el caso de Romero Vargas, alguien así, como Pilatos.

Del otro lado, el personaje de la representación es caótico pero directo: formal casi de oficio cuando toma la palabra, femenino, placero, cuando interrumpen infinitamente al presidente con un “dale con la misma canción”. Por eso, cualquier testimonio sirve, como el de la señora que se le repega a medio metro a Pacheco para gritarle “Señor presidente, usté y los del Congreso nos tren como títeres, siendo que nosotros somos priistas de hueso colorado, vamos a todas las manifestaciones, mientras que los del diputado Castelán tienen infiltrados panistas. ¿Así que por qué no nos apoya, por qué no pone en su lugar a su gente que no más ahorita nos dijo que estábamos tomadas, y no señor aquí no hay un borracho, lo que estamos es cansados y si usté dice que el lunes nos resuelve dénoslo por escrito, porque sus palabras se las lleva el viento y por últimas le digo que somos priistas no acarreados, así que exigimos que respete nuestros derechos pues de otra forma vamos a chocar unos contra otros y el PRI va a seguir por los suelos como ustedes lo han dejado”.

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El Doctor Morales, 55 años despues de su "Eterno redentor". Foto de El Popular.

Que lo resuelva el Congreso, dice Pacheco

El día de hoy funcionarios de los gobiernos estatal y municipal y el diputado Jorge Yunes tendrán que encontrar el curso legal para el nombramiento del doctor Jorge Morales como presidente de la junta auxiliar de Ignacio romero Vargas. El alcalde Pacheco Pulido dice que corresponde al Congreso resolver el problema; los diputados se lavan las manos y le “recomiendan” al presidente que se respete el convenio. La gente en la loma de Pueblo Nuevo pasa la fiesta guadalupana como cualquier año. Y espera.

“Si señor —dice Carmelo Plata Castañeda, regidor de Policía y Gobierno en Romero Vargas, panista según la gente del doctor Morales—, aquí Norberto Cházari es nuestro presidente interino. Esa gente del doctor alega que se les hizo tope en el plebiscito, pero todo fue legal, el licenciado Salas ganó por 63 votos. Ninguno de los regidores firmamos el convenio. Ellos tienen apoyo, pero no de acá del pueblo, sino de la 28 de Octubre y los estudiantes. En honor a la verdad nosotros estamos dispuestos a defender esto como sea”

El grupo de Norberto Cházari cuida el local de la presidencia. Decidieron desconocer la negociación que los líderes del grupo “Gustavo Díaz Ordaz” tuvieron con los de “Unión y Progreso”. “Qué se cumpla la ley y nos dejen trabajar”, dicen. Pertenecen al grupo que ha acaparado la presidencia auxiliar desde hace treinta años, pero esta vez se le rebelaron a Bonitacio Flores, su dirigente.

“Nos dicen “las forjas” a los que apoyamos al doctor. Lo que pasa es que están adoloridos —dice una de las señoras admiradoras del médico que año con año encarna a Jesucristo—. Ellos han mangoneado aquí desde siempre: ese Bonifacio Flores, ese Antonio Castelán, que diputado y no sé qué, y que ya ni se para en el pueblo porque la gente no lo quiere. Están dolidos porque perdieron el hueso.”

Son los bandos. Trato de entender quiénes son todos estos actores de esta disputa en Pueblo Nuevo. Los oficios de los políticos en la junta auxiliar Romero Vargas.

Del club “Gustavo Díaz Ordaz”: Antonio Castelán, hoy diputado, antes obrero de El Patriotismo, donde inició su carrera como líder en la FROC—CROC; Bonifacio Flores, comerciante, actualmente tiene una panadería; Francisco Salas, abogado laboral; Raúl Cerón, empleado de Ayuntamiento; Carlos Espinosa, ex presidente auxiliar, agente de medicinas.

Del club “Unión y Progreso”: Andrés Vera Sánchez, comerciante; Germán Guarneros, obrero textil en El Mirador, Jorge Morales, médico, huesero, dramaturgo y actor.

“Todo este problema—dice el huesero— es por el diputado Antonio Castelán, que apoya a su gene de aquí y que él maneja. Ellos dicen que están bien palancas allá arriba, pero yo estoy bien palanca con el pueblo, tengo su simpatía porque aquí nací. El movimiento está vivo, visto a ojos vistas, ya estamos hartos de sinvergüenzadas. Ellos firmaron un documento de hombres y ahora no lo cumplen. Y arriba las autoridades nomás mirándose, que si le corresponde a Pacheco, que si al Congreso. Nomás que me nombren y voy a tratar de consolidar a la población, buscar la unidad para atender necesidades básicas de drenaje, agua potable y seguridad pública. Y eso sí seguiremos con nuestro cuadro dramático, como hace casi ya 30 años.

“Porque yo soy político, pero no sólo –sigue--. Soy Médico, huesero, autor teatral (tengo 74 libretos en todos los géneros) o sea, dramaturgo, actor, director. Todo eso soy. No he metido lo del cuadro en la política, cada cosa tiene su lugar. Milito en el PRI desde hace quince años, pero “El Eterno Redentor” la escribí desde 1959. Y ya llevamos tres presentaciones con Raúl Velasco, en el 71,72 y 73. El Sábado Santo de 1987 presenté la obra en la Basílica de Guadalupe, a invitación de Televisa, con 300 actores que recluto de distintas partes. Porque nosotros mismos nos patrocinamos, ninguna autoridad, ni la Iglesia nos apoya con dinero. Así hemos proyectado a nivel nacional a Pueblo Nuevo. La obra arranca desde los 14 profetas y llega hasta la muerte de Cristo. Si, por todo esto tengo aquí mucha popularidad.”

Pueblo Nuevo, oficialmente Ignacio Romero Vargas, con su conflicto y sus personajes a la espera de una solución sencilla: el cumplimiento del convenio propuesto por las propias autoridades municipales.

El alcalde Guillermo Pacheco Pulido, como Pilatos, “que decida el Congreso”.

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Sobre el autor

Sergio Mastretta

Periodista con 39 años de experiencia en prensa escrita y radio, director de Mundo Nuestro...