En los muros de la ciudad es el título del conjunto de crónicas de Héctor de Mauleón y Rafael Pérez Gay publicadas por la revista Nexos en el mes de septiembre, y que forman parte del libro Ciudad de México. 200 lugares imprescindibles editado por Cal y Arena.



En 1921 el gobierno de Álvaro Obregón cometió un atentado contra la memoria: eliminó los nombres de las calles que la Ciudad de México venía arrastrando desde su fundación y los sustituyó con los de las repúblicas latinoamericanas que habían reconocido su gobierno. La calle que durante cuatro siglos se llamó Sepulcros de Santo Domingo fue nombrada República del Brasil. La calle del Relox fue bautizada como Argentina. Lo mismo sucedió con el resto de las calles del Centro, a las que se había nombrado a partir de la importancia de sus edificios (La Profesa, Santa Teresa la Antigua), del lustre de sus vecinos (Zuleta, Meave, Ortega), o de los hechos inolvidables que hubieran ocurrido en ellas (Callejón del Muerto, La Quemada).

Un grupo de cronistas alertó sobre la desintegración de la memoria urbana y en 1928 logró colocar en las esquinas pequeñas placas de azulejo con el nombre antiguo de las calles. El proyecto quedó inconcluso.

Al cataclismo histórico iniciado por el obregonismo se agregó la desaparición de manzanas enteras para abrir paso a la modernidad, que es uno de los nombres del olvido. Casas y edificios cayeron como una forma de repudiar los ayeres porfirianos, el pasado virreinal.

El resultado fue una ciudad con la memoria cercenada.

Ciudad de México. 200 lugares imprescindibles es un libro editado por Cal y arena y el gobierno de la Ciudad de México. A través de crónicas breves, como fósforos que se encienden en un mundo en sombras, Héctor de Mauleón y Rafael Pérez Gay recorren hechos y lugares que no deben ser olvidados.



Allende 38 (Héctor de Mauleón)


En este convento vivió Isabel de Tobar, a cuya solicitud Bernardo de Balbuena escribió el primer poema dedicado a la Ciudad de México, Grandeza mexicana. 1604.



En 1602 Bernardo de Balbuena era un cura hastiado de vivir en un pueblo remoto. Acababa de cumplir 40 años y llevaba varios de ellos encerrado en un rincón de la Nueva Galicia: la parroquia de San Pedro Lagunillas.

Ese año Balbuena decidió buscar “una dignidad o una canonjía en las iglesias de México o Tlaxcala”, así que empacó sus pertenencias y abandonó el curato. No se sabe por qué fue a despedirse, muchas leguas al norte, de una viuda que vivía en San Miguel de Culiacán y estaba a punto de encerrarse por el resto de sus días en un convento de monjas de la Ciudad de México. La viuda se llamaba Isabel de Tobar. Hace mucho que los críticos se preguntan por las razones de aquel viaje. La respuesta se ha perdido para siempre.

02-balbuena

Ilustración: Kathia Recio

Balbuena, nacido en Baldepeñas, había llegado a la capital de la Nueva España a los 21 años. Le gustaban la poesía y los libros. Fue premiado en varios certámenes poéticos. Estudió teología —tal vez en la Real y Pontificia Universidad de México— y poco después se ordenó como sacerdote.

En San Miguel de Culiacán, Isabel de Tobar le hizo un encargo: “que le escribiese, diciéndole cómo era y qué había en la mayor ciudad de la Nueva España”. Balbuena precedió a su amiga en el viaje y cumplió la encomienda. Escribió, en tercetos endecasílabos, el primer poema dedicado a la Ciudad de México: Grandeza mexicana, cuya dedicatoria a Isabel Tobar, acompañada por el verso: “Mándasme que te escriba algún indicio/ de que he llegado a esta ciudad famosa/ centro de perfección, del mundo el quicio”, marca la entrada de la mujer en la poesía hispanoamericana.

El libro fue publicado en 1604 en la imprenta de Melchor Ocharte. Balbuena viajó a Madrid, llegó a ser obispo de Puerto Rico. No volvió jamás a la Nueva España. Doña Isabel profesó en San Lorenzo, un convento recién fundado. Ahí deben estar sus restos.

República de Brasil 46 (Rafael Pérez Gay)


En esta casa murió, el 3 de febrero de 1895, el imprescindible poeta y cronista Manuel Gutiérrez Nájera.

La señal de los nuevos tiempos vino para Manuel Gutiérrez Nájera un mediodía de noviembre. Mientras se rasuraba, se hizo con la navaja una pequeña herida de barbero distraído. El hilillo de sangre tardó tres horas en detenerse. El Duque Job, como también firmaba en los periódicos, era hemofílico. En los primeros días de 1895 la influenza lo debilitó con fiebres altísimas. Al poco tiempo descubrió con estupor un tumor bajo el brazo, en la axila. Dejó de cumplir con su trabajo en la redacción de El Partido Liberal y como diputado por Texcoco. Una junta de médicos discutía la forma de operar sin ocasionar una hemorragia fatal e incontenible. El sábado 3 de febrero Carlos Díaz Dufoo subió las escaleras adornadas con azaleas de su casa en la calle de Sepulcros de Santo Domingo. Gutiérrez Nájera se encontraba grave. Más tarde, Luis G. Urbina visitó al poeta y acompañó su cuerpo inerte. Toda la prensa, sin excepción, dedicó sus primeras planas a Gutiérrez Nájera. Llovieron obituarios y condolencias para la viuda. Días más tarde, Amado Nervo escribió: “Ese inmenso cerebro fue desparramando lo mejor de su esencia en el periódico”. Gutiérrez Nájera cerraba el siglo prosístico mexicano en una atmósfera de melancolía y promesas de tiempos turbulentos.

03-najera

Ilustración: Kathia Recio

En revista Nexos el conjunto de crónicas En los muros de la ciudad.

Mundo Nuestro. La tarde espléndida del domingo le permitió al sol jugar con los cúmulos amenazantes al norte de la ciudad. La lluvia no llegó ayer, y al final las nubes se convirtieron en el manto negro con el que cayó la noche. Pero la memoria me la dejaron esos cúmulos bárbaros, encendidos, asomados sobre nuestra modorra vespertina. Una tarde así, hace veinte años, de nubarrones magníficos alumbrados por el sol entrometido, dio paso a una noche trágica para la historia de la ciudad de Puebla, marcada por la furia de un río en el que poco pensamos, el Alseseca, apretado por la urbe contra la ladera del Teposúchitl, hermano menor del Atoyac y tan maltratado como aquél. Un río que desnudó en una sola tormenta la trama de necedades y corruptelas que acompañan de siempre el oficio de mal gobierno con el que los políticos le han dado lustre a las desgracias de la ciudad.

1.- Viernes 21 de junio de 1996 por la noche: la naturaleza desnuda la fragilidad de una ciudad que ya no sobrevive a sus engaños. Para la mala metrópoli un espejo implacable, el torrente espeso de lodo, árboles, piedras y basura desborda el desastroso paisaje de su desarrollo urbano. Los espejismos del progreso nos arrojan cadáveres destrozados en el fango. Nunca nuestro periodismo gráfico encontró territorio más propicio, y sus imágenes certeras alumbran el precipicio de nuestras equivocaciones.



2.- Media tarde. Seres anónimos circulamos extasiados por el espectáculo de las nubes, cúmulos y macisos grises en tonalidades tan variadas como los verdes del campo. Presagio de tormenta que no conmueve a los automóviles con sus soledades y desatinos empañados por los primeros asomos de la descarga tropical. 46 milímetros, dirán después los meteorólogos, como pocas veces se ha visto en los últimos cincuenta años. La mayor parte correrá por las faldas erosionadas de la Malinche. La dimensión de la catástrofe nos hará entender otras medidas: la extensión y profundidad de las barrancas del norte de la ciudad, con sus nombres antiguos --Xaltonac, El Conde-- que se hunden en los ríos Atoyac, San Francisco y Alseseca; la magnitud del desastre ambiental que significa pensar en la deforestación de los bosques, la erosión de la tierra, el taponamiento de los cauces, su reconversión en caños y basureros.

3.- Rumbo a la medianoche del viernes no imagino ese torrente de lodo y equivocaciones que arrastrará la vida de diez personas. Sufro la tormenta que estropea planes y ensoñaciones de reventón adulto. Quiero reconstruir una imaginación que no se produjo el viernes: un taxi en ese arroyo natural reconvertido en la vialidad heroica Cadete Vicente Suérez, un chofer fuera de la unidad que grita, implora, increpa a su pasaje. No hay más tiempo: el auto es una piedra más, otro tronco brutal decapitado con tres seres anónimos con sus ánimos, sus proyectos, sus broncas, su futuro atrapado en el lodo, ramas quebradas que no murmuran más lamentaciones.



4.- La noche entera. La respuesta y la angustia. Por radio la voz de un bombero: “No se puede más, comandante. No terminamos en un lado cuando ya piden auxilio en otro. Qué hacemos jefe... Si metemos el camión nos va a llevar la corriente también a nosotros”. No pararían, minuto a minuto recibían nuevas órdenes de la Central.

  1. - Juan Pantaleón Sebastián, presidente de la colonia La Providencia hará un recuento el domingo: han limpiado las calles; no hay teléfonos; no hay luz. Platica con el gobenador Bartlett. “El problema está en la mala planeación, señor. No nos tomaron en cuenta cuando desviaron el cauce del río

Amalucan”. Así fue: el arroyo fue desviado hacia el Alseseca en un ángulo de noventa grados para dar paso a la vialiad Vicente Suárez. No resistió el embate del torrente, que buscó su sendero original. Ahí empezó a arrastrar a los automóviles. “No nos hicieron caso --insiste--, debieron haber construído un puente”.



“Esta obra es del sexenio anterior”, responde el gobernador. “Lo que nosotros hicimos fue darle continuidad a estas vialidades”.

Luis Ontañón, director del Soapap, y Eduardo Macip, flamante secretario de la SEDUEP, se miran. “¿Quién construyó esto?”, se preguntan. “¿Tú ya estabas?”, se dicen.

El torrente tampoco tuvo conocimiento.

6.- De las imágenes recientes del poder.

Primera: como en un juego de niños mal portados, los grupos de los gobernantes Manuel bartlett y Gabriel Hinojosa se mueven cada uno por su lado. Ocurre así el sábado. Tampoco el domingo se juntan. Los dammificados se acercan, explican, demandan. Pero los dos políticos nunca los enfrentan juntos. No dejan de lado sus diferencias. Los ciudadanos no los vemos codo a codo ante la tragedia.

Segunda imagen: también el domingo, pero en Zacatecas, una comida informal con los reporteros. El presidente Zedillo afloja el cuerpo y hace una declaración increible si se valora lo sucedido en los últimos años y se recuerdan sus mensajes reprobatorios: “Lo que nos ha faltado en México durante varios años es debatir políticamente cuál es el camino económico para que nuestro país se desarrolle. Ha habido muchas críticas, muchas posiciones rígidas por parte del Estado, y creo que lo que debemos hacer entre la crítica y la posición rígida es dialogar, debatir y todos poner nuestro mejor esfuerzo para llegar a un entendimiento mínimo que no borre las diferencias, las ideologías que cada quien sostiene, pero que con toda sinceridad reconozca cuáles son las posibilidades reales del país, dónde estamos históricamente en este momento de encrucijada, pero sobre todo dónde podemos estar si nos ponemos de acuerdo en lo fundamental”.

Son imágenes del poder. Reflejos de nuestra fragilidad, de nuestros espejismos, de nuestro destino. Ojalá Ernesto Zedillo tome en serio sus palabras. De hacerlo, los mexicanos lo recordaremos como nunca lo hemos hecho con presidente alguno desde los tiempos de Lázaro Cárdenas.

Ojalá los mandatarios Bartlett e Hinojosa reflexionaran en lo dicho por el presidente. Igualmente los recordarían con cariño nuestros hijos y nietos.

Los caños, los sueños, las equivocaciones. En la memoria aquel anuncio en el viejo cine Puebla, tal vez en alguna matiné de vaqueros y pirata. Un corte transversal de la obra proyectada para el río de San Francisco; descomunales bóvedas amarrarían por doble vía la corriente. Pocos objetaron la obra. Pocos protestaron entonces por su realización que redujo a la mitad la dimensión del acueducto.

Nos persiguen las ensoñaciones. Treinta años después la naturaleza sigue derrotando a los ingenieros. Los políticos persisten en sus sueños.

Domingo, 18 Septiembre 2016 00:00

La feroz intensidad de las desigualdades

Vida y Milagros

El hábito de la desigualdad nos visita y ciega desde siempre y asumimos, sin darnos cuenta, la intensidad de esas desigualdades. Ángeles Guzmán Ramos, marzo 1996



Ángeles Guzmán Ramos fue mi madre. Empezó a escribir su tesis para licenciarse en antropología social a los 70 años y se recibió a los 71, en un aula del Edificio Arronte, entonces sede de la escuela de Filosofía y Letras de la BUAP. Hace unos días leí que las estadísticas de analfabetismo siguen siendo altas y que el índice mayor se da entre mujeres, y entonces recordé la tesis que mi madre hiciera hace casi 20 años y que se centraba en cuatro estudios de vida de mujeres analfabetas. Quiero que el espacio de mi columna le dé espacio a la voz de mi madre, a la sabiduría de su tesis que en su momento no supe valorar del todo. Aquí, un resumen de la introducción a la misma y los motivo, vivos aún, que le llevaron a escoger el tema de la misma.

“La idea de hacer una investigación sobre mujeres de colonias populares, surgió en mí del trato que sostuve con vecinos de la Colonia Colombres y San Antonio Abad, con quienes me reuní semanalmente durante dos años a estudiar la Biblia. Esas reuniones se desarrollaban dentro de la concepción religiosa de algunos jesuitas de los años ochenta, influenciados claramente por la Teología de la Liberación , particularmente de Rafael Soler S.J., quien ejercía su ministerio en la colonia Colombres y se había ganado la confianza de los vecinos. En ellas estudiábamos un curso de Javier Sarabia, S.J. que requería la participación activa de la gente a través de pláticas y dinámicas de grupo. Estas actividades motivaron en especial a las mujeres, quienes expresaban sus inconformidades y opiniones de manera mucho más abierta que los hombres. Hablaban, acogidas por el curso, encontrando una forma de dar sentido a sus vidas, plagadas de problemas de difícil solución. Como estudiante entonces de la carrera de Antropología, tuve la inquietud de hacer una investigación sistematizada de la experiencia narrada por cuatro mujeres con las que establecí un vínculo especial: Dolores, Mati, Laura y Viki. Sus historias me parecieron dramáticas muchas veces, enternecedoras otras, pero sobre todo relevantes por su capacidad de mostrar la lucha cotidiana que tienen que librar las mujeres de las clases populares para sobrevivir en una sociedad como la nuestra, con marcadas diferencias sociales y una profunda distancia entre la esfera de acción y de poder entre el hombre y la mujer. El método que utilicé fue el biográfico, basado en la información proporcionada a través de pláticas y entrevistas grabadas, ya que da la oportunidad a la persona de analizar su propia historia por medio de la palabra hablada, y así, personas analfabetas pueden referirse a sí mismas y al mundo que las rodea de forma espontánea y natural. En las historias de vida que presento, lo importante no es mostrar los acontecimientos, sino la forma en que ellas los viven y los interpretan. La selección que hice fue entre mujeres del grupo de Biblia que tenían más interés en mejorar sus vidas, mujeres inquietas, con un fuerte sentido del yo, que se consideraban dignas de mejor suerte. Escogí a las más activas, a la mujer que ante la oportunidad de ser escuchada muestra otra cara. Mi trabajo se basa en la certeza de que el estudio de estas vidas puede ayudar a mejorar la comprensión de las mujeres de los grupos más pobres de la ciudad que generalmente han migrado del campo, donde la pobreza se entiende erróneamente como un fenómeno natural y en donde la creencia de la superioridad masculina acentúa la inferioridad de la mujer como género. Una de mis metas es transmitir la comprensión y responsabilidad que siento por quienes desde su condición de mujeres, hijas, madres, hermanas, abuelas, enfrentan todo tipo de problemas sociales, económicos, y psicológicos, sin perder por ello su capacidad de gozo y la esperanza de una vida mejor. Finalmente debo decir que me propuse registrar las voces que protagonizan este trabajo para ofrecerlas al oído y las reflexiones de quienes jamás las conocerán de otro modo. Escuchar a otros puede ayudarnos a romper un sistema de valores que no tiene por qué ser eterno, aunque tantas veces nos parezca impenetrable. Mientras las escuchaba y al poner por escrito la ferocidad y viveza de sus palabras, me di cuenta de qué manera estas mujeres, doblemente marginadas por su condición de género y clase, son sin embargo parte esencial del heroísmo, la sabiduría y la barbarie que cruza la historia oculta de nuestro país. Son ellas quienes forman y sostienen el núcleo familiar, quienes educan o deforman, quienes protegen y fortalecen o quienes devastan o redimen. Aunque cuatro historias de vida son una muestra demasiado pequeña, me pareció que en el hecho de confiarme sus vidas, sentían que ayudaban a otros seres humanos con quienes compartían problemas iguales. Mi condición de mujer y desde luego mi edad fueron aspectos que permitieron ganarme su confianza y establecer un vínculo de cariño. Yo creo que si tuvieran acceso a la educación, si pudieran al menos leer y escribir, estudiar la primaria y la secundaria, sabrían más sobre la sociedad en la que están inmersas, para así defenderse de quienes las oprimen, empezando por sus maridos, y procurarse una vida mejor."



Esta ilustración y la de la portadilla fueron tomadas de la revista Nexos.



Hasta aquí dejo lo que tomé de la introducción de la tesis de mi madre, nombrada por ella “Yo lo que quiero es saber”. Ese fue el título que escogió, porque concluyó que ese era el anhelo más grande de las cuatro mujeres que permitieron dar vida a su trabajo, y también la clave que mi madre vislumbró como parte de la solución a los problemas de marginación, pobreza y desigualdad existente en las vidas de las mujeres de sus cuatro casos de estudio. Cuando ella terminó su tesis, 40 mil mujeres en la ciudad de Puebla eran analfabetas.

En datos de iNEGI 2015, el estado de Puebla es el sexto estado con más analfabetismo en el país, solo arriba de Veracruz, Oaxaca, Michoacán, Guerrero y Chiapas. Aunque en el sexenio que termina se bajaron casi dos puntos porcentuales, aún el 8.3 % de las personas mayores de 15 años no saben leer y escribir, cerca de 350 mil personas, de las cuales más de 200 mil son mujeres.

Una de las claves para abatir la desigualdad es la educación. El recorte presupuestal para 2017 deja intocado y mucha grasa y pellejo en el ya de por sí gordo presupuesto destinado al Congreso de la Unión, al INE y al presupuesto para los partidos políticos, mientras que el presupuesto destinado a educación sufrirá recortes drásticos, según lo documenta con lucidez la página de INTEGRALIA dirigida por Luis Carlos Ugalde.

Sí, si son feroces las desigualdades, pero con un presupuesto razonable podrían no ser irremediables ni eternas. Aún hay tiempo para analizar, priorizar y corregir desde todas las trincheras posibles el presupuesto 2017 y sus recortes.

Lunes, 12 Septiembre 2016 00:00

#Renuncia Peña Nieto

Día con día

Las sociedades no arropan a sus políticos en desgracia. Normalmente, termina de destruirlos. Luego los perdonan o no, pero por lo pronto los devoran.



La política no es un deporte de filántropos y solidarios. Es una pelea a manos libres y el que resbala debe ponerse rápido de pie para evitar que lo pateen.

Hay que patear lo que va cayendo, dice ferozmente Nietzsche, en el ánimo salvaje de que lo que ya no sirve deje de estorbar y florezca más rápido lo nuevo, lo que brota.



No sé si es el mejor consejo que puede darse a una comunidad política irritada como la mexicana, pero describe un impulso radical de la polis. Hay algo de esos instintos en el ánimo social mexicano.

La intensidad del rechazo a Peña Nieto parece tan desproporcionada como innegociable. Esta semana habrá una marcha pidiendo su renuncia. No sé cuánta gente tendrá en la calle, pero tiene mucha en las redes sociales y en las redes del imaginario político. Me parece una causa riesgosa que, en el fondo, nadie quiere.



La consigna de la renuncia ha tomado las redes sociales, y acaso tomará las calles, pero no ha tomado aún la voluntad de los políticos profesionales.

Las oposiciones políticas podrían plantear la renuncia del presidente en el Congreso, pero se muestran a la vez cautas y astutas.

No lo derrumben, pide López Obrador. No le muevan, dicen los demás con su silencio.

De cara al proceso electoral que viene, las oposiciones prefieren a este presidente débil, poco competitivo, frente a las posibles sorpresas de un gobierno fresco.

Un presidente sustituto podría tomar el carro donde lo deja Peña y ofrecer un fin de gobierno que haga menos fácil el trabajo de la oposición, dedicada hoy a medrar de la debilidad del adversario más que a construirse como fuerzas confiables para el futuro.

Peña Nieto podría también tomar la oportunidad de refrescar y relanzar su gobierno. Tiene más poder sin usar que el de cualquiera de sus adversarios. Pero no lo usa.

Vida y milagros

Hace justo un año que unos ojos curiosos y sensibles muy cercanos a mí observan el zócalo de México cada día. Unos ojos que lo conocían poco y que han aprendido a descubrir en él a México entero, con lo bueno y lo malo. Han visto de todo en estos doce meses, de septiembre a septiembre. Lo primero que vieron fue la organización de la ceremonia del grito y luego el grito mismo con un zócalo repleto tres noches después, abarrotado, sin que importara mucho quién saldría por el balcón; lo importante sucedía abajo, con miles de personas divertidas con las peloteras y el borlote, el ruido y las fritangas, con los niños desvelados mirando al cielo sobre los hombros de sus padres, esperando el resplandor de los fuegos artificiales.



El Zócalo casi nunca descansa. Lleva siglos siendo el centro político y religioso del país. Marchas, plantones, eventos culturales, protestas, desfiles, campamentos, mítines, conciertos, cortejos fúnebres, todo convive y compite por un pedazo del corazón de México. Ahí sucede lo más inusitado, lo más impredecible. Rodeando la plaza al este, el Palacio Nacional, el emblema del poder oficial y laico. Al norte, la Catedral Metropolitana es el emblema de los poderes fácticos del clero y las creencias. Al sur, el antiguo Palacio del Ayuntamiento y el Edificio de Gobierno. Al oeste la plaza está rodeada por edificios comerciales, administrativos y hoteles. En la esquina noroeste está el Museo del Templo Mayor. Por eso el eco de lo que ahí sucede se oye en todo el país.



El espacio del pueblo.



La enorme plaza central, la segunda más grande del mundo, es la tierra de todos y de nadie, el espacio del pueblo. Hace ya unos años se colocó justo en medio un asta enorme, en la que cada día izan y arrían una gigantesca bandera. Se ve preciosa. Nadie pelea con ella. Solo al atardecer la bandera se rinde ante la noche.

La bandera se rinde ante la noche...

Hay días en que las marchas de peticiones, solicitudes o protestas son tranquilas. Otros días, los granaderos llegan como prevención y otros como contención para que las cosas no pasen a mayores. Puede ser que durante horas, de un lado los policías con sus escudos, sus cascos y macanas se enfrenten cara a cara con los grupos más aguerridos que hay en México, armados como solo ellos saben hacerlo. La línea divisoria entre policías y manifestantes puede ser tan delgada como un hilo de seda que contiene milagrosamente a ambos lados. Y aun así, este año, de septiembre a septiembre, el zócalo ha sobrevivido esos acontecimientos con saldo blanco. Se dice fácil, pero no lo es. Hay mucho encono en nuestro país, sobran los motivos para protestar, pero también sobran las razones para preferir que se logren acuerdos antes que buenos pleitos.

Zapatistas y villistas desfilan en el zócalo en el otoño del 2014.

El ejército, los estudiantes, verano de 1968.

Verano del 2006, la masa de López Obrador.

La masa desnuda en el nuevo milenio.

Hay tanta energía rara en ese zócalo. Pensar que la piedra ceremonial más importante y emblemática de la cultura prehispánica, el calendario Azteca, estuvo primero enterrada en el zócalo, frente a la catedral casi 200 años, y luego adosado a la pared izquierda de la catedral por otros casi cien, es para mí un indicador de que ahí todo puede suceder y casi todo puede convivir.

El Calendario Azteca adosado a un costado de Catedral.

Esta semana mi curiosa y querida testigo del acontecer en el zócalo me mandó el siguiente chat:

"Te mando esta foto que tomé hoy en la tarde en el zócalo, una tarde particularmente despejada por las lluvias y el viento que le sobraron al último huracán. Fue una tarde airosa y especial, con cielo azul y nubes. Te la mando porque hoy entendí lo que es el amor por México. Me tocó estar ahí cuando llegó la hora de bajar la bandera y hacía un aire terrible. La bandera aún estaba húmeda y pesaba muchísimo. Los soldados designados para bajarla no la podían controlar. Cuando inició la ceremonia no calcularon que eso sucedería. No sabía y ahora lo sé, que la bandera no debe nunca tocar el suelo en esta ceremonia, pero peligrosamente empezó a rozarlo mientras los soldados trataban con todas sus fuerzas de impedirlo; los hombres designados no eran suficientes porque cuando inició el protocolo no hacía tanto aire. Se ve que desde el Palacio Nacional, desde donde todo lo supervisan, se dieron cuenta de lo que estaba sucediendo. El problema era ese, que ya estaba sucediendo. Entonces pasó lo que pasó. Los civiles que estaban viendo los intentos fallidos de los soldados para que la bandera no tocara el suelo, sin más entraron a apoyarlos, a ayudarlos, y entre todos cargaron la bandera mientras se iba doblando de acuerdo al protocolo. Ningún soldado se opuso a la ayuda de los civiles, lo importante era que no se arrastrara la bandera; y ahí estuvieron ciudadanos anónimos, ayudando con todo, aunque ya habían llegado los refuerzos. Al final, de manera espontánea, uno de ellos saludó a la bandera y todos los demás siguieron el ejemplo. Miré la hora. Solo habían pasado diez minutos. Los que ahí estuvimos creo que sentimos lo mismo: no sólo un profundo amor por México, sino lo que eso significa. Meter el hombro cuando hace falta, sin escatimar, sin condiciones."

Enrique Krauze en su artículo de ayer en REFORMA escribió un artículo titulado "Tres días de mayo". En él hace mención de la necesidad de liderazgos éticos en nuestro país, necesarios para sacar lo mejor de nosotros mismos, como lo hizo Churchill con el pueblo inglés ante la desgracia de la guerra inevitable para detener al nazismo. El momento exigía del pueblo inglés toda clase de sacrificios, mismos que Churchill no les ocultó, entre otras cosas porque los creyó capaces de hacerlos y de estar a la altura del momento. "Churchill idealizó al ciudadano común con tal intensidad, que al final el ciudadano se acercó a ese ideal y comenzó a verse a sí mismo como Churchill los veía: dueños de un temperamento optimista e imperturbable". Con eso les alcanzó para sostenerse mientras llegaba ayuda.

No dudo de la necesidad de los liderazgos éticos que Krauze menciona para salir adelante en los momentos difíciles y complicados que estamos viviendo hoy en nuestro país, con todos los problemas que Krauze menciona puntualmente: impunidad, violencia, corrupción, desigualdad, pérdida de rumbo, intolerancia y la amenaza violenta y grosera de Trump, pero también creo que la fuerza individual y la buena actitud existen en un enorme porcentaje de los que habitamos México. La imagen de los civiles ayudando a los soldados para cargar el peso de una bandera que no debía arrastrarse, que les pesaba tanto como a tantos nos pesa el país, es para mí muy elocuente, ilustrativa y esperanzadora. No hubo ahí un líder en particular sino una meta inmediata que resolver: que la bandera nunca tocara el suelo, como lo es que nuestro país no toque fondo y caiga en la violencia y el desgobierno.

1) Punto de partida: por chocantes que nos parezcan, el Frente por la Familia y las asociaciones religiosas que lo respaldan están en todo su derecho de manifestarse públicamente. Una verdadera cultura democrática requiere de un debate amplio, plural y vigoroso, donde todas las expresiones puedan ser escuchadas y también discutidas. No hay que confundir el Estado laico con la exclusión de las voces religiosas.



iglesia

Ilustración:Víctor Solís

2) Dicho esto, creo que detrás de este debate se esconde un viejo problema de nuestra cultura jurídica: la tendencia a imaginar que los conceptos legales —como el matrimonio— son “esencias” que condensan la realidad plena y verdadera de una institución social, algo así como lo que decía Borges en “El golem”: “Si (como afirma el griego en el Cratilo) / el nombre es arquetipo de la cosa / en las letras de ‘rosa’ está la rosa / y todo el Nilo en la palabra ‘Nilo’”. Me parece que esta vieja creencia es la que explica nuestra pasión por el debate ideológico y abstracto, y también el temor de muchas personas a que una reforma como ésta tenga consecuencias apocalípticas en la vida social (ojo: lo mismo sucede también cuando se asume que la mera inclusión de derechos en la Constitución creará el mundo feliz). Frente a esta creencia, me parece necesario insistir que la finalidad principal del derecho no es codificar ideales abstractos, por valiosos que estos parezcan, sino, más bien, proveer de reglas amplias y flexibles que permitan resolver —de la manera más justa y práctica posible— la infinidad de problemas que se presentan en la convivencia cotidiana de las personas. A mi juicio, la discusión tendría que fluir de abajo hacia arriba, desde la casuística hasta llegar al lenguaje constitucional, y no al revés.

3) Si dejamos de creer que la suerte de todas las familias depende de la definición legal de matrimonio, y reconocemos (con toda lógica) que el río Nilo es más que la palabra Nilo, no veo por qué esta reforma deba ser considerada como una amenaza para nadie, y menos para quienes practican una fe religiosa, pues lo único que hace es ampliar el espectro de relaciones íntimas que gozan del reconocimiento y protección de la legislación civil. Considerando que el matrimonio religioso y el civil son cosas distintas, y que el primero no se vulnera en lo absoluto por esta reforma, no veo en dónde radica la amenaza para los creyentes o para la sociedad en su conjunto. Al contrario, me parece razonable que frente al surgimiento irreversible de “nuevas realidades” en la vida social (¿les suena el título Rerum Novarum?), los conceptos jurídicos se adapten de manera tal que las personas de carne y hueso encuentren en la legislación —y no al margen de ella— una solución efectiva para sus problemas.



4) Como católico, me cuesta mucho identificarme con esta clase de protestas y me duele ver cómo degeneran, con mucha frecuencia, en manifestaciones abiertamente homófobas. Ya sé que el papa Francisco no es santo de la devoción de muchos católicos integristas (su antecesor tampoco lo fue, por más que lo invoquen con nostalgia), pero creo que la insistencia de este papa en la misericordia no es un tema menor: es cristianismo elemental. La identificación de la fe con un orden social y político del pasado (más imaginado que real), con reglas inflexibles y autoritarias, es más propia de una religiosidad farisaica que de un espíritu realmente evangélico. Por eso hago mías las valientes palabras del rector de la Universidad Iberoamericana, el padre jesuita David Fernández: “Algo que tiene que entender la Iglesia a la que pertenezco es que, mientras queramos seguir siendo cristianos seguidores de Jesús, debemos respetar a las personas gays y lesbianas… El Dios de Jesucristo es antes que nada misericordia, amor, perdón, cercanía, comprensión, ternura. Y no hace acepción de personas, no tiene preferencia entre sus hijos e hijas”. 1

5) Por último, me preocupa ver que las manifestaciones públicas de muchas organizaciones católicas se den casi siempre en el marco de estas “guerras culturales”, y casi nunca frente a muchos de los problemas que todos los días destruyen a las familias de carne y hueso, como la violencia, la crisis económica y la corrupción. Que lo católico se haya convertido en sinónimo de perpetuo escándalo frente a los cambios en la moral sexual es un síntoma grave de la pobreza cultural y política del catolicismo mexicano. Si la Iglesia no quiere terminar arrinconada en las sacristías, como de hecho sucede cuando la fe viva se sustituye por incesantes lamentos moralistas, es necesario que los católicos aprendamos a discutir de manera más tolerante e informada, extendiendo a los demás el mismo respeto que tanto costó conseguir tras una larga historia de violencia anticlerical en México.



Pablo Mijangos y González
División de Historia – CIDE

Una Universidad que no rehuye a su compromiso con la realidad social. Esa es la base en la que la Ibero Puebla sustenta su proyecto como institución de educación superior en Puebla. Y ese compromiso pasa por la severidad de un análisis de las condiciones sociales que prevalecen en México. Y por la responsabilidad de los políticos. Y por la búsqueda esperanzada de alternativas desde la investigación cientifica y social. Una perspectiva lúcida y necesaria en un medio. el poblano, acostumbrado a que los representantes de las principales instituciones miren para otro lado y guarden su voz ante el despotismo iluminado de los gobernantes.

Aquí la entrevista que Sergio Mastretta le hizo este jueves 8 de septiembre al Rector Fernando Fernández Font.



Mundo Nuestro. Esta crónica y reflexión del activista social en Tehuacán Martín Barrios sobre el encuentro el domingo 4 de septiembre de pueblos indígenas en el municipio de Zoquitlán, en la Sierra Negra, pone en la mesa un tema que la sociedad poblana debe discutir a fondo: el conflicto socioambiental que los proyectos industriales hidroeléctricos y mineros generan para el patrimonio biocultural del territorio poblano. La tierra, por cierto, de los pueblos indígenas como los que marcharon ese día en contra de la implantación de unas represas en los ríos que bajan a la tierra caliente, una de las principales regiones por la importancia de la biodiversidad que guardan esas montañas.

A las diez de la mañana del domingo 4 de septiembre la neblina ya se ha dispersado con el sol y empieza a hacer calor. El tianguis regional que se pone cada domingo en esta cabecera municipal ya está muy animado. Vendedores de productos de la región con sus chilitos serranos y canario, con el café y el aguardiente, el pulque, el tepache de caña, los puestos de ropa y mucho más, ya han puesto su tendido y ya estaban venden o practican el tlapatlalistli o trueque con otros pobladores.



Pero muchos llegan a la comunitaria Radio Tlacuache 104 FM en el centro de San Pablo Zoquitlán. Después de tomar café, tamales y pan y pasar por el sahumerio y platicar con amigos de otras comunidades y organizaciones, un gran grupo camina hacia el palacio municipal. Son alrededor de 1500 personas, la gran mayoría nahuas de que han subido desde tierra caliente de comunidades como Pozotitla, Tlacotepec, Oztopulco, Coyolapa, Tepexilotla, Tepepa Bandera, Tequitlale, La Cumbre, Tepepa de Zaragoza, y otros más que pertenecen a la zona fría.

Con mucho ánimo y coraje va la marcha. Las consignas se refieren a la defensa de sus recursos naturales que se encuentran amenazados por una empresa minera.



“¡Pozotitla no se vende!”

“¡No a los megaproyectos en la Sierra Negra!”

“¡Zapata vive, la lucha sigue!”



Es una marcha en contra de la instalación de dos represas para la generación de electricidad en los ríos que bajan de la montaña hacia la costa veracruzana, un proyecto similar a los que quieren implantarse en la Sierra Norte de Puebla, y que poco a poco han encendido la alarma en los pueblos serranos.

Es que él es de otro nivel…

También hay abucheos contra el alcalde zoquitleco, el perredista Fermín González León, a quien la gente no le perdona haber traicionado su origen de clase y ostentarse como un nuevo rico de la Sierra Negra. Y es que, como él les ha dicho, ya es una gente de otro nivel. Antes sólo tenía su fuerza de trabajo como campesino, migrante y chofer de los microbuses que llegan desde Tehuacán a Zoquitlan, pero la gente ve que ahora tiene camionetas, casas lujosas y todo un presupuesto que maneja a su antojo sin rendir cuentas al cabildo o a la población.

Video del Presidente de Zoquitlán en el que defiende el proyecto hidroeléctrico

Yo me preocupo por Ustedes, por los pobres, porque yo, gracias a Dios estoy en otro nivel”, les soltó de manera prepotente y humillante a sus paisanos de Coyolapa el pasado 6 de julio. Llegó a una asamblea informativa sobre el proyecto de la hidroeléctrica en esta comunidad para intimidar, regañar y confesar claramente que es partidario y defensor de Grupo Ferro Minero México o Minera Autlán, la empresa que se ha convertido en el enemigo principal de las comunidades nahuas en resistencia en la Sierra Negra.

Y ese reclamo al presidente, entre otras cosas, es lo que la manifestación exclama por el camino al auditorio municipal y que dejarán claro en la reunión que ahí se lleva a cabo.

El Encuentro de Resistencias contra los Megaproyectos es sumamente interesante y exitoso. Cuenta con la participación de representantes y autoridades de las comunidades que resultarán afectadas por la empresa minera con la construcción del Proyecto Hidroeléctrico Coyolapa - Atzalan y con representantes de organizaciones de Oaxaca y de la Sierra Norte que comparten sus experiencias de lucha contra parques eólicos y contra la propia Minera Autlán entre otras empresas destructoras del medio ambiente.

La declaración del Encuentro

Dentro de la declaración que se emite al finalizar el evento y que resume los acuerdos y estrategias para luchar contra Minera Autlán, se acuerda continuar con la labor de información de este proyecto y de los daños irreversibles al ecosistema de la sierra, y así construir un frente amplio de comunidades de las zonas baja y alta contra la hidroeléctrica; y por esa ruta seguir todos las posibilidades legales para cancelar el permiso otorgado por la SEMARNAT el pasado mes de marzo al consorcio hidrominero y siderúrgico de origen regiomontano.

Porque en el Encuentro se die que este permiso es violatorio de los derechos colectivos de los pueblos referente al uso y disfrute preferente de los recursos naturales de su territorio de acuerdo al artículo 2 de nuestra Carta Magna; y sobre todo del derecho a la consulta establecido tanto en la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas como en el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo.

La Consulta Indígena y el Convenio 169 de la OIT

Varios oradores lo explican:

El derecho de los pueblos a ser consultados es la piedra angular del Convenio 169 de la OIT, que en orden jerárquico está justo por debajo de nuestra constitución política pero encima de todas las leyes federales, dentro de las cuales se encuentran la Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente, la Ley de la Industria Eléctrica, la Ley de Aguas Nacionales así como sus reglamentos entre otras disposiciones.

La consulta a los pueblos indígenas en el caso que nos ocupa respecto al Proyecto Hidroeléctrico Coyolapa Atzalan, debió haberse realizado mediante procedimientos apropiados y a través de sus instituciones representativas tales como asambleas comunitarias o autoridades tradicionales, por ejemplo. Las consultas debieron efectuarse de buena fe, con información completa del proyecto y sus afectaciones y de manera apropiada a las circunstancias, por ejemplo en náhuatl, con la finalidad de llegar a un acuerdo o lograr el consentimiento de los pueblos sobre la construcción de la hidroeléctrica.

De acuerdo a las últimas disposiciones le correspondería a la Comisión de Desarrollo para los Pueblos Indígenas haber instrumentado este tipo de consultas.

El convenio también establece que los pueblos o comunidades indígenas deben ser consultados antes de que se otorguen permisos de prospección o explotación de los recursos naturales existentes en sus tierras. Este es el punto medular de las violaciones a los derechos colectivos de los pueblos nahuas de la Sierra Negra.

Todo eso se relata en la asamblea: que la SEMARNAT autorizó la prospección de los ríos Coyolatl, Huitzilatl y Tonto, así como de la zona desde 2012, todo esto a espaldas de las comunidades afectadas. La gente comenta que la prospección de los ríos, cavernas y sistemas de sótanos subterráneos en la zona tiene más de quince años. Han hecho cartografías y documentales como el del sistema Tepetzala en la caverna de Coyolapa, la cual tiene más de 10 kilómetros de sótanos, galerías, arroyos y cascadas; en sí mucha agua y minerales.

La SEMARNAT otorgó el permiso a Minera Autlán el pasado marzo de este año. Está condicionado a una consulta de acuerdo a la legislación eléctrica. Y en esto cifran sus esperanzas este emporio minero y su empleado Fermín González León. En que venga una consulta en la que se pueda torcer, cooptar, amenazar, comprar y corromper voluntades. Pero no. La consulta debió haberse llevado a cabo desde 2012 por lo menos. Antes y no después de la profunda prospección de la zona y de otorgar el permiso mencionado, como lo hemos mencionado anteriormente y en cumplimiento al Convenio 169 de la OIT.

Los daños previsibles

Por otro lado, el impacto ambiental será de absoluto desastre y destrucción del ecosistema de la Sierra Negra. Para empezar, la SEMARNAT autoriza, con el permiso referido, la privatización de los ríos de la zona baja en favor de Minera Autlan por treinta años, sujetos a renovación, para operar su presa hidroeléctrica. Por otro, la devastación a la flora y fauna local cambiará de manera radical la vida de la selva. Se acabarán de extinguir la vida acuática de estos ríos y estarán condenados a muerte animales como tepezcuincles, seretes, jaguares, pumas y temazates entre otros.

La empresa ha actuado claramente de mala fe con los pueblos de la zona. A pesar de que Minera Autlan ha declarado en estos días a un medio de comunicación que no está en condiciones de ofrecer trabajo a los habitantes de la zona por no estar capacitados para operar una hidroeléctrica, por conducto del presidente municipal y de su vocero Rodolfo Avendaño Martínez ofrecen ilusiones, baratijas y espejismos: “Habrá trabajo para todos con todas las prestaciones de ley”, “Se contratarán 600 personas de la zona”, “Donaremos pintura para la iglesia y las escuelas”, “Se harán prestamos de dinero”. “Patrocinaremos las fiestas patronales”.

VIDEO REPORTAJE DIARIO 24 HORAS

Estas reuniones presididas por Avendaño Martínez y Fermín González León, el alcalde de otro nivel, terminan con el reparto de cervezas indio de lata y carnitas de puerco. “No pretendemos comprarlos con eso, es para convivir, seremos compañeros de trabajo” afirma el apoderado legal de Minera Autlán. ¡Cómo no ligar estas escenas con Hernán Cortés y su Malinche!

La empresa y el ayuntamiento de Zoquitlan han llevado a varios habitantes de la zona a Teziutlan para convencerlos de las bondades de la hidroeléctrica. Están empecinados en robarse sus recursos naturales y el alcalde en recibir las migajas de la empresa para cooperar con el saqueo.

Qué lejos quedaron esos años en que el PRD sufría cientos de asesinatos de sus militantes en luchas por la democracia municipal, ambientales, agrarias o de otro tipo. Qué lejos quedaron esos años en que eran el objeto de los pistoleros de Salinas de Gortari o de caciques regionales. Ahora es un partido que ya no es para nada de izquierda y que lejos de apoyar las demandas obreras, campesinas, indígenas o populares, se ha convertido en defensor e impulsor de los proyectos de muerte y de los intereses monetarios de la patronal.

Ante esta amenaza de otro despojo más, los pueblos nahuas de la Sierra Negra han comenzado la resistencia contra este proyecto de muerte en todos los sentidos. Esta empezó a caminar en Pozotitla --una pequeña comunidad condenada a la extinción en caso de realizarse la obra--, pero que hoy en día sube y baja veredas tanto en la selva como en la montaña para impedir la destrucción de sus recursos naturales y de su vida.

Mundo Nuestro. Está ya en librerías el nuevo libro del historiador veracruzano Bernardo García Días, y una vez más, una maravilla. Esta es la reseña que Emma Yanes Rizo ha escrito con motivo de este grato acontecimiento. Las fotografías que ilustran este texto fueron tomadas del libro con la autorización de su autor.

Bernardo García Díaz, TLACOTALPAN Y EL RENACIMIENTO DEL SON JAROCHO EN SOTAVENTO, Universidad Veracruzana, 2016, con la colaboración de Hilda Flores.



Bernardo, mejor conocido como El Tigre, no se convirtió en historiador en busca de méritos académicos, ni por el ansia de prestigio publicando en revistas científicas a veces ilegibles. Amante de la literatura desde joven le pareció que la realidad era siempre superior a la ficción y quiso contarla no pensando en la academia sino sobre todo en los protagonistas de sus propias historias, es decir en el mismísimo pueblo veracruzano. Y después, desde luego, también en el de Cuba. Pueblos alegres y jacarandosos ambos y también, ya se sabe, inmersos una y otra vez en conflictos sociales. Sus personajes reales y sus historias colectivas, narradas siempre desde la vida cotidiana, al verse reflejadas en las páginas de Bernardo, adquieren una nueva dimensión: el descubrimiento de los personajes por sí mismos, que deriva en el orgullo de lo que son y de sus ciudades, la defensa de su patrimonio tangible e intangible; la música, el son jarocho adquiere una dimensión de algo que no sólo se lleva en las venas, entre copla y copla, entre albures y ritmos, como no queriendo, se ha convertido en patrimonio cultural de México.





Y Bernardo que ha recorrido archivos, bibliotecas y fototecas en el puerto de Veracruz, Orizaba, Jalapa y Tlacotalpan entre otras ciudades, pero sobre todo escuchado a su gente en largas entrevistas y en el fandango, se ha convertido también en un personaje de la localidad. Un personaje no previsto por él mismo, una reconstrucción de su persona, acaso una invención colectiva que se ha ido entretejiendo en las charlas de café, en las cantinas, quizás en los tugurios de mala muerte, pero sobre todo en los portales del Puerto de Veracruz. De Bernardo no tengo ni su correo electrónico, ni su teléfono. Lo dejé de ver hace algunos años en los portales del puerto, luego de unas copas para festejar que habíamos terminando el libro La Estación Ferroviaria de Veracruz, supuestamente coordinado por mí y escrito con la magistral pluma de Bernardo. Me lo volví a encontrar hace poco, en los mismos portales en los que yo andaba por casualidad. Me saludó entusiasmado y me mostró, tenía que ser así, el domy de su último libro, que ahora tienen ustedes en sus manos Tlacotalpan y el renacimiento del son jarocho en Sotavento. Lo venderé de mano en mano, me dijo y con ello ayudaremos a financiar un Museo.

El libro ofrece una lectura triple que se entrelaza: la de la historia social de Tlacotalpan, la de la evolución del son jarocho y el propio testimonio gráfico. Tlacotalpan, la perla del Papaloapan, dirá Bernardo al principio del libro: “Es un resultado esencialmente humano, es decir, histórico, fruto en gran medida del esfuerzo secular –de las versátiles aptitudes comerciales y del copioso sudor—de numerosas generaciones de Tlacotalpeños que empecinadamente, en diferentes épocas y capitalizando su otrora privilegiada ubicación, defendieron tenazmente su derecho a existir y florecer.”

En la primera parte Bernardo destaca el lugar privilegiado de la entonces isla durante el dominio indígena, cuando la población constituía uno de los principales señoríos nahuas del bajo Papaloapan. Tlacotalpan disponía de una ubicación privilegiada, pues se encuentra frente al punto donde confluyen dos grandes corrientes fluviales: el Papaloapan –el río de las Mariposas, el río padre— y el Michipan, que provenía de la región del Istmo. La aldea era la parte más angosta del embudo que concluía en la costa, formado por los ríos San Juan, Tesechoacán, Tonto y Papaloapan. Las corrientes de esos ríos confluían en la antigua Tlacotalpan, situada a escasos kilómetros del Golfo de México. En el siglo XVI el asentamiento fue considerado pueblo de indios, con la consecuente prohibición de albergar a españoles, mestizos y mulatos. Pero poco a poco empezaron a asentarse vecinos europeos, sobre todo españoles y franceses; y en el siglo XVII, debido al ataque y saqueo de los piratas ingleses, nuevas familias blancas se asentaron ahí.

En el siglo XVIII Tlacotalpan ya era un centro comercial importante, con una población multiétnica, integrada entre otros por europeos, mestizos, mulatos y negros, esclavos estos últimos que escapaban de Orizaba y de Córdoba y que al mezclarse con las indias dieron origen a la población afromestiza, inicialmente llamada en forma despectiva jarocha. Con el tiempo el término se extendería a la gente del campo no indígena, y más tarde se convertiría en un rasgo de orgullo para los veracruzanos. De esa población surgirían los primeros sones jarochos en 1692.

El siglo XVIII fue para Tlacotalpan una época de bonanza acompañada de una nueva fisonomía urbana, que vino aparejada de la construcción del santuario de la Virgen de la Candelaria y de las posteriores fiestas que no tuvieron precedentes. Y empezaron a desarrollarse oficios como el cultivo del algodón, la ganadería y el trabajo en cuero, entre otros.

El son jarocho a su vez empezaría a consolidarse en ese período como género regional, que numerosas influencias e incluía instrumentos, coplas, tonadas marinas, versadas y afinaciones.

El son de inicio asociado con prácticas de hechicería, poco a poco cristianizó su repertorio y dejó de sufrir la condena eclesiástica. El son encontraría un espacio natural en las congregaciones y rancherías e invadió pronto ciudades y villas con motivo entre otros eventos de las fiestas patronales.

Durante el siglo XIX Tlacotalpan fue declarado puerto de altura en la ruta comercial que vinculaba la región del Sotavento con Veracruz, Nueva Orleans, La Habana y Burdeos. Convirtiéndose así en un puerto de intercambios internacionales. Sin embargo, la guerra civil de 1810 a 1867, así como las epidemias, provocaron caos y disminución de la población. Se logró a pesar de ello cierto crecimiento económico gracias a la industria del algodón y del tabaco. A su vez, como puerto internacional Tlacotalpan se llenó de productos diversos y tuvo acceso también a la influencia de la raza negra, en la música y en el baile. El siglo XIX será así el de la plena identidad regional jarocha.

Posteriormente, Bernardo narra con detalle un siglo XX con el desarrollo económico del porfiriato que hizo florecer la ciudad; la revolución mexicana que lo opacó y su nuevo despegue de los años veinte en adelante, a pesar de dificultades económicas e inundaciones.

Un libro este con especial atención a las coplas:

Mujeres de mi pueblo:

Debéis de odiar al río

Que avienta a vuestros hombres

Hacia otros sembradíos.

Y os quedáis resignadas

En el pueblo natal,

Como incógnitas cartas, rezagadas

En la lista postal.

Y si las damas fueron primero y lo seguirán siendo, motivo de inspiración, bailadoras y musas, en fechas recientes ellas mismas se convertirán también en autoras de coplas.

Una gráfica a su vez la de este libro que rinde homenaje al principal personaje de Tlacotalpan: el río y sus palmeras. Y de ahí a la ciudad toda con sus bellas iglesias, sus casas de colores con techos de dos aguas, sus alegres portales. Y desde luego a los personajes populares. De indudable belleza sin duda el cuadro al óleo de una bella morena con un loro en la mano con quien parece entablar un diálogo. La gráfica de este libro es así una celebración a la vida cotidiana de un pueblo que para ser mágico no necesita denominación alguna. En palabras de Elena Poniatowska: “Los tlacotalpeños despiertan tañándose los ojos y empiezan a cantar su vida que es un sueño o su sueño que es su vida.”

En hora buena.

37 años tiene la Red de Solidaridad Sacerdotal

Son curas viejos, hombres que saben que su vida religiosa hace mucho tiempo que escribió sus primeras páginas. Y que son minoría, que la represión impulsada desde Roma por el papa polaco Karol Wojtyla le dio todo el poder en México a la iglesia de los Rivera Carrera y los Macieles, probablemente en América Latina la jerarquía católica más conservadora y contraria a la iglesia de las comunidades cristianas de base y el compromiso social.



Representan a una iglesia católica que contrasta con la de los obispos aliados de los políticos, que nada tiene que ver con la que representan organizaciones como la de los Legionarios o la del Opus Dei.

Son los curas que se preguntan por qué no salen a la calle los obispos a demandar justicia con la misma enjundia con la que este sábado encabezarán la manifestación contra los derechos de los ciudadanos homosexuales.

Son los curas convertidos. Los curas comprometidos. Así se ven a sí mismos.

Y algunos de ellos están en Puebla, reunidos en un grupo que desde hace 37 años organiza un encuentro anual de lo que llaman Red de Solidaridad Sacerdotal.

Son los sacerdotes que produjo en México el movimiento por una teología de la liberación, allá por los años sesenta, cuando pegaba fuerte la transformación provocada por el Concilio Vaticano II, cuando el propio Paulo VI, sin la aureola progresista que cargaba Juan XXIII, se atrevió a exhortar a los jerarcas católicos latinoamericanos a sensibilizarse y asumir una visión crítica frente a los problemas que agitaban a América Latina como un requerimiento indispensable para la acción pastoral de la Iglesia en esas regiones. Son los curas que se conmovieron con Sergio Méndez Arceo en Cuernavaca, y que seguían las experiencias de Samuel Ruiz en San Cristóbal de las Casas con sus catequistas, muy lejos de los años zapatistas, pero muy cerca de los movimientos de obreros, colonos y campesinos que proliferaron por los años setenta. Son los curas que se formaron al calor de la conferencia episcopal latinoamericana en Medellín, Colombia, en el hoy lejano 1968, que permeó en la formación de sacerdotes en institutos regionales como el Seminario Regional del Sureste (SERESURE), cerrado en 1989 por Norberto Rivera Carrera, entonces obispo de Tehuacán y hoy cardenal primado de México.



Lo saben ellos. Lo recuerdan, a Norberto, como enemigo jurado de lo que llaman Iglesia-Pueblo.

Pero todavía están en la brega, aquí en Puebla, en la Sierra Negra, en las cañadas totonacas, o en Oaxaca, en los albergues de migrantes, o entre los pueblos purépechas en Michoacán…

Y yo los escucho hablar de sus preocupaciones sociales: la realidad en sus parroquias, los conflictos reales de la gente, como ellos dicen, la perspectiva que vislumbran para México. Y de la Iglesia en la que creen, la que todavía por ellos vive.



Gustavo Rodríguez/Parroquia de la Asunción en la ciudad de Puebla

Soy párroco de la parroquia de la Asunción en Puebla. Digo que soy párroco virtual pues cada vez más los laicos me suplen. He sido desde la llegada del obispo Víctor Sánchez asesor de la pastoral de la diócesis, particularmente en temas de migrantes, víctimas de la violencia y de turismo desde la perspectiva cultural de la Iglesia. Creo que hoy contamos con un obispo comprometido con la realidad social de Puebla.

Puebla es un embudo por el que pasa el narco: de Oaxaca, de Guerrero, de Morelos, de Veracruz, por aquí pasa todo y ya es territorio de los cárteles. El resultado es la violencia, las ejecuciones, los feminicidios, las extorsiones y los secuestros, Y por tanto, la ruptura del tejido social y la represión a los movimientos populares que han surgido en defensa del agua, de la tierra y la cultura. Sin embargo, es muy grave la desarticulación de las organizaciones populares y la creación de grupos paramilitares de choque para reprimir los movimientos. Y por supuesto la criminalización de las voces alternativas, como en Cholula y en las juntas auxiliares.

Mi vida sacerdotal ha girado en torno a tres realidades: los pueblos indígenas, los migrantes y las comunidades eclesiales de base. Participo desde hace 37 años en esta Red de Solidaridad Sacerdotal. Hoy estamos desarticulados, hemos perdido la fortaleza de los primeros tiempos. Hoy nuestro tema es que se haya caído el trabajo de la red social de sacerdotes con trabajo en pueblos indígenas. Los sacerdotes con este compromiso tenemos varias culpas: no hemos sabido involucrar a otros curas, no hemos enfrentado el machismo y el clericalismo dentro de la Iglesia, hemos olvidado a los jóvenes, hemos dejado nuestro trabajo con las comunidades eclesiales de base, los centros de cooperativismo y los centros de formación de laicos a conciencia. Y no hemos sabido defender al Papa Francisco de sus opositores, debemos ser solidarios con él. Porque la Iglesia tiene muchos desafíos, como la crisis de formación de cuadros y de dirigentes laicos que respondan a la realidad; tenemos que crear centros de reflexión y análisis y difundir estos estudios. Porque el papel de la Iglesia está en la formación de conciencias, en la capacitación de agentes sociales que integren con ella los esfuerzos comunitarios por el sentido de la vida y el respeto a los derechos humanos y a la dignidad humana. Debemos pasar de la Iglesia del asistencialismo a la Iglesia de la concientización y la organización, con nuevos criterios de formación del clero para que sepa acompañar el caminar de los laicos. Y pensar, al final de todo, que sólo podemos cambiarnos a nosotros mismos.

Luis Eduardo Villareal Ríos/Parroquia de San Francisco Xavier en Monterrey Nuevo Léon

Yo me muevo en cuatro frentes: la parroquia, la docencia, el albergue y la comisión de medio ambiente. Y estoy en una coyuntura eclesial inmejorable, por el Papa, el Obispo y el Vicario General. Ahora mismo el conflicto más preocupante que enfrento es con los vecinos inconformes con el albergue. Y veo en lo inmediato dos desafíos para mi trabajo: consolidar las comunidades eclesiales de base y pasar de la asistencia a la protección a los migrantes y sus derechos. Son muy pocas las parroquias que trabajamos con comunidades eclesiales de base, cinco o seis contra trescientas en la zona metropolitana de Monterrey. El trabajo con las comunidades supone un sacerdocio de compromiso, de mucho trabajo, de estar en la calle y con la gente, obliga al acompañamiento y exige el estudio. Eso no lo quieren hacer la mayor parte de los curas, esos mejor dicen “me encierro”. La situación que vivimos en la Iglesia católica mexicana tiene que ver con los dos papados anteriores a Francisco: Juan Pablo y Ratzinger, con ellos tomó vuelo la persecución a la pastoral comprometida con la gente. En Monterrey tenemos unos presbíteros mundanos, pegados al celular y el radio, obeso en el físico y en la mente, tienen a la feligresía feliz con actos masivos, con lo que llaman “oraciones a cielo abierto”, de aleluyas y manejo de emociones, en la práctica un catolicismo neopentecostal. Es una Iglesia que se moviliza para proteger la “integridad” del matrimonio o la familia, pero no sale a defenderá las familias de los desaparecidos, a los maestros en lucha o a los ambientalistas que se oponen al proyecto Monterrey VI, ese acueducto que se quiere llevar el agua del Pánuco a Monterrey y al que se oponen los pueblos indígenas de la cuenca.

Fray Fernando Romero, OP/Templo de Santo Domingo, Ciudad de México

Soy miembro de la Orden de los Predicadores, los dominicos, con ochocientos años de historia. Actualmente estudio un máster de Políticas Públicas y Gobierno, pues creo que parte de nuestro trabajo pasa por concientizar a los políticos en la necesidad de contar con mejores gobiernos fundados en la transparencia. La situación en el centro histórico de la ciudad de México es muy conflictiva: hoy es un centro muy comercial, lo que era antes un lugar habitacional se ha convertido en edificios que son bodegas, tiendas, etc. Esto genera hacinamiento y violencia extrema. En mi entorno está Tepito, el barrio bravo, y ahí la violencia es cotidiana. Es mucha la influencia de la Iglesia a nivel cultural, la gente va al centro histórico y visita sus templos: la Catedral, La Profesa, Santo Domingo, San francisco y muchos más templos. La Iglesia es foco de atención por la cultura religiosa popular, la gente va a la Catedral, al Sagrario por bautizos, confirmaciones, y además están las visitas guiadas, todos son actos religiosos. Hay una nueva manera de ver el centro histórico como centro cultural, pero para mucha gente el centro es el gran mercado nacional al que llega gente de toda la república a mercadear desde chácharas hasta la joyería más fina. Y ahí la Iglesia ha perdido presencia evangelizadora porque no se ha preparado para este nuevo modo de ver la gran ciudad, el crecimiento de la ciudad moderna. Así, las iglesias del centro están semivacías, pues ya no hay gente que viva en este centro, y quienes ahí viven lo hacen hacinados y en viviendas muy precarias. Entonces los presbíteros no estamos en condiciones de asumir de un modo más cercano a una población que no vive allí, a la gente que trabaja en las tiendas o en el gran ambulantaje o los miles de personas que allá van a comprar o a turistear.

Rómulo Ortega/Parroquia de Xoxocotla, Morelos.

Tengo 37 años en el ministerio sacerdotal. Hoy estoy en la comunidad indígena de Xoxocotla, en el municipio de Puente de Ixtla, una región de muchísima violencia. Son 50 mil habitantes, y a la iglesia, cuando bien va, llegan 600 a la misa dominical. Lo que ahí aflora es la descomposición institucional. El gobernador, de origen tabasqueño, con un comportamiento camaleónico, la gente ve cómo se ha hecho de propiedades, restaurantes, hasta el estadio dicen que es de él. Pues esa manera de ser se repite en los municipios, en Puente de Ixtla se queda todo el dinero que debe bajar a las comunidades. Dicen los políticos de Puente de Ixtla, “a los de Xoxocotla ya les compramos su voto, así que para ellos nada…” Pero la gente no tiene tierras, toda la tierra la han acaparado gente de dinero, ahí está Jardines México, el Estadio, la Arena Teques para eventos, etc. Pero la gente no tiene trabajo, mejor se van de chalanes de albañil a Cuernavaca, a Taxco, los jóvenes abandonan el estudio por la urgencia de dinero, y pronto caen en el alcohol, las drogas y las pandillas. Por ahí ha entrado el narco, y nadie los enfrenta. Hay una gran desintegración familiar. Además, la comunidad está muy dividida, existen dieciocho grupos indígenas, así que hubo dieciocho candidatos a delegado, y hay doce candidatos para la organización de las fiestas. Y luego está el caciquismo de los tatas disfrazado de grupos tradicionales, pero todos pelean por sus intereses personales. Ante todo ello la Iglesia vive en el desconcierto, sin aliados, distanciada de la gente que vive en la orfandad.

Nicolás T. Ramírez García/Párroco en Oaxaca

54 años de sacerdote. Ya estoy jubilado, pero el obispo no me acepta la renuncia. Hoy soy el rector de la Basílica de Oaxaca, pero antes que nada son sacerdote rural. Y le digo que no es fácil ser cura en la ciudad, es muy distinta al campo, mucha diversidad. Oaxaca es un pueblo con profundas raíces culturales indígenas; un pueblo pluri y multiétnico –dieciocho pueblos originarios con su idioma--, sus tradiciones, su vestimenta, su música, pero muy necesitado del evangelio, con mucha discriminación y marginación a la mujer, mucho analfabetismo y con un índice grave del fenómeno de la movilidad humana por muchas razones: la poca productividad del campo por falta de maquinaria moderna o de mejores técnicas de cultivo o porque la madre tierra ya se secó por tanto abono químico, y por el fenómeno social de que llegan como enjambres a la ciudad pensando que su situación económica va a mejorar. Pero las familias, hombres, mujeres y niños, viven una nueva realidad del anonimato y de la explotación en todos los niveles o categorías; y también con muchos pueblos fantasmas por el sueño americano o al trabajo eventual de maquiladoras o cosecha del campo de los estados norteños.

Oaxaca un pueblo que ha sido gobernado por una élite de familias que se han amafiado con todos los grupos de poder y del partidismo político, explotando a la gente y a sus recursos naturales: bosques, minas, arqueología, litorales, etc.

Oaxaca es un pueblo que está arrastrando un ancestral problema de analfabetismo y que se ha agravado con motivo de la reforma educativa y el movimiento de la CENTE, que ha sido reprimido con violencia. Oaxaca es un pueblo con una profunda religiosidad popular, que no se da por vencido y que sigue mostrando al mundo sus valores humanos y cristianos.

Veo una iglesia jerárquica poco comprometida con las causas del pueblo, una iglesia poco profética, organizada en su proyecto de pastoral; dividida, y por poca presencia liberadora; no hemos podido acompañar al pueblo con una evangelización integral; vamos perdiendo nuestra credibilidad. Pero aun así el pueblo nos escucha y espera mucho de nosotros los sacerdotes, aunque somos un grupo sacerdotes de la tercera edad o jubilados.

La pastoral social que hoy se llama el nuevo plan de pastoral: proyección social de la fe, es el patito feo de los programas pastorales.

Fernando Cruz Montes/Párroco en la ciudad de Oaxaca.

Desde hace 37 años soy sacerdote. Fui formado en el SERESURE, el seminario que cerró el Cardenal Rivera cuando era el obispo de Tehuacán. Hoy estoy en una parroquia del centro de la ciudad de Oaxaca, muy cerca del lugar en el que los maestros de la CNTE llevan a cabo sus protestas. Tenemos ahí el albergue El Buen Samaritano para ayudar a los migrantes centroamericanos que van al norte y que huyen de la violencia en sus países. Oaxaca es un estado con una gran riqueza cultural y religiosa, pero muy dividido socialmente. El problema más grave es el de la corrupción, y ahí es donde hay que entender el conflicto magisterial. Los maestros luchan contra la reforma educativa, pero son manipulados por grupos que no buscan mejorar la educación y que ven por sus intereses. Eso viene ocurriendo desde los tiempos del gobernador Murat. “A ver, ¿cuánto quieres para que aplaques a tu gente?”, y de esa manera el gobierno se aferra a sus propios intereses y los grupos sociales se cuelgan del movimiento para su propio beneficio, y ahí está el resultado. No hay un verdadero diálogo sincero y responsable entre el gobierno y el magisterio que busque el beneficio del pueblo. Y ante todo ello, la Iglesia vive un gran retroceso, una gran debilidad frente a esta realidad. Su papel debe estar en tener la voz profética de anunciar la verdad y denunciar la mentira, pero en la Iglesia hay miedo de comprometerse, el clero es indiferente y está dividido, los jóvenes salen del seminario sin compromiso. Y a nuestro obispo le preocupa la liturgia y no el compromiso social.

Jesús García/Sacerdote emérito

Tengo 58 años en el sacerdocio, y me he dedicado a la pastoral social, desde la base y hasta la cúpula. Formé parte de la primera Comisión Pontificia de Justicia y Paz, la que pronto fue silenciada, a la que la volvieron Consejo para que no sirviera de nada. He buscado siempre una iglesia participativa, comprometida, y que también respete los derechos humanos en su propio seno. He trabajado mucho a nivel nacional, en el CEPS-SSM-SICSAL, pero ahí se tiene una perspectiva global y racional sobre los problemas pero no se tiene la experiencia de vida que da la convivencia con las bases.

Helder Cámara lo dijo: el origen de todo esto está en la violencia institucional, el pueblo vive entre esa violencia y la represión. Hoy tenemos una tercera violencia, la del crimen organizado. Y como sucede hoy en Morelos, los gobernantes no aceptan que el clero entre a la resistencia. Existen conflictos intra eclesiásticos: vivimos el retorno de una iglesia preconciliar, replegada en sí misma, que enfatiza el espiritualismo y repudia el compromiso social y los movimientos populares. Una Iglesia que condena el secularismo, el laicismo, la horizontalidad y la politización de izquierda de los sacerdotes con compromiso social, pero que soslaya la politización de derechas que le son afines, una Iglesia aliada de los poderosos. Vivimos el retroceso de una Iglesia que enfatiza más los aspectos morales que los sociales. Pero también están los conflictos extra eclesiásticos, los conflictos reales: un modelo económico neoliberal que agrava la pobreza, la exclusión social, la corrupción, la impunidad, el autoritarismo y la represión. Todos son factores de violencia. Así que tenemos una derechización de las instituciones oficiales, incluida la Iglesia. Y si hay un despertar de minorías, son entonces descalificadas, calumniadas, reprimidas. Pero son minorías lúcidas, resistentes, y en ellas está la esperanza de un sacudimiento colectivo. Contra esa realidad está la Iglesia mayoritaria, la que es ajena a este despertar de minorías de cristianos que con o sin acompañamiento clerical avanzan en sus utopías altermundistas y altereclesiales.

Anastasio Hidalgo Miramón/Parroquia del Sagrado Corazón en Tehuacán, Puebla

Fui formado en el SERESURE, y tuve de compañero al padre Fernando Montes. Hace 36 años me hice sacerdote. He pasado 33 años de mi vida sacerdotal en los pueblos indígenas de la Sierra Negra y en la Sierra de Zongolica, pero hace tres años me mandaron a la parroquia del Sagrado Corazón en Tehuacán. Trabajo en el Colectivo Monseñor Romero, y hemos intentado abrir un albergue para migrantes, pero no lo hemos logrado. La realidad es que en la región de Tehuacán ha aumentado la violencia del crimen organizado. Nada más la semana pasada fueron asesinadas tres personas con el tiro de gracia y el cuerpo de una mujer fue encontrado en estado de descomposición. Apenas, en la comunidad de San José El Mirador, en Coxcatlán, fueron asesinadas doce personas de una familia. Los que sobrevivieron han huído pues tienen miedo de que los maten. La Mixteca y la Sierra Negra son regiones de muy alta marginación. A la región sólo llegan inversiones como las de las hidroeléctricas que se pretende instalar en las comunidades de Coyolapa y Atzalan. Pero aunque no hay buenas perspectivas la gente se está organizando para inmpedir la construcción de las presas y ha habido marchas organizadas por los maestros democráticos de Puebla. Desafortunadamente, la presencia de la Iglesia católica es casi nula. Hay pocos sacerdotes que estén comprometidos con los movimientos sociales. Casi no haypastoral social. Los grupos y movimientos apostólicos están dedicados a una pastoral espiritual sin compromiso con la transformación de la realidad.

Fidelina Ramírez/Laica, trabaja en el Secretariado Social

¿Qué pasa en las comunidades mexicanas? Los problemas económicos: en la producción y en el respeto a la tierra. La falta de vivienda. La falta de trabajo. La violación de los derechos económicos, sociales y culturales. De ahí los conflictos que vivimos: la violencia por el narcotráfico, la explotación de los trabajadores y las remuneraciones injustas. ¿Solución? Crear fuentes de trabajo y respetar los derechos de los trabajadores. Y ante todo esto, el papel de la Iglesia ha sido el de la indiferencia ante la realidad que vivimos los ciudadanos.

Apolinar Sosa G./Párroco en la región de Pátzcuaro, Michoacán

Tengo 39 años de sacerdocio cerca de mexicanos indígenas y campesinos. Todo este tiempo he tratado de hacer conciencia de la realidad. Como en Pátzcuaro, donde existe una gran marginación. Hay mucha indiferencia entre los sacerdotes, no hay hermandad con la gente. Ellos me toleran, yo busco por dónde, pero no hay respaldo. En Michoacán destaca ahora el conflicto magisterial y las luchas indígenas. Y la ausencia de los jóvenes, Y la corrupción. Los maestros luchan por el aumento salarial, y por ahí la democratización de su sindicato, y eso desde los años 90. Por ello las dos facciones, el SNTE y la CNTE, la concientización, las tomas de carreteras…En el conflicto la Iglesia está ausente. La Iglesia pueblo está a favor de los maestros en su mayor parte. Pero la jerarquía está en contra, no desde el púlpito, aunque algunos sí lo han hecho. Últimamente el cardenal se ha pronunciado a favor. Pero en general la Iglesia está ausente de los conflictos sociales. Muy poco apoyo a los migrantes, siendo que Michoacán es el principal estado expulsor de mano de obra al norte. Demandó elecciones limpias, pero no dijo nada de la corrupción electoral, silencio. Tampoco en las luchas indígenas, como en Santa Fe de la Laguna, el párroco está a favor del terrateniente. Pero en Nahuatzen el párroco tomó partido por el PRD. Y contra la violencia del crimen organizado sólo nos queda el llamado a la paz y las campañas de oración. La verdad es que la Iglesia vive un espiritualismo desencarnado, moralista, que condena la politización de izquierda pero apoya la politización de la derecha. Veo venir una derechización creciente.

Jerónimo Cabrera Muñoz Ledo/Sacerdote de la Diócesis de Celaya, Guanajuato

Me parece que hay una perspectiva de ricos contra pobres y de pobres contra ricos. Explotados vs. Explotadores…

Como que no se descubre la posibilidad de una riqueza moderada que ayude a encontrar una pobreza –no explotación-- capaz de encontrar caminos de fraternidad y solidaridad para iniciar caminos de justicia – paz – comunitariedad

Aunque en el Seminario había pobreza, nos enseñaron a “aguantar la pobreza”. No hicimos el camino de amar la pobreza, y quizá por eso al salir al sacerdocio buscamos el enriquecimiento a veces discretamente y otras veces no tan discretamente, aunque tratemos de hacerlo un poco disimuladamente.

Hace falta una conversión en este aspecto, no con palabras y discursos, sino caminar con los pobres buscando una sociedad justa-fraterna-solidaria.

Tonni Paola Delgado Burtrón/ Laica, Terciaria de a Orden de Predicadores

Son psicóloga, laica de la Orden de Predicadores, los padres dominicos, y vivo en Guadalajara. Actualmente no solamente enfrentamos el problema de la pobreza y comunidades marginales, vandalismo, violencia y más, Guadalajara se encuentra como plaza en disputa por cárteles del narcotráfico. Aparte ha ido en aumento no solo el tránsito de migrantes, ahora muchos de ellos se han establecido en la ciudad, en algunos casos se han agrupado para formar bandos dedicados al robo y asalto.

La perspectiva es que la poca ayuda que se lograba obtener para poder ayudar a las personas en pobreza ha ido disminuyendo significativamente, esto sumado a apoyos gubernamentales y de iniciativa privada que se desvían y no llegan a manos de quienes lo necesitan.

La continua violencia en la ciudad ha provocado una increíble indiferencia hacia el dolor ajeno y una falta total de empatía e insensibilidad, lo preocupante también es que las nuevas generaciones están creciendo con estos ambientes de extrema violencia como un ambiente cotidiano.

El papel de la Iglesia desde el laicado pastoral al que pertenezco desde hace14 años es humanizar, desarrollar la empatía y solidaridad entre los seres humanos, tratar de devolver a las víctimas de situaciones extremas de vida su dignidad y valor como personas, promover valores y sentimientos constructivos y positivos.

Todo esto con el fin de erradicar una posible cadena de odio, resentimiento y venganza que podría suscitarse en las víctimas ya que no es posible generar más dolor en una herida abierta.

Trato de mostrarles a las nuevas generaciones que la buena voluntad y la generosidad son más fuertes que la violencia.

Ángel Sánchez/Cuernavaca, Morelos

Nací en Morelos, y tengo 54 años de sacerdote. Vivo en una casa para curas ancianos, ahí murió apenas el padre Fernando, fundador del periódico El Correo del Sur. Trabajo en la Fundación Sergio Méndez Arceo, buscamos resguardar su herencia, y por ello estamos cerca de los movimientos de resistencia, como el que se da en contra del gasoducto Morelos, participa activamente un joven sacerdote, Abel Guadarrama, y hay mucha represión a quiénes se oponen. Por eso trabajamos en torno a los derechos humanos. Y en lo legal, para lograr el rescate del archivo de Don Sergio. El actual obispo es muy abierto y receptivo, todos los obispos anteriores, y son cuatro desde la muerte de Don Sergio, sólo nos veían como comunistas.

La situación de Morelos ahora es la de la violencia. Y el conflicto entre el obispo y el gobernador. Se percibe a los gobiernos estatal y municipal coludidos, sin importar el partido. De otra manera no se explica la violencia, también enfocada en los líderes sociales, no sólo en los sujetos de extorsión. Muy fuerte el problema de la minería en pueblos indígenas, porque afecta su tradicional forma de vida comunitaria, pues han tenido que huir para no ser asesinados los opositores. Pero los secuestros, las extorsiones, los asesinatos son el pan nuestro de cada día en todas las partes del estado de Morelos.

Qué perspectiva veo: al ir tomando conciencia los diferentes grupos civiles y de iglesia, se están creando frentes comunes como los integrados por la universidad estatal, el movimiento de Javier Sicilia y las comunidades cristianas tanto por las caminatas por la paz promovidas por el obispo como también por los centros de atención a víctimas de algunas parroquias o decanatos.

El papel de la Iglesia, entonces, ha sido el de ofrecer talleres de toma de conciencia y formación social cristiana; promueve los centros de atención a víctimas aglutinando a laicas y laicos con esta visión de servicio en el acompañamiento. Su voz es una voz que denuncia y, si no se escucha, sí molesta y ayuda a que se sienta su presencia en estos momentos en que las autoridades civiles parecen ausentes e incapaces.