La apuesta universitaria es que otro mundo sea posible: Fernando Fernández Font Destacado

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Mundo Nuestro. El siguiente texto del Rector de la Ibero Puebla, el Doctor Fernando Fernández Font formó parte de su Tercer Informe 2015-2016 presentado este martes 6 de septiembre.



VIDEO: TERCER INFORME 2015-2016 IBERO PUEBLA

La universidad, puede y debe ser la fuerza y la potencia que ayude a transformar el mundo y la sociedad. Hacia ese objetivo difícil y lejano se debe ir concretando poco a poco nuestra contagiante e imparable utopía evangélica. Esa es la vocación radical y original de las universidades jesuitas, hacer todo lo universitariamente posible para que el mundo y las sociedades de hombres y mujeres vuelvan al plan de Dios. Luis Achaerandio Zuazo, S.J.1

Los hechos se han ido convirtiendo en evidencias del buen ser de nuestra Universidad. Los retos ni han disminuido ni han dejado de ser menores. El contexto en el que nos hayamos inmersos ha continuado su marcha implacable hacia una sociedad sin futuro –si continúa por el mismo rumbo-, en la que las instituciones que la habrían de sostener parece que se han ido desmoronando progresivamente ante la mirada impávida de los poderes fácticos que las dominan. La ley de la “máxima ganancia” no se ha visto mellada por tantas señales de alarma que recurrentemente las crisis de nuestro país han estado lanzando.



Sin embargo, nuestra apuesta universitaria para que “otro mundo sea posible”, en lugar de apocarse por lo remontado del camino, ha cobrado mayor fuerza, al igual que ha continuado por el sendero de la creatividad e innovación buscando siempre alternativas que logren sortear esas fuerzas oscuras de la sociedad que no están dispuestas a renunciar a los pingües beneficios que les facilita la corrupta estructura social en que vivimos. Como lo dijo Ernesto Sábato, el gran literato argentino del siglo pasado, “a la vida le basta el espacio de una grieta para renacer”2.



Ser coherentes con los principios y valores que como institución ignaciana nos sostienen, no es algo menor ni tampoco cuestión de una vez y para siempre. La lucha por la coherencia es continua y más cuando se va contra una corriente mayoritaria que con su aparato de estado controla y bloquea cualquier síntoma de disidencia. Pero justo, porque así son y están siendo las cosas en nuestro México postrado, es por lo que con mayor vigor y convencimiento seguimos sosteniendo que sólo si somos como somos, tiene sentido dedicarnos a lo que nos dedicamos. Educar para reforzar las estructuras injustas de nuestro entorno, no tiene sentido; seguir ofreciendo recambios para sociedades fracasadas que van contra aquello que estamos empeñados en transformar, sería nuestro mayor contrasentido. De ahí nuestro empeño y nuestra razón de ser.

Poder expandir un aroma de justicia, de preocupación por los derechos más elementales de los excluidos, de apertura a los marginados de nuestra sociedad, implica todo un gran esfuerzo de la comunidad universitaria por asumir la visión más honda y creativa que nos legó San Ignacio de Loyola. En su sueño, nos contagió el deseo profundo de poder alumbrar una sociedad de hombres y mujeres libres que pudieran gozar equitativamente de la maravillosa naturaleza que Dios ofreció a la humanidad. “Creados para ser felices” –como afirmó el Papa Francisco, ha de ser la vocación de todo ser humano.

De ahí nuestro enorme reto: ¿Cómo preparar hoy en día a nuestros estudiantes para que lleven la esencia Ignaciana que han respirado en nuestra Universidad a sus próximos centros de trabajo, a las propias empresas que crearán en un futuro próximo, a las instancias sociales, políticas o gubernamentales en las que desempeñarán su vida? Y nuestra respuesta no es ni podrá ser otra: en la medida que nuestra institución continúe despidiendo ese aroma, en esa misma medida ellos saldrán convencidos que es esta forma de vida la que los podrá llevar al sentido que, como personas, anhelamos desde lo más hondo de nuestro ser.

De muchas formas podemos existir, podemos crear nuestros propios valores, nos construyan o no; pero aspirar a la realización humana de mayor plenitud, sólo es posible cuando permitimos que se cruce nuestra propia existencia con la existencia de aquellos que han sido sacados del camino y se les ha excluido de una vida digna, y nos comprometamos por cambiar lo que hoy en día sigue arrojando a tantos y tantos al margen del “buen convivir”.

Educar no es dar clases; formar no es necesariamente mantener a los alumnos en sus salones; no es sólo estar frente a grupo. “Educar a una persona no es hacerle aprender algo que no sabía, sino contribuir a que ella decida ser alguien diferente, alguien mejor que no existía”3. Educar es crear un ambiente que pueda ser transpirado por los alumnos, asimilado por la comunidad que habita los mismos espacios y que se encuentra en cualquier rincón. Las acciones de la Universidad han de estar impregnadas del espíritu con el que queremos ser identificados. Cada acción, cada decisión, cada gestión ha de ser “ignaciana”, ha de transmitir nuestro deseo por colaborar a la construcción de una sociedad donde reine la justicia y la paz. “Se requieren –como señala una académica de nuestra Universidad- profesionales que busquen transformar la sociedad a una mejor, resolver los problemas que nos han aquejado históricamente (pobreza, desigualdad, marginación, desnutrición, corrupción, degradación ambiental, etc.) y buscar la acción y el bienestar colectivo”4.

Educar es crear un ambiente que pueda ser transpirado por los alumnos, asimilado por la comunidad que habita los mismos espacios y que se encuentra en cualquier rincón

Cada Universidad en cualquier parte del mundo tiene su propio aroma; transmite el espíritu que la guía, sea o no coherente con los principios e ideales que dice tener. Su modo de gestionar, las acciones que realiza, los institutos que tenga, la forma de hacer las cosas, el modo de pensar de sus cuerpos docentes, sus metodologías, son los factores que traslucirán las verdaderas intenciones de ese centro educativo. Se pueden decir muchas cosas, pero la verdad no está ahí sino en la realidad que sostiene las palabras.

En este nuestro caminar, la IBERO Puebla ha mantenido la coherencia con su esencia más auténtica; y el espíritu que eso ha desprendido, ha ratificado la imagen que se ofrece hacia fuera. Nuestro ser jesuita no sólo ha conservado lo más rico de su tradición, sino que la ha traído a la realidad de nuestro siglo XXI. Sin dejar de ser lo que somos, nos hemos abierto al mundo de hoy y con toda valentía hemos intentado estar a la altura de los retos que se nos han planteado, aún a costa del precio que hemos tenido que pagar.

Los alumnos nos han buscado, porque ellos han percibido lo que somos hoy y hemos sido a lo largo de los ya casi 500 años de tradición humanista acendrada en la Compañía de Jesús. Pero también otras instituciones se han dado cuenta que la IBERO Puebla es consistente con su identidad, que es una Universidad crítica que tiene una misión y proyectos sociales, que desde sus Institutos fragua su creatividad e innovación, defiende y propone acciones para sostener el medio ambiente y recuperar lo perdido, y se preocupa radicalmente por la defensa de los Derechos humanos.

Varios acontecimientos han confirmado que el rumbo que llevamos es ya una clara identidad de lo que somos y queremos ser. Cuando un relator de la ONU de Derechos Humanos, como el Dr. Michael Forst, dentro de las miles de Universidades que hay en el país, escoge la nuestra como sede para escuchar las denuncias por las agresiones que han sufrido los mismos defensores en nuestra amplia región; o cuando la Organización Internacional del Trabajo en alianza con el Instituto de Economía Social de la Secretaría de Economía del País, nos escogen para tener su 6ª Academia a fin de formar a los promotores de esta nueva alternativa de producción y distribución de la riqueza; o cuando se nos invita a formar parte de un grupo de expertos mundiales para reflexionar académicamente sobre los presupuestos económicos que subyacen a la Encíclica, Laudato Sí, del Papa Francisco, es que no hay ambigüedad en nuestra propuesta y nos confirman que tanto el paso que llevamos como la dirección que hemos tenido, están acordes con el sentido e intencionalidades profundas que tiene la IBERO Puebla.

1 Achaerandio, Luis (1994). “Servicio de la Fe u promoción de la Justicia, como primer gran objetivo”. Características de la Universidad Inspirada por el Carisma Propio de la Compañía de Jesús. Universidad Rafael Landívar.

2 Sábato, Ernesto (2000). El Renacer. Seix Barral Editores. Buenos Aires, Argentina.

3 De la Chaussée, María Eugenia (2016). “La universidad que quisiéramos en el futuro”. Ponencia impartida en la Reunión Virtual de Revisión Curricular del Sistema Universitario Jesuita.

4 Idem.

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Sobre el autor

Fernando Fernández Font

Jesuita, filósofo, es el actual Rector de la Universidad Ibero Puebla.