Revista Elementos

Mundo Nuestro. Ciencia y divulgación. El ejemplo que encontramos en la sección La ciencia en cápsulas de la revista Elementos de la BUAP permite entender la fuerza que puede tener el mensaje que nos entra por los oídos. -el ejercicio de divulgación de la ciencia que se ofrece en el Laboratorio Multimedia de la revista Elementos es, sin duda, un esfuerzo en ese sentido. Presentamos aquí las ligas al catálogo existente en el portal de internet de esta extraordinaria publicación impulsada por la universidad pública de Puebla.


La Ciencia en Cápsulas

El fitoplancton

Cuando un volcán explota



Relámpago de Catatumbo

Las auroras boreales

El lago Salton

La misión Rosetta

El fin del mundo



Ingeniería biológica

Trasplante de cara

Vivir sin cerebelo



Amanecer cósmico

La estrella HR5171-A

La nueva frontera

Planeta moribundo

Arqueología Marina

Cuna Universal

Espacio Extracelular

Riñones espaciales

El más gordo

Es más un spaghetti

Calentamiento ¿cuánto?

Vida en Marte

Burguer madre

Grullas socialistas

Viaje sin retorno

Fertilizar, fertilizar...

Hadrosausio

Miedo ambiental

El médico mexica

Espectacular relevo

La herbolaria mexicana

Lento pero mortal

La increíble milpa

Un político muy antiguo

Las ubicuas neuronas

La herencia neandertal

El dañino monóxido

Milpa mesoamericana

Como me ves te verás

Ponte cuervo

¡Salud!...

Dormir

Edades

Vivir

Plantas psicotrópicas

Chisme de vaca

Metereología

La argumentación invencible de la lengua en México

La evolución en un cartel



Muchas veces quise poner por escrito mis incomodidades y reparos frente a la teoría evolucionista y siempre me detuve porque conozco poco y seguramente mal esa teoría y por lo tanto mis observaciones bien podrían quedar fuera de lugar o haber sido respondidas mucho antes de que yo las formulase. Mis conocimientos de esa teoría son los de una persona común y provienen de lecturas hechas aquí y allá, o de haber asistido a exposiciones en vivo donde el expositor, casi invariablemente, en algún momento estelar de su alocución y como para ejemplificar de manera contundente los principios del evolucionismo exhibe un cartel en donde se puede ver una secuencia de imágenes que comienza con una criatura simiesca que progresivamente se va irguiendo sobre sus patas traseras mientras crece su cráneo y su mandíbula decrece hasta desembocar en un hombre, por decirlo así, hecho y derecho. Recuerdo que en una oportunidad en que estaba aún fresca la hazaña de los argentinos que habían ganado el campeonato mundial de futbol un expositor –y no un expositor cualquiera sino un peso pesado de la fisiología– exhibió el mentado cartel pero ahora, en el puesto del hombre “hecho y derecho”, había una foto de Diego Armando Maradona.

Siempre sentí que en esa exposición serial había algo equívoco para mí, y profundamente insatisfactorio. Porque todo eso tiende a sugerir que la evolución de la especie humana es, tanto causal como temporalmente, la última en producirse y que el resto de las especies son un logro ya superado y ahora tuvieran un interés y una función secundaria; como si los peces y las lagartijas fueran actores de reparto. La proliferación de especies animales o vegetales es verdaderamente, y hasta sospechosamente, asombrosa por su profusión, pero vistas así las cosas pareciera que la naturaleza hubiese iniciado su proceso evolutivo siguiendo un programa que desemboca en la creación del hombre y solo en él. El hombre, pues, sería la culminación de una larguísima, plural actividad de la naturaleza que ahora, en el final, todavía siguiera produciendo variedades de ranas, de mariposas y hasta de flores silvestres, distraída o quizá olvidada de que ella misma ya había hecho lo que debía hacer, un hombre, el Hombre, y por lo tanto podía ya descansar de sus afanes.

Una vez leí un libro de escasa circulación y cuyo título he olvidado –siempre pensé que con justa razón–, un libro en el que su autor –cuyo nombre también he olvidado– aseguraba que Dios había creado la naturaleza como un laboratorio experimental para perfeccionar las funciones que después integrarían el cuerpo humano. Así, había creado las aves y los peces para perfeccionar la función respiratoria, las víboras para la nutrición, las águilas para la visión, las ratas y los conejos para el olfato, los moluscos para la producción de sustancias untuosas, “y así te sigues” como dijo el yucateco que le daba una clase de inglés a su paisano. Ese libro olvidable –solo recuerdo que su autor era un argentino cordobés, un paisano mío– sin embargo no dejaba de situarse en la línea argumentativa desplegada por el famoso cartel. Al contrario, lo hacía de una manera superlativa. Todo ello nos sugiere que, en última instancia la evolución se explica, se explicaría –tanto en la religión como en la ciencia y tal vez en el sentido común– por el hombre, porque al cabo es el hombre el que le da sentido a la evolución. Desde esta perspectiva, la evolución sin el hombre carecería de sentido. Los líquidos densos y adhesivos que secretan los órganos sexuales no provienen de los moluscos, es cierto, pero los moluscos están ahí –según lo muestra de hecho la actitud del científico– para que el hombre estudie la variedad de sustancias acuosas que lubrican su cuerpo. Por ello, el cartel que muestra esa secuencia de imágenes indicaría la coronación de todo el proceso evolutivo. Por ello también, ese cartel expresa una ideología dispuesta a justificar la naturalidad con que la especie humana ha dispuesto de las otras especies, y a naturalizar el hecho de que siempre hayan sido vistas como proveedoras de sus necesidades. Se trata de una ideología tan tenazmente incorporada que hasta permite imaginar que un pollo puede estar feliz de que un hombre lo lleve a su mesa bien cocido y bien condimentado.



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Elementos 112

Revista Elementos, 112: Índice

Los vehículos de Dawkins y el amarillamiento letal del cocotero
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Pablo José Palma Cancino

3
Modelando las normas con revisión de creencias e inferencia
[PDF] Versión en HTML
Pedro Bello López

9
En busca de un concepto sociedad-naturaleza
[PDF] Versión en HTML
Lilián Hernández Nolasco y María Evelinda Santiago Jiménez

15
Los sueños de la persona en María Zambrano
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Cintia C. Robles Luján, María de Carmen García Aguilar y Sandra García Pérez

21
Rodrigo Orozco
[PDF] Versión en HTML
Obra gráfica

28
Vibraciones mecánicas:
fuente de energía verde para microdispositivos

[PDF] Versión en HTML
Ernesto A. Elvira-Hernández, Luis A. Uscanga-González y Agustín L. Herrera-May

33
Periodismo irreversible
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Sergio Mastretta
39
Registro de Sueños I
[PDF] Versión en HTML
Mercedes de la Garza

51
Registro de Sueños II
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Francisco Pellicer

56
Naturaleza visionaria
[PDF] Versión en HTML
Margarita de Orellana

59
Ciencia a tiempo
[PDF] Versión en HTML
61
Libros
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Mundo Nuestro. La revista Elementos ha sumado a sus innumerables secciones la herramienta del podcast, y con un nombre muy figurativo: Ciencia para tus oídos . Y para abrir boca, esta reseña de una de las más catastróficas desgracias que han acompañado a la humanidad en su historia: la peste.

Peste/PODCAST



Imagen relacionadav

Mundo Nuestro. La revista Elementos presenta en su edicicón 11 una semblanza del pintos poblano Ranyan, escrita por Arturo Jorte Sánchez Daza, que aquí reproducimos en una parte en ocasión de la salida al público de laa edición 111 de la espléndida publicación científica de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.

La obra que ilustra esta portadilla es de © Ranyán. Carnaval II, óleo/lienzo, 120 x 160 cm., 2004

Raymundo Rodríguez Ramírez, “Ranyán” (Puebla, 1961) Estudió artes plásticas en el Instituto de Artes Plásticas del Estado de Puebla, en la Universidad Veracruzana y en el Taller de Diseño Gráfico de la BUAP, posteriormente hizo estancias de trabajo en ciudades de los Estados Unidos como Nueva York, Los Ángeles, Pensilvania, Houston y Hawai, en donde expone su obra. En 1990 Raymundo vive varios meses en Tilyala, Calcuta, hogar del anciano sabio Srii Srii Anandarnurti. Su actividad artística se inicia cuando se presenta en una exposición colectiva de estudiantes de arte en 1977 y ya para 1979 participa con un lote de grabados para integrar el Museo de la Gráfica Mexicana en Plovdiv, Bulgaria y en 1981 expone en la V Bienal de la Gráfica en San Juan de Puerto Rico. Siguen varias exposiciones individuales en la ciudad de Puebla, Monterrey, Guadalajara y Zacatecas.



La pintura a manera de tributo a ese mundo de expresión densa, torturada, resquebrajada, en la que el factor figurativo aparece siempre sacudido por las deformaciones de una intensión agresiva y sarcástica. Estas pinturas ofrecen a la percepción visual un amplio campo de elementos que rememoran experiencias plásticas de la modernidad occidental y nacional, pero también nos instruyen sobre los senderos por lo que ha transitado el artista, en busca de la construcción de su identidad plástica. El conjunto de su obra esclarece el ir y venir de un mundo expresivo a otro para estudiarlos y experimentarlos, con la clara convicción de que el acto de pintar es un proceso infinito de búsqueda, investigación, exploración, experimentación y síntesis, en la intención de alcanzar una postura propia, una identidad artística congruente a su cultura y tiempo. Pero todas estas incursiones en los movimientos vanguardistas, percibidas a través de sus obras, solo nos refieren a la parte formativa del artista y a la parte formal de la obra. En las pinturas también se puede percibir, aunque con mayor agudeza visual, lo que preocupa, problematiza y busca expresar el artista, lo que, en un sentido exclusivamente analítico, podemos denominar “contenido”:

Ranyán parte de la concepción que percibe al mundo como un caos, al cual habría que darle un orden, asignándole al arte el papel de reflejador de ese caos que constituye lo social-humano, para que este tome conciencia de ello. Por lo tanto, la función social del arte, para Ranyán, es la “expresión sublime de la libertad” que comunica y concientiza una función realista tolstoiana. Lo importante no es la norma del naturalismo, la exactitud externa, sino la norma del realismo, la verdad interior. El realismo como método crítico y no como un concepto de puro contenido y sentido formal. Esa concepción del mundo caótico es un tanto similar a la del surrealista Max Ernst (1891-1976), quien opinaba que el arte debía ser irracional, reflejo del caos que constituye el ser humano.



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© Ranyán. Mujer torbellino, óleo/lienzo, 120 x 85 cm., 2012

Todo está lleno de espíritus

En 1629 Hernando Ruiz de Alarcón, teólogo nacido en Taxco, Guerrero, escribió un Tratado de las supersticiones y costumbres gentílicas que hoy viven los indios naturales desta Nueva España. El texto estaba destinado a combatir lo que el clérigo consideraba idolatrías inspiradas por el demonio. En él encontramos descripciones de un pensamiento religioso y prácticas rituales que conforman una cosmovisión que ha perdurado, gracias a constantes transformaciones, hasta nuestros días en los pueblos indígenas y campesinos del estado de Guerrero. La persistencia de estas costumbres ha sido posible, en buena medida, debido a su capacidad de adaptación al catolicismo que llegó a la región con la conquista española, quiero decir, el santoral cristiano fue adoptado e inducido a cumplir las funciones que en el ciclo agrícola cumplían y cumplen antiguas deidades, espíritus de la naturaleza y espíritus de los antepasados. Escribe Ruiz de Alarcón: [...] por su ignorancia tenían y tienen tan varios dioses y modos de adoración tan diferentes, que venido a averiguar el fundamento y lo que son todos, hallamos tan poco de qué echar mano, como si quisiéramos apretar en el puño el humo o el viento. Lo cierto es que casi todas las adoraciones actuales [...] y a lo que podemos juzgar son las mismas que acostumbraban sus antepasados, tienen su raíz y fundamento en tener ellos fe que las nubes son ángeles y dioses, capaces de adoración, y lo mismo juzgan de los vientos, por lo cual creen que en todas las partes de la tierra habitan, como en las lomas, montes, valles y quebradas. Lo mismo creen de los ríos, lagunas y manantiales, pues a todo lo dicho ofrecen cera e incienso, y a lo que más veneración dan y casi todos tienen por dios, es el fuego. Es claro que la teología cristiana, que concibe un Dios separado del mundo a partir de la doctrina de la Caída y la expulsión del Paraíso, le impide a Ruiz de Alarcón comprender el sentido profundo del culto a la naturaleza manifestado en los rituales indígenas, “como si quisiéramos apretar en el puño el humo o el viento”, dice sorprendido. Casi 400 años después ese culto a la naturaleza goza de espléndida salud y continúa practicándose en decenas de comunidades mixtecas, nahuas, triquis y tlapanecas de Guerrero. Mediante el culto a los santos, estas festividades tienen como finalidad propiciar el trabajo conjunto de Jesucristo, la Virgen María, la Santa Cruz, San Miguel Arcángel, san Marcos, san Roque, san Juan y san Lucas, entre otros, con los espíritus de la naturaleza y de los muertos para procurar buenas lluvias, abundantes cosechas, buena salud y bienestar en los pueblos. Las fechas de celebración del santoral católico se ajustan a las labores agrícolas y al ciclo anual de lluvias de las distintas regiones.



(Imagen de portadilla: Yael Martínez/Orlando Velázquez. De la serie La sangre y la lluvia, 2016/2017. Tomada de Revista Elementos 110)

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