Revista Elementos

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Antonio T. Araujo Soto



En 1977 Ali Maow Maalin contrajo y sobrevivió a la viruela, una de las infecciones más letales inscritas en la historia de la humanidad; de origen somalí, Ali es conocido como el último individuo en desarrollar la enfermedad (en su variante menor) de manera natural. Un año después, la británica Janet Parker adquirió el virus por accidente y a la edad de 40 años falleció.

Sin nuevos reportes, los estados miembros de la Organización Mundial de la Salud (OMS) acordaron adoptar las conclusiones de la comisión global para la erradicación de este mal y, en mayo de 1980, la viruela, que solo en el siglo XX había ocasionado la muerte de aproximadamente 300 millones de personas, se declaró erradicada (WHO, 2016).

La resolución sobre la eliminación de la viruela fue acompañada de varias recomendaciones, entra las cuales se incluían: 1) la interrupción de la vacunación –exceptuando personal en riesgo–, decisión justificada por el cese de la transmisión viral, así como en las complicaciones que se presentaban por la vacuna; 2) reservar un suministro adecuado de vacunas (suficiente para 200 millones de personas) y del virus vaccinia, en caso de requerir la preparación de nuevas formulaciones; 3) mantener un sistema de vigilancia e investigar el reporte de nuevos casos posibles; 4) contar con la asistencia de laboratorios en tareas de investigación y preservación del virus de la viruela. En total fueron 19 observaciones a tomar en cuenta hacia un mundo libre de la enfermedad.

Al mismo tiempo y previendo una nueva irrupción del patógeno en la población, la OMS se esforzó por restringir la posesión de ejemplares virales y su manejo, evitando así desgracias como la ocurrida en Inglaterra en 1978. Los institutos autorizados que actualmente resguardan el virus de la viruela son los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC), en Atlanta, Estados Unidos, y el Centro de Investigación Estatal de Virología y Biotecnología (VECTOR), Koltsovo, región de Novosibirsk, Federación de Rusia. Los centros acreditados realizan también tareas de investigación como el análisis genómico del virus, el desarrollo de nuevas vacunas, métodos de diagnóstico y agentes antivirales; esto último ha conducido a los asesores vinculados a la investigación del virus a recomendar continuar con su preservación, aplazando la destrucción de los especímenes a través de los años (WHO, 2016).

Desde la declaración emitida por la OMS en mayo de 1980, se ha escrito ampliamente sobre la mortandad ocasionada por este patógeno alrededor del mundo, de su importancia durante la colonización de América en el siglo XVI y en la prevención de enfermedades transmisibles, además de su posible uso como arma biológica en el pasado y en el presente. Por otra parte, la interrupción de la transmisión del virus, al igual que la enfermedad, ha tenido importantes consecuencias; por ejemplo, la sobrevivencia de miles de niñas y niños, o la confianza de repetir el éxito en la eliminación de otras infecciones siguiendo el modelo de colaboración internacional y desarrollo científico promovido con la viruela, así como el hecho mismo de lo que significa la erradicación de una enfermedad.



Antonio T. Araujo Soto / tonosp@live.com

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Revista Elementos 119

Imagen de portadilla: obra del pintor cubano Raymín Vélez.

Elementos 119 presenta una semblanza de este artista. Raymín Vélez ha expuesto individualmente en diversas galerías de La Habana, Cuba, tales como Casa de la Cultura 10 de octubre, Casa del África. Museo del Tabaco, Hotel Horizontes Colina, Pabellón de la Maqueta de La Habana, Galería Teodoro Ramos Blanco, entre otras, y en exposiciones colectivas en Galería Amelia Peláez, Galería Galeano, Casa de África, Galería L, Fortaleza San Carlos de la Cabaña, etcétera. Usualmente vende su obra de forma directa en el enorme y muy interesante mercado del arte que se ubica en los Antiguos Almacenes San José, en la Habana, lugar donde se puede encontrar una enorme cantidad de obras de autores cubanos, alguna de muy alta calidad, a la venta al público.



Índice Elementos 119

Revista Elementos 117

* Este texto fue presentado en el Salón Paraninfo de la BUAP el 29 de mayo de 2019.



El libro de Miguel Gutiérrez es una crónica novelada de uno de los movimientos sociales más importantes del estado de Puebla y, sin duda, el más relevante movimiento universitario, pues con él inició la Universidad Autónoma de Puebla su vocación científica, así como la reflexión y el análisis crítico y bien sustentado de la realidad social. 1961 es un año emblemático porque significa no solo la derrota de un pensamiento detenido en prejuicios teológicos y morales, que mantenían a la universidad distanciada de los avances de la ciencia y de la reflexión filosófica de la época, sino también porque implicó su apertura definitiva a sectores sociales que hasta ese momento no tenían acceso a sus aulas. Problema que hoy vuelven a enfrentar, de manera crónica, las universidades del país. El autor, siendo muy joven, formó parte de esa voluntad colectiva de cambio que aglutinó a cuatro mil estudiantes y a un significativo número de profesores, encabezados por el doctor Julio Glockner Lozada.

El relato de Miguel recrea con buena pluma el ambiente que en la ciudad de Puebla se vivía en la víspera del centenario de la batalla del 5 de mayo, y en ese contexto, la irrupción de lo que llama “el espíritu carolino”, que fue la forma contestataria, decidida y libre que hizo posible una Reforma Universitaria que asumió plenamente los derechos y responsabilidades que otorga el artículo 3º constitucional. Los 77 días que duró el rectorado del doctor Glockner, ejercido sin subsidio federal ni estatal, con la rabiosa oposición del clero, que nunca entendió la naturaleza del movimiento, descalificándolo como “comunista”, pero además con la obtusa intolerancia de una minoría comunista, organizada en “células”, que lo tachaba de burgués y reformista, pero con el respaldo de la inmensa mayoría de la comunidad universitaria y sus familias, con la simpatía de los sectores sociales que supieron comprender los beneficios que una universidad renovada traería a la vida de la ciudad y el estado y, finalmente, con el apoyo de profesores y estudiantes de la UNAM, el Politécnico y de otras universidades, sindicatos y organizaciones sociales del país, con esa fuerza moral y política, se pudo sostener una rectoría que hizo posible la transición a una universidad abierta a las corrientes del pensamiento moderno.

En una típica escena de intolerancia y autoritarismo “revolucionario”, algunos años después, una o varias manos desaparecieron de los archivos de la universidad las actas del consejo que daban cuenta tanto de la importancia que había tenido la participación del doctor Glockner en el proceso de Reforma Universitaria, como de su expulsión años más tarde, montando una farsa construida con mentiras y difamaciones. Quienes presenciaron esa vergonzosa sesión del Consejo Universitario recuerdan el vigoroso humor sarcástico con el que se defendió el acusado.



Las causas de fondo del movimiento de 1961 venían de muy lejos. Por un lado, se remontaban al secular conflicto entre liberales y conservadores que se enfrentaron a lo largo del siglo XIX y durante la primera mitad del siglo XX, tanto en vehementes discusiones de mayor o menor calidad argumentativa, como en los campos de batalla que comprendieron desde la guerra de Reforma al movimiento cristero. Al iniciar la década de los sesenta del siglo pasado la discusión entre liberales y conservadores se centraba en la defensa del carácter laico de la educación pública, que defendían los primeros, ante la insistencia de los conservadores por mantener la educación religiosa en los colegios particulares, y si fuera posible públicos, como herencia evidente del virreinato.

Este enfrentamiento, que oponía el artículo 3º constitucional al reclamo conservador de que solo la familia, y no el Estado, puede decidir el carácter de la educación de sus hijos, se gestaba en procesos ideológicos de larga duración y albergaba en su interior nuevas modalidades conflictivas surgidas en el contexto de la guerra fría. Entre estas modalidades conflictivas destacaba la simpatía y el respaldo que los estudiantes “progresistas” sentían por la triunfante revolución cubana, que en esos días Fidel Castro vincularía al área de influencia de la URSS, contra las ideas y los intereses económicos de quienes veían en esa revolución un peligro de expansión comunista en México. Este panorama nos presenta un fenómeno realmente interesante, en el que se enfrentan diversos grupos sociales esgrimiendo demandas de carácter político, ético, religioso, cívico, educativo y económico. Estas demandas fueron definiendo perfiles ideológicos que generaron identidades de grupo que perduran hasta nuestros días.

El panorama ideológico de la época estuvo conformado por diversas tradiciones, cada una de las cuales generaba, para autoafirmarse ante sus adversarios, una buena cantidad de prejuicios y convicciones que con frecuencia desembocaban en un agresivo fanatismo. Teniendo como símbolos la cruz del catolicismo, la hoz cruzada con el martillo del comunismo y la escuadra y el compás de la masonería como emblemas contrapuestos, estos sectores se enfrentaron violentamente tanto en el discurso y las exigencias excluyentes como en los golpes y pedradas callejeras. Los emblemas operaban simbólicamente en el imaginario político de la época de manera que en muchas ocasiones lo emocional predominaba sobre lo racional y la violencia se desataba porque se tenía la convicción de que la sola existencia del adversario era una amenaza para la propia existencia. La lógica no era la de la coexistencia competitiva en un ambiente democrático, para nada, más bien se trataba de la eliminación del adversario ya convertido en enemigo inadmisible. Cada uno se pensaba como justiciero y salvador, sea por razones sociológicas, éticas o religiosas, y cada uno creía fervientemente que el enemigo era un elemento absolutamente pernicioso para la vida colectiva que debía ser eliminado, si no físicamente, sí, al menos, política y socialmente. El asunto no es nimio ni se ha borrado del pensamiento ni de los sentimientos de muchos de los protagonistas y sus descendientes ideológicos.



Un cambio fundamental ocurrió en la ciudad de Puebla y en la Universidad durante los meses de abril a julio de 1961, periodo en el que se produjo un giro muy significativo en la política educativa que orientó a la institución por el camino de la educación laica y moderna. El hecho de que el Vaticano haya reconocido la validez de la teoría de la evolución de Darwin hasta el papado de Juan Pablo II, nos debe hacer pensar no solo en que la propia iglesia destruye el sustento de su propia mitología, expuesta en el libro del Génesis, sino en las dificultades que los estudiantes de principios de los años sesenta tenían para expandir sus conocimientos, teniendo como autoridades universitarias a miembros de los sectores clericales más conservadores, que evidentemente veían en la teoría darwiniana una especulación atea concebida en los linderos del infierno.

El arzobispo de Puebla Octaviano Márquez y Toriz, tan aficionado al dinero que la gente lo llamaba “Don Centaviano”, publicó en aquellos años una Carta Pastoral sobre el comunismo en la que decía que el sistema filosófico y político del marxismo destruye la dignidad humana, el orden espiritual y moral, la libertad y toda convivencia civilizada.1 El texto terminaba con un llamamiento:

¡Católicos de Puebla! ¡Hombres libres y ciudadanos honrados! ¿Vamos a claudicar vergonzosamente de las conquistas de la civilización cristiana, para caer en las redes maléficas del comunismo? Quién de vosotros se atrevería a mirar impávido que nuestra patria cayera en poder del extranjero, que en nuestros edificios públicos en vez de ondear la gloriosa enseña tricolor miráramos una bandera extranjera y que hombres exóticos, invasores, se adueñaran de nuestro territorio, de nuestras instituciones, de nuestro gobierno y de todo lo que es nuestro amado México? Estamos sintiendo ya los ataques del enemigo. Ideas disolventes contra la fe, la autoridad, las tradiciones mexicanas, la Patria misma.2

El ignorante fanatismo que encierran estas ideas, evidentemente tuvieron repercusiones en el linchamiento de trabajadores universitarios en San Miguel Canoa algunos años después.

Haber encausado a la UAP por el camino de la educación laica y científica y haber defendido el laicismo como principio de gobierno es uno de los méritos del movimiento de reforma universitaria. Frente a los prejuicios religiosos imperantes en la conservadora ciudad de Puebla de hace 50 años, los universitarios que defendieron el artículo 3º constitucional hicieron valer el espíritu laico indispensable para ensanchar los horizontes del conocimiento. La laicidad consiste simplemente en la independencia y libertad de pensamiento respecto a las afirmaciones o creencias avaladas por una autoridad, es decir, laico es quien piensa libremente frente a los dogmas. Un dogma es aquello que es creído o aceptado comúnmente como irrefutable y constituye el fundamente mismo del pensamiento religioso, de ahí que laico sea quien reivindica para sí el derecho de pensar diversamente sobre cualquier cuestión o problema considerado ortodoxo.3 Esta es la lección que nos dio la generación del 61 y es este el ambiente político y cultural recreado a través de los recuerdos, los testimonios y la invención literaria de Miguel Gutiérrez, en un relato que resultará indispensable para quien quiera comprender aquel momento histórico de la ciudad y de la Universidad Autónoma de Puebla.

Termino citando las palabras del rector de la Reforma Universitaria en el discurso pronunciado en este mismo salón, el 15 de mayo de 1961, cuando el movimiento ya había logrado sus objetivos fundamentales:

Esta Universidad de Puebla abre de hoy en adelante sus puertas para todo estudiante, sin importar su condición económica ni su credo religioso, solo exige una aspiración tenaz en el perfeccionamiento de una vida digna, liberada y culta. Esta universidad no pondrá ningún obstáculo que limite el acceso de las masas a la cultura, no habrá más monopolio de la sabiduría por parte de un grupo de señoritos en detrimento de los demás, pero tampoco permitirá que esa sabiduría se complazca en la soledad y desdeñosa vuelva la espalda a la vida. Al investigador más puro y sobresaliente salido de esta universidad debe llegar también el ruido de las fábricas, para que ese investigador sepa que es también, junto con nosotros, un obrero que está edificando México.

N O T A S

1 Manuel Díaz Cid, Autonomía Universitaria. Génesis de la UPAEP, s/f.

2 Jesús Márquez, Cronología del movimiento estudiantil poblano: abril-octubre de 1961.

3 Michelangelo Bovero, “Cómo ser laico”, Nexos 282, junio-2001.

Revista Elementos. Eli Bartra forma parte del Departamento de Política y Cultura en la UAM-Xochimilco

Las mujeres y el cine del movimiento estudiantil de 1968 en México

Eli Bartra

Las ausencias, como los silencios, a veces son tan elocuentes como las presencias o las palabras. En esta conmemoración de los 50 años de los movimientos del 68 sigue siendo preciso colocarse bien los lentes y buscar a las mujeres porque es difícil verlas. A veces las encontramos y a veces no. ¿Qué nos dicen las ausencias?



Las mujeres, en general, no realizaron cine durante el movimiento estudiantil, son las grandes ausentes de los documentales filmados sobre el movimiento del 68 en México en ese año y los inmediatamente posteriores. ¿Por qué si ahí estaban en la escuela de cine?

Una hipótesis posible es que a las mujeres los conflictos sociales violentos, las conflagraciones, no les interesan. Las fotógrafas de guerra que existen, por ejemplo, tienden a hacer tomas de lo periférico de la lucha armada y menos de la confrontación directa.

A la cineasta mexicana Marcela Fernández Violante se la menciona en algunos textos diciendo que en 1968, siendo estudiante de cine en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC), colaboró en la filmación del documental El grito9 (CUEC, 8 horas de filmación, 16 mm) dirigida por Leobardo López Aretche sobre el movimiento estudiantil en la Ciudad de México y la matanza del 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco.

La presencia femenina en la hechura de este documental se encuentra fundamentalmente en el guion de la periodista italiana Oriana Fallaci, quien fue testigo presencial e incluso resultó herida durante la matanza. Al parecer, la participación de la que después fue una realizadora exitosa, Marcela Fernández, cuando se filmaba El grito se limitó a prestar su automóvil Valiant para trasladarse a filmar e incluso se dice que con una cámara escondida en el maletero se filmaron en 16 mm escenas en la universidad tomada por el ejército.1 Lo curioso es que Fernández Violante, justo antes de que iniciara el movimiento, estaba planeando hacer un largometraje en 35 mm en la escuela de cine. O sea, estaba lista para lanzarse a hacer cine y, sin embargo, no filmó nada durante el movimiento.2 Su primer documental fue el corto Frida Kahlo, relativamente poco después en 1971, cuando la pintora aún no había obtenido el reconocimiento que tiene hoy en día. También se supone que fue instrumental en salvar el material de El grito que estaba escondido en la Facultad de Filosofía en la UNAM. En una entrevista ella dice que lo sacó de la ciudad, sin embargo, más adelante afirma que se buscó el material y que lo encontró Guillermo Díaz Palafox. O sea, ella lo escondió, pero otra persona lo encontró. Me parece muy raro.3

El hecho de que ninguno de los documentales y casi ninguna de las ficciones sobre el 68 haya sido realizado por una mujer es, en sí mismo, significativo. Las mujeres participaron como activistas, fueron dirigentes incluso, pero no filmaron y no es una temática que hayan llevado al cine inmediatamente después. De los 200 integrantes del Consejo Nacional de Huelga (CNH) solo había 15 mujeres,4 ahí estaban Roberta “La Tita” Avendaño e Ignacia Rodríguez. Sin embargo, poco a poco van apareciendo. Tenemos el caso de Herlinda Sánchez Laurel, una artista visual que estudiaba en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado “La Esmeralda”, quien habló de las mujeres de esa escuela y de su participación en el movimiento con imágenes.5



En la literatura sobre el tema se hace referencia a que las mujeres integraron las brigadas de volanteo (repartir panfletos), boteo (pedir dinero en la calle) y en las brigadas de aseo y preparación de alimentos. ¡Qué raro!

La reconocida escritora Elena Poniatowska tiene el libro La noche de Tlatelolco (1971) que ha sido duramente criticado, y también ella, por parte de uno de los dirigentes del movimiento y miembro del CNH, Luis González de Alba. Lo significativo es que al ser la única mujer que publicó testimonios importantes de los participantes en 1971 sea descalificada porque ella nunca participó en nada. Lo considero un manifiesto de misoginia flagrante.

También es significativo que una de las pocas integrantes del CNH, La Tita, sea caracterizada también por González de Alba como “una verdadera matriarca” (González, 2016, p. 49). ¿En qué consistía su matriarcado, si se puede saber? Seguramente el calificativo es porque se trataba de una mujer fuerte, “aguerrida y mal hablada como pocas”;6 se dice que tomaba el micrófono y hablaba en público.



A título de ejemplo, entre 1975 y 1996 en España las mujeres solo dirigieron documentales en un 8 % y drama en un 63 %. A partir de 1997 y hasta el 2010 se dispara a un 33 % la realización de documentales, y el drama baja a 41 %.7 ¿Qué significa esto? Para México no cuento con esos mismos datos, pero tenemos que las mujeres dirigieron 8 películas en 2007 y 25 en 2014 de un total de 130, o sea, el 32.5 %.

El primer documental sobre el 68 fue Únete pueblo, de Óscar Menéndez (1968, 20 min), pero en la realización no hay ni una mujer.

Sin embargo, el director Óscar Menéndez dijo que la gran película sobre el 2 de octubre del 68 la tiene el gobierno. Servando González Hernández filmó ocho horas de la matanza junto con un equipo profesional, ocho cámaras de 35 mm, con Alex Phillips hijo, Armando Carrillo, Ángel Bilbatúa y otros.8 No se menciona a ninguna mujer. Al parecer, no se sabe dónde está lo filmado.

La película de ficción que se ha considerado la más importante sobre el 68 es Rojo amanecer (1989), dirigida por Jorge Fons. Guion de Xavier Robles y Guadalupe Ortega Vargas. El personaje más cautivador de esta película es, sin duda, una mujer: la madre (María Rojo); sin ser el central es el más significativo, el de más peso y claro que esto resulta en sintonía con el rol fundamental de las mujeres en nuestra sociedad: ser madres.

Ahora bien, me voy a detener en ¿Y si platicamos de agosto?, la ópera prima de Maryse Sistach, con guion de ella misma y edición de José Buil y la propia realizadora, con fotografía de Juan López; José Buil, asistente de dirección; Maggie Rincón Gallardo, producción (1980, 16 mm, 35 min).

Se trata de una discreta, sobria y sensible crónica intimista, bastante naïve y hermosa, con un ritmo agradable, sobre la vida cotidiana de unos adolescentes que despiertan al sexo y a la política. Es sin duda una película histórica pues la acción se desarrolla en el contexto del movimiento de desobediencia civil de 1968 en la Ciudad de México. En ese año una joven se va a vivir a la ciudad de México a casa de unos parientes de clase media mientras estudia la licenciatura. En eso estalla el movimiento estudiantil y se vuelve activista. El primo más joven, en cuya casa va a vivir, se enamora de ella y al mismo tiempo que descubre el amor, toma conciencia de la situación política del país.

Abre la película con una clase de música a adolescentes de secundaria. Inmediatamente se pasa a ver a la familia del joven, conservadora y totalmente patriarcal, se escuchan los noticieros sobre el movimiento en la radio como fondo. Muy pronto se ve la interacción entre dos mujeres estudiantes activistas. En eso cierran la escuela de él porque los revoltosos de la Prepa 9 van a ir; se muestra así el pánico de cierta gente hacia el estudiantado en lucha. Aparecen pintas en los muros, “Fuera: Cueto” (el Jefe policiaco). A lo largo de la película se muestran discusiones entre personas a favor y en contra del movimiento. A modo de leitmotif que politiza la película, se escucha constantemente la radio o la televisión dando noticias sobre el movimiento. Esa es fundamentalmente su presencia, parece que se toca como de soslayo y, sin embargo, es el centro de la película. El jovencito reprueba una materia de química y ella, la prima, lo ayuda a estudiar. Ella lleva la voz cantante en todo, ella sabe más, ella lo abraza primero, ella es la que está involucrada en el movimiento, la que baila.

El “pueblo” aparece en la voz de un obrero que habla a favor del movimiento y, sobre todo, en contra del gobierno. Resulta una solución acertada esta secuencia pues se trata de una puesta en escena, a modo de broma, de una discusión callejera a favor y en contra del movimiento.

La escena de amor es bella, suave, velada, como acostumbra hacer Sistach con escenas escabrosas, por ejemplo, con una violación en otra de sus películas, la multipremiada Perfume de violetas. Aquí en ¿Y si platicamos de agosto? la cámara está inmóvil afuera de una ventana con las cortinas semitransparentes que han sido corridas por ella ya desnuda y se mueven suavemente por el viento.

No queda duda, las mujeres son la voz cantante, estudian, son activistas, las detienen, bailan, toman iniciativas con relación a todo. Queda claramente subrayado un papel activo de las mujeres en el movimiento. Lo cual añade algo nuevo a la historia escrita pues, en ella, los varones son casi los únicos protagonistas del movimiento, son la acción y la voz. Un letrero sobre la manifestación del 27 de agosto marca el punto culminante del movimiento, el pico más alto; no aparece ya ni la toma de Ciudad Universitaria el 18 de septiembre por parte del ejército, ni la matanza del 2 de octubre, o sea, las derrotas, la catástrofe, las muertes. Termina la película el 1º de septiembre con el 4º informe de gobierno. Y ella se va, sigue su camino...

En esta ópera prima ya se aprecia el potencial de una realizadora de primer orden con su fina y sutil visión feminista del mundo.

Evidentemente que las ausencias de las mujeres en el cine mexicano hablan de la discriminación abierta y velada hacia ellas. Historias sobran para documentarla. Las mujeres no tomaron la cámara y salieron a filmar el movimiento estudiantil en 68 porque no pudieron en virtud de los complicados mecanismos del machismo en las calles, en las casas y en las cabezas de todos y todas.

Otra versión insoslayable sobre el cine y el movimiento estudiantil iniciado en el 68, en donde las mujeres tienen una participación importante es Roma, de Alfonso Cuarón (2018). En esta película se narra la historia de Cleo, la trabajadora del hogar del director en su infancia en la colonia Roma del entonces D.F., que reúne nostalgia, amor y preocupación política por los remanentes del 68, en particular el funesto episodio de los Halcones de Luis Echeverría en 1971.

Roma obtuvo una buena recepción de la crítica especializada y los principales premios internacionales: cuatro BAFTAS, dos Globos de Oro y tres Óscar, lo que supuso la reafirmación del cine mexicano y el lanzamiento espectacular de la actriz mixteca Yalitza Aparicio.

Merece esta película, sin embargo, comentarios en profundidad desde otros ángulos, en otro momento.

N O T A S

1 Elsa Muñiz, p. 421.

2 Olga Rodríguez Cruz, 2000, p. 17.

3 Idem p. 21.

4 Elia Baltazar “Las mujeres del 68”.

5 Susana Cato, Proceso, pp.61-64.

6 Ibidem.

7 Zecchi, 2014, p. 246.

8 “Modifica el 68...” Molina Ramírez. “Ignoro dónde está lo que filmé...”

9 Material de El grito realizado por: Juan Mora Catlett y Ramón Rupart.

R E F E R E N C I A S

Baltazar E (2013). Las mujeres del 68. Recuperado de: http://mujeresporlademocracia.blogspot.mx/2013/10/las-mujeres-del-68.html. Consultado 4 mayo, 2018.

Cato S (2019). Herlinda Sánchez Laurel: La Esmeralda, ¡Presente!”, 24 febrero 2019. Proceso 2208:61-64.

Cohen D y Frazier LJ (2004). México 68: hacia una definición del espacio del movimiento. La masculinidad heroica en la cárcel y las mujeres en las calles. Estudios Sociológicos XXII(66):354-354.

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González de Alba L (2016). Tlatelolco, aquella tarde, México, Cal y Arena.

Medrano Platas A (1990). Quince directores del cine mexicano, México, Plaza y Valdés.

Molina Ramírez T (2007). Ignoro dónde está lo que filmé el 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco. Recuperado de: http://www.jornada.unam.mx/2007/08/22/index.php?section=espectaculos&article=a08n1esp. Consultado 21 abril 2018.

Muñiz García EE (2008). El grito, México 1968 o los sonidos del silencio. Una narración en imágenes del Movimiento estudiantil de 1968, México. Alegatos 70:411-428.

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Thornton N. The Legacy of Mexico 1968 on Film in ¿Y si platicamos de agosto? (1981) Directed by Maryse sistach and Francisca, ¿De qué lado estás? (2002) by Eva López Sánchez. Recuperado de: http://studylib.net/download/8947514. Consultado 21 abril 2018.

Zecchi B (2014). Desenfocadas. Cineastas españolas y discursos de género, Barcelona, Icaria.

Revista Elementos BUAP / 117

SUMARIO



Mundo Nuestro. Con una muestra de la obra pictórica del artista Ranulfo González como ilustración del conjunto de la revista, Elementos BUAP en su ejemplar 118 comprueba una vez más su calidad editorial.

Aquí el Índice del número Abril-Mayo en circulación:

Revista elementos

Francia García García
Instituto de Fisiología
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla

Los envenenamientos causados por fauna venenosa representan uno de los mayores retos médicos a vencer; tan solo los casos anuales de envenenamiento por mordedura de serpiente se estiman en 2.5 millones en todo el mundo; de ellos, 85,000 pacientes fallecen y otros 250,000 quedarán con secuelas (marcas por injertos o amputaciones). En cuanto a los accidentes causados por arácnidos, no se tienen estimados epidemiológicos mundiales (Chippaeux y Goyffon, 2008); sin embargo, México supera los 250,000 casos de escorpionismo anuales, además de los más de 3,000 casos de envenenamiento por arañas violinista y viuda negra (Chavéz, 2007; Sánchez-Olivas y cols., 2011). A pesar de las cifras epidemiológicas tan drásticas, en nuestro país se han logrado desarrollar antivenenos altamente eficientes, ubicándose entre los mejor cualificados a nivel mundial. En este artículo se presenta una breve descripción de los venenos (particularmente los de origen animal), la fauna venenosa con importancia médica en México y el panorama actual de la producción de antivenenos en nuestro país.



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