Nochixtlán, la verdadera derrota de México: de dónde viene el reclamo de los maestros Destacado

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Mundo Nuestro. A un año de los sucesos trágicos de Nochixtlán reproducimos este texto con la interrogante sobre la incapacidad mexicana para resolver sin violencia sus conflictos.

Seis muertos el domingo 19 de junio en Nochixtlán, en la carretera que cruza la Mixteca hacia la capital de Oaxaca.

Seis muertos. Es el resultado al que llegó la reforma educativa que no aceptan los maestros del sur.

Leo lo que escribí en agosto del 2013, cuando inició esta guerra entre el gobierno federal y los maestros organizados en la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, la CNTE, entonces tomaron las calles del centro de la ciudad de México:



"Dé dónde vienen los maestros. Son maestros del sur. En México todas las montañas son el Sur. Ese es uno de sus principales reclamos, apenas asomado en las entrevistas que hacen los reporteros a sus líderes. “Tienen que ver en qué condiciones vive la gente para la que trabajamos.” Y más: “Vayan a conocer las condiciones de las escuelas en las comunidades de las montañas.”

"Las montañas de Chiapas, Oaxaca, Guerrero, Michoacán, Puebla.

"Y desde allá han llegado para tomar las calles y voltear de cabeza la ciudad de México. En estira y afloja, todos se irritan. Por principio los capitalinos: por el tráfico y contra el tráfico, contra las autoridades que no reprimen y contra las autoridades porque quieren reprimir. Y primero que todos, los funcionarios federales: por su orgullo herido, por sus planes modernizadores fallidos, por el ridículo público. Y los maestros: porque vienen desde lejos y nadie entiende sus razones para abandonar a los niños, porque están jodidos y todos creen que son unos pendejos huevones, porque ya llevan una semana en el jaleo.

"Y ni para cuándo.

“'No hay vuelta atrás en la reforma', dijo el secretario de Gobernación Osorio Chong.



“'Esto apenas empieza', amenazó el líder oaxaqueño de la Sección 22."

Hoy, en este lunes 20 de junio de 2016 miro a los dos bandos hacer el recuento de sangre. Y me veo a mí mismo ciudadano, impotente ante un país que día a día no deja de desgarrarse.



"Estira y afloja --escribí hace tres años, y vuelvo a decirme que no hay otro camino que el de entender esa pregunta simple, ¿de dónde vienen los maestros?--. Desde dónde mirar todo esto. Algo ayudará si lo hacemos desde los pueblos originarios de México. Mundo Nuestro presenta dos narraciones tomadas de las crónicas escritas por Sergio Mastretta en el pueblo totonaco de Ixtepec (La Sierra viva, 2005) y en la región amuzgo-mixteca de la montaña de Guerrero (Viaje a Tlacoachistlahuaca, 2007).

Y con ellas una idea del reclamo profundo de los pueblos del sur.

De dónde vienen los maestros

Una vivienda totonaca en la Sierra de Puebla.

Ixtepec, Puebla. 2005

El Jardín de Niños bilingüe Nicolás Bravo es un ejemplo fiel de los alcances y limitaciones del Estado mexicano en asuntos educativos. Está ahí, con sus dos salones amarillos pintarrajeados por los niños. Sus maestras, dos mujeres serranas, hacen milagros en el intento de que los pequeños encuentren el rumbo y el gusto del estudio. Sus rivales son terribles. La infraestructura: no hay luz, no hay agua, no hay baños, no hay cercado. La economía familiar: un día sí y otro también los padres retienen a sus hijos por el trabajo, porque a los cinco o seis años aquí ya se trabaja. Los programas de estudio: da la impresión de que la propia SEP no se cree el propósito de la enseñanza bilingüe y muchos de los profesores no dominan las lenguas; el español predomina por el simple motivo de que no hay textos ni materiales en totonaco.

Como sea, eso no les preocupa a dos madres de familia que esta mañana han ido a dejar a clase a sus pequeños. Insisten en permanecer en el salón, a pesar de la indicación de la maestra, y cuando no les queda más remedio se asoman por la ventana, muy atentas a los movimientos de sus pequeñines. Para ellas, como dirán en la entrevista, la posibilidad de que sus hijas encuentren un destino distinto al que ellas vivieron está en la escuela.

Observo la escena y valoro ese lindero absurdo que no alcanza a cruzar nuestro país: ahí está el quínder, pero son tales sus carencias que los resultados académicos siempre serán destrozos. Sin embargo, el hecho contundente es que ahí está el Jardín de Niños, y en él está la esperanza de estas mujeres totonacas.

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A Ixtepec se llega primero por la memoria que la Sierra tiene de sí misma: el sábado 9 de octubre de 1999, tres días después de que escampara en la Sierra y la magnitud del colapso de los montes pesara en la conciencia, por un instante, como desgracia nacional, el pueblo de Ixtepec responde a la tragedia de la tormenta con la organización. Con las carreteras destruidas, una hilera larga de hombres y mujeres avanza por las rutas antiguas hacia Zacapoaxtla; por las veredas de siempre saltan las dos barrancas inmensas del Zempoala y el Apulco para conseguir los bastimentos mínimos de sobrevivencia: maíz, frijol, pasta, y lo que ya las tiendas de la comunidad no alcanzan a surtir. Tardarán dos semanas las máquinas en abrir la Interserrana, así que los pueblos, en un atajo de la memoria, han vuelto sobre sus pasos. Ida y vuelta por la vereda antigua, una fila larga, reconocida por la paciencia del que camina eternamente. Es una columna inteligente, que mide sus pasos y sus fuerzas, que cuenta los kilos y las tortillas que se repartirán el peso en las espaldas de cada familia. Y que no deja de mirar de dónde viene. Es la acción orientada por la sobrevivencia.

Y si se han organizado contra la catástrofe, en su irritación lo han hecho también para ajustar cuentas a la autoridad inepta que ha abandonado a la gente en su infortunio. Repudiado por desaparecer del pueblo en los días de la calamidad del cielo y la inconciencia ambiental, el alcalde será fulminantemente destituido por la comunidad por la vía de la toma de la presidencia municipal, un edificio en ruinas que refleja en su desolación la ineptitud de quienes han gobernado en la Sierra en las últimas décadas. Pero eso será unos días después a este sábado de la caminata organizada en esa hilera blanca y silenciosa por la que en el dolor humano la Sierra se vuelve sobre sí misma y señala las rutas que nunca dejarán de existir.

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Dos mujeres caminan por la calle encementada en el centro del pueblo. Una es bajita y viste la falda blanca, corta, entallada por la faja en la cintura; la blusa bordada le descubre los brazos recios casi desde los hombros; dos trenzas largas, entretejidas con listones tan negros como su pelo, pero adornadas con cintas azules no dejan de provocar un toque infantil; sus piernas fuertes destacan contra el piso claro que sus pies descalzos raspan en pasos cortos y precisos; la carga de agua con el mecapal la inclina hacia delante pero sus ojos no dejan de mirar al frente. Simplemente camina con el objetivo de llegar pronto a casa con los veinte litros que el tambo de plástico guarda. La esperan sus actividades de todas las mañanas, que ella repetirá con la simpleza de las aves en sus desplazamientos de rama en rama. Ella es consciente de lo que le ha tocado vivir y sólo pide que su historia no se reproduzca en su hija.

Le acompaña una mujer joven, en pantalones de mezclilla y camiseta con símbolos que se encuentran en cualquier videojuego de batallas fragorosas entre orientales triangulados. Es el mismo rostro, igualmente requemado por el sol, apretado por una cabellera corta azabache, sujeta por una mariposa de plástico. También carga un tambo, pero sin mecapal; el brazo estirado revela el esfuerzo de subir desde el manantial, descansando a ratos, en una rutina de una hora que la familia hace todos los días cuando la lluvia se ausenta de más en esta tierra. La joven estudia el bachillerato y sabe que por ese motivo, y por muchos más que no se comprenden, cada día que pasa es más distinta de su madre, pero que el destino --a menos que en el azar de la existencia, la lleve por otros rumbos--, le regresará el parecido poco a poco, con el matrimonio, por ejemplo. Está segura de que ella no continuará la tradición de la vestimenta totonaca; sabe también que su madre no habla castilla y que responde con monosílabos a los extraños que hasta Ixtepec llegan. Las mujeres mayores nunca han necesitado escribir, y sin la lectura también se sobrevive; los escolares ayudan a sus padres en trámites como el de los miércoles cada dos meses en que el Gobierno paga el programa Oportunidades. Ella va ya por el último año de la preparatoria, y todos los días se pregunta si de algo servirá tanto sacrificio y tanto gasto para participar, al final, del baile de graduación que todo el pueblo espera.

Las dos mujeres caminan por la plaza y su paso es una ilusión breve en la vista cotidiana del pueblo. Las dos llevan enlazadas por la carga del agua sus historias.


Tlacoachistlahuaca, Guerrero. 2007

5 de Mayo

La escuela 5 de Mayo ha crecido en trazos desiguales a lo largo del tiempo. El último tranco es del año pasado, casi al cruzar el portón destruido, con tres salones a la usanza moderna de la SEP. Del otro lado del patio encementado están unos galerones más consecuentes con el calor de Guerrero, sin ventanales que los encierren, pero sí con una celosía que filtra el aire e impide que la atención escolar se extravíe. Al fondo, dos salones más, uno de ellos con el gol de los televisos por la educación, que ha donado en el 2006 un conjunto muy animado de computadoras, dieciséis, de las cuales cuatro han tronado por la baja tensión de la corriente eléctrica. También ha volado la impresora. Es imposible la operación por el problema eléctrico. Ni pensar en una conexión a internet que funcione...

El salón de primer año no llega a celosías ni mucho menos a ventanas o paredes. Cuatro postes sostienen un tejabán que da sombra a veinte niños en pequeños pupitres, frente a un pizarrón sostenido contra un costado de los salones de tercero. El piso es de tierra, y el olor a excremento gana contra las cuentas que la maestra directora de la escuela intenta con los pequeños. Ella me tiene paciencia y realiza con los niños un ejercicio del libro de matemáticas en español: identificar el número de artículos varios (manzanas, dulces, etc.) que se pueden comprar con diferentes cantidades; lo explica en castellano y en amuzgo, y luego va con las niñas, que están más atentas; sólo una de cuatro logra la cuenta, y de los niños consultados ninguno da con la respuesta. No es cualquier asunto: los niños no hablan español, la lengua en la que está escrito su libro; el amuzgo, cristalino en sus vocecitas, es su lengua madre, la que dominan a la perfección desde sus tres años, pero no ha logrado el milagro de un traductor matemático; a los siete años, el sistema y el progreso les imponen el terrible reto de aprender a leer y escribir en una lengua que no es la suya, y además las sumas y las restas. Y para rematar un desconocido, con el pretexto de que es periodista, interrumpe la clase para valorar el grado de alcance en el aprendizaje de los pequeñines.

La maestra termina la clase y me despide pues está por arrancar una pequeña asamblea con seis de sus profesores. Mañana es viernes, y muchos de ellos se irán desde temprano por el fin de semana a sus casas. Los observo un momento y pienso en los conflictos magisteriales añejos en Guerrero, con decenas de comunidades con escuelas duplicadas, con dos o tres salones, con muy pocos alumnos, con profesores bilingües que no lo son, o con maestros zapotecas en pueblos mixtecos, en un enredo de lenguas, sierras, caminos, matrículas, desgarres burocráticos y enconos políticos del sindicato de maestros y el sistema educativo. Al final, los niños indígenas al fondo del abismo del más complejo problema de México.

Guerrero, por los caminos del sur

Dos maestras

En Huehuetónoc, Isabel Polanco Añorve tiene a su cargo el segundo de primaria en la escuela 5 de Mayo; en la cabecera, en el quínder Independencia Alicia Hernández Aparicio es la directora. Las observo como quien busca un milagro, el que ellas buscan con sus niños, contra todos los vientos en estas sierras bilingües.

Dice Isabel: “La mera verdad es muy pobre la reacción de los niños, porque ellos su lengua indígena no les permite entender bien, comprender bien el español. Los libros de texto todos vienen en español y a los niños se les dificulta. El trabajo de nosotros es traducirlo del español, leerlo en su lengua para que ellos entiendan. Y en caso de que ellos no logren captar la lección, uno vuelve, regresa otra vez a lo mismo. Tenemos un libro en amuzgo. Ese libro sí lo leen, lento, lento, pero si lo leen, es más rápido con ese libro. El problema es que vienen los exámenes a nivel nacional y, pues, ahí es donde nosotros nos rezagamos un poco, porque los niños no comprenden rápidamente esos libros.”

Y piensa Alicia de las posibilidades del aprendizaje en dos idiomas: “Para nosotras como maestras es de trascendencia hacer énfasis en las lenguas que se hablan en este lugar. Y eso debe ser de importancia para los niños, conservar sus orígenes, aunque quizá llegue a impactarles el hecho de que en algunas partes de la cabecera hablan español. Realmente es un orgullo decir que somos bilingües, sobre todo porque muchas otras personas lo toman al contrario, es decir, a los indígenas nos hacen de lado por cómo somos. Y eso debe hacernos sentir más orgullosos.

“En el preescolar es posible impartir una clase completa, al 100 por ciento, con los niños en dos lenguas. Quien no logra entendernos en español, por lo menos capta el amuzgo, su lengua materna, que es la de Tlacoachistlahuaca. Esa doble posibilidad todavía incrementa más el aprendizaje. La enseñanza es más riquísima para ellos, porque el que no entiende una lengua, entiende en otra.”

Alicia no duda al explicar el problema de fondo, el hambre: “La alimentación es muy raquítica. A veces están comiendo una tortilla recalentada de otro día con sal, un poco de aguacate y cafecito para darle sabor. Los niños están preguntando casi siempre, ¿qué desayunamos? Un gran banquete es precisamente tomar café con pan o un taco con sal. Nosotras, como maestras, cuando hacemos visitas domiciliarias nos da mucha tristeza porque encontramos ese tipo de condiciones. Esto ocurre principalmente en las inscripciones del ciclo escolar. Observamos que es demasiada pobreza. En primer año, los estudiantes tienen tres años cumplidos, en segundo año, alcanzan los cuatro y, en tercero, tienen de cinco a seis años. Las condiciones de pobreza mencionadas explican muchos de los comportamientos de los niños, es decir, lógicamente, no aprenden bien, son rebeldes y retraídos. Esto es muy constante, porque el niño que siempre trae dos o tres pesitos se siente halagado de poder comprar, y el que no carga ni siquiera cincuenta centavos en la mano, sólo se queda sentadito a contemplar al que está a su lado comiendo. Para eso sirve la maestra de guardia, para vigilarlos y distraer a estos últimos con el juego, mediante una dinámica de entretenimiento en grupo durante la media hora de recreo.



Una vivienda en Huehuetónoc.

Tecnología

La educación desde dos mundos: dos culturas, dos lenguas, dos estómagos, dos salarios. No tiene mucho caso interrogar sobre el futuro. ¿Y el que promete las nuevas tecnologías? ¿Qué piensa Isabel, de oficio secretaria, que retomó la plaza de profesor de su hermano muerto? ¿La tecnología puede transformar la realidad de estas escuelas de la miseria? Así ve las cosas desde una de las aulas del muy gritado “gol por la educación” de Televisa, ahí, en Huehuetónoc, en la primaria 5 de Mayo.

El cuaderno de Jesús.

--Estamos en el aula de medios, como le llaman a este salón con computadoras. Es el segundo grado de primaria, y vemos a los niños usar las computadoras. ¿Qué es lo que hacen, maestra?

--Únicamente venimos a escribir palabras entrando al Microsoft Word, utilizando el disco, les dicto y escriben palabras en el teclado, porque no se puede más, la luz no aguanta para prender todas las computadoras. La luz está muy baja y ya se nos dañó la impresora, no funciona. Son los cambios de corriente, además de que hubo mucha lluvia y afectó al sistema.

--¿Qué discos utiliza?

--En Enciclomedia tenemos un abecedario mágico, ese es el que yo meto con los niños de segundo año, también uno de matemáticas, de los animales increíbles. En segundo año sólo vengo yo una vez a la semana, porque no nos da abasto de trabajar, yo entro sólo dos horas los martes.

--¿Cuántos alumnos son en este grupo y cuántas computadoras?

--Son diecinueve alumnos con quince máquinas, algunos trabajan en equipos de dos o de tres, porque no todas prenden, ya se dañaron como cinco. Eso lo hace más difícil, pero, digamos que una vez a la semana los niños tienen el contacto con la computadora. Es una vez a la semana, porque son dos primeros, dos segundos, un tercero, dos cuartos, en sesiones de dos horas, así que no alcanzamos todos.

--¿Qué evaluación hace usted del uso de estas herramientas?

--Solamente ver si el niño logra captar la idea, escribir, usar el teclado más que nada. Porque ellos no conocen cómo utilizarlo, por eso les enseño primero el manejo del teclado, que puedan escribir, de ahí les evaluó la escritura, la visualización, como dicen, los dibujos, los animales, que ellos no conocen cuando los vemos, ahora ya saben cuáles son los animales salvajes y ahí los conocen.

Es muy necesario, nomás que a veces no somos capaces de lograr completarlo, a mí me gustaría que, al insertar un disco, se viera en varias computadoras, pero no se ha podido desde que vinieron e instalaron el Internet, no se ha podido hacer eso.

--¿Estas computadoras tienen Internet?

--Sí, sí tienen, pero no lo sabemos utilizar, nomás vienen, lo meten y no nos dicen cómo, necesitamos un taller capacitación para que nosotros lo hagamos, hemos pagado para que una persona nos venga a enseñar por las tardes. Nosotros, como maestros, por nuestra cuenta pagamos una persona que sepa y que nos venga a enseñar, porque nosotros no tenemos ese conocimiento de las computadoras. Por interés propio hemos pagado a una persona que nos venga a enseñar el manejo.

--¿Cómo le va a usted como maestra? ¿Cuál sería una apreciación general sobre su trabajo?

--Ahorita yo veo que es muy bonito, desde que instalaron esto me emocioné más, hay más creatividad por parte de los niños por las computadoras, porque llama más la atención de los niños, ellos dicen “vamos a ver la tele”, sienten que es una televisión, pues hace más emocionante la clase, se interesan más los niños. A veces pienso que ha sido más provechosa la clase ahorita, desde que están instalados estos aparatos.

--¿Tiene algún reclamo?

--Yo le voy a repetir lo que les he dicho a las personas que nos vienen a visitar siempre. Cuando instalaron esto se los dije: “espero que no sea la última vez que vengan y nos den capacitación”, pero jamás han regresado. Hace un año volvió a venir uno de México y por igual, no volvió a venir. No sé si no dan aviso de nuestros problemas o nomás vienen, nos engañan, nos dicen: “pues sí, uno tiene problemas”, vienen a ver los problemas y a la mera hora nos quedamos igual. El problema aquí es la luz.

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Sobre el autor

Sergio Mastretta

Periodista con 39 años de experiencia en prensa escrita y radio, director de Mundo Nuestro...