1 de Julio de 2018: La cultura del ciudadano y la del espectador

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A esta elección, la certidumbre previa sobre el ganador la hace diferente a todas las elecciones de 1988 a la fecha. Pero hay dos maneras de vivir esa certidumbre. Como espectador y como ciudadano.

El espectador se alimenta de la información de la Media y de las redes sociales. El plato fuerte son las encuestas, las opiniones en prensa y televisión y sus amplificaciones en la conversación de parientes, amigos y redes. Hay quienes ya festejan el triunfo anunciado, se habla sobre reacomodos de empresarios, grupos políticos de todos los partidos, opinólogos, de cara a este cambio irreversible, unos para buscar espacio en el nuevo nido del poder, otros para capitalizar una “oposición” liberal que defienda la “libertad”.



Pero aún no se ha votado.

Uno de los cambios en el alma de la gente ocurrida en este capitalismo del siglo XXI es que se consolida la mente y la emoción del espectador. Se ve al mundo a través de pantallas. Los espacios de la experiencia (la calle, el trabajo con la comunidad, la creación de redes reales y virtuales) se elimina por el sillón para recibir el mensaje. Pero sobre todo, el tejido de luchas del presente y su incertidumbre constante, se aplana por la anestesia tranquilizadora de la Media y sus repercusiones en la conversación cotidiana. Se eliminan los resortes de la voluntad para actuar. Es la cultura del consumo de los “hechos” no de la fabricación colectiva de los mismos.

En una reunión de posibles representantes de casillas para Morena en Cuautla dos trabajadores de limpieza pública del ayuntamiento en manos del PRD comentan que ya les ofrecieron 2 500 pesos para votar por Gayosso (candidato a Gobernador, hijastro de Graco, actualmente en ese cargo), y si colaboran a su triunfo llevando más gente y actuando en casillas el día de las elecciones, les darán 2 500 pesos mensuales a lo largo del sexenio. La ONG Ciudadanos contra la Pobreza calcula que las zonas de la compra masiva de votos, que se realiza en todo el país, se vuelca hacia el centro del país: Estado de México, Hidalgo, Puebla, Ciudad de México. Es una compra pluripartidista. En Edomex predomina la asociación gobierno -PRI, en Puebla el PAN con la fuerza del exgobernador. En la ciudad de México el gobierno y el PRD.

Para la cultura ciudadana es fundamental la memoria. México inauguró el sistema de compra masiva de votos junto a las instituciones ciudadanizadas. De 1988 a la fecha esa maquinaria está intacta y en cada nueva elección se perfecciona. Su secreto de todos conocidos es la llamada ingeniería electoral. Todo el voto del país en una cuadrícula sección por sección y cuadra por cuadra. El cruce de los padrones de los programas del gasto “social” (electoral) con el cruce de los padrones de potenciales votantes ya con marca partidista. Esa añeja y siempre renovada práctica no tiene control por la autoridad electoral y el Legislativo, que fue electo usando esos recursos en menor o mayor medida, lo considera inexistente. Es invisible además pues la Media trabaja con los chismes personales de los candidatos, con los resultados de las encuestas, con las ocurrencias de los opinólogos. Una esfera virtual que distorsiona y oculta el drenaje profundo del mundo real. Y para hacerla visible se requiere de coartadas. Que el segundo lugar que ocupará Meade con todo el peso de una elección de Estado, tenga una diferencia creíble de 6 u 8 puntos. Y que el voto comprado se disfrace de “voto útil”. Por eso el Pri - Gobierno insiste en que este arroz no se ha cocido, que falta el “voto oculto” o el voto útil, que trabajan a fondo en su estructura territorial.



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En esa memoria cada jornada electoral ha sido una lucha ciudadana contra esa maquinaria camaleónica. Una diversidad de lugares de experiencia donde se expuso el cuerpo y se ganó conocimiento. Los grandes triunfos se lograron con despliegues intensos de una sociedad civil politizada, de una ciudadanía rebelde, que vigiló los procesos previos, cuestionó a la Media, peleó al interior y fuera de las casillas, que vigiló la integración de las urnas, su resguardo y el resultado final. Y en cada derrota las fallas de los partidos para garantizar que hubiese representantes en cada casilla y una sociedad civil pasiva dejaron su gran huella.



“Calculamos que la compra de autoridades en casilla, sea el presidente, el secretario o los escrutadores, y los representantes de partidos clave, puede llegar, dependiendo de su importancia, hasta a treinta mil pesos. ¿Por qué es importante el control de las casillas cuando las encuestas dicen que hay una diferencia insalvable entre AMLO y sus contrincantes? Pues porque entonces se puede operar sobre los paquetes de votación. Por ejemplo, si se usa un solo paquete de 750 votos, dejar el otro intacto para firmarlo y llenarlo integro con un solo candidato. Permitir que voten gentes que traen manchas en los dedos. Aceptar copias de credenciales electorales. Estos operadores saben qué deben hacer en cada casilla, cuánto rebajar y a quién, cuánto subir, y muy importante, cómo anular la casilla si hay abrumadoras mayorías a favor de un candidato que no es el suyo. Y todo “legal”.

Esta elección es histórica. Se puede modificar un sistema de cosas surgido en 1988 que ha lastimado al país, a sus recursos y poblaciones. Es importante ganar la elección con un despliegue de cultura ciudadana. Y aún más consolidar a esa ciudadanía dispuesta a reclamar el cumplimiento del sueño y que no lo espere en el sillón de su casa. Crítica ante sus aplazamientos, de cara contra los tránsfugas de la vieja cultura patrimonial, donde la política es negocio personal, y que ahora se volvieron morenos. Y que como dice un video, no olvide que mientras se festejaba el gol mexicano contra Alemania, el sistema de cosas que insiste en mal gobernar, aprobó la privatización de más de la mitad del agua mantenida aún en veda.

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Sobre el autor

Carlos San Juan Victoria

Historiador. Es investigador en la Dirección de Estudios Históricos del INAH.