La maquinaria estatal del fraude electoral debe ser erradicada

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A invitación de Sergio Mastretta, el martes 28 de julio tuve el gusto de participar en nombre de Morena en el debate sobre el tema “Dinero ilegal y elecciones en Puebla”. Mis compañeros de debate fueron don José Alarcón (presentado como parte del PRI), Luis Olmos (PAN) y José Juan Espinoza (PT). El mismo se llevó teniendo como material de discusión la trilogía del mismo nombre compilada por Alejandro Guillén Reyes, Sergio Mastretta y Salvador González Jaramillo y escrita por ellos y varios autores más. La misma contiene tres volúmenes (o episodios como ellos los llaman): Violencia, Al mejor Postor y Operación de Estado en Puebla. Los tres volúmenes (editados por la asociación Puebla contra la Corrupción y la Impunidad) parten de las elecciones de 2018 y 2019 en Puebla para describir y analizar lo que yo llamo la “maquinaria estatal del fraude electoral”, la cual no es un fenómeno reciente ni reducido a la entidad. La llamo estatal porque el poder del Estado es esencial para su funcionamiento. Hablo del fraude electoral porque fraude no es solamente la adulteración de los resultados sino la compra y coacción del voto. En realidad lo que describen y analizan los autores es creación del viejo régimen autoritario que emanó de la revolución mexicana. Esa maquinaria fue lo que hizo que el PRI bajo sus distintas denominaciones gobernara durante 70 años y se ha quedado como parte de la cultura de la clase política mexicana. El invento priista ha sido usado por el PAN y el PRD y hasta los partidos bisagra también han hecho uso del mismo. Falta todavía ver si Morena logra escapar de la tentación.

La tesis fundamental de la trilogía es que el principal problema de la democracia en México es el dinero ilegal. A partir del dinero ilegal se arma una compleja maquinaria que tiene tres elementos básicos: el dinero ilegal, el clientelismo que es pagado con ese dinero y los operadores del clientelismo que lo ejecutan y también cobran por su trabajo. Muy importante es a mi juicio, la periodización de la maquinaria electoral fraudulenta que se analiza y describe a lo largo de los tres volúmenes del libro que comentamos. Esta periodización dice que la historia más reciente de la maquinaria estatal del fraude electoral comienza con la maquinaria electoral priista en los ochenta a cargo de José Alarcón Hernández. El volumen tres lo identifica como el operador principal de dicha maquinaria la cual se habría desmantelado en los años noventa. Una segunda etapa arranca en la primera década del siglo XXI, con la emergencia de una nueva maquinaria esta vez encabezada por Rafael Moreno Valle, ya convertido al panismo. Finalmente, los autores advierten una tercera etapa con el desmoronamiento de dicha maquinaria después de la tragedia del 24 de diciembre y la recomposición de la misma con la abigarrada alianza de priistas y morenovallistas durante el gobierno de Luis Miguel Barbosa.

La maquinaria estatal del fraude electoral que los autores describen en los tres volúmenes en realidad corresponde a la que se construyó para garantizar la hegemonía y dominación del PRI. El consenso derivado del pacto histórico de la revolución mexicana, se unió a la compra y acarreo de votantes, el uso de la violencia en contra de oponentes rijosos y la adulteración de resultados cuando fue necesario. Eso fue la máscara democrática del autoritario régimen de partido de Estado. La maquinaria tuvo su articulador principal en el gobernador del estado (por ello no fue dato menor que entre 2010 y 2018 fuera Moreno Valle quien la encabezara) seguido por un segundo nivel constituido por los inversionistas (donantes del dinero ilegal) y el candidato o candidata que recibía ese dinero y quedaba comprometido. Un tercer nivel articulado por funcionarios (delegados, presidentes municipales, diputados, senadores etc.,) y exfuncionarios que tenían poder político y económico para movilizar a operadores. Un cuarto nivel lo integraban dichos operadores que no eran otros que líderes locales, constructores de clientelas a través programas asistenciales, prebendas y hasta reparto de poco dinero y bienes ínfimos (láminas, despensas, camisetas, gorras, tortas con refresco). Los operadores hacían su gestión a nivel territorial por distrito y sección electoral, juntas auxiliares a través de movilizadores (operadores de los operadores). Finalmente en la base de esa pirámide estaba la clientela electoral constituida principalmente por los pobres del campo y de la ciudad.

He usado el tiempo pasado para describir a la referida maquinaria a través de la cual se ha hecho lo que se ha llamado “elección de Estado”. Pero en verdad ese artefacto político sigue vigente y Andrés Manuel López Obrador está conciente de ello. Sabe muy bien que los gobernadores priistas, panistas y perredista van hacer uso de la maquinaria y probablemente calcule que los gobernadores morenistas estarán tentados de hacer uso de ella. Por eso ha dicho que en 2021 se convertirá, como alguna vez lo dijo Francisco I. Madero, en “guardián de la democracia”. La construcción de la democracia en México pasa por el desmantelamiento de la maquinaria estatal del fraude electoral y el flujo de dinero ilegal para las campañas políticas al cual se une ahora el dinero sucio proveniente del crimen organizado. Podría agregarse también, que la referida construcción de la democracia, también pasa por el desmantelamiento de la corrupción de las autoridades electorales de todos los niveles. Ojalá esto pueda hacerse y salgamos de la cultura política que nos legó el priato.



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Sobre el autor

Carlos Figueroa Ibarra

Carlos Figueroa Ibarra  es profesor e investigador en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla desde 1980. Sin duda, es uno de los académicos más reconocidos por su especialización en el periodo de la guerra civil guatemalteca (1960-1996). La historia de su familia representa en buena medida la tragedia sufrida por miles de ciudadanos centroamericanos que han luchado por una sociedad democrática, justa e igualitaria.

Carlos Figueroa nació en la ciudad de Guatemala el día 5 de agosto del año 1952. Hijo de Carlos Alberto Figueroa Castro y Edna Albertina Ibarra Escobedo.1 En 1954, junto a su familia, se exilió en México tras el derrocamiento del gobierno de Jacobo Arbenz Guzmán. Posteriormente, la familia regresó a Guatemala en 1958. Desde 1970, estudió sociología en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), regresando graduado a su país. En junio de 1980, durante el gobierno del general Fernando Romeo Lucas García, fueron asesinados sus padres, lo que sumado a amenazas de muerte por el Ejército Secreto Anticomunista (ESA) de Guatemala, lo obligaron a fijar su residencia en México. Ingresó como profesor e investigador en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Fue militante del Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT) desde 1973 hasta 1991. Desde 1992 cuando su exilio se terminó, realiza estancias cortas en Guatemala que aprovecha para ofrecer cursos cortos, conferencias o presentar sus trabajos académicos así como divulgar su pensamiento expresado en  artículos periodísticos en la prensa de ese país y en otros medios en Puebla y Latinoamérica. Es Profesor Investigador en el Posgrado de Sociología del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego” de la BUAP del cual   fue Coordinador entre 2004 y 2008. Ha sido también  Consejero Universitario en dicha casa de estudios. En julio de 2014 recibió la distinción de Profesor Investigador Emérito FLACSO Guatemala. En febrero de 2019 recibió el Doctorado Honoris Causa por la Universidad de San Carlos de Guatemala.

Carlos Figueroa Ibarra fue Secretario Estatal de Derechos Humanos e integrante del Comité Ejecutivo Estatal del partido Morena en Puebla entre  2012 y  2015. Actualmente es Secretario Nacional de Derechos Humanos  e integrante del Comité Ejecutivo Nacional de Morena (2015-2020).