Amlo en Atlixco: la posibilidad de que algún día el país nos contenga para bien a todos

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Apenas regreso de Atlixco, con tormenta plena en la carretera y los interrogantes que me deja la tarde en el mitin de Andrés Manuel López Obrador. Escribir historias inmediatas, llegar en caliente a la máquina para escudriñar la libreta y la memoria. Hacer preguntas simples, ¿qué es lo que más llamó mi atención?, por ejemplo. O de las personas que conocí, con las que pude platicar, ¿que he aprendido de ellas?
Por ejemplo, Gregoria, con un negocio de comidas por el asta bandera, ilusionada por lograr una fotografía con el candidato. "Le tengo una enorme fe", me alcanza a decir. Ella ha logrado colarse a la zona del templete, pero la turba que acompaña a Andrés Manuel vuelve imposible su esfuerzo, pues pasa el hombre mirando a todos y a nadie, estrechando manos, todas las que ha podido apretar en Martínez de la Torre, en Teziutlán, en Tecamachalco, ahora mismo en este atiborrado parque de beis "La Alfonsina", con todas sus habilidades logísticas para la catástrofe que por fortuna no ocurre. Pero ahí está Gregoria, con su foto al fin que logro tomarle con el próximo Tlatoani al fondo...
O este viejo tejedor en la desaparecida fábrica textil El Volcán, al que la muchedumbre ha desmayado y a quien logran rescatar desde el micrófono en el templete. Habla por él su nieta Yasmín, habla de sí una joven que se da tiempo en pensar su respuesta a mi pregunta simple, ¿qué esperas del próximo presidente? "Que me encuentre un trabajo", me dice al fin. Que le construya un futuro a esa muchacha de 26 años que mira cómo poco a poco se recupera del colapso el viejo trabajador que ya no fue testigo de las guerras civiles obreras en los años 40 del siglo pasado, pero que sí alcanzó a contemplar el galerón cerrado de la antigua fábrica a finales de los noventa.
Para ellos estará entonces este hombre que ha ilusionado a medio país como no veía yo que sucediera hace mucho tiempo en una ciudad poblana. Tal vez Cárdenas, en 1988.
Cierro la libreta para trabajar mañana una crónica enredada, que pasará por esa pequeña guerra que traen los Morenas en Atlixco y que se palpa en los gritos "Villarroel, Villarroel" contra los "Eleazar, Eleazar" por el que los grupos que respaldan a los que pelean por la candidatura a la alcaldía. O que intentará imaginar cuando López Obrador ya presidente cumpla su oferta de vivir en su casa de Tlalpan --ya desde ahora me digo que eso sí que será divertidísimo, lo que le faltaba al viejo ex Distrto Federal-- y desde ahí discurra por las noches sobre lo que será su gobierno en manos de esa extraña amalgama de personalidades que ha logrado conjuntar, por ejemplo, en este templete de Atlixco: Bartlett y sus allegados Barbosa y Armenta, o la desgañitada Nancy de la Sierra, o el abogado Jiménez Meneses, notario y ex secretario de Gobernación, todavía en febrero pasado militante del PRI o mejor aún, Melitón Lozano, de todos ellos el más probado en una trayectoria de izquierda poblana empeñosa y seria. O Blandina Ramos Ramírez, diputada sí, pero tal vez la única campesina --sembradora de amaranto en su pueblo San Lucas Tulcingo, en Tochimilco-- que ha ocupado una curul en San Lázaro en toda la historia de Puebla.
Vaya país morenista que se le vendrá encima al venturoso de brazos abiertos Andrés Manuel.
Mirar entonces, ya en la medianoche, la fotografía de Blandina con su rebozo observando a AMLO frente a la masa. Mirar entonces desde sus ojos a esa masa arrebatada por la visión de un país que la contenga.

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Sobre el autor

Sergio Mastretta

Periodista con 39 años de experiencia en prensa escrita y radio, director de Mundo Nuestro...