Revista Sin Permiso

Revista Sin Permiso. Luis Sepúlveda (1949-2020), autor de aclamadas novelas como 'Un viejo que leía novelas de amor', unhombre irrenunciablemente comprometido desde su adolescencia y los años de la Unidad Popular de Salvador Allende, falleció en Oviedo el pasado 16 de abril.

Stefania Parmeggiani es novelista (“La notte di Silvia”) y periodista cultural del diario italiano La Repubblica.



Adiós a Luis Sepúlveda/Stefania Parmeggiani

Adiós a Luis Sepúlveda: su increíble voz, suspendida entre la América Latina a la que pertenecía y la Europa en la que se había refugiado, se ha apagado en un hospital de Oviedo. El Covid-19 lo ha matado también a él, el último de los combatientes. Tenía 70 años.

Exiliado político, guerrillero, ecologista, viajero de paso obstinado y contrario, se estrenó con un relato tachado de pornografía por el director de su instituto en Santiago de Chile. "Era 1963. Nos enamoramos todos de la nueva profesora de Historia, la señora Camacho, una pionera de la minifalda". Un compañero de clase me pidió que escribiera una historia sobre ella. Quince-dieciocho páginas. Acabaron en manos del director: "Esto es pornografía", le dijo. Trató de replicar: "Literatura erótica". "Pornografía – le cortó en seco -, pero muy bien escrita".

Así lo contaba Sepúlveda, sacando de su chistera la enésima anécdota sabrosa cuando los lectores creían saberlo ya todo de él: los marcados rasgos de guerrero cansado, los ojos obscuros que se encendían de pasión, el olor de tantos cigarrllos fumados. Y lo hacía con ese talento de fabulador que hacía de él, antes incluso que un diestro escritor, un trovador incurable. Escribía fábulas Sepúlveda – y no nos referimos sólo a la deliciosa Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar – sino a tantas novelas en cuyo centro estaba la eterna lucha entre el bien y el mal. No le gustaba la crónica puntillosa, creía que la literatura era ficción y entrelazaba los hilos de la narración para dar vida a personajes picarescos o a tramas de aventuras empapadas de pasiones e ideales. Los suyos, evidentemente, aquellos por los que había luchado, viajado y, al cabo, escrito.


Con su debut - Un viejo que leía novelas de amor, dedicado a Chico Mendes – regaló a los lectores un primer trozo de su intensa vida: siete meses transcurridos en la selva amazónica con los indios Shuar. En 1977, expulsado de Chile después de dos años y medio de cárcel, se había sumado a una misión de la Unesco para estudiar el impacto de la civilización sobre las poblaciones indígenas. Nació así una historia suspendida entre dos mundos, el de los indios, recelosos en sus encuentros con los blancos (cazadores furtivos, buscadores de oro, adelantados de la industria más feroz) y esos blancos que habían enseñado a leer al protagonista, dándole así un refugio para la pérdida de la joven esposa.

Con su segunda novela, Mundo del fin del mundo, describía en cambio lo que le había parecido inevitable desde el puente de un barco de Greenpeace, organización a la que se había sumado en los años ochenta: barcos-factoría que arrastraban ballenas exangües y se transforman en mataderos, persecuciones entre las nieblas de la Antártida, militantes ecologistas contra pescadores japoneses.

Vida, activismo y literatura en las mismas páginas. En la militancia política pensaba La frontera desaparecida: los cuentos que componen el libro siguen las etapas de un chileno que desde las prisiones de Pinochet encuentra la libertad atravesando Argentina, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, en tren o en vehículos de emergencia hasta Panamá, donde se embarcará para España. A quien le preguntaba porque se esforzaba tanto en transformar esa experiencia en literatura le respondía con una sonrisa cortante que precisamente por eso, era literatura lo que quería hacer, no psicoliteratura. Detestaba el pathos, sentía la necesidad de poner entre él y Chile la distancia precisa. Del drama se reponía con la lengua: sencilla, limpia, sintética. Todo lo contrario de García Márquez: mucho realismo, nada de magia. O si acaso la magia de la realidad. Para decirlo con Hemingway, palabras de veinte centavos y nada de construcciones barrocas. Bastante fantasiosa era ya la vida con sus esplendores y sus repentinas caídas.



Seguí también el hilo de su biografía en La lámpara de Aladino: entre mercaderes levantinos y ángeles vengadores, dos jóvenes comparten las luchas del movimiento estudiantil y se reencuentran tras los años de la dictadura chilena y el expatriamiento. En otras palabras, su historia de amor con la poeta Carmen Yáñez. Su relación afloraba también en la novela negra Nombre de torero. El protagonista, que se llama Juan Belmonte como el célebre torero que se suicidó de un tiro de pistola, es un ex-guerrillero chileno de 44 años, que acepta ir a la busca de un tesoro nazi en Tierra del Fuego sólo por amor a Verónica, una mujer torturada por los militares y que reaparece viva, pero en condiciones psicológicas desastrosas, en un vertedero de Santiago. En la realidad las cosas no sucedieron de ese modo, pero para Sepúlveda no podía ser de otra manera: transformaba sus experiencias en materia literaria, regalaba trocitos de vida a sus personajes, pero las biografías, no, esas las dejaba a otros.

Fuente: La Repubblica, 16 de abril de 2020

(1949-2020), autor de aclamadas novelas como 'Un viejo que leía novelas de amor' y hombre irrenunciablemente comprometido desde su adolescencia y los años de la Unidad Popular de Salvador Allende, falleció en Oviedo el pasado 16 de abril.
Stefania Parmeggiani es novelista (“La notte di Silvia”) y periodista cultural del diario italiano La Repubblica.

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Varias

Revista Sin Permiso. Naomi Klein es autora, entre otros libros, de 'La doctrina del shock' y 'No Logo'. La entrevista la realizó Marie Solis y se publicó originalmente en https://zintv.org/naomi-klein-comment-lelite-mondiale-va-tenter-dexploiter-la-pandemie/

La crisis es la ocasión para colar políticas impopulares



El coronavirus es oficialmente una pandemia mundial que hasta ahora ha infectado diez veces mas personas que el SARS de 2003. En EE.UU., escuelas, universidades, museos y teatros, cierran sus puertas; y pronto, ciudades enteras, harán lo mismo. Los expertos advierten de que algunas personas, sospechosas de estar infectadas por el virus en EE.UU: prosiguen su rutina cotidiana. Porque su empleo no les permite bajas pagadas dadas las deficiencias del sistema privatizado de salud norteamericano.

La mayoría de entre nosotros (NT.: para los ciudadanos norteamericanos) no saben qué hacer ni a quién escuchar. El presidente Donald Trump ha rechazado las recomendaciones de los centros de control y de prevención de enfermedades; y estos mensaje contradictorios han reducido nuestro margen de maniobra para atenuar los daños causados por este virus tremendamente contagioso.

Son las condiciones perfectas para que los gobiernos y la élite mundial desplieguen programas políticos, que de otra forma, encontrarían gran oposición si no estuviéramos todos tan desorientados. Esta cadena de acontecimientos no es exclusiva de la crisis creada por el coronavirus; es el proyecto que los políticos y los gobiernos persiguen desde hace décadas, conocido con el nombre de “doctrina del shock”, término inventado por la activista y autora Naomi Klein en un libro del mismo nombre de 2007.

La historia es una crónica de “shocks”: los de las guerras, las catástrofes naturales y las crisis económicas, y de sus consecuencias. Estas consecuencias se caracterizan por el “capitalismo catástrofe”; mediante “soluciones” calculadas y de libre mercado para las crisis que estallan y exacerban las desigualdades existentes.

Según Klein, asistimos ya a un capitalismo catastrófico en el terreno nacional; para responder al coronacirus, Trump ha propuesto un plan de estímulo de 700 millardos de dólares que incluye reducción de cargas sociales (que devastarán la seguridad social) y proporcionará una ayuda a las industrias faltas de oportunidades de negocio causadas por la pandemia: “No lo hacen porque crean que es el medio más eficaz para paliar el sufrimiento causado por la pandemia; formulan tales ideas porque ven una oportunidad para desplegarlas”, ha declarado Klein.



VICE ha preguntado a Klein sobre la forma como el “shock” del coronavirus cede su lugar en la cadena de acontecimientos que describió hace ya más de diez años en La doctrina del shock.

VICE: Empezemos por lo esencial. ¿Qué es el capitalismo de catástrofe? ¿Cuál es su relación con la “doctrina del shock”?

La forma como defino el “capitalismo catástofe” es muy simple: describe la manera como las industrias privadas emergen para beneficiarse directamente de las crisis a gran escala. La especulación sobre las catástrofes y la guerra no es un concepto nuevo, pero se ha profundizado claramente con la administración Bush a partir del 11 de setiembre, cuando el gobierno declaró este tipo de crisis de seguridad sin plazo, y simultáneamente la privatizó y externalizó; esto incluyó el Estado de seguridad nacional en la privatización, así como la invasión y ocupación (privatizada) de Irak y Afganistán.



La “doctrina del shock” es la estrategia política que consiste en emplear las crisis a gran escala para hacer avanzar políticas que profundicen sistemáticamente las desigualdades, enriqueciendo a las élites y debilitando a los demás. En tiempos de crisis, la gente tiende a concentrarse en las urgencias cotidianas para sobrevivir como sea y tiende a contar sobre todo con los que están el poder. En épocas de crisis, desviamos un poco la mirada, lejos del juego real.

VICE: ¿De dónde viene esta estrategia política? ¿Cómo trazar su historia en la política norteamericana?

La estrategia de la doctrina del shock fue una respuesta de Milton Friedman al programa del New Deal. Este economista neoliberal creía que todo estaba equivocado con el New Deal en Estado Unidos: para responder a la Gran Depresión y al Dust Bowl (NdeT: Tormenta de polvo) un gobierno mucho más activo surgió en el país, que se propuso resolver directamente la crisis económica en la época creando empleos públicos y ofreciendo ayudas directas.

Si Vd. es un economista del libre mercado, comprenderá que cuando los mercados quiebran, hay preparado un cambio progresivo que es mucho más orgánico que el tipo de políticas de desregulación que favorecen a las grandes empresas. La doctrina del shock se desarrolló como un medio de evitar que las crisis cedan el lugar a momentos orgánicos en los que surjan políticas progresistas. Las élites políticas y económicas entienden que los momentos de crisis son la ocasión para hacer avanzar su lista de deseos de políticas impopulares que polarizan aún más la riqueza en este país y en todo el mundo.

VICE: Actualmente estamos confrontados con múltiples crisis: una pandemia, falta de infraestructuras para resolverla y hundimiento de la bolsa. ¿Podría explicarnos como cada uno de estos elementos se inscribe en el esquema que Vd. ha descrito en la Doctrina del shock?

El shock en realidad es el mismo virus. Se le ha tratado de manera que maximice la confusión y minimice la protección. No creo que sea una conspiración; es justo la forma como el gobierno norteamericano y Trump han gestionado, completamente mal, esta crisis. Hasta ahora Trump ha tratado esta situación, no como una crisis de salud pública, sino como una crisis de percepción y un problema potencial para su reelección.

Es el peor de los escenarios, máxime si se tiene en cuenta el hecho de que Estados Unidos no dispone de un programa nacional de salud y que la protección de la que se benefician los trabajadores es muy mala: por ejemplo, la ley no establece prestaciones por enfermedad. Esta combinación de fuerzas ha provocado un choque máximo. Va a explotarse para salvar industrias que están en el núcleo de las crisis más extremas a las que hemos de enfrentarnos, como la crisis climática: la industria aérea, la petrolera y gasística, la de los cruceros, y quieren consolidar todo esto.

VICE: ¿Cómo hemos visto esto antes?

En La doctrina del shock hablo de lo que pasó después del huracán Katrina. Grupos de expertos de Washington como la Heritage Foundation se reunieron creando una lista de soluciones “pro libre mercado” para el Katrina. Podemos estar seguros de que ahora se hará el mismo tipo de reuniones. De hecho, la persona que presidió el grupo Katrina fue Mike Pence (NT: la persona que preside ahora el dossier Coronavirus). En 2008, ese movimiento se tradujo en el salvamento de los bancos, cuando los países les entregaron cheques en blanco, que finalmente se elevaron a varios millardos de dólares; pero el coste real de esta situación tomó la forma de amplios programas de austeridad económica (reducciones ulteriores de servicios sociales). Así que no se trata tan solo de lo que pase ahora, sino también de la forma como lo pagarán en el futuro, cuando se presente la factura de todo lo que se debe.

VICE: Si nuestros gobernantes y la élite mundial van a beneficiarse de esta crisis para sus propios fines, ¿qué puede hacer la gente para apoyarse mutuamente?

“Voy a cuidar de mí y de los míos, podemos adquirir la mejor póliza de seguro privado de enfermedad, y si Vd. no la tiene, probablemente es su error, no es mi problema”: he aquí lo que una economía de vencedor mete en nuestros cerebros. Lo que revela en un momento de crisis como ahora, es nuestra interrelación de unos con otros. Comprobamos en tiempo real, que estamos mucho más interconectados de lo que nuestro brutal sistema económico nos permite creer.

Podemos pensar que estaremos seguros si obtenemos buenos cuidados médicos, pero si la persona que prepara o suministra nuestros alimentos, o que envuelve las cajas, no tiene acceso a cuidados médicos y no puede permitirse los análisis, y aún menos quedarse en casa porque no tiene prestación por enfermedad, no estaremos seguros. Si no nos cuidamos unos a otros, ninguno estará seguro. Estamos atrapados.

Las diferentes formas de organizar la sociedad favorecen o refuerzan diferentes partes de nosotros mismos. Si está en un sistema que, como sabe, no cuida de la gente, y no distribuye los recursos de manera justa, entonces nuestro impulso por la acumulación estará en riesgo. Piense esto y reflexione en cómo. En vez de empecinarse en pensar en cómo pueden cuidarse a sí mismos y a su familia; Vd. puede cambiar y reflexionar sobre la forma de compartir con sus vecinos y ayudar a las personas más vulnerables.

Revista Sin permiso. Ian Angus es editor del periódico "Climate & Capitalism" y autor de "Facing the Anthropocene: Fossil Capitalism and the Crisis of the Earth y A Redder Shade of Green: Intersections of Science and Socialism".

La esencial tendencia del capitalismo a expandir se aceleró a mediados del siglo XX. Gráficos (de hace quince años y actualizados en el 2015) de la evolución a largo plazo de las relaciones socioeconómicas y del sistema Tierra permiten observar aumentos casi simultáneos en torno al año 1950.



Conocido como la Gran Aceleración, este fenómeno está impulsando lo que los científicos del sistema Tierra describen como "la transformación más rápida entre el ser humano y el mundo natural de la historia de la humanidad" [1]. Esta realidad marca el comienzo de una nueva época histórica y geológica, llamada el Antropoceno: un momento en que "las actividades humanas se han vuelto tan ubicuas y consecuentes que rivalizan con las grandes fuerzas de la naturaleza y están empujando a la Tierra hacia una terra incógnita planetaria" [2].

Tiempo ha, Karl Marx y Friedrich Engels demostraron que al capitalismo le es imposible quedarse quieto o satisfecho. Para obedecer a su primer mandamiento: ¡Acumula, acumula! "deberá estar en todas partes, asentarse en todas partes, establecer conexiones en todas partes" [3]. Por lo tanto, no sorprende el hecho de que las tendencias identificadas en las investigaciones sobre la gran aceleración no solo hayan continuado, sino que se hayan agudizado. Como nunca está contento con solo expandir sus operaciones existentes, el capital siempre va en busca de nuevos lugares y recursos para explotar.

A veces se dice que, ahora que el capitalismo se ha extendido por todo el mundo, ya no hay más fronteras ni nuevas fuentes de recursos baratos, por lo que la era de la apropiación máxima ha quedado atrás, y así se acerca la caída definitiva del sistema. Tales argumentos subestiman la compulsión del sistema para encontrar nuevas fuentes de ganancias. Como escribió Marx, para el capitalismo, "cada límite es como una barrera a superar". Siempre se esfuerza por "derribar toda barrera espacial ... y conquistar toda la tierra" [4].

Puede que los continentes e islas del mundo estén habitados por seres humanos, pero sigue siendo el caso que el 71% del planeta apenas se ha explorado o explotado. Un nuevo estudio realizado por científicos asociados con el Stockholm Resilience Centre demuestra que el capitalismo ahora se dispone a atacar una nueva frontera: el agua, en su superficie y sus profundidades.



La aceleración azul

"La aceleración azul: la trayectoria de la expansión humana hacia el océano", que se publicó en enero en la revista One Earth, describe, con la ayuda de gráficos, el creciente impulso del capital para industrializar los océanos y los fondos marinos. La actividad comercial en los océanos está expandiéndose rápidamente, e "importantes niveles de inversión ... están impulsando tanto el crecimiento en las industrias existentes como la aparición de otras nuevas, las cuales abarcan un espectro cada vez más amplio de actividades" [5].

Los autores creen que la aceleración azul marca el comienzo de "una nueva fase en la relación de la humanidad con la biosfera, en la que el océano sufre profundos cambios al tiempo que asume un papel fundamental en el mantenimiento de las trayectorias de desarrollo global” [6].



Los autores demuestran esta afirmación con 12 gráficos, que se parecen mucho a las de la gran aceleración, con la diferencia de que, en este caso, la aceleración se produce cinco décadas más tarde.

Los dos primeros gráficos muestran de manera bastante impactante los esfuerzos que se han realizado para superar límites actuales —que han consistido en trasladar el capital y la producción a lugares hasta ahora no explotados— y para sacar recursos mediante nuevas técnicas y tecnologías.

El gráfico A, Acuicultura marina, muestra el espectacular crecimiento de la piscicultura, que apenas existía en 1970, pero que ahora representa casi el 50% de todo el pescado que comen los humanos. La pesca en alta mar se ha ido disminuyendo desde la década de 1990, pero ha sido sustituida y superada por la acuicultura, que se practica principalmente en zonas costeras. La producción total de pescado es mayor que nunca y el procesamiento de pescado está creciendo más rápido que cualquier otra industria alimentaria. [7]

El Gráfico B, Hidrocarburos profundos, muestra la producción de petróleo y gas a más de 125 metros por debajo de la superficie marina. La extracción en alta mar ya comprende el 30% de la producción mundial de petróleo, y "a medida que se agotan los campos de aguas poco profundas y aparecen nuevas tecnologías, la producción se está moviendo hacia mayores profundidades y nuevos territorios, entre ellos el Ártico, donde se cree que hay enormes reservas de petróleo y gas por descubrir". La industria también se interesa cada vez más en depósitos de hidratos de gas natural (el metano cristalizado), que se encuentran enterrados a muchos kilómetros por debajo del fondo del mar, y que "podrían contener dos veces más carbono orgánico que el conjunto de todo el carbón, el petróleo y las otras formas de gas natural del mundo" [8].

Las nuevas tecnologías tienen un papel importante en muchos aspectos de la aceleración azul. Como señala uno de los autores del informe, "el sector de la biotecnología marina apenas existía a fines del siglo XX, y, de las secuencias genéticas de organismos marinos que se encuentran en las patentes, más del 99% se han registrado desde el año 2000" [9].

En términos más generales, como dice el artículo de One Earth, "la combinación de la creciente demanda global, el progreso tecnológico y la disminución de las fuentes terrestres ha hecho que la extracción de una cantidad cada vez mayor de recursos oceánicos sea no solo factible sino económicamente viable".

“Trabajos de alto coste, como la minería comercial en aguas profundas, ahora se consideran no solo factibles sino inminentes. Del mismo modo, la búsqueda de nuevos compuestos bioactivos para abordar la resistencia a los antimicrobianos se centra cada vez más en los microorganismos remotos de las aguas profundas, mientras que las limitaciones de espacio en la tierra han contribuido a la construcción de parques eólicos marinos a gran escala y la inversión en instalaciones de aguas profundas. ... [10]

Hoy en día, la producción de petróleo y gas en alta mar es, con diferencia, la parte más lucrativa de la economía oceánica, mientras que, en términos de volumen, los minerales que más se extraen del mar son la arena y la grava que se usan en la construcción. La minería en aguas profundas aún no ha comenzado, pero la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos (en inglés, ‘International Seabed Authority’) ya ha emitido 29 licencias de minería de minerales y metales, las cuales comprenden 1,3 millones de kilómetros cuadrados de fondo oceánico. [11]

DeepGreen Metals, con sede en Canadá, afirma que el área del fondo marino del Océano Pacífico cubierta por su licencia es "uno de los recursos de cobalto, níquel y manganeso sin desarrollar más grandes del planeta" [12].

El equipo empleado en la extracción o producción de alimentos, combustible y minerales es solo una parte de la historia. Las industrias de la aceleración azul también requieren cantidades cada vez mayores de espacio costero y de la superficie marina para su infraestructura, como instalaciones portuarias, barcos de pesca, granjas de peces, plataformas en alta mar y equipos de minería en aguas profundas. En los próximos años, tales instalaciones pueden verse debilitadas, y tal vez abrumadas, por el aumento del nivel del mar y tormentas cada vez más fuertes.

Una destrucción acelerada

No cabe duda de que las sociedades humanas han utilizado los recursos oceánicos durante miles de años, pero la aceleración azul parece marcar el inicio de una nueva era.

Según afirma el artículo de One Earth, “la estampida actual hacia el océano se está desarrollando con una diversidad e intensidad sin precedentes. ... El gran número de reivindicaciones que, colectivamente, constituyen la aceleración azul son una prueba de que, durante los últimos 50 años, y sobre todo desde inicios del siglo XXI, se han producido cambios asombrosos y cada vez más rápidos" [13].

Tres de las grandes tendencias de aceleración identificadas en 2004 estaban relacionadas con el océano: la acuicultura, la acidificación oceánica y la pesca. Los dos primeros continúan creciendo exponencialmente, mientras que la pesca ha comenzado a disminuir solo porque la sobrepesca ha acabado con las principales poblaciones de peces. En combinación con las emisiones de gases de efecto invernadero y otros contaminantes no contados, el impacto de esas tendencias ha sido grave. El destacado biólogo conservacionista Callum Roberts ha escrito que nos enfrentamos a "la posibilidad de que los mares estén tan comprometidos que ya no mantengan los procesos ecológicos con los que contamos y de los que depende nuestra comodidad, placer e incluso nuestra propia existencia" [14].

La investigación sobre la aceleración azul demuestra que la gran aceleración está recibiendo un nuevo impulso de la industrialización oceánica, que está "allanando el camino para que surjan nuevos riesgos y haya cambios de paradigmas ... [y está creando] las condiciones para que se puedan traspasar los límites que actualmente se reconocen y respetan" [15].

El peligro de que se produzcan daños imprevisibles e inevitables es aún mayor porque se sabe muy poco sobre la vida y la ecología en las profundidades del mar. La cara oculta de la Luna se ha mapeado mejor que el 95% del fondo marino, y apenas se ha identificado una pequeña parte de los organismos que viven en el mar--mucho menos se los ha estudiado.

Sin embargo, los partidarios de la industrialización del fondo marino aseguran que no hay motivo de preocupación. El Banco Mundial, por ejemplo, dice que la economía azul "promoverá el crecimiento económico, la inclusión social y la preservación o mejora de los medios de vida, al mismo tiempo que garantizará la sostenibilidad ambiental de los océanos y las zonas costeras" [16]. En teoría suena bien, pero poco se dice sobre cómo se protegerán los océanos en la práctica.

De hecho, como Mark Hannington, del prestigioso Centro Helmholtz de Investigación Oceánica, le dijo a la OCDE, las extracciones mineras en el fondo marino causarán daños ambientales que nadie sabe evitar ni minimizar: “Incluso la minería más prudente de las profundidades marinas perjudicará este medio. La opinión de la mayoría de los expertos es que la minería a escala industrial provocará diversos daños que alterarán los océanos de forma irreversible, pero aún no se sabe con exactitud qué podría suceder. ...

"Es difícil saber qué régimen regulatorio debe establecerse para abordar los impactos ambientales en áreas que nunca han sido mapeadas o visitadas para protegerlas contra daños que, por lo general, aún se desconocen y que podrían tardar décadas en producirse" [17].

Un artículo reciente en la revista Nature lo dice con más contundencia: "Los escasos datos que existen hacen pensar que la minería en aguas profundas tendrá impactos devastadores y potencialmente irreversibles en la vida marina" [18].

El peligro de permitir que las corporaciones, ávidas de ganancias, extraigan minerales y petróleo en las profundidades del océano se demostró dramáticamente en 2010, cuando explotó el pozo petrolero más profundo del mundo, matando a 11 trabajadores y vertiendo 4.900 millones de galones de petróleo en el Golfo de México. Según las conclusiones de la comisión designada por Obama para estudiar el desastre de Deepwater Horizon, las acciones de BP, Halliburton y Transocean "revelan fallas tan sistemáticas en la gestión de riesgos, que ponen en duda la cultura de seguridad de toda la industria" [19].

Si sirve de algo lo que ya hemos aprendido de las empresas mineras y de combustibles fósiles, nadie debería confiar en ellas cuando prometen que van a proceder de manera ambientalmente responsable en aguas profundas.

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Es imposible exagerar la importancia de los océanos para los sistemas que apoyan la vida en la Tierra. Los organismos que viven ​​en el océano producen más de la mitad del oxígeno que respiramos, mucho más que los bosques tropicales. Casi toda la lluvia que hace posible la vida vegetal se origina en los océanos, que contienen el 97% del agua del planeta. Los mares posibilitan la estabilidad del clima, al absorber 50 veces más dióxido de carbono que la atmósfera y al alejar agua caliente de los trópicos. Son la fuente principal de proteínas para mil millones de personas y una fuente importante para tres mil millones más. Los grandes ciclos biogeoquímicos en el corazón del metabolismo global de la Tierra dependen de océanos saludables.

Una sociedad racional, que tuviera consciencia de estos hechos, manejaría con sumo cuidado su relación con los océanos, aplicando siempre el principio de precaución y dando la máxima prioridad a la protección y regeneración de ecosistemas esenciales.

Pero no vivimos en una sociedad racional. Como escribe Michael Parenti, el capitalismo tiene prioridades muy diferentes: "La esencia del capitalismo, su razón de ser, es convertir la naturaleza en mercancía y la mercancía en capital, transformando la tierra viva en riqueza inanimada. Este proceso de acumulación de capital causa estragos en el sistema ecológico global. Trata los recursos vitales del planeta (tierra cultivable, aguas subterráneas, humedales, bosques, pesquerías, fondos oceánicos, ríos, calidad del aire) como ingredientes prescindibles de suministro ilimitado, para ser consumidos o toxificados a voluntad" [20].

Esto es precisamente lo que representa la aceleración azul: un impulso para acumular capital al acotar, explotar y mercantilizar los mares. Desde hace setenta años, la Tierra ha avanzado a pasos agigantados del Holoceno al Antropoceno, etapa esta última sobre la cual ya se ciernen desastres ambientales. Ahora se está acelerando el desenfrenado tren hacia el infierno que es el capitalismo, impulsado por la intensificación del desarrollo oceánico.

El argumento para que el mundo se deshaga de este sistema asesino nunca ha sido tan fuerte.

Notas

[1] Will Steffen et al., Global Change and the Earth System: A Planet under Pressure (Springer , 2005), 131. Will Steffen et al., “The Trajectory of the Anthropocene: the Great Acceleration,” Anthropocene Review, April 2015, 81-88.

[2] Will Steffen, Paul J. Crutzen, and John R. McNeil, “The Anthropocene: Are Humans Now Overwhelming The Great Forces Of Nature?” Ambio 38, no. 8 (2011), 614. The new epoch has not yet been formally recognized, but, as the Anthropocene Working Group points out, “the Anthropocene already has a robust geological basis, is in widespread use, and indeed is becoming a central, integrating concept in the consideration of global change.”

[3] Karl Marx, Capital, vol.1, (Penguin, 1976), 742; Karl Marx and Frederick Engels, Manifesto of the Communist Party.

[4] Karl Marx, Grundisse, (Penguin, 1973), 408, 539.

[5] Jean-Baptiste Jouffray, Robert Blasiak, Albert V. Norström, Henrik Österblom, and Magnus Nyström. “The Blue Acceleration: The Trajectory of Human Expansion into the Ocean,” One Earth, vol. 2/1, January 24, 2020

[6] Jouffray et al., “Blue Acceleration,” 46.

[7] FAO, The State of World Fisheries and Aquaculture 2018. Nearly half of the fish consumed by humans today comes from fish farms.

[8] Jouffray et al., “Blue Acceleration,” Supplemental Information , 3.

[9] Robert Blasiak, “Blue Acceleration: our dash for ocean resources mirrors what we’ve already done to the land,” The Conversation, January 24, 2020.

[10] Jouffray et al., “Blue Acceleration,” 45, 43.

[11] The International Seabed Authority was created in 1994 by the United Nations Convention of the Law of the Sea. It is supposed to both protect the deep sea environment and promote economic development. In practice it has given priority to development.

[12] DeepGreen, Media Release, September 24, 2018.

[13] Jouffray et al., “Blue Acceleration,” 46.

[14] Callum Roberts, The Ocean of Life: The Fate of Man and the Sea (New York: Penguin, 2013), 215.

[15] Jouffray et al., “Blue Acceleration,” 48.

[16] World Bank, The Potential of the Blue Economy (Washington, 2017), v

[17] quoted in OECD, The Ocean Economy in 2030 (Paris: OECD Publishing, 2016), 155.

[18] Olive Heffernan, “Seabed mining is coming — bringing mineral riches and fears of epic extinctions,” Nature 571 (July 25, 2019), 466.

[19] National Commission on the BP Deepwater Horizon Oil Spill and Offshore Drilling, Deep Water: The Gulf Oil Disaster and the Future of Offshore Drilling, 2011, vii.

[20] Michael Parenti, Blackshirts and Reds, (San Francisco: City Lights Books, 1977) 154-55

Revista Sin Permiso

Jean-Pascal van Ypersele

Jean-Pascal Van Ypersele es profesor del Instituto de Tierra y Vida de la Universidad Católica de Lovaina, en Bélgica, y en 2008 era vicepresidente del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), organismo de las Naciones Unidas dedicado a la supervisión de cambios ligados al calentamiento global. Galardonado con el Premio Nobel de la Paz en 2007 por su compromiso en la lucha contra el cambio climático, es hoy uno de los más fervientes partidarios de Viernes por el Futuro [Fridays for Future], el movimiento estudiantil que apela a la clase política a actuar con prontitud contra el calentamiento global.



“Hoy en día hemos registrado ya un aumento de temperatura de un grado comparado con el periodo preindustrial, y para reducir los riesgos del calentamiento global, debemos alcanzar un grado cero de emisiones netas en los próximos 30 años”, nos dijo van Ypersele antes de la cumbre del clima en Madrid, la COP25 [entrevistado por Gabriele Annicchiarico para il manifesto].

¿Cuáles son las consecuencias del cambio climático que están ya presentes en nuestra vida cotidiana?

Los fenómenos naturales extremos, de los cuales vemos un aumento en frecuencia e intensidad, están claramente ligados al cambio climático. Está claro que las olas de calor de los últimos años son más intensas que antes. Sólo con que tomemos el año 2003, podemos estimar el número de muertes debidas al exceso de calor en 70.000 personas únicamente en Europa. La pluviometría se ha vuelto también más intensa y violenta a consecuencia de la mayor evaporación de los océanos y de una mayor concentración de vapor de agua en la atmósfera. Esto viene acompañado de una mayor probabilidad de que ocasione inundaciones y corrimientos de tierras. También es importante destacar el fenómeno de la progresiva desertificación de la cuenca mediterránea. Nos preguntamos asimismo si los incendios que hemos ido viendo en la Península Ibérica en años recientes podrían ser una señal del calentamiento global.

Los fenómenos meteorológicos extremos que hemos visto en Italia en días recientes, ¿se deben también al cambio climático?

Tal como he dicho, el aumento en la frecuencia e intensidad de las precipitaciones está claramente ligado al calentamiento global. El caso de Venecia es un tanto distinto, y se ve empeorado por el cambio del nivel del mar, que ha subido una media de unos 20 cm. en el último siglo. Esto significa que cuando una tormenta aparece en consonancia con mareas altas, en un contexto general de aumento de nivel del mar, está claro que el fenómeno del “acqua alta” de Venecia está destinado a rebasar marcas anteriores una y otra vez en años venideros.



¿Por qué es tan importante no rebasar ese umbral del 1,5° grados centígrados?

Si se considera un aumento de temperatura de 1,5°grados, se ha calculado que el 14% de la población mundial se vería expuesta a fenómenos extremos ligados al calentamiento global al menos una vez cada cinco años. Si el volumen del calentamiento se incrementa en medio grado más, llegando a un umbral de 2° grados, el porcentaje de gente expuesta a esos fenómenos aumenta hasta un 37%. Cuando se observa la extinción de especies, sobre todo de vertebrados, si el calentamiento se limita a 1,5° grados, el 4% de las especias perdería, como poco, la mitad de su hábitat. Si añadimos medio grado más, el número de especies afectadas aumentaría en un 8%. Entre el 70% y el 90% de los arrecifes de coral se vería severamente afectado por un calentamiento de un 1.5° grados, y esto se extendería a todos ellos con un aumento medio de la temperatura de 2°C.

¿Cómo explica el enfoque negacionista adoptado por algunos jefes de Estado cuando la ciencia dice lo contrario?



Pienso en la película An Inconvenient Truth [Una verdad incómoda, 2006, de Davis Guggenheim, con guión de Al Gore ]. La información de la que hoy disponemos sobre el cambio climático es muy sólida y disfruta de un amplio consenso en el mundo científico, por lo menos entre aquellos que están cualificados para expresar un juicio acerca de ello. Este consenso resulta perturbador para muchos, pues si queremos actuar contra el cambio climático, necesitamos poner en cuestión el uso de combustibles fósiles. El cambio es posible, pero esto precisaría una revolución en muchos campos, empezando con la forma en que producimos y consumimos energía. Si seguimos como de costumbre, vamos directamente de cabeza a un muro.

El movimiento de Viernes por el Futuro [Fridays for Future] ha dado ímpetu y visibilidad al llamamiento hecho por los científicos, y la ciencia ha dado legitimidad a su vez a las protestas de los jóvenes.

Es exactamente eso. A menudo he salido personalmente a las calles de Bruselas a manifestarme junto a los críos, con un cartel que rezaba: “Los jóvenes y el IPCC: más fuertes juntos”. Por supuesto, resulta más difícil permanecer indiferente cuando un joven, inquieto por su futuro, interroga al mundo político acerca de un informe del IPCC, que a menudo se archiva y se olvida.

¿Qué espera de la COP25 en Madrid?

Espero tres cosas. La primera es que tendrían que concluir todas las regulaciones que forman parte del Acuerdo de París (labor en marcha desde la COP21), que distan todavía de haberse completado. Estoy pensando, sobre todo, en las reglas relativas al uso del carbón como combustible fósil, sobre lo cual no hay todavía acuerdo. La segunda es que deberían decidir fijar el máximo del umbral del calentamiento global en 1.5°C. Hoy en día, el Acuerdo de París afirma todavía que debemos limitar el aumento de las temperaturas globales a menos de 2°C. En tercer lugar, ha de establecerse un fondo internacional de transición climática, con una financiación, como mínimo, de 100.000 millones anuales, un proyecto actualmente atascado en sólo 10.000 millones.

Jean-Pascal van Ypersele (1957), doctor en Física por la Universidad Católica de Lovaina, donde enseña Ciencias Ambientales , ha sido asesor de las Naciones Unidas, y formó parte del grupo de científicos que recibió el Premio Nobel de la Paz en 2007.

Traducción: Lucas Antón

il manifesto global, 5 de diciembre de 2019

Revista Sin Permiso

Sin Permiso viene publicando regularmente artículos de fondo sobre los datos científicos del cambio climático y la naturaleza social de las propuestas para hacerle frente. El dilema se resume en dos modelos: “capitalismo verde” o ecosocialismo. Ambos están presentes continuamente en los debates sobre la COP25 de Madrid, cuyo principal objetivo es avanzar en las negociaciones para la aplicación del artículo 6 de los Acuerdos de París y el desarrollo de mecanismos de mercados de emisiones de gases invernaderos como el que ya existe en la Unión Europea.

Junto a los dos textos que ahora publicamos, recordamos algunos de los argumentos fuertes del ecosocialismo, desarrollados en la serie de artículos que hemos seleccionado al final para poder seguir este debate y actuar conscientemente a favor de los intereses de las clases populares.



El capitalismo frente al planeta: hacia un apocalipsis de agua, fuego y beneficios históricos

Luca Celada

(Luca Celada, periodista italiano radicado en Los Ángeles, es colaborador del diario 'il manifesto'.)

Este otoño de 2019 se recordará como el momento en la que la catástrofe “a cámara lenta” del cambio climático vino a percibirse como una emergencia real.



En estos meses los Estados Unidos han formalizado su renuncia a los acuerdos de París sobre el clima, esa parte insuficiente pero esencial de un intento de respuesta global a la crisis medioambiental.

Ha sido la estación en la que una adolescente se dirigió a las Naciones Unidas, expresando toda la indignación y rabia de una generación que, tal parece, tendrá que habérselas con todos los lamentables fracasos de quienes vinieron antes y con un futuro que parece cada vez más funesto. Al dramático discurso de Greta Thunberg le siguió una gira por América del Norte en la que la joven activista sueca trató de poner el foco de atención en la cuestión del cambio climático y sus repercusiones en las diversas comunidades del planeta.

En noviembre, Greta navegó de vuelta a Europa y con rumbo a la COP 25, la Cumbre Global del Clima en Madrid ( 8-12 de diciembre) y al mismo tiempo unas inundaciones de las que se dan una vez cada quinientos arrasaron Venecia. Sus angustiados habitantes tuiteaban imágenes del agua engullendo la ciudad en un fenómeno, el acqua alta, con pocos precedentes. El nivel de la marea que sumergió calles medievales y monumentos de valor incalculable igualó una marca anterior establecida en 1966. La Basílica de San Marcos se inundó de agua salada por sexta vez solamente en sus mil años de historia. En los últimos veinte años se han registrado dos de estos sucesos.



La gran inundación de Venecia llegó a continuación de avisos cada vez más urgentes de la comunidad científica sobre la aceleración del ritmo al que se funde el hielo antártico y sus previsibles efectos sobre los niveles globales del mar.

Toque de retirada

A mediados de octubre, justo cuando la estación de huracanes del Caribe estaba dando paso a la estación de incendios al oeste de los Estados Unidos, un opulento enclave al norte del condado de San Diego provocó la controversia al negar su conformidad a los requerimientos de la Comisión Costera de California.

La agencia, que tiene jurisdicción sobre la costa del estado, ha pedido a todas las comunidades con línea de costa sobre el Pacífico que preparen planes de contingencia que tomen en cuenta los pronósticos de erosión costera y de inundación del litoral debidos al aumento del nivel del mar. Las administraciones locales han de mostrar que están preparadas para enfrentarse con las inundaciones que vienen con la planificación de barreras y murallas contra el mar, proyectos de apuntalamiento y otras medidas. Entre estas, la Comisión Costera está exigiendo asimismo “retiradas planificadas” en las que las ciudades han de mostrar planes para abandonar la primera línea de costa y zonas de bajo nivel más proclives a inundarse y con más probabilidades de riesgo.

A la luz de fenómenos climáticos aun más severos, y mientras el estamento político se mantiene todavía en la negación científica, la “retirada de las costas” se ha convertido en realidad en el plano de las administraciones locales. Las ciudades han ido, de hecho, elaborando el abandono de las zonas en riesgo en su planificación urbana. De Nueva Orleans a Miami (por no mencionar Fiyi y Bangladesh), ha empezado ya la retirada planificada de las costas, así como, por supuesto, el éxodo mucho más caótico de refugiados climáticos.

Lo que se convirtió en noticia a Del Mar fue la negativa de sus opulentos habitantes a contemplar siquiera abandonar sus viviendas de lujo a la vista de las aguas que avanzan. De hecho, ellos — y muchos otros residentes en la costa — puede que ya pronto carezcan del lujo de esa opción.

La costa de California está en realidad clasificada como una de las mejor preparadas. En otros lugares se están perdiendo muchas batallas. Tras la catastrófica llegada del huracán Katrina, por ejemplo, ya hay tierras a las que ha renunciado Luisiana por “indefendibles”. Un caso pertinente, la pequeña isla de Jean Charles, hogar ancestral de los nativos chitimacha, biloxi y choctaw, ha perdido el 98% de su masa terrestre, y sus últimos habitantes están siendo masivamente reubicados.

En Florida, cuyas 1.350 millas de costa están estadísticamente entre las que corren mayor riesgo, la retirada de las costas es también una realidad. Un estudio de la Universidad de Florida estimaba que el 80% de los Cayos de Florida puede acabar bajo el agua antes de que acabe el siglo. En el Estado del Sol, seis millones de habitantes pueden acabar teniendo que reubicarse en el interior, tres millones sólo en el condado de Miami-Dade. Cada una de las sucesivas estaciones de huracanes determina el avance del agua y la retirada de los propietarios de viviendas que deciden no reconstruir o quedan sin cobertura por parte de bancos hipotecarios y aseguradoras y no tienen otra opción que marcharse.

En otros lugares, como Nueva Jersey, el estado compró a sus propietarios 3.000 viviendas que quedaron destruidas o dañadas por la supertormenta Sandy en 2012, y se ha decido que sus terrenos queden deshabitados de modo permanente mientras se construye una barrera de ocho kilómetros y medio en su costa sur destinada a mantener a raya el agua…de momento.

La alarmante verdad que despunta de un creciente número de estudios y proyecciones científicas es que puede que hasta trece millones de norteamericanos tengan que abandonar las costas para 2100. La Gran Inundación de Venecia puede no ser más que un anticipo de lo que está por llegar. Y la misma suerte pueden correr pronto los ciudadanos de Dakha, Ciudad Ho Chi Minh, Shanghai, Mumbai y Kolkata. La crisis de refugiados resultante podría dejar pequeña el actual éxodo, así como conducir presuntamente a reacciones xenófobas de la misma envergadura, que algunos llaman ya “fascismo climático”.

Antes de la inundación

El aumento del nivel del mar volvió de nuevo a producir titulares. Un nuevo estudio sobre el clima publicado por la revista Nature a comienzos de noviembre presentaba un modelo de elevaciones telegráficas medido con una serie de métodos de láser (LiDAR) y satélite, y cruzaba los datos con el pronóstico más reciente del aumento del nivel del mar a fin de crear un mapa interactivo para consultar a qué podrían asemejarse las costas del mundo en 2050.

Los resultados son dramáticos, por decir algo. Hasta 190 millones de personas viven actualmente por debajo del nivel, al que, según las proyecciones, llegarán las mareas altas para 2100. Pero esas proyecciones se refieren a hipótesis en el mejor de los casos, en el que se toman medidas agresivas para contener y reducir las emisiones de carbono. En el peor (y más probable) de los casos, en el que las emisiones siguen creciendo al ritmo actual, los refugiados climáticos se ven obligados a abandonar tierras que se convertirán en inhabitables pueden llegar a totalizar 630 millones, y 150 millones ya sólo para 2050.

Miami, Shanghai, Mumbai, Ciudad Ho Chi Minh, Venecia y Nueva Orleans están entre las ciudades que perderían tierra a causa de inundaciones o quedarían en buena medida sumergidas. Los grandes deltas de todo el mundo, tradicionales imanes de centros de población, corren el riesgo de inundarse. En la boca del Nilo, Alejandría puede acabar desapareciendo por completo. En el Mississippi podría perderse buena parte del Bayou de Luisiana. Un destino semejante puede acaecerle al delta del Mekong, lo que amenaza a veinte millones de personas, un cuarto de la población de Vietnam.

California en alerta roja

Antes de dejar América del Norte, Greta Thunberg pasó varos días en California. Hablando desde Los Ángeles, hizo referencia a los incendios que devastaban el sur de California en ese momento. Las decenas de miles de personas evacuadas en esos días deberían contarse, propone ella, como refugiados del clima, víctimas de las llamas avivadas por la sequía anual y los vientos cuya intensidad progresiva ha ocasionado temporadas de incendios cada vez más feroces y directamente ligadas a un clima cada vez más demostrablemente fuera de quicio.

Todo esto pone de relieve la ausencia patente de una respuesta política. Por el contrario, Donald Trump, cuya administración considera el cambio climático un “timo”, culpa a las víctimas. Amenaza con retirar la ayuda federal porque las autoridades locales no “rastrillaron los bosques” como él les había indicado (no importa que los incendios de este año hayan hecha arder casi exclusivamente maleza ni que la mayoría de los bosques de California se encuentren en realidad en terreno federal). Se trata de esa “depravada indiferencia” denunciada por Robert Redford en un cáustico artículo que comentaba la salida de los Estados Unidos del tratado de París el 4 de noviembre.

El episodio resulta tragicómico, pero el choque cada vez mayor entre California y el gobierno federal representa bien la ausencia de una respuesta política capaz de estar a la altura de tan apremiante ocasión.

La pelea forma parte de una lucha ambiental de mayor calado que enfrenta a Sacramento, la capital de California, contra la Casa Blanca de Trump, que niega el cambio climático. Desde que accedió al cargo, Trump se ha encomendado revertir la regulación de la época de Obama — y nada más vehementemente que las estrictas reglas promulgadas sobre emisiones de carbono— como parte de su desmantelamiento de la EPA [Environmental Protection Agency] y del conjunto de la estructura de medio ambiente en nombre del sector que emite carbono.

Eso a su vez le ha enfrentado directamente contra California, a la que se otorgó en los años 70 una dispensa especial para establecer estrictas normas propias de eficiencia de combustibles a las que se han avenido tradicionalmente los fabricantes de automoción. Trump amenaza ahora con revocar la exención y obligar al estado a amoldarse a normas de eficiencia más laxas.

La disputa ha dado lugar a un caos regulatorio: Ford, Honda, Volkswagen y BMW, que representan aproximadamente el 30% del mercado norteamericano, han adoptado públicamente las reglas de California. Toyota, General Motors y Fiat Chrysler han subscrito el plan de Trump. Decenios de avances en la calidad del aire y en el mayor mercado de vehículos eléctricos del país penden de un hilo.

Hacer sonar la alarma

El enfrentamiento de California resulta emblemático del daño causado siguiendo los pasos de la regresión liberal-populista que tiene lugar precisamente en el momento equivocado: justo cuando el cambio climático requeriría una política creativa y responsable y cuando se está acabando el tiempo. El hecho se hizo más inequívoco con la publicación en BioScience de otro estudio más el 5 de noviembre.

Así reza el documento en una de sus partes: “los científicos tienen la obligación moral de de avisar claramente a la humanidad de cualquier amenaza catastrófica…Sobre la base de esa obligación y los indicadores gráficos presentados más abajo, declaramos, con más de 11.000 científicos signatarios de todo el mundo, que el planeta Tierra se enfrenta clara e inequívocamente a una emergencia climática”.

Los firmantes continúan detallando las amenazas y delinean la respuesta necesaria en seis puntos. Resulta notable el sexto.

• Reducir las emisiones de carbono, metano e hidrofluorocarbonados

• Substituir los combustibles fósiles por fuentes de energía renovable más limpias

• Proteger y restaurar los ecosistemas amenazados de la Tierra

• Reducir el consumo de carne y reformar la producción industrial de alimentos

• Controlar la población

• Desplazar los objetivos económicos del crecimiento del PIB a la sostenibilidad y dar prioridad a la reducción de la desigualdad

Esta declaración de verdades fácticas por parte de la comunidad científica recalca la naturaleza política de la crisis, así como una condición previa necesaria para su solución. Si queremos escapar de esta viciosa espiral de consumo y crecimiento a la fuerza que nos ha traído hasta este punto, tenemos que repensar radicalmente el sistema que lo produce. Los mercados no pueden proporcionar la solución puesto que en buena medida han creado el problema.

Tal como detalla Naomi Klein en su último libro, On Fire, la alteración neoliberal del sistema está condenada a quedarse corta, ahora que se ha ignorado el problema durante tanto tiempo. El capitalismo es incompatible con la supervivencia del planeta, como quedó sobradamente claro en Venecia, donde nunca se protegió el frágil sistema de la laguna y se convirtió en un estanque de atraque para mastodónticos cruceros, que dañaron aun más el lecho marino y quebraron la capacidad del ecosistema para autorregularse.

La dinámica se puso de relieve en California este otoño. Mientras las llamas de los incendios iluminaban de rojo los cielos, y los vientos de Diablo y Santa Ana aullaban en los cañones y matorrales, tenían también que luchar contra los apagones eléctricos. Durante días y días, la inquietud por el peligro que se acercaba se vio agravada por la falta de electricidad en amplias franjas del estado, arrojando a millones de ciudadanos de la loada utopía tecnológica, de la quinta economía mundial, a una incertidumbre preindustrial.

Los cortes eran medidas precautorias intencionadas por parte de las compañías eléctricas del estado, a cuyas líneas de alta tensión se ha culpado de un número creciente de incendios. Los vientos siembran el caos sobre cables eléctricos al descubierto, provocando cortocircuitos y chispazos que han prendido en incendios, entre ellos el que ha destruido 1.200 viviendas en Santa Rosa y el mortífero fuego que el año pasado mató a 89 personas en la ciudad de Paradise, en el norte de California.

La singularidad de California estriba en que se han privatizado dos tercios de sus empresas de servicios públicos. Empresas como PG&E y Southern California Edison han tenido pocos incentivos para mantener una infraestructura envejecida, concentrándose, en cambio, en el negocio de grandes empresas privadas: maximizar beneficios, distribuir dividendos y generosas bonificaciones a los ejecutivos. Al mismo tiempo, conforme aumentan los daños de los incendios y la destrucción medioambiental, las empresas de servicios públicos han acabado en bancarrota a causa de las demandas y la responsabilidad civil, dejando a la población la factura del rescate según el modelo familiar de beneficios privados y pérdidas socializadas popularizado por Wall Street. Último ejemplo de las fuerzas del mercado en su depredación del planeta, que nos dejan para recoger los pedazos…y la factura.

No podría haber, en resumen, peor régimen para enfrentarse a la creciente emergencia que el status quo neoliberal que surgió con el reaganismo para fagocitar el planeta con oligopolios financieros que culminan en la desbocada desigualdad de hoy y el ascenso de inestables regímenes extremistas, autoritarios. Una regresión global que, emparejada con el desequilibrio medioambiental, supone literalmente una doble amenaza mortal.

Así se presenta el escenario del que se puede sostener que supone el mayor desafío de la civilización, el que habrá que responder a la cuestión planteada por el teórico británico Mark Fisher: ¿Llegará la muerte del planeta antes que la desaparición del capitalismo? ¿O seremos capaces de imaginar una alternativa?

Luca Celada, periodista italiano radicado en Los Ángeles, es colaborador del diario 'il manifesto'.

Traducción: Lucas Antón

il manifesto global, 24 de noviembre de 2019

Sin Permiso. La gente de Hong Kong está sumida en una lucha decisiva contra su propio gobierno y el Partido Comunista de China. Carrie Lam, la ministra ejecutivo del enclave, designada por Beijing a principios de este año, intentó hacer aprobar una ley de extradición que permitiría que los ciudadanos de Hong Kong fuesen extraditados a China continental para ser juzgados por infringir leyes chinas que no se aplican en Hong Kong.

Desde 1997, cuando Hong Kong fue devuelto formalmente por los británicos, el enclave ha sido una región administrativa especial de China, con sus propias libertades protegidas y un sistema legal independiente. El proyecto de ley de extradición es una amenaza directa a este statu quo. Desde junio ha provocado toda una serie de olas de protestas. Aunque Lam insiste en que el proyecto de ley está muerto, millones de habitantes de Hong Kong siguen movilizándose. Tienen cinco exigencias: la retirada del proyecto de ley de extradición, la dimisión de Carrie Lam, la apertura oficial de una investigación sobre la brutalidad policial, la liberación inmediata de los manifestantes detenidos y el sufragio universal.

Lo que sigue es una transcripción editada de un discurso pronunciado por el activista de Hong Kong Au Loong Yu, por videoconferencia, en la conferencia anual “Socialismo” de Perth, Australia, el pasado 18 de agosto. Au es un activista y escritor socialista. Su último libro es Chinaʼs Rise: Strength and Fragility.

Au Loong-Yu es unveterano activista, escritor y miembro de Pioneer, una organización socialista de Hong Kong.
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El movimiento en Hong Kong ha pasado por tres etapas: la primera fue en junio, cuando millones de personas salieron a las calles. La asamblea legislativa fue sitiada y no hubo violencia. Hubo una radicalización de las protestas y estas se convirtieron en un movimiento de masas. A continuación, la administración de Carrie Lam cedió al anunciar que el proyecto de ley de extradición sería suspendido temporalmente. Pero el descontento persistió. La administración Lam ahora tiene cero legitimidad. Hay que subrayar que el movimiento obrero convocó una huelga el 17 de junio, la Confederación de Sindicatos, una de las dos existentes, y la más democrática. Pero no tuvo éxito.

La segunda etapa se caracterizó por las manifestaciones y el asedio del legislativo, y la juventud radical asaltó el edificio que alberga al legislativo. Esto fue en julio. Fue una acción tremendamente radical - si hubiera tenido lugar en Australia hubiera habido muertos. Pero en las protestas de julio de HK no hubo ninguna víctima. La sede del legislativo fue evacuado por la policía, probablemente para provocar que los radicales la asaltasen y provocar una confrontación. De cualquier manera, esta acción empuja el movimiento a un nivel superior. Pero lo que siguió fue horrible: la policía colaboró con la mafia de la región de Yuen Long [muy cerca de la frontera con China] para que esta llevase a cabo ataques indiscriminados en la estación de tren para aterrorizar a los residentes y los manifestantes. Lo que indignó a la población e incluso a la mayoría de los liberales moderados.

Provocó una mayor radicalización. También hubo 16 o 17 manifestaciones en diferentes distritos. Hubo una ampliación del movimiento, propagándose a nivel de la comunidad, como nunca hemos visto antes en Hong Kong. Fue la respuesta al ataque de la mafia. Cientos de miles de personas participaron en las manifestaciones. La protesta del 27 de julio fue aún más significativa. Hasta entonces, las manifestaciones habían sido legales. Pero el 27 de julio, la policía denegó la autorización por primera vez. El pueblo de Hong Kong es muy moderado - o lo ha sido hasta ahora. En circunstancias normales, lo hubieran aceptado. En lugar de ello, cientos de miles de personas salieron a las calles en señal de desafío. Es la primera vez que ha habido una desobediencia civil tan masiva. Esto sentó las bases para agosto.

Agosto ha marcado la tercera etapa, en la que ahora nos encontramos. Es importante destacar que el 5 de agosto hubo una segunda convocatoria de huelga. Y esta vez tuvo exito. Un sector de la economía de Hong Kong fue decisivo para el éxito de la huelga: los empleados del aeropuerto y de la industria aeronáutica. El Partido Comunista Chino exigió la lista de empleados de Cathay Pacific que se pusieron en huelga. El sindicato se negó a dar la lista. Se estima que entre 300.000 y 400.000 personas participaron en la huelga. Más tarde, en agosto, hubo manifestaciones para celebrar la victoria cada dos o tres días. Más personas se manifestaron que en julio. Así que las movilizaciones continúan.

El 12 de agosto, hubo ocupaciones masivas del aeropuerto. Lo que desencadenó una dura respuesta del Partido Comunista. Envió a su policía armada a la frontera, unos 10.000 efectivos. Fue un espectáculo, porque ya hay todo un regimiento estacionado en Hong Kong, que consta de cerca de 8.000 soldados chinos, justo al lado de la sede del gobierno de Hong Kong. Si Beijing quiere aplastar al movimiento, utilizará lo que está disponible.

* * *
En cuanto a la composición del movimiento, es notable que los partidos políticos no hayan desempeñado ningún papel importante. Sólo han jugado un papel logístico de información legal y cohesión del Frente Civil Unido. El frente agrupa a sindicatos y ONGs, así como a los partidos políticos. El frente ha patrocinado las manifestaciones en los últimos dos meses. Sin él, la juventud radical se encontraría muy aislada. No debemos subestimar el papel del frente civil, pero no ha ejercido ninguna dirección política. Siempre espera a que la juventud radical lleve las cosas a un nivel superior.

El siguiente componente son los jóvenes, especialmente los jóvenes radicales. Hay alrededor de 10.000 jóvenes, principalmente estudiantes, dispuestos a enfrentarse a la policía. Es difícil determinar las cifras, pero hay miles dispuestos a usar la fuerza. Y muchos más miles de jóvenes no están preparados para estar en las primeras filas de confrontación, pero sí están dispuestos a apoyar a los radicales. Esto hace que el movimiento sea muy dinámico. Los jóvenes solidarios proporcionan viseras, cascos, agua y otras formas de apoyo. Sus inclinaciones políticas son variadas y es raro que se unan a las organizaciones políticas. Son jóvenes estudiantes secundarios y universitarios. Realmente creen en la democracia, pero tienen una comprensión rudimentaria de la política. Pueden ser xenófobos con los chinos continentales, pero ello aún no ha cristalizado en un programa o una perspectiva. Al mismo tiempo, muchos jóvenes creen que es importante ganar el apoyo de los chinos continentales para sus cinco reivindicaciones. Hay posiciones contradictorias.

El tercer componente es el localista xenófobo, cuyos orígenes son anteriores a los del Movimiento de los Paraguas de 2014. Esta corriente se ha debilitado desde 2016. A los medios de comunicación occidentales les encanta este sector, pero sus organizaciones son pequeñas, no más de dos o tres mil personas. Pero su orientación política todavía es peligrosa, porque la sociedad de Hong Kong ha sido siempre de derecha, y la gente puede llegar a pensar que los chinos continentales son el problema y deben ser expulsados.

El cuarto componente es el obrero: la organización sindical es importante en Hong Kong. Fue un avance que la huelga del 5 de agosto fuese un relativo éxito, sobre todo porque no estaba bien organizada. Los sindicatos de Hong Kong no suelen organizar huelgas políticas, pero ahora se habla de una tercera huelga a principios de septiembre.

Por último, la cuestión de la llamada intervención extranjera. Si nos fijamos en el movimiento de base, las acusaciones de que está controlado o financiado por el Gobierno de Estados Unidos es una tontería. Hay dos millones de personas tomando las calles. Hay gente que se enfrenta a la policía, que la llama “cerdos”. Es absurdo decir que están controlados por ninguna potencia extranjera.



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La situación ha entrado ahora en un punto muerto. Es evidente que Beijing no quiere perder la cara y mantendrá la línea dura. El gobierno de Lam ha perdido toda autonomía, pero no dimitirá tampoco. Al mismo tiempo, la gente sigue radicalizándose por la creciente represión. Podría desembocar en una situación revolucionaria. Puede, si cientos de miles de ciudadanos y trabajadores ordinarios se suman con la juventud radical y se enfrentan a la policía. Entonces podríamos encontrarnos en una situación revolucionaria. Pero esto no es fácil. Hong Kong es demasiado pequeño para enfrentarse a Beijing y muchas personas lo saben. Y el movimiento no está nada bien organizado y la conciencia es muy inicial.

Sin embargo, el movimiento es significativo por varias razones. En primer lugar, representa el ascenso de una nueva generación. Una nueva generación que ha crecido después de que el gobierno chino se hiciera cargo de Hong Kong. Da una nueva energía a la política en Hong Kong. La nueva generación es más radical. Que utilicen la palabra “revolución” es muy interesante. Mi generación teme la revolución, razón por la que nuestra generación no tiene ninguna posibilidad. Pero ahora vemos una generación que simpatiza con la revolución. Son jóvenes que tiran piedras a la policía para hacer esa revolución. Esto es positivo, aunque también caótico. Es a la vez una oportunidad y un desafío.

La segunda razón es que este movimiento representa un choque entre dos visiones de Hong Kong. Una de ellas es la visión de Beijing y la otra la de la gente común. El gobierno de Pekín ha tratado siempre a Hong Kong como una entidad meramente económica. Han querido robar a Hong Kong su identidad política y que Hong Kong no desempeñase ningún papel político. Esto es comprensible, dado que Hong Kong es la única ciudad en China con libertad de expresión y libertad de partidos políticos. Pero lo contradictorio es que es precisamente esto lo que ha politizado a una población inicialmente apolítica. La enorme politización de Hong Kong no es debido a la intervención extranjera, sino al Partido Comunista chino.

En tercer lugar, hay un choque de dos visiones dentro de Hong Kong - el de la gente común y el de la clase alta y los magnates. Hace treinta años, la clase media compartía la misma visión que los magnates. Frente a la visión de Beijing, la clase media de Hong Kong aspiraba a una forma liberal de capitalismo para la isla. Durante los últimos 30 años, los magnates no se han comprometido con esta visión. Han sido los defensores del punto de vista del capitalismo totalitario de Beijing. Así que están en conflicto.

Por último, la crisis de Hong Kong simboliza las tensiones del ascenso de China. En mi libro, Chinaʼs Rise: Strength and Fragility, argumento que China tiene grandes contradicciones: es fuerte, pero también tiene enormes debilidades. Hong Kong expone la debilidad de China. China es una sociedad de tipo “1984”. Es muy difícil que haya cambios allí porque la sociedad es dura y cerrada. Pero Hong Kong es diferente y es una debilidad importante.

Mundo Nuestro. La revista Sin permiso publica estas dos crónicas sobre lo sucedido en Venezuela en días pasados: un apagón mortal de más de cien horas que expone con claridad el extremo de la crisis social y política que sufre ese país sudamericano.

Humberto Márquez es periodista, corresponsal de la revista uruguaya Brecha en Venezuela.
Simón Rodríguez Porras es activista social y militante del Partido Socialismo y Libertad de Venezuela.
Humberto Márquez

Un sorpresivo apagón de 100 horas afectó simultáneamente a todo el territorio, dejando a sus 30 millones de habitantes sin electricidad ni agua potable, casi incomunicados e impotentes ante la muerte de decenas de hospitalizados. Venezuela descendió algunos peldaños más en el foso de la crisis donde se encuentra: hiperinflación, escasez, desplome de los servicios públicos, migración masiva y un bloqueo político e institucional, lo que enfrenta al presidente que efectivamente tiene el gobierno, Nicolás Maduro, con el líder opositor Juan Guaidó, quien busca desplazarlo con un vasto respaldo internacional que encabeza Washington. El servicio de electricidad se restablece, pero hay presagios de más horas oscuras.

¡Se fue la luz! Sucedió minutos antes de las 17 horas del jueves 7 de marzo, y millones de venezolanos acudieron a balcones, ventanas y teléfonos para comprobar si se trataba sólo de su vecindario. No, todo el país quedó al mismo tiempo sin electricidad, por 48 horas unas regiones, otras por 72 o 90 con intermitencias, algunas casi una semana, y sin los servicios asociados: agua potable, transporte subterráneo, aeropuertos, operaciones bancarias, Internet, radios, tevé; centros de salud desprovistos de sistemas de contingencia; fábricas, tiendas, escuelas y oficinas cerradas.



Falló el sistema interconectado a partir de Guri, un complejo hidroeléctrico erigido en el río Caroní, a más de 500 quilómetros al sureste de Caracas, con capacidad nominal máxima de 15.400 megavatios-hora, pero que desde hace años genera mucho menos fluido. El parque termoeléctrico debería aportar otros 15 mil megavatios-hora, pero sólo un tercio está operativo, y el país a lo largo de toda esta década padece un déficit que se traduce en apagones y racionamientos que afectan sobre todo a los estados del occidente.

Esta vez el apagón fue nacional, y casi de inmediato cayó el suministro de agua, también ya deficitario al punto de que alienta numerosas pequeñas protestas en pueblos de provincia y barriadas humildes de las principales ciudades. En Caracas se paralizaron el metro y los trenes que llevan a las ciudades-dormitorio, lo que abarrotó y colapsó el transporte de superficie, que es deficitario tras dos años de escasez y carestía en repuestos, neumáticos y acumuladores.

Cerraron puertos, aeropuertos, fábricas, escuelas y oficinas, pero también comercios grandes y pequeños, impactados por otro fenómeno venezolano: el dinero en efectivo es escaso, los billetes son de baja denominación en un contexto hiperinflacionario, y transacciones diminutas como comprar un café y un panecillo deben pagarse con tarjetas de débito o crédito, las que no funcionaron porque la falta de electricidad imposibilitaba las transacciones bancarias.

Mermaron las trasmisiones de radioemisoras y la posibilidad de ver televisión, se afectó la telefonía fija y móvil, y cayó Internet. La incomunicación afectó a los 30 millones de habitantes del país y a los cerca de 4 millones de venezolanos que viven en el exterior.

Casos de familia



La vida cotidiana se pobló de historias, de emergencias, prácticamente una por familia. La comida comenzó a descomponerse en los refrigeradores. En unos hogares se cocinó apresuradamente cuanto se pudo. Otros, más pobres, acentuaron su propio racionamiento. Gente con más recursos regaló alimentos antes de que se dañasen. Vecinos con estufas a gas las prestaron a los de cocinas eléctricas. Donde hay parientes diabéticos se precipitaron a comprar hielo para conservar la insulina. Nada nuevo para quienes viven en el occidente del país, una novedad para los sectores acomodados de Caracas.

Las estaciones de servicio dejaron de suministrar combustible, las pocas con plantas eléctricas atendieron largas filas de vehícu-los. Las velas se agotaron en supermercados y tiendas de abasto que abrieron sus puertas. Usuarios de telefonía móvil ocuparon calles y tramos de autopista frente a las sedes de las empresas que proveen el servicio, para poder acceder a la señal. En los edificios residenciales los vecinos subían escaleras con bidones de agua. Nervios al caminar por las calles, hacerlo antes de que oscurezca: en Venezuela hay más de 20 mil homicidios por año. Miedo en el transitar nocturno de los vehícu-

los por calles completamente a oscuras. De vez en cuando un disparo, unas cacerolas vacías o unos gritos en contra del gobierno hendían la noche. Hubo fogonazos al estallar algunas subestaciones eléctricas urbanas.



Bajas y daños

El gobierno despachó camiones cisterna con agua para centros de salud y varias zonas populares residenciales. Otro tanto hizo con algunas plantas eléctricas para atender emergencias hospitalarias. La fuerza armada contribuyó con unos cuantos de sus camiones. No obstante, al menos 26 personas, entre ellos recién nacidos, murieron en hospitales durante el apagón, al quedar inutilizados equipos de asistencia, según la organización Médicos por la Salud.

La primera noche de apagón no se reportaron mayores saqueos, pero luego surgieron, sobre todo en Maracaibo (noroeste), la segunda ciudad del país, a plena luz del día, incitados por cabecillas civiles armados y ante una Guardia Nacional que más de una vez se cruzó de brazos. Un registro provisional da cuenta de al menos seis fallecidos en refriegas.

Los gremios reportaron saqueos en más de 460 establecimientos, de los cuales 100 ocurrieron en un solo centro comercial de Maracaibo. Polar, el mayor grupo privado y gigante agroalimentario y cervecero del país, reportó saqueos en cuatro de sus depósitos en esa ciudad, con centenares de individuos que se llevaron desde botellas de agua hasta neumáticos de sus camiones, con pérdidas estimadas en seis millones de dólares.

Según Fedenaga (gremial de los ganaderos), se perdieron o dejaron de producir cinco millones de litros de leche, mil toneladas de queso y tres mil toneladas de carne. “El país ha perdido 875 millones de dólares, casi un punto del producto interno bruto”, estimó Asdrúbal Oliveros, de la firma de consultoría Ecoanalítica.

El apagón y sus secuelas presagian más escasez o mayores precios, sobre todo de alimentos, pues el país ha sembrado en el último año apenas el 25 por ciento de la superficie cultivada a comienzos de la década, y Venezuela tradicionalmente ha importado hasta dos tercios de los alimentos que consume. Para adquirirlos, esta vez las reservas, la disponibilidad de divisas están exangües, y las perspectivas de ingresos petroleros han mermado con la aplicación de sanciones sobre la petrolera estatal Pdvsa por parte de Estados Unidos, otrora su principal cliente.

Vuelta a la política

El súbito regreso a la iluminación con velas impactó de inmediato la lucha política, cada vez más más marcada por pruebas de fuerza y amenazas, y alejada de todo entendimiento entre oficialismo y oposición. Los seguidores del mandatario, Nicolás Maduro, y de su rival, a quien los opositores consideran presidente, Juan Guaidó, apelaron a su invariable libreto: la culpa es del otro.

Maduro sostuvo que el apagón “fue producto de un ciberataque desde Houston y Chicago, ordenado por el Comando Sur (del Pentágono). Mike Pompeo (secretario de Estado) y el gobierno de Estados Unidos están detrás del ataque electrónico y electromagnético” al centro de control de Guri, al que siguió un sabotaje a líneas de trasmisión. El gobernante pidió ayuda de Rusia, China, Irán y Cuba para investigar el atentado, advirtió que “la oposición está jugando sucio, por lo que debe haber justicia”, e instó a manifestarse a los grupos de base del oficialismo entre los más beligerantes colectivos de barrios, porque “llegó la hora de la defensa”.

La oposición se apoyó en asociaciones profesionales de ingeniería para afirmar que “la falta de mantenimiento, corrupción y robo de los recursos destinados a mantener y desarrollar la infraestructura eléctrica” es la raíz del apagón. Según su versión, un incendio de vegetación, producto de la sequía y la falta de poda y mantenimiento, dañó la principal línea de trasmisión sobre las llanuras centrales y provocó el desplome del sistema.

La Asamblea Nacional de mayoría opositora declaró “estado de alarma” ante la emergencia eléctrica, de valor retórico dentro del país, pues ese parlamento que preside Guaidó –reconocido además por los suyos como jefe provisional del Ejecutivo, pues consideran a Maduro un “usurpador”– no controla los resortes del poder doméstico. Pero, en cambio, va tomando en sus manos los activos y negocios de Venezuela en el exterior, al amparo de más de cincuenta gobiernos que lo reconocen y apoyan.

Un detalle no menor es que Guaidó y la Asamblea decretaron suspender el envío de petróleo a Cuba (en teoría hasta 98 mil barriles de 159 litros por día, pero recientemente no más de 25 mil) para subsanar con ese combustible la emergencia eléctrica. Elliott Abrams, designado por Washington para manejar el tema Venezuela, advirtió a las empresas navieras y de seguros que tomen debida nota.

Estados Unidos acompaña el presagio de nuevas horas y días difíciles para Venezuela, pues aunque insiste en presión diplomática y económica contra Maduro, mantiene que “todas las opciones están sobre la mesa”, incluida la militar, una expresión que Guaidó no desdeña. Y un presagio más: rotas hace mes y medio las relaciones entre Caracas y Washington, se marchan este viernes los últimos diplomáticos estadounidenses que permanecían en la capital venezolana.

Brecha, 15 de marzo de 2019

Resultado de imagen para apagón en Venezuela

El colapso eléctrico: ¿sabotaje imperialista o crimen boliburgués?

Simón Rodríguez Porras

El 7 de marzo en la tarde colapsó el suministro eléctrico en más del 80% de Venezuela. Fue el punto más agudo de toda una década de crisis eléctrica, un colapso sobre cuyo riesgo habían advertido reiteradamente los trabajadores de la industria a lo largo de los años, pese a los intentos del gobierno de silenciar las denuncias mediante la represión. En la mayor parte del país no se restituyó el servicio en más de 36 horas y en algunas zonas la interrupción duró más de 100 horas. En algunas regiones, como el estado Zulia, no se normalizó el servicio todavía una semana después. El colapso eléctrico, sobre todo en el interior del país, se superpuso a problemas ya agudos de suministro de agua, gas y gasolina; a la escasez de alimentos y la debacle de los hospitales públicos. Debido al ajuste hiperinflacionario aplicado por el gobierno, el dinero en efectivo es prácticamente inservible y el colapso de las comunicaciones anuló la posibilidad de realizar compras con tarjetas de débito o crédito, paralizando el comercio. El gobierno suspendió todas las actividades laborales entre el viernes 8 de marzo y el miércoles 13. Se multiplicaron los saqueos y disturbios espontáneos en gran parte del país. Entre las víctimas del apagón se encuentra un número no precisado de fallecidos en hospitales como consecuencia de fallas en equipos de sostenimiento vital.

El ministro de energía eléctrica, el militar Motta Domínguez, aseguró inicialmente que el apagón duraría tres horas. La mentira quedó rápidamente en evidencia, pero el gobierno huyó hacia adelante y sacó a relucir la coartada habitual del “sabotaje”, bajo una nueva formulación: la “guerra eléctrica”. El ministro de comunicación, Jorge Rodríguez, aseguró que se trataba del mayor ataque terrorista en la historia del país y que Maduro personalmente encabezaba las operaciones para restituir el suministro de electricidad. En un intento por mostrarse como autoridad en medio del caos, Maduro publicó un video el lunes 11, en el que da órdenes por radio y denuncia que serían tres los ataques sufridos. La mayoría de los venezolanos quedaron totalmente incomunicados durante varios días y tardarían en enterarse de las versiones oficiales.

La tesis del sabotaje es refutada por dirigentes obreros del sector e incluso por altos ex funcionarios del gobierno de Chávez. El ex ministro de energía eléctrica, Héctor Navarro, respondió a las versión gubernamental de un “ataque cibernético” explicando que la represa de Guri funciona con equipos analógicos. Atribuyó el colapso a las consecuencias de la corrupción y la falta de mantenimiento. Alí Briceño, secretario ejecutivo de la federación de trabajadores eléctricos (Fetraelec), explicó que los trabajadores reportaron un incendio que afectó la transmisión de energía en tres líneas que comunican a Guri con subestaciones en el centro del país. Los gerentes militares no llevan a cabo desde hace años las podas preventivas para impedir que la vegetación invada las torres y, como consecuencia de un incendio forestal, una de las de las líneas se recalentó y dejó de transmitir energía. Las otras dos líneas cayeron por efecto dominó, al resultar sobrecargadas con la caída de la primera línea. Briceño alega además que hubo malas decisiones gerenciales por falta de pericia de los militares al intentar restablecer el servicio, lo cual prolongó la caída.

Una tesis oficial sin evidencias

Ante la falta de evidencias de sabotaje, el gobierno procedió a inventarlas, al peor estilo de las farsas judiciales fascistas o estalinistas. Según el ministro de comunicación, Jorge Rodríguez, tuits emitidos luego del apagón por funcionarios yanquis y el presidente de la Asamblea Nacional, Guaidó, “demuestran” que sabían con antelación acerca del apagón. Rodríguez incluso aseguró que el martes 12 de marzo, seguidores de Guaidó planearon sabotear la restitución del servicio aumentando el consumo eléctrico en los hogares, prendiendo varios aparatos electrodomésticos simultáneamente (!). En otro de los esfuerzos disparatados por sostener la tesis de la “guerra eléctrica”, el 11 de marzo el periodista Luis Carlos Díaz fue detenido por el Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin) por declaraciones emitidas el 27 de febrero de este año, en las que establecía una analogía entre una hipotética interrupción del acceso a internet por parte del gobierno y un apagón eléctrico. El número dos del gobierno, Diosdado Cabello, aseguró que esas declaraciones indicaban que el periodista sabía de antemano acerca del apagón. Finalmente, hasta para las autoridades judiciales chavistas esa versión resultó insostenible y el periodista no fue acusado de “sabotaje” sino “incitación a delinquir”, en un nuevo ataque a la libertad de expresión.

Simultáneamente se desató una persecución contra los trabajadores eléctricos. Cabello, al referirse a los trabajadores detenidos, dijo que “es por una investigación seria que se está haciendo por la forma como atentaron contra la vida de los venezolanos”. El trabajador Geovanny Zambrano, sometido a una jubilación forzada como retaliación por haber denunciado el 18 de febrero de este año las desmejoras laborales y fallas en la infraestructura eléctrica, fue secuestrado el 11 de marzo por el Sebin y estuvo desaparecido por 11 horas. Lo liberaron y volvieron a apresar el día siguiente. Se le persigue por sus denuncias de febrero y al momento de escribir estas líneas se desconoce su paradero. Angel Sequea, otro trabajador de Corpoelec, jefe de despacho y operaciones en Guayana, fue detenido por el Sebin el 7 de marzo y asesinado el día siguiente. Según sus captores, el asesinato ocurrió en el marco de un “motín” en el sitio de reclusión. Otro preso político asesinado.

El pueblo venezolano es en estos momentos rehén tanto de una dictadura cívico-militar como de una campaña de injerencia y cerco económico por parte del gobierno imperialista de EEUU. Mientras transcurría el apagón, el gobierno de Trump anunció la salida de su personal diplomático de Caracas y el gobierno de Maduro respondió “expulsando” a los funcionarios retirados. La condenable escalada injerencista continúa. Sin embargo, ello no constituye en sí una prueba de que el colapso eléctrico haya sido provocado mediante una acción de sabotaje cibernético por parte de los yanquis. Sería anticientífico invertir el peso de la prueba y asumir que hubo sabotaje, aunque no haya evidencias, hasta que se compruebe lo contrario. Eso es lo que se conoce como conspiracionismo.

No sería la primera vez que el gobierno miente sobre supuestos sabotajes para evadir sus responsabilidades, el expediente es muy amplio. El caso más notorio es el de la explosión del 25 de agosto de 2012 en la refinería de Amuay, en la que murieron más de 40 personas y más de 150 resultaron heridas. En 2013 el gobierno dio por confirmada la “sospecha” expresada desde el primer momento, de que se trataba de un sabotaje terrorista. Pero contradictoriamente, el supuesto ataque terrorista más grave de nuestra historia nunca se conmemoró oficialmente como tal, ni se publicó jamás un informe con las conclusiones definitivas de la investigación. Antes de la explosión, los trabajadores petroleros encabezados por los revolucionarios de C-cura y el PSL también venían denunciando el descalabro operativo de las refinerías y la cada vez mayor frecuencia y gravedad de los accidentes, obteniendo por única respuesta gubernamental despidos y persecuciones. La “guerra eléctrica” posiblemente tendrá el mismo destino que el “ataque terrorista” de Amuay: el olvido oficial.

El saqueo boliburgués creó las condiciones para el colapso

La represión del gobierno no podrá ocultar lo que numerosos trabajadores y expertos venían denunciando desde hace muchos años: que la corrupción, la incompetencia y la desinversión hacían inevitable un colapso del servicio eléctrico.

El ex viceministro de energía eléctrica del gobierno de Chávez, Víctor Poleo, entrevistado por el periodista Víctor Amaya en 2016, aseguraba que desde 2005 se advertía el deterioro del sistema y que desde 2007 la oferta de energía no cubre la demanda, lo que obliga a aplicar racionamientos. La corrupción engulló los proyectos de generación de energía, como la represa Tocoma en el río Caroní, que se debía construir entre 2002 y 2012 con un costo de dos mil millones de dólares. El contrato otorgado a la empresa brasileña Odebrecht se fue inflando hasta llegar a un costo de diez mil millones de dólares y nunca se culminó.

Los proyectos de parques eólicos en Falcón y el Zulia también fracasaron y generan menos del 1% de la energía consumida en el país, pese a los cuantiosos millones de dólares licuados en ellos por el aparato corrupto del chavismo. La generación termoeléctrica también ha caído, dejando al país dependiendo en enorme medida de la represa del Guri. Así fue como el chavismo, durante los años de la mayor bonanza petrolera de su historia, conquistó el deshonroso mérito de destruir la industria eléctrica, llegando al año 2010 con una declaratoria de emergencia eléctrica que se convertiría en una de las operaciones de saqueo y corrupción más bestiales de nuestra historia.

El año 2009, una fuerte sequía causó una caída importante de la generación de energía en la represa de Guri. El deterioro de las plantas termoeléctricas impidió suplir la demanda de energía y la situación degeneró en un severo racionamiento, a lo que respondieron grandes protestas populares en regiones como Mérida y el Zulia. En febrero de 2010, Chávez decreta la emergencia eléctrica y procede a entregar sin licitación decenas de contratos para la importación de plantas y equipos. Uno de los conglomerados más beneficiados por estas contrataciones excepcionales fue la empresa Derwick y Asociados, una obscura empresa dirigida por jóvenes burgueses caraqueños sin experiencia en el ramo eléctrico. Habrían recibido una docena de contratos por un valor superior a los 2.500 millones de dólares para importar equipos. Compraron a una empresa yanqui equipos usados con un sobreprecio que se estima en más de 1.400 millones de dólares, según investigaciones realizadas por periodistas de varios medios de comunicación venezolanos, entre ellos Armando.info. Estas investigaciones demuestran que Derwick realizaba diligencias relacionadas con la importación de equipos eléctricos hasta un año antes de la declaratoria de emergencia eléctrica, un indicio de que hubo concertación con el gobierno chavista para las operaciones corruptas.

Ha sido escandalosa la ostentosidad de los llamados “bolichicos”, mientras el país padece las consecuencias mortíferas de la crisis eléctrica. Por ejemplo, uno de los propietarios de Derwick, Alejandro Betancourt, compró una finca de 1.600 hectáreas en el Estado español con todo y un castillo medieval, mientras la mayor parte de la chatarra importada en 2010 está fuera de servicio. Algunos equipos nunca llegaron a funcionar. El anunciado “blindaje eléctrico de Caracas”, en el que se dilapidaron millones de dólares, fue una farsa completa.

Pdvsa fue uno de los compradores de equipos eléctricos revendidos por Derwick. Tal fue el nivel de imbricación de los “bolichicos” con boliburgueses como Rodolfo Sanz o Rafael Ramírez, que la empresa se incorporó al negocio petrolero en asociación con empresarios rusos de Gazprombank y el gobierno venezolano, en la empresa mixta Petrozamora, que explota un yacimiento en el estado Zulia. Allí también estallaron escándalos de corrupción. Gran parte del dinero de la “emergencia eléctrica” se habría lavado a través de la banca suiza, otra parte fue a parar en paraísos fiscales como Barbados.

Tal fue el “legado eléctrico” de Chávez. En octubre de 2012, el sindicato eléctrico de Lara (Sitiel) denunciaba la muerte de 7 trabajadores por violaciones a las condiciones de seguridad industrial por parte de las autoridades así como una escalada de la represión: “Los trabajadores reciben constantes visitas y citaciones del Sebin, e incluso, cuando un trabajador no asiste a su labor, con causa justificada o no, quien hace las averiguaciones es el Sebin”. La campaña del gobierno para ocultar los efectos de la corrupción y la desinversión, culpando a los trabajadores de supuestos actos de sabotaje, llegó a generar linchamientos y secuestros de trabajadores en sectores populares azotados por los apagones. El Sitiel menciona el caso del asesinato de un trabajador en el estado Aragua por linchamiento en 2012. Ese año, mientras hacía campaña por su reelección, Chávez reconoció que persistían los problemas eléctricos, pero dijo que de no ser por su gobierno la gente cocinaría con leña y se alumbraría con faroles.

Como la crisis empeoró, en abril de 2013 Maduro ocupó militarmente la industria. Se crearon zonas militares de seguridad para restringir la libertad sindical de los trabajadores eléctricos. Se habló de una “Gran Misión Eléctrica”, una nueva farsa. Los problemas seguirían agravándose con la desinversión y se declararía una nueva militarización en abril de 2017, luego de grandes y recurrentes apagones en 2015 y 2016. Otro gran apagón nacional ocurrió en agosto de 2017. La situación era tan grave que dirigentes sindicales del chavismo rompieron la disciplina partidista y criticaron la gestión militar.

Elio Palacios, dirigente del sindicato de trabajadores eléctricos del Distrito Capital, Vargas y Miranda, emitió una declaración a comienzos de febrero de 2018, en momentos en que seis estados se mantenían sin luz, denunciando la inminencia de un colapso eléctrico generalizado. Entre las causas mencionaba la “estampida de técnicos”, debido a los míseros salarios y las vejaciones laborales, el mantenimiento deficiente y la incompetencia de las autoridades militares, comenzando por el ministro Motta Domínguez, a quienes calificó de técnicamente analfabetos. El déficit de personal calificado, calculado por Palacios en un 60%, obligaba a trabajadores a cumplir turnos de hasta 30 hora seguidas. “Tenemos un caldo de cultivo para un apagón… no se va a tratar de un sabotaje ni de una mala operación por parte de los trabajadores… Las telecomunicaciones se van a afectar, se van a afectar todos los servicios básicos, como el agua potable, porque las bombas funcionan con energía eléctrica, el bombeo del petróleo, en pocas palabras se va a paralizar el país. Esta es una situación que prácticamente es inevitable que ocurra, por todos los escenarios que se están viendo”, alertaba Palacios. Además, denunciaba el uso de elementos lumpen por el gobierno para asaltar a los sindicatos y las maniobras de los tribunales e instituciones oficiales para impedir la realización de elecciones sindicales. ¿Cómo respondió el gobierno de Maduro a estas graves denuncias? Con sus métodos habituales, enviando a la policía política a secuestrar al dirigente sindical el 14 de febrero de 2018. Decenas de dirigentes obreros y trabajadores han sido despedidos y perseguidos por denunciar el descalabro operativo.

La respuesta de Guaidó al apagón lo mostró en todo su oportunismo e incapacidad. Se limitó a plantear que la luz llegaría cuando “cese la usurpación” y otros mensajes en la misma onda demagógica. La única respuesta en el terreno de la movilización la dieron espontáneamente las comunidades populares. Tampoco dijo claramente lo que su “Plan País” propone para salir de la crisis, que es la privatización de los servicios públicos. La oposición de izquierda plantea un camino opuesto a los planes de Guaidó: recuperar la industria eléctrica apoyándose en la organización de los trabajadores y realizar importantes inversiones con los recursos obtenidos del no pago de la deuda externa y la nacionalización del petróleo. En vez de la amnistía para los funcionarios civiles y militares corruptos, incluyendo a los que destruyeron la industria eléctrica, como plantean Guaidó y la AN, es necesario confiscar las propiedades de los corruptos y adoptar medidas para la repatriación de sus capitales.

El gran apagón de marzo marca otro hito en el proceso de destrucción económica impulsado por políticas gubernamentales burguesas y mafiosas, como la apropiación de la renta petrolera mediante sobrefacturación de importaciones, la amputación de la producción nacional para pagar deuda externa, o la entrega de la industria petrolera y concesiones mineras a grandes transnacionales. Esa política ha sido más destructiva que mil sabotajes. La conspiracionista “guerra eléctrica” no es otra cosa que el intento propagandístico del gobierno de ocultar las verdaderas causas de la crisis, victimizándose para justificar la profundización de la represión y los crímenes contra los trabajadores y el pueblo venezolano.

Mundo Nuestro. Una mirada crítica a lo sucedido en Siria por el miembro de la redacción de la revista Sin pehttp://www.sinpermiso.info/textos/siria-los-efectos-toxicos-de-la-nueva-guerra-friarmiso Gustavo Buster.

Una semana después del supuesto ataque con cloro contra la ciudad de Duma y una escalada verbal cruzada de amenazas y advertencias, EEUU, Francia y Gran Bretaña han desencadenado en la madrugada del sábado 14 de abril un ataque con 107 misiles de diferentes tipos, lanzados desde cazabombarderos y fragatas en el Mediterráneo y el Mar Rojo. Su objetivo era triple: el Centro de Investigación de Barce en Damasco, un supuesto almacén de armas químicas y un puesto de mando, ambos al oeste de Homs. Según las autoridades iraquíes, el Centro de Barce ha sido destruido parcialmente, ha habido tres civiles heridos y 71 de los misiles han sido interceptados. De acuerdo con los atacantes, la operación militar ha sido un completo éxito, que ha demostrado su capacidad decisiva de intervención en Siria, pero no están previstos nuevos ataques a menos que “se vuelvan a utilizar armas químicas” por parte del régimen sirio. El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, convocado urgentemente a petición rusa, ha permitido repetir el intercambio de acusaciones entre las potencias, polarizar aún más el escenario de la nueva guerra fría, y constatar el poder de veto de los tres miembros permanentes del Consejo de Seguridad que han llevado a cabo el ataque en una clara violación de la Carta de Naciones Unidas.

La utilización de armas químicas en la guerra de Siria



Por otra parte, hace un año, en abril de 2017, EEUU llevó a cabo un ataque con 57 misiles como respuesta a la utilización de gas sarín contra Khan Sheikhorum, en Idlib, cuya responsabilidad se atribuyó a las fuerzas iraníes desplegadas en Siria. Pero la historia -al menos esta historia sobre la utilización de armas químicas en Siria- viene de mucho más atrás, del comienzo mismo del conflicto. El 21 de agosto de 2013 tuvo lugar el primer ataque de cohetes con gas sarin en dos zonas urbanas de Ghouta Oriental, que causó 350 víctimas según Médicos Sin Fronteras y 1.429 según los EEUU. Una misión de investigación de NNUU -que se encontraba en el país a solicitud del régimen sirio para estudiar un ataque anterior aquel año en Khan al-Assal por parte de la oposición- recibió permiso del gobierno sirio para acceder a la zona en cuestión. Su informe concluyó que los agentes químicos utilizados formaban parte del arsenal químico del ejército sirio, desarrollado durante años como posible represalia de la utilización de armamento nuclear por el ejército israelí. Pero el régimen sirio y Rusia acusaron a las milicias yihadistas de haberse apropiado de parte de dicho armamento químico y de haberlo utilizado.

El agosto de 2012, Obama había establecido una serie de “líneas rojas” para evitar la utilización de armas químicas en Siria y el Senado de EEUU aprobó en septiembre de 2013 una “autorización del uso de la fuerza” contra el régimen sirio. Negociaciones diplomáticas ruso-estadounidenses evitaron esa intervención a cambio de la entrega y destrucción de todo el arsenal militar químico sirio y la firma por el régimen de Bashar al Assad de la Convención de Armas Químicas de 1997. El proceso de destrucción del arsenal químico bajo control del régimen sirio se llevó a cabo de acuerdo con los protocolos internacionales y fue considerado un importante éxito diplomático y militar de EEUU (y celebrado como tal en Israel).

Sin embargo, el VII informe de la Comisión Internacional Independiente de Consejo de Derechos Humanos de NNUU estableció en febrero de 2014, a partir de los datos de la misión de investigación de NNUU, que el gas sarín utilizado tanto en Khan al-Assal por la oposición yihadista como en Ghouta por el régimen de al Assad tenían el mismo origen. Y posteriores informes y declaraciones han acusado a los servicios de inteligencia turcos de haber proporcionado gas sarín y otras armas químicas al Frente Al Nusra y al Ejército Libre Sirio (FSA), al mismo tiempo que a las fuerzas iraníes en Siria de haber hecho lo mismo con las fuerzas del régimen sirio. A falta de nuevas investigaciones sobre el terreno en posteriores ataques con armas químicas, parece muy probable que después de 2014 las potencias regionales involucradas en el conflicto sirio han proporcionado armamento químico de distintos tipos a las distintas milicias y fuerzas que financian y controlan, de la misma manera que han hecho con armamento convencional. De las 400.000 victimas de la guerra en Siria, unas 1.900 son atribuidas a armas químicas

El ataque del 7 de abril en Duma, en el Este de Ghouta, por parte del ejército sirio contra zonas controladas por la milicia Jaysh al Islam, financiada por Arabia Saudí, no ha podido ser investigado por fuentes independientes. El informe de la OMS se basa en fuentes terceras con las que tiene relaciones habituales y, según las cuales, el ataque causó 47 víctimas con síntomas relacionados con productos “químicos altamente tóxicos”, de unos 70 muertos; y solicitaron asistencia médica unas 500 personas. Con ello, la OMS parece referirse a un ataque con cloro, que el régimen sirio ha utilizado lanzándolo en barriles, junto con explosivos, desde helicópteros. El cloro no es un elemento químico prohibido, como el gas sarín, pero si esta prohibida su utilización militar, como la de cualquier otra sustancia química. No existe antídoto contra las quemaduras externas e internas que produce el cloro en sus diferentes formas y combinaciones.



Tras la derrota de ISIS, la fase final de la guerra de Siria

El ataque del régimen sirio, en una ofensiva iniciada a mediados de febrero de este año, se produjo después del bloqueo de las negociaciones para el alto el fuego, entrega del territorio y traslado de los yihadistas desarmados y sus familias hacia la bolsa de Idlib, bajo el control de las milicias pro turcas de Hay’at Tahir al Islam, en una estrategia que reproduce la de la toma del Este de Aleppo en diciembre de 2016. Los suburbios de Damasco en Ghouta Oriental han sido desde 2013 una amenaza constante para las zonas de la capital controladas por el régimen de al Assad, sometidas a continuos ataques de artillería y morteros y viceversa. La población civil de los suburbios, unas 400.000 vive en los sótanos y refugios construidos bajo los edificios demolidos, cercados por el ejercito sirio y sometida al régimen despótico de las milicias islámicas locales, centralizadas por Jaysh al Islam, cuya primera victima fueron los Comités Locales de la oposición democrática siria.

La noticia del ataque y del uso de armas químicas llegó acompañado por un video estremecedor de niños víctimas, cuya autenticidad ha sido cuestionada por Rusia como un montaje de los servicios de inteligencia británicos. Macron afirmó taxativamente que tenía pruebas irrefutables de la responsabilidad del régimen sirio, pero solo presentó un informe, resumen de los publicados por NNUU, con tres fotos de internet. La falta de pruebas reales fue obviada, por unos y otros, alegando el carácter secreto de las fuentes de los respectivos servicios de inteligencia. Trump inició su propia escalada de twitters contra el régimen sirio y contra Rusia, asegurando la utilización de “misiles bonitos, nuevos y listos”. El Secretario General de NNUU solicitó el envío a Siria de una comisión de investigación…



"Rusia promete derribar todos y cada uno de los misiles disparados contra Siria. Preparate Rusia, porque iran ¡los mas bonitos, nuevos e "inteligentes"! No deberíais ser socios de un asesino brutal ¡que mata a su pueblo con gas y lo disfruta!"

Pero poco importaba si el régimen sirio había lanzado el ataque con cloro para imponer la rendición condicionada de Jaysh al Islam o se trataba de una provocación del propio grupo, entre cuyas prácticas se cuenta el secuestro de civiles en zonas pro-Assad para utilizarlos como escudos humanos, o simplemente no se ha producido. La experiencia de como se vendió la existencia de armas de destrucción masiva en Iraq solo contribuye al escepticismo. Como demostró el ataque aéreo israelí contra la base T4 de Palmyra, el jueves 12 de abril -en el que dos cazabombarderos lanzaron desde espacio aéreo libanés 8 misiles, de los que 5 fueron interceptados, matando a 7 soldados sirios y otros tantos iraníes, entre ellos el coronel Madi Dajakan, responsable de la defensa antiaérea y drones de los Pasdarans en Siria- bajo la escalada propagandística se había entrado en otra fase diplomático-militar: lo que se enfrentaban en Siria ya no eran fuerzas autóctonas interpuestas, sino directamente las potencias regionales.

Desde la toma de Aleppo Este en diciembre de 2016, la guerra deSiria ha prácticamente finalizado con la recuperación por el régimen de Bashar al-Assad del 85% de la población en la llamada “Siria útil”. Lo que queda por delante es la guerra en Siria entre las potencias regionales. La zona controlada por los kurdos-sirios al este del Éufrates se ha desarrollado como el frente territorial protegido por la fuerza aérea y las tropas especiales de EEUU en la guerra contra ISIS, pero esta amenazada por Turquía, que no solo es el principal sostenedor del yihadismo islamista en la bolsa de Idlib, sino que ha intervenido para expulsar a las milicias YPG kurdas de Afrain, estableciendo una continuidad territorial entre su frontera sur e Idlib. La desaparición del Estado Islámico como califato en buena parte de Irak y Siria, no así de ISIS, ha roto el corredor sunita apoyado por Arabia Saudí y Qatar y lo ha sustituido por un continuo territorial chiita de la alianza Irán-régimen de al Assad-Hezbollah, con apoyo ruso, que ha establecido un frente con Israel en el sur del Libano y los altos del Golan en Siria.

Intervención imperialista directa en la guerra en Siria

El fracaso de las distintas conferencias de paz entre fracciones sirias, propiciadas por Francia o Rusia -la última de ellas en Sochi en febrero de este año- ha sido la demostración palpable de la voluntad de las potencias occidentales, con Arabia Saudí e Israel, de no permitir que la situación militar sobre el terreno se convierta en el nuevo statu quo regional y forzar una negociación diplomática geopolítica en Oriente Próximo sostenida con su intervención militar directa aérea y naval. El hipócrita debate sobre los objetivos “morales” e incluso “estéticos” del ataque aéreo de EEUU, Francia y Gran Bretaña responde a este objetivo estratégico imperialista, no a impedir la “normalización de la guerra química” tras el ataque con cloro de Duma, después de años de su utilización en la guerra de Siria, por Saddam Hussein contra los kurdos y por Irak en la guerra con Irán.

Las dos señales del nuevo equilibrio de poderes y de la confrontación geopolítica entre las potencias regionales, más que el ataque de Duma, hay que buscarlas en la Conferencia tripartita de Ankarade Rusia, Irán y Turquía (formalmente miembro de la OTAN) y en la preparación israelí para un nuevo conflicto militar en Libano y Siria, de la que los ataques de la aviación israelí en septiembre de 2017 contra el centro de investigación de Masyaf y ahora contra la base T4 de Palmyra son la mejor prueba.

No atacar a Siria- un ataque no traerá más que problemas a EEUU. ¡Hay que centrarse en hacer a nuestro país fuerte y grande de nuevo!

La respuesta ante estos acontecimientos de la nueva administración Trump no han podido ser más errática. En 2013 y durante la campaña electoral, Trump criticó la intervención de Obama en el conflicto sirio, defendida por Hillary Clinton. Escasamente hace una semana, en esta línea, anunció su intención de retirar a los 2.000 miembros de las fuerzas especiales de EEUU que asesoran y operan en la zona controlada por las YPG kurdo-sirias. A continuación se produjo la escalada verbal con Rusia tras el ataque de Duma, que ha servido para arrinconar en los medios de prensa de EEUU la investigación del fiscal especial sobre el apoyo cibernético de origen ruso a Trump en su campaña electoral. En su intervención en el Congreso la semana pasada, el secretario de defensa Mattis declaró que su mayor preocupación era prevenir que un ataque de represalia en Siria provocase una “escalada fuera de control”, que impidiese una negociación geopolítica de las grandes potencias sobre el reparto de zonas de influencia en Oriente Próximo. Dos semanas antes se había producido la visita a Washington del príncipe heredero saudí Mohammed bin Salman (que es una de las principales fuerzas desestabilizadoras de Oriente Próximo, con la guerra de Yemen, su conflicto con Qatar y la financiación de las milicias islámicas sunís en Siria e Irak*) y a comienzos de marzo la de Benjamin Netanyahu.

La situación del principal aliado en estos ataques, el presidente Macron de Francia, tampoco está mucho mejor desde el punto de vista interno. El giro neoliberal y conservador de su administración se enfrenta a un clima social conflictivo y a un endurecimiento de su política frente a la inmigración y la comunidad musulmana en Francia. El ataque contra Siria le ha permitido exigir “unidad nacional” frente al enemigo, mientras posponía al limite legal de tres días el debate en la Asamblea Nacional. La primera ministra británica May, reducida a “tercer componente” de la alianza occidental, tiene en perspectiva otra humillación como es el resultado de las negociaciones con la UE sobre el Brexit y también ha aplazado el debate parlamentario, que su antecesor Cameron perdió en 2013, bloqueando de hecho la respuesta punitiva de Obama contra Siria.

La nueva guerra fría en su tercer frente de Oriente Próximo responde en buena parte a las dificultades internas que atraviesan Trump, Macron, May, y también Netanyahu y Mohammed bin Salem. A las que se suman sin duda las de Putin, Erdogan o Rouhani. La supuesta “racionalidad” de las defensa de los valores occidentales o geopolíticos de las nuevas potencias regionales esconde y retroalimenta los conflictos sociales nacionales, como ha puesto al día en su análisis del “nuevo imperialismo” John Smith.

La guerra en Siria inicia ahora su fase más peligrosa, que será determinante para cualquier negociación posterior del equilibrio geopolítico regional. La batalla de Idlib que se avecina implicará una confrontación de intereses estratégicos entre el régimen de al Assad y la Turquía de Erdogan, con Rusia como mediadora y potencia decisiva, amenazando con desarticular definitivamente el flaco suroriental del cerco de la OTAN sobre Putin. Y al mismo tiempo, ha puesto fin a la zona de amortiguación establecida por Israel en el sur del Líbano y el Golan, con bases iraníes en Siria y el fin del proceso de paz de Oslo con Palestina. Regionalmente, Isis mantiene una presencia, que será más activa en los próximos meses, en Irak, este de Siria, Sinai y Libia y sigue abierta, en medio de una catástrofe humanitaria desesperada, la guerra de Yemen.

¿Se acordará alguien dentro de un año del ataque químico y de las víctimas de abril de 2018 en Duma?

Nota:

* Parece gratuito recordar que tras la visita a Washington, el heredero saudí visitó Madrid donde, agasajado como se merecía por sus pares, cerró contratos militares por varios miles millones de millones de euros que incluyen, además de las habituales armas ligeras y munición, cinco fragatas de combate y la construcción de una base naval con tecnología comparable a la de Rota. Conocemos así las contrapartidas del contrato de construcción del AVE Riad-Meca y de la comprensión saudí para el aumento de los costes y plazos de construcción licitados.

Es miembro del comité de redacción de Sin Permiso.

Fuente:

www.sinpermiso.info, 17 de abril 2018