Naomi Klein: "Tenemos que reconstruir a partir de los escombros del neoliberalismo". Entrevista en Sin Permiso Destacado

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Revista Sin Permiso. La autora y activista Naomi Klein nos habla de su vida en la izquierda, de la emergencia climática y de cómo la Covid-19 está exponiendo los límites del neoliberalismo –y creando oportunidades para organizarse en su contra–. Esta entrevista tuvo lugar en el podcast de Grace Blakeley A World to Win, es posible suscribirse en iTunes y dar soporte al programa en Patreon. Fue entrevistada por Grace Blakeley.

Naomi Klein es una de las escritoras de izquierdas más prominentes del mundo. Sus libros No logo y La doctrina del shock se convirtieron en críticas definitorias de nuestro sistema social durante los consumistas noventa y de las desastrosas consecuencias del crac económico de 2008.

Durante los últimos años, Klein ha estado más asociada a la lucha contra el cambio climático. Sus libros de 2014 Esto lo cambia todo: el capitalismo contra el clima y de 2019 On fire: The Burning Case for the Green New Deal han buscado llevar a la actualidad la cuestión de la urgencia de la crisis que afronta el planeta y la necesidad de soluciones políticas radicales para hacer frente al desafío.

En esta entrevista habla de ambos temas con Grace Blakeley de Tribune y también deja entrever su camino hacia las políticas de izquierdas, su punto de vista sobre las elecciones presidenciales de Estados Unidos del 2020 y la cuestión de la reconstrucción del movimiento laborista frente a la crisis de la Covid-19.



Clima y elecciones en Estados Unidos

En CNBC News, esta semana había una noticia donde se contaba que el hemisferio norte habrá pasado el verano más cálido registrado. El período de junio a agosto fue 2.11 grados Fahrenheit, más o menos un grado Celsius, más cálido que la media del hemisferio norte, cosa que lo hace el segundo agosto más cálido desde que se empezó a registrar ese dato en 1880. Da bastante miedo la noticia ¿no?

Da mucho miedo porque estamos perdiendo el hielo del Ártico a un ritmo alarmante. Creo que donde es más preocupante, en relación a donde hay más calentamiento, es cuanto más al norte vamos. Solamente vemos temperaturas asombrosamente cálidas en el Ártico. Y obviamente cuando se pierde hielo, el nivel del mar sube y eso tiene un impacto global enorme y no lo recuperamos.

Como dice mi amigo Bill McKibben, hemos roto una de las características más importantes del mundo, el Ártico. O sea que sí, vamos mal. Y obviamente, los incendios forestales son un síntoma de ello. Las tormentas, este puño de huracanes simultáneos que están golpeando la costa sur de Norteamérica son otro signo de ello y el Caribe también. Así que ya estamos en ello. Definitivamente ya estamos en ello.



Había otra parte del artículo, donde se mostraba que la temperatura en Death Valley había alcanzado los 130 grados Fahrenheit [54 ºC], una de las temperaturas más altas jamás registradas en el planeta.

Sí, estuve en esa zona el verano pasado y a 118 grados [48º C] hacía un calor insoportable. Además, estamos perdiendo ecosistemas realmente únicos. Los árboles de Josué, otros paisajes mundiales, están ardiendo en llamas. Esa temperatura récord está en el contexto en que estamos viendo esos incendios descontrolados. Solamente en los últimos días, cinco de los incendios forestales más grandes de la historia de California estaban activos al mismo tiempo. Es decir que el calor tiene mucho que ver. No es el único factor. Hay otros factores implicados en la razón del descontrol que se está dando, incluido cómo se han gestionado los bosques.

Eso es lo raro de Donald Trump, a menudo acierta un poco. Fue a California y dijo que no era por el aumento de las temperaturas. No es por el cambio climático. Es por la gestión de los bosques. Es absolutamente por las temperaturas cálidas y por la falta de humedad, pero parte de lo que lo empeora es que se ha borrado y se ha dejado de contar con el conocimiento indígena en California y en tantas otras partes del mundo.



Los pueblos indígenas solían involucrarse en lo que se llama fuegos culturales o fuegos controlados –es una manera de cuidar el bosque permitiendo que haya algo de fuego que formaría parte de un ecosistema sano–. El ecologismo ha tendido a mirar al bosque como si de un museo se tratara, que no cambie nada de nada. Y ha habido mucho miedo al fuego también, al tiempo que ha habido más desarrollo descontrolado. Así que si asusta perder hogares, que en primer lugar nunca deberían haber sido construidos en zonas de fuego, entonces no se puede tolerar ningún tipo de fuego.

Ha habido un aumento de lo que llamamos combustible. Lo que en realidad es solamente madera muerta, escombros. Según como lo veo, si estás haciendo una hoguera, tienes que tener pequeños pedacitos de leña menuda o astillas, quizás algo de papel, los leños pequeños, y enciendes el fuego con una cerilla. Se enciende y añades los leños más grandes. Así que hay un fallo en dejar que el fuego se lleve los escombros.

Hay insectos vinculados al cambio climático que no mueren de manera cíclica, han estado comiendo madera, han estado comiendo árboles y dejando tras ellos muerte. Ahora hemos tenido una plaga de polillas que hacen eso. Así que hay mucho combustible. Eso es lo equivalente a los pedacitos de leña menuda o astillas si imaginas cómo preparar una hoguera. Y entonces el calentamiento es la cerilla, el calentamiento llega y todo estalla. Y así es como estamos ahora.

¿Cuánto crees que se va a tener en cuenta la cuestión en la campaña electoral presidencial? Crees que la escala de desastres que estamos viendo este año, incluso con Trump descartando la idea de que tenga nada que ver con el colapso del clima, va a afectar básicamente a que la gente empiece a prestar atención y a influenciar su comportamiento de voto.

Creo que si Biden sigue con el mensaje que ha estado transmitiendo solamente estos últimos días podría tener mayor impacto porque las encuestas señalan que los votantes están muy preocupados por el cambio climático.

El mayor cambio de los últimos dos años, pero especialmente del último año y medio, lo vemos al preguntar a los votantes del Partido Demócrata que dijeron que les importaba el cambio climático como para que estuviera en la lista de cuestiones que les preocupan. Es un poco raro hacer encuestas de ese tipo, preguntarle a la gente qué les importa más, la atención sanitaria o el empleo, ¿el empleo o el cambio climático? Así la gente hace esas listas ridículas como si todas esas cuestiones no estuvieran relacionadas entre sí, pero en esa encuesta, cuando se les pidió a los votantes demócratas que dijeron que les importaba el cambio climático que pusieran las cuestiones que les preocupaban en una lista por orden, lo pusieron al final confiadamente, en el puesto 19 o 20. Eso ha sido así desde hace ahora ya una década.

Pero los últimos dos años ha ido subiendo sigilosamente hasta el punto de que al llegar las primarias de los demócratas se disputaba ser el tema de principal preocupación junto con la atención sanitaria. Y también está en una posición muy alta en la lista de los independientes y de muchos republicanos. Así que es un tema importante. Definitivamente hay una sensación de urgencia y especialmente cuando las personas están teniendo que vérselas con algo nunca antes visto. Recuerdo estar en Misisipi, un estado republicano como el que más, después de que el huracán Katrina golpeara la Costa del golfo de Estados Unidos y encontrarme con republicanos que decían “Claro que esto es por el cambio climático. Construimos nuestra casa aquí porque sabemos dónde está la altura máxima de la marca de agua y el agua nunca había llegado a esa altura antes.”

Así que cuando la gente lo vive, cuando saben que nunca ha habido un incendio como ese antes, saben que nunca ha habido una tormenta que haya aumentado de ese modo antes, está causando impacto en sus vidas, entonces evidentemente que tienen una sensación de urgencia respecto al tema. Creo que ha habido un mensaje inteligente por parte de la campaña de Biden en comparación con el mensaje muy enfocado en los suburbios de Trump: Antifa viene a por los suburbios, quieren destruirlos. Y, mientras tanto, lo que realmente está destruyendo los suburbios no es el movimiento Antifa, son los incendios forestales por toda la zona del Noroeste del Pacífico. Son esas marejadas ciclónicas.

Creo que se está mandando un mensaje inteligente. Espero que siga adelante con él. A menudo se ven algunos mensajes buenos de los demócratas centristas y entonces se asustan y lo dejan. Les dicen que están politizando los desastres y entonces pierden el coraje y reculan. Espero de verdad que no lo pierdan nunca porque es un mensaje ganador.

¿Y qué sucede con la política actual? Biden tiene ese plan de 3 millones por el clima que está acaparando los titulares, y he visto alguna referencia en positivo en los medios progresistas e incluso de gente que daba apoyo a Bernie y a otras candidaturas. ¿Crees que va a ser tan transformador como parece?

Creo que la respuesta corta es no, no si se les deja que hagan lo suyo. Y si te soy sincera, no les he prestado muchísima atención tampoco. Obviamente que estoy siguiendo lo que se dice desde la campaña de Biden, pero supongo que llevo suficiente tiempo viendo campañas electorales como para saber que hay una gran diferencia entre lo que un central demócrata va a decir durante la campaña electoral y lo que hará una vez elegido.

Miran las mismas encuestas que yo. Entienden que es un tema ganador que atraviesa las divisiones partidarias, que resuena en los suburbios enriquecidos y al mismo tiempo en las comunidades y ciudades empobrecidas. También entienden que hay un ala joven muy movilizada de su partido representada por el Sunrise Movement, entre otros, que van a hacer de sus vidas un infierno si no dicen algunas de las cosas que tocan.

¿Quiere decir eso que nos traerán el Green New Deal de nuestros sueños? De ninguna manera. No significa eso. Quiere decir que entienden que ese es un mensaje electoral ganador, que es peligroso no ofrecer algo al ala progresista del partido, pero lanzan mensajes contradictorios. Biden también está dando discursos sobre cómo de ninguna manera va a prohibir el fracking porque se han autoconvencido de que es la manera de ganar Pennsylvania.

Y creo que la medida real de lo que podemos esperar se ve en de quién se rodea Biden y a quién acaba nombrando. En mi opinión, un signo de esperanza es que el movimiento de la justicia climática no ha tomado una posición de esperar y ver, cosa que fue uno de los grandes errores que cometimos con Obama.

Con Obama creo que hubo un consenso muy fuerte alrededor de un ala en el Partido Demócrata que apoyaba lo que yo llamo “démosle al tipo una oportunidad”. Por muy escandaloso que fuera lo que hiciese Obama –ya fuere hacer campaña hablando de cómo iba a rescatar Main Street de Wall Street y entonces se ve claro que le está aconsejando Larry Summers– incluso así había esa idea de “Démosle una oportunidad; quizá en ese juego de ajedrez tridimensional que está jugando, está lanzando el mensaje de ‘mantener a Wall Street tranquilo’, pero es que en realidad va a hacer eso”.

Y creo que hemos aprendido la lección a las malas: no se le puede dar ninguna oportunidad. Debemos seguir presionando en todos los sentidos. Se han mandado cartas firmadas por una gran cantidad de líderes medioambientales, avisando a la administración de Biden de que no nombre a gente con lazos con el sector de los combustibles fósiles para cargos clave en la energía, que es lo que hizo Obama.

La gente está intentando adelantarse y dejar claro que no estaremos satisfechas con que simplemente se digan cosas bonitas durante la campaña, que nos importa a quién nombre, de quién se rodee. Sea como sea esa va a ser la presión a la que va a estar sometido. Pero estoy del todo convencida de que es imperativo que nos deshagamos de Trump, de que lleguemos a un terreno en que esos debates importen.

Ni siquiera nos molestamos en presionar a Trump porque sabemos que no es posible presionarlo. Y evidentemente no en relación a un Green New Deal, es un callejón sin salida. Así que necesitamos llegar a un terreno en el que podamos tener algo de poder y necesitamos aprender de los errores de los años de Obama, en que sinceramente, malgastamos la primera parte de la presidencia de Obama dándole una oportunidad a sus varios amigos. No fue hasta la segunda parte que empezamos a ver desobediencia civil masiva, ya fuese en el movimiento contra el cambio climático con la campaña Anti-Keystone XL y la campaña de Dakota Access Pipeline en Standing Rock o el movimiento de Black Lives Matter, el movimiento de los Dreamers y el movimiento de los derechos de los migrantes.

La gente salió a las calles y se manifestó contra la administración de Obama, ejerció la desobediencia civil y mostró alternativas fuertes. Fue cuando empezamos a ver algo de movimiento y a obtener políticas medio decentes. Obviamente ahora ya no tenemos tanto tiempo. Así que lo que obtengamos de Biden va a depender de lo que exijamos en el período de transición y desde el primer día. Eso asumiendo que acabemos en lo que ahora representa la mejor posibilidad que es que Biden gane.

Una vida en la izquierda

Tu libro No Logo fue como un oasis en el desierto neoliberal que había antes de la crisis financiera, durante el movimiento altermundista. En esa época, hiciste un documental, The Take, sobre una fábrica tomada por los trabajadores en Argentina. Luego vino La Doctrina del Shock, que salió en vísperas de la crisis financiera y que probó que su tesis principal era correcta. Desde entonces has publicado varios más, incluidos Esto lo cambia todo y tu libro más reciente: On Fire: The burning case for the Green New Deal.

¿Nos puedes contar un poco sobre cómo te ves implicada en todo eso? ¿De dónde salió tu decisión de querer empezar a escribir, de querer adentrarte en el activismo?

Bueno, yo siempre escribí. Me vi a mí misma como escritora o quise escribir antes de verme como activista. De niña escribía mucho. Escribí mucha poesía mala, llené muchísimas libretas, me encantaba escribir, me encantaba leer y crecí en una familia de activistas. Mi madre se dedica a hacer documentales. Ella formó parte del primer estudio de películas de mujeres, creo que del mundo, llamado “Studio D” en Canadá. Mis padres eran activistas contra la guerra. Vinimos a Canadá porque mi padre no quería ir a Vietnam. Mi abuelo entró en la lista negra por ser sindicalista. Trabajó para Walt Disney como animador, ayudó a organizar la primera huelga de animadores y entonces lo echaron y lo metieron en la lista negra.

Resumidamente así es como crecí. Además, mis abuelos formaron parte del movimiento Back to the Land en New Jersey, donde formaron parte de la creación de ese tipo de comuna llamada Nature Friends, donde Paul Roberson, Pete Seeger y Woody Guthrie actuaron. Nos fue una cultura muy presente mientras crecíamos. Aunque yo personalmente me avergonzaba muchísimo de ello porque crecí en los 80. Pensaba que en general era algo horrible.

Pero de alguna manera me caló, a través de la familia y demás. Luego cuando fui a la universidad, empecé a escribir para el periódico del campus y me impliqué en la política por lo que iba sucediendo. En mi primer año en la universidad hubo una masacre espantosa en una universidad de mi ciudad, Montreal. En ese momento, creo, fue el peor tiroteo masivo de la historia de Canadá, con un tirador que entró en una escuela de ingeniería donde creía que se le había discriminado por ser hombre. Era como un incel antes de tiempo. Eso fue en 1989, separó a los hombres de las mujeres en la escuela de ingeniería, puso a las mujeres en fila frente a una pared y les dijo “sois todas una panda de malditas feministas” y mató 14 mujeres y luego se pegó un tiro.

En ese momento, en estado de shock, encendimos las radios y televisiones y oímos un mar de comentaristas hombres diciendo que no tenía nada que ver con el feminismo ni con las mujeres ni con la misoginia. Fue una locura. ¿Os suena? Ese tipo de acontecimiento te da una patada en el culo, sobre todo a mí, porque crecí en ese contexto y hasta entonces realmente había intentado no participar. Mi hermano era el gran activista. Yo solamente quería ser escritora y no destacar demasiado y de repente me encontré a mí misma moderando reuniones y recurriendo a esas capacidades que no era consciente que poseía, pero que sí que tenía porque crecí en un hogar donde había reuniones políticas en la sala de estar. Así fue como empezó todo para mí.

Tu carrera empezó como crítica de la globalización neoliberal. Nos puedes contar un poco sobre cómo tu crítica sobre lo que los liberales llamarían el orden mundial bajo el mandato de la norma se ha desarrollado desde los años 90 y concretamente, ¿crees que estamos entrando de alguna manera en una fase de des-globalización?

No sé exactamente en qué fase nos encontramos. No creo que nadie lo sepa. Pero estamos en una nueva fase y creo que Trump ha marcado una era diferente en la que ciertamente ha nacido un nuevo tipo de proteccionismo. Pero no creo que esté ni mucho menos en conflicto con el orden de mercado neoliberal como a él le gustaría que creyéramos. Del mismo modo creo que a Johnson le gusta posicionar al Partido Conservador como una incomodidad para los globalizadores y demás.

Creo que han aprendido a beneficiarse de la profunda crítica que el régimen del mercado representa en términos de desindustrialización, el vaciado de economías y la precarización del empleo. Y entienden que su base electoral piensa en eso. Por eso encuentran maneras de, en general, hacer ver, diría yo, que hacen cambios en esa economía de mercado mundial. Dicho eso, creo que están habiendo cambios reales en los conflictos con China. Desconozco si realmente hay una razón detrás más allá de la voluntad de Trump de aferrarse al poder.

Pero para mí, en los 90, llegué a ello porque tenía una columna en un periódico de Canadá, el Toronto Star y edité una revista de izquierdas llamada This Magazine y estábamos haciendo muchos artículos sobre el impacto de ese régimen comercial en el empleo. Escribía tanto sobre los talleres en Indonesia, en las Filipinas, otras partes y eventualmente en China donde se fabricaban nuestros productos, como sobre el aumento de los McEmpleos. Todo eso aparece en No Logo.

Realmente surgió de tratar de entender cómo se fabricaban las cosas ahora, los objetos de nuestra vida y el aumento de lo que yo llamaba marcas vacías, esas marcas que no tienen sus propias fábricas. Entendiendo que no solamente se trataba de productos que estaban siendo fabricados sino que era una manera de concebirse de las corporaciones, principalmente no como productores de cosas sino como productores de ideas, de identidades, de tribus. Ese era el modelo de Nike y fue revolucionario en su momento –tener una empresa que parecía una empresa pero que se dedicaba básicamente a fabricar y vender zapatillas sin una sola fábrica de su propiedad–. Eso fue un nuevo modelo de negocio porque toda su competencia tenía su propia línea de producción y dio tanto beneficio que todo el mundo empezó a imitarlo.

Pero lo que trataba de retratar era cómo ese modelo de negocio cambió ambos el empleo y la cultura. Obviamente cambió el empleo porque lo precarizó y hace que la gente que hace las cosas sea menos importante para los actores poderosos porque se les emplea a través de una red de subcontratas. Si hay un problema en una fábrica, simplemente finalizan el contrato y se lo dan a otra, así los empleados tienen menos poder. Pero también cambia la cultura porque el producto es tu idea, tu identidad, así que se produce a través del marketing. Produces devorando esas manifestaciones y expresiones de esas ideas en el mundo real con patrocinios corporativos y demás.

Era una joven periodista, interesada en cómo la cultura joven estaba siendo devorada en ese período y No Logo fue un libro tanto sobre el empleo como sobre la cultura, un libro sobre cómo nuestra cultura estaba cambiando y Trump es producto de eso. Eso es algo que creo que es importante que entendamos; que Trump es la primera marca vacía jefe de estado.

Se podría argumentar que Berlusconi fue un ejemplo temprano de eso, pero Berlusconi en sí mismo no era la marca ¿no? Él posee una red entera de medios de comunicación y equipos deportivos y otros. Estaba metido en esos negocios pero la marca no era Berlusconi. En el caso de Trump, la marca es Trump y giró en torno a eso. Tradujo eso a su carrera política como presidente. Es bastante extraordinario a decir verdad.

Es increíble que escribieras La doctrina del shock y que se publicara en 2007 y que entonces, un año después, por toda Europa y Reino Unido viéramos como los gobiernos usaban esa crisis para imponer los costes del crac de la crisis financiera a las personas trabajadoras con la austeridad…

El capitalismo es un creador de crisis, como sabes, ¡así que no es tan increíble que hubiese una crisis! En realidad ese método se había ensayado por todo el mundo después de la crisis financiera asiática, después del colapso de la Unión Soviética, de la crisis del peso. De eso escribía en La doctrina del shock. Finalmente llegó a casa, al centro de poder de Wall Street.

Obviamente eso tuvo un gran impacto en los movimientos en los que has participado desde entonces. Mucha de la energía detrás de los momentos de Corbyn y de Sanders se puede, de una manera u otra, trazar hasta el movimiento Occupy Wall Street y las manifestaciones que salieron de la crisis financiera. ¿Qué te parece que son los restos del impacto de esa crisis en la izquierda?

En cierto modo creo que hay una línea continua que se puede seguir en muchos de esos movimientos y cómo son contados y cómo se procesan como si fueran hechos independientes. Como si no hubiera una conexión entre los movimientos altermundistas de principios de los 2000 y finales de los 90 y el movimiento Occupy, pero claro que la hay y que hay conexiones entre el movimiento por la justicia climática y Occupy y Bernie y Corbyn.

Con un poco de suerte aprendemos de nuestros errores y creo que los límites de los movimientos de las plazas, uno de ellos, fue que muchos no propusieron alternativas a este sistema fallido. Había un cierto fetiche por no hacer demandas –era un no pero no había un sí fuerte a lo que queríamos para sustituirlo–.

Hay excepciones a eso, pero creo que entre las personas que estuvieron metidas en la plaza Tahrir o en las protestas masivas en Grecia hay una cierta autocrítica honesta en relación a la incapacidad de hacer más a parte de decir que no. Has mencionado que estuve vinculada a ellos. Lo estuve, les daba mi apoyo y fui a Occupy en varias ocasiones y me encontré con activistas y fui a reuniones pero la verdad es que después de que saliese La doctrina del shock y del hundimiento de la economía mundial tomé la decisión de que no iba a seguir yendo a los sitios a hacer lo que de broma llamábamos con mi compañero Avi, “la ruta de os lo dije”, porque ya me estaban invitando a varios lugares para hacerlo.

Me llegaban invitaciones del tipo “Ven a España. Ven a Grecia. Ven aquí. Ven aquí” y cuéntanos sobre La doctrina del shock. Simplemente me pregunté ¿para qué? Porque la gente claramente ya lo entiende. El grito en las calles era “no vamos a pagar vuestra crisis” y fue esa rebelión increíble de la gente diciendo lo que estaba pasando. Esa fue una crisis creada por las élites. Creada por los bancos. El coste estaba siendo sistemáticamente trasladado a las personas menos responsables y más vulnerables. Estaba pasando en un país tras otro y la gente estaba resistiendo y nombrándolo. Ya estaba claro que solamente decir “no” no los iba a parar.

Estaba pasando de todos modos y entonces fue cuando decidí escribir Esto lo cambia todo: el capitalismo contra el clima, porque tomé la decisión coordinada de mantener un poco la distancia. Sentí con fuerza que necesitábamos un “sí” arrollador, una visión realmente transformadora de qué tipo de mundo queríamos. No quiero usar la palabra “solución” porque no creo que sea así de sencillo. Sería un proceso de reparación de esas grietas interseccionales, las grietas del mundo físico, lo que le hemos hecho al mundo físico con el cambio climático, con tantas otras crisis ecológicas, el legado de 40 años de austeridad y las grietas de nuestras infraestructuras de atenciones y las grietas simultáneas del sistema penitenciario estatal, que está estrechamente atado a toda la falta de inversión en las partes del estado que de hecho ayudan a la gente.

Esa es mi manera de ver el New Green Deal y lo hemos nombrado de muchas maneras. Cuando escribí Esto lo cambia todo cité a la negociadora del cambio climático Angelica Navarro. Ella también era la embajadora de la OMC que pidió un Plan Marshall para el planeta tierra con la misma idea. Creemos empleos y luchemos contra las alteraciones del clima al mismo tiempo. Vamos a pagar de vuelta por el colonialismo y el esclavismo. Esas son las palabras que dan miedo pero eso es lo que tenemos que hacer.

Recuerdo estar en Europa cuando estaba investigando para Esto lo cambia todo y reunirme con Alexis Tsipras y gente de Podemos. Tsipras me dijo literalmente “A nadie le importa ya el medio ambiente. Solamente les importa la economía”, a lo que le respondí que “tu trabajo es hacer que les importe. No les importa porque creen que tienen que elegir y no tienen porqué hacerlo. Es posible. Necesitamos una visión para crear empleo y resolver la crisis del clima al mismo tiempo. Ese es el camino de salida de la crisis”. Lo descartó sin considerarlo.

Oímos un discurso similar en ese momento, recuerdo a Pablo Iglesias diciendo “La gente no se puede preocupar por el cambio climático cuando no tiene comida que llevar a la mesa”, y pensé: no les hagas elegir. Como sabes, Grace, la idea general de un Green New Deal o como lo quieras llamar es que se le diga a la gente “podemos crear trabajo que pueda mantener a las familias que al mismo tiempo cure al planeta y que nos permita dejar a un lado los combustibles fósiles”.

Eso fue una oportunidad perdida y una oportunidad perdida a nivel mundial pero hay que ser autocríticas y por eso creo que ahora hay una generación de organizadoras por la justicia climática y activistas y políticos insurgentes que comprenden la gravedad de ese error y están finalmente haciendo una campaña con esa visión interseccional. Lo que yo estuve haciendo en ese período era figurar lo que finalmente se convirtió en nuestro plan, que lanzamos inicialmente en Canadá, el Leap Manifesto, hace exactamente cinco años.

La crisis de la Covid

Estamos ahora en medio de esta crisis mundial masiva generada por el Covid-19. ¿Crees que estamos a punto de aprender otra lección de las políticas de La doctrina del shock? ¿o eres más optimista y crees que vamos a conseguir aprovechar este momento para propulsar un cambio real basado en el hecho de que tenemos unas políticas formadas más alrededor de la idea de lo que llamas más bien un sí y no tan un no?

¿Podría el Green New Deal ser nuestro “sí” en este momento que podemos luchar y promover en vista de una crisis que causará tanto sufrimiento y que requerirá de una completa resintonización en tantas partes de nuestros sistemas económicos y sociales?

Debería serlo y creo que necesitamos una visión tan expansivo como sea posible, que realmente aúne los movimientos porque también estamos en medio de lo que se está llamando un ajuste de cuentas racial, una revuelta por la justicia racial. Algunas personas empiezan a hablar de Black (negro) y Red (rojo) New Deal y Green New Deal. Me gusta ese marco porque creo que hay mucho trabajo que hacer para tejer redes entre esos movimientos y recoger las peticiones, las peticiones transformadoras de todos los movimientos incluido dejar de financiar la policía y restar del sistema penitenciario estatal e invertir en la infraestructura de las atenciones.

Necesitamos estar informadas por el movimiento feminista en esto para que tengamos un Green New Deal tan expansivo como sea posible, que realmente resuene en tanta gente como sea posible y que luche para que sea posible. No se trata solamente de ser políticamente correctas y de cumplir con todos los requisitos. Se trata de: ¿cómo se construye una coalición ganadora? ¿Cómo alentas a las personas para luchar por algo? Porque como hemos dicho al principio, hemos perdido luchas en que quizás tuvimos una oportunidad para tener gobiernos que lo entendieran. Nuestros mejores escenarios son un Partido Laborista centrista y un Partido Demócrata centrista en los gobiernos.

Necesitamos movimientos sociales unidos bajo ese “sí” y una base realmente alentadora, una población de gente para luchar por ello e implementarlo a nivel local. ¿Necesitamos fijarnos en qué ciudades controla el Partido Laborista? ¿Por qué no se puede hacer mucho más en ese sentido en Londres por ejemplo? ¿O en Manchester? Y lo mismo en Nueva York, San Francisco y Los Ángeles. Esas zonas donde no se puede culpar solamente a Johnson y a Trump.

Supuestamente tenemos algo de poder en esos sitios y no ha sucedido lo suficiente –y eso importa porque la mayoría de gente vive en las ciudades–. Así que si ven que su calidad de vida mejora cuando se aprueban algunas de esas políticas, entonces los argumentos de la derecha que tan poco ayudan al medio ambiente, empiezan a caer por su propio peso porque la gente ve y experimenta otra cosa en su día a día, no deben elegir.

¿Ahora que, como dices, estamos viendo candidaturas centristas recuperar los partidos de EUA y Reino Unido, ves más viable el camino a conseguir realmente un Green New Deal? Hemos hablado un poco sobre la importancia de que los movimientos sean más radicales en esos temas. Al final vamos a necesitar legislar. Eso es un problema de acción colectiva gigante. ¿Ves un camino a ese nivel tanto de cambio legislativo, como también con la habilidad de unir en un objetivo a nivel de recursos colectivos que vamos a tener que abordar el problema ahora que esas insurgencias de izquierdas han sido vencidas?

Bueno, es mucho más difícil. Pero hubiese sido difícil en cualquier caso porque la verdad es que lo que hemos vivido durante las campañas, en términos de las incansables campañas de desprestigio contra Corbyn y contra Sanders y la realidad de que una parte significativa del Partido Laborista claramente preferiría a Johnson antes que a Corbyn y de que una parte de los centristas democráticos prefieren arriesgarse con Trump antes que con un presidente socialdemócrata, significa que lo que obtuvimos fue solamente el más mínimo vislumbro de cuán dura hubiese sido la lucha si hubiesen ganado. No hubiese sido fácil e igual hubiese sido un fracaso.

Esa es otra ruta de la que estamos hablando que requeriría de una gran movilización mundial. Cuando hablamos de presión del movimiento social, si nos fijamos en lo que sucedió durante los años 30 cuando Roosevelt era presidente, lo que pasaba en la izquierda de Estados Unidos fue simplemente extraordinario. Hubo más huelgas año tras año. Una creería que, cuando ganas seguridad social y seguros de paro y rompes con los bancos, la gente no verá necesaria una huelga general, pero fue entonces cuando la hicieron.

Mi amigo Raj Patel montó un gráfico que muestra los paros laborales durante los años 30 y lo que se ve es que a medida que se desarrollaba el New Deal, el número de huelgas aumentó bruscamente. El punto más alto fue 1937, el New Deal empezó el 1933. En ese momento se estaban parando ciudades enteras y puertos y demás. No era una simple manifestación. Eran poblaciones movilizadas y por eso Howard Zinn diría “Sí, preocuparos por a quién votáis cuando estéis en el colegio electoral, el resto del tiempo, construid poder”.

Son legados complicados y tenemos que aprender tanto de los fracasos como de los éxitos. Sí lo veo posible. Es muy difícil y se trata de aprender que tenemos que construir a partir de los escombros del neoliberalismo. En cierta manera, creo que igual hemos sido demasiado ingenuas al pensar que podríamos haber hecho eso de arriba a abajo. Porque Corbyn y Sanders, si hubiesen ganado, no hubiesen tenido poblaciones organizadas como las tuvo Roosevelt porque no podemos reconstruirnos de 50 años de ataques contra los movimientos obreros tan rápidamente. Así que el paisaje es diferente y ese es un trabajo que tenemos que hacer desesperadamente.

Para volver a lo que preguntabas sobre la pandemia y cómo podemos potencialmente ganarla, creo que una de las cosas que la pandemia ha hecho es mostrar a millones de trabajadoras que han sido tratadas como lo más desechable, que ellas y ellos son, de hecho, las trabajadoras más esenciales de nuestra economía. Han sido etiquetadas como trabajadoras y trabajadores esenciales y si te fijas en quienes son, es la clase obrera, son las personas que mantienen las luces encendidas, las que reparten el correo, las que cuidan a las personas mayores. Sabemos de quién estamos hablando. Hablamos de la gente que hace que el mundo funcione.

Quiero ser cautelosa en cómo digo esto porque creo que muchas de esas trabajadoras sabían cuán importante era su trabajo. Pero mira, la ideología neoliberal es una fuerza poderosa. Así que ahora las trabajadoras y trabajadores de Amazon saben cuán importante son para mantener alimentada y vestida a la gente. Creo que ahí es donde no se va a parecer a los años 30, lo que significa el trabajo esencial. Se está organizando online y en persona, pero eso son nuevas herramientas que se están organizando.

Creo que hay distintas palancas en una era de capitalismo distinta, pero esa es nuestra esperanza; yace en las trabajadoras esenciales a las que tan mal se ha tratado. Ya sean enfermeros a quienes se ha mandado trabajar con pacientes con Covid sin lo que necesitaban para mantenerse a salvo a ellas mismas y a sus familias, hay tantas trabajadores encolerizados ahora mismo, con toda la razón y el derecho a estarlo. Y ahí yace poder si lo podemos movilizar.

Fuente:

https://tribunemag.co.uk/2020/09/naomi-klein-we-have-to-rebuild-from-the-wreckage-of-neoliberalism

Traducción:Júlia Sanchón Soler

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