Las llaves del país

Compartir

¿Quién no pidió cuando era niño prestadas las llaves de la casa? La respuesta en la mía siempre era: ¿"Para qué las quieres?". Y en ese delicado momento más valía tener una respuesta creíble y coherente. De otra manera las llaves no te serían dadas, por lo menos a solas, y menos si ya tenías antecedentes de mal manejo del contenido de la despensa.

Así me parece ahora el panorama: muchos quieren las llaves de la presidencia de la república y se creen merecedores de la confianza a recibir las llaves que aún creen que les darán acceso a un poder que hace muchísimo años dejó de ser absoluto. Pensando que las llaves les abrirán todas las puertas, se presentan con sus mejores actitudes, discursos, tonos, caras y peinados en eventos, entrevistas o spots cuya finalidad está mal planteada en la ley, a proponerse a sí mismos para gobernar el país.

La pregunta de verdad es ¿Para qué las quieren? Suponiendo que lo sepan, no lo dicen con claridad. Todo son discursos sobre una aceitosa superficie. Ni una sola persona de las que andan en las pasarelas ha hablado de la necesidad de construir una plataforma política basada primero en un excelente diagnóstico, y luego de una agenda que de manera realista nos explique cómo construir a largo plazo oportunidades para los millones de marginados del país, de otorgar seguridad pública y justicia razonablemente eficiente, educación de calidad y un ordenamiento ambiental y territorial que a futuro garantice la sostenibilidad del país. No, su carta de presentación son ellos mismos, la supuesta gracia de sus personas, la elocuencia de sus palabras y sus gestos y los supuestos logros que uno debe de creer como dogmas de fe. No presentan una agenda puntual para el país a largo plazo ni mencionan la imperiosa necesidad de una reconciliación política entre gobernantes y gobernados, indispensable para plantear un nuevo rumbo. En innumerables foros, entrevistas y anuncios promueven su particular magia adornada con números e indicadores, o desgranan un montón de promesas difíciles de alcanzar, pero que ellos prometen qué de cierto lograrán, aunque nunca dicen cómo.



La otra cosa que hacen muy bien es hablar mal de los demás, en especial Anaya y AMLO, como si en sus territorios todo hubiera sido prístino, perfecto e intachable. Ochoa, que ha llegado tarde a la propaganda gratuita, reta desde su esquina a dos pares de orejas que de momento son absolutamente sordos hacia su persona. Los líderes del PAN y de MORENA han hablado de más porque están echados sobre la piñata de spots desde hace un largo rato, aunque mucho se cuidan de no tocar los temas álgidos que en un mínimo ejercicio de honestidad tendrían que abordar no solo ellos, sino todo contendiente serio: la legalización o no de las drogas, la crisis de seguridad pública y cómo combatirla, el retiro de los subsidios a los partidos, la reducción de los asientos en el congreso de la unión y los estados, la necesidad de democracia y no de clientelas dentro de los partidos, la ruta que sí seguirán para alcanzar calidad en la educación o la necesidad de priorizar el tema del agua por seguridad nacional. No hablan de derechos humanos, ni de cuáles sí piensan reconocer como tales. A ese espinoso tema en particular ni se le acercan, pues como diría Don Quijote, y ahora ya sabe Peña Nieto, "Con la iglesia hemos topado, Sancho". Nadie quiere hablar de cómo poner límites a la intromisión de las iglesias en el territorio de un estado que a veces parece ser laico solo en apariencia.

Estamos pues en temporada de conquista, en temporada de mostrarse dulces pero poderosos, graciosos para disfrazar la intolerancia o vagos para disfrazar la falta de propuestas o el genuino desinterés por las ideas de los demás. Se trata de endulzarnos el oído y de tratarnos como menores de edad cívicos. Hay cosas que los niños-ciudadanos no deben oír. Que se conformen con los spots idiotas de los partidos y sus horrorosas porras y músicas de fondo. De debates que importan, duros, serios, ni hablar.

Tampoco hablan de cómo lidiarán con los otros poderes de la unión o desunión en la que se está convirtiendo nuestro país. Su discurso es atrasado y egocéntrico, como si el destino del país fuera a depender sólo de sus personas. Delante de sus carretas políticas y su discurso están solo ellos. Cada uno viene de sus pequeños o grandes reinos en donde aún es posible ser absolutistas, y donde el reloj aún da la hora del día que ellos desean. No acaban de darse cuenta de que ese México ya no existe. Están viendo la procesión del presidente Peña y no se hincan. No conjugan el plural, solo el singular: yo, me, mi, conmigo. El nosotros no lo usan o por lo menos no lo oigo en los candidatos que hoy son más visibles.

No veo a uno solo de los actuales aspirantes a la presidencia de la república con la capacidad y la humildad de oír y hacerse oír por toda la gama de actores de poderes institucionales y fácticos del país. Mucho menos la posibilidad de conciliar a las posturas extremistas que hoy nos dividen.



Si una cualidad deberá de tener quien presida el país a partir de 2018 es la específica y enorme habilidad que debe tener un director de orquesta: la habilidad de orquestar y al mismo tiempo tratar con respeto y tino a los músicos de toda la orquesta, incluso al que solo tocará los platillos al final. Y orquestar en un país donde andamos tan desafinados es de enorme dificultad. Hay que dirigir a una orquesta que hoy es muy estridente, con un coro de mil voces y demasiado desorden. Una orquesta con viejos instrumentos y un presupuesto limitado para adquirir nuevos. Una orquesta que además tiene múltiples partituras pero revueltas y sin orden. Entonces, ¿Qué van a tocar? De esa agenda, de esa melodía, poco sabemos.

Tampoco nos dicen que para formar una orquesta de excelencia se requiere de muchos más años que los que abarcará su sexenio, y que sobre todo, requiere de muchos sacrificios antes de que podamos como país dar un concierto de mínima calidad. Necesitamos un diagnóstico y un objetivo mínimo a cumplir. No hay buen viento para el que no sabe a dónde va. Y la verdad a veces siento que así estamos. ¿No sería obligación del INE el crear junto con los partidos una agenda mínima exigible, una plataforma común de la que todos los contendientes debieran partir? Ya luego que cada partido y candidato explique cómo lograría esos mínimos exigibles. ¿Si no son capaces de eso, de poner un común denominador antes de arrancar formalmente la carrera del 2018?, para qué los mantenemos



Lo que si se ve en todas las personas que quieren la candidatura y el cargo es la convicción de estar listas y arregladas para treparse a dirigir, incluso por solo haber dirigido orquestas de pueblo con las que dicen haber dado conciertos que quitaron el aliento a la concurrencia. Sus asesores los adiestran para emanar buenas formas, pero poco sabremos de su fondo con las actuales reglas del juego. Por supuesto son casi dioses, nunca hablan de sus desatinos, de sus pendientes, de lo que no pudieron lograr, cosa que sería muy sano oír. Nadie está obligado a lo imposible, pero si está obligado a no prometerlo. Pero bueno, como dice el chiste del diablo, ahorita andan en campaña, para qué hablar de realidades e infiernos. Y todavía faltan dos largos años...

Compartir

Sobre el autor

Verónica Mastretta

Verónica Mastretta. Ambientalista, escritora. Encabeza desde 1986 la asociación civil Puebla Verde y promueve con la OSC Dale la Cara al Atoyac la regeneración de la Cuenca Alta del Río Atoyac en Puebla y Tlaxcala.