La invención de Juárez
Día con día
La historia es lo que sucedió y lo que recordamos que sucedió. Quizá, sobre todo, lo segundo.
La posteridad de los próceres es la historia de varias posteridades, de sucesivas invenciones, las necesarias para distintas épocas que necesitan hallar en el héroe virtudes distintas, reales o imaginarias.
Juárez ha cruzado al menos por cuatro posteridades, según la arqueología de su culto hecha por Rebeca Villalobos (El culto a Juárez. La construcción retórica del héroe, 1872-1972. Ed Grano de Sal 2020).
La primera posteridad de Juárez es la que construyen sus contemporáneos. Juárez no es un Presidente popular al morir, es un Presidente desgastado por el largo ejercicio del poder en épocas turbulentas, las cuales exhibieron su templanza pero también su dureza. Muchos de sus contemporáneos célebres, como Guillermo Prieto, eran al final sus críticos.
La muerte inesperada de Juárez, que se cuidó muy bien de revelar a nadie su mal estado de salud, diluyó los enconos en su contra en el lamento público de su partida. Es la posteridad del rito funerario. Cada año se conmemora su muerte. Es el rito de una pérdida, no de una presencia: la celebración del mártir caído, cada vez más inmaculado.
La segunda posteridad de Juárez fue construida por Porfirio Díaz, mediante un giro de genio simbólico. A partir del año 1891, nos recuerda Rebeca Villalobos, dejó de conmemorarse la muerte de Juárez y empezó celebrarse su nacimiento: ya no su pérdida, su ausencia, sino su legado, su presencia.
Es la posteridad del héroe cívico, del gran conductor político que mantuvo en sus riendas la integridad de la nación y de la República. Del proceso de construcción de aquel héroe cívico nace su monumento: el hemiciclo a Juárez, que irradia su mensaje hasta hoy.
Camino a la construcción del hemiciclo, hubo la propuesta de dedicar el monumento al “indio sublime”, al vencedor de sus adversidades raciales. El monumento debía tener motivos prehispánicos.
El instinto simbólico porfiriano eligió mejor: optó por el héroe cívico universal, un héroe a la vez clásico y moderno, enmarcado en columnas de mármol, a la francesa, como está hoy todavía, precisamente en la Avenida Juárez.
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Entre 1872 y 1891, la posteridad de Juárez fue la del lamento por la pérdida del héroe. A partir de 1891, cuando empezó a conmemorarse su nacimiento, no su muerte, Juárez vivió una consagración como héroe cívico cuya marcha triunfal terminó en 1910 con la erección de su Hemiciclo.
La consagración oficial porfiriana es tan ditirámbica que genera anticuerpos. Francisco Bulnes escribe dos libros salvajes sobre “el verdadero Juárez”, la Reforma y la Intervención.
Bulnes baja a Juárez del olimpo. Contradice su fama de líder impasible y muestra al político real, dispuesto a ceder territorio para ganar el apoyo de Washington (tratado McLane-Ocampo), celoso de su mando, insensible y taimado más que imperturbable.
La reacción contra el Juárez de Bulnes produjo muchos libros de historia, entre ellos el de Justo Sierra: Juárez, su obra y su tiempo, que añadieron al culto ciego del prócer una dimensión reflexiva, su validación histórica como fiel de la balanza de su época.
Juárez no fue un prócer favorito de la Revolución Mexicana. Nadie lo celebró en los años 1920s, salvo el naciente indigenismo oficial, donde Juárez no entraba bien, pues sus leyes liberales habían dado paso al despojo de las tierras de los pueblos que reclamaba, por ejemplo, la revuelta de Zapata.
La siguiente posteridad de Juárez empieza en los años 1930s y 1940s con la entrada del personaje en la cultura popular mediante el muralismo, el cine y la televisión.
Para el centenario de la muerte de Juárez, en 1972, el gobierno de Luis Echeverría echa la casa por la ventana. Quiere volverlo a inventar como héroe nacionalista y fundirse en su sombra tutelar.
Para ese momento Juárez ya no es un personaje histórico de carne y hueso, ha ingresado al orden de lo sublime, incluso si lo sublime es una representación que linda lo grotesco como la Cabeza de Juárez.* El personaje ha dejado de ser historia, es ya parte de la mitología.
El gobierno actual quiere ponerse también bajo el numen tutelar de Juárez. Pero el numen de Juárez no se cuece al primer hervor. Como vemos, sobrevive a sus usuarios.
*Rebeca Villalobos: El culto a Juárez. Ed. Grano de Sal.