Bajo un aluvión de flechas / Enrique Pimentel, escritor Destacado

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Voces en los días del coronavirus

Enrique Pimentel / escritor

Hoy rompí el confinamiento para acudir a la entrega de la oficina que estaba a mi cargo. Hacía días que no caminaba por el antiguo barrio de San Sebastián que no ha cambiado mucho desde el inicio la cuarentena: pocos negocios abiertos, pero el mismo tráfico de antes de la pandemia. Y escasos lugares para estacionar el coche. La iglesia del antiguo asentamiento indígena está dedicada al mártir condenado a morir bajo un aluvión de flechas por el emperador Maximiano. Yo la recordaba por un novenario de misas de difuntos al que acompañé hace muchos años a mi abuela. La esposa y la hija de don Juan Durante, un empresario poblano, habían fallecido en un accidente automovilístico en la recién inaugurada autopista México-Puebla. Junto con ellas había perdido la vida el conductor, don Trino, un viejo y muy estimado chofer del sitio de taxis del Gallito, enfrente del cual vivíamos entonces. Habían ido a la capital a una cita médica en el coche familiar. La hija tenía algún padecimiento crónico que había exigido muchas consultas y alguna intervención quirúrgica. Era la época en la que los buenos médicos y los mejores hospitales había que ir a buscarlos al DF. Un tráiler sin frenos los aplastó en algún tramo del camino cuando regresaban a Puebla.



Volví a entrar a San Sebastián el año pasado cuando encontré una pensión de autos más cercana al trabajo, y a unos metros del templo. Ahí descubrí, cerca de la entrada, en una especie de capilla, una réplica del Señor de las Maravillas, muy venerada y visitada desde tempranas horas. Varios de los fieles pasaban, antes de comenzar con las labores cotidianas, a encender a sus pies los clásicos cirios amarillos que se venden alrededor del templo de Santa Mónica donde se encuentra la imagen original. Dos o tres veces a la semana yo solía hacer lo mismo (para lo cual tenía que ir a comprárselos a los ambulantes de la 5 de Mayo y 18 Poniente). La capilla es un compendio de las devociones más acendradas de la actualidad. Atrás y a los costados del Jefe de Jefes de la milagrería poblana, se pueden apreciar cuadros y esculturas de San Charbel, San Judas, la Guadalupana, la Virgen de Juquila, el luminoso Jesús de la Misericordia. Desde el muro contrario, los acompaña San Martín de Porras que fue un santo muy socorrido durante las décadas 60 y 70 del siglo pasado. Quizá él ya estaba ahí cuando yo acudía al novenario de las familiares de don Juan Durante. ¿Cuántos en esta ciudad conservarán memoria de aquel brutal accidente? ¿Cuántos se acordarán de don Trino y de su enorme taxi negro y amarillo? Si sorteo la pandemia y la nueva normalidad, espero regresar a prender un cirio a los difuntos de esas lejanas fechas, y a los que resulten de esta época cruenta que nos tiene, igual que al mártir romano, pero por motivos diferentes, bajo un aluvión de flechas.



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Sobre el autor

EnriquePimentel

Enrique Pimentel (Ciudad de Puebla, 1954). Estudió Derecho así como Literatura y Lingüística Hispánica en la BUAP. Fue director de la Escuela de Escritores Sogem-Puebla y de la Casa del Escritor. Ha publicado los siguientes libros de poesía: Catacumbas, La vida de entonces, Criatura tú, Alondra un día y Corpus City. Y, en coautoría con Beatriz Meyer, las novelas para jóvenes Tajín 365 y El guardián de la Reina Roja.