Del fogón a la boca: ‘Puchero de fiesta’ para la comida del 5 de Mayo Destacado

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Mundo Nuestro. Una más de las entregas de las las crónicas de cocina poblana Del fogón a la boca, escritas por el anticuario poblano, experto en arte popular, Antonio Ramírez Priesca. Mirar la ciudad a través de la comida. Saborearla y aprender con ella a conocer la historia que la contiene. Por la historia y por nuestra comida, valorar la extraordinaria ciudad en la que vivimos. Publicadas originalmente en el portal urbanopuebla, las crónicas de Antonio Ramírez Priesca serán reproducidas semanalmente aquí con su autorización.

Cinco de Mayo: La fecha que ha marcado a generaciones de poblanos por las más diversas razones. Yo sólo puedo recordar a mi papá exclamando: ‘¡Seguro llueve, este día siempre llueve en Puebla!’ exclamaba eufórico, después de pasar los primaverales meses de marzo y abril, los más calurosos y secos, en el esplendoroso Valle rodeado de volcanes.
Blog Historico de la Zona Puebla del PDMU: Desfile del 5 de Mayo 1962
Una de las mayores tradiciiones poblanas: el desfile del 5 de Mayo.


Temprano me vestía con pantalón gris de paño, zapato negro recién boleado, camisa blanca de manga larga, corbata negra y saco de lana azul oscuro: vaya, lo ideal como para pasar varias horas al intenso rayo de sol matutino.

Me llevaba papá a un sitio pactado por la escuela, sobre la 25 Poniente y 15 Sur, en una explanada enorme donde nos agrupaban a todos los chamacos que desfilaríamos esa mañana.

El contingente partía hacia las 9 de la mañana y desfilábamos cantando el Himno Nacional, al ritmo de tambores y trompetas, desde ahí sobre la 13 sur rumbo al Paseo Bravo y de ahí por Reforma hacia el Zócalo. Pasando frente a casa de los abuelos en frente al Paseo me fijaba si estaba la Familia, que gritaban al saludarme desde las rejas de los balcones.

Llegando a la esquina de San Marcos sobre Reforma, el calor y el ruido empezaban a hacer estragos: los chamacos caían como frutos maduros al suelo por la insolación, con la consecuente corretiza de las maestras que los levantaban uno a uno y les daban naranjas partidas a chupar.

El desfile acababa a pocas cuadras después del Zócalo frente a San Roque, donde se estaba la estación de autobuses foráneos, y las hasta entonces rígidas columnas se disolvían, los chamacos corrían a comprarse paletas heladas que varios vendedores ofrecían en carritos metálicos con campanillas que tintineaban insistentemente. Yo corría a casa a comer.

Papá ya había ido con mis demás hermanos a la carnicería La Lonja, cerca al Perpetuo Socorro, a comprar un buen trozo de pierna de carnero, y sobre la 3 Sur, papas, ejotes verdes y cilantro; la noche anterior ya había puesto a remojar garbanzos en agua fría. Una vez bien cocidos, los niños nos dedicábamos a quitarles el pellejito a mano, mientras la carne hervía con cebolla, ajo, hojas de laurel y sal.

Una vez cocida la carne, papá colaba el caldo, agregaba mitades de papas y ejotes cocidos y los garbanzos. Para servir, acompañaba a un trozo de carnero con un cucharón de caldo bien caliente, con cilantro, cebolla y chiles serranos verdes finamente picados, además de gotitas de limón.

Después del desfile, un Puchero sólo podía saber a la mejor demostración de cariño. Y siempre, a la hora de la comida y antes de las 3 de la tarde, truenos y relámpagos antecedían a la profecía poblana: un fuerte chaparrón sellaba la tradición, la reconfortante humedad entraba por las ventanas y el más elocuente olor a tierra mojada nos hacía recordar, la maravilla de Ciudad en la que vivíamos.

¡Charlemos más de Gastronomía Poblana y ‘’a darle, que es Mole de Olla’’! #tipdeldia: ¡un buen caldo caliente es lo mejor para un caluroso día y más en Cinco de Mayo!

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Sobre el autor

Antonio Ramírez Priesca

Antonio Ramírez Priesca es Ingeniero Bioquímico por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, con Especialidad en Tecnología de Alimentos; ha trabajado en la industria de levaduras de panificación de 1983 a 1987; como asesor en tecnologías de molinería y panificación de 1988 a 2002 en la industria molinera nacional de trigo y maíz: cuenta con diversos cursos en Canadá y en el American Institute of Baking de los EEUU. Es egresado de la primera generación del Diplomado en Cocinas Regionales de México por la ENA del INAH en 2005, y desde el año 2002 a la fecha dirige el proyecto gastronómico La Quinta de San Antonio, con especialidad en comida tradicional poblana. Desde el 2018 se encuentra inmerso en un estudio académico sobre siete recetarios manuscritos de comida poblana, que abarcan recetas familiares desde 1867 a 1973. Actualmente escribe la columna ´Del fogón a la boca’ que se publica semanalmente en diversos portales electrónicos, sobre la gastronomía tradicional de Puebla.