La noche que los desencantados se adueñaron del mundo

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Por Víctor Hugo Michel

Director Editorial El Financiero Televisión.

*Este texto fue publicado originalmente en la columna Hotel Abismo, fue tomado de la revista Nexos



Nueva York, Nueva York.

—Si entiendes qué vamos a levantar el muro, ¿verdad? Estoy cansado de que los mexicanos indocumentados me roben el empleo. No es justo para gente como yo que nació aquí —me dijo el adolescente. Era un chaval henchido de soberbia, convencido de saberlo todo sobre México y —en especial— con ganas de pelea. Se le veía inflado por la euforia, con la confianza de sentirse acuerpado por un centenar de sus compañeros.

¿Y por qué no? Contra todo pronóstico, él y los suyos, la tribu de los desencantados y los conspiracionistas, acababan de adueñarse del mundo.

La madrugada del 9 de noviembre, a las afueras del Hilton Midtown de Manhattan, flotaba en el aire una sensación de carnaval siniestro. La victoria de Donald Trump daba rienda suelta a los extremistas.



Lo sabes, ¿no? ¿No lo sabes periodista? Es tu trabajo saber. ¡Putos medios manipuladores! —escupió, antes de dejarme y sumarse a un grupo de correligionarios que agitaba banderas y gritaba ruidosamente de cara al tráfico nocturno de la sexta avenida: “¡USA! ¡USA!”. No tenían mucho en común, más allá del triunfo del magnate inmobiliario. Rechazados de todo tipo, misfits que por años han sido tratados como basura por fuerzas más allá de su comprensión, convergían por decenas para celebrar en esta esquina de Nueva York su venganza. Le habían ganado al sistema.

Entre los más coloridos estaban Doug y Donna, una autodescrita “pareja temerosa de dios” de Nueva Jersey que había hecho el viaje en camión desde Trenton para presenciar este momento histórico. Ambos iban vestidos con trajes un tanto ridículos, cubiertos por las barras y las estrellas de pies a cabeza. Donna se sentía la estatua de la libertad. Doug padecía un leve retraso mental.

Ya verás cómo el presidente Trump le muestra la religión a tu presidente— me dijo Donna. —Dos presidentes religiosos le harán bien a nuestros países—.



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desencantos

Ilustración: Patricio Betteo

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