La Ley y la Justicia, Ayotzinapa: Memoria y olvido

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Enero de 2015

Amo mi patria. Los volcanes espléndidos cuando amanezco. Un parque florido. Andar en bicicleta en el Parque lineal, hasta sentir que alcanzo la copa de los árboles. Amo a aquéllos que trabajan por un río Atoyac limpio. A las mujeres de la Sierra Norte de Puebla que bordan a mano las blusas de chaquira y a las que hacen del barro su oficio. La piñata que tuve por árbol navideño. La fuente iluminada de Nochebuenas. El colibrí de aleteo infinito frente a mi ventana. Una niña ya adolescente que se mece dichosa en una cuerda. El maguey que es una diosa y que ofrece esplendida el aguamiel. El muchacho que convirtió una tasa de baño en un jardín. El artesano que todavía hace balones de futbol de cuero. El maíz en sus variables rojo, amarillo y azul y las historias que de él se cuentan. La bendición de una tortilla. Amo las comidas en el jardín y el sol radiante, un poco de sombra bajo el pino. Y el mar: las mantarrayas que brincan entre las olas sin saber porqué, los delfines a un lado de la lancha, una gaviota que se posa en el lomo de una tortuga en medio del océano. Cuántos besos en esta tierra he tenido.

Amo mi patria. Y sin embargo, nos faltan 43. Cuarenta y tres jóvenes desaparecidos, presumiblemente asesinados, quemados vivos, hace cuatro meses, este 26 de enero del 2015. A un año también del fallecimiento del poeta y amigo José Emilio Pacheco, genial y apocalíptico. Pero no sabíamos, en aquél triste día de su muerte, que estábamos en efecto en las puertas del infierno. Inimaginable para él, ni para nadie, el asesinato colectivo. Quizás, me imagino, no lo hubiera resistido.

Ayotzinapa, memoria y olvido. La pelea por la historia.



–La verdad histórica --dirá el procurador de la república Jesús Murillo Karam--, es que los estudiantes están muertos, asesinados por un grupo de narcotraficantes, los Guerreros Unidos, que los confundieron como miembros de otro grupo. Fue un caso atípico.

El hecho histórico, dirán los padres de familia, es que los jóvenes están desaparecidos y que las declaraciones de algunos de los asesinos no pueden ser concluyentes. Más aún cuando no se ha querido seguir la línea de investigación sobre la participación en los acontecimientos de la policía municipal, el presidente municipal y su esposa, así como del gobernador e incluso del propio ejército, que cerró caminos y amenazó a algunos de los estudiantes que lograron escapar. El celular de uno de los jóvenes sonó después del presumible asesinato de los muchachos, dentro de las instalaciones del 27 batallón del ejército. Y no es un caso atípico, dijeron, en México hay miles de desaparecidos. E irán en febrero los padres de familia, campesinos pobres la mayor parte de ellos, a demandar al gobierno de México en las instancias internacionales por la desaparición forzada de los muchachos.

En mi opinión, el hecho histórico es que éstos jóvenes y sus padres no buscaban protagonismo alguno en la historia nacional. Sólo querían ir a un mitin y mejoras para su normal. Nadie hasta ahora duda de su inocencia. Su desaparición, muy probablemente su muerte, destapó sin embargo el gran drama del país: el posible involucramiento del Estado, por lo menos de algunos sectores del mismo, con el narcotráfico. Un sistema de justicia que se tambalea: sin juicios penales contra policías y políticos involucrados en el caso Ayotzinapa y con la impunidad ante los ojos de todos de un Raúl Salinas de Gortari que se pasea en un BMW, para recordarnos quién manda ahora. Pareciera que la imagen certera de la justicia en México, en aquél mural de José Clemente Orozco en la Escuela Nacional Preparatoria, con la balanza de la Ley prostituida, vuelve a repetirse. Porque no es posible que el negocio de la amapola en Iguala, de miles de millones de pesos, desfile por México, sin el conocimiento e incluso contubernio de las autoridades, por lo menos locales.



José Clemente Orozco (1833-1949) La ley y la justicia, 1923-1924 Fresco. Escuela Nacional Preparatoria (Antiguo Colegio de San Idelfonso)



Crimen que no se aclara y se castiga debidamente, se repite, dije en mi artículo anterior. Y sí, ahí tenemos de nuevo al periodista veracruzano Moisés Sánchez asesinado por órdenes del director de la policía municipal de Medellín, Martín López Meneses y por instrucciones del presidente municipal del PAN, Omar Cruz Reyes. Y a los policías del estado de Tlaxcala, dirigiendo a las bandas de secuestradores.

De actuar con justicia en el caso Atoyzinapa, el presidente Enrique Peña Nieto (quizás con minúsculas) puede convertirse en un líder moral, que lo ayudaría incluso a la aplicación de sus reformas, a las que apuesta su popularidad. De lo contrario Peña Nieto pasará a la historia con un pie en la ignominia. Pero no parece importarle, preso en su propio espejo que no lo deja verse a sí mismo, salvo en las declaraciones de sus allegados.

Foto de Emma Yanes Rizo



Amo mi patria. La marcha en la ciudad de México de miles y miles de compatriotas este 26 de enero (a pesar de que estaban cerradas las estaciones aledañas al zócalo y Reforma del Metro y Metrobus), sin mayor objetivo que negarse al horror. Son muy jóvenes las muchachas que una a una, llevan a la altura del pecho colgada a su vez la foto de cada uno de los 43 jóvenes. Y no hay mejor pancarta que aquélla de una figura que busca abrazar un cuerpo inexistente. ¿Dónde están?, las cenizas, las ropas, las mochilas, los teléfonos, algo más que un diente.

Memoria y olvido. Y aquéllos que nunca pensaron entrar en la historia nacional, seguirán vivos. Tal vez como los protagonistas de la rebelión de Tomochic, durante el porfiriato, que inmortalizó el escritor Heriberto Frías. Y un nuevo mural quizás se dedique a su vez a la atrocidad del Estado.

Memoria y olvido. Siempre podremos elegir recordar día a día a los 43 muchachos desaparecidos y a nuestro gran literato José Emilio Pacheco.

(En nuestra siguiente colaboración volveremos a contar la historia de cada uno de éstos jóvenes).

David Alfaro Siqueiros, detalle.

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Sobre el autor

Emma Yanes Rizo

Historiadora, escritora y ceramista, tiene un Doctorado en Historia del Arte por la UNAM y es investigadora en la Dirección de Estudios Históricos del INAH.