“Si nada tenemos que dejarles a nuestros hijos, dejémosles el bosque, el agua, la tranquilidad…” / Testimonios de mujeres indígenas en defensa del territorio

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Testimonios de mujeres indígenas defensoras del territorio y la vida

“Si nada tenemos que dejarle a nuestros hijos, dejémosles el bosque, el agua, la tranquilidad…”

Profesora Ortencia Reyes Valdivia. Mixteca, participa en el Consejo Regional de Pueblos Originarios en Defensa del Territorio Puebla e Hidalgo.



Pájaro de cuatrocientas voces alegra el corazón del pueblo mixteco al sur del estado poblano, territorio oaxaqueño, pero reconocido oficialmente al estado de Puebla, San Miguel Ixitlán, es el municipio natal donde aprendí con mis padres y hermanos a tejer sombreros de palma, en los veranos a sembrar la tierra para asegurar el maíz, frijol y calabaza para asegurar la comida de todo el año; cactus y agaves, vegetación que hace única a la región mixteca, donde en época de calor hasta la sombra de un matorral es buena para cubrirse del intenso calor.

Mis bisabuelos hablantes del mixteco, mis abuelos también, sólo que aquí ellos le arrancaron la lengua a sus hijos para poder ingresar a la escuela particular donde aprendieron a leer y escribir. Cuentan mis padres que ellos se quedaban fuera de la conversación de sus padres y abuelos, porque era la condición para que los recibieran en la escuela, así desde hace veinte años en mi pueblo quedó sepultada la lengua mixteca; solo queda en las manos de los más viejos, la artesanía, ya que para la juventud actualmente es una ofensa tejer un sombrero.

A consecuencia de la falta de apoyo al campesinado y al clima desfavorable para la siembra de temporal, ha habido una fuerte migración, quedando menos de trecientos habitantes a vivir en este territorio desértico y pedregoso, con riesgo de perder la categoría de Municipio.

Emigré de la tierra que me vio crecer desde hace poco más de treinta años para estudiar la carrera de Profesora de Educación Primaria, cuando obtuve mi plaza, llegué a esta sierra norte poblana. límites con la sierra Otomí-Tepehua del estado de Hidalgo, para ser exacta, al municipio del bello Pahuatlán. Bello no solamente por su bosque mesófilo de montaña, sino por sus pueblos originarios otomíes y nahuas. Desde que llegas puedes apreciar muy pronto su vestimenta con hermosos diseños y coloridos, si te vas acercando más te quedas inmune ante su red de dialogo, no entiendes lo que platican, te quedas como un extraño, esto me ocurrió en mis primeros años de servicio con mi grupo de estudiantes náhuatl. Nunca dialogué con ellos, solo hice comunicados, nunca me adentré a su mundo, a su cultura, enseñaba cinco horas y me retiraba de su pueblo; me dediqué a castellanizar como una docente mediocre, torpe o inconscientemente estaba repitiendo la historia de mis padres, les intenté arrancar su lengua.

En aquel entonces no comprendía la responsabilidad que tenemos todos los docentes para mantener el statu quo de la élite en el poder, era indiferente ante lo que pasaba en la vida social y política del municipio, estado y país, pero afortunadamente ingresé a un grupo de formación por el Centro Interdisciplinario de Actualización Docente(CINAD), donde hemos tomado varios diplomados, confrontando la teoría con la realidad, que nos ayudaron a tener claridad de los diferentes enfoques filosóficos, psicopedagógicos. Este espacio de formación nos permitió ser seres humanos críticos-reflexivos, conscientes de lo que ocurre en nuestra realidad; dejamos la mediocridad docente para propiciar con nuestros estudiantes una praxis freiriana buscando la transformación de sí mismos y de nuestro entorno; nos encaminamos en la vida social- política de nuestros pueblos, la vida partidista es una herramienta para desenmascarar a aquellos que cínicamente dan regalías en tiempos electoreros para después enriquecerse a costa del pueblo.



En la historia pahuateca, antes del 2002, nunca había gobernado otra sigla que no fuera la tricolor, organizadas las comunidades nahuas, otomíes y castellanas, rompimos un peldaño del caciquismo, marchamos y gritamos por las calles de la CDMX al concretarse los fraudes electorales del 2006 y 2012; con ese sueño utópico de hombres y mujeres indígenas iniciamos la organización del movimiento regeneración nacional en el municipio, padecimos la discriminación por quienes se sentían amenazados de perder el control político, pero no dimos marcha atrás, estamos y estaremos firmes en todos los flancos.

Sabíamos que con la reforma energética del 2013 se concretaría la red de gasoductos en todo el país violentando el Convenio Núm. 169 de la OIT sobre los Pueblos Indígenas y Tribales, sobre el Derecho a ser consultados y a la Libre Autodeterminación de nuestros territorios. En el 2015 la empresa Transportadora de Gas Natural de la Huasteca (TGNH), filial de Trans Canadá, ganó la licitación para la construcción y operación del gasoducto Tuxpan-Tula, con una longitud de 363 km y un diámetro de 36 pulgadas, para transportar 886 millones de pies cúbicos de gas natural diariamente proveniente de los Estados Unidos. Ésta, a su vez, subcontrató a la empresa Bonatti, de origen italiana, para llevar a cabo la obra, intentando cruzar territorios indígenas en los estados de Veracruz, Puebla, Hidalgo y Estado de México. Ante esta amenaza y pisoteo a nuestros derechos como pueblos originarios, decidimos caminar de pueblo en pueblo de la región, para informar sobre las consecuencias socio-ambientales que dejaría el paso de este mega-proyecto en caso de ser ejecutado, afectaciones irremediables para nuestro bosque de niebla con la tala de miles de árboles, extinción de muchas especies endémicas, contaminación y afectación a nuestros cultivos y plantas curativas ancestrales, destrucción de manantiales, arroyos y ríos que a su paso serian colapsados, derrumbe de cerros sagrados por el cruce de ruta, población que se encuentran en la zona núcleo del trazo serian desplazados de acuerdo a la Evaluación de Impacto Social, así recorrimos caminos y veredas para llegar al corazón de pueblos totonacos, nahuas, otomíes para la defensa de nuestro territorio que han querido arrebatárnosla desde 1521. La defendimos y la defenderemos hoy y siempre con la razón, la organización, la información ante cualquier grupo, autoridad, gobierno y empresa que busque acabar con nuestro oro verde; levantaremos la voz ante los mercenarios del neoliberalismo que todo lo conciben con signo de pesos, no nos paralizan las amenazas que hemos recibido de autoridades locales, municipales, estatales y federales, mandando mensajes de levantarnos y desaparecernos, ordenando a la policía municipal, estatal y ministerial para resguardar al personal de la empresa que quisieron entran a nuestros pueblos sin ningún permiso y dando información falsa para intimidar a nuestros pueblos y aceptáramos este tipo de desarrollo económico disfrazado de mentiras, explotación y miseria que por cientos de años hemos padecido los indígenas de este país y del mundo entero.

La rabia, el corazón, la mente y las manos de hombres y mujeres las unimos en un Consejo Regional de Pueblos Originarios en Defensa del Territorio Puebla e Hidalgo, promoviendo cinco amparos en los Juzgados federales de Pachuca y Puebla, como instrumento de este proceso de defensa. Aves de cuatrocientas voces de los pueblos Totonacos, otomíes y nahuas de los municipios de Tlacuilotepec, Pahuatlán, Honey, Tenango de Doria y Huehuetla se unen para defender el agua, el territorio, la vida, en una palabra; a nuestra Madre Tierra, o como dijo nuestro compañero Profesor Miguel López, de San Nicolás, pueblo otomí, “hagamos algo por nuestros hijos, nietos, por las generaciones que vienen atrás de nosotros, no tenemos que dejarles, dejémosles el bosque, el agua y la tranquilidad de este lugar”.



(Foto de portadilla: Dinorath Mota, El Universal)

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