Del libro Los Gobernadores: Moreno Valle, el nieto del General

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RAFAEL MORENO VALLE ROSAS (Puebla, pan, 2011-2017) EL NIETO DEL GENERAL

Mundo Nuestro. El jueves 21 de junio se presenta en la librería Profética el libro Los Gobernadores, caciques del pasado y del presente (Grijalbo, 2018), coordinado por Andrew Paxman, historiador inglés especializado en la biografía de personajes contemporáneos (El Tigre: Emilio Azcárraga, El Señor Jenkins). Con la autorización de la editorial, de estas semblanzas de la corrupción y el caciquismo gubernamental que caracteriza la historia de los gobernadores mexicanos, presentamos un extracto del capítulo correspondiente a nuestro más reciente autócrata, Rafael Moreno Valle, "Infancia es destino". El autor es el periodista poblano Ernesto Aroche Aguilar.





Infancia es destino



Un familiar recuerda la ocasión cuando en la casa del general en la Ciudad de México, el abuelo le dijo: “Rafael, la política es como un tablero de ajedrez; tienes que estar siempre dos movimientos adelante”. Lo preparaba, desde la infancia, para ser su sucesor. “Rafael era de los pocos nietos que siempre estaban sentados en la mesa del abuelo. En la casa que el general tenía en Chimalistac había una escalera que llevaba al segundo piso por la que sólo podían subir los grandes. Rafael era el único de los nietos que podía subir por ahí.” La infancia del tercero de los Rafaeles tuvo además dos elementos que sin duda moldearon su carácter. Primero, por el trabajo de su padre vivió por periodos en Estados Unidos, Bélgica, Italia y en la Ciudad de México, pero nació en Puebla a petición del abuelo que quería ver a su familia arraigada a la tierra en la que él nació. El arraigo fue simbólico, pues pronto tuvo que vivir cambios periódicos de culturas y costumbres, lo que además lo obligó a construir lazos afectivos efímeros. Él lo cuenta en su libro: “Cuando nos habíamos integrado y hecho amigos en un lugar de pronto teníamos que ir a otro país, otra casa, un colegio distinto y sin conocer a nadie”.12 El otro elemento fue un problema del corazón que padeció en la infancia y por el cual tuvieron que operarlo. Se llegó a pensar que iba a morir, pero no fue así. A partir de eso la familia se dedicó a protegerlo. Dice otro de sus familiares: “Tras la situación de salud hubo mucha protección, y si Rafael hacía una rabieta, pues nadie le podía decir nada para no contrariarlo y que le afectara el corazón, y si quería un pastel de chocolate, pues había que darle el pastel de chocolate, y lo que quería Rafael se hacía. Que vamos de vacaciones, pues a donde Rafael quiera”. Siguiendo los pasos de los dos primeros Rafaeles, se fue a estudiar a Estados Unidos. Nunca fue un hombre de academia, pero sí de mucha inteligencia, de mucha audacia y de olfato político, dicen los que lo conocen de cerca, pero no de academia. Era alguien, cuenta quien lo conoció en su juventud, más de fiesta que de aulas y su salto a escuelas estadounidenses le alcanzó sólo para estudiar en escuelas medianas. Cuenta un familiar: “El papá pensó en ayudarle a tener una formación lo suficientemente sólida para que tuviera oportunidades profesionales, y por eso lo manda fuera a estudiar. El Lycoming College es una universidad muy mediana […] y después lo impulsa a que se quede a estudiar un posgrado en la Boston University School of Law, que tampoco es una escuela de élite”. Ahí obtiene el título de juris doctor, un título que le permite ejercer como abogado en suelo estadounidense, pero no es doctorado en ciencias jurídicas. “Después se queda a trabajar en Estados Unidos, muy impulsado por el papá, que tampoco es fácil. El papá siempre pensando en que hiciera una carrera en el sector privado, pero que si se decidía por la política, al menos que tuviera un sustento sólido, académico”. Rafael campechaneó sus escarceos con la política con los estudios y luego la política con las finanzas. En 1992 Manuel Bartlett, quien despachaba como secretario de Educación, recibió del entonces presidente del país —Carlos Salinas de Gortari— la orden de ir por la gubernatura de Puebla. En el verano de aquel año Rafael regresó de vacaciones y aprovechó para preguntarle al abuelo quién era el hombre en Puebla con más posibilidades de ser gobernador en un futuro próximo. El abuelo no dudó: Melquiades Morales Flores, un joven priista al que el general había impulsado en su gobierno; primero lo nombró auxiliar de su secretario particular,13 pero algo notó en él que lo promovió a diputado local (1972-1975) y ubicándolo como presidente de la Gran Comisión, el órgano de dirección en el Congreso de Puebla. Luego de responder la pregunta, el general llevó al nieto con Melquiades, quien para 1992 despachaba como presidente del pri poblano. Melquiades lo colocó como secretario auxiliar. La rueda había dado la vuelta. Así, en unas vacaciones de su posgrado empezó a trabajar para el pri, y si bien ser nieto de quien era le abrió puertas en la política, fue su propio trabajo lo que le ayudó a crecer a los ojos de Melquiades. En aquel tiempo los estudios de opinión eran una realidad lejana para el país, aunque en Estados Unidos ya se usaban de manera frecuente. Y ésa fue su aportación a la campaña de Bartlett, cuenta su cuñado y ex colega político, Fernando Manzanilla: “Rafael empieza a hacer las primeras encuestas y luego se las lleva a Melquiades, y Melquiades se las lleva a Bartlett, y Bartlett, que era un cuate con una mirada bastante amplia de la política, valora que Melquiades le llevara las encuestas. Se convierten en puntos para Melquiades y, por supuesto, para Rafael”. Dos años después, el tercero de los Rafaeles terminó por sellar el pacto de cercanía con Melquiades al ayudarlo a conversar con Ernesto Zedillo, pues aspiraba a ocupar la senaduría por Puebla y el asesinato de Luis Donaldo Colosio había puesto en duda la nominación. Rafael había conocido a Fernando Manzanilla un par de años antes por amigos comunes y a ambos los unió su interés por la política. Para 1994 Manzanilla se había sumado a la campaña de Colosio en el equipo de Zedillo, quien coordinaba la campaña presidencial.

Tras el asesinato de Colosio, cuando la candidatura cayó sobre el propio Zedillo, Rafael pidió a Manzanilla que le abriera la puerta a Melquiades con el candidato. “Cuando llegó Melquiades yo lo presenté con el que era mi jefe, y mi jefe lo lleva con Esteban Moctezuma, quien llegó a coordinar la campaña de Zedillo. Cuando Melquiades salió de la oficina ya sale con la candidatura al Senado. Ese día Melquiades le llama a Rafael y le dice: ‘gracias a Dios y a usted voy a ser senador de la República, y lo invito a coordinar mi campaña’.” Amarrar la senaduría le permitió a Melquiades construir su exitosa candidatura a la gubernatura de Puebla (1999-2005). Una vez que ganó, invitó a Moreno Valle a ser su secretario de Finanzas, pues además de la relación cercana con Moreno Valle lo precedía su experiencia financiera por su trabajo en bancos estadounidenses. El nieto no lo pensó demasiado, hizo maletas y llegó a Puebla.

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Sobre el autor

Ernesto Aroche Aguilar

Ernesto Aroche Aguilar es reportero en Animal Político y fundador del portal poblano Lado B.