México 2018: El perro que muerde su rabo

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(Ilustración de portadilla: "Animales", de Rufino Tamayo. 1941)

La sierra morena de donde bajan esos ojos que todos los mexicanos conocemos, ha quedado olvidada. Ahora, cada uno de nosotros se encuentra atrincherado en un campo minado de ideologías separatistas que desgarran el espíritu de unión. Ya no sólo es el blanco, el rojo y el verde al que defendemos con pasión, ahora son otros escudos y otras frases las que nos identifican y por las que peleamos a muerte. Una guerra contra el que antes era amigo, una sangrienta embestida contra el que en el fondo es el mismo que nosotros.



SOBRE EL AUTOR

Ser recobrado/Exposición de Humberto Schiavon en el Mendrugo



Qué deleite es ver el ahínco con el que se debate, con el que se promulga y defiende. El conflicto es la cuna de toda gran idea, del progreso que todos perseguimos como parte de nuestra naturaleza humana. No hay ningún motivo para oponerse al mundo tan distinto de ideas que existe entre los mexicanos, al revés, hay que sentirse orgullosos de abrazar el camino de este país con un fervor que enciende la sangre. El problema no yace en ser y pensar diferente, sino en la obsesión por tratar de convertir al otro en lo que soy yo, o tú. La guerra nace por limitar la mirada a lo que yo creo es mejor.

El pueblo mexicano es un terreno fértil del que brotan interminables beldades. Somos la magia de nuestros antepasados, la confusión de la conquista, el anhelo de la independencia. México es una cultura tan sagrada y única, que el mismo mexicano a veces enfrenta el problema de entenderse. Usamos máscaras para no ser, para que no vean lo que nosotros tampoco sabemos qué es; el dios, el conquistado, el indio o el español, o todo. Pero entre tanta incertidumbre que nos rodea, hay algo que no se puede negar, que es parte de nosotros desde el día que nacemos hasta que morimos; el fuego de nuestras venas, la pasión por el vivir.



Hoy el fuego está dirigido al amigo, al compañero de batallas pasadas; al mismo mexicano. Somos el perro que se muerde el rabo pensando que es una entidad diferente. Tantos ataques de uno a otro, mordidas que tiran a matar porque queremos dominar. Los partidos políticos no son naciones distintas, son únicamente subordinados de la madre patria que tratan de cuidarla y guiarla de la mejor manera. Claro que deben existir, no podridos como lo están, pero es necesario que estén, porque cada uno de nosotros es un universo particular de donde nacen miles de pensamientos. Y si uno sólo es tanto, imaginemos lo que somos como conjunto. Ese es al abuso del que hemos vivido, ese engaño de que la división de ideologías es separación también de corazones. No. El mexicano es más que sus partidos políticos, es más que los candidatos, es más que la rivalidad que hoy nos amenaza.

La gravedad del asunto radica en colgarse un estandarte diferente a la bandera de México. Colgarse de la particularidad de un partido y defenderla a muerte sin importar quién sea el que está del otro lado. El fusil que pensamos apunta al extraño, realmente está apuntándonos a nosotros. Porque no importa quién gane estas elecciones, si nosotros como mexicanos nos enredamos en una guerra sin tregua, el país nunca ira a ningún lugar.

DEL MISMO AUTOR

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Sobre el autor

H. G. Schiavon

H. G. Schiavon, artista plástico y bloguero (El Expresionista), dice de su trabajo creativo: "El arte abstracto es despedir lo que nos gusta para encontrar lo que nos fascina".