Agua: un derecho humano que requiere de obligaciones Destacado

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Vida y milagros

Aunque no lo parezca, es una buena noticia saber que la crisis del agua es más un problema de gobernanza que de disponibilidad. No es un problema irremediable y eso me parece esperanzador. Sin embargo el saber que no estamos dando los pasos necesarios para resolver el problema si es para asustar.



La gobernanza no es solo un buen gobierno, sino un gobierno articulado y con buenos vínculos hacia el sector privado y social.Solo eso produce la buena toma de decisiones, en este caso para una adecuada gestión del agua. El problema es que la gobernanza del agua en nuestro país es casi inexistente. Eso sí, de manera muy enfática tenemos escrito en nuestra constitución y leyes que el acceso al agua es un derecho humano. ¿De qué sirve si no lo respaldamos con los recursos financieros y las obligaciones cívicas ligadas a ese derecho?

El derecho humano al agua tiene poco sustento en la realidad financiera mundial y poco o ínfimo en la realidad financiera de México y los estados que lo forman. La federación destina el 3% de su presupuesto a la gestión del agua (134 mil millones de pesos), pero un estado como el de Puebla destina menos del 0.5 % anual. En general los estados destinan muy poco presupuesto a algo que los dirigentes consideran que no se verá durante sus mandatos. El agua no rinde dividendos políticos inmediatos y por lo tanto, los que no son estadistas sino solo políticos posponen una inversión necesaria dándole el trato de un gasto innecesario.



Por cada litro de agua que se usa en México, se desperdicia otro. Por cada seis litros que usan, 5.3 litros son devueltos a los ecosistemas contaminados y sin tratamiento alguno. Doce millones de personas en México no tienen agua en sus viviendas.



Según CONAGUA los responsables de la contaminación son la industria, la agricultura y las aguas residuales municipales, de las cuales se trata menos del 15%.

El 83% del agua potable en México los gasta la agricultura, 61 km3; el resto un equivalente a 17,600 m3 de agua diarios, se destinan 9% a la industria y 8% al uso doméstico. En promedio cada persona requiere cada día de 1,200 lts de agua para cubrir sus necesidades de comida, vestido y su consumo diario: 132 mil millones de litros.

La agricultura gasta el 83% del agua y en esta actividad desperdicia el 50% por operación ineficiente y solo produce el 3.5% del PIB. De todos modos, si se mejoraran los sistemas de riego, el agua ahorrada no debiera aplicarse a extender la frontera agropecuaria, cuyo crecimiento desmedido es el mayor responsable de la pérdida de nuestras fábricas de agua, formadas por los bosques y selvas de nuestro país. Para eso precisamente se requiere de la gobernanza en este tema. Podríamos producir alimentos de manera mucho más eficiente y con un porcentaje muchísimo menor de gasto de agua.También podríamos reconvertir enormes extensiones a su uso original de suelo. En los países desarrollados la agricultura usa el 30% del agua, la industria el 59% y el consumo doméstico el 11%.

Los recursos naturales son la fuente permanente de todos los negocios. Menguar a la naturaleza es matar a la industria, a los negocios, a la humanidad y a toda la biodiversidad indispensable para nuestra sobrevivencia. Biodiversidad con derecho a existir e inocente de nuestro mal uso.

La inversión en infraestructura hídrica y en una adecuada gestión del agua es la clave entre un desarrollo sostenible y la diferencia entre el que no lo es. Nuestra gestión hídrica es muy mala y la priorización del tema está relegada en nuestro gasto público y privado.Hay un dato clave del Consejo Mundial del Agua: por cada dólar invertido en infraestructura hídrica y en una buena gestión del agua, nos ahorraríamos a mediano plazo como país entre 7 y 20 dólares en otros rubros. Por ejemplo, los estados de Puebla y Tlaxcala están gastando miles de millones de pesos en remediar los problemas de salud que se generan por la contaminación de la cuenca interestatal Atoyac Xochiac . Ninguno de los dos gobiernos estatales ha puesto a lo largo del tiempo el peso necesario que a la larga nos estaría ahorrando miles de millones de pesos en salud.

El mundo requeriría invertir 53 mil millones de dólares adicionales durante cinco años consecutivos para revertir la contaminación del agua y su escasez a nivel mundial, así como para redirigir las políticas de agua y tener los 3,800 m3 por segundo que los humanos consumimos diariamente; México necesitaría más o menos 700 millones de dólares anuales más para tener una gestión hídrica sostenible en 5 años .No sé si Agustín Cartens o Videgaray saben si eso es posible, pero sí sé que como país cada dólar a mediano y largo plazo nos ahorraría entre siete y veinte dólares, y esos, o salen, o nos moriremos de sed, de enfermedades o de hambre.

La lógica me dice que es hora de sacar nuestro dólar y ponerlo por delante en el presupuesto en materia de agua y en las agendas políticas de todos los partidos, tanto a nivel país, como a nivel estado, como a nivel personal.Todo el dinero que se da anualmente a los partidos debiera suspenderse y destinarse a la gestión del agua. Solo este año se dio directamente a los partidos 4,031 millones de pesos, 212 millones de dólares para partidos que debieran mantenerse solos.

Es hora de replantear el derecho al agua y abordarlo como un derecho que va necesariamente acompañado de obligaciones duras e impostergables. Posponer el tema sería tan miope como lo fue posponer el tema de la calidad del aire en la Ciudad de México. Tratemos de hacer cuentas mientras dejamos de respirar tres minutos o de tomar agua tres días.

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Sobre el autor

Verónica Mastretta

Verónica Mastretta. Ambientalista, escritora. Encabeza desde 1986 la asociación civil Puebla Verde y promueve con la OSC Dale la Cara al Atoyac la regeneración de la Cuenca Alta del Río Atoyac en Puebla y Tlaxcala.