Sobrevivientes / Roxana Alveláis, activista Destacado

Compartir

Voces en los días del coronavirus

Roxana Alveláis, activista

Preparo una natilla de chocolate, de pie frente a la ollita que humea lentamente. La agito con cuidado para lograr que la mezcla espese. Pienso y recuerdo momentos de mi niñez entre la bruma de hace ya más de seis décadas, disueltos tal y como hoy el vapor suave y aromático se desvanece poco a poco por la pequeña ventana de mi cocina.



Demasiadas reflexiones, pensamientos entrelazados con el tiempo, sentimientos encontrados y miles de interrogantes.

¿Lograré convertirme en sobreviviente de ésta terrible pandemia que cada día avanza impunemente por todos los rincones del planeta? ¿Podré volver a reunirme con mi hija y nietas para jugar, platicar y disfrutar de otra comida juntas? ¿Volveremos a reír con los dedos entrelazados mientras caminamos por un parque, una calle, o en la sala, mientras bailamos como loquillas a carcajadas?

Mientras sigo meneando la natilla, pienso en la enorme empatía que experimenté hace unas noches mientras leía en Mundo Nuestro el texto "No oyes ladrar los perros?”, escrito por María Antonia Yanes Rizo.

No la conozco personalmente, su vida y la mía seguro son muy distintas. Pertenecemos a mundos nada parecidos (eso creo), sin embargo, hay tantas similitudes en lo que sentimos o en lo que adivino a través de sus líneas. Yo tampoco quiero seguir en esta dinámica de aseo que deja las manos secas y rasposas. Igual me veo limpiando y tratando de desinfectar todo lo que en casa tocamos. No tengo tos, pero mi esposo sí, y eso me preocupa, dado que él sigue diariamente abordando el transporte público para trasladarse a la empresa donde trabaja. Dice que descansará a partir de la semana próxima aunque con el 50 por ciento de salario, que de por sí apenas alcanza para sobrevivir.

No soy católica, no sigo ninguna religión, y sin embargo vi en televisión al Papa durante la transmisión en vivo desde el Vaticano. Me conmovió profundamente el vacío, el silencio sepulcral y la pertinaz lluvia, esa lluvia que intenta limpiar a Italia... al mundo.



Siento una gran empatía cuando me imagino a María Antonia ante la pluma llena de huellas, como cuando voy a la tiendita de la esquina a comprar algo para la comida y me dan en la mano el cambio en monedas "metálicas!". También regreso con prisa a mi hogar y de inmediato de nuevo a lavar mis manos, ¡y también lavo y desinfecto las monedas!

Es una locura… Y ya está el postre para hoy.

Mientras escribo escucho en la radio a Fernando Canales, recluido en su casa, transmitiendo desde allí. Percibo los sonidos con eco de su espacio, su cocina.



Ayer por la noche nos dicen en varios medios: "No salgas. Quédate en casa" principalmente mayores de 60 años. Yo tengo 64 y me pregunto qué hago si soy yo quien va en transporte público a conseguir el medicamento que forzosamente necesita mi hermano mayor, si no lo tiene ya y hay que salir. No sería el coronavirus quien le hiciera daño, sino la abstinencia de tal medicamento controlado y que sólo consigo mediante receta médica.

Finalmente supongo que está de más preguntarse si el caldo al que se refiere Barbosa resolverá todos nuestros males.

Meto al refrigerador las natillas. Preparo ahora un pan para la merienda. En el marasmo me agobian sentimientos de todo tipo, y una gran tristeza por un futuro tan incierto. Y entre todo ello pienso que tal vez más adelante podría hacer de mi cocina un lugar mágico, solidario, lleno de sabores, aromas ¡y obviamente con las sanadoras recetas de la abuela!

Que la suerte y esperanza nos cobije nos convierta a todas las María Antonias y al mundo en sobrevivientes.

Image

Compartir

Sobre el autor

Roxana Alveláis Pegueros

Así se mira Roxana Alveláiz: "Autodidacta, soñadora irreverente... No importa tanto quien soy, sino la rebeldía que me mantiene viva a pesar de las canas."