Revista Nexos
Mirar hacia el 8 de marzo de este año es como ir en busca de un recuerdo muy lejano. La pandemia contuvo el ímpetu violeta. Las mediciones apenas empiezan a revelar qué ha sucedido con las mujeres, cómo sobreviven a esta crisis. Para las mujeres que se han quedado en casa un día significa cuidar a los hijos, ayudarles con las tareas escolares, hacer labores domésticas y realizar su propio trabajo; además, con frecuencia, atender a sus adultos mayores. En algunos casos cuentan con el apoyo de su pareja, pero en muchos otros todo depende de ellas. Estar en casa también obliga, a menudo, a convivir con un hombre violento. Hay otras mujeres que se quedaron sin empleo y para quienes volver a tener uno resulta más complicado que antes. Las mujeres del sector salud enfrentan al covid-19 en instituciones con pocos recursos y con el temor de contagiarse ellas mismas o a sus familiares. Las embarazadas están expuestas a una mayor violencia obstétrica. El acceso a los métodos anticonceptivos ha disminuido. En las cárceles, las reclusas carecen de condiciones mínimas para no contraer el nuevo virus. No hay un sistema de cuidados apropiado para mujeres con discapacidad.
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