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Doña Mago y el periodismo que le quedamos a deber

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En memoria de Margarita Alcalá Cruz, Doña Magos (|941-2017)

Murió Doña Magos el viernes 6 de octubre a los 76 años de edad. Ya sus ojos no podrán ver las fechas en alguno de los cabezales de los diarios impresos que todas las mañanas muy temprano le llegaban en montones revueltos y sobre los que se sentaba para observar a su hijo Mario y a sus nietos en el armado de las secciones en el arranque de la jornada de los voceadores en el zócalo de la ciudad de Puebla. Ya no la veremos más en su puesto del portal en la esquina de la vieja calle Maximino, la que ella conoció cuando era niña y su familia ya vendía periódicos y revistas para la grilla y el entretenimiento de la ciudadanía.

Murió Doña Magos y se fue sin que los periodistas para los que siempre tuvo una sonrisa le diéramos un periodismo crítico e independiente, creativo y moderno, capaz de contribuir a la construcción de un mejor país.

No se lo dieron los medios impresos, ni las radios y televisoras, ni los medios digitales que los han sucedido, a pesar de mucha gente buena que ha dedicado su vida al relato la vida nuestra.



La generación del periodismo impreso y el monopolio radio-televisivo le dio a Doña Magos fundamentalmente la versión de los grupos de poder de un régimen a los que sus empresas editoras han estado asociados. Medios que no estuvieron a la altura de las necesidades de transformación democrática que la sociedad requería. Medios que, de hecho, fueron instrumento para impedirla. Medios serviles, correos de élite, y poco más. Medios hoy desvanecidos por la inclemencia de la realidad no lectora a la que contribuyeron a expandir al grado extremo de este analfabetismo funcional que distingue a la sociedad mexicana.

La generación del periodismo digital hoy se autodenomina más libre e independiente, pero está lejos de ofrecer los elementos básicos de una comunicación al servicio de sus lectores, escuchas y televidentes: no describe ni investiga a fondo la realidad, no busca entenderla ni mucho menos se propone ofrecer las alternativas que la sociedad organizada construye para transformarla. Y, lejos de encontrar mecanismos sanos de financiación desde sus audiencias, sigue como siempre y en la mayoría de los casos, sometida a las facturas que logre cobrar en las dependencias gubernamentales. Y peor aún, vive ahogada en los mentideros de la columna política, el género que explica –por la extorsión y la sujeción a nuevos y viejos grupos de poder— la sobrevivencia de buena parte de ellos.

Nunca hablé de esto con Doña Magos. Platicaba con ella un minuto o dos, siempre a la carrera, con la misma prisa con la que los transeúntes pasaban sobre las primeras planas de los diarios, sin comprarlos, y que ella meticulosamente ordenaba desde las siete de la mañana a los pies de su rincón de papel en el que transcurría su jornada. ¿Cuántos periodistas habrá visto pasar frente a ella? ¿En cuántos habrá encontrado en los ojos el brillo apasionado por el conocimiento del mundo, las ansias por contarlo?

Entre gitanos no se leen las manos, se dicen en el gremio.

Ya no está Doña Mago. Se llevó con ella su propia historia. Y su sonrisa para desafiar el día, contra todos los pesares que en letras negras amanecieran con ella.



Yo asumo mi responsabilidad en lo que me toca en la construcción de esta mala trama de prensa que tenemos en Puebla. E intento contribuir con un periodismo que tiene en la crónica y la investigación sus instrumentos para describir, comprender y proponer en el día a día la construcción de una sociedad más justa, democrática, entrañable y divertida.

Se lo debo a Doña Magos.



(La foto de portadilla fue tomada de El Sol de Puebla)

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Sobre el autor

Sergio Mastretta

Periodista con 39 años de experiencia en prensa escrita y radio, director de Mundo Nuestro...