Acción civil

Revista Sin Permiso

Carlos Abel Suárez es miembro del comité de redacción de 'Sin Permiso'.

Fue notable la repercusión mundial en la prensa y en las redes de la noticia de la muerte de Quino. No es fácil explicar en pocas líneas la universalidad del creador de Mafalda, un dibujante sencillo que rehuía las entrevistas y la promoción personal. Daniel Divinsky, su editor y amigo de décadas dijo estar conmovido por esa repercusión mundial, esa respuesta a la asociación de dos palabras - Quino y Mafalda – que cuatro generaciones de lugares tan diversos ven sacudidas sus neuronas. Divinsky recordó algo que muchos leímos o escuchamos de Joaquín Lavado, Quino. La vigencia durante décadas de Mafalda, de sus personajes y de la mayor parte de su obra era vista con cierto pesimismo, “porque implicaba que no habían tenido ningún efecto sus críticas y que todo seguía tan mal en el mundo como cuando había hecho sus dibujos originales”.

En 1998 en su modesto departamento de Buenos Aires me contaba “no se dibujar caricaturas, por eso me meto con temas políticos intemporales, pero que parecen ser eternos”. Leía los periódicos, observaba la realidad, dialogaba con la gente común y era capaz de sintetizar y expresar situaciones e ideas complejas “Deslumbrado de todo lo que puede salir de la punta de un lápiz”, repetía y lo puso en boca del más pequeño de sus personajes.

Hijo de republicanos españoles, relataba con nostalgia y tristeza cuando sus padres pinchaban alfileres en un gran mapa de España, pegado en la pared del comedor, las posiciones de las tropas según llegaban las noticias por radio.



La obra de Quino no es panfletaria, pero su autor mantuvo hasta el final sus convicciones socialistas, democráticas y laicas.

Una resumidísima autobiografía, de Quino fue publicada por la revista Intramuros (Nº50, Madrid, enero 2020), en un suplemento dedicado a Mendoza, en enero de este año.

Aquí sus palabras:

Hola, soy Joaquín Salvador Lavado Tejón, pero para diferenciarme de un tío, desde chiquito me llamaron Joaquinito, luego Quinito y conforme fui creciendo terminé siendo Quino. Nací en Mendoza el 17 de julio de 1932, aunque por razones domésticas me inscribieron en el Registro Civil un mes después. Soy el menor de tres hermanos y mis padres era andaluces: él de Fuengirola y ella de Mijas, provincia de Málaga.

El barrio de San José del mendocino departamento de Guaymallén, donde crecí, era lo que hoy llamarían un vecindario cosmopolita. El carnicero era gallego, libanés el que vendía telas, italiano el panadero y así completaban un mundo que no tendría mucho más que treinta cuadras. En ese barrio me crie rodeado de parientes y vecinos, muchos de ellos luego compusieron varios de mis personajes.



Fue Joaquín Tejón, hermano de mi madre, quien no sólo me legó el nombre, sino también la vocación por el dibujo. Cuando yo tenía unos cuatro años mis padres fueron al cine y me dejaron al cuidado de Joaquín, quien para entretenerme me enseñó a dibujar. Él lo hacía muy bien, ya que era un consagrado acuarelista y trabajaba dibujando las carteleras de los cines para un periódico local. Quedé deslumbrado al descubrir todo lo que podía salir de la punta de un lápiz, una fascinación que varios años después pude expresar en una tira donde Guille le comentaba esa misma experiencia a su madre.

Mi primer «choque cultural» lo tuve cuando ingresé a la escuela primaria, porque yo hablaba en andaluz y mis compañeros no entendían nada de lo que decía. Por ejemplo, cuando contaba alguna anécdota de mi barrio y les decía: «Un tío venía caminando por la calle con una maleta e ingresó en una tienda...». Ellos me preguntaba, « ¿pero cómo, ese señor era tío tuyo?...», ¿qué es una maleta?» Así transcurrieron mis primeros años en Mendoza, entre mi familia y la escuela.

En la primera viví muy de adentro los horrores de la guerra civil española y de la Segunda Guerra Mundial. En la escuela, si bien no me gustaba mucho asistir, no la pasaba mal con mis compañeros, quienes me apreciaban mucho porque los ayudaba a dibujar los mapas para las tareas de Geografía. Gracias a eso, hasta el día de hoy me acuerdo perfectamente de los ríos y las montañas que existen en el mundo.



Después ingresé a la Escuela de Bellas Artes de Mendoza y tuve la suerte de conocer a dibujantes y grabadores magníficos, la mayoría de origen extranjero que habían llegado a nuestro país huyendo del hambre y la guerra, como el italiano Sergio Sergi. Pero duré poco porque me aburría de tanto dibujar jarrones y modelos. Hasta el día de hoy lamento no haber completado mi formación artística. De haberlo hecho, mi esfuerzo para terminar dibujando de una manera «aceptable» hubiera sido más fácil.

Perdí a mis padres cuando todavía era un niño y continué la vida junto a mis tíos y mis hermanos. Luego de vender algunos dibujos para campañas publicitarias en mi provincia, a los diecinueve años probé suerte en la ciudad de Buenos Aires. Allí recorrí las redacciones de diarios y revistas con poco éxito.

Al año siguiente regresé a Mendoza para hacer “la colimba” ("la mili"). Ahí tampoco la pasé bien y, aunque disfrutaba las prácticas de tiro, mi mayor orgullo fue dibujar el banderín del equipo de polo del regimiento. Terminada esa etapa, volví a vivir en Buenos Aires, donde en 1954 comencé a publicar mis dibujos y me enamoré de Alicia Colombo, con quien me casé en 1960.

Allí «nació» Mafalda y la mayoría de mis páginas de humor. A mediados de los años 70 la situación se puso muy difícil: los episodios de violencia política eran cotidianos, comenzaron los asesinatos y las desapariciones. La imagen de Mafalda y algunas de mis páginas de humor fueron adulteradas y usadas por grupos antagónicos que no expresaban mi pensamiento socialista, democrático y pacifista.

Recuerdo que en setiembre de 1975, desde el Ministerio de Bienestar Social, comandado por el siniestro José López Rega, quien dirigía la temible «Triple A», me pidieron autorización para usar a Mafalda en una campaña de prensa. Yo se la negué y, a los pocos días, un grupo de hombres armados llegaron en plena madrugada y destrozaron la puerta de ingreso a nuestro departamento. Por suerte esa noche no estábamos en casa, pero no nos libramos del susto. Inmediatamente pensamos en Mendoza como refugio.

Durante un par de meses estuve «guardado» en la casa de mi hermano mayor, que vivía con su familia en la ciudad de San Rafael. Mientras tanto, Alicia preparaba nuestro exilio en Milán, donde vivimos hasta el retorno de la democracia en 1983.

Ese año comenzaron nuevas esperanzas, porque, pese a las dificultades que pueda atravesar un país, la democracia es el único camino aceptable…

Hoy tengo ochenta y siete años y paso mis días rodeado de afectos familiares y visitado constantemente por mis amigos de Buenos Aires. He vuelto a disfrutar del canto de los pájaros, de sentarme sobre la «chipica», de sentir el olor a lluvia e hinojo después de esas espantosas tormentas de verano. ¿Se puede pedir algo mejor? ¡¡¡¡¡Muchas gracias!!!!!

Revista Elementos 120

SUMARIO



Revista Sin Permiso. Julio Rodríguez es científico, biólogo, doctor en medicina molecular, psicólogo, escritor y divulgador.

Un nuevo estudio sugiere que el uso de mascarillas podría estar reduciendo la gravedad del virus y creando inmunidad, al igual que hacen las vacunas.

El uso de mascarillas podría estar creando inmunidad a la COVID-19 de manera indirecta. También podrían favorecer el contagio de un menor número de personas, así como la aparición de síntomas más leves tras el contagio. Esta semana, la revista New England Journal of Medicine publicaba estas interesantes conclusiones.

La afirmación es sorprendente, pero la explicación es totalmente lógica. El SARS-CoV-2, el virus que provoca la COVID-19, tiene la capacidad de causar innumerables manifestaciones clínicas, que van desde la ausencia total de síntomas, hasta neumonía, síndrome de dificultad respiratoria aguda y muerte.



Los datos virológicos, epidemiológicos y ecológicos han demostrado que el uso de la mascarilla protege de la infección. Pero además, en el caso de que esta se produzca, hace que los síntomas de la enfermedad resulten más leves. Esto es así porque uno de los factores que condiciona la gravedad de la enfermedad es la carga vírica recibida. Es decir, la cantidad de partículas víricas que producen el primer contagio.

En las infecciones víricas en las que las respuestas inmunitarias del hospedador desempeñan un papel predominante en la patogénesis vírica, como es el caso del SARS-CoV-2, las dosis altas de inóculo vírico pueden colapsar y desregular las defensas inmunitarias innatas, hecho que aumenta la gravedad de la enfermedad e incluso provoca la muerte.

Así pues, como el inóculo vírico es importante para determinar la gravedad de la infección por SARS-CoV-2, las mascarillas, al actuar como un filtro que reduce la carga vírica que llega a las vías respiratorias, atenuarían el impacto clínico posterior de la enfermedad, en caso de contagio.

De confirmarse dicho supuesto, el uso universal de mascarillas podría contribuir a aumentar la proporción de infecciones asintomáticas por SARS-CoV-2 o bien que la infección cursara con una sintomatología muy leve. A mediados de julio, se estimó que la tasa de infección asintomática con SARS-CoV-2 era del 40%. Sin embargo, ahora parece que las tasas de infección asintomática son superiores al 80%, en entornos con uso de mascarilla. Ello confirmaría esta hipótesis. Asimismo, los países que han adoptado el uso de la mascarilla en toda la población han reportado menores tasas de casos graves, hospitalizaciones y fallecimientos, hecho que sugiere un cambio de infecciones sintomáticas a asintomáticas.

Otros ejemplos



En un brote ocurrido en un crucero argentino cerrado, los pasajeros recibieron mascarillas quirúrgicas y el personal mascarillas de tipo N95. La tasa de infección asintomática fue del 81% (en comparación con el 20% en brotes anteriores en cruceros sin mascarillas). Además, en dos brotes recientes en plantas procesadoras de alimentos en Estados Unidos, donde todos los trabajadores recibieron mascarillas todos los días y se les pidió que las usaran, la proporción de infecciones asintomáticas fue del 95%, con solo un 5% de contagiados con sintomatología leve o moderada. Finalmente, las tasas de letalidad en países con mascarilla obligatoria en de toda la población se han mantenido bajas, incluso con en aquellos que han sufrido la segunda ola.

Mientras esperamos los resultados de los ensayos con vacunas, las medidas de salud pública que puedan frenar las infecciones graves y hacer que la proporción de infecciones asintomáticas por SARS-CoV-2 sea mayor contribuirán a aumentar la inmunidad de toda la población, con un menor número de casos graves y muertes. Tras más de 8 meses de circulación en todo el mundo, la reinfección por SARS-CoV-2 parece ser poco común. Por consiguiente, es probable que esta inmunidad creada por asintomáticos o con síntomas leves acabe por tener el mismo efecto que la vacunación, hecho que constituye una gran noticia.

Al final parece que el uso de la mascarilla resultará mucho más importante que lo que parecía al inicio de la pandemia.



Referencias:
Facial Masking for Covid-19 — Potential for “Variolation” as We Await a Vaccine. Monica Gandhi, M.D., M.P.H. y George W. Rutherford, M.D en The New England Journal of Medicine, 8 de septiembre de 2020.

Científico, biólogo, doctor en medicina molecular, psicólogo, escritor y divulgador.

Fuente:

https://www.investigacionyciencia.es/blogs/medicina-y-biologia/27/posts/nos-estamos-haciendo-inmunes-al-coronavirus-gracias-al-uso-de-mascarillas-19023

Revista Nexos

La libertad de expresión está bajo asedio en México. Con ello, está amenazada la democracia. El presidente López Obrador utiliza un discurso permanente de estigmatización y difamación contra los que él llama sus adversarios. Al hacerlo, agravia a la sociedad, degrada el lenguaje público y rebaja la tribuna presidencial de la que debería emanar un discurso tolerante.

El presidente profiere juicios y propala falsedades que siembran odio y división en la sociedad mexicana. Sus palabras son órdenes: tras ellas han llegado la censura, las sanciones administrativas y los amagos judiciales a los medios y publicaciones independientes que han criticado a su gobierno. Y la advertencia de que la opción para los críticos es callarse o dejar el país.



El presidente ha despreciado la lucha de las mujeres y el feminismo, ha despreciado también el dolor de las víctimas por la violencia, ha ignorado los reclamos ambientalistas, ha lesionado presupuestalmente a los organismos autónomos, ha tratado de humillar al poder judicial, ha golpeado a las instituciones culturales, científicas y académicas, y ahora pretende socavar la libertad de expresión.

Recordemos, por último, que no se estigmatiza a personas físicas o morales desde el poder presidencial sin ponerlas en riesgo. No se alimenta el rencor desde esa tribuna, sin que el odio llegue al río alguna vez.

Esto tiene que parar.

La música mexicana en La Casa del Mendrugo

Disfruta de nuestra proyección en gran formato.

Una noche con Alondra de la Parra.

ALONDRA DE LA PARRA / ORQUESTA IMPOSIBLE (6:56)
LA NOCHE DE LOS MAYAS / SILVESTRE REVUELTAS / Orquesta de París (29:35)
HUAPANGO / PABLO MONCAYO (9:02)
DANZA No. 2 /ARTURO MARQUEZ (10.32)
CIELITO LINDO (3:42)
LA LLORONA (4:05)
AMANECI EN TUS BRAZOS (4:17)
CUCURRUCUCU PALOMA (4:16)
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¡No cover!

Revista Nexos. Héctor de Mauleón. Escritor y periodista. Su más reciente libro es La ciudad que nos inventa (Cal y arena).

En el remoto e inimaginable 1840, el ingeniero José Besozzi levantó en Palma 37 el primer edificio construido en la ciudad de México para funcionar expresamente como hotel.

A este establecimiento se le bautizó como Hotel de la Bella Unión. No sólo fue el primero de categoría que hubo en la metrópoli —antes de su construcción, quienes juzgaban necesario viajar a la capital debían hospedarse en mesones sucios, incómodos y malolientes—: fue también el primer edificio con fachada de ladrillo que surgió en una ciudad hecha totalmente de tezontle.

El edificio de la joyería Palais Royal perteneciente a la firma R. Fernández y Compañía, situado en la esquina de 16 de Septiembre y Palma, en una fotografía de 1947. Este inmueble, de estilo afrancesado y famoso por los medallones de personajes históricos en la fachada, fue construido por el ingeniero José Besozzi en el sitio que ocupara el célebre café del Hotel de la Bella Unión.



El edificio de la joyería Palais Royal perteneciente a la firma R. Fernández y Compañía, situado en la esquina de 16 de Septiembre y Palma, en una fotografía de 1947. Este inmueble, de estilo afrancesado y famoso por los medallones de personajes históricos en la fachada, fue construido por el ingeniero José Besozzi en el sitio que ocupara el célebre café del Hotel de la Bella Unión.

El restaurante de aquel hotel fue también el primer lugar donde los mexicanos probaron la crema chantilly y el helado de tres sabores.

185 años después el edificio sigue en pie. Dejó desde hace mucho tiempo de ser hotel. Hoy brillan bajo sus ventanas los escaparates de una tienda de modas.



En otro tiempo la gente apuraba el paso y bajaba la vista avergonzada al pasar frente al Hotel de la Bella Unión. Ahí fue donde se hospedaron los oficiales del ejército estadunidense desde la tarde en que Winfield Scott invadió la ciudad de México.

Cerremos los ojos un instante. Es el 14 de septiembre de 1847. A las siete de la mañana, bajo un cielo inusitadamente azul, entre el ruido marcial de cornetas y tambores, un capitán del regimiento de Fusileros, su apellido es Roberts, iza la bandera norteamericana en lo alto del Palacio Nacional.

En el Zócalo y desde los portales, cientos de compatriotas moralmente deshechos contemplan la escena. La imagen de la bandera de las barras y las estrellas ondeando en lo alto de la sede del poder los acompañará hasta la tumba. Es el acontecimiento más grave en la historia del país y en la vida de la ciudad. Así de simple. Es la primera invasión desde que Hernán Cortés fundó la ciudad moderna.



En la capital todo es confusión. Los invasores marchan por las avenidas principales y ocupan colegios, hospitales, el patio de los conventos. Winfield Scott elige para sí una casa en el número 7 de la calle del Espíritu Santo (hoy Isabel la Católica). Las tropas deambulan por todas partes entonando una tonadilla de “vulgaridad sobresaliente”: green grow the bushes. (A partir de entonces, los habitantes de la ciudad comenzarán a llamar a los invasores los green grows: los gringos.)

Antonio López de Santa Anna no ha escrito aún la carta que anuncia a los mexicanos el trágico fin de la guerra —carta en la que culpará a sus generales por haber trastornado “todo mi plan de operaciones”. Desde la noche anterior, sin embargo, se sabe que el Vencedor de Tampico abandonó la ciudad a su suerte y puso en polvorosa el único pie que tiene disponible. Hay indignación, cólera y espanto.

Desde las seis de la mañana de aquel funesto 14 de septiembre, un bando proclamado por el Ayuntamiento anuncia que la ciudad será ocupada “pacíficamente”. Cuando las tropas invasoras se aproximan desde el rumbo de San Cosme, la gente se arrima a las esquinas y se asoma a las azoteas para mirarlas. Un anónimo corresponsal le describirá la escena a Guillermo Prieto:

Formaban una mascarada tumultuosa, indecente sobre toda ponderación. Calzaban botas enormes sobre pantalones despedazados, [llevaban] sombreros incontenibles, indescifrables de arrugas, depresiones, alas caídas, grasa y agujeros… Estos demonios de cabellos encendidos, no rubios, sino casi rojos, caras abotagadas, narices como ascuas, marchaban como manada, corriendo, atropellándose y llevando sus fusiles como les daba la gana.

El general José María Tornel había dispuesto que la gente desempedrara las calles y amontonara las piedras en las azoteas para que, llegado el caso, pudiera emplearlas como armas. Al ingreso de las tropas, mientras la sensación de agravio se iba propalando a la velocidad de una epidemia de cólera, la gente recordó los consejos de Tornel. Una tempestad de piedras cayó sobre los invasores. Prosigue el corresponsal de Prieto:

Cundió rápido el fuego de la rebelión y en momentos invadió, quemó y arrolló cuanto se encontraba a su paso, desbordándose el motín en todo su tempestuoso acompañamiento de destrucción […] Llovían piedras y ladrillazos desde la azoteas, los léperos animaban a los que se les acercaban, en las bocacalles provocaban y atraían a los soldados: aquellos negros, aquellos ebrios gritaban y se lanzaban como fieras sobre mujeres y niños matándolos, arrastrándolos […] Se calcula en quince mil hombres los que sin armas, desordenados y frenéticos, se lanzaron contra los invasores […] Por todas partes heridos y muertos, dondequiera riñas sangrientas, castigos espantosos…

Los “gringos” avanzaban por San Cosme derribando a hachazos las puertas de las casas desde donde se les atacaba, fusilaban sin trámite alguno a los agresores. La población combatió por sus propios medios todo el 14 y todo el 15. Un relato de Juan de Dios Arias y Enrique Olavarría y Ferrari dice que “el convencimiento de que este desahogo de la indignación no podía pasar de ser un desahogo, hizo cesar las hostilidades del pueblo”. Para entonces, varios cientos de invasores habían perdido la vida.

Un segundo corresponsal, también anónimo, relata a Prieto que los oficiales del ejército yanqui llevaban en la mano, “a guisa de bastones, unos espadines muy delgados” y que con ellos “ensartaban al primero que les chocaba, con una sangre fría que espanta”. Según ese corresponsal, los invasores “vagaban como manadas, hacían fuego donde primero querían. Eran como un aduar de salvajes, comiendo y haciendo sus necesidades en las calles, convirtiéndolas en caballerizas, y haciendo fogatas contra las paredes, lo mismo del interior del Palacio que de los templos”.

Ocultos tras las ventanas, los mexicanos, silenciosos, perplejos, aterrorizados, se hacían una idea completa de “estos comanches blancos y su cultura”:

Su manera de comer es increíble. Cuecen perones en el café que beben, le untan a la sandía mantequilla y revuelven jitomates, granos de maíz y miel, mascando y sonando las quijadas como unos animales. No he visto jamás embriaguez más arraigada, más escandalosa ni imprudente que la que los domina, ni tampoco apetito más desenfrenado. A toda hora del día, excepto en la tarde que están borrachos, se les encuentra comiendo, y comen de cuanto ven —escribía uno de los corresponsales de don Guillermo.

José María Roa Bárcena, José Fernando Ramírez y Antonio García Cubas, entre otros, construyeron el anecdotario del ejército invasor. Cómo aquellos atilas entraban a las iglesias con los sombreros puestos y elegían los confesionarios para dormir y roncar como lirones; cómo volvían sórdidos muladares las casas en que se instalaron; cómo arrancaron tablas y vigas del convento de Santa Clara para hacer fuego y calentarse. “En todas partes hay montones de basura y perros que cosechan suciedades”; “los monumentos que estos sucios soldados tienen repartidos por las calles, atestiguan de manera irrefragable que la disentería los destroza”.

En el Hotel de la Bella Unión los oficiales organizaban bailes cada noche. En los Apuntes para la historia de la guerra entre México y Estados Unidos (1848) se lee que los pisos bajos del hotel se convirtieron en salones de juego; que los primeros pisos se transformaron en cantinas, billares y salas de baile, y que los altos se destinaron “a lo que la decencia no permite expresar”.

Según esos Apuntes…, “desde las nueve de la noche hasta las dos o tres de la mañana duraban esas orgías, que jamás se habían visto en México. El bello sexo mexicano era más abundante que lo que era de esperarse, y compuesto en su mayor parte de prostitutas”. Relata Guillermo Prieto:

Allí lucían, como no es posible explicar, las Margaritas, así bautizadas por los yanquis las mujeres perdidas, que por esos días se multiplicaron extraordinariamente… Todo era en aquel salón chillante, intenso, febril. Sus vivísimos hombres desmelenados, con las levitas y los chalecos desabrochados, mujeres casi desnudas; todo lo que tiene de más repugnante la embriaguez, de más asquerosa la mujer desenvuelta, de más repelente el grito y la carcajada de la orgía.

La guerra había terminado, pero en la ciudad proseguía una guerra oculta. El ejército estadunidense mermaba misteriosamente cada noche. Los soldados ebrios eran cazados a tiros en la oscuridad; cada día aparecían cadáveres de yanquis, acuchillados por los léperos del pueblo que tomaron por su cuenta la venganza y la resistencia.

Según José Fernando Ramírez, “el que sale por los barrios o un poco fuera del centro es hombre muerto, y me aseguran que se ha descubierto un pequeño cementerio en una pulquería, donde se prodigaba licor para aumentar y asegurar el número de las víctimas […] Se estima en 300 los idos por ese camino, sin computar los que se llevan la enfermedad y las heridas”.

El general Scott intentó detener la cacería anunciando a los mexicanos castigos estremecedores. Colocó picotas en la Alameda y prohibió que se tocaran las campanas de las iglesias para evitar que los tañidos fueran empleados como señal entre los asesinos de sus hombres. Pero nada hacía cesar los ajusticiamientos. Una mañana Scott anunció que por cada muerto suyo iba a cobrarse al azar la vida de diez mexicanos. Al parecer, cumplió la amenaza. Sólo así el pueblo se aplacó.

Fueron nueve los meses de horror. El 13 de junio de 1848 los últimos soldados invasores salieron de la ciudad. Dejaban atrás un país totalmente mutilado, en el que todos se miraban con odio. Prieto salió a mirar aquel día la salida de las tropas. Caminó por las calles con dolor. Ruinas, basura, excrementos. Le correspondió a un poeta, Manuel Carpio, delinear en un poema la que es acaso la crónica más exacta de aquellos días:

en las calles de México desiertas
vi correr los soldados extranjeros
vi relumbrar sus fúlgidos aceros
y vi las gentes pálidas y yertas.

Y vi también verter la sangre roja,
y oí silbar las balas y granadas,
y vi temblar las gentes humilladas,
y vi también su llanto y su congoja.

La Bella Unión no logró nunca recobrar la honorabilidad perdida. Siguió trayendo recuerdos infames a quienes habían cruzado el pantano del 47. El hotel fue adquirido años más tarde por Fulcheri, el célebre napolitano que introdujo en México la costumbre de adornar los postres con crema chantilly. Los postres y los helados de Fulcheri procuraron a la Bella Unión un breve instante de esplendor.

En los últimos años del XIX el hotel cerró. Se fue con el siglo del que había sido testigo. La ciudad de las destrucciones ha conservado la fachada del edificio tal como la vio el aduar de salvajes, los demonios de uniforme azul y cabellos encendidos. En 16 de Septiembre y Palma ya casi todo se fue. Pero quite usted los aparadores de la tienda de modas y verá cómo ocurre un discreto milagro: casi es posible ver en el piso alto los fantasmas de esa corte ruidosa que la generación de Prieto conoció como las Margaritas.

Héctor de Mauleón. Escritor y periodista. Su más reciente libro es La ciudad que nos inventa (Cal y arena).

Revista Sin Permiso. Carlos Girbau es concejal de Ahora Ciempozuelos y amigo de Sin Permiso..

Con un índice de contagios por SARS-CoV-2 de los más elevados de Europa, una huelga indefinida de médicos de atención primaria convocada para el 28 de septiembre y otra de educación para los días 22 y 23 del mismo mes, la presidenta Isabel Díaz Ayuso (PP) y su vicepresidente de C’s, Ignacio Aguado, se presentan esta semana al debate sobre el estado de la región en la Asamblea de Madrid.

Los efectos de la triple crisis sanitaria, social y económica provocada por la Covid están lacerando Madrid como nunca desde la muerte de Franco. Y es que ya no ha aguanta más la fragilizada y castigada costura social madrileña. 25 años de política neoliberal extrema son demasiados, incluso para la Comunidad más rica del reino.

Las consecuencias de esa política neoliberal son muy profundas y cada vez más insoportables para la inmensa mayoría de sus 6.662.000 habitantes. Citaremos solo cuatro de las más evidentes y que necesitan soluciones con mayor urgencia: sanidad, educación, desigualdad y modelo de administración pública versus corrupción.



Recordemos que la sanidad pública de Madrid gasta 147€ por habitante, la que menos dinero emplea de España y que a día de hoy, en los centros de atención primaria, cada médico recibe una media de entre 50 y 60 pacientes diarios. En consecuencia, resulta casi imposible llegar a los enfermos crónicos, ni a muchas otras dolencias. Los teléfonos no dan abasto; no hay líneas suficientes para poder dar entrada al flujo de llamadas que se producen, ni personal para responderlas. En muchas ocasiones, se atiende a los pacientes en la calle y se generan largas colas frente a los centros de salud; faltan todo tipo de recursos, empezando por los rastreadores que no alcanzan, 6 meses después del pico de la pandemia, los mil doscientos prometidos. En esta situación varios centros de salud se permanecen aún cerrados por las tardes. Dicho de otra manera: el gobierno de coalición PP- C’s aprovecha la pandemia para dar una vuelta de tuerca más a favor de la transformación del derecho a la salud en un negocio a través de la forzar, de facto, el colapso del sistema y empujar a la población por la falta de asistencia hacia los seguros privados.

En la educación, la línea anteriormente expuesta, procede aún de más atrás. La proporción entre centros públicos y centros privados y privados concertados se distribuye en un 52% de los primeros, frente a un 48% de los segundos. Venimos de años en los que se incrementaron por decreto las ratios en las aulas, se concentró a la población con menos recursos y con mayores índices de diversidad en una educación pública en la que se minoraron en miles el número de profesores y de apoyos escolares. Ante la falta de espacio, hubo que transformar en clases todo tipo de lugares, desde laboratorios a bibliotecas. Ahora, en plena pandemia y sin haber revertido los recortes mencionados, se espera con algo más de fondos (los que remitió el gobierno del Estado en mayo) lanzar titulares que adormezcan al conjunto de la población. La solución real de los problemas educativos no puede improvisarse ni encararse sin revertir, al menos en algo, los recortes.

Madrid es la comunidad más desigual y la más rica del reino. Antes de la pandemia la diferencia entre el 20% más rico y el 20% más pobre se situaba como la mayor de España. En los últimos 10 años, la renta media de la población madrileña se ha incrementado en un 2%, pero los más pobres han visto mermada la suya en un 30% mientras que los más ricos la ha aumentado un 3,6%.

El gasto autonómico y municipal por habitante (políticas sociales) estuvo y está dominado por el recorte y se encuentra entre los más bajos de todo el Estado. Solo 185 euros por habitante gasta la Comunidad frente a 288€ de la administración central, y 87€ por habitante frente a 120€ de la administración local. El riesgo de pobreza afecta a uno de cada cuatro ciudadanos, un porcentaje que se supera en el caso de mujeres e inmigrantes. El 26% de los habitantes de Madrid exponen tener problemas de acceso a la vivienda. La comunidad que absorbe la mayor parte de la inversión extranjera que recibe el reino, no puede evitar la pérdida contante del peso de su industria que ya no alcanza al 9% de su PIB o que el desempleo supere las 425 mil personas.

Madrid es también el paraíso impositivo del reino ejerciendo un evidente dumping fiscal a base de exenciones, bonificaciones y elusiones diversas. Gracias a ello, los cuatro mil superricos censados dejan de abonar unos 1.000 millones de euros a las arcas del común mientras la deuda pública continúa incrementándose hasta alcanzar, en 2018 (último ejercicio con presupuesto), la cifra de 33.448 millones.



En los últimos 25 años, todos los presidentes de la Comunidad de Madrid han pertenecido al PP: Ruiz Gallardón, Esperanza Aguirre, Ignacio González, Cristina Cifuentes o Díaz Ayuso y todos se han visto embarrados por asuntos de corrupción acabando algunos de ellos en la cárcel o fuera de la vida política. La última de la lista, Díaz Ayuso, se ha visto salpicada por el caso Aval Madrid. Tamayazo, Lezo o la rama madrileña de la propia Gürtel representan solo algunos nombres de un modelo que, tras la pantalla de la “colaboración público privada”, ha reducido a la administración a una agencia de acuerdo de contratos con las grandes empresas. Una agencia que no tiene ganas, pero tampoco medios legales o técnicos, y aún menos personal, para controlar grandes áreas de espacio público que escapan al examen ciudadano.

En los últimos días el anuncio, rápidamente desmentido por todos los interesados, realizado por el secretario general del PSOE de Madrid, José Manuel Franco, al manifestar su disposición, en caso de moción de censura contra el actual gobierno, a comprometer sus votos a favor de un candidato de C’s para desalojar al PP de la presidencia de la Comunidad no ha superado el rango de la ocurrencia.



El tándem Ayuso- Aguado llega al debate del estado de la región tocado, con discrepancias en su interior, sin presupuesto, sin intención de elaborar uno nuevo y sin otra propuesta que seguir profundizando su política de recortes. Sumado a ello, se encuentra su dependencia para existir del voto de los 12 diputados de Vox. Su debilidad numérico parlamentaria les obliga: 30 diputados del PP y 26 C’s deben sumar a Vox, como hicieron en la investidura, para poder alcanzar la mayoría.

A pesar de que la diferencia entre las izquierdas y las derechas en Madrid se sitúa en solo de 4 escaños (37 del PSOE, 20 de Más Madrid y 7 de Unidas Podemos, Izquierda Unida, Madrid en Pie) la izquierda no es capaz de presentar, más allá de la crítica compartida, una propuesta común en positivo. Nadie puede negar, a tenor de los lustros que lleva la izquierda sin resolver la cuestión, que no resulta una tarea sencilla presentar una propuesta alternativa a la política de austeridad neoliberal de la derecha. Y no lo es porque a otros elementos evidentes se suma que, a día de hoy, la cuestión no es solo de gobierno y mayoría parlamentaria, sino del propio régimen y su marco legal. Resulta más fácil deshacerse de Ayuso que deshacer el entramado de negocio e intereses existente y su consiguiente corrupción en un marco legal que los acaba normalizando.

Es mucho el poder del dinero y sus tramas en Madrid. Por ello, construir una alternativa a la austeridad pasa por la exigencia de mucha unidad de los múltiples actores políticos y sociales, de los partidos y de los sindicatos, de las asociaciones y del territorio a través de una parte de los ayuntamientos. Es obligado un considerable y profundo diálogo, así como el reconocimiento de su carácter policéntrico, además de una gran cantidad de modestia.

Por todo lo anterior, la construcción de esa alternativa tan necesaria aparece hoy como algo muy lejano. En todo caso, deberá apostar por un cambio del modelo productivo y por un avance hacia los principios recogidos, por ejemplo, en los 17 objetivos de desarrollo sostenible de NNUU (la agenda 2030). En otras palabras: deberá centrar sus exigencias en las necesidades de las personas y en la garantía democrática efectiva de sus derechos.

Ese esfuerzo de garantía de derechos aporta un elemento de régimen al debate. A día de hoy, es ya imposible separar la fractura social existente, la corrupción, la desigualdad, el empobrecimiento, la asfixia de la sanidad y educación públicas del marco legal que lo ampara y del mantra de la “colaboración publico privada” que lo adorna. Madrid, comunidad desnuda de otra referencia nacional que no sea la española, muestra muy a las claras como la estructura normativa actual incapacita la resolución de sus males. Dicho de otra manera, el plan modernizador del reino establecido en el régimen del 78 a través de la vertebración descentralizada del Estado de las autonomías no ha funcionado para la mayoría de la población no rica y sí, en cambio, para la minoría de los muy ricos. El mal no se halla, como quiere hacer creer la derecha, en la descentralización política-administrativa positiva e imprescindible, base de cualquier democracia republicana, sino en la forma neoliberal de su desarrollo. Bastaría con que Madrid pidiera un nuevo Estatuto de autonomía, algo a todas luces imprescindible para garantizar derechos como la vivienda o una renta básica, o que se reclamara más y mejor papel para los ayuntamientos para observar los obstáculos que el marco actual representa para lograrlo y, en consecuencia, la dificultad profunda para liberarnos de la corrupción.

Más allá de todo ello, esta semana hay una nueva oportunidad de que los 64 diputados de las izquierdas lancen de manera compartida, por ejemplo, alguna suma de medidas de urgencia reconocida para la mayoría de la población. Esperemos que no se deje de nuevo pasar la oportunidad que se presenta. En todo caso, ocurra o no, las movilizaciones anunciadas en sanidad o educación nos recordarán por enésima vez que sufrimos manera durísima los efectos de esa política neoliberal extrema que el Covid-19 y sus consecuencias sanitarias, sociales y económicas están dejando en carne viva.

Carlos Girbau es concejal de Ahora Ciempozuelos y amigo de Sin Permiso.

Fuente: www.sinpermiso.info, 12 de septiembre 2020

Revista sin Permiso. José Arreola. Doctor en Estudios Latinoamericanos por la UNAM. Sus líneas de análisis están basadas principalmente en la literatura cubana y el debate del campo intelectual de Latinoamérica Ha obtenido premios en narrativa y ensayo convocados por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.

Tus palabras son tu poderío: este es tu reto a la gran música del mundo. Fayad Jamís

“Dígale también, que quién quita y lo de ‘Marcos’ fue por El cumpleaños de Juan Ángel”. Con esas palabras, un 2 de mayo de 1995, el Subcomandante Marcos –el rostro de los sin rostro que un año antes sacudieron las montañas del olvido mexicano– le pedía a Eduardo Galeano que saludara y agradeciera a Mario Orlando Hardy Hamlet Brenno Benedetti Farrugia por sus letras con las que surgían aquellos suspiros con los que la humanidad echaba a andar. El libro al que aludía el ya finado vocero zapatista fue publicado por vez primera en 1971. Cuando en la tierra de José Artigas se instaló la dictadura “cívico-militar”, la novela se colgó la honrosa medalla de la censura. No era para menos, en la dedicatoria llevaba la penitencia; en la historia, la prohibición.



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En sus ensayos sobre literatura, Günter Grass planteó que la forma de una obra literaria obedece siempre a lo caprichoso de su contenido. Entrevistado por Fernando Sánchez Dragó en 1999, Benedetti, “el más montevideano de todos los uruguayos” como lo definiera el también escritor Fernando Butazzoni, dijo que cada tema crecía con la etiqueta de su género y “muy pocas veces se equivoca”. Para poder contar y ser novela, El cumpleaños de Juan Ángel solamente supo y quiso narrar en verso. Cuando el autor llevaba cuarenta o cincuenta páginas en prosa, “como era lógico”, esas palabras no transmitían lo que los versos sí; tal vez porque la historia llevaba en sus genes un sustrato poético. La novela está dedicada a Raúl Sendic, el emblemático representante del movimiento Tupamaro que movió y conmovió al Uruguay entre 1965 y los primeros años de 1970. Más o menos en 1965, cuando Sendic huía de los canas que lo buscaban para llevarlo a prisión por considerarlo el culpable de las recias movilizaciones de los trabajadores del azúcar, Benedetti lo “guardó” durante tres semanas en un pequeño apartamento ubicado a dos pasos de una estación de policía. Quizá ambos pensaron, según aquella enseñanza de Allan Poe, que lo más cercano y evidente es lo que mejor se esconde. Entre mates y poesía –género del que el mismo Bebé Sendic era un apasionado– forjaron una amistad entrañable y sincera. En sus charlas se fortificó la sana locura de soñar y pelear por una Latinoamérica mejor.

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Cuando ocurrió la gran fuga tupamara del Penal de Punta Carretas, un 6 de septiembre de 1971, la ficción literaria y la realidad política se fundieron. A partir de entonces, El cumpleaños de Juan Ángel y la fuga se hicieron indisociables: apenas unos meses antes la novela vio la luz y aquel día de septiembre del 71 lo harían fuera de la cárcel los 111 militantes tupamaros. En el libro, además de la transformación de Osvaldo Puente –que “vicha por el ojo de la cerradura / para averiguar cómo eran sus miserias”– en Juan Ángel, el militante político para quien la revolución significaba “la vida exorcismo / la vida sacrílega que profana a la muerte”, se narra también la fuga de un grupo de guerrilleros por el sistema de alcantarillado. En el escape de Punta Carretas a través de las alcantarillas, la difícil realidad social del momento le rendía un homenaje a una novela que, sabiéndose militante de la vida, había brindado una elegante carga de futuro al paisito. A decir de Martha Canfield, el escritor nacido el 14 de septiembre de 1920 en Paso de los Toros fue acusado de ser el autor intelectual de aquel canto a la libertad de los tupamaros “por haberles proporcionado la idea para la fuga”. Entre aquellos artesanos del escape figuraban Raúl Sendic y el expresidente uruguayo Pepe Mujica.

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En la extensa lista de cantantes que han interpretado temas y poemas de Mario Benedetti figuran los nombres de Joan Manuel Serrat, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y, especialmente reconocida, Nacha Guevara. Es posible que las miles de personas que cantan poemas y recitan canciones del uruguayo ignoren que él fue el autor de los versos que se clavan en almas y gargantas; pero ello, lejos de ser un agravio, representa el mejor galardón para quien reconocía a César Vallejo, Antonio Machado y Baldomero Fernández Moreno como sus mayores y mejores influencias en la poesía. Cuando la voz del poeta hecha idea comulga con el clamor de miles de sueños, amores y dolores no hay posibilidad de olvido. El 26 de julio de 2004, en la Plaza de la Revolución de La Habana, celebrando un aniversario más del asalto al cuartel Moncada, el actor cubano Héctor Quintero dejó la que, muy probablemente, sea la mejor declamación existente de “Un padre nuestro latinoamericano”. A través de los versos de Mario Benedetti, doscientos integrantes de la Orquesta Sinfónica de Cuba, con música de Alberto Favero, bajo la orquestación de Leo Brower y la portentosa voz de Quintero, aquella capital de la dignidad latinoamericana vibró con José Martí, Fidel Castro, Camilo Cienfuegos y el Che como testigos. Era un merecido reconocimiento de la Revolución al poeta que tanto quería y defendía el socialismo a la cubana.

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Frank Delgado, el irreverente trovador cubano, canta en uno de sus temas “Y mientras Fukuyama repite iracundo que estamos ante el fin de la historia del mundo / mi amigo Benedetti abre el tomo segundo”. En esas líneas, el trovador da con una clave: al uruguayo se le siente cercano, como un compañero, como un amigo, como uno más que, codo a codo, grita y marcha con la firme convicción de transformar para bien al planeta. Así lo saben Los Chikos del Maíz, el dúo rapero conformado por Toni Mejías y Ricardo Romero Laullón que ha sabido llevar, con letras agudísimas de tan inteligentes, la militancia política a la escena artística española. En el álbum La estanquera de Saigón, del año 2014, hay un tema llamado, nada menos, “Defensa de la alegría”. El título es homónimo de uno de los textos del poeta de Tacuarembó. Con sus tonos y sus ritmos, el tema se sabe una muestra de respeto y de diálogo, es reivindicación y reinvención rapera de aquellos versos que no saben extinguirse. La canción culmina con la voz del propio Benedetti leyendo un extracto del poema “Por qué cantamos”. Donde esté, si es que está, si está llegando, el uruguayo disfruta y milita con el flow de los aguerridos raperos.



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Mientras iba forjándose como escritor, las profesiones de quien se disputa frente a Eduardo Galeano el título de mayor hincha del Nacional –el club de futbol de sus más fervorosos quereres– fueron taquígrafo, vendedor de libros y terrenos, cajero de banco, oficinista de diversos giros y bibliotecario. El hijo de Brenno Benedetti y Matilde Farrugia estudió solamente hasta la secundaria debido a una sostenida crisis económica familiar. Su padre, “que fue químico y buena gente”, tuvo un exceso de honestidad que los condujo a la quiebra. Su madre hizo pases de magia con los que hizo sobrevivir a los Benedetti Farrugia. Del viejo Brenno, Mario se quedó con la enseñanza de la honestidad por sobre todas las cosas. El mundo literario lo empezó a identificar como narrador fuera del Uruguay gracias a la publicación de La tregua en 1960, aunque ya en 1953 había escrito Quién de nosotros. Poemas de la oficina de 1956 que, a decir de Jorge Ruffinelli, logró que los uruguayos abrieran los ojos “al país gris y triste que éramos”, fue el primer libro de versos de gran impacto que Benedetti escribió, pero no fue el primero. Antes publicó unos poemas calificados por él mismo como “horrorosos” bajo el nombre de La víspera indeleble. El libro, malo como él solo, “verdaderamente malo”, no tenía “ningún mérito”, tanto así que jamás lo incluyó entre sus Inventarios. Y no mejor opinión tuvo de una obra de teatro titulada Ustedes por ejemplo, “mala, muy mala”. Quien ve en la honestidad un bien artístico y un componente de dignidad humana es capaz de valorar sus obras del modo en el que Benedetti lo hizo con las suyas, sin tapujos. Mejor la verdad antes que vender humo.

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Obligado a dejar la patria por culpa de la dictadura uruguaya que a partir de 1973 cometía horror tras horror, el autor de Primavera con una esquina rota conoció la vida del exilio en Buenos Aires, Perú, México, Cuba y finalmente España. Época dura para ser militante, la década de 1970 dejó un camino de muerte, cárcel y persecución en Nuestra América. Por entonces, Julio Cortázar le escribía a Roberto Fernández Retamar que “Mario es uno de los hombres más valiosos de nuestro continente y por tanto siempre en peligro”. El argentino sabía bien lo que su colega uruguayo representaba.

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El radical antiimperialismo de Mario Benedetti nació en el propio imperio, en 1959. “Lo que a mí me convirtió en antiimperialista fue mi visita a los Estados Unidos”. El trato racista hacia los latinos y los negros, lo superfluo de un estilo de vida basado en la expoliación de otras tierras y el cinismo de la clase política resultaron suficientes para poner tierra e ideas de por medio. Por ello, como cuestión ética, rechazó la codiciada beca Guggenheim. Sus andares y sus letras siguieron la ruta marcada por la Cuba que nació tras la victoria del Ejército Rebelde en 1959. Desde los primeros años de la Revolución hasta el 17 de mayo de 2009, cuando decidió irse de este mundo, Benedetti defendió no con obediencia ciega sino con crítico cariño la monumental obra del socialismo cubano. Su vínculo con la Isla rebasó sus estancias en ella y su labor de creación y dirección del Centro de Investigaciones Literarias de Casa de las Américas. Hubo un lazo aún más profundo: el de la firme convicción de que la transformación de la humanidad es posible a pesar de los tropiezos, los retrocesos y los reveses. En 1971, uno de los años más complicados si de cultura y literatura se habla en Cuba, escribió un texto titulado “Las prioridades del escritor”, originalmente publicado en Cuadernos de Marcha. Polemizando con algunas personalidades del mundo intelectual y literario que, debido al encarcelamiento de Heberto Padilla y su conocida autoconfesión, emprendieron una campaña contra Cuba acusándola de reproducir las viejas prácticas del estalinismo, Benedetti planteó que él era de los que asumía la Revolución y sus transformaciones con “su haz y con su envés, con su luz y con su sombra, con sus victorias y sus derrotas, con su limitación y con su amplitud”. Y señaló que no dejaba de parecerle paradójico que quienes amargamente criticaban a Cuba se mostraran “tan entusiasmados con la Revolución de Mayo, la de París, que fue una revolución frustrada, y tan agraviados con la Revolución Cubana, que es una revolución triunfante”.

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En 1999, en una entrevista con Luis Mariñas Lage, ese poeta con “cara de buena persona”, como caracterizó Joaquín Soler Serrano al uruguayo, dijo que “A Fidel Castro le pediría que se aboliera la pena de muerte en Cuba, así solamente Estados Unidos sería el único país que la tendría”. Cuando ya muchos habían guardado banderas y habían cambiado la camiseta del socialismo por la del posmodernismo, Benedetti seguía pensando que el socialismo era la única posibilidad de un futuro menos injusto y más igualitario para la humanidad. A J.J Armas Marcelo le señaló lo siguiente “Es preferible haber defendido una causa justa y haber sido derrotado en ello que haberse inclinado ominosamente ante el imperio. Eso sí que yo jamás lo haría”. Y dijo también algo que hoy resulta absolutamente válido “Nosotros tuvimos que elegir entre la Revolución Cubana con todos sus defectos o a Estados Unidos con todas sus virtudes”.

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Sobre la obra de Benedetti, Hortensia Campanella ha dicho que sus ensayos de crítica literaria son los menos reconocidos, a pesar de su agudeza y su calidad. En honor a la verdad, en los círculos literarios y las academias dominadas por las escuelas de moda en las que se escribe mucho pero se dice más bien poco, su obra es, cuando no apenas reconocida, bastante menospreciada. La razón no se finca en lo estético y lo artístico, sino en la absoluta honestidad del autor. Honestidad literaria y honestidad política. Sin conceder lugar a la mediocridad o lo panfletario, desde sus textos, con sus textos, le dio cabida a la realidad social y política. Lo hizo sabiendo que también así se hace la historia, que también así se hace literatura, buena literatura.

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Mario Orlando Hardy Hamlet Brenno Benedetti Farrugia tenía una característica física particular: su oreja izquierda era prominente, mucho más grande que su oreja derecha. Muy probablemente por ello sabía escuchar lo que nadie más pudo, quizá por ello sabía escribir como nadie más lo hizo. En medio de tanta mentira actual, con osada honestidad, sus versos, sus novelas, sus ensayos continúan viviendo y ayudando a vivir “a prueba de derrotas y de olvido”.

José Arreola. Doctor en Estudios Latinoamericanos por la UNAM. Sus líneas de análisis están basadas principalmente en la literatura cubana y el debate del campo intelectual de Latinoamérica Ha obtenido premios en narrativa y ensayo convocados por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.

Fuente:

www.sinpermiso.info, 12 de septiembre 2020
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