Universidades
Mundo Nuestro. El proceso creativo no copia un modelo, entiende la realidad y la recrea. Así se lo plantea el proyecto educativo jesuita. En la realización de ese esfuerzo se produce la transformación social.
Y eso es lo que se quiere mostrar en esta Expo Ibero Primavera 2017, una muestra de vanguardia e innovación tecnológica.
En ella se exponen más de 400 trabajos de los seis Departamentos Académicos y áreas de formación social-integral de la IBERO Puebla; 300 del Departamento de Arte, Diseño y Arquitectura; 55 de Ciencias e Ingenierías; 29 de Humanidades, 22 de Ciencias Sociales, 19 del área de Servicio Social, 14 de Ciencias de la Salud, 10 del Laboratorio de Innovación Económica Social (LAINES), 9 del Área de Reflexión Universitaria y 9 del Departamento de Negocios.
El objetivo: impulsar la creatividad y el compromiso social. El espacio que presenta proyectos estudiantiles que contribuyen a la creación de mejores condiciones de vida en el país. Es una muestra del sentido de creatividad, intelectualidad y profesionalismo de los estudiantes y profesores de la Ibero Puebla.
"No hacemos trabajos para satisfacer egos, sino para beneficiar a la sociedad", dijo el Rector Fernando Fernández Font.
“Estos trabajos --dijo--son claramente el resultado de esfuerzos y propuestas integrales e interdisciplinarias que ven más allá de sí mismas; desde las humanidades hasta las ciencias exactas. De ahí la importancia de entender al otro, lo cual nos da la pauta para generar puentes en estos tiempos de incertidumbre en donde los muros buscan instalarse para dividir, fragmentar más a una sociedad lastimada y débil."
Aquí, una reseña gráfica del evento.
Fuimos mi hija Paulina y yo a Tecamachalco. Ella presentó su novela "Las aventuras de la Audaz Navegante" en uno de los jardines y bajo una carpa repleta de estudiantes de la Preparatoria Enrique Cabrera de la BUAP. Leyó unos párrafos y elaboró preguntas para los muchachos. Las manos se levantaron y las preguntas se respondieron. Yo tuve tiempo para pensar en la retención de la memoria en estos días aciagos que vivimos en México. Y la capacidad que tenemos para enterarnos de las buenas noticias y el ánimo que encontramos en los medios para reproducirlas.
Toda una aventura.
Toda una experiencia para mí, pues no le había dado el golpe a la importancia de ésta que es una verdadera preparatoria regional: la mayor parte de los jóvenes que ahí estudian viven en alguno de los 17 municipios de los alrededores de Teca, como le dicen por allá a ese pueblo de molinos y pollos y canales y campos maiceros. Y lo de pueblo es un decir, púes en esa ciudad viven una gran parte de los 80 mil habitantes de Tecamachalco. Sí, justo el sitio en el que gobierna un tipo capaz de celebrar su cumpleaños con una comelitona el viernes pasado para más de diez mil personas, pero también muy ufano de amedrentar y agredir a las mujeres regidoras que se le plantan y le cuestionan su validas dotes de mandón a la manera de la Ley de Herodes. Busco en mi archivo lo que sé de este alcalde que en lo grotesco me recuerda a los personajes de Rius: "Ines Saturnino López Ponce, ha sido alcalde dos veces (2008-2011 y 2014-2018). Se le conoce como el “rey” de los escándalos que pasó de despilfarrar al menos un millón de pesos para celebrar que llegó a los 54 años de edad, a enviar a su tesorero, Silas Peralta Morales, a aventarle más de 200 mil pesos en efectivo a la regidora de Industria y Comercio, Ruth Zárate, en plena sesión de Cabildo." Qué ficha. Un tipo respaldado por Moreno Valle y su prianismo, y que de su mano se convirtió como tantos otros presidentes municipales en Puebla en un enriquecido constructor.
Horror de la política en México.
Pero esa es por ahora otra historia. Como lo es también la imagen de los soldados del ejército que te reciben a la entrada de la ciudad, con mirada de guerra y memoria de que en esta tierra se libra una entera contra el huachicol que ronda por las brechas resecas que vienen de Palmarito Xochiapan y Xaltepec, por el rumbo de la cementera Cruz Azul. Tragedia la de México alumbrada en esta violencia irrefrenable.
No, ahora traigo el ánimo alegre de los preparatorianos que escucharon a Paulina, y antes celebraron una comedia bien seria sobre el amor entre dos muchachas y todas las posibles respuestas que una madre puede darle a su hija que le revela su identidad sexual. "Mi madre no lo sabe" se llama la obra. La obra original es "Cómo decirle que no la amo... pero la quiero", de Grabriel Prieto. Teatro a la Carta es el grupo que la adapta para las prepas --con guión y dirección de Pamela Lezama Campos-- y la monta sin más escenografía que una silla, una mampara y los artilugios que brotan de la bolsa de una de las chicas. Me agrada todo, empezando por la atención absoluta del público, y el tema, que no es propuesto con el interrogante "¿cómo le digo a mi mamá que soy homosexual?", sino "¿cómo le digo a mi mamá que estoy enamorada de una mujer?". Y del interrogante "¿cómo quieres que sean las cosas con ella?" al simplemente "no imagines, piensa" que lleva a las muchachas a dejar en libertad a la madre para que responda como ella crea. Y el final es festivo: una madre abierta, que entiende a su hija y que no la juzga. El público que se ha reído con la trama, aplaude con soltura, como si la vida fuera así de veras, como si los padres nos comportáramos así de comprensivos a diario, como si de verdad la realidad tuviera esa ventura.
Todo esto va de la mano de una entusiasta Berenice Díaz Carcaño, de la Vicerrectoría de Extensión y Diifusión de la Cultura de la BUAP, ella es la responsable de estas presentaciones de libros y dramaturgia dentro del programa CulturizArte. Ella me cuenta que en el papel de la madre está Loelia Ruiz, la directora de Teatro a la Carta, acompañada de sus compañeras jovencísimas Lidia Cid, como la hija, y Guadalupe Quiseuhuatl como Verónica.
Suena bien todo esto, me digo cuando escucho a la psicologa Áurea Chávez Palacios de la DAU-BUAP hablar del programa universitario Jornada de Prevención VEDC/DAU tema Diversidad Sexual. Mientras ella explica los propósitos del programa y afirma la gratuidad del mismo y su apertura a cualquier persona de la comunidad, independientemente de si es estudiante o no, yo apunto en mi libreta: "¿Por qué los medios no subrayan estas historias? ¿Por qué los periodistas no tenemos el ánimo de contarlas en su buena vibra?"
Lo de regional lo descubro de inmediato, cuando antes del arranque de la obra realizo una breve encuesta en el extremo de la carpa y ante alumnos del 1A matutino: Ninguno es de Teca: tres son de Atoyatempan, dos de Acatzingo, dos más de Santa Clara Huitziltepec. Medicina, Física, Arquitectura, Programación, Biiología, Química, eso quieren estudiar, y en la BUAP en Puebla la mayoría, aunque una chava se imagina en Alemania, el químico en Florida, el desarrollador en Tamaulipas.
"¿Qué los hace más felices aquí en la Prepa?", les pregunto. Nadie duda: la amistad, la pertenencia. Dos de los muchachos se abrazan.
¿Y qué les preocupa? Sin duda, la violencia. Y el relato de dos asaltados ayer, cruzando la vía para llegar a la carretera Tepeaca-Tecamachalco, a una cuadra de distancia.
Al final del teatro y la Audaz Navegante encuentro a Juan José Sosa Saucedo, el director de la prepa, en su séptimo año de cargo. Lo he visto repartir entre los muchachos decenas de un libro de cuentos policiacos. Está feliz con su chamba, pero no deja de estar abrumado por los más de 700 jóvenes que año con año no logran formar parte de los 450 alumnos inscritos, pues no hay por ahora otro cupo posible. "Un nuevo edificio es lo que solicitamos --me dice--, para instalar ahí la biblioteca y las aulas de cómputo, de manera que liberemos salones y abramos el cupo para al menos otros ochenta estudiantes."
Otro edificio, aunque no sea inteligente. Sencillo. Simplemente cuatro nuevos salones. La idea me rebota contra los 7 mil millones del sobre-costosísimo Museo Internacional Barroco, por el que acabaremos pagando a los constructores de Peña Nieto más de tres veces esa cantidad en los próximos veinticinco años. Esa es otra historia también ahora que les cuento esto.
Me quedo con esta buena mañana, entonces, para pensar con mejor ánimo la vida nuestra. Para sopesar sueños juveniles y confirmar que la vida tiene sentido a los 17 años y para siempre.
Jesús Olguíni Pascualli es un foto reportero de la vieja época del periodismo poblano: en la calle, con el ojo despierto y crítico, siempre alerta al suceso que venga. Todo es noticia.
Como la turba que se arremolina contra un helicóptero, que se le cuelga, que lo apedrea y que logra derribarlo. Uno de tantos conflictos que nos explican: Matamoros en 1993. Manuel Bartlett es el gobernador. Y son los del Frente Cívico Matamorense los que se han insurreccionado contra el fraude en la elección municipal, uno más en la historia del PRI.
Cuánta historia no nos hemos contado de la vida poblana que nos impide entender esto que somos.
Pero ahí están sus imágenes de Chucho Olguín para alumbrar la historia reciente de nuestra sociedad. La historia del cierre del siglo XX que a gritos pide una narración mucho más certera que lo que la historiografía en Puebla ha logrado para explicar los conflictos sociales que nos desbordan y que ponen en jaque la viabilidad ambiental y social en nuestro estado.
Puebla, crónica gráfica de los años 80 y 90 del siglo XX (BUAP, 2017) es su libro que se presenta este viernes 24 en la Feria Nacional del Libro que organiza la BUAP en el Complejo Cultural.
Es una crónica gráfica la suya que demanda una narración a la altura de lo que las fotografías exponen con la contundencia que puede alcanzar la fotografía de prensa. Imágenes con acontecimientos de hace un cuarto de siglo que todavía siguen determinando los procesos de hoy: Volkswagen y sus conflictos laborales; la 28 de Octubre y la independencia de los movimientos populares; la universidad pública y el cuestionamiento sobre el desarrollo social; la pobreza y la desigualdad extremas; el poder autoritario y la democracia que no acaba de madurar en México.
Presentamos aquí algunas de las imágenes del libro de Jesús Olguín, como la de este trabajador de Volkswagen al que los perros policías del gobierno estatal han mordido durante la represión de una de tantas huelgas ocurridas en los años ochenta en la planta alemana en Cuautlancingo.
Imágenes que nos recuerdan que esta historia nuestra merece contarse mejor. Y que sólo por ese camino entenderemos la profundidad de nuestros conflictos. Y los senderos democráticos que puede encontrar una sociedad para enfrentarlos.
Los textos que siguen corresponden a extractos de crónicas escritas por Sergio Mastretta en los años retratados por Jesús Olguín.
Y también mordimos a los perros...
Por el estrado de la Asamblea General de los trabajadores de Volkswaguen desfilan uno tras otro obreros que narran la violencia sufrida el amanecer del martes: palos, patadas y mordidas, los granaderos y sus perros cumplieron con la tarea encomendada por las autoridades. Operativo al mando del jefe de la policía judicial. Propósito cumplido: desalojar el acceso a la altura de la Aduana, la primera entrada a la empresa Volkswagen si se viene de Puebla. Único inconveniente: los trabajadores del primer turno no entran a trabajar y se suman a sus compañeros golpeados que se Han replegado al otro lado de la autopista.
Un hombre maduro, sin más datos me llama ya casi al finalizar la Asamblea del miércoles 28 de septiembre. Cuenta las acciones de lo sucedido: “A las cinco para las cinco llegó el ingeniero Rogelio Pérez, jefe del Departamento de Hojalatería o funcionario de allí me parece. Estábamos en la entrada principal de vehículos en la Aduana, de refuerzo de nosotros, en ese punto, de guardia éramos unos cuarenta. Vimos una Combi que se desvió de la Y griega de la autopista, llegó a formarse, nos echó el alumbrado y nosotros empezamos a observar: sentimos que sí venía a algo serio. Se bajó uno y quitó las piedras. De los nuestros unos se estaban calentando en la fogata, otros por ahí pendientes. Habíamos regado unos alambritos de llantas quemadas, esa era nuestra protección de que si llegaba gente pues algo se detenía a maniarse con los alambres, no eran una trampa adecuadamente como ellos lo han relatado, que nosotros agredimos a las personas de gobernación, eso es mentira.
“Bueno, llegó esa unidad, nos afocó y se arrimó, ahí reconocí a esa persona, Rogelio Pérez. Le dimos el paso, como estaba bloqueada la entrada a la Aduana se metió por los prados del jardín, directamente para la puerta. Él había quitado las piedras que pusimos de bloqueamiento cuando nos afocó. En el lapso de tres minutos llegó un camión de la ruta de Los Ángeles lleno de patrullas, lleno de garroteros, puros garroteros nada más. Se bajaron, inmediatamente yo corrí a dar la alarma: ‘compañeros están descolgándose los granaderos’. Unos segunditos y una patrulla llega para abrir campo, enseguida llegaron más carros con patrullas. Más o menos como nueve carros, digo, porque todavía estaba medio oscuro. Más atrás llegaron los perros en una camioneta. Organizamos la valla, dijimos no va a ver enfrentamientos.
“Ellos se formaron en reglamento, los garroteros primero, luego los que train gases, después los judiciales. Al frente el comandante Verdín, se bajó el cierre y sacó una metralleta que traía del lado derecho, de alto poder. Dice: ‘Órale, abran campo, abran cancha’. Y como estaban bien formados los granaderos abrieron la valla, o sea una calle, y habla por radio: ‘Quiten los bozales a los perros. Más al fondo estaban, no oíamos ladridos, pero yo me di cuenta de que habló por radio. Dice: ‘Vamos a correr a todos esos hijos de la chingada que están aquí, son poquitos’. Así dijo. Naturalmente, estamos repartidos, entonces éramos pocos ahí. Cuando vimos que abren la calle y se dejan venir los perros hacia nosotros. Como hicimos el bloqueo de carros ahí fuimos a topar todos y no hallamos en donde desviarnos. Lo que hicimos fue meternos debajo de los camiones, de panza, para colarnos pal otro lado. Legalmente no pudimos hacer nada, aunque ya llegaban los compañeros a apoyarnos, los perros se nos venían encima. Los traían con cadenas, arrastraban a los policías, eran unos perros potentes me di cuenta, eran como unas siete filas de perros, regados todos. Unos nos mordieron. Otros nos daban vueltas, como para marearnos, enredarnos. Cortábamos ramas, las ramitas de alcanfor esas, no pudimos hacer nada con yerbas, los perros se nos venían encima.
“Ellos gritaban: ‘Ora sí, hijos de la chingada, se van a ir de aquí cabrones’, así decían los policías, los granaderos y los judiciales. Venían con unas armas cortas unos. ‘Y a ver echen fuego’, gritaban. Pero no teníamos nada, señor. Los primeros camiones que llegaban fueron topados por los polis, no les dio tiempo a los compañeros de salirse, rompieron los cristales y sacaron a la gente. Es mentira que nosotros rompimos los de las patrullas. Luego ya se soltaron a golpear al que agarraban.
“Es lo que nos lastima... Mire usté lloro, no por miedo, por coraje. Fue ayer eran cinco y cuarto de la mañana, todos gritando de mordidas, y yo, calmado, ya no pudimos hacer nada. Oímos en la radio que nosotros agredimos a los policías... ya mero que dijeran que nosotros mordimos a los perros”.
El Torrente
1.- Viernes 21 de junio de 1996 por la noche: la naturaleza desnuda la fragilidad de una ciudad que ya no sobrevive a sus engaños. Para la mala metrópoli un espejo implacable, el torrente espeso de lodo, árboles, piedras y basura desborda el desastroso paisaje de su desarrollo urbano. Los espejismos del progreso nos arrojan cadáveres destrozados en el fango. Nunca nuestro periodismo gráfico encontró territorio más propicio, y sus imágenes certeras alumbran el precipicio de nuestras equivocaciones.
2.- Media tarde. Seres anónimos circulamos extasiados por el espectáculo de las nubes, cúmulos y macisos grises en tonalidades tan variadas como los verdes del campo. Presagio de tormenta que no conmueve a los automóviles con sus soledades y desatinos empañados por los primeros asomos de la descarga tropical. 46 milímetros, dirán después los meteorólogos, como pocas veces se ha visto en los últimos cincuenta años. La mayor parte correrá por las faldas erosionadas de la Malinche. La dimensión de la catástrofe nos hará entender otras medidas: la extensión y profundidad de las barrancas del norte de la ciudad, con sus nombres antiguos --Xaltonac, El Conde-- que se hunden en los ríos Atoyac, San Francisco y Alseseca; la magnitud del desastre ambiental que significa pensar en la deforestación de los bosques, la erosión de la tierra, el taponamiento de los cauces, su reconversión en caños y basureros.
3.- Rumbo a la medianoche del viernes no imagino ese torrente de lodo y equivocaciones que arrastrará la vida de diez personas. Sufro la tormenta que estropea planes y ensoñaciones de reventón adulto. Quiero reconstruir una imaginación que no se produjo el viernes: un taxi en ese arroyo natural reconvertido en la vialidad heroica Cadete Vicente Suérez, un chofer fuera de la unidad que grita, implora, increpa a su pasaje. No hay más tiempo: el auto es una piedra más, otro tronco brutal decapitado con tres seres anónimos con sus ánimos, sus proyectos, sus broncas, su futuro atrapado en el lodo, ramas quebradas que no murmuran más lamentaciones.
4.- La noche entera. La respuesta y la angustia. Por radio la voz de un bombero: “No se puede más, comandante. No terminamos en un lado cuando ya piden auxilio en otro. Qué hacemos jefe... Si metemos el camión nos va a llevar la corriente también a nosotros”. No pararían, minuto a minuto recibían nuevas órdenes de la Central.
Juan Pantaleón Sebastián, presidente de la colonia La Providencia hará un recuento el domingo: han limpiado las calles; no hay teléfonos; no hay luz. Platica con el gobenador Bartlett. “El problema está en la mala planeación, señor. No nos tomaron en cuenta cuando desviaron el cauce del río Amalucan”. Así fue: el arroyo fue desviado hacia el Alseseca en un ángulo de noventa grados para dar paso a la vialiad Vicente Suárez. No resistió el embate del torrente, que buscó su sendero original. Ahí empezó a arrastrar a los automóviles. “No nos hicieron caso --insiste--, debieron haber construído un puente”.
“Esta obra es del sexenio anterior”, responde el gobernador. “Lo que nosotros hicimos fue darle continuidad a estas vialidades”.
Luis Ontañón, director del Soapap, y Eduardo Macip, flamante secretario de la SEDUEP, se miran. “¿Quién construyó esto?”, se preguntan. “¿Tú ya estabas?”, se dicen.
El torrente tampoco tuvo conocimiento.
Las viudas de Calmeca
Matanza de campesinos en Jolalpn, 1989.
Les dicen “Los Platones” y “Los Treviños”. Según la denuncia de Jesús Cázares, ellos son los responsables de los asaltos en la carretera Matamoros-Cuautla. Llevan ya muchos años engavillados. No viven ya de fijo en el pueblo, aunque sí sus familias. Se sabe que están en Atlixco. Un tiempo, recuerdan en Calmeca, fueron perseguidos, pero no por los judiciales, sino por el ejército: “Se fueron cuando los federales les quemaron sus casas”, cuentan los campesinos, “pero no los agarraron, ellos saben las salidas que tienen estas barrancas”.
Porque en Calmeca lo que sobran son barrancos y desfiladeros buenos para el venadeo. En un punto en el que el estado de Puebla se olvidó de sí mismo y apretujó la tierra y todo es un lomerío ardiente y áspero de cazahuates, pochotes, huajes y órganos y sol y polvo que los entendidos llaman simplemente paisaje mixteco, lo único que hay es monte para el pastoreo, jagüeyes y veredas y silencio roto por el cencerro y el tropel de los chivos. Y, de cuando en cuando, por el eco quebrado y reseco de los fogonazos.
Así, venadeados, murieron Crisóforo y Guadalupe Campos Barranco. Dice la viuda de Guadalupe: “Venían de matar a Crisóforo, allá por el cerro de Tananica. Me dicen ¿No has visto a tu esposo? Y yo, que se fue con la burra a traer leña. Que no, que se parece a uno que ahí por la Mesa Redonda está muerto. Y yo voy corriendo y lo veo ahí en el suelo, muerto por Camerino Treviño y Venancio Santos. Es largo de explicarse, pero todo empezó por unas vacas que le robaron a unos, y mi cuñado, Crisóforo era Agente de Paz aquí en el pueblo, así que le pidieron auxilio. Los detuvieron y llevaron a Matamoros. Pagaron y buscaron la venganza. Por eso aquí no hay Juez de Paz, ya nadie quiere ser Juez de Paz, hay miedo, no se crea, yo también tiemblo”.
Y cómo murió Flora Barranco: “La mató ese Platón Morales. El hombre se apersonó en su casa, yo doy fe, un día de muertos, le dijo a Flor que ella escondía a los hermanos Campos, y ella le dijo que pasara que buscara, pero que si no los hallaba, que ella se iría contra él, y Platón no esperó, ahí le descargó la pistola, a la mera entrada de su casa. Luego entró y balaceo a Vidal, lo dejó muerto, pero se salvo”.
O la muerte de Marcial Jiménez: “Le llevaron los animales de ahí de su casa, mero cuando él llegaba de la vigilia, le robaban la yunta. No se aguantó, porque los animales eran su vida, los siguió y ahí delantito lo mataron”.
Un testimonio más: “Yo soy viuda de Primitivo Victoriano Cardoso, también por sus animales, él vio cómo le llevaban sesenta chivos, todo el trozo. Quedó muerto en el campo de Aguabrito, un ojito de agua que hay así pa abajo”.
Por todas las denuncias, uno busca la opinión del comandante de la judicial de Matamoros, Marcos Sánchez Campos, recién llegado de Tecamachalco: “Hay muchas órdenes de aprensión. El problema es que o no se encuentra la gente, andan en Estados Unidos, o no dan la cara las partes agraviadas. Si los agraviados no vienen a nosotros y muchos de los que buscamos andan afuera ¿Qué podemos hacer?”.
¿Qué se puede hacer entonces, según el comandante: “Es difícil hacer algo. No es un problema de apenas, es de siempre. Si la gente del pueblo dice que nosotros estamos coludidos con los criminales, que lo prueben, hay elementos que quedaron del jefe anterior, que les presenten pruebas”.
¿No tiene que ver en esto la marginación de Calmeca? Dice el comandante: “No es que estén abandonados, es que de por sí son conflictivos. No he podido checar todas las órdenes, en eso estoy. Estamos colaborando con la policía de Morelos, en el caso de los hermanos Michaca si existía orden de aprensión, allá mismo ya la tenían. No, no la tengo a la mano, es difícil, tenemos todo archivado”.
Todo archivado. Son ocho agentes judiciales para el distrito entero de Matamoros.
¿Cómo se construye una sociedad mejor?
Poco a poco, diremos. Y no por obra y gracia de un Estado paternal ni por la voluntad redentora de políticos iluminados. Poco a poco, en la acción civil que crea una empresa o un movimiento colectivo con el propósito simple (es un decir) de cambiar el mundo.
Por ejemplo: cambiar la negativa relación entre el campo y la ciudad. Entender que la mejor manera de impulsar la economía de las comunidades campesinas está en el consumo de lo que producen y en condiciones favorables en precio y abasto para los pequeños productores. Se dice fácil, pero cada vez más se desarrollan en México procesos con ese objetivo vital.
Y más: transformar por esa vía nuestros pésimos hábitos alimenticios. Comer productos frescos, sin procesamientos industriales: una hamburguesa vegetariana, para no darle vueltas al asunto y pensar en producto extremo del fast food gringo: brócoli, zanahorias, betabeles, frijoles y chipotles traídos de los campos de Texmelucan o Tepeaca y convertidos en la base de una parrilada. Y encontrarlas en presentaciones atractivas, adecuadas a la vida urbana de familias que trabajan todo el día.
Y una universidad que se decide por contribuir a esta vinculación desde los espacios generados para desarrollar empresas.
Campo, universidad, acción civil. Buena idea para pensar en una mejor alimentación.
No me lo imagino, aquí está la receta:
Las 4 gracias
4 hamburguesas vegetales, de 100 g cada una, empaquetadas individualmente.
La gracia naranja (avena, arroz integral, zanahoria y especias)
La gracia roja (avena, arroz integral, amaranto, betabel y especias)
La gracia marrón (avena, arroz integral, quinoa , frijoles, chipotle y especias). Ligeramente picantes.
La gracia verde ( avena, arroz integral, brócoli y especias)
Y los aderezos especiales: uno de salsa de tomate con albahaca y otro de tinga poblana.
Así entiendo este movimiento vegano por una mejor alimentación Beveggie “Lo Spaghetto” que en alianza con el IDIT de la Ibero Puebla se presenta mañana por la noche en el lobby de ese instituto.
“México es nuestra casa –me dice Edda Beronda Mastretta, directora del proyecto que se presenta en la Ibero Puebla--, y somos poblanos porque consumimos productos del campo poblano, los que encuentras en los mercados populares.”
Y de la mano su concepción nutricional y su búsqueda de alternativas: comida sana, sin gluten, sin lácteos, sin harinas, sin huevos, bajas en sales, sin azúcares añadidos.
“Comida pura”, dice.
Tal es su ánimo y lo expone este jueves a las 7 de la noche en el IDIT de la Ibero Puebla.
Mundo Nuestro. Moisés Ramos Rodríguez trae en la belleza de las palabras el rostro oscuro de la ciudad. Y es la ciudad reciente. la de nuestro caos e ingratitudes colectivas. La del barrio que sobrevive. La que se diluye en el peso de sus casonas y sus discordias. En el marco de la presentación de su último libro de poemas (Cantares de la ciudad de los Ángeles, Buap, 2017) presentamos ocho de los poemas incluídos en él y que bien exponen la madurez alcanzada por el principal de nuestros poetas malditos en Puebla.
…y la miré a los ojos
…una noche
decidí tomar de los cabellos
a la ciudad convertida en fugitiva
—nada más para mirarle el rostro—
(estaba yo cantando
como corresponde a quien se precia
de estar solo
o ser poeta)
…y la miré a los ojos:
estaba tan fuera de sí
que gritaba ofreciendo mercancías
sentada cómodamente en el retrete de su olvido
No quedaba en ella rastro
de lo que fue su vida regia:
cubierta con harapos
los pies desnudos y maltrechos
estiraba la mano temblorosa
decorada aún con el brillo
casi imperceptible
de su última joya:
la Octava Maravilla
el Osario de América
Pedía
por caridad
el verbo o la palabra que llevarse a la boca
hincado el codo en sus riquezas mal habidas
Nos vimos como se miran
los huérfanos
los gemelos
los cófrades que toda filiación abandonaron
alejados de toda pertenencia
El frío congelaba sus encías deshabitadas
babeaba como quien pierde la palabra
escurrida por la comisura de los labios
pero logró decir
que estaba dispuesta a cortarse las venas del asfalto
para dejar renacer un río limpio
Juró que recuperaría su nombre augusto
para perpetuarlo en un blasón de piedra en la memoria
Hablaba creyendo estar iluminada
mientras los dedos de los pies le carcomían las ratas
y las cucarachas le surcaban el rostro virulento
Tartamudeaba
apoyada en el báculo de sus centros comerciales
Le pedí que dijera su nombre en voz alta
que repitiera el nombre de sus padres
de sus hijos
sus entenados
las hienas que están royendo su cadáver:
ojos nublados de vieja ciega
echó hacia atrás la su cabeza
agitó su bote con monedas
tarareó las últimas estrofas de su himno
y yo me fui a buscar bronca a otra parte
Tenochtitlán seiscientos noventa y uno
Para Alekos
La boca de una mujer extraña es un pozo profundo.
Y una gran ciudad es como una mujer extraña. Norman Mailer
Lo primero que vimos al salir del inframundo fue al arcángel
espada de luz
ligeras líticas alas:
miramos a la Tierra alumbrar
la nopalera de tunas corazón
y vimos al águila guerrera
unida a la serpiente de nuestra antigua fuerza
En la plaza danzantes
—roncas voces las de sus atabales—
cascabeleando al ritmo de su entusiasta alma:
músicos de músculos frugales
nutridos por el sol y las entrañas del ayuno
Vimos el rostro antiguo de los guerreros
Ocelotl
Cuautli
ávidos de sangre
Y la primigenia madre Tlaltecuhtli
ofreciendo aún sus nutrientes pechos
en tanto al Zócalo llegaba vociferante
la voz de otro 2 de octubre
(el viento trae aún las sus plegarias
clamando por justicia para los inocentes:
letanía que se repite
para que Luzca para ellos la luz perpetua)
Plazuelas ciudadelas de agusanados años
persistente hundimiento de los escaños
oscuro esplendor y miseria de falsos tlatoanis
y fuego que nos trae copal
intentando sanar el cuerpo purulento
Calaveras en cuentas –y en los sangrantes tzompantlis—
cráneos en los tocados y las muñequeras
niños con la furia de Huitzilopochtli
repitiendo otro grito
por otra venganza clamando:
“¡Oh Cortés, oh rubio Alvarado…! ¡Oh, asesinos…!
sus petos y cascos nadan aún en sangre
¿quién se atrevió a honrarlos
quién a perdonarlos?
Aquí están nuestros corazones
aún en la incertidumbre…”
El viento sana hoy
—respiración boca a boca—
estas calles
mas aún se empuñan navajas de obsidiana
“Mi patria es el español”
uno repite
y el prójimo
en el cercano extremo
insiste
—en algo cercano a la lengua florida—
en culminar la su venganza
Se diluye la tarde:
ejércitos de las sombras vuelven al túnel
¿Cuándo aceptarán paz los corazones
—unos y otros herederos—
de estos que del inframundo suben
que al inframundo bajan?
Dos cantares de entonces
Para Juan Javier
por el vértigo en su camioneta blanca
I
Consciente o torpemente
nos confundimos con los borrachos de la calle
nos dedicamos a beber hasta tener visiones
o hasta detenernos largo tiempo en la inconsciencia:
no había uvas que ofrendar
ni algún dios joven Baco
sólo curado de pulque tochtli
Cierto es que tocamos canciones de muy alto voltaje
desafinados
y el mezcal nos ayudó a correr por los cerros de Oaxaca
y en lugar de Dionisos
arrostramos la confusión de preguntar
“¿Quién eres?”
Mas cierto es también que hicimos regla un deseo:
“Prohibido escupir a los poetas”
II
Sobre la chatarra que ardía aquel verano
mi sombra se freía como el huevo de un ornitorrinco:
era la hora de los congales fauces
hora de oficiar venéreos misterios
cantar boleros
en medio del insomnio
habitantes del Infierno
Orábamos:
“¡Oh Venus
oh Mayahuel
oh Afrodita
oh Mictlantecihuatl
queremos ser dignos de tus dones!”
y deshecho el aherrojo con el que nos sometía el Tiempo
pasamos al otro lado del espejo
Vivíamos en la calle
La calle se llamaba
bien lo recuerdo
“Lejos aún del Paraíso”
y hace unas horas al volver a tocar los sus ladrillos
vi que nadie ha trastocado la su placa
y tiene aún el mismo nombre:
en una de sus esquinas
serio en su labor de siempre
arroja piedras al vacío el Señor Tlacuache
—piedras que ya no son piedras rodantes—
Con el fuego de los sueños que quemamos en aquella esquina
asamos después bombones rellenos de veneno
del mismo sabor que tuvo para nosotros la belleza
De El Evangelio de Lucas Gavilán
Juan El Taxista
ha precedido a Jesús de Cabaret:
El Mar de Galilea rebosa
Los mercaderes del Templo
han venido a regatear
las monedas que a sus manos regresarán:
lapidaron a Magdalena
frente al Templo esta mañana
y ahora bajo luces desgastadas
le aplauden y piden un lugar privilegiado
a la hora del baile que hará sobre cada mesa
Herodes
uno entre los anónimos que pueblan otras mesas
va presto a lavarse las manos
mientras el trío Los Fariseos canta
y piensan los músicos en compensar al Buen Ladrón
dándole en concesión la barra
José de Arimatea
paga por ver:
quiere ganar para una escalera para un sepulcro
para apoyar a Jesús de Cabaret en el momento preciso
Los Romanos
carnales de la vieja y aguerrida milicia del barrio
entran con la lanza en ristre
dispuestos a la revisión en los costados
—después le ofrecerán vinagre en una esponja—
del cansado Jesús de Cabaret
quien repite frente a la barra
sobre los altos tacones de su banco acerado
“¿Por qué me has abandonado?”
mesando remordimientos
—corona espinas
victoria dos equis
después fría una negra modelo—
Ahora Los Fariseos
—el uno en la guitarra
el otro en las maracas—
lo siguen pues inició el baile
mas le temen y quieren despojarle
Los Apóstoles
expertos en música norteña
le dan duro y macizo a la redoba
mientras su Piporro de Cuetlaxcoapan
canta sobre el maná
y ofrece la Tierra Prometida:
“¿De a cómo no?” ya le preguntan
Ángeles
verdes ángeles prestan auxilio en la carretera
y el Sumo Sacerdote
—rudo luchador de todos los domingos—
manosea su Viejo Testamento
para saber qué podrá tocarle
ahora que empiece el streap tease
y la túnica por el suelo quede
Todo había comenzado con la resurrección de los muertos:
inició el viejo Lázaro
quien dormía el sueño eterno de bruces en la barra
y fue llamado por Jesús de Cabaret
para andar por ahí sin andarse por las ramas
y terminará en la cantina El Gólgota
entre infusiones y arrepentimientos
Jesús de Cabaret ha sido vapuleado
y su primo Juan El Taxista
perdió la cabeza por una tal Salomé
bailarina experimentada y poderosa
Se acerca “El fin de los Tiempos”
autobús que también cubre la ruta
Apocalipsis-Limbo-Purgatorio
“Polvo eres
y en polvo te convertirás”
dice el conductor del autobús
al informe lodo que se secará mañana
por sobre el que ahora pasa
“Ora pro nobis”
pide la señora del guardarropa y los cigarros
“En verdad les digo
que esta noche estarán conmigo en El Paraíso:
conozco al cadenero y la entrada será gratis”
responde y profetiza Jesús de Cabaret
En el baño del cabaret
El Mar de Galilea
las aguas están más que revueltas
Obscuro total:
los Cuatro Jinetes del Apocalipsis ya se acercan
en sus inmaculadas Harley Davidson
a más de ciento cuarenta kilómetros por hora
Sueña la ciudad un río
I
Yo soy de donde ya no hay río:
el mío era un arroyo
—Almoloya—
que crecía con los opulentos aguaceros de mayo
y
a veces
creo haberlo visto
como fluye en esta página:
veo al fiero que
—me cuenta mi padre—
traía árboles desraizados
animales fabulosamente hinchados
y artilugios deformados
Escucho que habla en el verano
aun cuando su voz huela a podredumbre
Lo veo animar pulidos batanes
molinos antediluvianos
llevarse la inmundicia de las calles
y erguir las cañas a su paso
—guerreros ante su general
cambiante y permanente—
Lo escucho defenderse
coletear al comenzar su entubamiento
Lo veo vengarse al inundar los barrios
calles y plazuelas
cada temporada de lluvias
puntual e irrefutable
Lo veo
joven serpiente
lomo esplendoroso que se expande
Lo miro seguir creciendo en los árboles antiguos
del abandonado Paseo Viejo en San Francisco
Me siento
a veces
a platicar con él
como si no hubiera sido ahogado
Miro a la ciudad pagar la cuota de su insensatez
al haberlo clausurado
contra natura
He caminado toda su ribera
mirando los barcos de papel
que ya no pude echar sobre su lomo:
aún siento su espíritu vagar
azotando los muros de la Angélica Cuetlaxcoapan
la cobarde ciudad que no supo guardarle
Entonces bajo nuevamente a recordar
que vengo de aquí
de donde no hay río
Y escucho los días navegar sin su sextante
sin Stella Maris
Y se derrumba la Angélica Ciudad
húmeda la vista al mirarla
espíritu de eternidad
cuerpo que no puede encauzar ningún olvido
I
Sueña la ciudad un río
caudaloso y fresco
espejo de las constelaciones
Río
Por momentos es tan intenso ese deseo
que los angelopolitanos hacen barcas durante la madrugada
edifican muelles desde donde zarparán
con la eclosión del día
Y escuchan ya el chocar del agua contra rocas
el chasquido de ramas sobre el lacustre pecho
Agua
líquida ensoñación
alcanza tal intensidad
que humecta los ojos que la miran
Sueña la ciudad que recupera un río…
Generaciones
El abuelo está de pie
recargado en el respaldo de la silla
donde su hijo está sentado
y carga
sobre la pierna izquierda
inclinado ligeramente hacia la derecha
al nieto
al hijo
al espejo de ambos
El abuelo
turbia cabeza lanosa
mira atento hacia la izquierda
hacia donde la Muerte ya lo llama:
por fin comenzaba a perdonarse
a ver cuál fue la bifurcación equivocada en su vía
y ya no le dará tiempo
de abrazar a su hijo
de quitarle el peso de haber sido
él
su padre
No lo toca:
toca su silla
y rehúye hasta la lente
El padre
decimonónico el traje
se ahoga por la corbata y las barbas:
sombra de la sombra de su padre
mantiene el gesto de jabalí presto al ataque
y el fotógrafo ha logrado mostrarnos
sin que él abra la boca
sus dos colmillos preparados
En el fondo de la máscara
ennegrecida por las barbas
los ojos de un hombre triste
buscan
desde hace siglos
a su padre
El niño
padre en miniatura por el traje que gasta
parece indómito fiero
general que será de mil batallas
mas
basta un ligero escrutinio
para ver su verdadera imagen:
muñeco roto
mudo
de sentidos maniatados
con los mismos apellidos
el nombre
los ojos
suplicantes
de su abuelo
de su padre
Va el poeta por su hermano
Tienes el cabello revuelto
como si acabaras de salir del Mar de los Sargazos
Ya no dices nada
Pareces agotado
como si descansaras después de un día pesado
Estás pálido
como si hubieras velado
sin saber que
por la mañana
conocerías la resolución a todo enigma
Pareces tú y muchos otros hombres:
frío y desprotegido
ya no sabrás que perdiste un zapato
Afuera llueve
y aquí
a un lado de la puerta
hay un horno en el cual quemarán tu ropa
Es verano:
el largo día había amanecido luminoso
Aquí
me inclino y te hablo al oído
te cargo para regresar a casa
como si no quisiera despertarte:
desde tus ojos semiabiertos
marrón claro
ya no replicas
Otra ciudad de polvo y verdadera
VIII
Vengo de un antiguo sueño
de urbes acedas
de cuerpos de tul y humo zarandeado
donde perviven nombres
seres a quienes sólo yo escucho
Vengo de un sueño
erigido en un desierto
de torres de carbón
calles extensas lenguas calcinadas:
oigo a seres
vacíos como sonajas de guajes sin semillas
somnolientos pesados
arrastrados por su propio nombre
Vengo de un cementerio
de una antigüedad extraordinaria
donde crecen ideas fijas como púas
cercas de alambre
pentagrama donde no escribe para cantar el aire
Escucho andar a gatas a ciertos pensamientos
otros
se vuelven remolinos que peinan los pantanos
Hay luces muertas que saben a derrota
futuros triturados en un molino extraño
despiadado
Escucho que aquí nada se oye
que pasa un día o dos
un centenar de horas guiadas por un cencerro inapiadable
y nada aquí sucede:
no se mueve el lodo de los pensamientos
se vacía la cuenca desde donde todo se miraba
Voces que no reconocería
ni la propia garganta donde se expendían
van adheridas a los muros
se destrozan las uñas buscando una salida
boquean
presas del bozal que son
que incuba su silencio
Paso buscando una mirilla
deseo sólo un respiradero
mas mi sueño es viejo y desdentado
ácido y desangrado
territorio donde ya no corre el aire:
se sofoca a sí mismo
se envuelve en llamas pardas o bien decoloradas
se ahoga
y yo me voy secando
flanqueado por esas voces en los muros
los seres de sal cual olas ocres
e ideas que se ahorcan penden
—mecate y madera el segundero—
para mostrar dónde vivimos
dónde venimos a husmear:
en medio del silencio
sin traductor para este sueño viejo
decrépito
lápida que hará de nosotros fósiles
sangre inútilmente convocada
(Todo ha pasado ya:
llega la aurora
palabra que arde y guía
voz para ser
para mostrar que consistimos
pese a que polvo inquieto
no otra cosa somos)
Mundo Nuestro. Moisés Ramos Rodríguez (Ciudad de Puebla, 1963), presentará Cantares de la Ciudad de los Ángeles en la Feria del Libro BUAP el miércoles 22 de marzo. La reportera Janet G. Jiménez nos acerca en esta entrevista a quien es ya una de las voces más elaboradas de la literatura poblana. (La imagen de la portadilla es de ©Daniel Mordzinski)
“Mi libro Cantares de la Ciudad de los Ángeles es una continuación de los cantares hechos a la ciudad desde el siglo XIX y el XX, pero, recurriendo al símil de la fotografía analógica, es su negativo, su anverso. Así, yo afirmaría que mi libro es el lado no reconocido, el lado maldito, el lado putrefacto de la canción que se ha llegado a considerar el himno de Puebla, ciudad y Estado: “¡Qué chula es Puebla…!” de Rafael El Jibarito Hernández.
“Los poemas de Cantares de la Ciudad de los Ángeles son, sin duda, la pesadilla de César Garibay, de Delfino C. Moreno, de Moreno Machuca, de Gregorio de Gante, de Amapola Fenochio y de Flora Otero; son el lado obscuro al que no se atrevieron a mirar; son su continuación y un homenaje, atroz, bárbaro y ríspido, pero homenaje al fin.
“Me hubiera gustado que los poetas de la Bohemia Poblana leyeran mi libro. Quizá lo hubieran quemado con leña verde frente a la fuente de San Miguel, en el Zócalo, encabezados por Cordero y Torres. “
Así habla el poeta Moisés Ramos Rodríguez de su nuevo libro, Cantares de la Ciudad de los Ángeles el cual presentará el miércoles 22 de marzo, a las 18 horas en la Sala Virtual del Complejo Cultural Universitario.
Ramos Rodríguez ha publicado los poemarios Olvido es nuestro nombre y Raíz de luz; la presentación de su más reciente poemario será parte de la Feria del Libro de la BUAP y le acompañarán los también poetas Roberto Martínez Garcilaso y Enrique de Jesús Pimentel.
El libro, editado en enero de este año, de 126 páginas, estará a la venta a precio especial, en tanto que su anterior poemario, Raíz de luz se vende en el stand de la propia BUAP a mitad de precio.
En entrevista, habla del poemario que presentará, y de sus temas
—Existe la opinión de que la gente no lee poesía…
—Cuando el colapso se produzca (o mejor: cuando produzcamos el colapso) por una múltiple explosión nuclear o por una transformación del planeta provocado por el sobrecalentamiento o alguna razón parecida, y queden algunos seres humanos, lo único que sobrevivirá con ellos será la poesía. Nadie será capaz de recordar cómo eran el Partenón, el Empire State o la Muralla China, y reproducirlos. Pero los únicos humanos sobrevivientes, a través de las palabras recordarán la poesía, la reconstruirán o volverán a inventarla. Dejarán que el Espíritu hable a través de ellos nuevamente.
Todos nuestros mejores inventos, todas nuestras más ambiciosas búsquedas en el espacio sideral, quedarán reducidas a nada, pero el ser humano seguirá preguntándose quién es y para qué está en el planeta Tierra, qué sentido tiene estar vivo. Y sólo la poesía le podrá contestar.
—¿Qué libro es Cantares de la Ciudad de los Ángeles…?
—El título, claro, le debe mucho a Ezra Pound, a quien leí con desmedido fervor entre los diecisiete y los veinte años de edad. Por otra parte, también es un homenaje a los Cantares Mexicanos y, si forzamos un poco… pero eso no importa.
Lo que sí se repite a lo largo del libro es el hecho de que la ciudad a la que se le canta, con admiración y desprecio, entre otras cosas, es la Ciudad de los Ángeles, nombre de la ciudad de Puebla, capital del estado de México del mismo nombre, entre 1531 y 1821: doscientos noventa años mantuvo se llamó así.
—¿Hace cuánto fue publicado el libro…?
—En enero de este año. Releí varias veces este libro en los últimos años, porque ya lo quería publicar; me sentía como Juana de Asbaje cuando escribió: “mas esta tentación me quita el juicio”. Porque es un libro viejo y ya me quería “deshacer” de él. El primer poema, con el cual se abre el libro en forma de epígrafe, es de antes de que yo cumpliera veinte años de edad. Hoy tengo cincuenta y cuatro. El último de los poemas es de hace seis años, o tal vez más.
Es un libro al que me fue difícil asomarme las últimas veces, porque si bien quería conservar la voz original de cada uno de los poemas (que fueron trabajados durante años), también quería evitar ese riesgo implícito en todo trabajo de revisión: la obsesión por una perfección inexistente, por una voz que no existe, por un libro ideal, imposible de alcanzar.
Los poemas de cada libro muestran la poesía que se ha logrado. No más. Es vesania pasar años y años revisando.
—Parece que el de tu libro no es un tema común, al menos en la poesía poblana de los últimos años…
—El tema no es nuevo, obviamente: la ciudad. En el caso de la poesía occidental, viene desde Homero. Recordemos que Odiseo dice, según el rapsoda: “Conocí la ciudades populosas y aprendí sus costumbres…” Después, obviamente, están, ya en el siglo XIX, Hugo y Baudelaire, pero sobre todo Rimbaud con sus magníficos poemas en prosa de las Iluminaciones inspirados en Londres, sí, pero que muestran a la Ciudad, así con mayúscula, de la cual dirá después Norman Mailer: “La boca de una mujer extraña es un pozo profundo. Y una gran ciudad es como una mujer extraña”.
El primer gran poema urbano, consideran algunos, es el de Apollinaire, pero para mí la gran raíz de la poesía urbana está en Rimbaud, la cual se puede notar incluso en el libro de Las ciudades imaginarias, de Calvino, por poner un ejemplo grosero.
En México, y en español, hay una gran tradición de cantos urbanos, baste recordar a Martí y su “Amor de ciudad grande”, que es también del siglo XIX. En México siempre pienso en el poeta de La Musa Callejera y en Vicente Quirarte, en el Lizalde de Tercera Tenochtitlán… Los ejemplos son innumerables y no es necesario extenderse en ello, pero para quienes nacimos en la ciudad y aprendimos a distinguir entre un Mustang 76 y un Camaro, antes que entre un sauce y un laurel, quizá sea importante recordarlo.
—Además del tema obvio de la ciudad, ¿hay un ambiente determinado en el que el libro se haya gestado? Tal vez el viaje como se lee en vario poemas…
—No sólo porque se cite en un largo epígrafe una canción de Bruce Springsteen (“Días de gloria”) es necesario decir que el rock tuvo una gran influencia en Cantares de la Ciudad de los Ángeles: además de la urbe, obviamente el protagonista es el ser humano de la ciudad, quien se pregunta quién es, que hace en este planeta; y claro, viaja porque está buscando incesantemente su lugar.
Y detalla Moisés:
“Así como en Mexico City Blues la música que acompaña a los poemas (y con los que se debe acompañar su lectura) es el jazz, en el caso de mi libro siempre la banda sonora es el rock. Además de Springsteen están visibles en el libro Led Zeppelin y The Beatles, pero la presencia del rock va más allá de esas obviedades. Muchas de las más potentes imágenes poéticas de la ciudad y sus habitantes están en las letras del rock mejor logrado, en inglés y en español; y en otros idiomas, claro. A muchos, a la par de la poesía, el rock nos salvó del naufragio, la vesania y la locura de psiquiátrico y medicamentos. Una dotación básica (guitarras, bajo, batería, unos buenos poemas) hicieron tanto por mí y alguna gente de mi generación (y posteriores), como lo hizo, verbi gratia, Leopoldo María Panero.”
—Hay una parte del libro dedicada al alcohol, a los bebedores, a las cantinas, a los borrachos en la ciudad…
—La verdadera religión de un hombre en una ciudad de Occidente (y Puebla lo es por herencia, no por esencia), es el alcoholismo; hoy cada vez se suman más mujeres o son más visibles, y los ciudadanos se unen a esas filas cada vez más jóvenes. De esos seres habla una de las secciones del libro, “Teódulo’s bar”, cuyo nombre se refiere a una cantina que estuvo en la Avenida 14 Oriente. Creo que somos una sociedad decididamente alcohólica, sin duda, y el alcohol es la única droga permitida, la única que sin prescripción puede tomarse, sin medida.
Otra sección está dedicada al río de San Francisco, en cuyos márgenes fue fundada la Ciudad de los Ángeles, el cual fue entubado hace más de cincuenta años, en los años sesenta.
Finalmente hay una sección llamada “Álbum familiar”, donde el personaje urbano hace referencia a cuestiones más familiares.
El libro cierra como ha sido abierto: con poemas dedicados enteramente a la Ciudad, así con mayúsculas, especialmente a la Ciudad de los Ángeles.
—¿Qué más explicarías de este libro al lector?
—Obviamente un libro de poesía, la poesía misma no debe ser “explicada”. Una de las mayores sandeces es pedir a un autor que “explique” un poema o un poemario. El libro de poesía sólo aspira a ser complementado por el lector; justificar su existencia de esa forma. No tiene otro sentido. Lo demás son palabras.
(Moisés Ramos Rodríguez, Cantares de la Ciudad de los Ángeles, poesía. Consejo Estatal de Ciencia y Tecnología de Puebla, 128 pp., Puebla, México, 2017. Presentación: miércoles 22 de marzo de 2017, Aula Virtual del Complejo Cultural Universitario, BUAP, 18 horas.)