Universidades
Mundo Nuestro. Este texto fue leído por su autor en la presentaación del Libro El espíritu carolino, Puebla 1961, carisma y trascendencia del Doctor Julio Glockner, de Miguel Gutiérrez, el pasado miércoles 29 de mayo.
El rector Julio Gloxxkner Lozada en un discurso ante sindicalistas. Fotografía del archivo de la familia Gloxkner, tomada de La Jornada de Oriente.
El libro de Miguel Gutiérrez es una crónica novelada de uno de los movimientos sociales más importantes del estado de Puebla y, sin duda, el más relevante movimiento universitario, pues con él inició la Universidad Autónoma de Puebla su vocación científica, así como la reflexión y el análisis crítico y bien sustentado de la realidad social. 1961 es un año emblemático porque significa no sólo la derrota de un pensamiento detenido en prejuicios teológicos y morales, que mantenían a la universidad distanciada de los avances de la ciencia y de la reflexión filosófica de la época, sino también porque implicó su apertura definitiva a sectores sociales que hasta ese momento no tenían acceso a sus aulas. Problema que hoy vuelven a enfrentar, de manera crónica, las universidades del país. El autor, siendo muy joven, formó parte de esa voluntad colectiva de cambio que aglutinó a cuatro mil estudiantes y a un significativo número de profesores, encabezados por el doctor Julio Glockner Lozada.
El relato de Miguel recrea con buena pluma el ambiente que en la ciudad de Puebla se vivía en la víspera del centenario de la batalla del 5 de mayo, y en ese contexto, la irrupción de lo que llama “el espíritu carolino”, que fue la forma contestataria, decidida y libre que hizo posible una Reforma Universitaria que asumió plenamente los derechos y responsabilidades que otorga el artículo 3° constitucional. Los 77 días que duró el rectorado del doctor Glockner, ejercido sin subsidio federal ni estatal, con la rabiosa oposición del clero, que nunca entendió la naturaleza del movimiento, descalificándolo como “comunista”, pero además con la obtusa intolerancia de una minoría comunista, organizada en “células”, que lo tachaba de burgués y reformista, pero con el respaldo de la inmensa mayoría de la comunidad universitaria y sus familias, con la simpatía de los sectores sociales que supieron comprender los beneficios que una universidad renovada traería a la vida de la ciudad y el estado y, finalmente, con el apoyo de profesores y estudiantes de la UNAM, el Politécnico y de otras universidades, sindicatos y organizaciones sociales del país, con esa fuerza moral y política, se pudo sostener una rectoría que hizo posible la transición a una universidad abierta a las corrientes del pensamiento moderno.
En una típica escena de intolerancia y autoritarismo “revolucionario”, algunos años después, una o varias manos desaparecieron de los archivos de la universidad las actas del consejo que daban cuenta tanto de la importancia que había tenido la participación del doctor Glockner en el proceso de Reforma Universitaria, como de su expulsión años más tarde, montando una farsa construida con mentiras y difamaciones. Quienes presenciaron esa vergonzosa sesión del Consejo Universitario recuerdan el vigoroso humor sarcástico con el que se defendió el acusado.
Las causas de fondo del movimiento de 1961 venían de muy lejos. Por un lado, se remontaban al secular conflicto entre liberales y conservadores que se enfrentaron a lo largo del siglo XIX y durante la primera mitad del siglo XX, tanto en vehementes discusiones de mayor o menor calidad argumentativa, como en los campos de batalla que comprendieron desde la guerra de Reforma al movimiento cristero. Al iniciar la década de los sesenta del siglo pasado la discusión entre liberales y conservadores se centraba en la defensa del carácter laico de la educación pública, que defendían los primeros, ante la insistencia de los conservadores por mantener la educación religiosa en los colegios particulares, y si fuera posible públicos, como herencia evidente del virreinato.
Novatadaa en el patio central del edificio Carolino. Fotode Archivo Histórico de la BUAP.
Este enfrentamiento, que oponía el artículo 3º constitucional al reclamo conservador de que sólo la familia, y no el Estado, puede decidir el carácter de la educación de sus hijos, se gestaba en procesos ideológicos de larga duración y albergaba en su interior nuevas modalidades conflictivas surgidas en el contexto de la guerra fría. Entre estas modalidades conflictivas destacaba la simpatía y el respaldo que los estudiantes “progresistas” sentían por la triunfante revolución cubana, que en esos días Fidel Castro vincularía al área de influencia de la URSS, contra las ideas y los intereses económicos de quienes veían en esa revolución un peligro de expansión comunista en México. Este panorama nos presenta un fenómeno realmente interesante, en el que se enfrentan diversos grupos sociales esgrimiendo demandas de carácter político, ético, religioso, cívico, educativo y económico. Estas demandas fueron definiendo perfiles ideológicos que generaron identidades de grupo que perduran hasta nuestros días.
El panorama ideológico de la época estuvo conformado por diversas tradiciones, cada una de las cuales generaba, para autoafirmarse ante sus adversarios, una buena cantidad de prejuicios y convicciones que con frecuencia desembocaban en un agresivo fanatismo. Teniendo como símbolos la cruz del catolicismo, la oz cruzada con el martillo del comunismo y la escuadra y el compás de la masonería como emblemas contrapuestos, estos sectores se enfrentaron violentamente tanto en el discurso y las exigencias excluyentes como en los golpes y pedradas callejeras. Los emblemas operaban simbólicamente en el imaginario político de la época de manera que en muchas ocasiones lo emocional predominaba sobre lo racional y la violencia se desataba porque se tenía la convicción de que la sola existencia del adversario era una amenaza para la propia existencia. La lógica no era la de la coexistencia competitiva en un ambiente democrático, para nada, más bien se trataba de la eliminación del adversario ya convertido en enemigo inadmisible. Cada uno se pensaba como justiciero y salvador, sea por razones sociológicas, éticas o religiosas, y cada uno creía fervientemente que el enemigo era un elemento absolutamente pernicioso para la vida colectiva que debía ser eliminado, si no físicamente, sí, al menos, política y socialmente. El asunto no es nimio ni se ha borrado del pensamiento ni de los sentimientos de muchos de los protagonistas y sus descendientes ideológicos.
Un cambio fundamental ocurrió en la ciudad de Puebla y en la Universidad durante los meses de abril a julio de 1961, periodo en el que se produjo un giro muy significativo en la política educativa que orientó a la institución por el camino de la educación laica y moderna. El hecho de que el Vaticano haya reconocido la validez de la teoría de la evolución de Darwin hasta el papado de Juan Pablo II, nos debe hacer pensar no sólo en que la propia iglesia destruye el sustento de su propia mitología, expuesta en el libro del Génesis, sino en las dificultades que los estudiantes de principios de los años sesenta tenían para expandir sus conocimientos, teniendo como autoridades universitarias a miembros de los sectores clericales más conservadores, que evidentemente veían en la teoría darwiniana una especulación atea concebida en los linderos del infierno.
El bando católico.
La pedriza al Benavente, el 24 de abril de 1961.
El arzobispo de Puebla Octaviano Márquez y Toríz, tan aficionado al dinero que la gente lo llamaba “Don Centaviano”, publicó en aquellos años una Carta Pastoral sobre el Comunismo en la que decía que el sistema filosófico y político del marxismo destruye la dignidad humana, el orden espiritual y moral, la libertad y toda convivencia civilizada.[1] El texto terminaba con un llamamiento: “¡Católicos de Puebla! ¡Hombres libres y ciudadanos honrados! ¿Vamos a claudicar vergonzosamente de las conquistas de la civilización cristiana, para caer en las redes maléficas del comunismo? Quién de vosotros se atrevería a mirar impávido que nuestra patria cayera en poder del extranjero, que en nuestros edificios públicos en vez de ondear la gloriosa enseña tricolor miráramos una bandera extranjera y que hombres exóticos, invasores, se adueñaran de nuestro territorio, de nuestras instituciones, de nuestro gobierno y de todo lo que es nuestro amado México? Estamos sintiendo ya los ataques del enemigo. Ideas disolventes contra la fe, la autoridad, las tradiciones mexicanas, la Patria misma”.[2] El ignorante fanatismo que encierran estas ideas, evidentemente tuvieron repercusiones en el linchamiento de trabajadores universitarios en San Miguel Canoa algunos años después.
Haber encausado a la UAP por el camino de la educación laica y científica y haber defendido el laicismo como principio de gobierno es uno de los méritos del movimiento de reforma universitaria. Frente a los prejuicios religiosos imperantes en la conservadora ciudad de Puebla de hace 50 años, los universitarios que defendieron el artículo 3º constitucional hicieron valer el espíritu laico indispensable para ensanchar los horizontes del conocimiento. La laicidad consiste simplemente en la independencia y libertad de pensamiento respecto a las afirmaciones o creencias avaladas por una autoridad, es decir, laico es quien piensa libremente frente a los dogmas. Un dogma es aquello que es creído o aceptado comúnmente como irrefutable y constituye el fundamente mismo del pensamiento religioso, de ahí que laico sea quien reivindica para sí el derecho de pensar diversamente sobre cualquier cuestión o problema considerado ortodoxo.[3] Esta es la lección que nos dio la generación del 61 y es este el ambiente político y cultural recreado a través de los recuerdos, los testimonios y la invención literaria de Miguel Gutiérrez, en un relato que resultará indispensable para quien quiera comprender aquel momento histórico de la ciudad y de la Universidad Autónoma de Puebla.
Termino citando las palabras del rector de la Reforma Universitaria en el discurso pronunciado en este mismo salón, el 15 de mayo de 1961, cuando el movimiento ya había logrado sus objetivos fundamentales:
Esta Universidad de Puebla abre de hoy en adelante sus puertas para todo estudiante, sin importar su condición económica ni su credo religioso, sólo exige una aspiración tenaz en el perfeccionamiento de una vida digna, liberada y culta. Esta universidad no pondrá ningún obstáculo que limite el acceso de las masas a la cultura, no habrá más monopolio de la sabiduría por parte de un grupo de señoritos en detrimento de los demás, pero tampoco permitirá que esa sabiduría se complazca en la soledad y desdeñosa vuelva la espalda a la vida. Al investigador más puro y sobresaliente salido de esta universidad debe llegar también el ruido de las fábricas, para que ese investigador sepa que es también, junto con nosotros, un obrero que está edificando México.
[1] Manuel Díaz Cid, Autonomía Universitaria. Génesis de la UPAEP, s/f.
[2] Jesús Márquez, cronología del movimiento estudiantil poblano: abril-octubre de 1961.
[3] Michelangelo Bovero, “Cómo ser laico”, Nexos, Nº 282, junio-2001.
Mundo Nuestro, Desarrollo económico y sustentabilidad. No es sencillo que estas dos palabras se vinculen en México. Y de la mano, otras duplas complicadas: ciencia y desarrollo, economía campesina y progreso. De fondo, el interrogante sobre lo que entendemos justamente por desarrollo y progreso en un país en el que la generación de riqueza ha tenido como acompañamiento la pobreza, la desigualdad y el desastre ambienta. En todo ello pensamos cuando conocemos el esfuerzo que científicos poblanos en la BUAP han llevado a cabo desde hace treinta y siete años, cuando el doctor Jesús Caballero Mellado dio los primeros pasos en el campo y en el laboratorio para desarrollar fertilizantes biológicos que pudieran elevar la productividad sin afectar a la tierra. Con el tiempo, los investigadores universitarios han logrado meter en el mercado de la producción de alimentos dos productos validados y con marcas registradas: BIOFERTIBUAP y BIOFOSFOBUAP contribuyen a la incrementar la producción de alimentos sanos y de alta calildad, viables en lo económico y con un menor impacto ambiental que los agroquímicos que se encuentran en el mercado.
Aquí puedes leer la historia completa:
Biofertibuap, innovación para el campo
Mundo Nuestro. En ocasión del centenario del nacimiento del Doctor Julio Glockner Lozada, en junio del 2009, su hijo, Juliio Glockner Rossains escribió esta memoria de su padre que hoy reproducimos en ocasión de la presentación del libro El espíritu carolino, Puebla 1961. Carisma y trascendencia del Doctor Julio glokner. Este texto fue publicado originalmente en La Jornada de Oriente
Papá:
Qué tal que han pasado ya 100 años desde que naciste, un siglo no es poca cosa y por eso hoy quisimos acordarnos de ti. Sesenta y seis años viviendo en este mundo y treinta y cuatro en otro, que sigue siendo este. Porque la vida de toda persona se divide en dos partes, una, mientras su corazón palpita y su presencia es un acto cotidiano, otra, cuando su sangre y su voz se han suspendido y su presencia repentina sólo se revela en recuerdos, sueños y conversaciones. En esta segunda condición estás ahora, querido Julio, y estamos aquí reunidos, cumpliendo una milenaria tradición humana que congrega a la gente que se quiere, para recordarte.
Hay dos características tuyas que mucha gente tiene presentes: una es tu generosidad y la otra tu buen humor. Dos cualidades, desafortunadamente, no muy comunes. Creo que la primera tuvo que ver con que fuiste un estudiante pobre, y cuando te fue bien económicamente no dejaste de apoyar a quien se acercó a pedirte ayuda. Y el buen humor, pues es una consecuencia del bien estar y me parece que en la vida tú siempre te sentiste a tus anchas. Recuerdo aquella escena que nos contaste un par de veces, que ocurrió con tu mamá. Eras joven y estabas estudiando en la casa cuando ella salió a comprar algo para comer. Al rato regresó con muy poco, el dinero no había alcanzado para gran cosa, entonces la abuela Clara te dijo: “mira hijo, apenas y me alcanzó para la comida, pero compré un cancionero, vamos a cantar.” Ese entusiasmo y ese sentido gozoso de la vida quedaron alojados en tu personalidad.
Por otra parte, tu interés en el conocimiento fue estimulado por el abuelo Enrique. Hace años encontré entre tus papeles un obsequio un tanto extraño: en una docena de hojas tamaño oficio, escrito a máquina por él mismo, tu padre te regaló una historia del sistema métrico decimal con esta nota al pie: “Julio querido, lee y medita…” y vaya que lo hiciste, quienes heredamos tu biblioteca sabemos de la diversidad de tus intereses intelectuales, no sólo en medicina, biología y ciencias exactas, sino también en literatura, filosofía y humanidades.
El mito de que eras un comunista come–niños te lo inventó el clero y la prensa local cuando encabezaste el movimiento de reforma universitaria, que terminó por expulsar a un grupo de conservadores retardatarios que se oponían al desarrollo del conocimiento científico y propiciaban un anacrónico y ridículo elitismo en la universidad. Siempre fuiste un hombre de izquierda, pero tu pensamiento no estuvo sujeto a un adoctrinamiento ideológico y esto te acarreó también problemas con los comunistas de credencial y dogma bien peinado. En la estantería de tu biblioteca tenías, por ejemplo, el Manifiesto del Partido Comunista, en una voluminosa edición con estudios de Antonio Labriola y Wenceslao Roces, había libros de Lenin y Stalin, pero al lado estaba el Ensayo sobre las libertades, de Raymond Aron; La sociedad abierta y sus enemigos, de Karl Popper, y el Viaje a la URSS, de André Gide, y la autobiografía de Artur Koestler, donde se denunciaba el autoritarismo criminal del régimen soviético. Una biblioteca es una buena pista para rastrear los senderos intelectuales de una persona, para asomarnos a sus pensamientos y a sus actos, y lo que sacamos en conclusión de ti es que fuiste un humanista lúdico de izquierda. Y que en buena medida tu actitud frente a la vida se nutrió con Henry Miller y Ortega y Gasset, con Bertrand Russell y Unamuno, con Freud y Jung, con Papini, Huxley y Lawrence Durrell.
Tu otra gran pasión fue la música ¡Cómo hubieras disfrutado los modernos equipos de sonido! Te recordamos recostado en la sala, escuchando música clásica frente a dos enormes bocinas, y después de un rato, roncando a todo volumen. Tere siempre recordaba que la cortejabas no sólo con palabras cariñosas sino con ideas inteligentes, tenían el gusto de leer tumbados en la hierba en las afueras de la ciudad, o viajando juntos a la ciudad de México para asistir a algún concierto.
Como es tu centenario sólo vamos a hablar bien de ti. Algo que siempre nos gustó a Clara a Fidel y a mí fue tu capacidad para disfrutar los años sesenta. Una prueba de fuego de la que no todos salían bien librados. Nos entusiasmó que te gustara la música de los Beatles, que apreciaras el teatro de Jodorowski, que comieras hongos con Napo y July, que comprendieras y respaldaras la protesta juvenil de aquellos años, no sólo la estudiantil vinculada a demandas políticas, también la contracultural del movimiento hippie. Esto sucedía porque estabas atento a la época desde un cuerpo de cincuenta y tantos años pero habitado en muchos sentidos por el espíritu de un joven. De ahí la excelente relación que siempre mantuviste con tus alumnos.
Comprenderás que no se trata de abrumar a los invitados con un largo discurso, así que aquí le paramos. Como ahora vives en nuestro pensamiento, te queremos imaginar acompañado de tus amigos: Nacho Hermoso, el ingeniero Saldívar, el gordo Vera, Toño Sáenz de Miera, Renato Leduc, el güero Téllez, Pedro Garfias… y también, por supuesto, de Tere, Nuby, Napo, Mini, July, Ligia, la Monchis y la abuelita Rosaura, que hoy habrá guisado algo para ustedes. De modo que no nos queda más que alzar los vasos y brindar por ti y por todos ustedes.
¡Salud!
*Texto leído en la sobremesa del viernes pasado con familiares y amigos para conmemorar al doctor al cumplirse 100 años de su nacimiento.
Mundo Nuestro. Era obligada esta biografía. La Benemérita Universidad Autónoma de Puebla no se entiende sin la participación en su historia del Doctor Julio Glockner.
Este miércoles se presenta el libro El espíritu carolino, Puebla 1961, carisma y trascendencia del Doctor Julio Glockner.
En el Paraninfo, a las 12 horas.
Para mí estudiar artes plásticas es la constante reflexión del proceso creativo. Este fin de semana tuve una de las experiencias más bonitas al respecto. Bajo iniciativa del profe César, cuyas clases siempre son aventuras, toda mi generación del cuarto semestre de ARPA (BUAP) nos fuimos a pintar a La Margarita. Éramos dos equipos de 17 alumnos. Casi ninguno de nosotros había hecho antes un mural, y sólo tuvimos dos días para planear el boceto. La gente siempre rehuye a los trabajos en equipo, para muchos un equipo de tal magnitud suena infernal; por mi parte, este fin de semana viví el diálogo y la aventura colectiva al estar trepados en los muros. La universidad la hacen tus compañeros, y con ellos me descubrí arriba de los andamios, una sensación asustada de alegría, estudiar artes siempre me deja esa sensación.
Todo empezó el miércoles, cuando César nos anunció que empezaríamos el mural el viernes, aprovechando que no había clases. Comenzamos a pensar en el tema y a bocetear, todo entre quejas y súplicas para no comenzar el mural ese día, porque iba a ser el día de las mamis. Pero como sería imposible que todos pudiéramos el mismo día y a todas horas, nos apuramos con el boceto; tratando de ser lo más diplomáticos posible elegimos hablar de la cultura mexicana y el cuidado del medio ambiente. En medio de una divertida lluvia de ideas quisimos hablar de los mercados, los pensamos como elementos llenos de cultura.
Llegó el jueves y no teníamos boceto definido, hasta que alguien agarró las ideas de todos y las hizo una sola. Trazó una mujer morena en un nido de frutas envuelta entre dos alebrijes, una composición ovalada y acogedora. Entonces comenzamos a definir la paleta de colores, jugando con los cálidos, los fríos y tratando de encontrar cierta paz en el exuberante colorido mexicano. Al mismo tiempo, alguien más del equipo se encargó de la renta de los andamios con una empresa de Cholula. A la vez, otra persona se encaró de renegociar el patrocinio de las pinturas, lo bueno es que ese lo teníamos gestionado desde antes.
La cita era el viernes a las cuatro de la tarde en La Margarita. Pintaríamos dos paredes de un edificio multifamiliar de la colonia. A mi equipo le tocó la pared sin ventanas, comenzamos a medir el muro y nos dimos cuenta de que era mucho más estrecho de lo que esperábamos. Nadie había traído buenos materiales para dibujar, así que en hojas viejas de libretas y sin un buen lápiz, comenzamos a modificar el boceto. Tras varios debates compositivos, le alargamos las colas a los alebrijes y le añadimos frutas.
Todo eso cuando aún no llegaban los andamios, porque venían cruzando toda la metrópoli, así que tuvimos que esperar un buen rato. En cuanto los trajo el profe, nos pusimos a hacer una rejilla en el muro como si fuera un bastidor. No teníamos bien con qué trazar, en ARPA hay un tiralíneas disponible para los estudiantes, pero no se nos ocurrió pedirlo. Así que improvisamos con una cuerda pintada con gis y una escoba a la que le atamos un grafito. Anochecía y no teníamos casi nada trazado. Regresé angustiada a casa. Esa noche soñé que me caía del andamio.
Empieza la mañana del sábado en La Margarita y desde las ocho ya hay unos compañeros trabajando en el trazo. Yo no puedo ir hasta el mediodía, pero al llegar con una buena gorra y mucho bloqueador, ya estaba todo marcado listo para pintarse. Las pinturas apenas venían desde la tienda de nuestro patrocinador en San Martín Texmelucan, así que nuestro entusiasmo tuvo que esperar cociéndose a fuego lento. Como típicos estudiantes, estuvimos hechos bolita en nuestras mochilas alrededor de una hora, y como me lo esperaba, en cuánto me levanté por unos chicharrines llegaron los materiales.
Nos pusimos manos a la obra. La labor del profe era preparar los colores, nosotros los aplicábamos en el muro. Los del otro equipo comenzaron a fondear de turquesa su muro, nosotros no teníamos que hacer eso porque nuestro mural era como un sticker grandote y el fondo blanco del edificio le quedaba perfecto. No teníamos suficientes andamios para subir hasta el techo, así que empezamos de abajo hacia arriba, empezando con las colas de los alebrijes. Así se nos fue la tarde, emocionados por lo bonitos que estaban los colores y lo genial que se empezaba a ver el muro. Ese día sólo ocupamos el andamio que llegaba a los dos primeros pisos del muro y ya me parecía alto, ni siquiera me imaginaba cómo se vería el que nos esperaba al día siguiente.
El domingo consistió en subir y bajar brochas y botes como changuitos sin parar, nos hizo falta una buena cubeta con su cuerda. Me subí en el tercer nivel junto con una compañera. Yo no me dejaba de agarrar del tubo, pero a mi lado ella pintaba con total naturalidad, hacía trazos precisos y rectos, decía que no le daba miedo estar allá arriba, que era como ir en cualquier camión de la ciudad. Yo estaba asustada, pero curiosamente me gustaba mirar para abajo, me hacía sentir fuerte, orgullosa. Arriba de nuestro nivel estaba el más alto, donde dos compañeras le pintaban las orejas a los alebrijes. Estaban en el andamio del cuarto piso del multifamiliar, al estirar su brazo poco les faltaba para poder tocar el techo del edificio. Llevaban cuatro horas allí arriba, les daba más miedo bajar. Trabajábamos ante las miradas preocupadas y divertidas de la colonia. Todos estábamos tensos.
Allá abajo no dejaban de preparar los colores que se nos iban acabando. Un señor colono vino a buscar a un compañero, porque el sábado estuvieron platicando como una hora, el señor le contó su vida entera, desde lo lejos yo oía anécdotas de balazos y universidades. Pero esa tarde el señor se quedó sin plática, porque mi compañero se fue más temprano, y nosotros no dejábamos de trabajar subiendo y bajando brochas, matizando las luces y los detalles. Los del otro equipo trabajaban con delicadeza cada pincelada de sus respectivos alebrijes, a veces los escuchaba reír, pero la calle hacía una acústica silenciosa, que me daba la sensación de que ya se habían ido.
Nunca había visto preocupado al profe César, siempre desprende un aura relajada, como si hubiera aprendido a tomarse todo con sentido del humor. En clase de escultura siempre le lloro angustiada porque siento que me están matando las resinas, el dice que no pasa nada, que me eche agua calientita en mis manitas. Esta vez no, a mí se me quitaba el miedo de estar en el andamio al pensar en su responsabilidad como docente. Estaba allá arriba con nosotras, entre todos hacíamos bromas y nos la pasábamos muy bien, yo sólo trataba de ignorar mi dolor de estómago del nervio.
Al caer el sol comenzó la cuenta regresiva, no podíamos seguir sin luz y además teníamos que quitar los andamios y recoger todo. En chinga terminamos de detallar las luces y las facciones de los personajes. Al quedar listo el mural, una de las compañeras de hasta arriba le tomó una foto al cielo de la colonia. El sol se veía hermoso, como una toronja enardecida que se despedía de nosotros para dejarnos con una suave luz crepuscular. Era tal mi alegría en el andamio que no noté que ese cielo era el de la primera contingencia ambiental en la historia de la Ciudad de Puebla.
Levantamos todo nuestro tinglado entre los dos equipos, ellos aún no terminaron de pintar, porque sus alebrijes estaban muy detallados. Nos duelen las piernas, la espalda y los brazos. Tenía deshecho el estómago mientras al lavar las últimas brochas. Escribo esto con ganas de hacer otro mural al lado de estas personas, me divierte pensar que éste es apenas el primero para casi todos nosotros.
Me siento orgullosa del trabajo colectivo que hicimos todos. Desde el boceto, el cuidado de los materiales y la corrección de los escurridos de los demás. La posibilidad de hacer un proceso creativo en comunidad me parece titánico en un mundo donde la individualidad está acabando con la vida. Me gusta sentir estas experiencias, y me gusta verlas. Lasencuentro en los colectivos de bordado de la facultad, también en los grupos de grabado o simplemente en clase, cuando dialogamos sobre el arte contemporáneo y sus intrigas. Así descubro a mis compañeros arriba del andamio, y me siento plena.
Mundo Nuestro. Nuevo Rector en la Ibero Puebla. Ha terminado el segundo periodo del Doctor Fernando Fernández Font. Toma la estafeta Mario Ernesto Patrón Sánchez, un seglar muy cercano a la Compañía de Jesús. En la toma de posesión celebrada el lunes 6 de mayo pasado, ambos personajes y el Padre Provincial de los Jesuitas en México, José Francisco Magaña Aviña, confirmaron el perfil de una institución educativa comprometida con la realidad social de nuestro país.
Presentamos en tres párrafos la visión del mundo que comparten los directivos de la universidad jesuita en Puebla.
Y aquí la liga a los discursos de la toma de posesión del nuevo rector de la Ibero Puebla:
Doctor Fernando Fernández Font, S.J/Rector Ibero Puebla 2013-2019
Enorme satisfacción me da no haberme doblado, ni yo ni la Universidad, ante las presiones y golpeteo que personas afectadas por nuestras críticas, nos hicieron. Hubiera sido más fácil y menos riesgoso, quedarnos callados o silenciar nuestras voces; pero no lo hicimos, y eso muestra lo que es una Universidad jesuita. Gracias a todos los que estamos en esta maravillosa institución que supimos resistir ante los embates de los enemigos de la justicia y de la verdad.
La Compañía de Jesús sigue creyendo que la razón de ser de sus instituciones educativas es el contacto real con sus alumnos, el “cara a cara” que se da entre académicos, administrativos y alumnos; pero también la crítica social que ha de tener en el medio en el que se encuentra. Sin estos dos elementos, la institución educativa jesuita no tiene sentido.
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La reconciliación en México sólo será posible en el marco de una auténtica justicia: Fernando Fernández Font
P. José Francisco Magaña Aviña, S.J/Provincial de la Compañía de Jesús en México
Como sabemos, el estado de Puebla vive un momento complejo, su tejido social está roto y se ha enrarecido profundamente por la pobreza y la violencia que gol - pea lo mismo a niños que a jóvenes, mujeres y adultos. Ése es el contexto de nuestro país y de nuestra Universidad y a él debe responder críticamente, como caja de resonancia de todas las voces, para animar y fortalecer la articulación de propuestas y acciones comprometidas, todo ello con un espíritu de transformación que contemple la reconciliación y la transformación de las estructuras sociales. La IBERO Puebla, en sus 35 años de existencia, ha sabido responder a estos retos y se ha mostrado como una institución sólida, robusta y comprometida, contribuyendo con ello a la generación de actores de cambio cada vez con mayor pertinencia social para sus contextos.
Maestro Mario Ernesto Patrón Sánchez/Rector Ibero Puebla 2019-2023
La reconciliación verdadera pide que la justicia se haya hecho presente y justo por ello el servicio a la reconciliación comienza con la comprensión del mundo en el que vivimos. Sólo partiendo y comprendiendo nuestro mundo podemos asegurar que nuestro apostolado intelectual ofrezca el mejor y mayor servicio. Este enfoque en la misión, nos obliga a seguir fortaleciendo nuestras estrategias. Requiere de un enorme compromiso institucional y personal y, nos lleva a seguir nutriendo los componentes de nuestro modelo educativo, no como una pieza de museo inamovible, sino que como un andamiaje flexible que al ser creativo vislumbra los signos de los tiempos y se adapta a los nuevos retos. Nos debemos preguntar siempre la forma en la que contribuimos desde la academia y desde nuestra comunidad estudiantil a la transformación de las actuales relaciones sociales, políticas y económicas.
Revista Elementos. Judith González Christen es investigadora del Laboratorio de Inmunidad Innata, en la Facultad de Farmacia Universidad Autónoma del Estado de Morelos. Ella ha escrito este texto fundamental en un país, el nuestro, que no ha podido erradicar esta enfermedad. De entrada, las cifras que ofrece en su primer párrafo son estremecedoras. Sin duda, es uno de los principales problemas de salud pública en México.
La enfermedad febril conocida como dengue es un problema de salud que se ha extendido a más de cien países y que afecta cada año a más de 50 millones de personas en el mundo. Así también, se estima que por la difusión del mosquito transmisor, más de dos tercios de la población mundial están en riesgo de contraer esta infección. En los últimos treinta años ha habido un incremento notable no solo en el número de casos y de países afectados, sino también en la severidad de la enfermedad.1 En este lapso de tiempo, el conocimiento acerca del virus productor de la enfermedad, de los mecanismos de transmisión y de patogenia, así como de las técnicas de diagnóstico, ha avanzado enormemente ¿Por qué, entonces, este incremento en la diseminación de la enfermedad? Esta pregunta tiene una respuesta compleja, pues además de los factores inherentes al virus y a la fisiología humana, muchos de los problemas están asociados a las acciones del hombre, a los cambios técnicos y sociales, a los asentamientos humanos más grandes, a la facilidad de transporte entre diferentes continentes y a los cambios ambientales a nivel mundial.
En esta revisión trataré primero las características generales de la enfermedad. A continuación, haré un análisis de los cambios epidemiológicos y de la severidad de la enfermedad en el siglo pasado y por último hablaré de los cambios sociales que pueden favorecer la dispersión de la enfermedad y de la distribución actual del dengue en el mundo. EL VIRUS DENGUE Y LA FIEBRE POR DENGUE La fiebre por dengue es una enfermedad caracterizada por un incremento grande y repentino de la temperatura corporal (fiebre de 38oC o más), asociado con trastornos como son el dolor intenso en huesos y músculos (razón por lo cual también es conocida como fiebre quebrantahuesos), un dolor severo de cabeza, sangrados que van de leves a graves, principalmente en la mucosa oral e intestinal, disminución en el número de plaquetas y leucocitos, entre otros. Se dice que esta enfermedad es aguda, pues aparte del incremento repentino de temperatura, los malestares y la fiebre tardan en desaparecer de 5 a 8 días. Aunque, durante la fase aguda el paciente puede quedar totalmente incapacitado, llegando inclusive a la muerte.2 Esta enfermedad es producida por un virus llamado virus Dengue, del que se conocen cuatro grandes variantes (o serotipos), a las que se denominan Den-1, Den-2, Den-3 y Den-4. Pertenecen al género Flavivirus de la familia Flaviviridae. Son virus esféricos, de 40 a 50 nm, con una cubierta lipídica y poseen un RNA unicatenario positivo. Los cuatro serotipos comparten estas características estructurales y pueden producir la misma enfermedad, pero difieren en su reactividad serológica y genética.3 Cualquiera de estas variantes puede producir los síntomas antes descritos. Más adelante ahondaré en la importancia de estas cuatro variantes.
Para que este virus entre en contacto con un humano, se requiere que sea transmitido por mosquitos del género Aedes, principalmente por el denominado Aedes aegypti, aunque también puede ocurrir a través de su pariente, el mosquito Tigre (Aedes albopictus). La hembra se alimenta de sangre y cuando pica a una persona infectada por el virus (en los días de fiebre), el mosquito adquiere el virus, que a continuación se desarrolla en su estómago. Posteriormente, cuando el virus se ha multiplicado, regresa a la trompa del mosquito y cuando este pica a un nuevo individuo le transmite el virus. Por esta razón solo se transmite el dengue en las zonas donde está presente el mosquito. No todas las personas picadas por un mosquito infectado desarrollarán la enfermedad. Esta afección presenta un gran espectro de manifestaciones. Existe una alta proporción de individuos que solo muestran un cuadro leve, que incluso puede pasar inadvertido o ser confundido con una gripe, por lo que no requieren de ningún tratamiento. De los que sí desarrollan la enfermedad, más del 90% presentarán manifestaciones menos severas (fiebre, dolores y pequeños sangrados) y solamente el 10% o menos presentará vómito, alteraciones hepáticas o sangrados importantes, entre otros problemas. Y de este grupo, la minoría desarrollará una enfermedad mucho más severa, con alteraciones del sistema nervioso, daño en diversos órganos y hasta llegar al choque, que si no es controlado conduce a la muerte del individuo. Un aspecto relevante de la infección con el virus Dengue es que una vez que el paciente se ha recuperado, gracias a la acción del propio sistema inmune, quedará protegido de por vida contra este virus. Sin embargo, la existencia de cuatro variantes (o serotipos) crea la posibilidad de infectarse posteriormente con alguna de las otras variantes. Esto es, un individuo que se infectó con Den-2 estará protegido contra Den-2, pero no así contra Den-1, Den-3 o Den-4. Actualmente se desconocen las razones por las cuales algunos individuos desarrollan una enfermedad mucho más severa. Se han propuesto varias teorías, como son la de los cambios en el virus o las diferencias genéticas y fisiológicas del paciente. Se ha observado, que una gran proporción de los que presentan dengue grave han estado infectados previamente con un serotipo diferente. Esto ha generado preocupación tanto por la dificultad que implica generar una vacuna eficiente, que genere inmunidad contra los cuatro serotipos al mismo tiempo, como por la posibilidad de brotes de dengue grave cuando un nuevo serotipo es introducido en regiones donde el dengue es endémico. Por estas razones los expertos en dengue han establecido que: “El dengue es una enfermedad con diferentes presentaciones clínicas y con frecuencia la evolución clínica y su resultado son impredecibles”