Memoria estudiantil
La comunidad parista de ARPA
Un paro estudiantil es algo fortuito hasta cierto punto. No todos los compañeros se comparten las mismas inquietudes y poseen las pasiones que pueden desencadenar en una toma de instalaciones como forma de protesta. Las posibilidades de que esto pase son escasas, y por lo tanto esto es único. Se tienen que conjugar simultáneamente un sinfín de factores y, a su vez, coincidir con las personas indicadas para lograr que un movimiento así nazca y tome rumbo.
Eventos como este, por su naturaleza, van en contra de los establecido y lo convencional. Por lo tanto, encontrar personas que estén en contra, que no concuerden con las ideas y que no compartan los sentimientos que envuelven a los estudiantes paristas es algo esperado. Adoptar una posición que incomoda a las instituciones, que las somete a cuestionamiento y crítica, que les exige, propone, impone y que les reprocha el volver a la normalidad, es bastante difícil.
Los anhelos de cambiar las cosas, por lo menos a una escuela de artes para mejorarla, sobrepasa por momentos nuestra capacidad física. Los desvelos de las guardias nocturnas, el hambre que a veces pasamos en los turnos por falta de víveres, el estrés que conlleva el estar alerta, la ansiedad que provoca el estar insistiendo a los miembros de la Institución para que acaten nuestras peticiones, peticiones que la comunidad estudiantil exige para el bienestar y el mejoramiento de la escuela, definitivamente desgasta el cuerpo, la mente y el espíritu.
A esto nos referimos con la “La lucha”, “Nuestra lucha”.
Estas mismas instituciones buscarán apagar esta llama, estropear este extraordinario evento y hacer que las cosas que se hagan pasen desapercibidas. Es esto lo que debemos de evitar. La llama puede mantenerse con vida gracias a la construcción y la salvaguarda de la memoria.
Nosotros, el Comité de Documentación “Memoria Estudiantil”, (nacidos y pertenecientes a ARPA) tenemos una enorme responsabilidad con el movimiento. Tenemos que encomendarnos a nuestras herramientas y a las posibilidades que tenemos al alcance para poder evitar que esto caiga en el olvido. Que lo que se ha hecho, y sigue haciendo, valga la pena y asegurar su salvaguarda para llevarla de la manera más fidedigna a las generaciones futuras. Pues al final, estas tendrán la última palabra.
Estos días que nos atañen nos dificultan aún más las cosas de lo que de por si eran. La pandemia del COVID-19 nos ha obligado a desalojar las instalaciones del edificio de ARPA para evitar poner en riego la integridad física de nosotros y la de nuestras personas cercanas. Sería una irresponsabilidad insistir en seguir en las instalaciones con los casos de este Coronavirus ya presentes en Puebla y aumentando.
Sin embargo, la Institución de la BUAP se ha reapropiado de las instalaciones y ahora pareciera que quienes alguna vez estaban dispuestos a cumplir con nuestras justas exigencias, se han desentendido y se han olvidado de nosotros. El profesorado insiste en dar clases en línea, aplicando los criterios de evaluación como si nada de lo mencionado hubiera pasado. Esto nos llena de profunda indignación y por momentos parece ser inevitable el desaliento y la tristeza.
Fotos de Jesús Olguín.
¿Desde dónde mirar la marcha estudiantil que ha marcado para la historia una ciudad de Puebla postrada por tantas inercias mortales?
Vengo de una mañana en la que el rumor de la masa crítica acumulada de una generación que llamamos millenial ha trazado al fin su raya en el aire revuelto de Puebla. Una gran parte de quienes han tomado al fin como verdaderamente suyas las calles de la ciudad ronda apenas los veinte años. ¿Qué anuncia este cambio de aires que acompaña el resplandor de las jacarandas en el sol temprano de las 7 de la mañana en el Paseo Bravo?
VIDEO 1 LA PRIMAVERA ESTUDIANTIL
La masa en sombra
Decido imaginarla como la Primavera de Puebla. Es una corriente de aire cristalino de la vida humana que de cuando en cuando barre las calles de las ciudades del mundo. Praga, París, México, en 1968; El Cairo en el 2009. Nuestra propia ciudad en 1961, en 1973. Ya estuvo, hasta aquí, y para que lo sepan, tomamos las calles, porque estamos hartos del poder autoritario de caciques con sombrero de charro y casas en el Pedregal, de sotanas y rezos escapularios que asustan con el comunismo, de zares con corbata y tanques estalinistas, de jeques y cimitarras del fanatismo milenario. Y hoy ocurrirá como nunca lo había visto alguien que tenga en la mano el recuerdo de sesenta años de movilizaciones sociales en la ciudad de Puebla.
Recuerdos que tengo yo, que nací a la realidad social incomprensible una mañana de 1961 a mis seis añitos con el grito de mi maestra de kínder en el Colegio Oriente:
“¡Ahí vienen los estudiantes!”
Y afuera, después sabríamos, estaba un destacamento del ejército mexicano resguardando con los mosquetones 7 milímetros el edificio de la 21 Sur –en la actualidad la sede principal de la UPAEP—contra una turba estudiantil que media hora antes había apedreado sin dejar uno vivo los cristales del Colegio Benavente, eso sí, con el permiso de los propios jefes militares.
Esa es otra historia, decimos, pero de ella parto para asimilar el hecho histórico por el que saldrán a la calle alrededor de cien mil personas jóvenes a protestar por el asesinato de cuatro personas, tres de ellas estudiantes de medicina en la BUAP y la UPAEP.
Sé que no toda primavera anuncia veranos floridos y gratos. No lo fue Praga, tampoco el Cairo, allá florecieron las dictaduras. Vista en el largo plazo, la ciudad de México, tras la matanza de Tlatelolco el 2 de octubre, sí trajo para el país la implantación de cambios culturales profundos, pero se convirtió en el hoyo negro que igual sostiene y consume al país entero. No lo fue tampoco para la ciudad de Puebla: el movimiento estudiantil no resolvió la cuestión de fondo, su inserción en el proceso de transformación democrática de México anunciado en la insurgencia de las clases medias urbanas, y se disolvió en los territorios cerrados identificadores de una universidad de izquierda, la que conoceremos después como BUAP, y una universidad católica de derecha, la UPAEP, la misma ceguera en los polos extremos. A principios de los años 80 el poder público priista entró en su última y larga carrera de cuarenta años de manipulación electoral y autoritarismo que hasta la fecha existe camuflado en los aparatos partidarios panista y morenista.
¿Apuntará contra ello esta masa en sombra que veo venir en este amanecer del jueves 5 de marzo en la ciudad de Puebla? El sol ya alumbra la masa joven que baja en correntadas por la Avenida Juárez, por la 13 Sur, por el boulevard del río San Francisco rumbo a plantarle la cara al poder en turno. Yo busco por ella el largo plazo de este aire fresco que llega para barrer como tolvanera de marzo el polvo acumulado.
VIDEO 2 PASEO BRAVO, DE DÓNDE VENIMOS
Sí que es un hecho histórico
Camino con la avanzada de la marcha, la de las batas blancas de los pasantes de medicina de la BUAP. No vienen aquí los pasantes de la UPAEP, y creo que hubiera sido buena idea que aquí lo hicieran: Xavier, Ximena, José Antonio, los tres jóvenes asesinados hace dos semanas, los tres pasantes cuya muerte ha dado paso a la consigna #niunabatamenos, el punto de arranque para responder porqué está aquí esta masa joven encabronada, el crimen indescriptible que ha dado lugar a un quiebre histórico que con la misma fuerza de esa violencia absurda ha puesto fin a la idea de una universidad pública despolitizada. Descubro entonces lenguajes nuevos, que no había visto en marcha alguna: los brazos se estiran al cielo, las manos tiemblan, las voces gritan “alerta, alerta, alerta…”
Identifico atrás del primer contingente al rector Alfonso Esparza. Va de negro, va serio, va con la cara que debe tener el poder cuando la historia le toca a la puerta; se acompaña por un grupo de marchistas con el mismo color indumentario en semblantes y ropa. Por un momento el rector mismo porta la manta que pide justicia para José Antonio. Por un instante veo en su rostro la mirada de que a esta clase política universitaria se le acabó el tiempo de una masa estudiantil despolitizada.
VIDEO 3 INICIA LA MARCHA
Busco a la hora de escribir esta crónica las preocupaciones que he apuntado en mi libreta antes de llegar a la marcha del jueves en la mañana:
La pregunta por la universidad pública, más allá de cualquier análisis sobre su papel en la sociedad nuestra, es un hecho que la marcha rompe con treinta años de encierro político de la universidad; se rompe la inercia de la despolitización que siguió a la derrota de la universidad de izquierda en diciembre de 1989. Los jóvenes que aquí se manifiestan ignoran ese y probablemente todos los capítulos de la historia reciente de la ciudad de Puebla. Y sí, supongo que esta generación no le importan los pleitos pasados. Pero es un hecho también que su movilización ha puesto en jaque a las estructuras burocráticas en la universidad pública.
La pregunta por esta generación que llamamos millenial o generación Y. A la vista está que ha estallado en pedazos la versión del estudiante apático y valemadrista. El paro en la BUAP es un caldero en el que se cuecen nuevos liderazgos y nuevas formas de organización social. Los estudiantes, de un día para otro, se convierten en la voz principal en la discusión sobre la vida orgánica de la institución. Y por fuera de los cuerpos creados y controlados por las estructura de poder en la universidad, el Consejo Universitario, de entrada, son, por lo menos en este día, meros espectadores de una tormenta que deberá llevárselos de por medio. Si es que puede hablarse de una primavera estudiantil en Puebla que logre convertir a la universidad pública en el territorio principal de la discusión sobre las responsabilidades colectivas ante la catástrofe que construimos a golpes de silencio y autoritarismo.
VIDEO 4 EN EL ZÓCALO
Lo esencial es invisible para el Estado
“Únete mirón, que tu hijo es estudiante y tú trabajador”.
“Alerta, alerta que camina, la lucha estudiantil por América Latina”.
Las consignas recuperan a la Avenida Reforma como el espacio vital de la masa, una calle que no se inmuta por el cambio en los escaparates y las coyunturas y que recibe complacida su reconocimiento como el corredor histórico de la insurgencia cívica. Por aquí han marchado innumerables veces los movimientos populares y las rebeliones democráticas; por aquí los 45 años de la 28 de Octubre, la más perseverante memoria de lo que significa ser una organización independiente; por aquí también las huestes panistas contra el fraude electoral de 1983, cuando los ciudadanos supimos lo que para el poder priista significaba el “fraude patriótico”; y las amas de casa de las colonias del sur que vieron morir ajusticiado a su líder Gumaro Amaro en 1989; y los dos bandos de la guerra civil en la ya Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, entonces de izquierda, en 1989; y también los huelguistas de la Volkswagen derrotados en 1992 para honra y gracia del Tratado de Libre Comercio salinista; y después los ciudadanos defraudados de nueva cuenta en las elecciones municipales de 1998, en la primera de las traiciones de Felipe Calderón a la democracia en Puebla, que permitió el ascenso al poder del priista Mario Marín; y más acá la rebelión del 2006 contra la abyección marinista, en la segunda de las traiciones del mismo Calderón a Puebla rumbo a la presidencia de la república; y ni qué decir de la nueva rebelión contra Moreno Valle en el 2014, cuando le hicimos lo que el viento a Juárez al político que concentró todos los valores del despotismo que representó Maximino Ávila Camacho, el más logrado de los dictadores que ha tenido Puebla.
“La universidad tiene que tomarse en serio esta marcha –me digo a mí mismo en el video--, tiene que ponerse al frente de las emociones que hoy cargan estos jóvenes, tiene que encabezar el impulso de transformación de fondo que exigimos los mexicanos, tiene que responder con nosotros por la universidad que queremos.”
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Tres escenas entonces en el paso de la marcha por el centro. Futuro, presente, pasado. ¿Por dónde mirar esta enorme movilización de jóvenes que hoy han dicho ya basta. Trato de entender por qué están en la calle de un jueves cualquiera en el que ya han estallado las jacarandas, para qué si no es para reclamar cambios profundos, inteligentes, democráticos, para qué, si no es para que el mundo de los adultos, del poder en casa, en el galerón fabril, en el salón de clases, en las oficinas del gobierno, en los separos de la Fiscalía, en el salón de Rectores, en el Salón de Gobernadores se obligue a entender que este quiebre histórico tiene que tomarse en serio.
- Futuro. Son estudiantes de Canoa, del Instituto Tecnológico de Canoa. Marchan detrás de unas muchachas en delantal azul que estudian Desarrollo Integral Infantil en una escuela particular de nombre indescifrable en la premura con la que pasan. También es compacto el grupo de Canoa, pero muy aguerrido: “Estudiantes al grito de guerra” es su consigna. Uno de ellos no tiene duda de lo que lo ha traído desde la falda de la Malinche:
“Venimos por lo que hizo por nosotros la generación anterior de la UAP –me dice quien ya se ve estudiando Derecho en la Benemérita el próximo año--, venimos a decirles que no están solos, venimos a luchar por la seguridad de nuestras familias”
- Presente. Tres jovencitas de Filosofía y Letra le muestran sin escrúpulos el dedo medio a los burócratas que se asoman por los balcones del Palacio Municipal. Qué más da si hoy son morenistas, ayer panistas y antier priistas, el grito los barre a todos por el hecho de estar ahí:
“¡Esos son, esos son, los que chingan la nación!”
Junto, una muchacha carga una cartulina con una consigna que resume perfectamente el día. Y entiendo con ella que le vale mucho estudiar filosofía y que ha leído El Principito.
“Lo esencial es invisible para el Estado”.
La leo y asumo que eso vale para todos los gobernantes en el planeta, a los que los dioses ciegan porque piensan que nunca habrán de perder.
Juan Carlos Canales se retrasa a la hora de llegar al zócalo. Cuando lo encuentro está en medio del primer contingente de la UPAEP. Su figura desgarbada resalta en esa medianía de la estatura mexicana. Recojo las palabras de quien me parece la mente más lúcida en Puebla sobre el acontecer de nuestra vida pública:
“Qué imagino con esta marcha –me dice--, que la universidad pública recupere el peso moral que debe de tener frente a Puebla, frente al país, ojalá que este impulso no se pierda. Pero como lo he planteado con los estudiantes en la Facultad de Filosofía estos días del paro: el movimiento debe pasar a construir una agenda concreta, precisa, con objetivos de corto, mediano y largo plazo. Yo planteo por lo pronto algo muy concreto para enfrentar la violencia y la inseguridad: que los ministerios públicos funcionen bien, porque en ellos empieza el problema de la impartición de justicia, los tiempos que se lleva plantar una denuncia, una averiguación, el tipo de gente que ocupa el cargo de agente. Así, cosas concretas es lo que este movimiento debe exigir.”
Juan Carlos, sin embargo, no me oculta su sorpresa ante esta enorme movilización: “La verdad es que no me esperaba esta marcha, este movimiento, me deprimía ver a un país pasmado. Esta marcha nos debe llevar a recuperar la confianza en nuestra capacidad de respuesta y de protesta, nuestra capacidad de exigir a los gobiernos la transformación del país.”
- Pasado. Me detengo en la esquina de la Compañía y la vieja calle Maximino, hoy Palafox. La calle da para valorar la historia larga. Reflexiono entre los dos personajes. El cura modernizador y el general reaccionario. Algún gobierno panista hizo el cambio en el apelativo, y por resucitar al santón del catolicismo desapareció la memoria del más funesto sátrapa que nos heredó la revolución mexicana, justo cuando con Cárdenas el país vivía la más brutal de las transformaciones que provocó la guerra civil. Cuánto nos serviría no olvidar que el nuestro es un régimen sustentado en raíces patriarcales autoritarias. La iglesia católica, el régimen priista. Entre esos dos extremos ha transcurrido la historia moderna de Puebla.
Eso pienso aquí, parado frente al Carolino y viendo pasar a los marchistas. Aquí, en la tarde del 21 de diciembre de 1989 murió asesinado el profesor universitario Miguel Antonio Cuéllar Muñoz, su cuerpo quedó tendido a las puertas del hotel Colonial. Una masa enardecida intentaba recuperar el edificio Carolino tomado por el bando contrario. La bala que lo mató salió probablemente del arma blandida por un sujeto desde un balcón de Rectoría. Su muerte hasta la fecha sigue impune. Su historia la ignoran los jóvenes universitarios que ahora mismo caminan a pedir justicia por otras muertes. Y por su vida misma.
Puedo asegurar también que ni uno de los jóvenes que por la antigua Maximino corean el alerta, alerta, alerta que camina la lucha estudiantil por América Latina, tiene la más remota idea de quién fue aquel gobernador teziuteco que provocó el encierro de la sociedad poblana ante todo cambio modernizador que la revolución traía y nos dejó la estructura de gobierno autoritario que hoy todavía nos domina. Tener memoria, me digo. En la marcha cada uno de los que camina guarda la propia. ¿En qué medida es colectiva? ¿Da para entender cómo es que se construyó un régimen de gobernadores que todo lo pueden, que dominan sobre legisladores y jueces, que usan el patrimonio público como si se tratara del dinero que guardan en su cartera, que se reproducen con una sabiduría contra la que no ha podido mayor cosa la lucha por la democracia? “Justicia, justicia”, es el principal grito de una marcha que no pierde el ritmo. Trato de contemplar a la masa como algo asible, como si pudiera ser un ente crítico, con memoria, inteligente, pero no logro más que lo que la palabra contingente y tal vez el nombre de algunas de las escuelas pueden lograr para decir que la masa carga su propia historia, pero que será muy difícil convertirla en una memoria colectiva.
Un estudiante de la UPAEP alcanza a decirme que Maximino fue un presidente de la república, y no se amilana cuando le digo que entonces se refiere a su hermano Manuel. De lo que sí está seguro es de que ignora que alguna vez esta calle la conocimos como “La Maximino”. Pero para este muchacho no hay resquicio para otra historia que no sea la que viene.
“Hay que ver para delante”, me dice. Y se va con el río rojo que ahora la marcha lleva en el color de las camisetas de la UPAEP. Yo sigo a la vera de la corriente. Obligado por la edad y por la profesión a mirar este reflujo de nuestro momento histórico. Somos futuro, seremos futuro, fuimos futuro, me digo. ¿Dónde queda cada uno en esta historia? La marcha sigue y yo juego con los verbos: somos pasado, seremos pasado, fuimos pasado. En diez años, en veinte, estos jóvenes serán los adultos por venir, y yo seré de seguro el pasado que fui y del que estos jóvenes ignoran todo.
En el verbo está la acción, aprendí en la primaria del Colegio Oriente hace sesenta años. Conocer lo que somos obliga a pensarnos en movimiento. En la acción está el movimiento. La masa acalorada y viva es movimiento. Somos futuro ahora mismo.
Algo es algo, me digo.
VIDEO 5 CASA AGUAYO
La masa y el poder tras la barrera
Nada teme el hombre más que ser tocado por lo desconocido”, escribió hace décadas Elías Canetti. La masa y el poder no se tocarán esta mañana frente a Casa Aguayo. Para eso están las barreras. Para eso están los micrófonos que no funcionan ni los altavoces que se escuchan, ni el más mínimo ánimo organizativo para que una y otro se acerquen y se toquen con algún sentido. No hay figuración posible. Todo tiene que ser por la vía de una comisión y que vivan las formalidades y los boletines y las conferencias de prensa. Este día la masa no está para escuchar y el poder no tiene otra intención que sobrevivir a la hecatombe que se le planta en la calle.
Qué raro todo lo que ocurre frente a Casa Aguayo. Y si lo pienso un momento, es tan predecible. Cuando la cabeza del contingente y quienes durante la primera hora del arribo de marchistas a la esquina de la 14 Oriente y el Portalito de El Alto se alistan para el acto central de la movilización, encarar al gobernador Miguel Barbosa, el grueso de la movilización estudiantil aún camina por la avenida Reforma. Así que no hay lugar para una masa de tal envergadura. Es mucha masa la que al gobernador Miguel Barbosa se le viene encima, pero para eso a el hombre de Ajalpan le sobra desparpajo. Los organizadores de la marcha no atinaron a montar un templete. Ni lo pensaron, supongo, cuando se hicieron con una pickup y un par de bocinas que apenas cubren el área frente al mercado y el portalito de El Alto. Así que para cuando la masa se planta frente a la antigua “Marranera”, la vieja casona que el gobernador Melquiades Morales convirtiera en Casa de Gobierno, no hay forma de organizar un formal presídium para los discursos, que también los traen los marchistas. Y menos hay forma para que alguien escuche la voz del gobernador que hablará sin micrófono más allá de un metro de la pelotera de fotógrafos y reporteros que se arrima a la barrera metálica, dispuesta así para dejar un espacio de diez metros entre la puerta de la casona y la masa que está aquí para increpar a quien hoy tiene la chaqueta de mandatario en Puebla. Imposible escuchar ahora lo que dice Miguel Barbosa.
Pero algo ha dicho y que recojo en esta crónica: “Voy a escucharlos –graban las cámaras de prensa a Barbosa que se acerca con su bastón humano a la barrera--. Juntos vamos a resolver este problema, que es un tema de todos. A nosotros nos toca la parte institucional, a la sociedad la parte que le corresponde. Yo estoy actuando con responsabilidad y con fuerza, estamos desmontando todo un sistema corrupto. No me estoy ocultando, no tengo nada que esconder. En el caso de los muchachos no hay impunidad, ya hay tres detenidos y va a haber más. Sé lo que ustedes representan, son el futuro de México.”
Foto tomada de e-consulta.
Pero nada de ello escucha ahora la masa. Y nadie tiene la menor intención de que lo que Barbosa ha dicho se escuche, no al menos de parte del propio equipo de comunicación del gobierno, experto en templetes y altavoces y magnificadores de la imagen del mandatario, pues no han sacado micrófono ni se han preocupado porque la voz del gobernador vaya más allá de la barrera que lo resguarda. Pensarán que para eso están los convenios publicitarios con los medios de comunicación. Me pregunto cómo habría recibido la masa ese breve discurso. Tiene sentido y no, pienso, y recuerdo que apenas hace una semana el Congreso han ratificado como fiscal a un funcionario que proviene de la era Moreno Valle-Gali y hace un par de días como jefe de Seguridad Pública a un cuestionado funcionario y político chiapaneco. Y Después Miguel Barbosa dirá algo que sí alcanzo a registrar: que celebra el movimiento y la marcha, que celebra una universidad viva pero no una universidad manipulada. Esto sí habla más de su talante, y abona en la carga que tiene en contra del rector Alfonso Esparza.
Pero esas palabras tampoco lograrán llegar a la masa cada vez más acalorada. Mientras Barbosa habla, en el altavoz de la pickup los organizadores, ocultos en una pequeña lona junto a la pickup, leen unos discursos que apenas atiende la misma masa que ha quedado al margen de lo dicho por el gobernador. El primero es casi una declamación de concurso de oratoria en la Escuela de Derecho:
“Compañeros, mírense, giren su cabeza, recuerden los rostros de quienes los rodean, el suyo es el grito de una interminable agonía que hoy termina. Porque nunca más seremos humillados con falsas promesas, con propuestas vacías, con risas burlonas. Porque hoy hemos demostrado una enorme fuerza, hoy es palpable la huida del miedo, el destierro del abandono, porque nunca más estaremos solos, hoy nos cobija el abrazo de miles de estudiantes que salieron a la calle a protestar contra la inseguridad y la miseria. Una sociedad que no es capaz de reconocer que asesinan a su propio futuro. Porque estamos hartos, porque tenemos que poner en nuestras manos la vida de una sociedad a la que consume la violencia y la incompetencia de las autoridades. Nosotros representamos la esperanza de un cambio, somos el sueño de una familia que se esfuerza por impulsar nuestros estudios. Somos historia, tenemos corazón, y como nos matan, entierran con nosotros a una familia, a un sueño, a una esperanza…”
El declamador por fin baja a tierra: hace un recuento de los números de la violencia en Puebla: 200 asesinatos en los primeros dos meses en el 2020, 18 mil asaltos, y por ahí sigue. Remata con la pregunta que tiene que responder Miguel Barbosa:
“¿Qué estás haciendo Gobierno…? ¡Estamos hartos!”
La historia tiene quiebres, vuelcos, y por un instante, la voz que ha rayado en la cursilería le hace un guiño al pasado. Lo hace precipitada, como si en un tubo de ensaye se desparramara el hervor de un tiempo ido:
“En nosotros reside el peso de dar voz a los que ya no la tienen, nos comprometemos a luchar hasta el día en que podamos decir ¡tenemos paz!, porque no estamos solos, ¡porque en la calle codo a codo, estamos juntos y somos mucho más que dos!
Y yo, sin esperarlo, en un guiño a mi propia cursilería, me veo por un momento tarareando a Benedetti y con Nacha Guevara en 1974 cantando tus manos son mi caricia, mis acordes cotidianos, te quiero porque tus manos trabajan por la justicia. Y creo, entonces, que esta palabra ¡justicia!, que ha rebotado por todo Reforma y la ex Maximino, y por el boulevard del enterrado río San Francisco, y por la explanada del caminador y no reconocido santo Sebastián de Aparicio, ¡justicia! es la palabra que ha hecho que una generación sin memoria nos despierte a todos con tanta fuerza esta mañana. Qué tiene sentido la vergüenza deaceptar que un crimen atroz de tres estudiantes de medicina y un chofer de taxi sea el detonador de un quiebre histórico desde el que se construya un mejor país en Puebla.
Mientras, a la masa el altavoz le pide un minuto de silencio. Por Francisco Xavier Tirado, por Ximena Quijano, por José Antonio Parada, por José Manuel Vital. Un minuto para entender el abismo insondable en el que ha caído nuestro país.
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Me pierdo el segundo discurso estudiantil pues me aborda un amigo exalumno de ingeniería electrónica en la Benemérita que circula en un contingente que ha venido desde CU:
“Barbosa ante la masa fue empequeñecido –me dice--, reducido a una tibia voz que no se atrevió siquiera a agarrar un micrófono para dirigirse a una multitud, buscó a dos, o a tres, les habló en corto, como sabe sólo hacer política, en acuerdo, seduciendo al interlocutor que es uno, que es dos, pero nunca muchedumbre.”
Y se encarrera: “En campaña Barbosa nunca pudo dominar a la masa, nunca pudo hacerla vibrar como si lo hacía AMLO, las porras nunca fueron espontaneas, hoy creo que está asustado, ninguneado, prefiere dejarlo pasar, salió porque lo obliga la circunstancia, lo obliga legitimarse como progresista. Mañana va a dictar columnas y notas, dirá que recibió a los miles de estudiantes que les ofreció soluciones, pero sólo vio a dos o tres, no vio a toda una generación, no vio el gran corazón de toda esta muchedumbre que si vemos todos, que si se ven entre ellos. Hoy el estado se quedó chiquito, como lo ha estado en las últimas décadas.”
Mi amigo también raya en la locura de las palabras: “Hoy si es un día soleado para Puebla. Hoy debemos estar felices y entusiastas. Ojalá este sea el despertar de la patria…”.
Mi amigo se va, se lo lleva el río de los marchistas. Pero entiendo con él que la masa sí que puede ser crítica.
VIDEO 6 AL FINAL, LA MASA CRÍTICA
A mediodía camino abajo desde Casa Aguayo hacia el boulevard del río. El flujo hacia arriba es consistente, y aunque a ratos se atranca, toma el rumbo del atolladero de la masa crítica. La policía que organiza el tránsito ha tomado la decisión sana de permitir que el río humano se parta en dos y tome los dos trancos de la avenida. De repente quedo en el vacío, en una isla de cemento junto al paradero del Metrobús. El sol y el griterío se disputan el aire, lo calientan y me lo lanzan para aturdirme. Todavía registro algunas consignas, como la de una escuela de farmacia: “los farmacéuticos sintetizamos nuevos fármacos para salvar vidas, no para que nos la quiten”, dice una. Y una joven farmacéutica me la explica: “Todo se acumuló, por eso todo estalló ahora. Nos han quitado tanto que hasta el miedo acabaron por quitarnos.”
La imagino en su casa, con su familia, muy seria como ahora, explicando a sus padres que ha perdido el miedo.
La joven se olvida de mí porque en su entorno han decidido entonar el himno nacional. El canto viene en saltos, como un coro múltiple de estrofas que tal vez se arrastran desde el zócalo. Sí, una vez más corroboro que esta masa es crítica y que canta y se imagina un mejor futuro para el país.
He seguido la marcha entretenido con el registro en video. Me ayudará después para reconstruir la jornada. Escribo así en el mismo Facebook ha donde he subido en vivo el testimonio gráfico de la más importante movilización que he podido atestiguar en treinta años:
En los ojos me llevó a la masa que tomó la calle. No termina de llegar a la explanada del templo de San Francisco. Se apretuja y sigue escurriendo por el carrilito abierto frente a Casa Aguayo. Cuando las personas nos volvemos masa no dejan de existir los ánimos propios. Cada uno se repliega desde sus gritos que intervienen el jolgorio que circula en el aire caliente sobre nuestras cabezas. Me repliego yo en mis emociones.
Estoy contento.
Mundo Nuestro. El miércoles 26 de febrero del 2020 es histórico para la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Por primera vez en cerca de treinta años los estudiantes toman las instalaciones y, sin reparo alguno de las autoridades, se declaran en paro indefinido. De un día para otro, la despolitizada masa estudiantil organiza en redes sociales una movilización como si llevara meses construyéndola. Tal es el impacto de cuatro asesinatos que han acabado por quebrar la inercia del desencanto y la apatía de una generación que se ha hecho adulta con las noticias de una violencia sin freno.
Esta crónica da cuenta de una de tantas asambleas estudiantiles que a lo largo de la mañana se produjeron en cada una de las instalaciones universitarias. Mirar así, desde lo ocurrido en la Escuela de Artes Plásticas y Audiovisuales, una rebelión estudiantil que marca una nueva etapa en la historia de la universidad pública en Puebla.
(Fotos de David Arreortua Jimenez, estudiante de Comunicación , y Ana Mastretta, estudiante de Artes Plásticas)
¿Para mí cuando empezó esta historia?
El jueves de la semana pasada acosaron a mi mejor amiga de la uni en la ciclovía de la Atlixcayotl. Ella es foránea y estaba haciendo ejercicio como cada mañana. Ese día cambió de ruta porque no quería encontrarse de nuevo a un viejito que siempre la saludaba pero que a ella no le daba confianza. Así que decidió ejercitarse hacia el otro lado de la ciclovía, el sentido que lleva al Barroco y al Parque Metropolitano. Cuando iba corriendo en el camellón de la ciclovía vio pasar a un tipo de camisa de rayas que corría en sentido contrario a ella. Cada quien siguió su camino hasta que ella escuchó pasos detrás, era el mismo hombre que la venía siguiendo. Ella comenzó a correr y él la persiguió. Ella se detuvo a tomar agua y él la observaba a unos metros de distancia, mi amiga no sabía qué hacer, hasta que él se empezó a reír y se fue. Ella retomó su camino a casa, tratando de irse cerca de un grupo de mujeres que también caminaban en la ciclovía. Cuando llegó al puente peatonal del CCU el acosador estaba ahí, ella tuvo que irse a refugiar a ARPA.
El viernes el grupo feminista de la facultad se iba a reunir en la Bici de Cleta, un bar que está sobre la Atlixcayotl, bastante cerca del CCU. Habíamos quedado en vernos primero en ARPA y de ahí caminar juntas para que todas estuviéramos seguras; también fijamos la reunión a las dos de la tarde, para que nadie se tuviera que regresar de noche a su casa. Cambiamos de planes cuando nos enteramos que el día anterior, el mismo jueves que acosaron a mi amiga, había desaparecido una chica a fuera del bar, aún no la encontraban. Así que decidimos vernos dentro del complejo. La chica apareció con vida poco después, de su historia desconozco los detalles.
Este lunes, mi primera clase de la semana inició con una noticia que circulaba por las redes: habían secuestrado a una chica en Cúmulo de Virgo. Fue difícil prestar atención a mi clase de Tendencias del Arte Contemporáneo mientras por whats nos enteramos de que la habían metido a la fuerza a un Jetta blanco, que ella tenía lentes y mechitas en el cabello, que se creía que era alumna de mercadotecnia. La publicación decía que ya se había denunciado con la fiscalía y había que esperar para poder identificar a la víctima. Al final parece que fue un rumor, porque no se supo nada de la chica y de los testigos. Dieron las siete de la noche y terminaron mis clases, pero fue al llegar a casa cuando me enteré de la historia que ya todos conocemos: el asesinato de cuatro personas en Huejotzingo, un chófer de Uber y tres estudiantes de medicina, dos de la UPAEP y uno de la BUAP.
Foto de Ana Mastretta.
Mi celular se inundaba con sus nombres, con sus historias. José Antonio Parada Cerpa de 22 años, Ximena Quijano de 25 años, ambos colombianos. Francisco Javier Tirado de 22 años y José Manuel Vital de 28 años. Leyendo sobre ellos me sentí de nuevo en 2014, cuando llevaba un mes en la prepa y sucedió el caso Ayotzinapa. Recordé el leer sus nombres y ver las fotos que circulaban impresas en las marchas. Son nombres que después olvidé y fotos de las que quizás sólo recuerdo una entre 43.
Así transcurrió mi martes. Pasé todo el día lamentándome, con un desgaste emocional muy profundo, muy cansada de escuchar una historia terrible a la semana, y las mil historias más que han sucedido y van a suceder. Hace dos semanas fue Ingrid Escamilla, la semana pasada fue la pequeña Fátima, y esta semana fueron compañeros estudiantes. Sin darme cuenta, en mi interior pensaba que no iba a pasar nada en la sociedad, y si hubiera dependido de mí, así hubiera sido. Comencé a darme cuenta de mi error cuando primero vi los videos de la marcha de los estudiantes de medicina, todos con sus batas o sus uniformes de fisioterapia. Su movimiento me parecía ajeno a ARPA, como si sólo fuera algo que ocurriera muchas calles más allá de mi campus. Estaba totalmente equivocada. En la noche llegué a casa cansada, menstruante y enferma, lista para dormir hecha bolita, pero entonces mi celular se saturó de notificaciones y de mensajes. El paro estaba en marcha, y en toda la BUAP.
Foto de David Arreortua.
El paro
Hoy la cita es a las seis de la mañana en ARPA, así va a ser en cada facultad. Yo decido no llegar tan temprano, así que me voy a dormir tranquila. Vivo muy cerca de la escuela, pero jamás pensé que despertaría con el ruido de una manifestación que me llega desde el CCU. Desde mi cuarto escucho un grito que creo reconocer: ¿por qué? ¿por qué nos asesinan? ¡si somos el futuro de América Latina! Consternada me voy un poco más tarde a ARPA, en mi camino veo a los estudiantes de comunicación organizándose en sus instalaciones. En mi pequeña facultad estaban en las mismas, ya bastante bien organizados. Nos vamos organizando por filas, veo a mis compañeros con quienes he compartido clase desde primer semestre, también veo caras que siempre andan por los pasillos de la escuela, y veo a gente que no conozco pero que conoce a otros más. Se van tejiendo redes de apoyo mientras nos alistamos para la asamblea.
Foto de Ana Mastretta.
Se siente el movimiento alrededor del ARPA, nuestro pequeño edificio improvisado, que nunca fue pensado para estudiantes de artes plásticas, cinematografía y arte digital, pero que nos alberga desde el 2013, donde apenas cabe un taller de escultura, un salón verde y un par de salones de cómputo. Nos refugiamos en las mínimas sombras que proyectan las monótonas estructuras blancas del Complejo, desde las del edificio de ARPA hasta las del bebedero, la gente va y viene y cada quien encuentra su lugar; entre todos cuidamos los accesos desde la calle y el CCU. Mientras tanto se van organizando las rondas para los tres días de paro, no vamos a dejar solo el inmueble. Escucho amigos bromear y ponerse de acuerdo para las rondas, hay quien insiste que si te puedes quedar a la peda te puedes quedar a velar la escuela, que no hay excusa. Hay gente menos radical que insiste en que si no puedes quedarte a velar, que traigas víveres. Se necesita de todo: agua, comida, café, papel de baño, cobijas, etc. Escucho a otros planear cómo van a convencer a sus papás para que los dejen quedarse, a muchos los noto un poco asustados. Todos estamos confundidos, pero se siente la unidad y el entusiasmo.
No estuve en la redacción del pliego petitorio, pero mis compañeros me explican que se comenzó a redactar desde las seis de la mañana; alrededor de las nueve se empezaron a reunir las peticiones que habían juntado todos los voceros de carrera y de generación, para empezar a escribir desde las diez; un compañero se fue a la Facultad de Medicina para representar a todo ARPA ante la asamblea universitaria; también abrieron una encuesta en el grupo de Facebook de la escuela en las que pusieron cada propuesta y los demás podíamos votar por las que más nos preocuparan. Corre el medio día y lo que tenemos claro es que aún no tenemos lista la versión final del pliego, pero que preferimos tardarnos a que enviar algo ambiguo o mal redactado a la universidad.
Foto de Ana Mastretta.
Al cabo de un rato se anuncia que ya vienen los directivos, maestros y administrativos para escuchar la lectura de la primera versión del pliego petitorio. A todos nos entran muchísimos nervios, nos empezamos a organizar para hacer cadena entre todos para proteger las instalaciones y evitar que entren a ARPA. Cuando llegan ya tenemos formado un muro de brazos enlazados que se extiende desde las puertas del edificio. Una compañera de Cinematografía empieza a leer las peticiones, es chaparrita como yo, pero lee con contundencia, no le tiembla la voz, y su mano se mantiene firme al sostener el megáfono. Serena, lee una a una las exigencias en relación a la seguridad para los estudiantes y la sociedad en general. Nos habla de mejoras en los alrededores de la institución, como la Atlixcayotl, Cúmulo de Virgo y la 11 Sur; de mejor transporte público y videovigilado; de atenciones en el área de género y de ayuda psicológica. Veo los rostros de la directora y del secretario administrativo, veo a maestras que han hecho que la universidad valga la pena y también a quienes me han dado malas clases.
Nos veo a todos escuchándola y es entonces cuando me pregunto ¿para mí cuando empezó esta historia? ¿cuándo me empecé a sentir insegura al caminar a la universidad? Fue en primer semestre, iba caminando sola sobre Cúmulo de Virgo rumbo a la 11 Sur, del lado de la avenida que da al muro del fraccionamiento Bosques de Angelópolis. Mientras transitaba por la banqueta, varios coches pasaban y me tocaban el claxon, sentía la mirada de los hombres que los conducían. Miré a mi alrededor, el sol del mediodía apenas dejaba una pequeñísima sombra entre los postes y los árboles. Hacia mi izquierda estaba ese eterno muro y la vacía banqueta que circunda al fraccionamiento; a mi derecha, al otro lado de la calle, estaba la explanada y el auditorio del CCU. Toda la avenida se sentía completamente vacía, el miedo me hizo sentir que yo era el único peatón. Todo se sentía tan desolado como en un cuadro de Edward Hopper. De repente sentí que cualquier coche podría llevarme y nadie me vería, que no importaba que fuera pleno día, me podrían desaparecer.
Foto de David Arreortua.
Pocas veces en la vida me he sentido tan sola, pero hoy mis compañeras y compañeros me hicieron saber que estamos juntos enfrentando la violencia que sufre el país, que todos intentamos sobrevivir. A pesar de todos los problemas que ha tenido la facultad, todos los casos de acoso que quedaron impunes, todos los suicidios que se han presentado en ARPA en el último año, todos los maestros que están ahí por una palanca y que dan una clase mediocre, hoy me siento segura, me siento en casa.