Carta a Papá Destacado

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Mundo Nuestro. En ocasión del centenario del nacimiento del Doctor Julio Glockner Lozada, en junio del 2009, su hijo, Juliio Glockner Rossains escribió esta memoria de su padre que hoy reproducimos en ocasión de la presentación del libro El espíritu carolino, Puebla 1961. Carisma y trascendencia del Doctor Julio glokner. Este texto fue publicado originalmente en La Jornada de Oriente

Papá:



Qué tal que han pasado ya 100 años desde que naciste, un siglo no es poca cosa y por eso hoy quisimos acordarnos de ti. Sesenta y seis años viviendo en este mundo y treinta y cuatro en otro, que sigue siendo este. Porque la vida de toda persona se divide en dos partes, una, mientras su corazón palpita y su presencia es un acto cotidiano, otra, cuando su sangre y su voz se han suspendido y su presencia repentina sólo se revela en recuerdos, sueños y conversaciones. En esta segunda condición estás ahora, querido Julio, y estamos aquí reunidos, cumpliendo una milenaria tradición humana que congrega a la gente que se quiere, para recordarte.

Hay dos características tuyas que mucha gente tiene presentes: una es tu generosidad y la otra tu buen humor. Dos cualidades, desafortunadamente, no muy comunes. Creo que la primera tuvo que ver con que fuiste un estudiante pobre, y cuando te fue bien económicamente no dejaste de apoyar a quien se acercó a pedirte ayuda. Y el buen humor, pues es una consecuencia del bien estar y me parece que en la vida tú siempre te sentiste a tus anchas. Recuerdo aquella escena que nos contaste un par de veces, que ocurrió con tu mamá. Eras joven y estabas estudiando en la casa cuando ella salió a comprar algo para comer. Al rato regresó con muy poco, el dinero no había alcanzado para gran cosa, entonces la abuela Clara te dijo: “mira hijo, apenas y me alcanzó para la comida, pero compré un cancionero, vamos a cantar.” Ese entusiasmo y ese sentido gozoso de la vida quedaron alojados en tu personalidad.

Por otra parte, tu interés en el conocimiento fue estimulado por el abuelo Enrique. Hace años encontré entre tus papeles un obsequio un tanto extraño: en una docena de hojas tamaño oficio, escrito a máquina por él mismo, tu padre te regaló una historia del sistema métrico decimal con esta nota al pie: “Julio querido, lee y medita…” y vaya que lo hiciste, quienes heredamos tu biblioteca sabemos de la diversidad de tus intereses intelectuales, no sólo en medicina, biología y ciencias exactas, sino también en literatura, filosofía y humanidades.



El mito de que eras un comunista come–niños te lo inventó el clero y la prensa local cuando encabezaste el movimiento de reforma universitaria, que terminó por expulsar a un grupo de conservadores retardatarios que se oponían al desarrollo del conocimiento científico y propiciaban un anacrónico y ridículo elitismo en la universidad. Siempre fuiste un hombre de izquierda, pero tu pensamiento no estuvo sujeto a un adoctrinamiento ideológico y esto te acarreó también problemas con los comunistas de credencial y dogma bien peinado. En la estantería de tu biblioteca tenías, por ejemplo, el Manifiesto del Partido Comunista, en una voluminosa edición con estudios de Antonio Labriola y Wenceslao Roces, había libros de Lenin y Stalin, pero al lado estaba el Ensayo sobre las libertades, de Raymond Aron; La sociedad abierta y sus enemigos, de Karl Popper, y el Viaje a la URSS, de André Gide, y la autobiografía de Artur Koestler, donde se denunciaba el autoritarismo criminal del régimen soviético. Una biblioteca es una buena pista para rastrear los senderos intelectuales de una persona, para asomarnos a sus pensamientos y a sus actos, y lo que sacamos en conclusión de ti es que fuiste un humanista lúdico de izquierda. Y que en buena medida tu actitud frente a la vida se nutrió con Henry Miller y Ortega y Gasset, con Bertrand Russell y Unamuno, con Freud y Jung, con Papini, Huxley y Lawrence Durrell.



Tu otra gran pasión fue la música ¡Cómo hubieras disfrutado los modernos equipos de sonido! Te recordamos recostado en la sala, escuchando música clásica frente a dos enormes bocinas, y después de un rato, roncando a todo volumen. Tere siempre recordaba que la cortejabas no sólo con palabras cariñosas sino con ideas inteligentes, tenían el gusto de leer tumbados en la hierba en las afueras de la ciudad, o viajando juntos a la ciudad de México para asistir a algún concierto.

Como es tu centenario sólo vamos a hablar bien de ti. Algo que siempre nos gustó a Clara a Fidel y a mí fue tu capacidad para disfrutar los años sesenta. Una prueba de fuego de la que no todos salían bien librados. Nos entusiasmó que te gustara la música de los Beatles, que apreciaras el teatro de Jodorowski, que comieras hongos con Napo y July, que comprendieras y respaldaras la protesta juvenil de aquellos años, no sólo la estudiantil vinculada a demandas políticas, también la contracultural del movimiento hippie. Esto sucedía porque estabas atento a la época desde un cuerpo de cincuenta y tantos años pero habitado en muchos sentidos por el espíritu de un joven. De ahí la excelente relación que siempre mantuviste con tus alumnos.

Comprenderás que no se trata de abrumar a los invitados con un largo discurso, así que aquí le paramos. Como ahora vives en nuestro pensamiento, te queremos imaginar acompañado de tus amigos: Nacho Hermoso, el ingeniero Saldívar, el gordo Vera, Toño Sáenz de Miera, Renato Leduc, el güero Téllez, Pedro Garfias… y también, por supuesto, de Tere, Nuby, Napo, Mini, July, Ligia, la Monchis y la abuelita Rosaura, que hoy habrá guisado algo para ustedes. De modo que no nos queda más que alzar los vasos y brindar por ti y por todos ustedes.

¡Salud!

*Texto leído en la sobremesa del viernes pasado con familiares y amigos para conmemorar al doctor al cumplirse 100 años de su nacimiento.

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Sobre el autor

Julio Glockner