Mundo Nuestro. Raúl Dorra nació en 1937 en San Pedro de Jujuy, Argentina. Es uno de los muchos exilados argentinos que llegaron a Puebla tras el golpe de Estado del 25 de marzo de 1976. Aquella tragedia nos legó a uno de los más importantes pensadores sobre la lengua y la literatura en el mundo.
La revista Elementos publica en su edición 111 esta semblanza íntima que Dorra hace de Stephen Hawking, el científico fallecido el pasado 14 de marzo, quien encontró en la actividad intelectual y en el sentido del humor las herramientas para seguir vivo a pesar de su mortal enfermedad. Dorra apunta a esa voluntad de vivir, a ese deseo de la vida, para responder a una pregunta básica: ¿cómo se expresa esa voluntad? Vivir para pensar --dice el pensador argentino--, y sobre todo vivir para estar comunicado con los hombres, con la vida de los hombres.
...no tuvo nunca principio ni jamás acabará porque el tiempo es una rueda y rueda es eternidá José Hernández (Martín Fierro)
El hombre
El miércoles 14 de marzo murió Stephen Hawking. Ese mismo día, y los que le siguieron, los medios noticiosos multiplicaron la casi intolerable imagen de su cuerpo en ruinas. No menos asombroso, no menos vertiginoso que el universo del que tanto habló, ese cuerpo evoca una vida que –a pesar de la publicidad que la rodea– profundamente cuesta imaginar. ¿Cómo habrá lidiado con las cosas? ¿Cómo habrá afrontado, día tras día, desde sus necesidades más elementales hasta las más complejas? ¿Cómo se las habrán arreglado, en cada cosa, las personas que lo asistían, desde sus enfermeras hasta sus estudiantes? ¿Y cómo –me pregunto– habrá hecho él para resistir la mirada, para mirar sin desmayo ese estrago que era su propio cuerpo?
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