La universidad, fuente de vida reconciliada/La visión de la Compañía de Jesús Destacado

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Mundo Nuestro. El pasado 10 de julio en Loyola, España, se llevó a cabo el Encuentro Mundial de Universidades Jesuitas. El siguiente texto de Héctor Sosa, permite conocer la perspectiva que tiene la Compañía de Jesús en el mundo en voz de su Padre General. Los capitulares del texto indican la lógica con la que los jesuitas explican el papel de su proyecto educativo en el mundo: A dónde venimos y a qué, Una vida justa y en paz, Apostolado intelectual es ir encuentro de la Sabiduría, La universidad que forma para la ciudadanía universal, Nuestra identidad es nuestra contribución, Juntos somos más fecundos. Dos conceptos ahí son fundamentales para comprender la modernidad de la educación jesuita: la identidad de la Compañia, una tradición que se funda en el papel jugado por los jesuitas en el siglo XVI de la reforma y la contra reforma de la iglesia romana, una historia contradictoria que podemos entender en nuestra misma ciudad de Puebla, en el edificio Carolino, en el reconocimiento que hacemos de la palabra universidad; y la ciudadanía, "aquella faceta de nuestra existencia humana --dice Sosa-- a través de la cual el individuo se hace persona al reconocer a los otros como sus iguales en términos de dignidad y derechos". Reconocer en este texto el proyecto histórico-político de una organización social fundamental para entender lo que somos sociedad.

Mirar desde el mismo la acción de la universidad Ibero Puebla, comprometida como ninguna en el acontecer de la vida nuestra en Puebla.

https://repo.iberopuebla.mx/pdf/universidadFuenteVida.pdf



La universidad fuente de vida reconciliada

A través del compromiso universitario la Compañía está comprometida a contribuir a hacer verdad histórica la palabra de Jesús: …he venido para que tengan vida y la tengan en plenitud (Jn 10,10). La reconciliación es posible cuando hay vida. La vida produce la reconciliación que a su vez la hace vida plena. Reconciliarse es una forma de volver a la vida y de hacerla crecer hacia su plenitud. La plenitud de la vida es el amor capaz de entregar la propia vida para que todos tengan vida. El creciente compromiso de la Compañía de Jesús en el quehacer universitario adquiere su sentido en el deseo de contribuir efectivamente a hacer posible una vida digna, plena, para todos y cada uno de los seres humanos, en el presente y en el futuro. Vivir en plenitud significa zambullirse en la variedad de pieles y culturas que forman la humanidad. Supone zambullirse en la complejidad de los procesos históricos y sociales en marcha en este momento de la historia. Procesos de cambio profundos, complejos, con ritmos tan distintos que llegan a llenarnos de incertidumbre frente a un futuro cada vez más difícil de imaginar… Una universidad como la que queremos, fuente de vida, comprometida a fondo en los procesos de reconciliación, experimenta en su propia existencia cotidiana las tensiones propias de la complejidad social y cultural en la que se inserta con todo su ser. La universidad vive también la incertidumbre de la historia en la que actúa, experimenta en su propio ser la fragilidad de la vida porque, además, ella misma se siente y se sabe frágil. Agradezco de corazón esta oportunidad de encontrarnos en un lugar de tanto significado para quienes queremos encarnar en nuestro tiempo la profunda experiencia humana y espiritual de Ignacio de Loyola y los primeros compañeros, fundadores de la Compañía de Jesús, inspiradores de este camino en el que también nosotros hemos decidido avanzar. Agradecimiento muy especial a quienes han preparado con esmero este encuentro. Al P. Michael Garanzini y sus equipos de trabajo; a las comisiones (task forces) que han venido reflexionando, y haciendo reflexionar, sobre temas cruciales de nuestro apostolado universitario. Gracias a la Universidad de Deusto por acogernos en este Encuentro y al Santuario de Loyola por reservarnos este maravilloso día.



A dónde venimos y a qué



Como Universidades bajo la responsabilidad de la Compañía de Jesús venimos construyendo desde hace mucho tiempo este espacio donde nos encontramos. Deusto y Loyola son lugares físicos en los que nos podemos encontrar porque responden a la vocación universitaria, es decir, universal, de la Compañía de Jesús, como lo fueron la Universidad Iberoamericana de México en el 2010 y la Universidad Católica Australiana en Melbourne en el 2015. Los lugares físicos permiten crear el lugar espiritual en el que nos encontramos como educadores, colaboradores desde la universidad en la misión de humanizar la historia.

Vinimos, por tanto, a este lugar físico, La Universidad de Deusto y el Santuario de Loyola, porque es también el lugar espiritual dónde sentimos que podemos crecer en la dimensión universal de la contribución de las universidades inspiradas en el carisma ignaciano al mejoramiento de la humanidad a través de la reconciliación y la justicia.

Vinimos, por tanto, a fortalecernos como cuerpo apostólico universal inspirado en el carisma ignaciano, unido por una fecunda tradición intelectual humanista, enraizada en la fe cristiana. Vinimos a compartir la mirada sobre el mundo y la historia que encontramos en el Evangelio y los Ejercicios Espirituales. Mirar al mundo y la historia desde el amor con el que lo hace el Dios Uno y Trino significa conmoverse por el grito de los millones de seres humanos que migran buscando mejores condiciones de vida, de las víctimas de la violencia, de los empobrecidos que claman por justicia, de quienes son despreciados por el color de su piel o la religión que profesan, de quienes ven negados sus derechos a participar democráticamente en la vida pública, porque el poder político es acaparado por personas al servicio de intereses particulares, indiferentes al Bien Común y al cuidado del medio ambiente.

Adoptar esta mirada representa un considerable desafío epistemológico para nuestro quehacer científico que busca penetrar la realidad, descubrir las raíces de la injusticia y contribuir a proponer alternativas de transformación económica y social. Una mirada que se convierte también en desafío pedagógico para nuestra docencia de manera que seamos capaces de trasmitir la vida que de ella proviene. Desde este modo de ver, de ubicarnos ante la realidad, encarnamos la opción preferencial por los pobres por la cual la universidad se convierte en un proyecto de transformación social para generar vida plena. Este desafío cobra nuevas dimensiones cuando los pensamos como transformación global.

El compromiso con la transformación del mundo actual tiene dimensiones locales, regionales y globales. Son procesos complejos e interdependientes. Vinimos, por tanto, para encontrar la manera de, juntos, ir más allá de cuanto logramos normalmente alcanzar en nuestras sociedades locales, para incidir lo mejor posible en los niveles regionales y globales de nuestro mundo.

La universidad concebida como proyecto de transformación social es una universidad que se mueve hacia los márgenes de la historia humana en los que encuentra a quienes son descartados por las estructuras y poderes dominantes. Es una universidad que abre sus puertas y ventanas a los márgenes de la sociedad. Con ellos y ellas viene un nuevo aliento vital que hace de los esfuerzos de transformación social fuente de vida y plenitud.

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Una vida justa y en paz

La Congregación General 36ª de la Compañía de Jesús es una invitación a enfocar la misión de las universidades desde la perspectiva de compañeros en una misión de reconciliación y de justicia.

Nuestras obras educativas, a todos los niveles, y nuestros centros de comunicación e investigación social, tienen que ser una ayuda para la formación de hombres y mujeres comprometidos con la reconciliación, que sean capaces de superar los obstáculos que a ella se oponen y proponer soluciones. El apostolado intelectual debe ser fortalecido para ayudar a transformar nuestras culturas y nuestras sociedades.1

La reconciliación es un mensaje de esperanza basado en la convicción profunda de cómo Dios –Uno y Trino- actúa en la historia. El Padre está reconciliando todas las cosas por medio de la encarnación, vida, pasión, muerte y resurrección de Jesús, el Cristo. Nos ha regalado su Espíritu para hacernos colaboradores de esta obra de reconciliación, misión encomendada a la comunidad de los seguidores de Jesús, la Iglesia. La Compañía de Jesús nace y tiene sentido como colaboradora de la misión reconciliadora que pasa por contribuir a la justicia social.

La vida cotidiana de quienes participamos en la misión de la Compañía de Jesús a lo largo y ancho del mundo permite constatar cuán lejos está la realidad de nuestro mundo de ofrecer las condiciones para una vida humana en paz, como es el ideal profundamente deseado de personas y pueblos. En pleno cambio de época histórica asistimos al escándalo de la creciente desigualdad que genera violencia, migraciones forzadas, discriminación racial, pobreza indeseada, autoritarismos y populismos portadores de falsas ofertas de redención social… Con tristeza observamos la imposibilidad de detener el deterioro del medio ambiente por la falta de atención responsable al cuidado de la Casa Común. Nosotros y nuestras instituciones tenemos una asignatura pendiente en esta carrera por hacernos cargo responsablemente de la reconciliación con el medio ambiente.

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En medio de la preocupación por el debilitamiento de la conciencia ciudadana, de los regímenes políticos democráticos y de los mecanismos de toma de decisiones públicas, se nos pone delante el enorme desafío de incorporarnos lúcidamente en la nueva cultura digital que va cambiando rápidamente los modos de pensar y de relacionarse entre los seres humanos.

No es sólo una revolución tecnológica sino la creación de un nuevo mundo en el cual habitamos. El eco-sistema digital es el comienzo de un profundo cambio del paradigma cultural humano. Un reto a la creatividad de la tradición educativa de la Compañía de Jesús, llamada a hacer presente en este nuevo mundo la buena noticia de la humanidad reconciliada en Jesús por su vida entregada por amor.

La Universidad como institución humana, y el apostolado universitario de la Compañía de Jesús, han sabido enfrentar creativamente épocas históricas difíciles y complejas en y por fidelidad a su carisma, a su razón de ser. La Universidad es una comunidad de intereses espirituales empeñada en la búsqueda de la verdad. La Universidad, se reconoce en la búsqueda de la verdad porque está convencida de la posibilidad del ser humano de acceder a ella. La Universidad está siempre abierta a reconocer críticamente la provisionalidad del conocimiento por el que pretende formular la verdad y a continuar la incesante tarea de hallarla.

La Universidad Católica está íntimamente comprometida con la búsqueda de la verdad. Como lo recordó el Papa Benedicto XVI en La Habana2: Dios creó al hombre con una innata vocación a la verdad y para esto lo dotó de razón. No es ciertamente la irracionalidad, sino el afán de verdad, lo que promueve la fe cristiana. Todo ser humano ha de indagar la verdad y optar por ella cuando la encuentra, aun a riesgo de afrontar sacrificios.

La Compañía de Jesús ha encontrado en la Universidad un espacio formidable para poner en práctica la misión recibida de, inspirada en el evangelio, promover con tesón la justicia social y la sustentabilidad ecológica a través del diálogo con las culturas y las religiones. La Universidad fomenta procesos de creación de conocimiento y acompaña procesos de formación humana en los que, junto a los conocimientos, trasmite el sentido de la vida reconciliada y en paz.

Vivimos una época marcada por la tensión entre el secularismo y los fundamentalismos religiosos e ideológicos en los que la presencia católica en la universidad adquiere un nuevo sentido. La universidad es ese espacio plural en el que se crean las condiciones para el diálogo y la comprensión en profundidad de los procesos históricos, personales e intelectuales. Es un espacio privilegiado para el ejercicio de la libertad humana. Libertad para buscar y hallar a través de la investigación y la docencia los caminos de la transformación social. Es un espacio en el que el mensaje de liberación de la Buena Noticia del evangelio puede contribuir a encontrar mejores caminos para generar vida en medio de las dificultades e incertidumbre, que parecen agobiar la cotidianidad de la mayoría de los hombres y mujeres, abriendo espacio a la esperanza.

Apostolado intelectual es ir encuentro de la Sabiduría

Para las instituciones universitarias animadas por la Compañía de Jesús no basta alcanzar la profundidad intelectual que permite crear conocimiento y trasmitirlo como elemento de la formación humana integral. El verdadero desafío es que sea apostolado, es decir, un modo de anunciar más efectivamente la Buena Noticia del Evangelio, de aprender a captar la presencia de Dios en el mundo y la acción de su Espíritu en la historia para sumarse a ella y contribuir a la liberación humana.

A través del apostolado intelectual nos asociamos a la obra creadora del Señor, palabra por la cual fueron hechas todas las cosas 3. Una Universidad bajo la responsabilidad de la Compañía de Jesús está llamada, por tanto, a crear. Capacidad creativa que se demuestra sobre todo en su capacidad de adelantarse a su tiempo, de estar varios pasos delante del momento presente. Una universidad capaz de ver más allá del presente porque cultiva y se nutre de una memoria histórica inspirativa e iluminadora.

La Universidad es un espacio privilegiado para desarrollar la dimensión intelectual presente en toda acción apostólica emprendida por la Compañía de Jesús. Sabemos que la profundidad intelectual no surge espontáneamente ni basta poner el rótulo de universidad o centro de investigación para alcanzarla. La labor intelectual requiere esfuerzo y dedicación que supone tiempos de aridez que retan la voluntad de quien se dedica a ella. Requiere sensibilidad a las situaciones de las personas y los pueblos. Necesita mirar más allá de sus muros para acompañar los procesos complejos de la historia humana.

Más aún, no basta alcanzar la profundidad intelectual sino que ésta encuentre sentido, más allá de sí misma, como contribución a mejorar el mundo. El trabajo intelectual es apostolado cuando se realiza a la intemperie, no encerrado en un gabinete ni seguro de sus propias certezas. Cuando es capaz de dialogar con otras disciplinas, enriquecerse de otras perspectivas y diversas visiones del mundo, la ciencia y la cultura. Cuando no se encierra en su supuesta verdad. Cuando se vive como misión recibida, como envío a contribuir a la liberación del mundo. Por tanto, se realiza como servicio que no busca el reconocimiento ni la gloria de las personas o las instituciones, sino la mayor gloria de Dios.

De este modo se va al encuentro de la Sabiduría como la definió el P. Adolfo Nicolás: …“un conocimiento superior, abarcante, profundo y transformador”. No sólo, por tanto, un conocimiento científico: un saber sobre algo, sino un conocimiento que lleva a la persona a situarse en actitud de búsqueda permanente ante los grandes interrogantes y, más aún, que lleva a la persona a la empatía, a la compasión ante cualquier ser humano y a una actitud de respeto a la naturaleza como don y, más todavía, al principio ignaciano de buscar y hallar a Dios en todas las cosas.4

La Sabiduría existe encarnada en personas sabias que la hacen presente entre nosotros. La sabiduría no es un cúmulo de conocimientos que se alojan en el cerebro de una persona o en libros, memorias virtuales, bibliotecas o mega servidores. La sabiduría es un atributo que se le reconoce a aquellas personas que alcanzan ese grado de madurez humana, afectiva e intelectual que convierte el encuentro con ellas en ocasión de ver más allá de lo ordinariamente estamos habituados a ver en lo que nos rodea y al interior de nosotros mismos. Ser una persona sabia es, entonces, cuestión de amor, de salir al encuentro de esa sabiduría que quiere ser encontrada en la historia y en la creación.

El apostolado intelectual nos dirige hacia la sabiduría que supone el discernimiento por el cual nos hacemos capaces de percibir por dónde pasa Dios en este momento de la situación mundial, global y local para escoger lo que más conviene a la gloria de Dios que no es otra cosa que a la vida humana plena. Esta reflexión nos pone ante la insoslayable pregunta de si la Universidad crea y mantiene los espacios para el discernimiento convertido en una forma ordinaria de tomar decisiones.

La universidad que forma para la ciudadanía universal

La ciudadanía es la dimensión por la que un ser humano se entiende como parte de una relación compleja con otros seres humanos que componen la comunidad humana. Es saberse parte integrante y participativa de la “ciudad” (de ahí “ciudadano”), de la “polis” (de ahí, “político”). La ciudadanía, por tanto, implica la identificación de uno con algo que es más grande que él mismo, que es más abarcador que sus propios intereses individuales, los cuales son siempre parciales y estrechos. La conciencia de ciudadanía abre ante la mirada de los individuos el ancho horizonte de la comunidad, de la sociedad, del medio ambiente. Los ubica en la perspectiva del bien común y de la responsabilidad personal por lo colectivo, por lo la res publica, lo que es de interés y en beneficio de toda la colectividad.

Por eso, la ciudadanía es aquella faceta de nuestra existencia humana a través de la cual el individuo se hace persona al reconocer a los otros como sus iguales en términos de dignidad y derechos, ya no como seres inferiores y despreciables, que hay que eliminar porque no merecen estar entre nosotros, tampoco como competidores o potenciales enemigos que hay que eliminar, porque son una amenaza. La conciencia ciudadana nos lleva a ver a los demás como personas que desde su diversidad, aportan a la vida en común de todos, como compañeros de camino, necesarios para que todos tengan una vida plena.

La globalización, característica del cambio de época, impulsa procesos ambiguos. Algunos estudiosos de este fenómeno distinguen globalización de mundialización5 para indicar la tendencia dominante del proceso. Se llama globalización a la tendencia a uniformar los comportamientos y las culturas humanas como consecuencia del cambio de época y provoca una disminución de la diversidad cultural. Es la tendencia a crear un espacio global monocultural. Se pretende ir imponiendo en todas partes aquellas formas de organización económica e interacción sociopolítica que resultan, en última instancia, favorables al capital transnacionalizado, dominante en este esquema globalizador.

La mundialización sería la tendencia a reconocer la creatividad humana que se expresa en la diversidad cultural que constituye la principal riqueza del proceso de crecimiento exponencial del intercambio humano en todo el planeta. Desde este punto de vista se entiende la universalización como crecimiento de la interacción entre grupos humanos culturalmente diversos capaces de compartir una visión común de los intereses de toda la humanidad. Más allá de distinciones conceptuales o terminológicas, lo que interesa dejar claro aquí es la necesidad de discernir las tendencias y posibles resultados de las corrientes globalizadoras para promover aquellas que producen vida plena.

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La globalización-mundialización ha multiplicado las corrientes migratorias a lo largo y ancho del mundo. Si la creciente movilidad humana es dominada por la tendencia uniformadora de las culturas la consecuencia sería una restricción paulatina del intercambio cultural que pondría a riesgo incluso la multiculturalidad. Sería un fenómeno semejante al impacto que tiene el deterioro del medio ambiente en la disminución de la biodiversidad en el planeta. En cambio, la tendencia mundializadora multiplicaría las oportunidades de espacios multiculturales y abriría muchas posibilidades a la interculturalidad. Daría, además, ocasión al aporte de la vivencia espiritual de las religiones como dimensiones de las culturas propiciando la superación de los fundamentalismos. En el 2008, la Congregación General de la Compañía de Jesús lo expresó de esta manera:

Vivimos en un mundo plurirreligioso y pluricultural. La erosión de las creencias tradicionales y la tendencia a homogeneizar las culturas han fortalecido formas distintas de fundamentalismos religiosos. Algunos usan cada vez más la fe en Dios para dividir pueblos y comunidades y para provocar polarizaciones y tensiones, que quiebran los fundamentos de nuestra vida social. Todos estos cambios nos invitan a ir a las fronteras de la cultura y la religión.6

Formar para la ciudadanía universal supone educar en el reconocimiento de la diversidad como dimensión constitutiva de la vida humana plena. Supone experimentar la diversidad cultural como oportunidad de enriquecimiento humano. Queremos formar un ser humano capaz de sentirse miembro de la humanidad porque se ha hecho consciente críticamente de su propia cultura (inculturación), es capaz de reconocer gozosamente la de otros seres humanos (multiculturalidad) y relacionarse con otros, enriqueciéndose de la variedad de la cual su propia cultura forma parte (interculturalidad). La universalidad vivida de esta manera puede convertirse en un impulso a la justicia social, la fraternidad y la paz.

Adquirir la ciudadanía universal sería uno de los frutos de estudiar o trabajar en una institución educativa de la Compañía de Jesús. Es una de las dimensiones constitutivas de la persona que nos proponemos proponer y acompañar durante su formación. Además, hace falta provocar las condiciones para escuchar la llamada al servicio público como compromiso personal. La vocación al compromiso directo en la política es una vocación de servicio a la reconciliación y la justicia tan necesaria como compleja. Abrir esta posibilidad en la vida de algunos es parte de nuestra tarea educativa. Acompañar la formación de quienes escogen servir en la política es una de las mayores contribuciones que podemos hacer al mejoramiento de las sociedades humanas en todas partes del mundo.

Nuestra identidad es nuestra contribución

Sentirse o declararse herederos de la rica tradición educativa de la Compañía de Jesús no es suficiente para serlo en situaciones tan cambiantes como en las que se desarrolla nuestra actividad universitaria en la actualidad. Vivir la tensión de la fidelidad creativa es una exigencia profunda del magis de la espiritualidad que nos alienta. La fidelidad no se expresa sólo en mantener los nombres de las instituciones o algunos símbolos que hagan referencia a la larga tradición histórica de la que queremos seguir formando parte. La auténtica fidelidad es la que se manifiesta a través de respuestas novedosas a los retos de los tiempos que corren. La fidelidad a la tradición de la que venimos significa responder creativamente a los signos de los tiempos desde la identidad que nos une con ella.

Con la tradición nos une la identidad de lo que hemos llamado el humanismo característico de educación ofrecida por la Compañía de Jesús. Educación humanista porque acompaña el proceso de cada persona cuidando su particularidad al mismo tiempo que la ayuda a salir de sí misma para hacerse cargo de la humanidad y abrirse a la trascendencia.

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Desde nuestra identidad buscamos vincular la vida de las personas con la contribución a la construcción de un mundo más humano a través de la lucha por la justicia y la reconciliación entre las personas, los pueblos y el medio ambiente. Para ello se necesita la profundidad espiritual e intelectual capaz de mirar las personas en su espacio concreto, al mismo tiempo que se alegra de formar parte de la diversidad cultural del mundo y poder entablar con ella un diálogo enriquecedor. El humanismo de nuestra tradición es inculturado porque tiene raíces en cada sitio, dialogal porque se relaciona con otras culturas o tradiciones e intercultural porque ser enriquece del intercambio. Es un humanismo que entrelaza relaciones personales y locales con la complejidad del mundo a través del diálogo abierto de ideas, culturas y tradiciones religiosas.

Desde nuestra identidad buscamos vincular la vida de las personas con la contribución a la construcción de un mundo más humano a través de la lucha por la justicia y la reconciliación entre las personas, los pueblos y el medio ambiente. Para ello se necesita la profundidad espiritual e intelectual capaz de mirar las personas en su espacio concreto, al mismo tiempo que se alegra de formar parte de la diversidad cultural del mundo y poder entablar con ella un diálogo enriquecedor. El humanismo de nuestra tradición es inculturado porque tiene raíces en cada sitio, dialogal porque se relaciona con otras culturas o tradiciones e intercultural porque ser enriquece del intercambio. Es un humanismo que entrelaza relaciones personales y locales con la complejidad del mundo a través del diálogo abierto de ideas, culturas y tradiciones religiosas.

Toda la comunidad universitaria está llamada a encarnar la identidad que garantiza la fidelidad creativa a la tradición educativa de la Compañía de Jesús. La Universidad es una comunidad educadora de la cual forman parte los investigadores, los profesores, los empleados, los obreros las autoridades, los estudiantes y los egresados. Cada persona y cada categoría de personas tienen responsabilidades distintas y complementarias en la vivencia y trasmisión de la identidad que mantiene la tensión entre fidelidad a la tradición y creatividad para responder a nuevas situaciones.

La identidad de las universidades bajo la responsabilidad de la Compañía de Jesús no está directamente relacionada con el número de jesuitas existentes en la comunidad universitaria sino con la capacidad de compartir el espíritu que las anima, el modo de proceder característico y la comunión en la misión compartida. Deseamos que sean muchos los jesuitas que se comprometan en la compleja tarea universitaria en todas sus dimensiones como compañeros de tantas otras personas llamadas a continuar en fidelidad creativa esta fecunda tradición educativa, pero sobre todo deseamos contar con muchos compañeros y compañeras con quienes llevar adelante, juntos, las responsabilidades universitarias.

Somos enviados al trabajo universitario como dimensión de la reconciliación de todas las cosas en Cristo. Las universidades encomendadas a la Compañía de Jesús pueden ser fuente de vida porque reciben el don de la vida de quien nos envía a darla después de haber entregado la suya. Hacernos conscientes del espíritu misionero del trabajo universitario, conservarlo y aumentarlo es fuente de fecundidad intelectual, pedagógica y del servicio propio de las universidades a la sociedad como dimensión del vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Nueva a toda la creación (Mc 16,15).

Desde el magis inserto en nuestra identidad buscamos contribuir a hacer más desde la universidad y cumplir mejor su misión propia. Permítanme referirme a dos desafíos actuales del magis universitario de la Compañía de Jesús. El primero es superar los límites geográficos y sociales dentro de los que se mueven nuestras instituciones universitarias. Somos enviados a donde no es fácil llegar u otros evitan llegar. La educación universitaria ofrecida por la Compañía de Jesús quiere estar abierta a todos y está llamada a hacer esfuerzos especiales para alcanzar a los marginados, empobrecidos, refugiados y desplazados por causa de las injustas relaciones sociales que dominan el mundo actual. La nueva época histórica del conocimiento ha puesto a nuestro alcance medios educativos que permiten alcanzar poblaciones geográficamente alejadas o socialmente marginadas. Hace pocos meses pude compartir la sonrisa de un grupo de jóvenes en el norte de Sri Lanka que recibieron sus títulos universitarios gracias al esfuerzo conjunto de la comunidad jesuita de la zona y el Jesuit Worldwide Learning. Estoy seguro que muchos de ustedes han tenido experiencias semejantes en campos de refugiados, en zonas rurales o en los barrios marginados de las grandes ciudades del mundo… Un signo de los tiempos que nos reta a poner en práctica una espiritualidad inspirada en el magis. ¿Cuánto más y mejor podemos hacer en esta dirección?

El segundo desafío nos lo ha puesto la Congregación General 36ª al invitarnos a promover una cultura de la salvaguarda de las personas vulnerables. Quizás sea el mandato más complejo que ha hecho la CG 36 al cuerpo apostólico de la Compañía de Jesús. Provocar el cambio cultural de la magnitud necesaria para crear un ambiente sano y seguro para todos y cada uno de los seres humanos es una tarea de largo plazo que exige un cuidadoso discernimiento y profunda reflexión sobre lo que mejor podemos hacer desde nuestro carisma y con nuestra capacidades para irlo logrando. Promover este cambio cultural es tocar las estructuras de injusticia de las actuales sociedades humanas con todos los riesgos que esto supone. Una cultura de la salvaguarda encarnaría de una forma singular el respeto a los Derechos Humanos. Las universidades son promotoras de cambios culturales. Este desafío abre una oportunidad para el trabajo concreto y a largo plazo en una importante dimensión de la reconciliación, la justicia y la vida plena. He pedido al Secretariado para la Justicia Social y la Ecología de la Compañía de Jesús coordinar los esfuerzos de todo el cuerpo apostólico en esta dirección.

Juntos somos más fecundos

La misma CG 36ª nos orienta en los pasos a dar para mejorar la fecundidad de la universidad fuente de vida y reconciliación:

El discernimiento, la colaboración y el trabajo en red ofrecen tres importantes perspectivas en nuestro actual modo de proceder. Dado que la Compañía de Jesús es un “cuerpo internacional y multicultural” en un complejo “mundo fragmentado y dividido”, la atención a estas perspectivas ayuda a perfilar el gobierno, haciéndolo más flexible y apostólicamente más efectivo.7

Las universidades son una particular expresión de la internacionalidad y multiculturalidad del cuerpo apostólico de la Compañía y están en medio del mundo fragmentado y dividido. A través del discernimiento las universidades se abren a la posibilidad de ponerse en contacto con la fuente de la vida que se proponen trasmitir y adquieren la libertad necesaria para seguir la corriente de vida que surge de su misma fuente. El discernimiento nos mantiene en contacto con los sueños de un mundo mejor hacia el que se orientan los esfuerzos de investigación, creación de conocimiento, docencia e incidencia social. El discernimiento orienta y da sentido a la planificación del mejor uso de los recursos disponibles para lograr los fines del quehacer universitario.

Una institución universitaria es posible sólo a través de la colaboración. Por eso insistimos en llamarla comunidad universitaria. También sabemos que es mucho lo que podemos hacer todavía para ampliar y profundizar la colaboración dentro de la propia universidad, entre las universidades y con tantas otras posibilidades que hoy se abren a ella.

La colaboración es concebida por las Congregaciones Generales de la Compañía de Jesús posteriores al Concilio Vaticano II como parte de la identidad del cuerpo apostólico universal. Nos sabemos mínima Compañía colaboradora en algo mucho más grande que nosotros y que no depende de nosotros. Como cuerpo apostólico universal tratamos de prestar la mejor colaboración posible a la misión de reconciliación y de justicia en la que somos compañeros de los miembros de la Iglesia y todas las personas de buena voluntad empeñadas en humanizar la historia y cuidar la Casa Común. En esa perspectiva, la universidad es colaboradora de la misión más amplia y compleja encomendada a la Compañía de Jesús y como tal se concibe a sí misma al servicio de la vida reconciliada.

La colaboración es también una característica fundamental del modo de proceder en la vida cotidiana de la universidad. Insistimos mucho en el necesidad del trabajo en equipo y propiciamos un liderazgo que lo promueva y sepa aprovechar para mejorar la eficiencia del uso de los recursos a disposición e incluso de multiplicarlos. Mucho camino tenemos por delante para encarnar más profundamente este modo de proceder en cada una de las universidades y mejorar sustantivamente la colaboración de las universidades entre sí y con otras instituciones, proyectos y grupos que lucha por los mismos objetivos.

Con los actuales medios a disposición la colaboración se multiplica y hace más eficiente a través del trabajo en redes. El trabajo en red presupone una cultura de la generosidad8, que supere las tendencias a cuidar y multiplicar los recursos para uso exclusivo de cada institución universitaria. La cultura de la generosidad está a la base de la fecundidad que logra más y mejores frutos de vida plena. Con estos criterios se forma el sujeto del apostolado universitario de la Compañía de Jesús.

El presente Encuentro Mundial de Universidades encomendadas a la Compañía de Jesús, aquí en Loyola y Bilbao, quiere hacer historia en ese camino del discernimiento, la planificación apostólica, la colaboración y el trabajo en redes con la creación largamente preparada de la Asociación Internacional de Universidades Jesuitas (IAJU) mediante la cual nos abramos a una nueva época y un nuevo estilo de trabajo universitario fecundo. Con nuestra presencia aquí estamos confirmando nuestro deseo y voluntad de juntarnos para ser más fecundos. Deseos y voluntad que se convertirán en compromisos concretos para darle vida a nuevas formas de interrelación dentro y entre las instituciones universitarias.

Venimos de un largo camino lleno de logros en medio a no pocas dificultades. Un camino de siglos que promete prolongarse por mucho más tiempo. Para recorrer las nuevas etapas del camino, desconocidas como las anteriores, vemos la conveniencia de juntarnos, aprovechar mejor lo que somos y tenemos para convertirnos en fuente de vida plena y reconciliada.

Arturo Sosa, S.I.

NOTAS

1 CG 36, D. 1, n. 34

2 Eucaristía del 28 de marzo de 2012

3 Jn 1,1-4

4 Universidad de Deusto, Lectio Inauguralis, 9 de septiembre de 2011

5 No en todos los idiomas se puede hacer esta distinción con claridad.

6 CG 35. Decreto 3, n. 22

7 CG 36, Decreto 2,3

8 CG 36, d.2,8

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