Ibero Puebla/IV Informe: Superar el miedo para construir la esperanza Destacado

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Mundo Nuestro. Todavía queda reserva moral. Eso escribí en la libreta al escuchar ayer el informe del rector de la Ibero Puebla el sacerdote jesuita Fernando Fernández Font. Desde las primeras frases sus palabras construyen esa certidumbre que hace tiempo ha desaparecido del discurso político en México. Fernando visualiza los retos que vive desde los cimientos de una institución antigua, la Compañía de Jesús. Nuestra historia y cultura encuentran en ella sus raíces. La mía propia. Pienso en ello mientras anoto en frases sueltas la perspectiva en la que el rector observa los horrores del país que rompen toda estima por las palabras fundacionales del discurso democrático. Fernando recurre a la imagen mítica de la semilla y la tierra: violencia y asesinato, corrupción e impunidad, injusticia y opresión, eso es lo que brota en el día a día de nuestra existencia.

“No tener miedo”, “compromiso con la suerte de los pobres”, “reconstruir el tejido social sembrando humanismo”, “mirar el mundo desde la óptica de los excluídos”.

Amor y respeto por los demás, afirman las viejas palabras. Confirmar que todavía queda una reserva moral en nuestro México. Sergio Mastretta

Texto tomado del documento Cuarto Informe/Dr. Fernando Fernández Font.



La Universidad Iberoamericana, consciente de sus propios retos y de la Misión que le da sentido, ha querido sostener el paso en su proyecto educativo, conservando la coherencia con los grandes ideales que la conforman. Una institución como la nuestra, se debe a la sociedad en la que se encuentra. No puede cerrar los ojos, como si nada pasara o mantenerse aislada de posturas firmes y claras, por temor a verse comprometida con los actores que –para bien o para mal-- van dirigiendo los destinos de nuestros contemporáneos y, especialmente, comprometiendo la suerte de los pobres.

Desde Donald Trump hasta el último servidor público mexicano, desde los grandes gestores de la economía del país hasta los empleados que sostienen su marcha económica, desde los mayores actos de corrupción e impunidad hasta la más mínima violencia callejera, todos ellos constituyen los retos que la Misión Educativa de la Compañía de Jesús ha querido asumir, sin perder el rumbo ni la intencionalidad de la misma. En alianza con otros cuerpos apostólicos de la Provincia, nos hemos empeñado en la Reconstrucción del Tejido social, en el establecimiento de verdaderos puentes que limen las diferencias y allanen los montes, como señala la Sagrada Escritura, a fin de poder sembrar un poco más de humanismo en nuestra deteriorada sociedad. Éste ha sido y es nuestro ADN.1

Es relativamente fácil criticar el estado de las cosas; pero eso no basta. Una clara opción por cambiar las condiciones de nuestros hermanos y hermanas más vulnerables, se quedaría sólo en ideología adormecedora, si no estuviera acompañada por propuestas claras de transformación social sostenidas por instrumentos eficaces, fruto de la inteligencia universitaria. Es demasiado impactante mirar a nuestro alrededor, sobre todo cuando se observa desde la óptica de los excluidos. Parece que nuestras estructuras sociales que hasta hace sólo algunos años sostenían el buen convivir de la sociedad, se han desmoronado. Y no que antes no hubiera situaciones realmente problemáticas; e incluso podríamos afirmar que los polvos de aquellos tiempos son los lodos que hoy están empañando los senderos de la vida en sociedad. ¿Cuándo comenzó en nuestro país el trasiego de la droga? ¿Cuándo empezaron las coaliciones y complicidades entre políticos y narcotraficantes? ¿Y qué decir de la corrupción permanente que ha acompañado la modernidad de nuestras instituciones, en la que todos hemos caído y sin duda, hemos sido y somos responsables?

“Conocemos la gran dificultad que surge en el mundo contemporáneo para identificar de forma clara la pobreza –señala el Papa Francisco--. Sin embargo, nos desafía todos los días con sus muchas caras marcadas por el dolor, la marginación, la opresión, la violencia, la tortura y el encarcelamiento, la guerra, la privación de la libertad y de la dignidad, por la ignorancia y el analfabetismo, por la emergencia sanitaria y la falta de trabajo, el tráfico de personas y la esclavitud, el exilio y la miseria, y por la migración forzada. La pobreza tiene el rostro de mujeres, hombres y niños explotados por viles intereses, pisoteados por la lógica perversa del poder y el dinero. Qué lista inacabable y cruel nos resulta cuando consideramos la pobreza como fruto de la injusticia social, la miseria moral, la codicia de unos pocos y la indiferencia generalizada” 2

Obvio, parece que hasta ahora que esa violencia institucionalizada nos ha tocado como clases medias y altas, clases acomodadas que no habíamos experimentado en carne propia los alcances de esa terrible situación, comenzamos a querer actuar y a revisar los mismos comportamientos, estructuras y principios que nos han guiado como habitantes de nuestro país. La estructura social que resguardaba la seguridad de los ciudadanos, se ha resquebrajado; y de eso –en diversas medidas-, todos somos responsables. Sin embargo –como afirma el P. Adolfo Nicolás-- “los tiempos más creativos del apostolado de la Compañía han sido tiempos de crisis. La crisis es muy buena cuando produce la creatividad para sobrevivir y para seguir ofreciendo un servicio de calidad.”3



De ahí que cada día sea más urgente un proyecto educativo que construya a los jóvenes con una mirada diferente, con intereses más allá de los propios, con preocupación real por los menos favorecidos; con deseo claro de ser los ciudadanos que hoy se requieren para volver a poner las bases que necesita la reconstrucción social. No obstante, todos podemos buscar la justicia, la verdad, la igualdad; pero, ¿qué significa para cada uno? ¿Desde qué opción epistemológica interpretamos esos mismos conceptos? Se trata, por consiguiente, de develar los intereses desde los que hacemos su lectura, cómo los desentrañamos y qué acciones congruentes se derivan de su comprensión. ¿Qué es justicia para un pobre; qué es riqueza para un rico? Como afirmó el P. Kolvenbach, sólo el punto de vista que surge desde las carencias e intereses de los pobres es el que nos puede ayudar a conocer la verdadera realidad y a efectuar la praxis adecuada que hoy requiere nuestro país. Según la clase social a la que pertenezcamos, así serán nuestras lecturas de la realidad. La supuesta objetividad imparcial es sólo un mito ideológico del positivismo decimonónico. Ya lo decía el gran filósofo de fines del S. XIX, Wilhelm Dilthey: “No se mira igual la realidad de un lado de los Pirineos que del otro”. Por eso nuestra inteligencia universitaria ha querido realizar su actividad y, por ende, sus propuestas, desde los intereses de los excluidos. Y los resultados son patentes: este punto de partida por el que hemos optado, nos ha llevado a modular nuestra estructura universitaria de acuerdo a esa mirada, al igual que lo hemos hecho con los instrumentos que tenemos para realizarla. De ahí han surgido tanto los temas de investigación como la orientación de los mismos; tanto las propuestas de economía solidaria, como las del servicio social. También esto es lo que explica por qué tenemos en gran aprecio a nuestro Instituto de Derechos Humanos o los observatorios tanto de pobreza y exclusión como el de Con los Ojos Abiertos, que da seguimiento a la trasparencia de los órganos políticos del Estado. Nuestro laboratorio de Economía Social y Solidaria ha surgido también de los mismos propósitos que nos guían; pues con él pensamos que es posible ir construyendo un modelo alternativo al sis - tema productivo de mercado en el que nos encontramos, aunque hasta ahora los resultados puedan ser vistos como algo intrascendente. También la cultura y la fe modifican sus comprensiones cuando se miran a través de este cristal. No ha sido casual el haber otorgado a lo largo de este tiempo “Doctorados Honoris Causa” a grandes teóricos sociales como Alain Touraine o a Boaventura de Sousa, cuyas opciones de vida y propuestas sociales respaldan las nuestras; o como también a uno de los teólogos de la libe - ración más importantes de América Latina, el jesuita Pedro Trigo, cuyas posturas nos hablan de su gran compromiso por la justicia, mismo que queremos vivir en nuestra Casa de Estudios. Así es como la IBERO se ha ido conformando en sus estructuras constitutivas, al querer responder proactivamente a los retos que saltan a la vista. A pesar de todo lo anterior, eso no explica ni justifica cabalmente el rumbo de todo nuestro quehacer universitario. Eso no basta para ser Universidad jesuita. Cuatro son los pilares que han construido nuestro modelo educativo ignaciano de la IBERO Puebla, especialmente en estos últimos años de gestión, a los que hemos querido ser fieles y cuyo origen se remonta hasta los albores del espíritu que impulsó el nacimiento de la Compañía de Jesús, surgido de la genialidad de Ignacio de Loyola, nuestro gran fundador y diseñador de las políticas que la han guiado. El servicio de la Fe y la promoción de la justicia, exigida por la misma fe, han quedado tatuadas en nuestro ADN. Esos cuatro principios del paradigma Ledesma-Kolvenbach entrelazados magistralmente entre sí, son los que le han dado una sólida consistencia de las obras educativas de la Compañía de Jesús.

Veamos: la “utilitas” o capacitación teórico-práctica que busca transformar la realidad desde una gran preparación académica –como primer principio-, no tiene sentido si no va acompañada por la “iustitia” –segundo principio--, que es la mirada que busca hacer justicia a la realidad; ajustarse a ella a través de la verdad para denunciar lo que no se ajusta a ella y así transformarla desde la “fides” –tercer principio--; es decir, desde esa visión trascendente de todo lo real que cala en lo más profundo de la realidad, en el corazón de cada uno de los seres que la conformamos, en fidelidad al último principio, la “humanitas”, que defiende por encima de cualquier otra cosa la vida en plenitud del ser humano. Como lo afirmó el filósofo Terencio en su frase tan sabida, siglo y medio antes de Cristo. Parafraseándolo, podríamos decir: “Nada que sea relativo al ser humano, nos debe ser ajeno”. Estamos convencidos, por consiguiente, que educar a la juventud es la otra cara del único reto que define nuestro compromiso educativo y que cierra el círculo de nuestro ser y que hacer universitario. No basta que la Universidad realice acciones contundentes para responder al compromiso que tiene ante la sociedad. Si no educa y forma en este espíritu a la juventud que será el futuro que marcará los derroteros de la sociedad que está por venir, la Universidad habrá quedado coja en sus propósitos. Urge, por consiguiente, formar de manera diferente a los jóvenes para que no sigan sosteniendo las estructuras que no les han dado vida. Nuestro ideal es formarlos como ciudadanos conscientes, capaces, sensibles y, finalmente, comprometidos en la construcción de un nuevo orden social, desde el punto de vista e intereses de las grandes mayorías empobrecidas. Creemos que todos los principios que nos guían y las opciones epistemológicas que han construido lo que somos, son una gran oferta para esos jóvenes que acuden a nuestra universidad. Hace un par de años, el Papa exhortó a todos los educadores a mantener viva la esperanza de la juventud. Los grandes problemas sociales en los que nos encontramos, el quiebre del tejido social, la desilusión de la democracia…, no han de ser razones suficientes para no aprovechar la gran energía que ellos tienen y, así, abrirlos a la esperanza. “El magis es posible solamente si no hay miedo señala el P. Nicolás-, y por eso es parte de un liderazgo en el que, donde podría haber miedo, haya confianza. Confianza en que a pesar de todo podemos salir adelante, emprender un trabajo difícil, hablar con el ateísmo, o hablar –ahora-- de las fronteras, una imagen que ha resonado muy bien en toda la Compañía de Jesús. Porque la frontera habla precisamente de superar el miedo”4.

1 Ácido desoxirribonucleico.



2 Jornada del Papa Francisco, en la I Jornada mundial de los Pobres. Publicado el 13 de junio de 2017. 3 Conferencia del P. Adolfo Nicolás sobre el Liderazgo Ignaciano, Valladolid, España, 6 de mayo del 2013.

3 Conferencia del P. Adolfo Nicolás sobre el Liderazgo Ignaciano, Valladolid, España, 6 de mayo del 2013.

4 Ibid.

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Sobre el autor

Fernando Fernández Font

Jesuita, filósofo, es el actual Rector de la Universidad Ibero Puebla.