El infierno abierto/Un ensayo de Julio Glockner en la revista Elementos Destacado

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“Si el Diablo fuera de veras muy chingón, no sería Diablo”. Don Inés Ávalos, campesino de San Nicolás de los Ranchos

"El primer pensamiento del día, la mejor manera de comenzar bien cada día es, al despertar, pensar si en ese día podemos complacer al menos a una persona. Si esto pudiera admitirse en sustitución de la costumbre religiosa de la oración, los demás saldrían beneficiados con el cambio". Nietzsche



Resultado de imagen para EL INFIERNO ABIERTO AL CHRISTIANO, PARA QUE NO CAIGA EN ÉL VEN'. P. PABLO SÉÑERI Puebla de los Ángeles, año de 1780

La Nueva España del siglo XVIII fue una época de grandes cambios económicos, sociales y culturales, debido al afrancesamiento de las élites que acompañó la difusión de las ideas ilustradas y que implicó una ruptura con la vida social del siglo XVII, en la que predominó una monótona y gris austeridad. Por primera vez comenzaron a proliferar los entretenimientos y placeres del mundo moderno en las diversiones públicas, los cafés, los paseos y los bailes. Por otro lado, se producía también una reformulación y una consolidación de la cultura popular urbana provocada por el crecimiento de la población y los cambios económicos que sucedieron durante el siglo.1 Como un contrapeso a estos preocupantes signos de atención a la vida mundana y sus satisfacciones, la Compañía de Jesús editó, en las primeras décadas del siglo XVIII, un libro cuyo elocuente título explica su propósito: El Infierno abierto al christiano para que no caiga en él, o consideraciones de las penas que allá se padecen. Propuestas en siete meditaciones para los siete días de la semana.

Un ejemplar de este libro, impreso en 1729 en Puebla de los Ángeles, se encuentra en la biblioteca Lafragua de la BUAP. Fue un libro muy leído en la época, según lo deja ver la nota del impresor poblano: “Reimpreso muchas veces y ahora en la Puebla de los Ángeles por la viuda de Miguel Ortega en el portal de Las Flores”. Medio siglo después, en 1780, se hizo otra reimpresión, ahora con siete imágenes en calcografía que revelan al lector los castigos del infierno, esta última edición es la que aquí comento. El autor fue un jesuita italiano Paolo Segneri,2 nacido en 1624 en un pequeño pueblo de la provincia de Roma, Nettuno, tristemente célebre en los primeros años del siglo XX debido a la muerte a puñaladas de una niña de once años, Santa María Goretti, quien se resistió a ser violada por no pecar y ofender a Dios. En reconocimiento a su valor y su fe fue canonizada en 1950 por el papa Pío XII ante un millón y medio de peregrinos. El asesino, que asistió a la canonización, fue condenado a 30 años de prisión y durante 27 de ellos no dio señales de arrepentimiento, hasta que en un sueño María le anunció que también sería llamado al Cielo, entonces cambió radicalmente su actitud, convirtiéndose en hombre piadoso, lo que le valió para ser liberado. En seguida fue a pedir el perdón de la madre de María, quien argumentó que si Dios y su hija lo había perdonado ella también lo haría.

De la vida de Paolo Segneri se sabe muy poco a pesar de haber sido un autor prolífico, muy leído durante más de un siglo y traducido a varios idiomas. Segneri escribía en toscano, que después se convertiría en la lengua italiana, perteneció a la Compañía de Jesús, fue adversario acérrimo de la doctrina quietista, que predicaba las virtudes místicas de la contemplación y la pasividad, sosteniendo que el estado de perfección se alcanzaba con la abolición de la voluntad y la aceptación plena de lo que Dios quisiera otorgar. Nada más opuesto al fervor militante que como jesuita tuvo Segneri, que lo convirtió en uno de los más populares misioneros del centro de Italia, siempre como predicador del papa Inocencio XII. Murió a finales del siglo XVII, en 1694, en Roma.



El libro está organizado de manera que cada una de las consideraciones que contiene está dedicada a un día de la semana, con su correspondiente ilustración, en la que el lector puede ver con claridad y contundencia los castigos infernales a los que será sometido de perseverar en la vida pecaminosa. Llama la atención que los pecados apenas y son mencionados, más bien el autor parte del supuesto de que el lector está enterado de su naturaleza y gravedad y concentra su esfuerzo en advertirle una y otra vez, para que quede bien grabado en su memoria, los terribles tormentos que padecerá en el Averno.

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Sobre el autor

Julio Glockner