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Violencia y drogas: el matadero mexicano Destacado

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Violencia y drogas: el origen borrado

Basta con leer cualquiera de las notas sobre los hechos criminales mayores que nos sacuden: Tanhuato, Ayotzinapa, fugas históricas, emboscadas mortales, desapariciones, para que aparezca atrás, como causa invariable, el tráfico de drogas.



Aceptamos rutinariamente esta explicación: la violencia que nos sacude se debe al tráfico de drogas, a la lucha despiadada de grupos de narcos por control de plazas, rutas, mercados. Y a los esfuerzos del gobierno para combatirlos.

Lo que no aceptamos es que el origen del narcotráfico y su violencia es la prohibición de unas cuantas sustancias tóxicas cuyo consumo, en conjunto, es menos dañino para la salud que otras sustancias tóxicas permitidas, como el alcohol y el tabaco.



La violencia asociada al narcotráfico, nos induce a pensar que las drogas prohibidas son la amenaza.

No es así. Según todos los registros confiables en la materia, el consumo de las drogas prohibidas produce al año considerablemente menos muertes que el alcohol y el tabaco.



En el año 2013, según la Oficina de Drogas y Crimen de la Onu, murieron en todo el mundo 210 mil personas por usar drogas prohibidas. Murieron en cambio 2 millones 300 mil por alcohol y 5 millones 100 mil por tabaco.

Desde el punto de vista de la salud, las drogas prohibidas son un mal menor que el tabaco y el alcohol: matan menos gente.

El enemigo de la salud y de la tranquilidad no es el consumo de estas drogas sino la guerra declarada contra ellas. Ese es el origen borrado de nuestra discusión sobre la violencia y las drogas: la prohibición.

Si suprimiéramos la prohibición, el narcotráfico y su violencia disminuirían hasta desaparecer, tal como sucedió con la prohibición del alcohol en Estados Unidos.

La mayor parte de la violencia y de la inseguridad que sacuden a México desaparecerían si desapareciera la prohibición de estas sustancias, relativamente triviales para la salud del mundo, cuya persecución salvaje, sin embargo, ha ensangrentado países enteros, como Colombia y México, sin haber logrado que descendiera su consumo ni su presencia en los potentes mercados que la demandan, con Estados Unidos a la cabeza.

Los costos de la guerra contra las drogas son particularmente aberrantes para un país como México. Abundaré sobre esto mañana.

Violencia y drogas: la explicación invisible

La prohibición de las drogas y su persecución no ha traído a México sino violencia, crimen, una guerra no declarada y creciente violación de derechos humanos.

Nada de eso ha impedido que las drogas dejen de llegar al mercado estadounidense, propósito declarado de esta guerra hace ya cuatro décadas.

Si las cosas siguen como van, calcula Alejandro Hope, cuando termine el gobierno de Peña, la guerra contra las drogas habrá costado 300 mil muertos en México, sin que haya disminuido sustancialmente, el tráfico que se pretendía evitar.

¿Puede haber algo más fallido y aberrante que esto?

Sí: la idea, invencible entre los mexicanos, de que las drogas prohibidas son una amenaza para la salud nacional.

Según la Encuesta Nacional de Adicciones de 2011, ese año había en México 990 mil 183 consumidores de drogas ilícitas. Esto quiere decir que por consumir drogas prohibidas en 2011 habrían muerto en México 990 personas (la tasa general de muerte por sobredosis de estas drogas es de 0.01%). Bueno, en ese mismo año de 2011, por violencia vinculada a la guerra contra las drogas, murieron en México 15 mil 768 personas (http://bit.ly/1yA6bxB)

He publicado ya esos cálculos en esta columna (5/5/2015), por cortesía de quien los hizo, Juan Pablo García Moreno, editor asociado de la revista Nexos.Conviene extenderlos a las cifras que anticipa Hope:

Entre 2006 y 2018 habrán muerto en México 300 mil personas por la guerra contra las drogas. Por consumo de las drogas perseguidas, habrán muerto 11 900.

¿Alguien puede explicar por qué está en el interés nacional mexicano que, en el lapso de doce años, haya 300 mil muertes violentas por perseguir drogas cuyo consumo provocaría sólo 11 800 muertes de consumidores voluntarios?

La razón es que la soberanía mexicana en la materia está subordinada a la guerra contra las drogas que Estados Unidos encabeza en todo el mundo y dirige en México.

Somos reos políticos de esa cesión de soberanía. También somos reos mentales de no poder pensar que la satanización de las drogas prohibidas es una aberración histórica, semejante en su ceguera y en sus costos a otras intolerancias colectivas aberrantes, como las guerras religiosas de otros tiempos, la creencia en la condición animal de los esclavos o en la inferioridad de la mujer.

El matadero mexicano 1

Regreso al tema de la matanza mexicana de los últimos años, atribuible en su parte medular a la prohibición de las drogas y a la persecución del narcotráfico.

Los datos de Alejandro Hope referidos ayer en este espacio son como siguen:

En el gobierno de Vicente Fox se registraron 60 mil 162 mil homicidios. La cifra dio un gran salto en el sexenio de Felipe Calderón, hasta 121 mil 163, más del doble.

En los primeros tres años del gobierno de Peña Nieto, la cifra de homicidios llegó a 64 mil 614, más que en todo el sexenio de Fox. Si la tendencia se sostiene, dice Hope, en los seis años de este gobierno llegaremos a cerca de 130 mil homicidios, más que con Calderón. (http://eluni.mx/1UkAgLs )

La espiral de violencia aparece claramente asociada, desde 2008, a una intensidad mayor en la guerra contra las drogas, en su doble vertiente: violencia entre las bandas y violencia del estado contra ellas.

De cumplirse estas cifras, la cuenta total de los primeros 18 años de nuestra democracia sería de 310 mil homicidios, con un salto a partir de 2008.

En 2007, el número de homicidios en México era de 8 por cada cien mil habitantes. Venía descendiendo desde el año de 1990, en que la cifra era de 19 por cada cien mil.

En el año 2011 la matanza llegó a 23 homicidios por cada cien mil habitantes. Anda hoy en 18 o 19 por cada cien mil, con tendencia a desbocarse de nuevo.

Me parece increíble, frente a estas cifras, que ni la autoridad ni los medios se llamen a escándalo, y el país no se proponga hacer un alto de reflexión en el camino, una revisión puntual de cómo hemos llegado a aquí, en servicio de qué causa.

Lo he dicho muchas veces, y ayer y antier, y lo repito ahora: la causa mayor de esta matanza es la prohibición de las drogas y la persecución del narcotráfico.

¿Podemos seguir adelante como si nada con la causa de la prohibición, haciendo caso omiso del reguero de muertos que ha dejado y los que esperan adelante?

¿No es hora de pensar seriamente en el matadero de país que tenemos y por qué?


El matadero mexicano 2

Ofrezco una referencia histórica del tamaño del matadero mexicano al que me he referido en estos días.

La historia oficial de la Revolución Mexicana repite canónicamente que el movimiento costó un millón de muertos.

La cifra viene de la comparación de los censos de población de 1910 y 1921. Según el censo de 1910 la población mexicana era de 15 millones 160 mil personas. El censo de1921, registró sólo 14 millones 334 mil, es decir 826 mil habitantes menos.

La manía de redondear los números para amplificar su efecto convirtió los 826 mil faltantes en un millón. Se dijo desde entonces, sonoramente: “Un millón de mexicanos costó la revolución.” La frase sugería que la violencia revolucionaria había sido terrible. Lo fue, pero no tanto.

La mayor parte de los 826 mil faltantes del censo de 1921, no murieron en los campos de batalla y en los otros mataderos de la revolución. Hubo otras causas.

En primer lugar, la epidemia de influenza de 1918 que mató en el mundo a 40 millones de personas, y en México a unas 300 mil.

A los 300 mil muertos por la influenza hay que añadir los más de 220 mil mexicanos que, según el registro oficial estadounidense, simplemente se fueron al “otro lado”, en busca de refugio o trabajo. (http://bit.ly/2bucLQV)

Muertos por la violencia y sus estragos —hambrunas, epidemias, etc.— durante la Revolución Mexicana, pueden haber sido unos 300 mil.

Es más o menos la misma cantidad de muertes violentas que van dejándonos los primeros dieciocho años de nuestra democracia, en gran parte debido a la prohibición y la guerra contra drogas.

En el matadero mexicano de principios del siglo XXI han muerto tantos mexicanos como en el matadero bélico de la Revolución Mexicana de principios del siglo XX.

¿No es hora de asumir y repudiar la brutalidad de la matanza, explicar sus causas, revisar la estrategia seguida, cambiar nuestra mirada y nuestras decisiones al respecto?

Si sacáramos de nuestra vida la prohibición de las drogas, y la persecución del narco a que esa prohibición obliga, México sería hoy un país inconmensurablemente menos sangriento de lo que es, y el matadero mexicano simplemente no existiría.

El matadero mexicano 3

La prohibición de las drogas y la persecución del narcotráfico han convertido a México en un matadero.

Si las cosas siguen como van, entre el año 2000 y el 2018, se habrán registrado en México más de 300 mil homicidios.

Llevamos 245 mil, con un salto cuántico a partir de la intensificación de la guerra contra las drogas en el año 2008.

245 mil homicidios suponen 245 mil muertos y sus respectivos asesinos desperdigados en pueblos, comunidades, barrios y ciudades: el enorme territorio mexicano sacudido por la violencia.

245 mil homicidios quieren decir 245 mil cadenas de deudos en busca de justicia, reparación o venganza. A veces, simplemente en busca de los restos de un cuerpo que no han podido enterrar o de un ser querido que desapareció, pues hay 23 mil desaparecidos.

No sabemos cuántos lesionados permanentes ha producido esta violencia, cuántos mutilados o inválidos hay, marcados por la doble cicatriz de sus heridas y su memoria.

¿Es posible pasar indemnes, social y moralmente, como país, por este matadero?

¿Es posible no pagar los daños mentales y sociales de tanta violencia?

No lo creo. No es posible pasar por este matadero sin anestesiar nuestros sentidos y nuestros sentimientos ante lo que pasa, sin volvernos fríos, en algún sentido inhumanos, ante lo que sucede.

La impunidad de tanta muerte tiene que lisiarnos algún lugar del alma colectiva, de la moral pública, del sentido del bien y del mal, al tiempo que una fracción homicida de nuestra sociedad, una fracción de decenas de miles, sigue su fuga sangrienta hacia adelante, no sólo matando más, sino de peor manera, de manera más salvaje, con daños seguramente irreversibles para su propio sentido del valor de la vida y la humanidad de sus víctimas.

Todo esto tiene que hacernos peores como sociedad, menos solidarios ante el sufrimiento de los otros, más insensibles moral y socialmente ante la violencia de la guerra civil no declarada en que vivimos gracias a la prohibición y a la guerra contra las drogas.

¿No ha llegado la hora de plantearse el camino a un cese al fuego?

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Sobre el autor

Héctor Aguilar Camín

Héctor Aguilar Camín (Chetumal, 1946) novelista e historiador, es director de la revista Nexos.