La conciencia, el alma y el cuerpo pleno: el hechizo en la noche de la belleza gay Destacado

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Mundo Nuestro. Andrea Márquez, académica y comunicadora, es una profesional en la conducción de eventos artísticos y sociales en Puebla. Y para ello la invitaron las organizadoras del concurso de belleza gay en Puebla hace unas semanas. El que sigue es el relato de la fascinación que le provocó el espíritu de una noche extraordinaria vivida en una sociedad moderna que comprende la identidad de la persona humana en su complejidad y riqueza biológica y cultural, y no desde una perspectiva maniquea de su sexualidad.

Acompañan esta crónica una serie de fotografías tomadas por la agencia organizadora del evento.



La aventura comienza dónde la razón deja de serlo, dónde lo normal o cotidiano para algunos, se vuelve extraordinario y nuevo para otros. Y esto último, fue justo lo que me sucedió hace un mes. Para entrar un poco en contexto, les contaré que hace dos años , en una conducción de un evento de belleza, al que fui contratada, conocí a Guillermo, un joven travesti, muy agradable, con quién hice amistad a través del Whatts App y en dos eventos más que coincidimos. Una belleza cuando se convertía en Amaya...Dos personas en una y un solo carácter, de gran personalidad. He de confesar que me costaba trabajo llamarle Guillermo, por lo que le pregunté abiertamente si podía decirle Amaya aún siendo “niño” (Descubrí también que ellos se mencionan como niño o niña) y él respondió que aquel que me agradará mas y me hiciera sentir más cómoda.

Hace apenas un mes, me habló para invitarme a que fuera conductora de “Nuestra Belleza Puebla GAY, 2016”, que se realizaría desde el Teatro de la Ciudad. Felizmente acepté y con una inmensa curiosidad, mas no el morbo y léase muy bien por favor, ya que siempre he sentido una especial atracción y química hacia los homosexuales, que ha derivado en una total aceptación y sincero cariño. Sinceramenteno comprendo a los homofóbicos.

Amaya, la organizadora del concurso.



Transcurrieron los días y llegó la fecha. Mi hija Andrea y mi inseparable hermana Martha decidieron acompañarme, y algunas amigas mías también: las invitaciones masculinas declinaron amablemente, incluido mi esposo. Suelo sentirme más emocionada que nerviosa cuando hago mi trabajo, pero esta vez, me ganaba lo segundo. Amaya no me enviaba el guión, ni me explicaba mucho, solo me pedía que checara los concursos de Nuestra Belleza México ya que así sería la dinámica. Observé no uno, sino varios y cosa extraña, no se me ocurrió indagar sobre algunos que fueran gays pero considero que fue lo mejor. Finalmente y una noche antes del evento, me hizo llegar el guión ( Ya habíamos platicado en el teatro el día anterior) bastante bien elaborado, completo, paso por paso, pero sin algo más de lo que yo buscaba, algo que vislumbrará, que me acercará o detallara a lo que realmente sucedería…¿Cómo debería referirme a ellos? ¿O ellas…? A la hora de entrevistarlos… ¿qué les preguntaría? ¿Y el público? ¿Qué público tendría y como reaccionaria? Todas y cada una de estas interrogantes me causaban nervios. Y nada de ese se respondía en el guión que me dio Amaya.

Llegó el gran día y yo aún no decidía si llevaría el vestido negro con encaje o el azul de un solo hombro, si me peinaría el cabello recogido en un elegante chongo o bien más natural, tal vez suelto; ¿y qué tacones usaría? En realidad no iba a competir pero cada vez que veía la publicidad del evento dónde salían las participantes, me quedaba corta, tan corta como el hecho que yo era mujer y no hombre…



En el zócalo por la tarde...

El evento comenzaba en punto de las 9 de la noche. Llegué al Teatro de la Ciudad con unas enormes ganas de adentrarme a ese maravilloso mundo. Lista para “sentir” el lugar, para darme confianza. Aún no había mucha gente, ya que estaban en la marcha pacífica para la dignificación de la homosexualidad y el punto de arribo, era precisamente en los portales. Me recibió David, el encargado de la logística y organización dentro de escenario. Inicié una charla meramente superficial que terminó, en apasionantes historias y confidencias de su vida privada. Yo juraba que no era gay con esa fina y bien delineada barba obscura, cabello arreglado, impecablemente vestido de negro con una hermosa pashmina alrededor del cuello, muy guapo, chic y varonil. Su manera de hablar y sus movimientos indicaban que había acertado en su género hasta que me dijo orgullosamente que él era un “Drag Queen”, término que dio vueltas en mi cabeza tratando de descifrar y sin tener la menor idea de lo que eso significaba, hasta que al ver miexpresión desconcertada, me lo explicó todo: esen una transformación más intensa y dramática que la de un travesti. Hombres vestidos de mujer, pero sin quitarse barba o el bigote, de pelo en pecho, en piernas y donde lo tengan; se maquillan, se colocan largas pestañas, se pintan la barba y se colocan extravagantes zapatos con más de 30 cms de altura. Me comentó que en cierta forma, era una burla hacia la mujer. ¿Burla?, le dije yo. ¿Hacia nosotras? ¿Por qué?

Me dejo amablemente con mis inquietudes pues en ese momento comenzaron a llegar las concursantes. Tomé una silla, justo a un lado del escenario en la parte de atrás, en dónde habían amoldado un camerino grande para las participantes y sus guapísimos acompañantes. Nunca imaginé lo que esa larga noche iba a ver, sentir, pensar, hablar, escuchar y vivir en una dimensión desconocida, atrayente y por demás espectacular y, como ya lo había mencionado, totalmente nueva para mí. El factor sorpresa, lo desconocido y lo distinto, me atraen como un imán.

El “camerino” era abierto, sin biombos o puertas cerradas, sin ningún atisbo que denotará que habría pudor, recato u algo similar a lo que algunas de nosotras sentimos cuando nos cambiamos frente a nuestro mismo género. Iban y venían hombres cargados de bolsas, vestidos, estuches enormes de maquillaje (Elmío era verdaderamente ridículo), pelucas, postizos y bisutería. Ante mis asombrados y rebosantes ojos de curiosidad, desfilaban y se acomodaban dónde mejor encontraban lugar. Doce travestis representando a los doce principales municipios poblanos. Y todos listos para su transformación.

Mientras esto ocurría, llegó mi compañero de conducción, un joven apuesto, con aspecto desenfadado y carismático. Nos presentamos y al mismo tiempo nos pusimos rápidamente de acuerdo en la dinámica y desarrollo del evento. Nos caímos bien de inmediato, fue una fortuna esa buena química con él, y se vio reflejada en el escenario, logramos transmitirla al público.

Los conductores.

A las 9 en punto mi queridísimo amigo Amaya no llegaba, y yo seguía con mis interrogantes. Lo que estaba claro ya, era que el evento comenzaría mas tarde de lo estipulado, lo que no me desagradó en lo absoluto. Continuaba sentada, muy derechita, observando todo cuanto ahí pasaba. Y comenzó la verdadera transformación de hombre a mujer...Hermosos y bien formados cuerpos se rendían a las manos que quitaban prendas, colocaban y ponían nuevas. Envidié con envidia de la buena, como se dice y existe en mi natal Chihuahua, las cinturas estrechas y las nalgas duras, divinas, las bubis perfectas, erguidas y firmes “de verdad”--y otras en donde el brassiere hacia el favor--,y las piernas largas y ultra depiladas, y los rostros llenos de colorido. ¿Y dónde quedaba el aparato masculino? Yo lo buscaba, y sí, ahí estaba, pero muy bien escondido, resguardado y compactado entre sus muslos hacia atrás, de tal manera que podría jurar que ninguno lo tenía. Como estaba tan cerca podía ver –y admirar— sus, de seguro sacrificados movimientos, la acción por la que se logra la absoluta desaparición de su sexo, sin atisbo alguno, sólo un vientre plano, liso, duro y orgulloso de mostrarse.

La primera etapa sería la del traje regional sobre trajes de baño de una pieza o bikinis. Los cuerposadmirables, enfundados en diminutas telas brillosas y coloridas se mostrarían en un momento al público en la luneta del Teatro de la Ciudad.No había nada fuera de lugar. Ahí estaban como auténticas féminas reflejadas en un espejo de cuerpo entero ante el que se ajustan las pelucas, las uñas larguísimas, el cargado maquillaje que cubre cualquier incipiente vello que se atreviera a salir en esa mágica noche, los tacones altísimos y la seguridad y el aplomo de los pasos que recorrerán la tarima, listas con todo lo que desearía cualquiera de nosotras.

No podía creerlo. Pero en un momento, ahí estaban ellas, listas para el concurso de belleza gay, el evento al que me invitaron a conducir. Y luego ahí estaba yo con ellas a punto de salir al escenario.

Al fondo, se escuchaban indicaciones de David (Drag Queen), su voz potente les informaba que debían estar listas en diez minutos. La atmósfera del lugar era de una energía peculiar, a veces densa pero muy excitante…Imagínense ser la única mujer entre cuerpos de hombres atrapados en almas femeninas. Las miradas entre ellos, eran intensas...Se veían de arriba a abajo y de vuelta…Se saludaban efusivamente, mucho más de lo que se acostumbra entre mujeres, y al oír su tono de voz, llegaba a confundirme.

Por fin vi llegar a Amaya…Espectacular, única, impactante en su vestido sin hombros y un gran escote; se veía guapísima y así se lo expresé de corazón. Pero fui al grano de mis dudas. ¿Entrevistaría a las concursantes? No, me dijo simplemente Amaya, no habría etapa de entrevistas...Quedé desconcertada y al ver mi rostro, se acercó y dijo suavemente a mi oído: ¿Te imaginas lo que pasará si hablamos frente a público con nuestra voz? Se le quitará la magia y el encanto a la noche.

Elemental. Lo entendí absolutamente.

Las concursantes.

Una hora más tarde y con un público ya enardecido, comenzó el verdadero show. Ya estábamos aturdidos por la entrega del público, porras, silbidos y gritos sin freno. Las concursantes desfilaban con gracia, soltura y por supuesto, con los consabidos nervios. Tras bambalinas Los movimientos eran exagerados pero bastante lucidores. Travestis profesionales, completamente en su papel y con la esperanza de ganar el título de Nuestra Belleza Gay Puebla 2016.

Ella se ganó la simpatía...

Desfilaron “Las Reinas de Reinas”, las que han ganado el concurso desde el 2011; había dos de ellas, en especial, que podría jurar que eran mujeres, con una hermosura sutil, exquisita, femenina totalmente de cuerpo y personalidad. Con una de ellas platiqué en el camerino antes de comenzar el evento. Trabaja en México y es jurado en diferentes presentaciones de esta índole. Lleva un traje negro estilo “Cat woman” entallado a su esbelto y formado cuerpo y lo que llamó mi atención fue su corta estatura y sus pequeñas manos, igual de petite que yo. Me tenía embobada, y más cuando contestó una llamada y pude escuchar su plática animada y entretenida. Nos deseamos suerte ambas y nos despedimos con un beso y abrazo. Se presentaron dos shows que bien podrían haber sido vistos en las Vegas. Uno era la doble de Madonna de los años 80’s y el otro, la doble de Lorena Herrera. Verlas en escenario fue fascinante. Logré olvidar, por breves momentos, al hombre que estaba tras el talón y que ahora se había convertido en la cantante pop derrochando energía, sensualidad, cadencia y una flexibilidad de gimnasta al bailar. La doble de Madonna mostraba un busto impresionante, bello y que varias veces, de manera espontánea y natural dejo asomar, incluso, los pezones. La calidad y el profesionalismo seguían resaltando. Yo me encontraba asombrada, deleitada y encantada con todo lo que iba sucediendo.

El toque de la noche fue cuando intervinieron los “Reyes de Reyes”, gays divinamente vestidos con traje y una brillante corona en sus cabezas; jóvenes y guapos. Se acercaba el final, y ya solo quedaban seis finalistas; Atrás del telón, las podía observar y escuchar perfectamente. Una le pedía a su ayudante sujetar aún más el vestido para levantar el busto, otra más, le volvían a acomodar la peluca con largo y envidiable cabello. Diferente a “nosotras”, conservaban una extraña calma y entre ellas no se hablaban y solo se dirigían miradas escrutadoras y una leve, finísima y casi imperceptible envidia. Nadie se metía con nadie, excepto Drag Queen, que seguía dando órdenes y corriendo de un lado al otro. Hacía bastante calor y la mayoría se abanicaba antes de entrar ya que el maquillaje comenzaba a sudar. Me dirigía a algunas y les preguntaba cómo se sentían; la mayoría me respondía escuetamente y podría mencionar que era por timidez y si, realmente así son las cosas, tienes que ganarte su confianza, y recordé cómo había sido con mi amigo Amaya al principio, por lo que fui respetuosa y amable. La Miss Cholula seguía siendo mi favorita ya que, aunada a su belleza, trasmitía una energía especial, agradable, positiva.

Las favoritas...

Las favoritas: Municipios de Cholula y Libres. La algarabía iba en aumento por parte del público e incluso de algún miembro del jurado. Me divertí mucho observando sus reacciones, las poses que adquirían, no perdían el estilo, conversaban mucho entre si permaneciendo sentados y muy erguidos, posición que constantemente debo estar recordándome cada vez que me siento. La gente ya estaba algo desesperada y ya quería saber el resultado. Los jueces nos pedían que alargáramos más a los conductores pues aún no daban el veredicto y los asistentes, enardecidos: por mi hermana y mi hija, que se sentaron en la galería, me dieron después idea de lo que allá ocurría, y me contaron que tuvieron de vecinos a una pareja gay bastante intensa con sus porras, ya que deseaban de ganadora a la de Libres y chiflaban a las demás. Mientras tanto, las participantes eliminadas se asomaban entre las pesadas cortinas rojas, esperando saber quién era la afortunada.

Por fin, en un momento nos pasaron en una tarjeta el resultado, pero antes de que lo diéramos Amaya tomó el micrófono y dio un breve mensaje agradeciendo especialmente a los patrocinadores y al jurado. Entonces pasaron los miembros del jurado y uno por uno se acercó al pódium para expresar que su voto era único e irrevocable. Tenerlos tan cerca, me causó cierta emoción diferente, los podía ver y oler perfectamente: una revoltura intensa de ricas esencias, perfumes fuertes que impregnaron el aire de su decisión irrebatible.

Coronación de la ganadora...

El jurado entregó su voto, entre aplausos, porras y gritos. La ganadora: Miss Cholula, un travesti hermoso, con un rostro angelical, de muñequita y cuerpo de barbie. Se abrazaron entre sí. El final fue muy rápido, para mi gusto, a pesar que estuvo bastante largo el evento, de repente todo terminó. Quise tomarme fotos en el escenario y felicitar a las participantes, pero el telón se empezó a cerrar y en un momento las luces se apagaron. Como si se deshiciera un hechizo.

Era la medianoche de cenicienta en los camerinos. Las vi desvestirse, sin pudor se desprendían del ropaje de su sueño, sin recato dejaron caer su desencanto, obvio en las concursantes perdedoras. Pero solo por este final de la noche… Porque serán por siempre “Las reinas de la noche”, como canta Gloria Trevi.

Terminó una noche mágica, y repito mucho esa palabra porque en verdad describe lo que fue. Noche diferente, especial. Un evento dónde Amaya, la organizadora oficial, recalcaba una y otra vez, que todo era en pro de la dignificación a la homosexualidad y lesbianismo en Puebla. Un certamen con una excelente organización, con gran cantidad de importantes patrocinadores y un orgulloso equipo de trabajo. Terminé pasada la media noche, hambrienta, feliz, algo cansada por los tacones, pero llena de emociones y llevándome en mi mente y corazón una magnifica experiencia de vida.

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Sobre el autor

María Andrea Márquez Blanco “Moño”

Andrea Márquez Blanco, "Moño", académica y comunicadora por la UDLA, es una chihuahuense avecindada en Puebla con una amplia experiencia en radio y en la conducción de eventos artísticos y sociales.